lunes, 14 de diciembre de 2015

¡El secuestro del Jefe Chirpa!

¡El secuestro del Jefe Chirpa!

Todo el claro del bosque resonaba con el sonido de las risas. Todos los ewoks se habían disfrazado de fantasmas y se lo estaban pasando de maravilla en su fiesta anual de Hallowe’en; uno de los mejores eventos del año.
-¡Groar!
-¿Qué es eso? –jadeó Wicket sobresaltado cuando un espeluznante espectro se alzó ante él y casi le hace perder el disfraz del susto.
-Sólo soy yo –dijo Teebo con una risita-. Esta fiesta es muy divertida, ¿verdad?
-¿S-sí? –dijo Wicket, pero obviamente no las tenía todas consigo.
Justo en ese momento la princesa Kneesaa cruzaba bailando el claro, riendo alegremente.
-Mirad eso –dijo ella, señalando una gran criatura roja que se encontraba al borde del claro-. Alguien se ha disfrazado de hanadak.
-Me pregunto quién será –dijo Teebo.
-¡Peligro! –gritó Wicket-. Eso no es ningún disfraz. Es un hanadak de verdad. Mirad los colmillos.
De pronto la atmósfera cambió cuando el miedo se extendió por el pueblo. Wicket congregó a los ewoks tras él, gritó “¡A la carga!” y los valientes ewoks corrieron al ataque.
Con un barrido de su poderosa cola, el hanadak lanzó por los aires a los valerosos ewoks.
-Vamos –dijo Wicket poniéndose en pie-. Tengo una idea.
Teebo y Kneesaa le siguieron a través del pueblo hacia donde se encontraba el Hanadak en ese momento.
-Recoged tantas hojas de dlock azul como podáis –dijo, señalando una alta planta repleta de grandes hojas.
Los tres ewoks pronto dejaron pelada la planta y entonces Wicket condujo a los demás hasta donde se encontraba el Hanadak.
-Ahora arrojadlas sobre la bestia –ordenó, y en un instante el hanadak quedó cubierto por el follaje. El aire se llenó de un aroma embriagador, ya que las hojas de la planta dlock eran las más fragantes y relajantes de todas las plantas del bosque.
Antes de que pudiera decirse “¡Dangar!”, una amplia sonrisa se dibujó en el feo rostro del hanadak, y dio media vuelta internándose en el bosque. Wicket, Teebo y Kneesaa también sonreían ampliamente al regresar junto a los demás ewoks que les vitoreaban ruidosamente.
-Sigamos con la fiesta –dijo Kneesaa con una risita, y pronto los ewoks volvieron a disfrutar inmensamente.
Mientras todo esto tenía lugar, el jefe Chirpa había estado en el almacén de la cosecha preparando la comida para la fiesta. Estaba tan absorto en lo que estaba haciendo que no había escuchado los sonidos de la batalla que había tenido lugar. Tampoco había escuchado cómo un dulok se colaba en el almacén de la cosecha.
El dulok y los dos compañeros que le esperaban fuera se habían enterado de la fiesta de Hallowe’en y habían decidido que, con todos los ewoks ocupados divirtiéndose, sería un buen momento para saquear el almacén de la cosecha.
Estaba muy oscuro en el almacén y el dulok no vio al jefe Chirpa, que estaba ocupado en su tarea. Pensando que todo estaba despejado, indicó a sus dos cómplices que entraran.
Los tres avanzaron de puntillas en el oscuro almacén. Estaba tan oscuro que no vieron la escalera, subido a la cual el jefe Chirpa estaba alcanzando algunas nueces de árbol crujiente. El primer dulok tropezó con la escalera. El segundo dulok tropezó con el primer dulok. Y el tercer dulok tropezó con los otros dos y, al caer, hizo que la escalera se tambaleara salvajemente.
El jefe Chirpa trató desesperadamente de mantener el equilibrio y se agarró a la esquina de un pesado saco en el estante superior. ¡Pero no sirvió de nada! ¡Zas! Voló por los aires llevándose el saco consigo. Se escuchó un fuerte “plop” al aterrizar en una caja de madera. El saco cayó sobre él, cubriéndole completamente.
Los aturdidos duloks recobraron la compostura. Para entonces, sus ojos ya se habían acostumbrado a la penumbra y podían ver el saco de comida que asomaba de la caja. Pero, claro, no podían ver al jefe Chirpa debajo de él.
-¡Mirad! –dijo alegremente uno de los duloks-. Una caja de comida. Llevémosla a nuestro campamento para la cena.
Para entonces la fiesta de los ewoks volvía estar de nuevo a toda marcha, y nadie advirtió cómo los tres duloks, tambaleándose bajo el peso de la caja, se escabullían del claro y se dirigían de vuelta a su campamento.
-Ojalá padre traiga pronto la comida –dijo la princesa Kneesaa-. Me muero de hambre.
-Vayamos a buscarle –dijo Teebo.
Wicket, Teebo y la princesa se dirigieron al almacén de la cosecha y se asomaron al interior.
-No puedo ver nada –dijo Kneesaa-. Traedme una linterna.
Pocos minutos después, Kneesaa sostenía en alto una linterna y miraba en el interior del almacén de la cosecha.
-¡No está aquí! –dijo-. ¡Y mirad!
Señaló la escalera, y luego al suelo.
-Aquí hay algo raro. Eso son huellas de dulok.
-No pueden haberle secuestrado, ¿verdad? –dijo Wicket con un jadeo de asombro.
-¿Qué otra cosa puede haberle pasado? –preguntó Teebo.
-Sigamos las huellas –dijo Kneesaa.
Justo mientras los tres ewoks estaban hablando, el trío de duloks había llegado a su campamento. Depositaron la caja frente a su jefe.
-¡Abrid el saco! –ordenó.
Los tres ladrones dulok extrajeron el saco de la caja y allí, mirándoles fijamente, apareció un furioso jefe Chirpa.
-¡Atrapadle! –rugió el jefe.
-Atrápelo usted mismo –dijo un dulok cobarde con voz temblorosa.
-¡Estúpido! –dijo el jefe, saltando sobre el jefe Chirpa y atrapándolo en el interior de la caja-. Traedme una cuerda.
El jefe Chirpa casi había conseguido sacarse al jefe dulok de encima del pecho cuando lanzaron hacia él una cuerda muy larga. Pero aunque se debatió con todas sus fuerzas, le superaban en número y pronto quedó atado.
-Arrastradlo junto al árbol y atadlo a él.
Pocos minutos después, el jefe Chirpa estaba fuertemente atado a un gigantesco árbol baccy.
-¡Esperad y veréis! –rugió Chirpa-. Cuando me libere, os tendré a todos vosotros de desayuno, comida y cena.
Los duloks bailaron alrededor de su prisionero, riendo y haciéndolo muecas.
-Pediremos un rescate. Pediremos un rescate –se burlaban.
Chirpa rugió y bramó tan alto que, aunque estaba atado al árbol, los duloks retrocedieron asustados.
-¡Todo este ruido me está dando dolor de cabeza! –dijo el jefe dulok-. Dejémosle y comamos algo.
Los duloks se retiraron a sus mesas y pronto estuvieron devorando una copiosa comida. Chirpa seguía rugiendo y gritando.
-Va a hacer que me indigeste –se quejó el jefe dulok-. ¿No puede hacerle callar nadie?
-¡Hágalo callar usted mismo! –dijo un dulok.
-Te haré callar a ti –rugió el jefe, y pronto los duloks estuvieron luchando entre ellos.
El sonido de la lucha llenaba el bosque.
-¡Escuchad! –dijo Teebo quien, con sus dos amigos, seguía siguiendo las huellas.
-¡Duloks! Debemos de estar cerca de su campamento.
-Siguieron los sonidos y pronto estuvieron en el límite del campamento de los duloks.
-Ahí está padre –susurró Kneesaa-. Por ahí.
Los duloks seguían luchando entre sí y no vieron a Wicket mientras este avanzaba sigiloso hasta el jefe Chirpa y le liberaba cortando sus ataduras.
-¡Aagghh! –Con un poderoso rugido, el jefe Chirpa saltó al fragor de la lucha, golpeando aquí y allá a sus enemigos hasta que todos quedaron dispersos por el claro, tan aturdidos que veían las estrellas.
-Volvamos a nuestro poblado –dijo a los otros, y les condujo a su hogar a través del bosque.
Los ewoks estaban tan contentos de volver a ver a su jefe que, aunque ya era muy tarde, se preparó un gran banquete.
Mientras tanto, en el campamento de los duloks, el jefe y sus hombres eran una visión muy lamentable. Estaban llenos de vendajes y moratones.
-Gracias a los dioses que se ha ido –dijo el jefe-. No habría soportado mucho más tiempo todos esos gritos. Qué viejo tan ruidoso. Vosotros podéis consideraros afortunados de tenerme a mí como líder en lugar de ese malhumorado viejo Chirpa.
-Sí –convino un dulok cercano-. Usted es mucho más pusilánime que él.
-Cuidado con lo que dices –dijo el jefe-. O puede que haga una tregua con los ewoks y pida a Chirpa que sea también nuestro líder.
-¡No sería usted capaz! –jadearon los duloks con una sola voz-. Eso sería...
-¿Inconcebible? –sugirió el jefe.
-¡Sí! –contestaron a coro.
-Entonces, ya no tendremos más in... subordicomo-se-diga –continuó.
-...nación –dijo el único dulok con más de una centésima parte de cerebro.
-¡Salud! –dijo el jefe-. Será mejor que vayas a ver al chamán y que te dé algo para ese resfriado.

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