jueves, 10 de diciembre de 2015

Informe


Informe
Janine K. Spendlove

-¡No me importa lo que estén haciendo volar por los aires esos rebeldes! La vieja gabarra de Aullido está en órbita, lo que significa que la Compañía Crepúsculo está aquí, y esa escoria es...
La puerta se abrió con un estallido y la gobernadora Magé salió despedida sobre su escritorio. El comunicador al que había estado gritando se deslizó de su mano ahora inerte.
-Buen disparo, Brand. –El capitán Micha “Aullido” Evon se pasaba una mano morena por la barba de su mandíbula mientras entraba con paso firme a la opulenta oficina-. No puedo tolerar que nadie se burle de mi nave o de mi gente.
Admiró el eficiente trabajo de Brand y decidió que quería la receta del jugo que estaba en el interior del dardo que sobresalía del cuello color oliva de la gobernadora imperial. Los largos y oscuros cabellos de la gobernadora se habían salido de su moño suavemente atado, y ya había comenzado a babear, al igual que su ayudante, que había tratado de guardar la puerta.
Esos mundos remotos siempre subestimaban la eficiencia y la resolución de la Compañía Crepúsculo. El capitán Evon siempre sentía lástima ante las pérdidas innecesarias que eso conllevaba.
Los ruidos de la batalla en el exterior de los pasillos del cuartel general imperial ya estaban agonizando, y el lujo de la oficina de la gobernadora explicaba muchas cosas acerca de por qué la Compañía Crepúsculo no había encontrado demasiada resistencia de los lugareños cuando aterrizaron en Allst Prime para eliminar el puesto avanzado imperial del lugar.
-Esto vendrá muy bien para las entrevistas de reclutamiento. –Hizo un vago gesto detrás de él con su mano derecha mientras enfundaba el bláster con la izquierda-. ¿Te importa moverla hacia aquí?
Parca en palabras, su compañera se limitó a gruñir en respuesta, y dio un empujón a la silla de la gobernadora, haciéndola rodar silenciosamente lejos del inmenso escritorio.
-Y si la gobernadora Magé es como todas las demás sanguijuelas imperiales con gusto por el lujo... –El capitán soltó un silbido al abrir un cajón del escritorio-. Espero que te guste el whisky de Naboo. Desde luego, a mí sí. –Vertió el líquido ámbar en dos vasos de cristal, saboreando el aroma especiado-. Adelante, toma una silla y siéntate, Brand. También podrías darme tu informe oficial; lleva mucho tiempo atrasado.
Dándose la vuelta, Evon se encontró mirando a la mirilla frontal de un bláster.
Por fin.
Tendió uno de los vasos mientras una ancha sonrisa se formaba en su rostro de barba negra y gris.
-Enseguida podemos pasar al momento en que cobras la recompensa por mi cabeza, Brand. Tómate un trago antes.
Evon tomó un sorbo de su propio vaso y chasqueó los labios con satisfacción.
En lugar de tomar la bebida, una mano enguantada se alzó y pulsó el botón de apertura de la parte del cuello de la máscara de la cazarrecompensas. El metal y la malla se apartaron para revelar el rostro de una mujer. Los más débiles comienzos de líneas de edad marcaban la piel oscura cerca de sus ojos y su boca, aunque ninguna de esas líneas de expresión era debida a la risa. El brazo que sostenía el bláster permaneció firme.
Encogiéndose de hombros, el capitán posó el vaso redondeado entre ellos dos, sobre el escritorio de secuoya.
-Como quieras. –Tomó otra silla, se recostó en el blando cuero, y tomó otro sorbo del líquido ámbar con un suspiro satisfecho-. Esta silla es fantástica. Creo que debería llevármela al Trueno. –Evon devolvió su atención a Brand y señaló la cómoda silla junto a ella-. Siéntate; si fueras a dispararme, ya lo habrías hecho, Lauren.
Por primera vez el brazo de la cazarrecompensas tembló y un destello de sorpresa recorrió por un momento sus ojos marrón oscuro.
-¿Cómo me has llamado?
Extrayendo una tableta de datos del bolsillo de su chaleco, el capitán navegó por ella con sus encallecidos dedos marrones hasta que llegó a la pantalla que estaba buscando. La orientó hacia Brand para que ella pudiera ver la foto de una niña con un vestido de cuadros azules y naranjas, con trenzas repletas de cuentas de colores rodeando su rostro, y sosteniendo junto a su cintura un bebé envuelto en mantitas.
-Lauren Mel Coelho. –Aullido se aseguró de hacer rodar correctamente la R en su nombre de pila, y de pronunciar el sonido “yo” de su apellido-. Nacida aproximadamente hace 38 años en Tangenine. Madre, Remba. Padre, Kelven. Hermano, Julian, aunque tú le llamabas Ju-ju.

***

-¡Lau! Lau, ven, por favor.
Lauren se puso en pie y se hizo sombra en los ojos con la mano al mirar la hilera de arbustos de norango que la separaban de su padre. Su cesta ya estaba medio llena de dulces bayas rojas, y solamente había escamoteado unas pocas para comérselas, así que no podía haberse metido en problemas. No tan temprano.
Su padre vio su expresión de preocupación, y mostró en su boca una amplia sonrisa. Sus dientes perfectamente alineados brillaban como estrellas contra su piel, negra como el cielo de la noche. Era hermoso. Lauren deseó poder sonreír como su padre.
-No te preocupes, pequeña, no estás en problemas.
Aliviada, alzó hacia él su cesta, con cuidado de no aplastar ni una sola baya. Mientras inspeccionaba su recolección, él alargó una mano y le agitó las trenzas.
-¡Ada! –gimoteó ella, apartándole la mano-. Ya no soy una niña pequeña.
Apoyando la mandíbula en su puño, él miró a su hija.
-Hmmm, creo que tienes razón. Ya has crecido mucho, y has estado haciendo muy bien tus tareas. –Se volvió para recoger una cesta de bayas que había a su lado, revelando a Ju-ju que balbuceaba felizmente desde su mochila de transporte a la espalda de su padre. Los ojos de Ju-ju, redondos y verdes como una hoja de norango, se clavaron en los de Lauren, y él le ofreció una sonrisa reflejo de la de su padre. Volviéndose hacia ella, el padre de Lauren vertió cuidadosamente algunas de sus bayas de norango en la cesta de su hija, llenándola hasta el borde-. Llévaselas a Ama, por favor,
Lauren miró al extenso campo de bayas, más allá de los trabajadores que llenaban de bayas sus propias cestas, hacia la modesta granja del centro: su hogar.
-¿No puedo quedarme aquí y cuidar de Ju-ju? Prometo que ya soy lo bastante mayor.
Se irguió cuan alta era, apoyándose en la punta de los pies.
-¿Por qué será que tengo la impresión de que simplemente no quieres enfrentarte a lo que tu madre tiene que decir acerca de tu último informe escolar?
Con una carcajada, su padre volvió a revolverle las trenzas, y Lauren rápidamente esquivó su brazo.
-¡Ada!
Él se puso más serio al ver la seriedad en la expresión de su hija. Llevándose las manos a la espalda, desató a Ju-ju y lo dejó en el suelo entre los dos.
-Mi pequeña Lau, ¿qué es lo más importante de todo?
-La familia –respondió ella, sin dudarlo. Cualquier niño sabía eso.
-Y por tanto tú, tu hermano y Ama sois para mí más preciados que cualquier otra cosa. –Se agachó y tomó un puñado de tierra, para luego dejarlo caer entre sus dedos-. Sin familia, no somos sino polvo que flota inútilmente en el viento. –Entonces tomó la pequeña mano de Lauren en la suya y la guió a la base de un arbusto norango-. La familia es la raíz que da propósito a la tierra y la mantiene en su lugar. Sin nuestras familias, no somos nada.
Colocó ambas manos sobre los hombros de Lauren.
-Algún día, tendrás tu propia familia de la que cuidar, pequeña Lau...
-...y tendré que asegurarme de que sus ramas están bien podadas y atendidas. Lo sé, Ada.
Lauren se obligó a no poner los ojos en blanco mientras completaba el proverbio de su padre.
El gemido de un deslizador terrestre de aspecto lujoso interrumpió la respuesta de su padre, y Lauren siguió su mirada hacia el camino de tierra que conducía a su granja. Incluso desde esa distancia podía ver la nube de polvo que levantaba.
-Lau, toma a tu hermano y vete a casa de tu bisáma.
-Pero, Ada...
-¡Ahora, Lau!
Sin volver la vista hacia ella o Ju-ju, él salió corriendo cruzando el campo de norangos para unirse a su madre. Ama estaba de pie frente a la casa, con los puños apoyados en la cadera, alta, fuerte y firme como siempre.
-Vamos, Ju-ju. –Lauren tomó a su hermano pequeño y suavemente retiró la tierra negra de sus manos cerradas antes de que él pudiera llevarse la tierra a la boca-. ¡Eso no es para comer!
Inclinándose, se colocó a Ju-ju a la espalda y apretó con fuerza alrededor de su cuerpo la mochila de transporte, como siempre había visto hacer a sus padres. Al enderezarse, ya podía ver el deslizador terrestre –brillante y amarillo- detenido frente a sus padres. Todos los trabajadores de la granja se habían reunido también a su alrededor. Tres guardias descendieron del transporte, con grandes blásteres. Lauren frunció el ceño; esa falleen de piel verde, Annaz, era la única persona que había ido alguna vez a la granja con matones de alquiler.

***

El capitán Evon observó cómo los gruesos labios de Brand se comprimieron en una delgada línea.
-Annaz y sus secuaces asesinaron a tus padres, y a todos sus trabajadores, después de que tu madre se negara a pagar una tasa de protección al sindicato Malandro. Conseguiste escapar con tu hermano pequeño y viviste con vuestra abuela unos cuantos años, hasta que unas fiebres se la llevaron.
Brand entrecerró los ojos y su dedo se encrespó sobre el gatillo de su bláster, pero él todavía seguía con vida, así que Aullido continuó.
-Ju-ju cayó enfermo después. Había una cura; simplemente no tenías el dinero para pagar por ella a Malandro. Así que conseguiste un trabajo. Robaste un deslizador. Te atraparon. Aterrizaste en la cárcel. Para cuando saliste, tu hermano pequeño estaba muerto.
Evon dejó la tableta de datos sobre la mesa y se recostó en su asiento.
-Después de eso, Lauren desapareció. –Alzó una ceja-. ¿Me he dejado algo?
Brand apretó el bláster con más fuerza; Aullido lo ignoró.
-Pocos años después apareció el Imperio y trató de llevar a Tangenine su versión de la ley y el orden. Sólo que no se dieron cuenta de lo profundamente que estaba arraigado Malandro. No es nada inaudito que el Imperio recurra a cazarrecompensas, pero era una medida desesperada, y en ocasiones la desesperación ofrece oportunidades. Es entonces cuando aparece Brand; una cazarrecompensas que acepta trabajos casi exclusivamente contra Malandro. –Con una sonrisa irónica, Aullido se señala perezosamente a sí mismo-. Al menos hasta hace poco.

***

La falleen meneó la cabeza con sorpresa.
-¿Quién te ha dejado entrar?
Brand levantó su bláster.
-Las manos donde pueda verlas.
-¡Espera! –Annaz se detuvo a mitad del movimiento con el que pretendía pulsar el botón del comunicador bajo su escritorio-. Este es un lugar de negocios; no puedes irrumpir aquí sin más...
Brand se lanzó hacia delante y retiró el brazo de Annaz de debajo del escritorio. Enfundando su bláster, la cazarrecompensas sacó una larga hoja negra y dentada y la clavó hasta la empuñadura en la mano verde de la falleen, clavándola en el escritorio.
No estaba siendo innecesariamente cruel... aunque eso sería lo mínimo que Annaz se mereciera; Brand sabía que el estallido de dolor ahogaría cualquier intento que la falleen pudiera hacer de liberar feromonas para tratar de reducir a su atacante.
Annaz soltó un alarido y trató de sacar su cuchillo con su mano libre, pero el bláster de Brand volvía a estar fuera de su funda y apuntaba hacia ella.
-Si te mueves, perderás para siempre ese brazo.
-¿Quién te envía? –La sangre manaba de la mano atravesada de la falleen, y jadeaba entre palaba y palabra-. ¿Qué quieres?
Brand se quitó la capucha.
Observó a Annaz detenidamente, queriendo saborear ese momento. La falleen miró fijamente a Brand y sus ojos negros como el pedernal no mostraron ningún signo de haberla reconocido.
-No sabes quién soy.
-¿Debería? –siseó la falleen apretando los dientes.
-Yo recuerdo las familias de todas las personas a las que mato.
Brand efectuó un disparo a la rodilla de Annaz. La falleen gimió incoherentemente mientras Brand le apuntaba con el bláster entre los ojos.
-¡No! –Annaz levantó una mano temblorosa entre el bláster y su cara-. ¿Qué quieres? ¿Créditos?
El dedo enguantado de Brand comenzó a curvarse alrededor del gatillo del bláster.
-¡Por favor! ¡No lo hagas! ¡Puedo darte todo lo que quieras! ¡Incluso una nueva vida!
-Eso ya me lo diste.

***

El capitán Evon dio un sorbo más. Brand todavía le apuntaba con el bláster, pero si iba a morir, que al menos fuera con el sabor de un buen whisky en la boca.
-Si no te importa seguirme la corriente un poco más antes de que me dispares, me preguntaba una cosa. Una vez que te cobraste tu venganza en Annaz, ¿por qué seguiste cazando recompensas? –Agitó el vaso contemplando cómo se arremolinaba su contenido, antes de dar otro sorbo-. No es que quiera parecer un quejica, pero, ¿por qué yo?
Evon observó cómo la mujer que tenía ante él fruncía las cejas, considerando en silencio sus palabras.
Para un espectador casual, el cualquier mundo Brand podría confundirse con una vagabunda. Sus pantalones grises eran amplios y gastados, con varios bolsillos llenos y abultados. Pero, bajo su vieja capa andrajosa, la simple blusa negra bajo el chaleco corto bermellón en perfectas condiciones desmentía la cuidadosamente cultivada apariencia harapienta de Brand.
Brand comenzó a hablar, prestando especial atención a su rostro cuidadosamente neutral.
-Las cosas se estaban poniendo feas con el Imperio. Necesitaba salir del planeta, y este era mi billete de salida. –Se encogió de hombros, mirándole fijamente a los ojos-. No es nada personal; sólo negocios.
-Bueno, me perdonarás si yo me lo tomo al menos ligeramente como algo personal. –Levantando ligeramente la mirada, Evon observó el techo abovedado de mármol-. ¿Sabes qué es asombroso? Una oficina como esta para una administradora imperial –señaló con la barbilla a la gobernadora, que roncaba-, en un planeta perdido como Allst Prime, y una ciudad llena de niños medio desnudos justo fuera de sus puertas, excavando en montones de basura en busca de chatarra que puedan vender o intercambiar para conseguir un bocado que echarse a la boca.
”Si me disparas, Brand, te posicionarás con ese sistema. Y sabes tan bien como yo que el Imperio, en el fondo, no es distinto de Malandro.
-¿Estás diciendo que la rebelión sí lo es?
-No lo sé. Tal vez. No puedo hablar por la Alianza en su conjunto. –El capitán entrecruzó los dedos delante de él, dejándolos descansar cómodamente sobre su estómago-. Pero tú sabes que la Compañía Crepúsculo es distinta. Además, si me matas, ¿quién cuidará de los nuevos reclutas?
-La carne fresca no es problema mío.
Evon soltó una gran y profunda carcajada mientras colocaba sus botas sobre el escritorio.
La cazarrecompensas frunció el ceño con más fuerza y el bláster osciló, sólo un poco.
-Te he estado observando desde que te uniste a nosotros en Veron. Sí, claro, tratabas de mantenerte distante, al menos al principio, pero cuando recogimos a ese grupo de reclutas en Dorvalla, advertí cómo rondabas a su alrededor.
-Yo no...
El capitán Evon alzó una mano.
-No quiero decir como una mamá pájaro con sus polluelos. Eso habría sido demasiado obvio para tu gusto. Más bien como una nexu supervisando a sus cachorros en su primera cacería. Sólo intervenías para evitar que alguien saliera herido. Y antes de que digas que sólo era parte de tu tapadera para acercarte a mí, ¿por qué no me explicas qué ha pasado hoy ahí fuera?

***

Brand derribó al muchacho mirialano, lanzándolo al suelo justo cuando el disparo de Transporte Explorador Todo Terreno impactaba en el árbol tras ellos, haciéndolo pedazos.
-¡Eh, Brand! Te estaba buscando –dijo Lylee Anaraku con una sonrisa mientras una lluvia de astillas caía sobre ellos.
Brand rodó de encima de él con un gruñido.
-Me parece que deberías haber prestado más atención al caminante.
-Pshhh. –Lylee hizo un gesto desdeñoso, apuntando con su bláster al AT-ST que maniobraba-. Ese acechador no tiene la menor oportunidad contigo por aquí cerca.
La alegre curva de sus labios hacía que las marcas negras en forma de diamante de sus mejillas se extendieran en su piel verde amarillenta.
-¿Así llamamos ahora a los caminantes exploradores? ¿Acechadores? –Brand volvió la mirada hacia el campo de batalla que tenían ante ellos, cubierto de espeso bosque, tratando de volver a encontrar su objetivo-. ¿Y qué pasa si no estoy yo cerca?
-Escuché cómo Briala los llamaba así. –Mirando por encima del tronco, Lylee apuntó con su bláster a un imperial que se acercaba-. Y desde luego que tú estarás cerca. ¡Siempre sobrevives! –Apuntó a otro imperial y apretó el gatillo-. Hablando de Bria, tiene una baraja de cartas, y una vez acabemos con esto y volvamos al Trueno, vamos a echar una partida de Ladrones...
Brand volvió a lanzarle contra el suelo cuando otro disparo de bláster atravesó el lugar donde momentos antes se encontraba su cabeza.
Los ojos de Lylee, verdes como una hoja de norango, brillaban traviesos.
-¿Quieres echar una partida con nosotros?
Gruñendo, Brand pasó junto a él dándole un empujón y siguió gateando a lo largo del tronco. Encontró su objetivo.
-¡Venga, Brand, será divertido! Podemos ser compañeros; inventarnos señales manuales para decirnos entre nosotros qué palos tenemos, cuántos trucos podemos ganar...
La voz del muchacho y el resto de la batalla se desvanecieron en el fondo. Alzó su bláster y lo alineó justo con el perfil a contraluz del capitán Evon, a no más de veinte metros de distancia de ella. Estaba agachado sobre el cuerpo de Cait, la Controlador Aéreo de Vanguardia de la Compañía Crepúsculo, mientras gritaba al receptor ordenando que dispararan, dirigiendo a los alas-X hacia su objetivo. La CAV devolvía la mirada a Brand con ojos sin vida; una mancha de sangre seca sobre sus labios cenicientos era la única señal de sus heridas.
-¡Brand!
El grito ahogado de Lylee fue seguido por un golpe seco, carnoso. Brand se dio media vuelta y disparó al imperial que se cernía sobre el muchacho.
Otro más no...
Se agachó junto a Lylee.
-Más te vale no morirte ahora, niño. –Retiró la tela que le cubría la cabeza para tener una mejor vista de la sangre que le manaba de la nuca-. Me debes una partida de Ladrones.

***

Las botas de Aullido golpearon con fuerza el suelo cuando este se reacomodó en su asiento.
-Estás logrando cansarme. Por favor, siéntate. –Volvió a indicar una vez más la suave silla junto a Brand-. Necesitamos considerar tu posición en la Compañía Crepúsculo. Estaba pensando que...
-No voy a unirme a la rebelión.
Brand frunció aún más el ceño.
-No te estoy pidiendo eso. –Aullido se inclinó por encima del escritorio-. Te estoy pidiendo que te unas a la Compañía Crepúsculo, esta vez de verdad.
Brand enderezó el dedo, alejándolo del gatillo.
-Por supuesto,  tendrás que incumplir ese contrato con el Imperio por mi cabeza.
Evon volvió a tomar su tableta de datos, navegó en la pantalla, y señaló su propia recompensa.
-¿Ignorar una paga y convertir a los imperiales en mis enemigos, para que pueda ser uno de tus comandantes subordinados? –Brand negó con la cabeza-. Debes de estar loco.
-Nunca te pediría eso. –Agitó las manos ante él como si la sola idea fuera absurda-. Eso no es lo que tú eres. No quiero que cambies por nosotros, Brand. Nosotros te necesitamos tal y como eres. Todo lo que quiero es lealtad inquebrantable, no a la Alianza, ni siquiera a mí, sino a la gente de ahí fuera, a la gente que has salvado hoy. La gente con la que vas a jugar a cartas cuando volvamos a la nave. –Aullido subrayó sus palabras con un movimiento de cabeza, señalando la puerta-. La gente que ya cree que eres una de ellos. Y a cambio, te daremos lo mismo.
Pudo ver cómo ella sopesaba las palabras y la oferta, y qué debía significar eso para alguien que había sido un matón de alquiler durante tanto tiempo...
De pronto, Brand tomó la bebida que tenía ante ella y la miró fijamente, murmurando de manera casi inaudible y me aseguraré de que las ramas están bien podadas y atendidas”, antes de bebérsela de un trago.
-No creas que esto significa que no voy a cobrar la recompensa por ti. –Enfundando el bláster, se sentó y tendió el vaso pidiendo más-. Simplemente aún no es lo bastante alta.
Aullido rellenó los vasos de ambos y alzó el suyo en un brindis.
-Bienvenida a la familia.

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