martes, 15 de diciembre de 2015

¡La princesa de hielo!

¡La princesa de hielo!

La Estación de las Nueves había regresado a Endor. Habitualmente el bosque resonaría con las risas de los ewoks jugando en la nieve, pero no este año. Los ewoks estaban de duelo.
Cuando llegaron las primeras nieves, la princesa Kneesaa, Wicket y Teebo estaban deslizándose en trineo cuando la princesa se cayó y le mordió un escarabajo de hielo.
Wicket tenía el corazón roto y permanecía de pie sollozando junto a Teebo, observando a la hermosa princesa dentro de una tumba de cristales de hielo. El jefe Chirpa estaba arrodillado junto a su hija, cubriéndose con las manos los ojos llorosos.
-¿No hay nada que podamos hacer? –preguntó Teebo.
-No lo sé –dijo Wicket-. El maestro Logray está revisando todos sus pergaminos. Tal vez encuentre algo.
Justo entonces el viejo sabio se aproximó a los tres dolientes.
-¿Has encontrado una respuesta? –dijo lloroso el jefe Chirpa.
-Hay un modo –dijo Logray-. Pero está plagado de peligros. El veneno del escarabajo de hielo sólo puede combatirse con el jugo de la planta de fuego...
-Pero esa planta sólo se encuentra en la Montaña Maldita –gimió el jefe Chirpa.
La Montaña Maldita era el hogar de los gigantes de escarcha. Ninguno de los ewoks que se había aventurado allí había vuelto a ser visto.
-Incluso si eso funcionara, no puedo prescindir de mis hombres –dijo el jefe-. Los duloks están hambrientos. Este año fueron demasiado vagos para recoger sus cosechas y ya han comenzado a atacar nuestros almacenes. Necesito a todos mis hombres para mantenerlos alejados.
-Tendrá que prescindir de Teebo y de mí –dijo Wicket con valentía-. Nosotros iremos a la montaña.
-¿Nosotros? –exclamó Teebo-. ¿Cómo?
-¡Con el planeador! –dijo valientemente Wicket-. Y tendremos éxito.
Pocos días después, tras un vuelo sin incidentes, Wicket y Teebo aterrizaron con sus planeadores en la base de la Montaña Maldita. La cima estaba demasiado alta como para intentar llegar volando, así que, con púas para el hielo sujetas en los pies para tener algo de agarre en la lisa superficie de la montaña, comenzaron a escalar el pico.
-Wicket –dijo Teebo, mientras ascendían con esfuerzo la empinada pendiente-. ¿Qué es grande, rojo, vuela, y come ewoks para cenar?
-Ahora no es momento para bromas –exclamó Wicket.
-¿Quién está bromeando? –dijo Teebo, tragando saliva, mientras señalaba a un letal pájaro dragón rojo que se lanzaba hacia ellos.
Con un graznido capaz de helar la sangre, el pájaro dragón se abalanzó hacia los dos Ewoks. Teebo se aferró a la superficie de la montaña buscando protección, pero las alas del pájaro dragón le golpearon en la espalda y le hicieron perder el equilibrio.
-¡Aaaaaaaaahhhh! –Su grito llenó el aire mientras caía hacia las rocas dentadas de más abajo.
A escasos metros más abajo en la montaña, Wicket observó horrorizado cómo su amigo caía hacia él. Sujetándose precariamente con una mano a una planta que sobresalía, de algún modo consiguió agarrar la pierna de Teebo cuando este pasaba a toda velocidad. El impulso casi hizo que Wicket cayera de la montaña, pero aguantó con firme determinación mientras Teebo conseguía ponerse a salvo.
-Esto es una novedad –dijo Wicket con una risita nerviosa-. ¡Normalmente eres tú el que agarra mi pierna!
Teebo estaba demasiado conmocionado para pensar en algo gracioso que decir, y los dos continuaron trepando en silencio hasta que llegaron a una cornisa.
Con gran batido de alas, el pájaro dragón volvió a lanzarse sobre ellos. Justo a tiempo, Wicket vio una grieta en la pared rocosa y Teebo y él se apretujaron en su interior. Imaginad su sorpresa cuando descubrieron que la grieta era, en realidad, la entrada a una cueva.
-Vamos –dijo Wicket-. Prefiero enfrentarme a lo que haya aquí dentro que aguantar contra el pájaro dragón.
Pocos minutos después, la voz de Teebo resonó por un laberinto de túneles.
-Al menos si nos hubiéramos quedado fuera, habríamos muerto rápidamente. ¡Ahora estamos perdidos y probablemente nos moriremos de hambre lenta y miserablemente!
-También es posible que salgamos adelante –dijo Wicket.
A Teebo le parecía que llevaban horas en los túneles antes de girar una esquina oscura y detenerse asombrados. Porque frente a ellos se encontraba una enorme caverna iluminada por cientos de cristales brillantes. En un extremo había una mesa dispuesta con comida de aspecto delicioso.
-Al menos no nos moriremos de hambre –dijo Teebo, corriendo hacia la mesa.
-¡Vuelve, Teebo! –ordenó Wicket-. No tenemos tiempo para comer. Debemos encontrar la planta de fuego y no la encontraremos aquí. ¡Eso es seguro!
-¿Cómo lo sabes? –preguntó Teebo.
-Porque creo que esto debe ser el salón del trono del rey de los gigantes de escarcha, y obviamente es improbable que los gigantes de escarcha tengan la planta de fuego.
-¿Por qué?
-Los derretiría, tonto.
-No hace falta que te acalores –exclamó Teebo-. Muy bien. Vamos.
Pero era demasiado tarde, porque mientras Teebo hablaba, una procesión de gigantes de escarcha entró en la caverna, anunciando la llegada del rey.
Los ewoks tragaron saliva ante lo que estaban viendo, porque los gigantes de escarcha eran realmente gigantescos, al menos ocho veces el tamaño de un ewok.
-Corre –gritó Wicket. Pero antes de poder moverse, Wicket y Teebo fueron rodeados por un círculo de gigantes de escarcha.
-¡Intrusos! –rugió el rey.
-Su Majestad –dijo Wicket, tragando saliva y agachando la cabeza-. No pretendíamos ser intrusos. Intentábamos...
Pero antes de que Wicket pudiera terminar, el rey de los gigantes de escarcha le agarró con su mano helada.
-Estáis condenados –dijo-. Tenemos un modo especial de tratar con los invitados no deseados. Les echamos el aliento.
-Oh, bueno –dijo Teebo-. Mientras no hayáis comido demasiado ajo, no puede ser tan malo.
Pero Wicket había escuchado la leyenda del aliento de los gigantes de escarcha. Cualquiera que fuera tocado por él, se convertía al instante en un bloque de hielo.
Justo cuando parecía que los ewoks estaban condenados, dos guardas entraron apresuradamente en la sala del trono.
-Sire –dijo uno entre jadeos-. El pájaro demonio ha regresado. Estamos siendo atacados.
Wicket se dio cuenta de que el guarda se refería al pájaro dragón, y pudo ver que los gigantes de escarcha estaban aterrorizados: y con razón, pues un resoplido del aliento del pájaro dragón y los gigantes se derretirían.
-Sire –dijo Wicket-. Teebo y yo nos encargaremos de él. Tengo un plan.
Wicket puso rápidamente su plan en acción. Ordenó a los gigantes que construyeran un inmenso muro de hielo en el mismo borde de la cima de la montaña. Entonces pidió a uno de ellos que le condujera de vuelta a la entrada del laberinto, que estaba justo bajo la cima. Podía ver al terrible pájaro volando en las inmediaciones.
Wicket hizo un ruido muy desagradable y el pájaro dragón se abalanzó sobre él. Justo cuando parecía que el pájaro iba  a atrapar al valiente ewok, Wicket gritó:
-¡Ahora!
Y salió corriendo de vuelta al túnel. Por encima, en la cima, los gigantes de escarcha empujaron con todas sus fuerzas el gigantesco muro, y antes de que pudieras decir “¡Ewok!”, se desplomó montaña abajo en una enorme avalancha y chocó contra la cornisa.
El pájaro dragón graznó al quedar enterrado bajo toneladas de hielo, y entonces ya no se le escuchó más.
Teebo miró hacia abajo y comenzó a sollozar, pues pensaba que su amigo había muerto junto al pájaro dragón.
-¡Muerto! –sollozó-. ¡Wicket está muerto!
-Bueno, creo que ha sido todo un éxito –dijo una voz detrás del ewok lloroso. Se dio la vuelta y allí, con un aspecto bastante tranquilo, estaba Wicket, de pie como si no hubiera pasado nada.
-¿Cómo...? –comenzó a decir Teebo.
-Te lo explicaré luego –dijo Wicket.
-Ewoks –dijo el rey de los gigantes de escarcha-. Nos habéis salvado. ¿Cómo podemos recompensaros?
-Si Su Majestad es tan amable –dijo Wicket-, todo lo que queremos es saber dónde crece la planta de fuego...
-Os lo mostraremos, pero no nos atrevemos a acercarnos a ella –dijo el rey...
Cuando Wicket y Teebo regresaron a la aldea con la planta de fuego, Logray consultó inmediatamente sus pergaminos y comenzó a preparar una poción humeante. Cuando hervía furiosamente la vertió sobre la forma helada de Kneesaa.
Todos los ewoks observaron impacientes y hubo un inmenso suspiro de alivio cuando el hielo comenzó a derretirse. Pronto quedó libre de su prisión congelada y una gran aclamación resonó por el bosque.
El jefe Chirpa estaba tan agradecido que apenas podía hablar. Pero finalmente recuperó el habla y dio las gracias una y otra vez a sus dos fieles ewoks.
-No ha sido nada –dijo modestamente Wicket.
-Estamos aquí para cuando nos necesite –dijo Teebo valientemente.
-Vayamos a jugar en la nieve –dijo la princesa Kneesaa con una sonrisa.
Pocos minutos después, los ewoks se lo estaban pasando como nunca lanzándose disparados por las pendientes nevadas con sus trineos... salvo Wicket y Teebo. ¡Ya habían tenido suficiente nieve y hielo para toda la estación!

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