viernes, 26 de abril de 2013

Retirada de Coruscant (y III)


Como si no tuviera ya suficientes problemas, pensó con desesperación casi una semana más tarde, contemplando la extensión vacía del espacio delante de ellos, y muy consciente de Bremen mirando sobre su hombro, como siempre.
El resto del viaje a Coriallis había transcurrido sin incidentes y, una vez allí, Bremen había programado el ordenador de navegación con un nuevo curso. Desde entonces, habían saltado dentro y fuera del hiperespacio una docena de veces en su camino para interceptar una de las flotas de batalla de la Nueva República, en alguna parte de las Tierras Fronterizas.
Por lo menos, Taryn creía que eran las Tierras Fronterizas. No reconoció la mayoría de los lugares en los que aparecieron, y Bremen no veía ninguna razón para ilustrarle... acerca de su ubicación, o de cualquier otra cosa. Él le informó secamente que recuperaría el control del Mensajero una vez que interceptasen la flota y entregasen el mensaje.
Bueno, ahí estaban en el punto de interceptación. Entonces, ¿dónde estaba la flota?
-Puede que se hayan retrasado un poco -dijo Bremen, y Taryn miró por encima del hombro para ver una arruga surcando su frente-. Según el programa, deberían estar aquí -añadió al ver la expresión en el rostro de Taryn.
-Si no saben que venimos, ¿con qué se supone que deben reunirse? -preguntó ella. Bremen ignoró la pregunta; estaba claro que eso era otro fragmento de información que no se podía confiar a simples civiles. Dado que habían salido en los bordes exteriores de un sistema y andaban merodeando como ladrones en lugar de acercarse a uno de los planetas, Taryn supuso que la Nueva República tenía un puesto por ahí y que su flota lo estaba comprobando. Bremen simplemente no quería acercarse lo suficiente para que ella y Del pudieran echar un vistazo.
Suspiró. A pesar de una semana convivencia cercana, o quizás debido a ella, no era nada fácil soportar a Bremen. Finalmente había tenido que pedir a Del que detuviera sus provocaciones; si tan sólo pudiera pedir a Bremen que también se desprendiera de su actitud condescendiente... Su actitud le recordaba demasiado a su padre.
Debido a que era posible que la flota se hubiera retrasado, y porque realmente no tenían otro lugar a donde ir, el Mensajero simplemente se quedó a la deriva durante las horas siguientes. Taryn estaba sentada en la cabina mirando a las estrellas y tratando de recordar las cartas de astrogación de la región de las Tierras Fronterizas, cuando Bremen entró y se dejó caer en el asiento del copiloto.
Ligeramente sorprendida, miró por encima mientras él estudiaba los sensores de largo alcance. Por fin había dejado de flotar sobre ella, aparentemente convencido de que no iba a entrar en el ordenador de navegación para saber dónde estaban si no mantenía un ojo en ella a cada momento. Naturalmente, ella lo hizo, sólo para descubrir que todos los registros de sus últimos saltos habían sido borrados.
Por lo tanto, no era tanto una cuestión de confianza, sino de que simplemente no importaba.
-No nos tiene en demasiada estima, ¿verdad? –dijo ella.
Él se tomó su tiempo antes de levantar la vista.
-¿Perdón?
-No son sólo usted y su Nueva República quienes se juegan el tipo aquí, ¿sabe? Del y yo también –dijo-. Si le pillan, nos pillan. ¿Cree que íbamos a hacer algo para meternos en un lío?
-No, no deliberadamente –admitió-. Pero los accidentes ocurren. ¿Qué hay de cuando Voldt quiso ver el correo de Coruscant? ¿No había pensado en eso, verdad? ¿Y si no hubiera habido nada que enseñarle?
-Esas cosas de capa y espada son su departamento -replicó ella, pero el comentario la había herido. Él tenía razón, y en vez de ponerse a la defensiva, debería admitirlo y aprender de la experiencia-. Eso no justifica tratarnos como tontos, y mantenerme a oscuras acerca de hacia dónde vamos. Tengo derecho a saberlo.
Él se cruzó de brazos y le miró severamente.
-Capitana Clancy, no es ningún secreto que creo que no se debería haber permitido que usted o Del Sato vinieran en esta misión. Son civiles, y resultan un estorbo más que una ayuda. No se puede esperar que tomen el tipo de decisiones instantáneas necesarias para mantenernos fuera de problemas.
Taryn enrojeció, y se concentró en controlar su temperamento mientras él continuaba.
-Pero están aquí de todos modos, de modo que considere el ser "mantenida a oscuras" como su protección. Si usted no sabe algo, no puede delatarlo.
-¿Por quién me toma? -preguntó, ofendida-. Si yo hubiera querido delatarle, lo habría hecho cuando Voldt estaba a bordo. Habrá notado que no lo hice.
-No, no lo hizo -convino él-. Pero más vale prevenir que lamentar.
Taryn estaba decidiendo si valía siquiera la pena seguir discutiendo cuando un pitido repentino en los sensores le ahorró tener que tomar ninguna decisión.
Una nave, saliendo del hiperespacio a unos 30 kilómetros de distancia.
Ella reaccionó antes que Bremen, pulsando interruptores para comenzar a poner los motores en funcionamiento.
-¡Del! -gritó por el pasillo, tratando de maniobrar el lento Mensajero para colocarse mirando de frente a la nave que se aproximaba. Cuando apareció a la vista, Taryn la identificó como un bombardero Skipray de aspecto ligeramente maltratado, sin marcas que indicasen a quién podría pertenecer. Pero estaba claro que no era la flota.
Genial, pensó sombríamente mientras brillaba la luz del comunicador, indicando que el caza les estaba llamando. Lo activó cuando Del llegó, fijándose en que los motores sólo habían llegado al treinta y cinco por ciento de potencia. No serían capaces de escapar, por el momento.
Una fría voz de mujer llegó por el altavoz de comunicaciones.
-Carguero no identificado, ¿necesita ayuda? -preguntó, mientras el Skipray se inclinaba un poco a un lado, poniéndolo fuera de la línea de fuego de los cañones láser del Mensajero. Taryn mantuvo el carguero volviéndose hacia la potencial amenaza mientras respondía.
-Soy la capitana Clancy del Mensajero, y gracias, pero no, estamos bien -dijo rápidamente, antes de que Bremen pudiera intervenir. Él se levantó del asiento de Del y se quedó en el pequeño espacio entre ambos, mirando al bombardero con el ceño fruncido.
-¿Capitana Clancy? Es justo a quien estoy buscando -dijo la voz mientras Taryn echaba otro vistazo a sus pantallas. Estaban al sesenta y cinco por ciento de potencia; al menos podrían comenzar a moverse. Hizo que la nave comenzara a alejarse lentamente cuando la piloto del Skipray preguntó-: Me pregunto si podría hablar con su invitado.
Una petición inesperada, y había una extraña inflexión en la última palabra que hizo que Taryn mirase hacia Bremen. Para su sorpresa, él parecía estar apretando los dientes.
-Bremen al habla -dijo bruscamente.
-Ah, coronel. Soy Mara Jade -se identificó la piloto-. Veo que logró salir de Coruscant de una pieza.
Sonaba vagamente divertida.
-Vaya al tema-espetó Bremen. Taryn y Del se miraron con asombro. Incluso en su momento más arrogante con ellos, nunca había sido francamente grosero.
-El tema es que su encuentro con la flota de las Tierras Fronterizas está suspendido -dijo ella, claramente imperturbable-. Tomaron un desvío, y no pasarán por aquí durante días. El Alto Mando ya ha enviado un nuevo correo a su ubicación, por lo que queda liberado de esta misión.
-No se me ha notificado de ningún cambio -dijo Bremen.
-Se le está notificando ahora.
-¿Por qué le han enviado? -replicó.
-Porque la noticia de la ubicación de la flota llegó a través de uno de mis contactos en la coalición de contrabandistas –dijo-. Es por la información por lo que nos pagan.
Ahora Taryn creyó entender la animosidad de Bremen. Si esta Mara Jade era una contrabandista, el sentido de ley y orden de Bremen no le permitiría ser demasiado tolerante.
-¿Tiene alguna confirmación de eso? -le preguntó.
-Sólo la nueva ubicación de la flota -respondió ella con frialdad-. Si están preparados, se la transmitiré. -Una luz de recepción de datos se iluminó en el panel, y una serie de números se desplazó por la pantalla-. Tampoco es que lo necesiten –agregó-. El Alto Mando dijo que podían marcharse a casa.
-Gracias, pero tal vez me quede por aquí un rato más -dijo Bremen, claramente suspicaz.
Hubo una pausa en la Skipray.
-Como quiera -dijo Mara finalmente. La luz del comunicador se apagó y la nave dio la vuelta y empezó a alejarse. Antes de que Taryn pudiera preguntar a Bremen cuánto tiempo planeaba esperar, otra nave apareció de repente en el espacio delante de ellos.
Bremen soltó un fuerte juramento. Taryn reconoció la forma distintiva de un crucero clase Carrack.
-¡Vamos, vamos! -gritó Bremen a Taryn mientras la luz del comunicador se iluminó de nuevo y una voz áspera ordenaba que se detuvieran si no querían ser destruidos. Taryn hizo girar al carguero alejándose del ominoso bulto del crucero y activó los impulsores. Ella y Del quedaron aplastados en sus asientos cuando el Mensajero saltó hacia adelante, y Bremen consiguió agarrarse de algún modo mientras salían disparados hacia el espacio profundo. Por el rabillo del ojo, Taryn vio que el Skipray había vuelto y estaba regresando a su posición, y un momento después, los sensores le dijeron por qué.
El crucero había lanzado cazas TIE.
-Oh, demonios, otra vez no -murmuró. El Mensajero había tenido suerte en su primer encuentro con cazas TIE; dudaba que en esta ocasión pudiera hacerles frente-. Del, traza un curso fuera de aquí -le espetó, tratando de calcular cuánto tardarían los dos cazas en alcanzarlos.
-¡No puedo! ¡Ni siquiera sé dónde estamos! –replicó él.
-¿Y qué hay de eso? -Taryn indicó las coordenadas que había transmitido Mara Jade, todavía visibles en la consola.
-¡No! -Bremen se opuso-. Podría haber tendido una trampa. Ese crucero no ha aparecido sólo por casualidad. -Se sacudió cuando un golpe a la parte posterior del Mensajero indicó que los cazas TIE les habían alcanzado-. Ahora está de vuelta para terminar el trabajo -añadió amargamente, mirando al Skipray mientras se dirigía hacia ellos.
Los láseres brillaron mientras se acercaba, y Taryn preguntó si estaba en lo cierto. Pero el Skipray pasó de largo sobre ellos, y un momento después, uno de los puntos en la pantalla del sensor se apagó.
-Si yo fuera ustedes, no me quedaría por aquí rondando -aconsejó Mara Jade y Taryn decidió que era hora de una de esas decisiones de mando instantáneas de las que Bremen pensaba que no era capaz.
-Úsalas -ordenó a Del, que ya estaba ocupado con el ordenador de navegación. Bremen protestó, pero antes de que pudiera intervenir otro impacto sacudió la nave, haciendo que se tambalease. Para cuando recuperó el equilibrio y consiguió colocarse detrás de Taryn, el indicador de escudo del Mensajero volvía a parpadear de un rojo siniestro.
Con las manos tensas sobre los controles, Taryn trató de esquivar el fuego láser que salpicaba su extremo de popa. Pero el viejo carguero simplemente no era rival para el caza más rápido. Si no fuera por el Skipray que acosaba al TIE, obligándolo a dividir su atención entre dos objetivos, el Mensajero ya habría sido volado en pedazos.
Todavía podría serlo.
Otra fuerte sacudida tiró a Bremen contra el respaldo de la silla de Taryn. Aferrándose al asiento, miró los sensores por encima del hombro de Taryn y gritó algo. Justo cuando ella echó un vistazo a las pantallas y se dio cuenta con un sobresalto de que los dos cazas TIE restantes del crucero estaban en camino para unirse al ataque, el ordenador de navegación dio finalmente el pitido de aviso.
Tiró de las palancas, y escaparon al bendito vacío del hiperespacio.

***

Resultó ser un salto bastante corto.
Apenas una hora después de escapar del crucero, sonó la alarma de proximidad, indicando que faltaba un minuto para volver al espacio real. Bremen había pasado la mayor parte del viaje amenazando con abortar el salto, pero ni siquiera él estaba dispuesto a correr el riesgo de forzar al Mensajero a una segunda salida inesperada del hiperespacio.
A pesar de que Taryn señalaba que el Skipray les había ayudado en su huida, seguía convencido de que Mara Jade les había vendido a los imperiales. No veía ninguna otra explicación para la aparición del crucero.
-Un panthac no cambia sus rayas -dijo en tono sombrío, pero se negó a explicar el comentario.
La consola sonó de nuevo, y Taryn devolvió a su posición inicial las palancas de hipervelocidad. El cielo moteado se convirtió en líneas estelares, que se convirtieron en estrellas. Habían llegado.
No había nada cerca, pero los sensores de largo alcance mostraban varias naves a cierta distancia de su banda de babor. En unos momentos, estuvieron lo suficientemente cerca para identificarlas. Era, en efecto, la flota de la Nueva República.
Dejó que Bremen fuera quien hablase cuando el crucero Mon Calamari Esperanza les saludó. Su capitán confirmó que ya había llegado un mensajero de la Nueva República.
-Pero de todas formas nos alegramos de verles -añadió el Capitán Arboga con su voz ronca-. La tarjeta de datos que nos trajo parece dañada, y nos gustaría compararla con la suya para llenar los espacios en blanco.
Lo único que quedaba por hacer era desembarcar a Bremen y su tarjeta de datos. Muy aliviada ante la perspectiva, Taryn se dirigió hacia el Esperanza. Todavía estaban a varios kilómetros cuando Bremen entró en la cabina del piloto sosteniendo un pequeño objeto circular.
Sus ojos se abrieron con horror al verlo.
-¿De dónde ha salido eso?
-De la bodega -le dijo Bremen con gravedad-. Irónicamente, de la misma caja en la que estaba escondida la tarjeta de datos. Los imperiales debieron haberla plantado cuando volvieron a cerrar las cajas. -La tarjeta en la otra mano indicaba que esta, al menos, había escapado a los engaños imperiales-. Seguramente fue así como nos encontraron -añadió a regañadientes, una concesión a medias de que la aparición del crucero no había sido culpa de Mara Jade, después de todo. Inclinándose más allá de Taryn, encendió el comunicador-. Capitán –informó-, hemos encontrado una baliza de rastreo...
-Y nosotros hemos encontrado a quien la está rastreando -le interrumpió Arboga-. Eche un vistazo a popa.
Taryn miró los sensores y ahogó un gemido. El crucero del que tan recientemente habían escapado había aparecido detrás de ellos. Exprimiendo los motores al límite, maldijo mentalmente mientras el repentino impulso la empujaba hacia atrás en su asiento. Ella y Del habían estado tan cerca de volver a casa. Ahí estaban ahora, atrapados en medio de otra batalla entre el Imperio y la Nueva República.
-No es rival para toda la flota -dijo Del, sorprendido de que el crucero continuara siguiéndolos.
-Pero es rival más que de sobra para este cascarón, si no conseguimos ponernos fuera de su alcance -agregó Bremen con fuerza. Miró a Taryn-. ¿No puedes hacer que esta cosa vaya un poco más rápido?
Ella apretó los dientes. Era la gota que colmaba el vaso.
-¡Cállese! –exclamó-. Si hubiera hecho su trabajo y hubiera encontrado esa maldita baliza cuando la plantaron, no estaríamos en este lío.
Bremen abrió la boca, pero un golpe seco en popa cortó lo que había estado a punto de decir. El indicador del deflector parpadeaba débilmente, y Taryn miró hacia abajo para ver un mensaje de diagnóstico desplazándose a través de la pantalla. Miró a Del. Su rostro se puso en tensión cuando él, también, se percató del lamentable estado de los escudos. El Mensajero se estremeció con otro impacto, y el mensaje de diagnóstico se puso rojo y empezó a parpadear. Del parecía tristemente resignado.
Inclinándose hacia adelante, Taryn tocó un botón y una sección previamente oscura del panel se iluminó.
-El generador de escudo de respaldo -dijo brevemente ante la expresión atónita de Del-. Lo terminé mientras arreglaba el principal después de marcharnos de Coruscant.
-Pero no teníamos todas las piezas –dijo él.
-Sólo tienes que saber dónde buscar -dijo Taryn, pensando en cómo había canibalizado el generador principal para poder montar el de respaldo. Los escudos redundantes eran una precaución que había aprendido de su padre, y había instalado un generador de respaldo en todas las naves en las que había trabajado. Raramente usados, no había tenido prisa para poner en funcionamiento el del Mensajero. Pero la retirada de Coruscant le había hecho cambiar de opinión-. No aguantará durante mucho tiempo -añadió, mientras otro golpe sacudía el barco-. Pero tal vez aguante el tiempo suficiente.
Obteniendo del carguero toda la velocidad que pudo, pero aún dolorosamente consciente de que no era suficiente, Taryn se lanzó hacia la lejana seguridad de la bulbosa masa del Esperanza. Concentrado en acabar con el tentador objetivo, el crucero les siguió.
Les siguió demasiado lejos.
Justo cuando el mensaje de diagnóstico de escudos estaba desplazándose en rojo de nuevo y Taryn había perdido la esperanza de durar mucho más tiempo, de repente, llegaron.
Al disparo del turboláser del Esperanza se le unieron otros dos cruceros Mon Cal, y el crucero Carrack abandonó abruptamente la persecución cuando su comandante se dio cuenta de que habían entrado dentro del alcance de los disparos de la flota de la Nueva República. Las llamas danzaron en secciones chamuscadas de su banda de babor y una pequeña explosión iluminó brevemente el casco por encima de uno de sus puertos de escape dorsales. Al parecer, habiendo decidido que la retirada era el curso de acción prudente, el crucero viró para alejarse, con sus potentes motores subluz empujándolo hacia el espacio profundo.
Pero no fue lo suficientemente rápido.
La brillante llamarada del crucero al explotar iluminó la cabina del Mensajero. Por la ventana de babor, Taryn vislumbró unos puntos en rápido movimiento: Alas-X, volviendo a su formación de escolta alrededor de la flota después de lanzar letales torpedos de protones a las áreas dañadas de la nave. La bola de fuego comenzó a desvanecerse a medida que se acercaban al hangar del Esperanza.
Detrás de ella, Bremen estaba en silencio. Haciendo girar los repulsores y posando cuidadosamente la nave en la cubierta, Taryn se quedó esperando una crítica.
-No me dijo que teníamos escudos adicionales -dijo él en cambio.
-No lo preguntó.
-Sí, bueno... -Vaciló durante tanto tiempo, que Taryn se dio media vuelta para mirarle. El habitual ceño seguía allí, pero sus ojos fueron francos mientras admitía-: Cuando nos quedamos sin el generador principal, pensé que estábamos acabados.
-Casi lo estuvimos –dijo-. Dele las gracias a mi padre; él fue quien me enseñó a hacer que las cosas funcionen prácticamente sin nada salvo esperanza y aire. Después de Coruscant, pensé que un juego adicional de escudos podría resultarnos útil.
-Ciertamente fue muy útil -coincidió Bremen. Se detuvo de nuevo, esta vez incluso durante más tiempo-. Oiga... -dijo finalmente-, sé que me opuse a que ustedes dos formasen parte de esta misión, pero... en definitiva, ha salido bien.
¿Bien? Taryn le miró, desconcertada. Les habían disparado, sacado a la fuerza del hiperespacio y abordados, y habían eludido un crucero Imperial para entregar con éxito la tarjeta de datos. ¿Era esa su idea de un cumplido?
Bremen se sonrojó ligeramente al ver su expresión, pero añadió:
-Siempre estamos en busca de buenos pilotos, y si alguna vez piensa en cambiar de carrera, a la Nueva República le vendría bien alguien como usted.
Ella no supo qué decir.
-Piense en ello –dijo él-. Le pasaré algunos contactos con los que poder hablar, si está interesada. Usted, también -dijo a Del.
-Yo no -dijo Del-. Yo voy a jubilarme.
Taryn lo miró con sorpresa. Era cierto; después de 30 años transportando correos a los mismos viejos puertos a lo largo de la misma vieja ruta, una vez que terminasen este viaje sus días de pilotaje habrían terminado.
¿Era eso realmente lo que ella quería?
-Gracias por la oferta -dijo a Bremen-. Lo pensaré. Pero en este momento, tengo una ruta que completar. Por no hablar de calcular una ruta de vuelta a Coriallis.
Bremen se inclinó sobre el hombro de Del.
-Esto debería ayudar -dijo, haciendo aparecer un gráfico en la computadora de navegación. Antes de irse, le entregó una tarjeta de datos y dijo una vez más-: Piense en ello.
Mientras Taryn salía del hangar del Esperanza y se dirigía hacia el primero de una corta serie de saltos hiperespaciales que los llevaría de regreso al Núcleo, trató de imaginar qué diría su padre si renunciaba al reparto de correo y en su lugar comenzaba a volar para la Nueva República.
¿Le diría algo paternalista... o estaría complacido? Lo consideró un momento y luego se encogió de hombros. Mirando a las estrellas, se dio cuenta que ya no le importaba lo que dijera.
Taryn sonrió mientras tiraba de nuevo de las palancas y las estrellas se estiraron, y luego se desvanecieron en el cielo arremolinado del hiperespacio. Estaba de nuevo en marcha.

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