lunes, 7 de diciembre de 2015

Un viaje para el recuerdo

Tresher
Un viaje para el recuerdo
Rick D. Stuart

Echando la vista atrás, supongo que debía de estar loco para correr los riesgos que corrí. Sin embargo, pensar en 10.000 créditos por entregar un solo huevo de tresher a cierta bióloga de Deminol parecía en ese momento buena idea.
En ese momento. Pero no mereció la pena.
¿Qué importa que me pagara el transporte de ida y vuelta? Sí, fue en camarotes de primera clase, sin reparar en gastos. Pero nunca me dijo que para llegar al nido de roca de tresher más cercano era necesaria  una caminata de tres días por una pluviselva hiper desarrollada.
Sí, me proporcionó todo el equipo, incluso una carabina bláster... pero nunca me dijo que podría despertarme para encontrar un gato-cuchilla tinalliano desgarrando mis provisiones o que un impacto directo sólo le haría sonreír. ¡Juro que esa cosa se limitó a sonreír cuando le di!
Desde luego, me advirtió que habría una difícil escalada hasta donde los treshers suelen anidar. Nunca mencionó lo escarpada que sería la cara de la roca, o que la mayor parte de ella estaba infestada de arañas de acantilado tinallianas. ¡Perdí la cuenta de cuántas veces estuve a punto de caerme por tratar de quitarme de encima esas malditas cosas! ¡A mitad de camino estaba pensando que debía pedir una paga extra por semejante combate!
Bien, finalmente llego a la cima. Diviso el nido de tresher. Estoy de suerte, me digo. Mamá y papá tresher no están a la vista. Sólo tengo que acercarme, meter la mano en el nido, agarrar un huevo y comenzar a descender.
Bueno, llego hasta el borde del nido. Abro la cápsula incubadora. Miro a mi alrededor una última vez para asegurarme de que nadie me observa. Meto la mano en el nido... ¡y recibo un mordisco condenadamente fuerte! Esa cría de tresher piensa que soy la cena y me arranca un pedazo de carne. Puede que sean pequeños, pero te aseguro que aún pueden hacer bastante daño.
Dejo escapar un grito y la pequeña bestia asoma la cabeza. Ahí estamos, mirándonos el uno al otro fijamente a los ojos... y entonces se alza y deja escapar un alarido como nunca hayas oído otro igual. Acto seguido, comienza a saltar, dando vueltas, gritando y aleteando. Con mi mano herida no puedo apartarlo para agarrar el único huevo del nido. Y cada vez que casi consigo agarrar ese huevo –ese huevo de 10.000 créditos- ese pequeño bastardo salta y vuelve a morderme otra vez... y otra... y otra.
Esto tiene lugar durante tal vez dos o tres minutos hasta que finalmente consigo agarrar el huevo. Justo cuando comienzo a poner el huevo en la incubadora, esa gran sombra cae sobre mí, sobre el nido, y sobre todo lo que hay a la vista. En ese momento no pienso con claridad, ¡así que me limito a actuar por instinto! Rodando sobre mi espalda –cosa bastante difícil en la cara de un acantilado, debo decir- tomo el bláster con ambas manos y alzo la carabina para ocuparme de lo que fuera que estaba proyectando esa sombra. Todo lo que recuerdo haber visto –justo antes de cerrar los ojos, claro- son las garras de ave más grandes que jamás quisiera haber visto tan de cerca.
Lo siguiente que sé es que hubo una tremenda ráfaga de viento y se escuchó el sonido de las alas batiendo a mi alrededor. Sé que ya no estoy en el acantilado, pero pasa un tiempo hasta que reúno el coraje para abrir los ojos. Lo que veo me hace querer cerrarlos realmente fuerte de nuevo. Todo lo que puedo ver debajo de mí es agua... cantidades ingentes de agua fría y profunda.
Parece que conseguí evitar que de descuartizaran extremidad tras extremidad cuando mamá tresher atacó, pero ella agarró mi bláster... y yo me agarro a él por mi vida. En esos momentos, ese gigantesco pájaro me transporta hacia el mar.
El final llegó muy pronto. Tal vez a un centenar de metros de distancia y a 50 metros de altura, mamá tresher me suelta. Caigo en el líquido; en ese momento, supuso un alivio, aunque me rompiera las piernas. Tuve suerte de que vosotros estuvierais cerca para pescarme. Ahora, si tenéis preparada para mí esa bonita celda seca, firmaré esta declaración e iré a acurrucarme unos cuantos días sobre un agradable y sólido suelo.
-Fragmento de una confesión firmada por Fendel Ramison, tal como fue dictada a las autoridades tinallianas después de su arresto por violación de los estatutos de conservación planetarios.

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