Capítulo 7
Debido a que la senadora Amidala seguía en peligro, el Consejo Jedi ordenó a Obi-Wan que siguiera la pista del escurridizo cazarrecompensas mientras que Anakin escoltaba a Padme de regreso a Naboo. Para evitar que nadie supiera la localización de Padme, ella y Anakin se disfrazaron de refugiados y partieron con R2-D2 en un carguero estelar con rumbo al sistema Naboo. Anakin seguía muy preocupado por la seguridad de Padme, pero en secreto estaba encantado porque su misión -su primera misión oficial sin su Maestro- le permitiría pasar más tiempo con la joven a la que adoraba desde su niñez.
¿Es posible que ella también sienta algo por mí? Anakin no podía dejar de preguntárselo.
En el interior del carguero de diseño Naboo, se mantuvieron entre los emigrantes en la bodega de pasaje. Anakin se aventuró a descabezar un sueño durante el largo vuelo, pero fue visitado por otra pesadilla.
-No, no, mamá, no... -murmuraba en sueños, cuando se despertó con un sobresalto. Padme estaba junto a él, mirándole. Un poco confuso, le devolvió la mirada-. ¿Qué? -dijo.
-Parecías tener una pesadilla.
Anakin no hizo ningún comentario. Pero después, mientras compartían una comida de pan y gachas, Padme insistió.
-Antes soñabas con tu madre, ¿no es así?
-Sí -admitió Anakin-. Hace tanto tiempo que dejé Tatooine. Mis recuerdos de ella se desvanecen. No quiero perderlos. Últimamente, la he estado viendo en mis sueños... son sueños muy vividos... sueños terribles. Estoy preocupado por ella.
Justo entonces, R2-D2 llegó junto a ellos y emitió un silbido electrónico. El carguero estelar había llegado al sistema de Naboo.
Anakin acompañó a Padme a todas partes en Naboo, y pronto conoció a su familia. Al principio, Padme trató a su guardián Jedi como a una sombra ligeramente molesta que la seguía en cada movimiento. Parecía tan determinada a ocultar su información personal como él lo estaba a descubrirla, y negó a su propia hermana que su relación con Anakin fuese otra cosa salvo profesional.
Pero conforme pasaban los días, se fue relajando más en presencia del joven que iba constantemente a su lado, y sus conversaciones cambiaron de su devoción a la política y sus preocupaciones acerca de la seguridad a temas más íntimos. En cuanto a Anakin, descubrió los nostálgicos recuerdos de Padme acerca de los niños que había conocido cuando trabajaba como cooperante, y sus lugares favoritos de Naboo.
Debido a que Anakin había crecido bajo los asfixiantes soles de Tatooine, casi sentía frío en la mayor parte de los mundos que había visitado, pero con Padme en Naboo se sintió -por primera vez en su vida- realmente cómodo. Y feliz.
Estaban de pie en una terraza ajardinada, en un chalet desde el que se veía un lago, y Padme llevaba un vestido que mostraba la suave piel de su espalda y sus brazos cuando Anakin se acercó cauteloso a su rostro y la besó. Ella no se resistió, pero unos segundos después de que sus labios se encontrasen, retrocedió.
-No -dijo. Se alejó, fijando sus ojos en el lago ante ellos-. No he debido hacerlo -dijo.
Anakin había estado ansiando besarla desde su encuentro en Coruscant, pero nunca había planeado hacerlo, tan sólo imaginado que realmente lo hacía. La aceptación de Padme al devolverle el beso había sido su mayor momento de dicha, y ser rechazado tan abruptamente le dejó devastado, avergonzado y confuso. Siguió su mirada hacia las tranquilas aguas.
-Lo siento -dijo.
Siento que no tengas por mí los mismos sentimientos que yo por ti.
Anakin trató de fingir que el beso nunca había tenido lugar. Pero cada minuto que pasaba tras ese momento junto al lago, cada instante que pasaba junto a Padme, se sentía más torturado, como si su corazón se hubiera convertido en una herida abierta. Incapaz de descartar sus sentimientos, se enfrentó a Padme, quien le recordó que a los Jedi no se les permitía casarse y que ella era una senadora con cosas más importantes que hacer que enamorarse. Cuando Anakin, sugirió que podrían mantener una relación secreta, ella le dijo que se negaba a vivir en una mentira.
Anakin comenzó a plantearse su lugar en la orden Jedi. Cuanto más pensaba en las reglas que había que seguir y el tiempo que había que dedicar a la meditación y el entrenamiento, tanto más dudaba de la lógica de tanto sacrificio personal. ¿Tan mal está que Padme me importe tanto? ¿O que aún eche de menos a mi madre y me preocupe por ella? Por primera vez desde que era un Jedi, se encontró considerando seriamente la posibilidad de renunciar a su sable de luz, abandonar la orden, y convertirse en un ciudadano de la galaxia.
Trató de imaginarse con otro trabajo. Estaba seguro de que podría encontrar trabajo como piloto o mecánico. ¿Pero hacer ese tipo de trabajo me haría feliz? La respuesta vino inmediatamente a Anakin: la única cosa que le haría feliz era estar con Padme.
¿Pero que pasaría si dejo de ser un Jedi y ella sigue sin ver ninguna posibilidad de futuro conmigo? ¿Entonces qué? Era demasiado agobiante como para imaginarlo.
Mientras que los momentos en los que Anakin estaba despierto habían llegado a ser emocionalmente dolorosos, dormir era incluso peor. Una mañana, estaba de pie en el balcón, meditando con los ojos cerrados, cuando sintió que Padme se le acercaba por detrás.
-Anoche tuviste otra pesadilla -dijo.
-Un Jedi no tiene pesadillas -replicó sucintamente.
-Te oí.
Anakin no puso en duda que lo hubiera hecho. La pesadilla había sido la peor hasta la fecha.
-Vi a mi madre -dijo, abriendo los ojos. Girándose hacia Padme, luchó por evitar que su voz temblase-. Está sufriendo, Padme. La vi con tanta claridad como te veo a ti. -Lanzó un largo suspiro, despejando a duras penas la presión que estaba creciendo en su interior. Temía que el sueño de la última noche no hubiera sido una premonición, sino una visión de sucesos que ya habían tenido lugar-. Siente mucho dolor -continuó-. Sé que desobedezco mi mandato de protegerte, senadora, pero tengo que irme. ¡Debo ayudarla!
-Iré contigo -dijo Padme.
-Lo siento -dijo Anakin-. No tengo elección.
No había esperado la posibilidad de que ella quisiera ir con él a Tatooine. Puedo seguir viéndola. Obi-Wan no lo aprobaría, pero... no es su decisión.
Sin avisar a Obi-Wan o al Consejo Jedi de sus planes, Anakin, Padme y R2-D2 abandonaron Naboo en un esbelto yate Nubian clase H. Los fragantes aromas del exuberante y fértil planeta natal de Padme seguían frescas en las fosas nasales de Anakin cuando avistaron el desolado y yermo planeta de arena.
Descendiendo a través de la atmósfera, volaron hacia el espaciopuerto de Mos Espa. Tras aterrizar y asegurar la nave en uno de los profundos pozos abiertos que servían como bahías de atraque, Anakin alquiló un rickshaw con tracción droide para llevarles a Padme y a él hasta la tienda de chatarra de Watto. R2-D2 fue rodando tras ellos.
Anakin no estaba seguro de cómo reaccionaría cuando volviera a ver a Watto. Aunque su antiguo amo había sido más amable que otros dueños de esclavos, Anakin siempre había estado resentido por el hecho de que Watto se negase a liberar a su madre. Toda la culpa no es de Watto, rumió Anakin, preguntándose cuánto se había esforzado Qui-Gon en intentar liberar a Shmi. La esclavitud estaba permitida allí, y Watto sólo era un hombre de negocios.
Pronto llegaron a la tienda de Watto, donde encontraron al viejo toidariano sentado a la entrada. No fue una especial sorpresa que Watto no reconociera al joven y alto Jedi que se encontraba ante él, pero cuando Anakin dijo que estaba buscando a Shmi Skywalker, Watto hizo la conexión.
-¿Ani? -balbuceó Watto con incredulidad-. ¿El pequeño Ani? ¡Nahhh! -Abrió los ojos como platos, y entonces aleteó-. ¡Eres Ani! -gritó-. ¡Eres tú! Menudo estirón has pegado.
Watto informó entonces a Anakin que había vendido a Shmi unos años antes a un granjero de humedad llamado Lars, y que había oído que Lars liberó a Shmi y se casó con ella. Por suerte, los archivos de Watto proporcionaron la ubicación de la granja de humedad, que estaba cerca de un pequeño asentamiento llamado Anchorhead.
Tras volver a su nave y despegar de la bahía de atraque, Anakin, Padme y R2-D2 se dirigieron hacia el Mar de las Dunas del norte. Sólo fue cuestión de minutos hasta que tomaron tierra al borde de una granja, que consistía en evaporadores recolectores de humedad dispersos alrededor de una pequeña estructura con forma de cúpula. La cúpula era la entrada a un hogar subterráneo y a un patio anexo que quedaba en un pozo abierto. R2-D2 se quedó con la nave mientras Anakin y Padme caminaban hacia la cúpula. Una vez allí, fueron recibidos por un droide de protocolo completamente cubierto por placas metálicas.
-¡Oh! -exclamó el droide cuando se percató de los dos humanos que se acercaban. El droide estaba haciendo un ajuste menor a un droide binocular Treadwell, pero entonces se giró hacia Anakin y Padme-. Hmm, oh, hola. ¿En qué puedo servirles? Soy C...
-¿Trespeó? -dijo Anakin, preguntándose si su madre había sido la responsable de poner la cubierta de metal al cuerpo del droide.
Confuso, C-3PO inclinó su cabeza ligeramente.
-Oh, ah... -Entonces lo entendió-. ¡El hacedor! ¡Oh, amo Ani! Sabía que volvería. ¡Lo sabía! Y la Señorita Padme. Oh, vaya.
C-3PO les condujo bajando un tramo de escaleras al patio, donde un hombre y una mujer jóvenes salieron sorprendidos de una puerta con forma de arco. La pareja llevaban túnicas grises de desierto, que eran comunes en el planeta arenoso. El hombre tenía una complexión fornida, con fuertes brazos de granjero.
-Amo Owen, le presento a dos visitantes sumamente importantes -dijo C-3PO.
-Soy Anakin Skywalker -dijo Anakin.
-Owen Lars -dijo Owen, con aire ligeramente nervioso-. Oh, esta es mi novia, Beru -dijo, señalando a la mujer a su lado.
Beru sonrió tímidamente, e intercambió saludos con Padme.
Manteniendo sus ojos en Anakin, Owen continuó.
-Creo que somos hermanastros. Sabía que algún día aparecerías.
Ansioso e impaciente, Anakin barrió el patio con la mirada.
-¿Mi madre está aquí? -dijo.
-No, no está -respondió una profunda voz tras él. -Anakin y Padme se volvieron para ver a un hombre mayor cuyos rasgos canosos indicaban que obviamente era el padre de Owen. Estaba sentado en una mecano-silla flotante, y su túnica estaba recogida para mostrar que su pierna derecha era un muñón vendado-. Cliegg Lars -se presentó mientras la silla le acercaba lentamente-. Shmi es mi esposa. Es mejor que entremos. Hay mucho de que hablar.
Unos minutos más tarde, en las sombras del comedor, Anakin y Padme estaban sentados en una mesa rectangular con Cliegg y Owen.
-Fue antes de romper el alba -relató Cliegg-. Surgieron de la nada. Una partida de caza de bandidos tusken.
Anakin sintió un pinchazo en el estómago.
-Tu madre -continuó Cliegg, mientras Beru colocaba una bandeja de bebidas en la mesa- había salido temprano, como siempre hacía, a recoger las setas que crecen en los vaporizadores. Por el rastro, estaba a medio camino cuando la cogieron. Los tusken andan como hombres, pero son monstruos, viles y salvajes. Treinta hombres iniciamos la búsqueda. Sólo volvimos cuatro. Yo habría seguido buscando, pero, tras perder la pierna... Me siento incapaz de cabalgar... ha-hasta que me cure.
Anakin bajó su mirada hacia las bebidas de la mesa, intactas. Sus músculos faciales se tensaron nerviosamente mientras pensaba. Si hubiera salido de Tatooine conmigo. Si no la hubiera dejado atrás... Anakin no había tenido mucho tiempo para desarrollar una opinión acerca de Cliegg Lars. Inicialmente, había sentido cierta gratitud al hombre que ayudó a liberar a su madre de Watto. Pero debido a que Cliegg había llevado a su esposa a vivir en esa zona desolada por la que deambulaban los tusken, Anakin no pudo evitar sentir una rabia amarga. ¡Si no la hubieras traído aquí!
-No quiero darla por perdida -dijo Cliegg-, pero ya ha pasado un mes. Es muy difícil que continúe con vida.
Esforzándose con todo su ser para controlar su ira, Anakin se levantó y se alejó de la mesa.
-¿A dónde vas? -preguntó Owen.
Anakin lanzó una mirada acusadora a Owen.
-A buscar a mi madre -replicó.
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