Como si no tuviera ya suficientes problemas, pensó
con desesperación casi una semana más tarde, contemplando la extensión vacía del
espacio delante de ellos, y muy consciente de Bremen mirando sobre su hombro,
como siempre.
El resto del viaje a Coriallis había transcurrido
sin incidentes y, una vez allí, Bremen había programado el ordenador de
navegación con un nuevo curso. Desde entonces, habían saltado dentro y fuera
del hiperespacio una docena de veces en su camino para interceptar una de las
flotas de batalla de la Nueva República, en alguna parte de las Tierras
Fronterizas.
Por lo menos, Taryn creía que eran las Tierras
Fronterizas. No reconoció la mayoría de los lugares en los que aparecieron, y
Bremen no veía ninguna razón para ilustrarle... acerca de su ubicación, o de cualquier
otra cosa. Él le informó secamente que recuperaría el control del Mensajero una vez que interceptasen la
flota y entregasen el mensaje.
Bueno, ahí estaban en el punto de interceptación.
Entonces, ¿dónde estaba la flota?
-Puede que se hayan retrasado un poco -dijo Bremen,
y Taryn miró por encima del hombro para ver una arruga surcando su frente-. Según
el programa, deberían estar aquí -añadió al ver la expresión en el rostro de
Taryn.
-Si no saben que venimos, ¿con qué se supone que
deben reunirse? -preguntó ella. Bremen ignoró la pregunta; estaba claro que eso
era otro fragmento de información que no se podía confiar a simples civiles. Dado
que habían salido en los bordes exteriores de un sistema y andaban merodeando
como ladrones en lugar de acercarse a uno de los planetas, Taryn supuso que la
Nueva República tenía un puesto por ahí y que su flota lo estaba comprobando.
Bremen simplemente no quería acercarse lo suficiente para que ella y Del pudieran
echar un vistazo.
Suspiró. A pesar de una semana convivencia cercana,
o quizás debido a ella, no era nada fácil soportar a Bremen. Finalmente había
tenido que pedir a Del que detuviera sus provocaciones; si tan sólo pudiera
pedir a Bremen que también se desprendiera de su actitud condescendiente... Su
actitud le recordaba demasiado a su padre.
Debido a que era posible que la flota se hubiera
retrasado, y porque realmente no tenían otro lugar a donde ir, el Mensajero simplemente se quedó a la
deriva durante las horas siguientes. Taryn estaba sentada en la cabina mirando
a las estrellas y tratando de recordar las cartas de astrogación de la región de
las Tierras Fronterizas, cuando Bremen entró y se dejó caer en el asiento del
copiloto.
Ligeramente sorprendida, miró por encima mientras él
estudiaba los sensores de largo alcance. Por fin había dejado de flotar sobre
ella, aparentemente convencido de que no iba a entrar en el ordenador de
navegación para saber dónde estaban si no mantenía un ojo en ella a cada momento.
Naturalmente, ella lo hizo, sólo para descubrir que todos los registros de sus
últimos saltos habían sido borrados.
Por lo tanto, no era tanto una cuestión de
confianza, sino de que simplemente no importaba.
-No nos tiene en demasiada estima, ¿verdad? –dijo
ella.
Él se tomó su tiempo antes de levantar la vista.
-¿Perdón?
-No son sólo usted y su Nueva República quienes se
juegan el tipo aquí, ¿sabe? Del y yo también –dijo-. Si le pillan, nos pillan.
¿Cree que íbamos a hacer algo para meternos en un lío?
-No, no deliberadamente –admitió-. Pero los
accidentes ocurren. ¿Qué hay de cuando Voldt quiso ver el correo de Coruscant?
¿No había pensado en eso, verdad? ¿Y si no hubiera habido nada que enseñarle?
-Esas cosas de capa y espada son su departamento -replicó
ella, pero el comentario la había herido. Él tenía razón, y en vez de ponerse a
la defensiva, debería admitirlo y aprender de la experiencia-. Eso no justifica
tratarnos como tontos, y mantenerme a oscuras acerca de hacia dónde vamos.
Tengo derecho a saberlo.
Él se cruzó de brazos y le miró severamente.
-Capitana Clancy, no es ningún secreto que creo que
no se debería haber permitido que usted o Del Sato vinieran en esta misión. Son
civiles, y resultan un estorbo más que una ayuda. No se puede esperar que tomen
el tipo de decisiones instantáneas necesarias para mantenernos fuera de
problemas.
Taryn enrojeció, y se concentró en controlar su temperamento
mientras él continuaba.
-Pero están aquí de todos modos, de modo que considere el
ser "mantenida a oscuras" como su protección. Si usted no sabe algo,
no puede delatarlo.
-¿Por quién me toma? -preguntó, ofendida-. Si yo hubiera
querido delatarle, lo habría hecho cuando Voldt estaba a bordo. Habrá notado
que no lo hice.
-No, no lo hizo -convino él-. Pero más vale
prevenir que lamentar.
Taryn estaba decidiendo si valía siquiera la pena seguir
discutiendo cuando un pitido repentino en los sensores le ahorró tener que
tomar ninguna decisión.
Una nave, saliendo del hiperespacio a unos 30 kilómetros de
distancia.
Ella reaccionó antes que Bremen, pulsando
interruptores para comenzar a poner los motores en funcionamiento.
-¡Del! -gritó por el pasillo, tratando de maniobrar
el lento Mensajero para colocarse
mirando de frente a la nave que se aproximaba. Cuando apareció a la vista,
Taryn la identificó como un bombardero Skipray de aspecto ligeramente
maltratado, sin marcas que indicasen a quién podría pertenecer. Pero estaba claro que no era la flota.
Genial,
pensó sombríamente mientras brillaba la luz del comunicador, indicando que el caza
les estaba llamando. Lo activó cuando Del llegó, fijándose en que los motores
sólo habían llegado al treinta y cinco por ciento de potencia. No serían capaces de escapar, por el momento.
Una fría voz de mujer llegó por el altavoz de comunicaciones.
-Carguero no identificado, ¿necesita ayuda? -preguntó,
mientras el Skipray se inclinaba un poco a un lado, poniéndolo fuera de la
línea de fuego de los cañones láser del Mensajero.
Taryn mantuvo el carguero volviéndose hacia la potencial amenaza mientras
respondía.
-Soy la capitana Clancy del Mensajero, y gracias, pero no, estamos bien -dijo rápidamente,
antes de que Bremen pudiera intervenir. Él se levantó del asiento de Del y se
quedó en el pequeño espacio entre ambos, mirando al bombardero con el ceño
fruncido.
-¿Capitana Clancy? Es justo a quien estoy buscando -dijo
la voz mientras Taryn echaba otro vistazo a sus pantallas. Estaban al sesenta y
cinco por ciento de potencia; al menos podrían comenzar a moverse. Hizo que la nave comenzara a alejarse lentamente
cuando la piloto del Skipray preguntó-: Me pregunto si podría hablar con su invitado.
Una petición inesperada, y había una extraña
inflexión en la última palabra que hizo que Taryn mirase hacia Bremen. Para su
sorpresa, él parecía estar apretando los dientes.
-Bremen al habla -dijo bruscamente.
-Ah, coronel. Soy Mara Jade -se identificó la
piloto-. Veo que logró salir de Coruscant de una pieza.
Sonaba vagamente divertida.
-Vaya al tema-espetó Bremen. Taryn y Del se miraron
con asombro. Incluso en su momento más arrogante con ellos, nunca había sido
francamente grosero.
-El tema es que su encuentro con la flota de
las Tierras Fronterizas está suspendido -dijo ella, claramente imperturbable-. Tomaron
un desvío, y no pasarán por aquí durante días. El Alto Mando ya ha enviado un
nuevo correo a su ubicación, por lo que queda liberado de esta misión.
-No se me ha notificado de ningún cambio -dijo
Bremen.
-Se le está notificando ahora.
-¿Por qué le han enviado? -replicó.
-Porque la noticia de la ubicación de la flota
llegó a través de uno de mis contactos en la coalición de contrabandistas –dijo-.
Es por la información por lo que nos pagan.
Ahora Taryn creyó entender la animosidad de Bremen. Si esta Mara Jade era una contrabandista, el sentido
de ley y orden de Bremen no le permitiría ser demasiado tolerante.
-¿Tiene alguna confirmación de eso? -le preguntó.
-Sólo la nueva ubicación de la flota -respondió
ella con frialdad-. Si están preparados, se la transmitiré. -Una luz de recepción
de datos se iluminó en el panel, y una serie de números se desplazó por la
pantalla-. Tampoco es que lo necesiten –agregó-. El Alto Mando dijo que podían
marcharse a casa.
-Gracias, pero tal vez me quede por aquí un rato
más -dijo Bremen, claramente suspicaz.
Hubo una pausa en la Skipray.
-Como quiera -dijo Mara finalmente. La luz del
comunicador se apagó y la nave dio la vuelta y empezó a alejarse. Antes de que Taryn
pudiera preguntar a Bremen cuánto tiempo planeaba esperar, otra nave apareció
de repente en el espacio delante de ellos.
Bremen soltó un fuerte juramento. Taryn reconoció
la forma distintiva de un crucero clase Carrack.
-¡Vamos, vamos! -gritó Bremen a Taryn mientras la
luz del comunicador se iluminó de nuevo y una voz áspera ordenaba que se
detuvieran si no querían ser destruidos. Taryn hizo girar al carguero alejándose
del ominoso bulto del crucero y activó los impulsores. Ella y Del quedaron
aplastados en sus asientos cuando el Mensajero saltó hacia adelante, y Bremen consiguió
agarrarse de algún modo mientras salían disparados hacia el espacio profundo. Por el rabillo del ojo, Taryn vio que el Skipray
había vuelto y estaba regresando a su posición, y un momento después, los
sensores le dijeron por qué.
El crucero había lanzado cazas TIE.
-Oh, demonios, otra vez no -murmuró. El Mensajero había tenido suerte en su
primer encuentro con cazas TIE; dudaba que en esta ocasión pudiera hacerles
frente-. Del, traza un curso fuera de aquí -le espetó, tratando de calcular cuánto
tardarían los dos cazas en alcanzarlos.
-¡No puedo! ¡Ni siquiera sé dónde estamos! –replicó
él.
-¿Y qué hay de eso? -Taryn indicó las coordenadas que
había transmitido Mara Jade, todavía visibles en la consola.
-¡No! -Bremen se opuso-. Podría haber tendido una
trampa. Ese crucero no ha aparecido sólo por casualidad. -Se sacudió cuando un
golpe a la parte posterior del Mensajero
indicó que los cazas TIE les habían alcanzado-. Ahora está de vuelta para
terminar el trabajo -añadió amargamente, mirando al Skipray mientras se dirigía
hacia ellos.
Los láseres brillaron mientras se acercaba, y Taryn
preguntó si estaba en lo cierto. Pero el Skipray pasó de largo sobre ellos, y un
momento después, uno de los puntos en la pantalla del sensor se apagó.
-Si yo fuera ustedes, no me quedaría por aquí rondando
-aconsejó Mara Jade y Taryn decidió que era hora de una de esas decisiones de
mando instantáneas de las que Bremen pensaba que no era capaz.
-Úsalas -ordenó a Del, que ya estaba ocupado con el
ordenador de navegación. Bremen protestó, pero antes de que pudiera
intervenir otro impacto sacudió la nave, haciendo que se tambalease. Para cuando recuperó el equilibrio y consiguió
colocarse detrás de Taryn, el indicador de escudo del Mensajero volvía a parpadear de un rojo siniestro.
Con las manos tensas sobre los controles, Taryn
trató de esquivar el fuego láser que salpicaba su extremo de popa. Pero el
viejo carguero simplemente no era rival para el caza más rápido. Si no fuera por el Skipray que acosaba al TIE, obligándolo
a dividir su atención entre dos objetivos, el Mensajero ya habría sido volado en pedazos.
Todavía podría serlo.
Otra fuerte sacudida tiró a Bremen contra el
respaldo de la silla de Taryn. Aferrándose al asiento, miró los sensores por
encima del hombro de Taryn y gritó algo. Justo cuando ella echó un vistazo a
las pantallas y se dio cuenta con un sobresalto de que los dos cazas TIE restantes
del crucero estaban en camino para unirse al ataque, el ordenador de navegación
dio finalmente el pitido de aviso.
Tiró de las palancas, y escaparon al bendito vacío
del hiperespacio.
***
Resultó ser un salto bastante corto.
Apenas una hora después de escapar del crucero, sonó
la alarma de proximidad, indicando que faltaba un minuto para volver al espacio
real. Bremen había pasado la mayor parte del viaje amenazando
con abortar el salto, pero ni siquiera él estaba dispuesto a correr el riesgo
de forzar al Mensajero a una segunda salida
inesperada del hiperespacio.
A pesar de que Taryn señalaba que el Skipray les había
ayudado en su huida, seguía convencido de que Mara Jade les había vendido a los
imperiales. No veía ninguna otra explicación para la aparición del crucero.
-Un panthac no cambia sus rayas -dijo en tono
sombrío, pero se negó a explicar el comentario.
La consola sonó de nuevo, y Taryn devolvió a su
posición inicial las palancas de hipervelocidad. El cielo moteado se convirtió en líneas estelares,
que se convirtieron en estrellas. Habían llegado.
No había nada cerca, pero los sensores de largo
alcance mostraban varias naves a cierta distancia de su banda de babor. En unos
momentos, estuvieron lo suficientemente cerca para identificarlas. Era, en efecto, la flota de la Nueva República.
Dejó que Bremen fuera quien hablase cuando el crucero
Mon Calamari Esperanza les saludó. Su
capitán confirmó que ya había llegado un mensajero de la Nueva República.
-Pero de todas formas nos alegramos de verles -añadió
el Capitán Arboga con su voz ronca-. La tarjeta de datos que nos trajo parece
dañada, y nos gustaría compararla con la suya para llenar los espacios en blanco.
Lo único que quedaba por hacer era desembarcar a Bremen
y su tarjeta de datos. Muy aliviada ante la perspectiva, Taryn se dirigió hacia
el Esperanza. Todavía estaban a
varios kilómetros cuando Bremen entró en la cabina del piloto sosteniendo un
pequeño objeto circular.
Sus ojos se abrieron con horror al verlo.
-¿De dónde ha salido eso?
-De la bodega -le dijo Bremen con gravedad-. Irónicamente,
de la misma caja en la que estaba escondida la tarjeta de datos. Los imperiales
debieron haberla plantado cuando volvieron a cerrar las cajas. -La tarjeta en
la otra mano indicaba que esta, al menos, había escapado a los engaños imperiales-.
Seguramente fue así como nos encontraron -añadió a regañadientes, una concesión
a medias de que la aparición del crucero no había sido culpa de Mara Jade,
después de todo. Inclinándose más allá de Taryn, encendió el comunicador-.
Capitán –informó-, hemos encontrado una baliza de rastreo...
-Y nosotros hemos encontrado a quien la está
rastreando -le interrumpió Arboga-. Eche un vistazo a popa.
Taryn miró los sensores y ahogó un gemido. El
crucero del que tan recientemente habían escapado había aparecido detrás de
ellos. Exprimiendo los motores al límite, maldijo mentalmente mientras el
repentino impulso la empujaba hacia atrás en su asiento. Ella y Del habían
estado tan cerca de volver a casa. Ahí estaban ahora, atrapados en medio de
otra batalla entre el Imperio y la Nueva República.
-No es rival para toda la flota -dijo Del,
sorprendido de que el crucero continuara siguiéndolos.
-Pero es rival más que de sobra para este cascarón,
si no conseguimos ponernos fuera de su alcance -agregó Bremen con fuerza. Miró
a Taryn-. ¿No puedes hacer que esta cosa vaya un poco más rápido?
Ella apretó los dientes. Era la gota que colmaba el
vaso.
-¡Cállese! –exclamó-. Si hubiera hecho su trabajo y
hubiera encontrado esa maldita baliza cuando la plantaron, no estaríamos en
este lío.
Bremen abrió la boca, pero un golpe seco en popa
cortó lo que había estado a punto de decir. El indicador del deflector
parpadeaba débilmente, y Taryn miró hacia abajo para ver un mensaje de
diagnóstico desplazándose a través de la pantalla. Miró a Del. Su rostro se
puso en tensión cuando él, también, se percató del lamentable estado de los
escudos. El Mensajero se estremeció
con otro impacto, y el mensaje de diagnóstico se puso rojo y empezó a
parpadear. Del parecía tristemente resignado.
Inclinándose hacia adelante, Taryn tocó un botón y
una sección previamente oscura del panel se iluminó.
-El generador de escudo de respaldo -dijo brevemente
ante la expresión atónita de Del-. Lo terminé mientras arreglaba el principal
después de marcharnos de Coruscant.
-Pero no teníamos todas las piezas –dijo él.
-Sólo tienes que saber dónde buscar -dijo Taryn,
pensando en cómo había canibalizado el generador principal para poder montar el
de respaldo. Los escudos redundantes eran una precaución que
había aprendido de su padre, y había instalado un generador de respaldo en
todas las naves en las que había trabajado. Raramente usados, no había tenido prisa para poner en
funcionamiento el del Mensajero. Pero la retirada de Coruscant le había hecho cambiar
de opinión-. No aguantará durante mucho tiempo -añadió, mientras
otro golpe sacudía el barco-. Pero tal vez aguante el tiempo suficiente.
Obteniendo del carguero toda la velocidad que pudo,
pero aún dolorosamente consciente de que no era suficiente, Taryn se lanzó
hacia la lejana seguridad de la bulbosa masa del Esperanza. Concentrado en acabar con el tentador objetivo, el
crucero les siguió.
Les siguió demasiado lejos.
Justo cuando el mensaje de diagnóstico de escudos estaba
desplazándose en rojo de nuevo y Taryn había perdido la esperanza de durar
mucho más tiempo, de repente, llegaron.
Al disparo del turboláser del Esperanza se le unieron otros dos cruceros Mon Cal, y el crucero
Carrack abandonó abruptamente la persecución cuando su comandante se dio cuenta
de que habían entrado dentro del alcance de los disparos de la flota de la
Nueva República. Las llamas danzaron en secciones chamuscadas de su
banda de babor y una pequeña explosión iluminó brevemente el casco por encima
de uno de sus puertos de escape dorsales. Al parecer, habiendo decidido que la
retirada era el curso de acción prudente, el crucero viró para alejarse, con sus
potentes motores subluz empujándolo hacia el espacio profundo.
Pero no fue lo suficientemente rápido.
La brillante llamarada del crucero al explotar
iluminó la cabina del Mensajero. Por
la ventana de babor, Taryn vislumbró unos puntos en rápido movimiento: Alas-X,
volviendo a su formación de escolta alrededor de la flota después de lanzar letales
torpedos de protones a las áreas dañadas de la nave. La bola de fuego comenzó a
desvanecerse a medida que se acercaban al hangar del Esperanza.
Detrás de ella, Bremen estaba en silencio. Haciendo
girar los repulsores y posando cuidadosamente la nave en la cubierta, Taryn se
quedó esperando una crítica.
-No me dijo que teníamos escudos adicionales -dijo él
en cambio.
-No lo preguntó.
-Sí, bueno... -Vaciló durante tanto tiempo, que
Taryn se dio media vuelta para mirarle. El habitual ceño seguía allí, pero sus
ojos fueron francos mientras admitía-: Cuando nos quedamos sin el generador
principal, pensé que estábamos acabados.
-Casi lo estuvimos –dijo-. Dele las gracias a mi
padre; él fue quien me enseñó a hacer que las cosas funcionen prácticamente sin
nada salvo esperanza y aire. Después de Coruscant, pensé que un juego adicional
de escudos podría resultarnos útil.
-Ciertamente fue muy útil -coincidió Bremen. Se
detuvo de nuevo, esta vez incluso durante más tiempo-. Oiga... -dijo finalmente-,
sé que me opuse a que ustedes dos formasen parte de esta misión, pero... en definitiva,
ha salido bien.
¿Bien? Taryn le miró, desconcertada. Les habían disparado,
sacado a la fuerza del hiperespacio y abordados, y habían eludido un crucero
Imperial para entregar con éxito la tarjeta de datos. ¿Era esa su idea de un cumplido?
Bremen se sonrojó ligeramente al ver su expresión,
pero añadió:
-Siempre estamos en busca de buenos pilotos, y si
alguna vez piensa en cambiar de carrera, a la Nueva República le vendría bien
alguien como usted.
Ella no supo qué decir.
-Piense en ello –dijo él-. Le pasaré algunos
contactos con los que poder hablar, si está interesada. Usted, también -dijo a Del.
-Yo no -dijo Del-. Yo voy a jubilarme.
Taryn lo miró con sorpresa. Era cierto; después de
30 años transportando correos a los mismos viejos puertos a lo largo de la
misma vieja ruta, una vez que terminasen este viaje sus días de pilotaje habrían
terminado.
¿Era eso realmente lo que ella quería?
-Gracias por la oferta -dijo a Bremen-. Lo pensaré.
Pero en este momento, tengo una ruta que completar. Por no hablar de calcular
una ruta de vuelta a Coriallis.
Bremen se inclinó sobre el hombro de Del.
-Esto debería ayudar -dijo, haciendo aparecer un
gráfico en la computadora de navegación. Antes de irse, le entregó una tarjeta
de datos y dijo una vez más-: Piense en ello.
Mientras Taryn salía del hangar del Esperanza y se dirigía hacia el primero
de una corta serie de saltos hiperespaciales que los llevaría de regreso al
Núcleo, trató de imaginar qué diría su padre si renunciaba al reparto de correo
y en su lugar comenzaba a volar para la Nueva República.
¿Le diría algo paternalista... o estaría
complacido? Lo consideró un momento y luego se encogió de hombros. Mirando a
las estrellas, se dio cuenta que ya no le importaba lo que dijera.
Taryn sonrió mientras tiraba de nuevo de las
palancas y las estrellas se estiraron, y luego se desvanecieron en el cielo arremolinado
del hiperespacio. Estaba de nuevo en marcha.
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