miércoles, 2 de diciembre de 2015

Una apuesta segura


Svaper
Una apuesta segura
Phil Brucato

La criatura se enroscó en una esquina del tanque, con sus brillantes colores reluciendo bajo la tenue luz. Hatabbas soltó una risita entre dientes e indicó a sus guardias que arrastraran a Kend Harlow al borde de la piscina.
-¿Realmente creías que podrías limpiar mi caja fuerte secundaria y salirte con la tuya? –preguntó el señor del crimen, rasgando el envoltorio de otro paquete de caramelos de menta cardellianos con sus dos brazos superiores mientras que cruzaba los inferiores sobre su amplio estómago.
-En este lugar todo gira en torno a las apuestas; simplemente nunca apuesto en aquello cuyo resultado no puedo alterar. –La bravata de Harlow sonaba forzada.
La cosa de la esquina se desplazó por el agua. El viajero espacial calculó su longitud en más de tres metros. Respiró profundamente, deseando que su corazón se detuviera antes de romperse.
Los guardaespaldas de Hatabbas avanzaron, ansiosos por observar el espectáculo. El guardia a la izquierda de Harlow le soltó los grilletes mientras el de su derecha le empujaba hacia delante a punta de bláster. El olor del agua pantanosa inundaba la sala, y Harlow lo sintió en su estómago, expandiendo los pulmones para preparar la zambullida que se avecinaba.
-¿Entonces dejas que me vaya? –bromeó con una ligereza de ánimo que no sentía.
-Sólo vas a ir a un lugar, Harlow –replicó el mafioso. Se echó un caramelo de menta a la boca y lo tragó para dar más énfasis. Sus guardaespaldas rieron. En el agua, tras él, la criatura nadaba perezosamente en círculos, preparándose para el inmediato festín.
-¿Y si gano?
-Si ganas –respondió Hatabbas-, puedes irte libre. –Los guardias volvieron a reír-. Pero antes tendrás que pasar por nosotros.
-No son buenas probabilidades, Hatabbas. –Harlow flexionó las manos, volviendo a llevar la sangre a sus dedos-. No es justo en absoluto.
-Apostar es un mal hábito –respondió el pez gordo-, y tu tiempo se ha acabado.
Hizo un gesto con la mano y uno de los guardias empujó a Harlow hacia delante. El viajero espacial tuvo el tiempo justo para tomar aliento antes de chocar contra la superficie del agua. La bestia cruzó disparada la longitud del tanque, fijando sus ojos negros en los de Harlow, abriendo de golpe la boca conforme se lanzaba hacia él.
Harlow decidió que ese era uno de sus días que menos le gustaban...

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