martes, 1 de diciembre de 2015

Una bestia repugnante y solitaria


Slork
Una bestia repugnante y solitaria
Phil Brucato

-¡Sark! –maldijo Kendrell, deseando haber llevado consigo un respirador-. ¿Qué es ese olor?
Deeka se detuvo, examinando la zona.
-Es verdad, huele horrible –convino-, pero nunca me he encontrado un olor semejante.
Los mosquitos de la selva zumbaban esporádicamente alrededor de las cabezas de los viajeros espaciales. Kendrell se los apartó con la mano por millonésimo cuarta vez y se limpió el sudor de la cara.
-¡Entre este calor, estos bichos y esa peste, Maxim va a tener que meterme en una camilla médica!
-Deja de protestar –murmuró Deeka-. ¡Ajá! Ahí está.
Lo que estaba allí era un reptante montón de desechos grasientos, de aproximadamente un metro de largo y grotescamente gordo. Grandes uñas negras, cubiertas de mucosidad brillante, sobresalían de las garras verrugosas de la criatura. Incluso Dekka, la imperturbable exploradora, sentía repugnancia. Un profundo bufido, a mitad de camino entre un gruñido y un eructo, retumbó desde la panza de la cosa cuando esta se levantó y contempló a sus visitantes.
Kendrell alzó su bláster.
-¿Qué pretendes hacer? –le gritó Deeka mientras él apuntaba.
-“Pretendo” volatilizar esa cosa –replicó Kendrell-. No quiero convertirme en su cena.
La cosa en cuestión examinó el aire con su hocico. Los orificios nasales temblaban con cada palabra que decían los viajeros.
-No vas a volatilizar nada, Kendrell Shell. Eso no te está amenazando –exclamó Deeka, bloqueando su línea de tiro. Deeka sintió cómo el aura del piloto latía de irritación, pero él no dijo nada.
El slork brillaba reflejando la luz del sol filtrada. La peste emanaba de él en oleadas. Deeka titubeó un poco.
-Es repulsivo –convino-. Marchémonos de aquí.
-Desde luego –respondió el piloto, alejándose del excavador de basura. Al dar media vuelta, Kendrell advirtió por el rabillo del ojo algo llamativo en el suelo. Volvió a mirar, más de cerca.
-¿Eso es...?
Deeka miró al suelo y se estremeció.
-Lo es –dijo-. Pero esa pobre persona lleva ya algún tiempo muerta.
-¿Sigues pensando que esa cosa no es una amenaza? –preguntó Kendrell a su socia.
-No si nos vamos de este sitio –replicó ella-. Vámonos.
El slork observó cómo se marchaba la pareja, y luego continuó comiendo tranquilamente.

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