martes, 9 de abril de 2013

Tiro al anillo (IV)


A la mañana siguiente, comprobó los resultados deportivos y descubrió que la racha de victorias de Sedeya también había llegado a su fin.
Después de su prometedor comienzo, la lanzadora número cinco no pudo mantener su ventaja y terminó acabando cuarta. Los 10.000 créditos que el chico –o, más probablemente, Aalia- había apostado, se perdieron. Tambell se preguntaba si ella estaría molesta.
También se preguntaba si ella habría arreglado la derrota simplemente para hacerles perder el rastro. Tratándose de ella, él no lo descartaría, y hasta los hutts sabían que podía permitírselo.
Le había traído a Rizz uno de esos pequeños y delgados lirios que tanto le gustaban para compensarle por el que había aplastado ayer, y después de que Rizz lo añadiera al jardín de agua y cubriera cuidadosamente el cuenco con una lámina de plástico, regresaron a sus impresiones sobre la entrevista.
-El chico sabe menos de electrónica que una babosa espacial -dijo Rizz-. No tiene ni idea de cómo construir nada para inclinar el torneo. Tienes razón; debemos concentrarnos en su conexión con Aalia.
-Refir ya está en ello -dijo Tambell-. Mientras tanto, echemos un vistazo a lo que ha estado haciendo últimamente. Este no es su estilo habitual, pero probablemente esté en busca de maneras de expandir sus negocios.
-Sí, y volvamos también al estadio -dijo Rizz-. Echemos otra mirada a los equipos O bien está sobornando a los lanzadores, o amañando los anillos. Quiero examinar más detenidamente...
El escáner de comunicaciones de la esquina lo interrumpió, y escucharon como se informaba de otro accidente en el circuito de barredoras. Tambell hizo una mueca. Otro prestigioso piloto de barredoras que no tomaría parte en la gran carrera de mañana. Agh.
Devolvió su atención a Rizz.
-También quiero que una cámara de vigilancia siga a Sedeya –dijo-. El muchacho parece demasiado verde como para notar que le están siguiendo, y si se reúne con Aalia, quiero saberlo.
-Buena idea -coincidió Rizz. Discutieron el plan de ataque un poco más, luego se pusieron a trabajar. Entonces el teniente entró y le echó la bronca a Tambell por el informe del caso que había presentado, y tuvo que perder bastante tiempo rebuscando debajo de su escritorio una de las tarjetas de datos que siempre parecían amontonarse allí abajo, y luego perdió más tiempo buscando información sobre el niño que alguno de los destripa-bits del piso de arriba ya debía tener. Entonces Refir les dio una lista de las transacciones financieras más recientes de Aalia, y él y Rizz seguían con ella cuando la cámara de vigilancia informó que Sedeya había sido visto esa tarde con la señora del crimen.
El resultado final fue que, al final del día, todavía no habían ido al estadio a echar un vistazo más de cerca a los equipos de tiro al anillo.
Pero habían descubierto que Aalia efectivamente parecía estar moviéndose al campo de las apuestas fraudulentas, y que el principal tema de conversación durante su reunión con Sedeya había sido quién pensaba el muchacho que ganaría en la Lotería de Barredoras de mañana.

***

-Debo hacerte saber que estoy rechazando una paga triple por esto -se quejó Rizz al día siguiente, mientras él y Tambell inspeccionaban los anillos en el Pabellón C. Los 12 lanzadores de anillo, claramente perturbados por las citaciones de los investigadores imperiales, estaban agrupados al borde de la zona de juego, mirando inquietos cómo la pareja buscaba pruebas de manipulación en los anillos.
-¿No merece la pena para derrotar a Aalia Duu-lang? –replicó Tambell.
-Sí, si logramos hacerlo -dijo Rizz con amargura-. Ya hemos repasado estos anillos dos veces. No hay nada aquí. Propongo que pasemos al plan B.
El plan B era interrogar a los lanzadores. Si iban a atrapar a Aalia, necesitaban saber si debían centrar su atención en los pilotos de barredoras, o en su equipo, después de que ella y Sedeya hicieran saltar la banca en las apuestas de la gran carrera de hoy.
-No hay forma de que ninguno de nosotros pudiéramos hacer trampa -declaró la lanzadora número cinco, cruzando los brazos y mirando a través del pabellón donde Rizz estaba interrogando al lanzador tres-. Es difícil acertar en el blanco. Practicamos en ello todos los días. ¿Cree que después de todo ese trabajo, saldríamos ahí y trataríamos de fallar deliberadamente?
-Puede, si les ofrecieran los suficientes créditos -dijo Tambell suavemente.
Ella lo miró.
-No, sargento. Yo no lo haría -dijo con firmeza.
-Está bien, entonces tal vez tú no lo hicieras –aceptó él-. ¿Lo haría algún otro?
-¡No! -repitió ella con el ceño fruncido.
Él observó su expresión indignada, y decidió que probablemente estaba diciendo la verdad. Suspiró.
-Muy bien, entonces ayúdame un poco –dijo-. Si los lanzadores no aceptan sobornos, y el equipo no está amañado, ¿hay alguna otra manera de que alguien pueda hacer trampa?
-No -dijo ella de nuevo, y luego añadió-, Bueno, no realmente. No es como si hubiera todavía algún Jedi por aquí.
Tambell la miró bruscamente.
-¿Qué?
-Jedi -repitió ella, empezando a parecer un poco nerviosa-. He oído historias sobre que podían mover cosas con su mente. Algo llamado la Fuerza. Eso sería práctico en el tiro al anillo.
-La Fuerza no es más que una leyenda -le dijo Tambell con aire represor-. Y de todos modos, los Jedi son cosa del pasado. Extintos.
-Sí, claro, como yo decía -se apresuró a aceptar-. Y menos mal, además. Apuesto que a cualquiera nos gustaría simplemente imaginar que un competidor fallaba un disparo, y hacer que sucediera. Pero eso es imposible.
Ella continuó, pero Tambell ya no la estaba escuchando. Su mente repetía sus palabras, escuchando la voz de Sedeya en su lugar. ¿Qué era lo que había dicho el chico? Simplemente me imagino cómo los ganadores hacen diana, y cómo fallan los perdedores. ¿Y sucede?
Recordó su propio lanzamiento fallado la noche del interrogatorio, y a Sedeya mirándolo fijamente desde el otro lado de la mesa. Él y Rizz tampoco habían sido capaces de descubrir evidencia de sobornos o equipos amañados. ¿Era posible que el chico pudiera hacer algo de lo que no era consciente?
¿Algo como causar que el rendimiento de un competidor descienda? ¿Sólo lo suficiente para asegurar una derrota?
De pronto recordó qué día era, y un escalofrío recorrió su espalda.
Si tal cosa improbable fuera cierta, ¿cómo podría manifestarse semejante Fuerza misteriosa para asegurarse de que ganaba el piloto adecuado en una carrera a gran velocidad, en la que los pilotos corrían a escasa distancia unos de otros, y en la que el menor descenso del rendimiento podría resultar fatal?

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