Tresher |
Un viaje para el recuerdo
Rick D. Stuart
Echando la vista atrás, supongo que
debía de estar loco para correr los riesgos que corrí. Sin embargo, pensar en
10.000 créditos por entregar un solo huevo de tresher a cierta bióloga de
Deminol parecía en ese momento buena idea.
En ese momento. Pero no mereció
la pena.
¿Qué importa que me pagara el
transporte de ida y vuelta? Sí, fue en camarotes de primera clase, sin reparar
en gastos. Pero nunca me dijo que para llegar al nido de roca de tresher más
cercano era necesaria una caminata de tres
días por una pluviselva hiper desarrollada.
Sí, me proporcionó todo el
equipo, incluso una carabina bláster... pero nunca me dijo que podría
despertarme para encontrar un gato-cuchilla tinalliano desgarrando mis
provisiones o que un impacto directo sólo le haría sonreír. ¡Juro que esa cosa
se limitó a sonreír cuando le di!
Desde luego, me advirtió que
habría una difícil escalada hasta donde los treshers suelen anidar. Nunca
mencionó lo escarpada que sería la cara de la roca, o que la mayor parte de
ella estaba infestada de arañas de acantilado tinallianas. ¡Perdí la cuenta de
cuántas veces estuve a punto de caerme por tratar de quitarme de encima esas
malditas cosas! ¡A mitad de camino estaba pensando que debía pedir una paga
extra por semejante combate!
Bien, finalmente llego a la
cima. Diviso el nido de tresher. Estoy de suerte, me digo. Mamá y papá tresher
no están a la vista. Sólo tengo que acercarme, meter la mano en el nido,
agarrar un huevo y comenzar a descender.
Bueno, llego hasta el borde del
nido. Abro la cápsula incubadora. Miro a mi alrededor una última vez para
asegurarme de que nadie me observa. Meto la mano en el nido... ¡y recibo un
mordisco condenadamente fuerte! Esa cría de tresher piensa que soy la cena y me
arranca un pedazo de carne. Puede que sean pequeños, pero te aseguro que aún
pueden hacer bastante daño.
Dejo escapar un grito y la
pequeña bestia asoma la cabeza. Ahí estamos, mirándonos el uno al otro
fijamente a los ojos... y entonces se alza y deja escapar un alarido como nunca
hayas oído otro igual. Acto seguido, comienza a saltar, dando vueltas, gritando
y aleteando. Con mi mano herida no puedo apartarlo para agarrar el único huevo
del nido. Y cada vez que casi consigo agarrar ese huevo –ese huevo de 10.000
créditos- ese pequeño bastardo salta y vuelve a morderme otra vez... y otra...
y otra.
Esto tiene lugar durante tal vez
dos o tres minutos hasta que finalmente consigo agarrar el huevo. Justo cuando
comienzo a poner el huevo en la incubadora, esa gran sombra cae sobre mí, sobre
el nido, y sobre todo lo que hay a la vista. En ese momento no pienso con
claridad, ¡así que me limito a actuar por instinto! Rodando sobre mi espalda –cosa
bastante difícil en la cara de un acantilado, debo decir- tomo el bláster con
ambas manos y alzo la carabina para ocuparme de lo que fuera que estaba
proyectando esa sombra. Todo lo que recuerdo haber visto –justo antes de cerrar
los ojos, claro- son las garras de ave más grandes que jamás quisiera haber
visto tan de cerca.
Lo siguiente que sé es que hubo
una tremenda ráfaga de viento y se escuchó el sonido de las alas batiendo a mi alrededor.
Sé que ya no estoy en el acantilado, pero pasa un tiempo hasta que reúno el
coraje para abrir los ojos. Lo que veo me hace querer cerrarlos realmente
fuerte de nuevo. Todo lo que puedo ver debajo de mí es agua... cantidades
ingentes de agua fría y profunda.
Parece que conseguí evitar que
de descuartizaran extremidad tras extremidad cuando mamá tresher atacó, pero
ella agarró mi bláster... y yo me agarro a él por mi vida. En esos momentos,
ese gigantesco pájaro me transporta hacia el mar.
El final llegó muy pronto. Tal
vez a un centenar de metros de distancia y a 50 metros de altura, mamá tresher
me suelta. Caigo en el líquido; en ese momento, supuso un alivio, aunque me
rompiera las piernas. Tuve suerte de que vosotros estuvierais cerca para
pescarme. Ahora, si tenéis preparada para mí esa bonita celda seca, firmaré
esta declaración e iré a acurrucarme unos cuantos días sobre un agradable y
sólido suelo.
-Fragmento de una confesión firmada por Fendel Ramison, tal como
fue dictada a las autoridades tinallianas después de su arresto por violación
de los estatutos de conservación planetarios.
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