miércoles, 4 de marzo de 2009

Ascensión y caída de Darth Vader (VIII)

Capítulo 6

Como aprendiz padawan de Obi-Wan Kenobi, Anakin Skywalker ambicionaba llegar a ser un Caballero Jedi. En cualquier caso, los sacrosantos muros del Templo Jedi no veían la ambición con buenos ojos, y los Maestros Jedi insistían en que Anakin se dedicase a un estudio más serio de la Fuerza y la historia de los Jedi.
Aprendió acerca de la naturaleza de la Fuerza, el campo de energía generado por todos los seres vivos, que lo abarcaba todo y mantenía unida la galaxia. Los antiguos Jedi habían aprendido a manipular la Fuerza y eligieron usarla desinteresadamente para ayudar a los demás. Identificaron dos lados de la Fuerza: el lado luminoso, que ofrecía gran conocimiento, paz y serenidad; y el lado oscuro, que estaba repleto de miedo, odio y agresión. Hacía mucho tiempo, un grupo de Jedi había caído en el lado oscuro y fueron exiliados a una región desconocida del espacio, donde llegaron a dominar a la especie sith y se autodenominaron Señores de los Sith. Los investigadores Jedi llegaron a la conclusión de que el asesino de Qui-Gon Jinn era un Señor de los Sith, el primero en aparecer en el espacio de la República desde hacía mil años.
Anakin también aprendió acerca de los midiclorianos, formas de vida microscópicas encontradas en todos los seres vivos, que podían determinar la magnitud de los poderes de un Jedi. Un análisis sanguíneo había determinado que el cuerpo de Anakin contenía más midiclorianos que ningún Jedi conocido, incluso el gran Maestro Jedi Yoda, lo que condujo a algunos Jedi a creer que tenía el potencial para convertirse en el Jedi más poderoso de la historia.
Los Archivos Jedi contaban con cantidad de Holocrones Jedi, antiguos dispositivos que proyectaban hologramas y servían como herramientas educativas interactivas, y fue a través de los holocrones como Anakin supo más acerca de la profecía del Elegido, un Jedi que destruiría a los Sith y llevaría el equilibro a la Fuerza. Sólo podía imaginarse las ramificaciones de la profecía, pero se sentía muy, muy orgulloso cuando recordaba cómo Qui-Gon Jinn había dicho al Consejo Jedi que creía que Anakin era el Elegido.
Pero Anakin también sentía la amargura de no haber sido elegido por Obi-Wan, quien sólo le había aceptado como aprendiz obligado por su palabra a Qui-Gon. Debido a que Anakin no había sido entrenado desde su más tierna infancia en el Templo, como casi todos los demás padawans, varios Maestros Jedi aceptaban el hecho de que le faltaba la disciplina de sus compañeros. No aceptaban de tan buen grado, sin embargo, su comportamiento arrogante cuando demostraba sus habilidades.
Soy más poderoso en la Fuerza que algunos de mis instructores, pensaba Anakin, ¡y lo saben!
Como la ambición, el orgullo y la arrogancia no eran rasgos aceptables para un Jedi, ni siquiera si finalmente resultase cierto que se trataba del Elegido. Muchos Jedi se mantenían cautos ante él.
Tan sólo están celosos.
Anakin disfrutaba siendo elogiado por Obi-Wan, pero a menudo se volvía arisco cuando era reprendido. Obi-Wan le aseguraba que él mismo había sido frecuentemente reprendido por Qui-Gon para que fuese más cauteloso en la Fuerza, pero de algún modo la más ligera crítica conseguía que Anakin se sintiera herido. Al principio me decían que me esforzara al máximo, ¡y ahora me dicen que he ido demasiado lejos!
Obi-Wan empatizaba con él. Sabía que la procedencia de Anakin -al igual que sus formidables poderes- le apartaban de los demás padawans, e incluso lo alejaban de algunos de los Maestros Jedi. Después de todo, en muchos idiomas de la galaxia “Maestro” también significaba “Amo”, y Anakin tenía una desafortunada historia con esa palabra.
No saben lo que es nacer en la esclavitud.
También tenía dificultades para ajustarse a un entorno que desalentaba el odio al igual que el amor, ya que ambas emociones podían nublar el juicio de un Jedi y conducirle hacia pensamientos y acciones negativos. El chico no podía de repente olvidar a su madre, como no podía dejar de quererla. No podía dejar de echarla de menos, o lamentar el hecho de que la orden Jedi desalentaba el contacto con los parientes.
¿Por qué no me ayudan a liberar a mi madre? ¡No es justo! ¡No es justo!
Innumerables veces, Obi-Wan le explicaba que cada Jedi tenía que obedecer las directrices del Consejo Jedi, y nunca podía usar la Fuerza para fines personales. Insistió a Anakin para que considerase cómo la liberación de un esclavo en Tatooine podría conducir a la muerte de otros, ya que muchos esclavistas podrían preferir destruir su “propiedad” que liberarla de sus ataduras. Los Jedi también tendrían que responder ante el Senado Galáctico, y en esos momentos, el Senado tenía poco interés en cualquier cosa que pasara en Tatooine.
¿Por qué los Jedi tienen que responder ante cualquiera?, se preguntaba Anakin.
A pesar del deseo de Anakin de alejarse del esclavo que un día fue, era incapaz, o no estaba dispuesto, a despojarse de los demás aspectos que lo habían definido en Tatooine. Aún soñaba con la gloria, aún ansiaba aventuras, y nunca perdió el apetito por las emociones a gran velocidad y el deseo de probarse en competiciones.
Con el paso de los años, las acciones de Anakin a menudo ponían a prueba la paciencia de su maestro. A los doce años, voló en carreras ilegales en los conductos de basura de las entrañas de Ciudad Galáctica, en Coruscant. Cuando tenía casi trece, construyó su primer sable de luz, que pronto usó para estar a punto de quitar la vida a un importante esclavista llamado Krayn. A los quince, durante una misión con Obi-Wan en la que servían como guardianes de la paz en los Juegos Galácticos del planeta Euseron, compitió en una carrera de vainas ilegal para ganar la libertad de un esclavo. A los diecisiete, su rivalidad con otro padawan le condujo a un resultado muy desafortunado en Korriban, el antiguo planeta natal de los Sith. Más tarde ese mismo año, circunstancias inusuales le llevaron a entrar en una carrera de vainas contra su némesis de niñez, Sebulba, en Ryloth.
Con el tiempo, Anakin se dio cuenta de que Obi-Wan era el único Jedi que rehusaba rendirse con él. Llegó a ver a Obi-Wan como la figura del padre que nunca tuvo, aunque Qui-Gon Jinn realmente había estado cerca en ese aspecto. Llegó el tiempo en que Anakin y Obi-Wan aprendieron a confiar el uno en el otro y se convirtieron en buenos amigos. Al igual que la antigua colaboración de Obi-Wan con Qui-Gon, se ganaron una reputación de equipo capaz, tan sintonizados que podían sentir la presencia del otro a través de grandes distancias. Aunque principalmente les llamaban para misiones diplomáticas, también les enviaban a muchos encargos peligrosos.
Para gran sorpresa de Anakin, el Canciller Supremo Palpatine tomó especial interés en él y sus actividades. Una y otra vez, Palpatine decía a Anakin que era el Jedi más dotado que jamás hubiera conocido, y que preveía que Anakin llegaría algún día a ser más poderoso que el Maestro Yoda.
Pero a pesar de toda la confianza de Anakin en sus poderes, de todos sus logros y victorias, y de todas las lecciones aprendidas en la década que siguió a la Batalla de Naboo, nada le había preparado, a los veinte años, para su encuentro con Padme Amidala.

-¿Ani? -dijo Padme, apartándose para contemplar mejor al joven alto que permanecía junto a Obi-Wan en su apartamento de Coruscant. Los dos Jedi acababan de volver de una misión para resolver una disputa fronteriza en Ansion cuando se les dijo que se reunieran con Padme, quien había continuado sirviendo a su planeta natal como Senadora Galáctica tras completar su segundo mandato como Reina electa de Naboo. También presente en el apartamento se encontraban Jar Jar Binks y un oficial de seguridad de Naboo. Padme y Jar Jar no habían visto a Obi-Wan y Anakin en diez años, y Padme sonrió a Anakin cuando dijo-: Vaya, sí que has crecido.
Deseando mostrar madurez en su voz, Anakin respondió sin pensar.
-Tú también. -Qué estupidez acabo de decir. ¡La última vez que la vi, ella era más alta que yo! Trató de recuperarse de su vergüenza, y añadió-: En belleza, quiero decir. -¿He dicho yo eso?- B-bueno, para ser senadora. -¡Todo el mundo en esta sala debe pensar que soy idiota!
Padme rió.
-Ani, tú siempre serás para mí aquel niño que conocí en Tatooine.
Anakin se sintió hundido. Había pensado en Padme cada día desde su primer encuentro, y no quería que ella pensase en él como “aquel niño”.
Es incluso más hermosa de lo que recordaba.
Pese a que los viejos amigos estaban contentos de volver a verse, las circunstancias de su reunión eran graves. El Senado Galáctico había llegado a ser tan corrupto que los ciudadanos de muchos mundos estaban amenazando con finalizar su lealtad con la República y crear su propio gobierno. Un antiguo Jedi, el carismático Conde Dooku, había comenzado a organizar ese movimiento separatista, y muchos creían que la situación desembocaría en una guerra civil total. Debido a que la orden Jedi no estaba preparada para un conflicto de esa magnitud, muchos senadores querían crear un ejército para defender y mantener la República.
Esperando encontrar una resolución pacífica, la senadora Amidala había viajado a Coruscant para emitir su voto contra el Acta de Creación Militar, pero casi resulta asesinada a su llegada. En una terrorífica emboscada, su nave estelar resultó destruida y seis personas, incluyendo una de sus guardaespaldas, murieron. A petición del Canciller Supremo Palpatine, Obi-Wan y Anakin habían sido asignados para proteger a Padme.
Para empeorar las cosas, en las últimas semanas Anakin estaba siendo perturbado por una serie de sueños en los que su madre estaba en peligro. Consideró si esos sueños podrían ser algún tipo de premonición del ataque de Padme, pero sentía que las visiones no tenían relación. En la pesadilla más inquietante, su madre se había convertido en una estatua de cristal y se hizo añicos ante sus ojos. Sólo fue un mal sueño, trataba de convencerse Anakin mientras se enfocaba en su misión.
Había sido idea de Padme usarse como cebo para atraer al misterioso asesino hasta las manos de los Jedi.
-Es una mala... Quiero decir, no es una buena idea, senadora -dijo Anakin al escuchar su plan. Tras él, R2-D2 silbó en lo que parecía ser una muestra de acuerdo. Aunque Anakin estaba secretamente feliz de haber tenido este momento a solas con Padme en su apartamento, casi deseaba que Obi-Wan estuviera con ellos en ese instante, en lugar de reunirse con el Consejo Jedi, para que él también tratase de convencer a Padme.
-Mudarme a un apartamento diferente sólo retrasará otro ataque -dijo Padme.
-Pero lo que estás sugiriendo es demasiado peligroso. Puedes resultar herida.
-Es una posibilidad -dijo Padme-. Pero si nos preparamos para un ataque en este apartamento y cubrimos realmente todos los ángulos, entonces podremos tener una ventaja sobre el asesino, ¿no es cierto? Y Erredós puede ayudar...
Alejando su mirada de Padme, Anakin negó con la cabeza.
-Aún sería muy arriesgado -dijo-. Por lo que sabemos, podría tratarse de un ejército entero de asesinos
Padme dio un paso acercándose a Anakin, obligándole a girarse y encontrarse con su mirada.
-No tengo ningún interés en morir, Anakin -dijo-, pero no quiero que más gente inocente pierda su vida porque alguien me quiere muerta. Si puedes entender eso, entonces me ayudarás a hacer esto.
Por mucho que Anakin quisiera atrapar a la gente que había intentado matar a Padme, sabía que Obi-Wan no estaría muy dispuesto a aprobar la idea de usar a Padme como cebo.
-De acuerdo, senadora -dijo Anakin, a pesar de sus mejores juicios-. Te ayudaré.
Obi-Wan no supo acerca del plan hasta más tarde, aquella noche, cuando Padme ya estaba durmiendo. A pesar de sus preparativos y de la atenta presencia de R2-D2. Obi-Wan y Anakin tuvieron que moverse rápidamente para interceptar a la pareja de kouhuns -pequeños y letales artrópodos- que invadieron el apartamento de la senadora durmiente y sigilosamente se deslizaron hasta su cama. Los Jedi tuvieron que moverse incluso más rápido para atrapar a la asesina que había soltado los kouhuns.
Viajando con deslizadores aéreos y su instinto, los Jedi persiguieron su presa durante más de 100 kilómetros a través de los cielos y las calles de la Ciudad Galáctica antes de que su caza terminase en un club nocturno abarrotado. Aunque la asesina parecía ser una humana de piel suave, realmente era una metamorfa clawdite que llevaba un mono elástico oscuro que permanecía ceñido cuando cambiaba de forma. Dentro del club nocturno, su intento de disparar a Obi-Wan por la espalda acabó con el Jedi usando su sable de luz para desarmarla, cortándole el brazo. La clawdite seguía en shock cuando Obi-Wan la arrastró por una salida y la condujo a un callejón en el exterior del club. Anakin caminaba a su lado, y el aspecto de brillante rabia que lucía en sus ojos fue todo el poder que necesitó para conseguir que los lugareños despejasen el callejón.
La clawdite gimió cuando Obi-Wan dejó su cuerpo tremulante en el suelo del callejón. Anakin esperaba que siguiera consciente el tiempo suficiente para ofrecer algunas respuesta. Obi-Wan miró a los ojos de la clawdite.
-¿Sabes a quién has intentado matar?
-A la senadora de Naboo -murmuró la clawdite.
-¿Quién te contrató?
Los músculos de su cara sufrieron un espasmo mientras intentaba mantener un rostro humano.
-Era un trabajo -murmuró.
Acuclillándose junto a la clawdite, Anakin sintió su rabia crecer ante esta criatura que consideraba matar a Padme sólo “un trabajo”. Necesitó todo su autocontrol para mantener un tono calmado y educado cuando se inclinó hacia ella.
-¿Quién te contrató? Dínoslo.
Los ojos de la clawdite giraron hacia Anakin. No respondió de inmediato.
-¡Que nos lo digas! -rugió Anakin entonces.
La clawdite tragó saliva.
-Un cazarrecompensas -dijo-, llamado...
Su frase se vio interrumpida por un pequeño proyectil que cayó zumbando para clavarse en su cuello. Anakin y Obi-Wan giraron rápidamente sus cabezas y siguieron la trayectoria del proyectil hasta un tejado elevado, donde un hombre con armadura y una mochila cohete se elevó de pronto hacia el cielo y desapareció.
Los dos Jedi volvieron a mirar a la clawdite, cuya carne se volvió de color verde oscuro mientras sus rasgos se deformaban hasta quedar en su configuración natural.
-Wee shahnit... sleemo -balbuceó antes de que su cabeza cayera inerte.
Con sus conocimientos fluidos de huttés, Anakin entendió las últimas palabras de la asesina: cazarrecompensas bola de fango. Y con gran amargura, deseó que en vez de eso les hubiera dado un nombre.
Obi-Wan se inclinó hacia el cuello de la clawdite muerta y retiró el proyectil, un pequeño chisme odioso que tenía aletas estabilizadoras para disparos de largo alcance y una punta con aguja inyectora.
-Un dardo tóxico -observó Obi-Wan.
Anakin sintió algo de alivio por el hecho de que al menos una asesina ya no podría hacer daño a Padme. Tienes lo que te mereces, pensó, mirando al cadáver de la clawdite.
Y entonces tembló. Sabía que no era el estilo Jedi pensar que nadie mereciera morir.
Pero lo pensaba de todas maneras.

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