¡La princesa de hielo!
La Estación de las Nueves había regresado a Endor. Habitualmente el bosque
resonaría con las risas de los ewoks jugando en la nieve, pero no este año. Los
ewoks estaban de duelo.
Cuando llegaron las primeras nieves, la princesa Kneesaa, Wicket y Teebo
estaban deslizándose en trineo cuando la princesa se cayó y le mordió un
escarabajo de hielo.
Wicket tenía el corazón roto y permanecía de pie sollozando junto a Teebo,
observando a la hermosa princesa dentro de una tumba de cristales de hielo. El
jefe Chirpa estaba arrodillado junto a su hija, cubriéndose con las manos los
ojos llorosos.
-¿No hay nada que podamos hacer? –preguntó Teebo.
-No lo sé –dijo Wicket-. El maestro Logray está revisando todos sus
pergaminos. Tal vez encuentre algo.
Justo entonces el viejo sabio se aproximó a los tres dolientes.
-¿Has encontrado una respuesta? –dijo lloroso el jefe Chirpa.
-Hay un modo –dijo Logray-. Pero está plagado de peligros. El veneno del
escarabajo de hielo sólo puede combatirse con el jugo de la planta de fuego...
-Pero esa planta sólo se encuentra en la Montaña Maldita –gimió el jefe
Chirpa.
La Montaña Maldita era el hogar de los gigantes de escarcha. Ninguno de los
ewoks que se había aventurado allí había vuelto a ser visto.
-Incluso si eso funcionara, no puedo prescindir de mis hombres –dijo el jefe-.
Los duloks están hambrientos. Este año fueron demasiado vagos para recoger sus
cosechas y ya han comenzado a atacar nuestros almacenes. Necesito a todos mis
hombres para mantenerlos alejados.
-Tendrá que prescindir de Teebo y de mí –dijo Wicket con valentía-. Nosotros
iremos a la montaña.
-¿Nosotros? –exclamó
Teebo-. ¿Cómo?
-¡Con el
planeador! –dijo valientemente Wicket-. Y tendremos éxito.
Pocos días
después, tras un vuelo sin incidentes, Wicket y Teebo aterrizaron con sus planeadores
en la base de la Montaña Maldita. La cima estaba demasiado alta como para
intentar llegar volando, así que, con púas para el hielo sujetas en los pies
para tener algo de agarre en la lisa superficie de la montaña, comenzaron a
escalar el pico.
-Wicket –dijo Teebo,
mientras ascendían con esfuerzo la empinada pendiente-. ¿Qué es grande, rojo,
vuela, y come ewoks para cenar?
-Ahora no es
momento para bromas –exclamó Wicket.
-¿Quién está
bromeando? –dijo Teebo, tragando saliva, mientras señalaba a un letal pájaro dragón
rojo que se lanzaba hacia ellos.
Con un
graznido capaz de helar la sangre, el pájaro dragón se abalanzó hacia los dos Ewoks.
Teebo se aferró a la superficie de la montaña buscando protección, pero las
alas del pájaro dragón le golpearon en la espalda y le hicieron perder el
equilibrio.
-¡Aaaaaaaaahhhh!
–Su grito llenó el aire mientras caía hacia las rocas dentadas de más abajo.
A escasos
metros más abajo en la montaña, Wicket observó horrorizado cómo su amigo caía
hacia él. Sujetándose precariamente con una mano a una planta que sobresalía,
de algún modo consiguió agarrar la pierna de Teebo cuando este pasaba a toda
velocidad. El impulso casi hizo que Wicket cayera de la montaña, pero aguantó
con firme determinación mientras Teebo conseguía ponerse a salvo.
-Esto es una
novedad –dijo Wicket con una risita nerviosa-. ¡Normalmente eres tú el que
agarra mi pierna!
Teebo estaba
demasiado conmocionado para pensar en algo gracioso que decir, y los dos continuaron
trepando en silencio hasta que llegaron a una cornisa.
Con gran
batido de alas, el pájaro dragón volvió a lanzarse sobre ellos. Justo a tiempo,
Wicket vio una grieta en la pared rocosa y Teebo y él se apretujaron en su
interior. Imaginad su sorpresa cuando descubrieron que la grieta era, en
realidad, la entrada a una cueva.
-Vamos –dijo Wicket-.
Prefiero enfrentarme a lo que haya aquí dentro que aguantar contra el pájaro
dragón.
Pocos minutos
después, la voz de Teebo resonó por un laberinto de túneles.
-Al menos si
nos hubiéramos quedado fuera, habríamos muerto rápidamente. ¡Ahora estamos
perdidos y probablemente nos moriremos de hambre lenta y miserablemente!
-También es
posible que salgamos adelante –dijo Wicket.
A Teebo le
parecía que llevaban horas en los túneles antes de girar una esquina oscura y
detenerse asombrados. Porque frente a ellos se encontraba una enorme caverna
iluminada por cientos de cristales brillantes. En un extremo había una mesa
dispuesta con comida de aspecto delicioso.
-Al menos no
nos moriremos de hambre –dijo Teebo, corriendo hacia la mesa.
-¡Vuelve,
Teebo! –ordenó Wicket-. No tenemos tiempo para comer. Debemos encontrar la
planta de fuego y no la encontraremos aquí. ¡Eso es seguro!
-¿Cómo lo
sabes? –preguntó Teebo.
-Porque creo
que esto debe ser el salón del trono del rey de los gigantes de escarcha, y
obviamente es improbable que los gigantes de escarcha tengan la planta de
fuego.
-¿Por qué?
-Los
derretiría, tonto.
-No hace falta
que te acalores –exclamó Teebo-. Muy bien. Vamos.
Pero era
demasiado tarde, porque mientras Teebo hablaba, una procesión de gigantes de
escarcha entró en la caverna, anunciando la llegada del rey.
Los ewoks
tragaron saliva ante lo que estaban viendo, porque los gigantes de escarcha
eran realmente gigantescos, al menos ocho veces el tamaño de un ewok.
-Corre –gritó Wicket.
Pero antes de poder moverse, Wicket y Teebo fueron rodeados por un círculo de
gigantes de escarcha.
-¡Intrusos! –rugió
el rey.
-Su Majestad –dijo
Wicket, tragando saliva y agachando la cabeza-. No pretendíamos ser intrusos.
Intentábamos...
Pero antes de
que Wicket pudiera terminar, el rey de los gigantes de escarcha le agarró con
su mano helada.
-Estáis
condenados –dijo-. Tenemos un modo especial de tratar con los invitados no
deseados. Les echamos el aliento.
-Oh, bueno –dijo
Teebo-. Mientras no hayáis comido demasiado ajo, no puede ser tan malo.
Pero Wicket
había escuchado la leyenda del aliento de los gigantes de escarcha. Cualquiera
que fuera tocado por él, se convertía al instante en un bloque de hielo.
Justo cuando
parecía que los ewoks estaban condenados, dos guardas entraron apresuradamente
en la sala del trono.
-Sire –dijo uno
entre jadeos-. El pájaro demonio ha regresado. Estamos siendo atacados.
Wicket se dio
cuenta de que el guarda se refería al pájaro dragón, y pudo ver que los
gigantes de escarcha estaban aterrorizados: y con razón, pues un resoplido del
aliento del pájaro dragón y los gigantes se derretirían.
-Sire –dijo Wicket-.
Teebo y yo nos encargaremos de él. Tengo un plan.
Wicket puso
rápidamente su plan en acción. Ordenó a los gigantes que construyeran un
inmenso muro de hielo en el mismo borde de la cima de la montaña. Entonces
pidió a uno de ellos que le condujera de vuelta a la entrada del laberinto, que
estaba justo bajo la cima. Podía ver al terrible pájaro volando en las
inmediaciones.
Wicket hizo un
ruido muy desagradable y el pájaro dragón se abalanzó sobre él. Justo cuando
parecía que el pájaro iba a atrapar al
valiente ewok, Wicket gritó:
-¡Ahora!
Y salió corriendo
de vuelta al túnel. Por encima, en la cima, los gigantes de escarcha empujaron
con todas sus fuerzas el gigantesco muro, y antes de que pudieras decir “¡Ewok!”,
se desplomó montaña abajo en una enorme avalancha y chocó contra la cornisa.
El pájaro dragón
graznó al quedar enterrado bajo toneladas de hielo, y entonces ya no se le
escuchó más.
Teebo miró
hacia abajo y comenzó a sollozar, pues pensaba que su amigo había muerto junto
al pájaro dragón.
-¡Muerto! –sollozó-.
¡Wicket está muerto!
-Bueno, creo
que ha sido todo un éxito –dijo una voz detrás del ewok lloroso. Se dio la
vuelta y allí, con un aspecto bastante tranquilo, estaba Wicket, de pie como si
no hubiera pasado nada.
-¿Cómo...? –comenzó
a decir Teebo.
-Te lo
explicaré luego –dijo Wicket.
-Ewoks –dijo el
rey de los gigantes de escarcha-. Nos habéis salvado. ¿Cómo podemos
recompensaros?
-Si Su
Majestad es tan amable –dijo Wicket-, todo lo que queremos es saber dónde crece
la planta de fuego...
-Os lo
mostraremos, pero no nos atrevemos a acercarnos a ella –dijo el rey...
Cuando Wicket
y Teebo regresaron a la aldea con la planta de fuego, Logray consultó
inmediatamente sus pergaminos y comenzó a preparar una poción humeante. Cuando
hervía furiosamente la vertió sobre la forma helada de Kneesaa.
Todos los
ewoks observaron impacientes y hubo un inmenso suspiro de alivio cuando el
hielo comenzó a derretirse. Pronto quedó libre de su prisión congelada y una
gran aclamación resonó por el bosque.
El jefe Chirpa
estaba tan agradecido que apenas podía hablar. Pero finalmente recuperó el
habla y dio las gracias una y otra vez a sus dos fieles ewoks.
-No ha sido
nada –dijo modestamente Wicket.
-Estamos aquí
para cuando nos necesite –dijo Teebo valientemente.
-Vayamos a
jugar en la nieve –dijo la princesa Kneesaa con una sonrisa.
Pocos minutos
después, los ewoks se lo estaban pasando como nunca lanzándose disparados por
las pendientes nevadas con sus trineos... salvo Wicket y Teebo. ¡Ya habían
tenido suficiente nieve y hielo para toda la estación!
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