¡El secuestro del Jefe Chirpa!
Todo el claro
del bosque resonaba con el sonido de las risas. Todos los ewoks se habían
disfrazado de fantasmas y se lo estaban pasando de maravilla en su fiesta anual
de Hallowe’en; uno de los mejores eventos del año.
-¡Groar!
-¿Qué es eso? –jadeó
Wicket sobresaltado cuando un espeluznante espectro se alzó ante él y casi le
hace perder el disfraz del susto.
-Sólo soy yo –dijo
Teebo con una risita-. Esta fiesta es muy divertida, ¿verdad?
-¿S-sí? –dijo
Wicket, pero obviamente no las tenía todas consigo.
Justo en ese
momento la princesa Kneesaa cruzaba bailando el claro, riendo alegremente.
-Mirad eso –dijo
ella, señalando una gran criatura roja que se encontraba al borde del claro-.
Alguien se ha disfrazado de hanadak.
-Me pregunto
quién será –dijo Teebo.
-¡Peligro! –gritó
Wicket-. Eso no es ningún disfraz. Es un hanadak de verdad. Mirad los
colmillos.
De pronto la
atmósfera cambió cuando el miedo se extendió por el pueblo. Wicket congregó a
los ewoks tras él, gritó “¡A la carga!” y los valientes ewoks corrieron al
ataque.
Con un barrido
de su poderosa cola, el hanadak lanzó por los aires a los valerosos ewoks.
-Vamos –dijo Wicket
poniéndose en pie-. Tengo una idea.
Teebo y Kneesaa
le siguieron a través del pueblo hacia donde se encontraba el Hanadak en ese
momento.
-Recoged tantas
hojas de dlock azul como podáis –dijo, señalando una alta planta repleta de
grandes hojas.
Los tres ewoks
pronto dejaron pelada la planta y entonces Wicket condujo a los demás hasta
donde se encontraba el Hanadak.
-Ahora
arrojadlas sobre la bestia –ordenó, y en un instante el hanadak quedó cubierto por
el follaje. El aire se llenó de un aroma embriagador, ya que las hojas de la
planta dlock eran las más fragantes y relajantes de todas las plantas del
bosque.
Antes de que
pudiera decirse “¡Dangar!”, una amplia sonrisa se dibujó en el feo rostro del
hanadak, y dio media vuelta internándose en el bosque. Wicket, Teebo y Kneesaa
también sonreían ampliamente al regresar junto a los demás ewoks que les
vitoreaban ruidosamente.
-Sigamos con la
fiesta –dijo Kneesaa con una risita, y pronto los ewoks volvieron a disfrutar
inmensamente.
Mientras todo
esto tenía lugar, el jefe Chirpa había estado en el almacén de la cosecha
preparando la comida para la fiesta. Estaba tan absorto en lo que estaba haciendo
que no había escuchado los sonidos de la batalla que había tenido lugar.
Tampoco había escuchado cómo un dulok se colaba en el almacén de la cosecha.
El dulok y los
dos compañeros que le esperaban fuera se habían enterado de la fiesta de
Hallowe’en y habían decidido que, con todos los ewoks ocupados divirtiéndose,
sería un buen momento para saquear el almacén de la cosecha.
Estaba muy
oscuro en el almacén y el dulok no vio al jefe Chirpa, que estaba ocupado en su
tarea. Pensando que todo estaba despejado, indicó a sus dos cómplices que
entraran.
Los tres
avanzaron de puntillas en el oscuro almacén. Estaba tan oscuro que no vieron la
escalera, subido a la cual el jefe Chirpa estaba alcanzando algunas nueces de
árbol crujiente. El primer dulok tropezó con la escalera. El segundo dulok
tropezó con el primer dulok. Y el tercer dulok tropezó con los otros dos y, al
caer, hizo que la escalera se tambaleara salvajemente.
El jefe Chirpa
trató desesperadamente de mantener el equilibrio y se agarró a la esquina de un
pesado saco en el estante superior. ¡Pero no sirvió de nada! ¡Zas! Voló por los
aires llevándose el saco consigo. Se escuchó un fuerte “plop” al aterrizar en
una caja de madera. El saco cayó sobre él, cubriéndole completamente.
Los aturdidos
duloks recobraron la compostura. Para entonces, sus ojos ya se habían
acostumbrado a la penumbra y podían ver el saco de comida que asomaba de la
caja. Pero, claro, no podían ver al jefe Chirpa debajo de él.
-¡Mirad! –dijo alegremente
uno de los duloks-. Una caja de comida. Llevémosla a nuestro campamento para la
cena.
Para entonces la
fiesta de los ewoks volvía estar de nuevo a toda marcha, y nadie advirtió cómo
los tres duloks, tambaleándose bajo el peso de la caja, se escabullían del
claro y se dirigían de vuelta a su campamento.
-Ojalá padre
traiga pronto la comida –dijo la princesa Kneesaa-. Me muero de hambre.
-Vayamos a
buscarle –dijo Teebo.
Wicket, Teebo y
la princesa se dirigieron al almacén de la cosecha y se asomaron al interior.
-No puedo ver
nada –dijo Kneesaa-. Traedme una linterna.
Pocos minutos
después, Kneesaa sostenía en alto una linterna y miraba en el interior del
almacén de la cosecha.
-¡No está aquí! –dijo-.
¡Y mirad!
Señaló la
escalera, y luego al suelo.
-Aquí hay algo
raro. Eso son huellas de dulok.
-No pueden haberle
secuestrado, ¿verdad? –dijo Wicket con un jadeo de asombro.
-¿Qué otra cosa
puede haberle pasado? –preguntó Teebo.
-Sigamos las
huellas –dijo Kneesaa.
Justo mientras
los tres ewoks estaban hablando, el trío de duloks había llegado a su
campamento. Depositaron la caja frente a su jefe.
-¡Abrid el saco!
–ordenó.
Los tres
ladrones dulok extrajeron el saco de la caja y allí, mirándoles fijamente, apareció
un furioso jefe Chirpa.
-¡Atrapadle! –rugió
el jefe.
-Atrápelo usted
mismo –dijo un dulok cobarde con voz temblorosa.
-¡Estúpido! –dijo
el jefe, saltando sobre el jefe Chirpa y atrapándolo en el interior de la
caja-. Traedme una cuerda.
El jefe Chirpa
casi había conseguido sacarse al jefe dulok de encima del pecho cuando lanzaron
hacia él una cuerda muy larga. Pero aunque se debatió con todas sus fuerzas, le
superaban en número y pronto quedó atado.
-Arrastradlo
junto al árbol y atadlo a él.
Pocos minutos
después, el jefe Chirpa estaba fuertemente atado a un gigantesco árbol baccy.
-¡Esperad y
veréis! –rugió Chirpa-. Cuando me libere, os tendré a todos vosotros de
desayuno, comida y cena.
Los duloks
bailaron alrededor de su prisionero, riendo y haciéndolo muecas.
-Pediremos un rescate.
Pediremos un rescate –se burlaban.
Chirpa rugió y
bramó tan alto que, aunque estaba atado al árbol, los duloks retrocedieron
asustados.
-¡Todo este
ruido me está dando dolor de cabeza! –dijo el jefe dulok-. Dejémosle y comamos
algo.
Los duloks se
retiraron a sus mesas y pronto estuvieron devorando una copiosa comida. Chirpa
seguía rugiendo y gritando.
-Va a hacer que
me indigeste –se quejó el jefe dulok-. ¿No puede hacerle callar nadie?
-¡Hágalo callar
usted mismo! –dijo un dulok.
-Te haré callar
a ti –rugió el jefe, y pronto los duloks estuvieron luchando entre ellos.
El sonido de la
lucha llenaba el bosque.
-¡Escuchad! –dijo
Teebo quien, con sus dos amigos, seguía siguiendo las huellas.
-¡Duloks!
Debemos de estar cerca de su campamento.
-Siguieron los
sonidos y pronto estuvieron en el límite del campamento de los duloks.
-Ahí está padre –susurró
Kneesaa-. Por ahí.
Los duloks
seguían luchando entre sí y no vieron a Wicket mientras este avanzaba sigiloso
hasta el jefe Chirpa y le liberaba cortando sus ataduras.
-¡Aagghh! –Con un
poderoso rugido, el jefe Chirpa saltó al fragor de la lucha, golpeando aquí y allá
a sus enemigos hasta que todos quedaron dispersos por el claro, tan aturdidos
que veían las estrellas.
-Volvamos a
nuestro poblado –dijo a los otros, y les condujo a su hogar a través del
bosque.
Los ewoks
estaban tan contentos de volver a ver a su jefe que, aunque ya era muy tarde,
se preparó un gran banquete.
Mientras tanto,
en el campamento de los duloks, el jefe y sus hombres eran una visión muy
lamentable. Estaban llenos de vendajes y moratones.
-Gracias a los
dioses que se ha ido –dijo el jefe-. No habría soportado mucho más tiempo todos
esos gritos. Qué viejo tan ruidoso. Vosotros podéis consideraros afortunados de
tenerme a mí como líder en lugar de ese malhumorado viejo Chirpa.
-Sí –convino un
dulok cercano-. Usted es mucho más pusilánime que él.
-Cuidado con lo
que dices –dijo el jefe-. O puede que haga una tregua con los ewoks y pida a Chirpa
que sea también nuestro líder.
-¡No sería usted
capaz! –jadearon los duloks con una sola voz-. Eso sería...
-¿Inconcebible? –sugirió
el jefe.
-¡Sí! –contestaron
a coro.
-Entonces, ya no
tendremos más in... subordicomo-se-diga –continuó.
-...nación –dijo
el único dulok con más de una centésima parte de cerebro.
-¡Salud! –dijo el
jefe-. Será mejor que vayas a ver al chamán y que te dé algo para ese
resfriado.
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