Kella Rand, informando...
Laurie Burns
Justo cuando Kella estaba segura de que el líder
del sistema Indu San iba a votar "no" a una alianza con la Nueva
República, fue y, en lugar de eso, estalló.
Literalmente.
La pura sorpresa la congeló momentáneamente en su
lugar mientras las sirenas de seguridad comenzaron a aullar y una nube de aerocámaras
zumbó sobre su cabeza, asemejándose a una bandada de pájaros electrónicos conforme
se iban reuniendo en la ruina humeante. Entonces su sentido de la noticia regresó
cuando la galería de medios entró en erupción y los periodistas se apresuraron
a bajar a la sala del Consejo, donde lo que quedaba de Shek Barayel estaba tendido
sobre su silla. El caos prevalecía mientras las aerocámaras sobrevolaban la
zona, registrando cada espeluznante detalle.
Inspeccionando la caótica escena, Kella trató de
reprimir un impropio escalofrío de satisfacción. Llevaba en la Red Galáctica de
Noticias el tiempo suficiente para saber que el crimen era casi siempre más
interesante que la política, y aunque un asesinato no era la historia que le habían
enviado a cubrir, sin duda lo haría.
Aunque por el bien de la sensibilidad de su
audiencia, iba a tratar de que no pareciera que disfrutaba demasiado de ello.
Llevaba dos semanas en Indu San, bostezando a
través de los interminables discursos y disputas diplomáticas que condujeron a la
gran votación de hoy. Todas las miradas se habían posado sobre Barayel, pues
aunque todo el Consejo Indu había votado, el suyo era un mero papel consultivo.
El consejero jefe, como el gobernador imperial al que había reemplazado, era
aquel cuya palabra era ley en última instancia.
El problema era que nadie sabía dónde estaba
posicionado sobre esta cuestión de la alianza. Aunque la mayoría del consejo
parecía que apoyarla, él había sido exasperantemente reticente durante las
negociaciones diplomáticas, no había tomado la palabra en absoluto durante los
debates del consejo, y había declarado secamente "sin comentarios" al
ser preguntado por los reporteros. El embajador de la Nueva República, Dictio
L'varren, parecía tomárselo con calma como el negociador experimentado que era,
pero para los medios de comunicación, la historia hasta ese momento era de un
aburrimiento mortal.
Las acciones de Barayel tenían todas las características
de otro sistema del Borde Exterior a punto de declinar una invitación para
unirse a la Nueva República. No es que tuviera gran interés periodístico; la neutralidad
y un saludable respeto por los imperiales que seguían activos en el sector eran
demasiado comunes para que los reporteros mostraran entusiasmo.
Pero añade un poco de asesinato y caos, y las redes
de noticias de toda la galaxia hervirían con la historia.
Extrayendo su comunicador, Kella introdujo la
frecuencia de la oficina local de la RNG y apenas dejó hablar al Jefe de
Oficina Robbe Nostler cuando este respondió.
-¡Detenga el droide mensajero! -le dijo, gritando
para hacerse oír por encima del estruendo que resonaba en la cámara de piedra del
consejo-. ¡Tenemos una noticia caliente! ¡Barayel acaba de ser asesinado!
-¿Qué? -preguntó Nostler-. ¿Cuándo?
-Asesinado. En el Salón del Consejo. ¡Ahora mismo! –dijo-.
Encienda el holovídeo y eche un vistazo; las emisoras locales deben estar
emitiéndolo. -Sosteniendo el comunicador junto al oído, escuchó el ruido
magnificado en el otro extremo cuando Nostler encendió el holovídeo de la
oficina y captó un reportaje transmitido por una de las emisoras del sistema.
La historia habría alcanzado al instante todos los
noticieros planetarios, pero los periodistas galácticos como ella tenían que esperar
a que el droide mensajero de sus respectivas redes de noticias llegase al
sistema, cargase los informes de la oficina local, y luego regresara al
hiperespacio para llevarlos a su destino y que se difundieran por toda la
galaxia. Fugazmente, envidió la facilidad y la inmediatez con la que, en el
pasado, los periodistas presentaban sus historias en la HoloRed, pero hacía
tiempo que había desaparecido y ahora sólo quedaban los correos con su maldito
retardo.
-Realmente parece caliente -dijo Nostler después de
mirar un momento el holovídeo-. ¿Puedes confirmar si Barayel está realmente
muerto?
-Oh, sí, está muerto -le aseguró Kella, haciendo
una mueca ante el espectáculo que tenía bajo ella-. Una forma bastante sucia de
morir, además. – Al ver a un consejero aturdido arrinconado por un reportero que
blandía una vara de grabación, se acordó de la empresa en cuestión-. Así que, eh
–preguntó-. ¿Cuándo va a llegar el mensajero? No me gustaría que se me birlasen
la exclusiva.
-Va a estar apretado -advirtió Nostler-. Se espera
que el droide mensajero llegue luego, esta noche, pero también el de Noticias
TriNebulon. El primero que llegue al sistema, el primero que se queda con la
historia, Kell.
Ella frunció el ceño. De ningún modo iba a permitir
que TriNeb –esa porquería de red de noticias- le pisase la noticia sólo porque
su mensajero se presentara en primer lugar. Con su inclinación hacia el
sensacionalismo, los reporteros de TriNeb podrían hacer que incluso el debate más
aburrido sonase interesante, aunque no del todo exacto. Odiaba pensar cómo magnificarían
todo este asunto. Ella se lo dijo, y agregó-: Mantenga un ojo en los informes
locales, y yo seguiré cómo se desarrollan las cosas aquí abajo. Llámeme si se
entera de algo bueno.
-De acuerdo -dijo Nostler, y cortó la conexión,
pero Kella ya no estaba escuchando. Abajo, había llegado un escuadrón de
agentes de la Autoridad del Consejo y estaban tratando de restablecer algún
tipo de orden en el caos. Con los blásteres desenfundados y gritando órdenes,
abrieron paso al difunto consejero jefe, apartando a sus horrorizados colegas a
los lados de la cámara y haciendo retroceder también a la manada de reporteros
demasiado ansiosos.
Pero lo que más llamó su atención fue la visión de
un hombre saliendo disimuladamente por una pequeña puerta en el lado opuesto de
la cámara, seguido por uno de los oficiales de uniforme azul. Reconociendo a Tev
Aden, alzó una ceja, preguntándose qué querían las autoridades del ayudante del
embajador L'varren.
Examinando la abarrotada cámara de abajo, descubrió
al diplomático de la Nueva República envuelto en una conversación con varios consejeros
de Indu, claramente demasiado absorto para darse cuenta de la marcha de Aden, o
para advertir que al parecer había sido detenido. De hecho, entre los gritos de
las autoridades, el balbuceo ansioso de los consejeros, y el espectáculo
macabro en la mesa principal que los mantenía a todos clavados en su sitio,
nadie en absoluto pareció haber reparado en los dos hombres que se habían
marchado. Desde su lugar en la galería de los medios de comunicación, Kella
tenía la mejor vista de la sala, y su olfato para las noticias susurró que
podría valer la pena investigar.
Bajando las escaleras de la galería de dos en dos, activó
la señal de llamada de su aerocámara. Un transpondedor en el comunicador le
diría a la aerocámara dónde encontrarla, y esperaba que lo hiciera rápido. En
la planta baja, la noticia del asesinato se estaba abriendo camino por el
edificio de gobierno, y los asesores del consejo, funcionarios y burócratas
obstruían el pasillo tratando de entrar en la cámara poder ver a su líder
asesinado.
Más autoridades llegaron, agregándose a la
confusión. Kella se abrió paso a través de la multitud, tratando de llegar al
pasillo lateral por donde Aden había desaparecido. El tráfico disminuyó
considerablemente cuando llegó a la esquina, e hizo una pausa para mirar atrás buscando
su aerocámara. Quedó aliviada al ver que aparecía cruzando la puerta de la
cámara principal y flotaba hacia ella por encima del oscilante mar de cabezas.
Avanzó rápidamente por la sala con la aerocámara
zumbando sobre su hombro, pero mientras se acercaba a la puerta por la que
había salido Aden, ésta se abrió y un corpulento oficial de la Autoridad, con
el pelo corto y una disposición aún más cortante, salió y le cerró el paso.
-Esta sección está siendo precintada -dijo,
haciendo caso omiso de la brillante insignia amarilla de periodista claramente
visible en la parte frontal de su chaleco-. Tengo orden de despejar la sala.
-Kella Rand, Red Galáctica de Noticias -dijo,
golpeando la insignia de todos modos y mirando con impaciencia hacia el pasillo
detrás de él. A unos 15
metros de distancia, se cruzaba con otra sala, en la que
había una salida que conducía al pórtico sur del edificio y a las calles de la
ciudad más allá-. Tengo autorización de prensa, y necesito pasar.
-Bueno, considere revocada su flamante autorización
–replicó- Como he dicho, esta sección está siendo precintada. Así se apártese,
o tendré que apartarla por la fuerza.
Kella entrecerró los ojos. Este tipo de problemas era
lo que no necesitaba. Pero seguir a Aden era sólo una corazonada. Tal vez sería
mejor que retrocediera nuevamente a la Sala del Consejo para ver cómo limpiaban
lo que quedaba de Barayel; obtener algún tipo de reacción en el lugar de la
escena, tal vez hablar con L'varren. Por otra parte... Indecisa, ella y el
guardia seguían mirándose mutuamente cuando el reconocible estallido de un
disparo bláster resonó al otro lado de la esquina. Miraron hacia allí, y luego
otra vez el uno al otro.
-Quédese aquí -ordenó el agente de la Autoridad,
sacando su pistola y dirigiéndose a la esquina. Echó un vistazo al otro lado del
borde de piedra, y luego apretó el paso.
Kella le siguió, con la aerocámara zumbando detrás.
El pasillo al que giraron estaba vacío salvo por
varias puertas cerradas, pero había otra intersección a unos 25 metros . Ella trotó
después del guardia, le siguió en la siguiente esquina... y se detuvo
abruptamente. Había encontrado a Aden, pero no parecía que el ayudante de
L'varren pudiera concederle una entrevista en breve.
Al menos, su muerte había sido más limpia que la de
Barayel. Yacía tendido en el suelo, con el agujero chamuscado en su pecho como
testimonio del disparo bláster que lo había matado. El oficial que había visto siguiéndolo
fuera de la Sala del Consejo estaba arrodillado a su lado mientras el
corpulento dirigía una dura mirada a Kella y bajaba lentamente la pistola.
-Le dije que se detuviera, pero él siguió adelante -dijo
el agente de la Autoridad arrodillado junto a Aden, frunciendo el ceño con la
mirada fija en el cuerpo-. Él simplemente me ignoró, actuó como si no me oyera.
Luego dio media vuelta de repente, se llevó la mano al bolsillo... -Negó con la
cabeza, con un hilo ahogado de voz-. Pensé que no tenía elección, ¿sabes?
-Siéntate ahí, Darme, y no te muevas, vamos a
aclarar todo esto -dijo el otro agente, sacando su comunicador y pidiendo refuerzos.
Kella se aprovechó de la momentánea distracción.
-¿No le había registrado ya en busca de armas? -le
preguntó.
Darme la miró como si reparase en ella por primera
vez, afilando la mirada al advertir su insignia de prensa y la aerocámara
grabando la escena.
-No –dijo-. ¿Cómo podría haberlo hecho? No llegué a
acercarme lo suficiente.
-Me dio la impresión de que estaba bajo arresto
cuando abandonaron la Sala del Consejo –insistió-. ¿No fue así?
Él la miró fijamente, con un punto de cautela brillando
en sus ojos.
-No. Le vi salir, y le seguí. Teníamos órdenes de
precintar esta sección, y eso significaba desalojar a cualquier persona
deambulando por aquí. Todo lo que quería era alcanzarle y decirle que se fuera.
Kella abrió la boca pero, finalizando su llamada, el
otro agente de la Autoridad dio un paso al frente y la cortó bruscamente.
-Tú, cállate. No más preguntas. -Enfundando su
bláster, se puso en cuclillas al otro lado del ayudante muerto-. Echemos un
vistazo a lo que tiene aquí.
Evitando el punto carbonizado, pasó cuidadosamente las
manos por el pecho de Aden y palpó los bolsillos de la túnica, metiendo después
la mano en uno y sacando un dispositivo pequeño y plano. Manteniéndolo en alto,
le dio vueltas en la mano, pensativo.
Kella estiró el cuello para ver qué era, pero
entonces recordó la aerocámara que zumbaba por encima de su hombro.
-Primer plano -dijo, y una luz verde en el panel
frontal brilló, indicando el reconocimiento de la orden. Al escuchar su voz,
ambos hombres la miraron de nuevo.
-Apaga esa maldita cosa -ordenó el corpulento con
una nueva mirada asesina, pero rápidamente se olvidó de ella cuando el sonido
de un escuadrón de botas resonó en la esquina y se levantó para consultar con
su comandante.
Haciéndose a un lado, Kella se aplastó contra la
pared de piedra con la esperanza de pasar inadvertida. Con el descubrimiento de
lo que parecía ser un detonador en el bolsillo de Aden, ella ya había
encontrado un punto de vista que ninguna de los otras redes de noticias tenía.
Y como la única periodista en la escena, si se quedaba tranquila y discreta,
podría obtener todavía más clips de vídeo de la acción mientras ocurría.
Pero no hubo suerte. Mientras varios de los recién
llegados rodeaban a Aden y unos cuantos más se apostaban en cada extremo del
corredor, su comandante se apartó del agente corpulento y se abalanzó sobre
ella. Sus fríos ojos se posaron en la aerocámara que seguía zumbando a su lado
y le ordenó:
-Deja de grabar y abandona el área de inmediato.
Esta sección está siendo precintada.
Kella probó suerte, aunque sabía que probablemente
era inútil.
-Kella Rand, Red Galáctica de Noticias. Tengo autorización
de prensa para el todo el edificio del Consejo.
-Como si eres el mismísimo difunto Emperador -le
espetó el hombre-. El acceso a los medios de comunicación ha sido revocado. Tú
y el resto de parásitos de la prensa podéis obtener vuestra carnaza luego, en
la rueda de prensa. Así que muévete, o haré que te arresten. Entonces ni
siquiera podrás ir a la rueda de prensa, ¿verdad?
Kella abrió la boca para protestar, y la cerró de
nuevo cuando él hizo señas al guardia más cercano.
-Está bien, está bien, me voy -dijo ella, apartándose
rápidamente de la pared y alejándose del grupo reunido en torno al cuerpo de
Aden. Odiaba dar marcha atrás, pero no podía presentar su informe desde los
calabozos locales. Y podrían pasar horas antes de que RGN autorizase los fondos
para pagar su fianza... si el que el sistema legal de Indu permitía la libertad
bajo fianza de sus reclusos. Había descubierto por la vía difícil que otros sistemas
no lo hacían.
Casi esperando que la tomaran por la fuerza y la
escoltasen fuera del edificio, retrocedió por el pasillo hacia la Sala del
Consejo. Se marcharía, pero aún no había terminado. Todavía tenía fuentes con
las que contactar, hilos que seguir, hechos que confirmar, y una rueda de
prensa a la que enfrentarse.
Kella alargó su zancada, dispuesta a chocar contra
la guardia a la entrada de la cámara. Tendría que darse prisa para hacerlo todo
antes de la hora límite.
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