El relato de la manada de aiwhas
Traducido del kaminoano por Ryan Kaufman
Antes del
amanecer del segundo sol, moraba bajo los océanos un dios-bestia mágico. Protas
era su nombre, ya que era el primero y el único de su especie: dios, bestia, y
gobernante de todos los animales bajo la superficie. Protas era fuerte, más
extraño que cualquier bestia viviente, y místico. Tenía poderes que escapaban a
la comprensión.
Pero hete aquí
que en las aguas había muchos que pretendían ocupar su lugar, reclamar el
título y los honores de ser la bestia más poderosa en los anchos mares.
Primero llegó
Melkorr, hijo de las aguas profundas, un titán oscuro, con afilados dientes de
cazador y aletas como montañas volcánicas. Desafió abiertamente a Protas:
-Protas,
enfréntate a mí en batalla, y decidiremos quién es el gobernante de este reino
azul.
Protas se reunió
con Melkorr sobre la cresta de Thalina, y allí lucharon. Durante seis noches y
seis días, enturbiaron las aguas;
lucharon y forcejearon, pelearon y se enfrentaron. Melkorr, con su poder
y tamaño, esperaba superar a Protas. Pero Protas era rápido y ágil, y volvió el
poder de Melkorr contra la criatura del mar profundo. En el séptimo día,
Melkorr se fatigó, y en su cansancio, flaqueó. Protas le derribó. Los mares se
revolvieron con su sangre y los peces se alimentaron durante eones de su
cadáver.
Protas continuó
gobernando los océanos. Con el tiempo, fue desafiado por un grupo de nadadores
kikla, que eran seres racionales. Los kikla eran pequeños, pero eran legión, y le
desafiaron:
-Protas,
enfréntate con nosotros en batalla. Gracias a nuestra superioridad numérica, te
venceremos.
Protas se reunió
con el vasto enjambre de los kikla en las aguas más profundas de la Antigua
Trinchera, y allí lucharon. Durante un mes, se arremolinaron y forcejearon,
nadaron y combatieron. Los kikla, con sus vastos números, esperaban durar más
que Protas. Pero Protas era fuerte y decidido, y dispersó el banco y lentamente
los fue devorando, manteniendo así su fortaleza a lo largo de la larga batalla.
Los kikla eran beligerantes e inconsistentes, y cuando atacaban, sus pequeños
dientes causaban sólo ligeras heridas. Finalmente, con la nueva luna, Protas
engulló al último de los pequeños kikla y ya no quedó ninguno más.
Pero, con el
tiempo, Protas se había vuelto viejo y arrogante en su poder. Sabía que nadie
podía oponerse a él, y ostentaba con libertad su autoridad. Un día, se encontró
con una manada de aiwhas, que nadaba hacia los mares del sur para pasar el
invierno. Protas les bloqueó el paso.
-No podéis
pasar. Volved a los mares del norte y congelaos.
Los aiwhas
estaban confusos.
-¿Por qué, amo
Protas? –preguntaron.
El viejo dios
soltó una carcajada:
-Porque así me
place.
Los aiwhas
sabían que no podían regresar, que seguramente morirían en los mares del norte.
Debemos luchar, se dijeron a sí mismos. Y eso hicieron. Pero al ser aiwhas, y
no desear gloria ni fama, no anunciaron a Protas su desafío como se
acostumbraba a hacer antiguamente. En lugar de eso, simple y rápidamente,
atacaron.
Primero, como
los kikla, le rodearon como un enjambre. Y Protas les dispersó. Y entonces,
como Melkorr, usaron sus mandíbulas para desgarrar su carne. Pero la piel de
Protas era dura, y no podían asestar un golpe mortal.
Pero entonces
los aiwhas regresaron, como un enjambre de kiklas, atacando como Melkorr. Eran
feroces, pero no muy grandes. Eran numerosos, pero decididos. Y así los aiwhas,
pasado un tiempo, comenzaron a hacer sangrar a Protas. Pero no podían
derribarlo.
Uno de los
aiwhas vio que el dios-bestia había dejado expuesta su suave garganta y,
sacrificándose, atacó y clavó con fuerzas sus mandíbulas. Protas bramó de
agonía, sintiendo que la Fuerza vital se escapaba de él como la marea, y
aplastó con sus aletas el cuerpo del aiwha solitario. Pero incluso ante la
muerte, el valiente aiwha se agarró con fuerzas, sin soltarse jamás, permitiendo
que sus amigos atacaran a Protas una última vez.
Y de ese modo,
una manada de aiwhas acabó con la vida de un dios anciano.
Y es por eso
que, hasta hoy, los aiwhas gobiernan los océanos y reciben muestras de respeto
incluso de las bestias más grandes, más poderosas y más numerosas. Porque los
aiwhas, sin desear gloria alguna, vencieron al dios-monstruo Protas y trajeron
la paz a los océanos de Kamino.
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