jueves, 18 de abril de 2013

Kella Rand, informando... (I)

Kella Rand, informando...
Laurie Burns

Justo cuando Kella estaba segura de que el líder del sistema Indu San iba a votar "no" a una alianza con la Nueva República, fue y, en lugar de eso, estalló.
Literalmente.
La pura sorpresa la congeló momentáneamente en su lugar mientras las sirenas de seguridad comenzaron a aullar y una nube de aerocámaras zumbó sobre su cabeza, asemejándose a una bandada de pájaros electrónicos conforme se iban reuniendo en la ruina humeante. Entonces su sentido de la noticia regresó cuando la galería de medios entró en erupción y los periodistas se apresuraron a bajar a la sala del Consejo, donde lo que quedaba de Shek Barayel estaba tendido sobre su silla. El caos prevalecía mientras las aerocámaras sobrevolaban la zona, registrando cada espeluznante detalle.
Inspeccionando la caótica escena, Kella trató de reprimir un impropio escalofrío de satisfacción. Llevaba en la Red Galáctica de Noticias el tiempo suficiente para saber que el crimen era casi siempre más interesante que la política, y aunque un asesinato no era la historia que le habían enviado a cubrir, sin duda lo haría.
Aunque por el bien de la sensibilidad de su audiencia, iba a tratar de que no pareciera que disfrutaba demasiado de ello.
Llevaba dos semanas en Indu San, bostezando a través de los interminables discursos y disputas diplomáticas que condujeron a la gran votación de hoy. Todas las miradas se habían posado sobre Barayel, pues aunque todo el Consejo Indu había votado, el suyo era un mero papel consultivo. El consejero jefe, como el gobernador imperial al que había reemplazado, era aquel cuya palabra era ley en última instancia.
El problema era que nadie sabía dónde estaba posicionado sobre esta cuestión de la alianza. Aunque la mayoría del consejo parecía que apoyarla, él había sido exasperantemente reticente durante las negociaciones diplomáticas, no había tomado la palabra en absoluto durante los debates del consejo, y había declarado secamente "sin comentarios" al ser preguntado por los reporteros. El embajador de la Nueva República, Dictio L'varren, parecía tomárselo con calma como el negociador experimentado que era, pero para los medios de comunicación, la historia hasta ese momento era de un aburrimiento mortal.
Las acciones de Barayel tenían todas las características de otro sistema del Borde Exterior a punto de declinar una invitación para unirse a la Nueva República. No es que tuviera gran interés periodístico; la neutralidad y un saludable respeto por los imperiales que seguían activos en el sector eran demasiado comunes para que los reporteros mostraran entusiasmo.
Pero añade un poco de asesinato y caos, y las redes de noticias de toda la galaxia hervirían con la historia.
Extrayendo su comunicador, Kella introdujo la frecuencia de la oficina local de la RNG y apenas dejó hablar al Jefe de Oficina Robbe Nostler cuando este respondió.
-¡Detenga el droide mensajero! -le dijo, gritando para hacerse oír por encima del estruendo que resonaba en la cámara de piedra del consejo-. ¡Tenemos una noticia caliente! ¡Barayel acaba de ser asesinado!
-¿Qué? -preguntó Nostler-. ¿Cuándo?
-Asesinado. En el Salón del Consejo. ¡Ahora mismo! –dijo-. Encienda el holovídeo y eche un vistazo; las emisoras locales deben estar emitiéndolo. -Sosteniendo el comunicador junto al oído, escuchó el ruido magnificado en el otro extremo cuando Nostler encendió el holovídeo de la oficina y captó un reportaje transmitido por una de las emisoras del sistema.
La historia habría alcanzado al instante todos los noticieros planetarios, pero los periodistas galácticos como ella tenían que esperar a que el droide mensajero de sus respectivas redes de noticias llegase al sistema, cargase los informes de la oficina local, y luego regresara al hiperespacio para llevarlos a su destino y que se difundieran por toda la galaxia. Fugazmente, envidió la facilidad y la inmediatez con la que, en el pasado, los periodistas presentaban sus historias en la HoloRed, pero hacía tiempo que había desaparecido y ahora sólo quedaban los correos con su maldito retardo.
-Realmente parece caliente -dijo Nostler después de mirar un momento el holovídeo-. ¿Puedes confirmar si Barayel está realmente muerto?
-Oh, sí, está muerto -le aseguró Kella, haciendo una mueca ante el espectáculo que tenía bajo ella-. Una forma bastante sucia de morir, además. – Al ver a un consejero aturdido arrinconado por un reportero que blandía una vara de grabación, se acordó de la empresa en cuestión-. Así que, eh –preguntó-. ¿Cuándo va a llegar el mensajero? No me gustaría que se me birlasen la exclusiva.
-Va a estar apretado -advirtió Nostler-. Se espera que el droide mensajero llegue luego, esta noche, pero también el de Noticias TriNebulon. El primero que llegue al sistema, el primero que se queda con la historia, Kell.
Ella frunció el ceño. De ningún modo iba a permitir que TriNeb –esa porquería de red de noticias- le pisase la noticia sólo porque su mensajero se presentara en primer lugar. Con su inclinación hacia el sensacionalismo, los reporteros de TriNeb podrían hacer que incluso el debate más aburrido sonase interesante, aunque no del todo exacto. Odiaba pensar cómo magnificarían todo este asunto. Ella se lo dijo, y agregó-: Mantenga un ojo en los informes locales, y yo seguiré cómo se desarrollan las cosas aquí abajo. Llámeme si se entera de algo bueno.
-De acuerdo -dijo Nostler, y cortó la conexión, pero Kella ya no estaba escuchando. Abajo, había llegado un escuadrón de agentes de la Autoridad del Consejo y estaban tratando de restablecer algún tipo de orden en el caos. Con los blásteres desenfundados y gritando órdenes, abrieron paso al difunto consejero jefe, apartando a sus horrorizados colegas a los lados de la cámara y haciendo retroceder también a la manada de reporteros demasiado ansiosos.
Pero lo que más llamó su atención fue la visión de un hombre saliendo disimuladamente por una pequeña puerta en el lado opuesto de la cámara, seguido por uno de los oficiales de uniforme azul. Reconociendo a Tev Aden, alzó una ceja, preguntándose qué querían las autoridades del ayudante del embajador L'varren.
Examinando la abarrotada cámara de abajo, descubrió al diplomático de la Nueva República envuelto en una conversación con varios consejeros de Indu, claramente demasiado absorto para darse cuenta de la marcha de Aden, o para advertir que al parecer había sido detenido. De hecho, entre los gritos de las autoridades, el balbuceo ansioso de los consejeros, y el espectáculo macabro en la mesa principal que los mantenía a todos clavados en su sitio, nadie en absoluto pareció haber reparado en los dos hombres que se habían marchado. Desde su lugar en la galería de los medios de comunicación, Kella tenía la mejor vista de la sala, y su olfato para las noticias susurró que podría valer la pena investigar.
Bajando las escaleras de la galería de dos en dos, activó la señal de llamada de su aerocámara. Un transpondedor en el comunicador le diría a la aerocámara dónde encontrarla, y esperaba que lo hiciera rápido. En la planta baja, la noticia del asesinato se estaba abriendo camino por el edificio de gobierno, y los asesores del consejo, funcionarios y burócratas obstruían el pasillo tratando de entrar en la cámara poder ver a su líder asesinado.
Más autoridades llegaron, agregándose a la confusión. Kella se abrió paso a través de la multitud, tratando de llegar al pasillo lateral por donde Aden había desaparecido. El tráfico disminuyó considerablemente cuando llegó a la esquina, e hizo una pausa para mirar atrás buscando su aerocámara. Quedó aliviada al ver que aparecía cruzando la puerta de la cámara principal y flotaba hacia ella por encima del oscilante mar de cabezas.
Avanzó rápidamente por la sala con la aerocámara zumbando sobre su hombro, pero mientras se acercaba a la puerta por la que había salido Aden, ésta se abrió y un corpulento oficial de la Autoridad, con el pelo corto y una disposición aún más cortante, salió y le cerró el paso.
-Esta sección está siendo precintada -dijo, haciendo caso omiso de la brillante insignia amarilla de periodista claramente visible en la parte frontal de su chaleco-. Tengo orden de despejar la sala.
-Kella Rand, Red Galáctica de Noticias -dijo, golpeando la insignia de todos modos y mirando con impaciencia hacia el pasillo detrás de él. A unos 15 metros de distancia, se cruzaba con otra sala, en la que había una salida que conducía al pórtico sur del edificio y a las calles de la ciudad más allá-. Tengo autorización de prensa, y necesito pasar.
-Bueno, considere revocada su flamante autorización –replicó- Como he dicho, esta sección está siendo precintada. Así se apártese, o tendré que apartarla por la fuerza.
Kella entrecerró los ojos. Este tipo de problemas era lo que no necesitaba. Pero seguir a Aden era sólo una corazonada. Tal vez sería mejor que retrocediera nuevamente a la Sala del Consejo para ver cómo limpiaban lo que quedaba de Barayel; obtener algún tipo de reacción en el lugar de la escena, tal vez hablar con L'varren. Por otra parte... Indecisa, ella y el guardia seguían mirándose mutuamente cuando el reconocible estallido de un disparo bláster resonó al otro lado de la esquina. Miraron hacia allí, y luego otra vez el uno al otro.
-Quédese aquí -ordenó el agente de la Autoridad, sacando su pistola y dirigiéndose a la esquina. Echó un vistazo al otro lado del borde de piedra, y luego apretó el paso.
Kella le siguió, con la aerocámara zumbando detrás.
El pasillo al que giraron estaba vacío salvo por varias puertas cerradas, pero había otra intersección a unos 25 metros. Ella trotó después del guardia, le siguió en la siguiente esquina... y se detuvo abruptamente. Había encontrado a Aden, pero no parecía que el ayudante de L'varren pudiera concederle una entrevista en breve.
Al menos, su muerte había sido más limpia que la de Barayel. Yacía tendido en el suelo, con el agujero chamuscado en su pecho como testimonio del disparo bláster que lo había matado. El oficial que había visto siguiéndolo fuera de la Sala del Consejo estaba arrodillado a su lado mientras el corpulento dirigía una dura mirada a Kella y bajaba lentamente la pistola.
-Le dije que se detuviera, pero él siguió adelante -dijo el agente de la Autoridad arrodillado junto a Aden, frunciendo el ceño con la mirada fija en el cuerpo-. Él simplemente me ignoró, actuó como si no me oyera. Luego dio media vuelta de repente, se llevó la mano al bolsillo... -Negó con la cabeza, con un hilo ahogado de voz-. Pensé que no tenía elección, ¿sabes?
-Siéntate ahí, Darme, y no te muevas, vamos a aclarar todo esto -dijo el otro agente, sacando su comunicador y pidiendo refuerzos.
Kella se aprovechó de la momentánea distracción.
-¿No le había registrado ya en busca de armas? -le preguntó.
Darme la miró como si reparase en ella por primera vez, afilando la mirada al advertir su insignia de prensa y la aerocámara grabando la escena.
-No –dijo-. ¿Cómo podría haberlo hecho? No llegué a acercarme lo suficiente.
-Me dio la impresión de que estaba bajo arresto cuando abandonaron la Sala del Consejo –insistió-. ¿No fue así?
Él la miró fijamente, con un punto de cautela brillando en sus ojos.
-No. Le vi salir, y le seguí. Teníamos órdenes de precintar esta sección, y eso significaba desalojar a cualquier persona deambulando por aquí. Todo lo que quería era alcanzarle y decirle que se fuera.
Kella abrió la boca pero, finalizando su llamada, el otro agente de la Autoridad dio un paso al frente y la cortó bruscamente.
-Tú, cállate. No más preguntas. -Enfundando su bláster, se puso en cuclillas al otro lado del ayudante muerto-. Echemos un vistazo a lo que tiene aquí.
Evitando el punto carbonizado, pasó cuidadosamente las manos por el pecho de Aden y palpó los bolsillos de la túnica, metiendo después la mano en uno y sacando un dispositivo pequeño y plano. Manteniéndolo en alto, le dio vueltas en la mano, pensativo.
Kella estiró el cuello para ver qué era, pero entonces recordó la aerocámara que zumbaba por encima de su hombro.
-Primer plano -dijo, y una luz verde en el panel frontal brilló, indicando el reconocimiento de la orden. Al escuchar su voz, ambos hombres la miraron de nuevo.
-Apaga esa maldita cosa -ordenó el corpulento con una nueva mirada asesina, pero rápidamente se olvidó de ella cuando el sonido de un escuadrón de botas resonó en la esquina y se levantó para consultar con su comandante.
Haciéndose a un lado, Kella se aplastó contra la pared de piedra con la esperanza de pasar inadvertida. Con el descubrimiento de lo que parecía ser un detonador en el bolsillo de Aden, ella ya había encontrado un punto de vista que ninguna de los otras redes de noticias tenía. Y como la única periodista en la escena, si se quedaba tranquila y discreta, podría obtener todavía más clips de vídeo de la acción mientras ocurría.
Pero no hubo suerte. Mientras varios de los recién llegados rodeaban a Aden y unos cuantos más se apostaban en cada extremo del corredor, su comandante se apartó del agente corpulento y se abalanzó sobre ella. Sus fríos ojos se posaron en la aerocámara que seguía zumbando a su lado y le ordenó:
-Deja de grabar y abandona el área de inmediato. Esta sección está siendo precintada.
Kella probó suerte, aunque sabía que probablemente era inútil.
-Kella Rand, Red Galáctica de Noticias. Tengo autorización de prensa para el todo el edificio del Consejo.
-Como si eres el mismísimo difunto Emperador -le espetó el hombre-. El acceso a los medios de comunicación ha sido revocado. Tú y el resto de parásitos de la prensa podéis obtener vuestra carnaza luego, en la rueda de prensa. Así que muévete, o haré que te arresten. Entonces ni siquiera podrás ir a la rueda de prensa, ¿verdad?
Kella abrió la boca para protestar, y la cerró de nuevo cuando él hizo señas al guardia más cercano.
-Está bien, está bien, me voy -dijo ella, apartándose rápidamente de la pared y alejándose del grupo reunido en torno al cuerpo de Aden. Odiaba dar marcha atrás, pero no podía presentar su informe desde los calabozos locales. Y podrían pasar horas antes de que RGN autorizase los fondos para pagar su fianza... si el que el sistema legal de Indu permitía la libertad bajo fianza de sus reclusos. Había descubierto por la vía difícil que otros sistemas no lo hacían.
Casi esperando que la tomaran por la fuerza y la escoltasen fuera del edificio, retrocedió por el pasillo hacia la Sala del Consejo. Se marcharía, pero aún no había terminado. Todavía tenía fuentes con las que contactar, hilos que seguir, hechos que confirmar, y una rueda de prensa a la que enfrentarse.
Kella alargó su zancada, dispuesta a chocar contra la guardia a la entrada de la cámara. Tendría que darse prisa para hacerlo todo antes de la hora límite.

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