miércoles, 17 de octubre de 2012

Huída de Balis-Baurgh

Huída de Balis-Baurgh
Paul Balsamo

-Pero, ¿por qué tienes que irte otra vez, Papá? –me preguntó Ponto mientras le metía en la cama.
Miré a mi hijo y quise decirle que no iba a irme a ninguna parte. Quería decirle que me quedaría ahí con él y su madre en la aldea de la Tribu Panshee, que tocaría mi flauta en las ceremonias tribales, iría de cacería con los otros guerreros, y escucharía historias de cómo nuestra tribu ayudó a defender Endor de la malvada Tribu Imperio.
-Ya hemos pasado por esto antes, Ponto -comencé a decir, sin embargo-. Tengo que ayudar a Junas a rescatar a sus amigos del lugar de la Tribu Imperio.
-¿No puedo ir contigo? ¿Por favor, por favor, Papá? -lloriqueó.
-Es un viaje demasiado peligroso para un joven ewok. -Al ver la mirada de dolor en su pequeño rostro, cambié de táctica-. Además, necesito que cuides de tu madre mientras yo no esté. Nunca se sabe si la Tribu Imperio va a volver.
-Yo la protegeré, Papá –dijo Ponto con orgullo, golpeándose con su pequeño puño en el pecho.
-Gracias, Ponto, sé que lo harás. Ahora a dormir. Nos diremos adiós por la mañana.
Al darme la vuelta para irme, Ponto suplicó:
-¿Me cuentas la historia del lugar de la Tribu Imperio, por favor?
A pesar de que ya la había oído infinidad de veces y de que yo realmente necesitaba descansar, no podía pensar en otra cosa que prefiriera hacer en mi última noche en la aldea de la Tribu Panshee...

***

Yo estaba en una de mis habituales cacerías en solitario, a unas dos noches de distancia de la aldea de la Tribu Panshee, cuando olfateé el rastro de un reekojee. En una batalla de lanza contra garra, se necesitarían por lo menos cinco guerreros Panshee para derrotar a un reekojee. Para que un guerrero solo pudiera matar a uno, necesitaría astucia e inteligencia. Por suerte, poseo una gran cantidad de ambas. Decidí poner una trampa. La zona estaba densamente poblada por pájaros gunla, una de las presas favoritas de un reekojee. Capturé una de las aves y la até a una trampa en medio de un claro. Entonces, me escondí en un arbusto cercano para esperar.
Esperé allí, observando los Grandes Árboles que custodiaban el claro y escuchando el canto de sus hojas meciéndose en la brisa. Entonces, sentí que el reekojee se acercaba. Yo no lo podía ver, pero los espíritus de los Árboles me revelaban su ubicación en su canción. El reekojee se movía hacia su presa a un ritmo inusualmente lento. Temía que el reekojee hubiera sentido la trampa.
Entonces, algo se deslizó entre los árboles al otro lado del claro. Era marrón, de unos dos ewoks de altura. Tenía manchas de pelo negro y dos pequeños y brillantes ojos verdes. Se detuvo a corta distancia del pájaro gunla y sacó un pequeño palo negro. No era el reekojee.
Mientras trataba de averiguar qué era esa criatura era, por qué estaba ahí, y para qué servía el pequeño bastón negro, el reekojee apareció. Era una masa descomunal de pelaje verde, con dos largos brazos que terminaban en garras ganchudas. Tenía dos ojos negros fijados detrás de una boca de afilados dientes. Con una velocidad cegadora se balanceó desde un árbol y golpeó a la criatura marrón por detrás, enviándolo por el aire hacia el claro. El reekojee saltó del árbol, con las garras dirigidas hacia su presa. Es apenas logró rozar la espalda de la cosa marrón cuando la criatura lo esquivó rodando en el último momento.
Pensando en matar al reekojee mientras jugaba con la criatura marrón, salté de mi escondite y ataqué a la bestia con mi lanza. La criatura marrón intentó ponerse de pie, pero el reekojee se giró y le golpeó en el pecho con el dorso de la mano. Tuve que dar un paso hacia un lado para evitar ser golpeado por la cosa marrón que volaba hacia mí por el aire. Por desgracia, di el paso justo hacia mi trampa e inmediatamente quedé colgando boca abajo por mi pie izquierdo. El reekojee retrocedió sobre sus patas traseras y se relamió anticipadamente los labios.
Dediqué ese breve instante a rezar al Espíritu del Árbol con el que había sido fabricada mi lanza. Nivelé el arma para apuntar a mi enemigo. El tiempo se congeló. Miré fijamente a los ojos del reekojee y gruñí amenazadoramente. El reekojee me miró fijamente a los ojos y gruñó aún más amenazadoramente. Pude ver la sed de sangre en sus ojos. La saliva caía de sus fauces. Con un aullido triunfal se abalanzó sobre mí. Levanté mi lanza y apunté al corazón del monstruo. Cuando la lanza golpeó su piel, oí un fuerte crujido y fui cegado por un destello de luz.
Cuando recobré la vista, el reekojee yacía muerto en el suelo, con humo saliendo de un agujero en su pecho. Mi lanza debía proceder de un Espíritu de Árbol verdaderamente poderoso para haber causado tales daños. Me di la vuelta y vi a la criatura marrón de pie detrás de mí, agitando ese estúpido palo negro. Me miró con asombro, probablemente anonadado por mis proezas, y se dejó caer de rodillas como homenaje. Me liberé con una navaja y aterricé, con un ruido sordo, al lado de la cosa marrón. Me quedé allí jadeando.
Tras examinarla más de cerca, me di cuenta de que la cosa marrón era en realidad una cosa de piel mayormente color canela vestida con ropas marrones. Cuando trató de levantarse, le apunté con mi lanza. Levantó sus brazos dócilmente y luego habló. Nada inteligente o inteligible, pero pude darme cuenta que era algún tipo de habla. Hasta ese momento yo nunca había oído hablar a nada salvo a otros ewoks, así que no sabía qué hacer con esa extraña criatura.
Se señaló a sí mismo y dijo lentamente:
-Ju-nas.
Me señaló y repitió:
-Ju-nas.
Pensé que me estaba diciendo su nombre, por lo que me señalé a mí mismo y dije:
-Grael.
Junas repitió mi nombre. Decidí seguir el juego y señalé al reekojee muerto.
-Ree-ko-jee.
Junas preguntó:
-¿Recojo1?
Yo dije:
-No, reekojee.
Al no conseguir más que una mirada en blanco, repetí más fuerte.
-¡Reekojee!
Junas pareció quedarse perplejo y luego trató, en un esfuerzo inútil, de levantar el animal muerto. Yo levanté las manos con disgusto y comencé a preguntarme qué hacer. Al principio pensé en matar a Junas y ver a qué sabía. Luego me di cuenta de que un animal que hablaba podría ser una especie de presagio. Un presagio de algo que no podía imaginar, pero los presagios no eran para ser comidos. Siguiendo esta lógica, decidí que debía llevar a Junas de vuelta a la aldea de la Tribu Panshee para que el Chamán Rakra pudiera explicar de qué trataba todo esto. Si Junas no era un presagio, toda la gente de la aldea podría ver a que sabía.
No hizo falta mucho para convencer a Junas de que viniera conmigo. Le di un poco de agua y raciones de mi mochila y pareció contento de seguirme. Viajamos hasta el anochecer y luego nos detuvimos para acampar durante la noche. Trepé a un Árbol apropiado y até mi hamaca de viaje a sus ramas. Junas se negó a seguirme a lo alto del Árbol. Traté de advertirle de los peligros que acechaban en el suelo por la noche, pero parecía demasiado estúpido para entender. En cambio, Junas extendió un estrecho tubo de piel que tenía en su mochila y se metió en su interior junto a la base del árbol. Se quedó dormido agarrando el extraño palo negro con la mano.

Nos pusimos en marcha hacia la aldea de la Tribu Panshee al amanecer. Pensé que podríamos ser capaces de llegar antes del anochecer si teníamos suerte. Pronto descubrí que no la tendríamos. Sólo llevábamos viajando un corto tiempo cuando noté un olor extraño, antinatural, como uno de los experimentos fallidos del chamán Rakra. Los árboles que me rodeaban cantaban una canción de peligro. Junas también debió de haberlo percibido, porque sacó el palo negro otra vez. Yo preparé mi lanza. Continuamos avanzando a un ritmo rápido.
De repente, extraños relámpagos de luz roja salieron disparados y chocaron contra muchos de los árboles cercanos. Escuché una voz exclamar en un idioma que no entendía y luego fuimos rodeados por criaturas que sostenían grandes palos negros. Se parecían un poco a Junas, pero todas eran brillantes y blancas. Una de ellas gritó de nuevo. Junas puso el palo negro en el suelo y levantó las manos. Se estaba rindiendo. Las cosas blancas se acercaron a nosotros, sin importarles lo mucho que agitase mi lanza. Fuimos capturados y unos instantes después teníamos las manos atadas. Conforme avanzábamos, me pregunté si encontrar un grupo de animales parlantes era un presagio mayor que encontrar un solo animal parlante. Entonces me pregunté si todos los animales parlantes tendrían el mismo sabor. Entonces me pregunté si los animales parlantes blancos y brillantes se preguntarían a qué sabemos los ewoks y si todos tenemos el mismo sabor. Entonces decidí dejar de preguntarme cualquier cosa.
Marchamos por algún tiempo hasta que llegamos a una aldea en medio del bosque. No era como ninguna otra aldea que hubiera visto antes. Desde luego no había sido construida por ewoks. Había enormes chozas hechas de material  negro brillante, plateado y blanco. Había más de esos animales parlantes blancos y brillantes, y entre ellos había varias otras criaturas brillantes de diferentes formas, tamaños y colores. Estaban haciendo todo tipo de trabajos de construcción alrededor de la aldea. Aún más extraño que las criaturas era el hecho de que la aldea estaba construida en el suelo y no en la seguridad de los Árboles. ¡Fue entonces cuando me di cuenta que no había árboles! Ni siquiera un arbusto o una brizna de hierba. Nunca había visto una superficie tan grande que no tuviera plantas.
Entonces, oí un doloroso ruido chirriante y me volví a mirar al lugar de donde provenía. En la frontera entre la aldea y el bosque, vi una horrible criatura plana, de color negro con largos brazos plateados. Al final de sus brazos había dientes plateados que giraban a su alrededor. La criatura estaba talando Árboles con sus brazos y luego se los comía conforme iban cayendo uno a uno en su gran boca. Sentí que una oleada de dolor me atravesaba al darme cuenta de lo que estaba sucediendo. ¡Estaba talando Árboles sin realizar el Ritual de los Hijos! El Ritual asegura que el Espíritu de un Árbol moribundo se transfiere a una Semilla para renacer. Sin el Ritual, matarían a los Espíritus de los Árboles.
Tenía que hacer algo para detener a esa criatura. Me esforcé por romper mis ataduras, pero no pude. Los animales parlantes blancos y brillantes me agarraron y me arrojaron a una de las chozas. Traté de correr al exterior para hacer que la cosa dejase de matar a más Espíritus, pero una de las cosas blancas me golpeó en la cabeza con algo duro y caí al suelo. Oí una pelea sobre mí y, un momento después, Junas se desplomó en el suelo a mi lado. Seguramente había tomado represalias contra ellos por atacarme. Ese Junas me iba cayendo cada vez mejor. Me sentí mal por casi haber decidido comérmelo antes.
Nos levantaron bruscamente del suelo y nos dirigieron por un largo pasillo. Nos detuvimos ante una puerta plateada. Una de las cosas blancas tocó algunos símbolos en la pared junto a la puerta y la puerta se deslizó hacia un lado en la pared. Me quitaron mis cadenas y me arrojaron por la puerta abierta a una pequeña habitación gris. Cuando la puerta se cerró, me di cuenta de que estaba solo. La habitación estaba vacía, excepto por una silla y una larga mesa. Había luz, pero no vi ningún fuego ni ventanas. Intenté durante un rato abrir la puerta, pero pude moverla y no había símbolos en ese lado de la pared para jugar con ellos. Me senté en la silla, saqué mi flauta de caña, y comencé a tocar una melodía.
Después de un rato, oí un ruido sordo y toda la habitación empezó a temblar. Parecía como si la habitación se moviera. Con el tiempo, el temblor se detuvo y el ruido se redujo a un leve zumbido que apenas podía oír. La puerta se abrió y vi a Junas entrar a trompicones en la habitación. Tenía mal aspecto, como si hubiera estado metido en una pelea. Se tambaleó hacia la mesa, cayó sobre ella, y se desmayó. Yo trepé sobre él y me dormí.
No sé cuánto tiempo estuvimos en la pequeña habitación gris, pero finalmente la puerta se abrió y las criaturas blancas brillantes regresaron. Agitaron los grandes palos negros ante nosotros y nos indicaron que saliéramos al pasillo. Nos hicieron marchar por el largo pasillo y salir de la choza por el mismo camino que habíamos seguido al entrar. Cuando salimos de la choza, me sorprendí al ver que no estábamos en el pueblo enemigo. De hecho, ni siquiera estábamos en el exterior. Al parecer, mientras estábamos en su interior, la choza se había movido y colocado dentro de una gran caverna. Antes de que pudiera pensar por más tiempo en cómo podía lograrse eso, las criaturas blancas nos obligaron de nuevo a seguir adelante.
Nos detuvimos frente a una plataforma elevada. En la parte superior de la plataforma había un ser dorado, similar en estructura a las criaturas blancas, pero mucho más brillante. Me imaginé que era el jefe. El jefe se volvió hacia Junas y habló en un idioma extraño. Junas respondió, pero no creo que al jefe le gustase lo que dijo, ya que una cosa blanca golpeó la rodilla derecha de Junas con uno de los palos negros. Junas hizo una mueca de dolor, pero no cayó. El jefe habló de nuevo y esta vez Junas no fue castigado por su respuesta. Junas y el jefe tuvieron una breve conversación y luego el jefe se volvió hacia mí y me dijo algo que no pude comprender. Como no quería insultarlo, traté de explicar lo que pasaba.
-Saludos, Gran Jefe de los Animales Parlantes Blancos y Brillantes –le dije, haciendo una reverencia-. Yo soy Grael de la Tribu Panshee y este es mi amigo Junas. Estábamos en nuestro camino de vuelta a la aldea de la Tribu Panshee cuando tus guerreros -señalé sobre mi hombro- nos secuestraron y nos obligaron a entrar en su choza móvil. Estoy seguro de que todo esto es sólo una especie de error por lo que si usted quisiera...
-No hay ningún error, criatura primitiva –interrumpió el jefe en perfecta lengua ewok-. Sois enemigos de la Tribu Imperio y estaréis confinados en este lugar hasta nuevo aviso. Haz lo que se te diga y no serás castigado. Tu lengua materna ha sido añadida a nuestra biblioteca para que puedas entender lo que te digamos que hagas. Bienvenido a Balis-Baurgh.
Antes de que pudiera protestar que no era el enemigo de la Tribu Imperio antes de los acontecimientos de hoy, nos condujeron por un pasillo largo hasta a una caverna grande y redonda. Una criatura muy grande de color plateado y negro se encontraba sentada inmóvil en el centro. Había muchas puertas plateadas de diferentes tamaños cubriendo las paredes de la caverna. Nuestros acompañantes nos llevaron a una puerta abierta y uno de ellos indicó a Junas que entrase. Traté de seguirle, pero la puerta se cerró en mi cara. Me llevaron a la siguiente puerta abierta y la cosa blanca me hizo señas para entrar. La puerta se cerró de golpe justo después de que entrase.
Estaba en una pequeña habitación gris, como la de la choza móvil. La puerta de ésta tenía una pequeña ventana enrejada en ella. Mirando por la ventana podía ver la caverna principal y la bestia que allí vivía. La cosa tenía muchos brazos de aspecto extraño, pero no tenía ninguna pierna que yo pudiera ver. Tenía varios ojos distribuidos aleatoriamente sobre su cuerpo que parpadeaban con color azul, verde, o amarillo. Había unas cuantas criaturas más pequeñas, más o menos de mi altura, moviéndose por la caverna. Tenían la piel brillante de color azul y blanco y dos parpadeantes ojos amarillos. De vez en cuando, una de las criaturas más pequeñas se detenía ante la gran criatura negra y plateada. Aunque no vi ningún instrumento, la cosa negra y plateada tocaba entonces una melodía para la pequeña criatura y la cosa azul y blanca se alejaba bailando de vuelta al trabajo.
Después de ver este ritual durante algún tiempo, decidí que la cosa negra y plateada, a la que llamé el Maestro, estaba recompensando a las cosas de color azul y blanco, a las que llamé los Bailarines, por el cumplimiento de sus tareas. Qué maravillosa manera de trabajar y divertirse al mismo tiempo. Me pregunté por qué una Tribu como esta, obviamente inteligente, querría trabajar para la malvada y desagradable Tribu Imperio. Entonces vi entrar en la caverna a dos cosas azules y blancas más altas. Estas cosas eran mucho más voluminosas que los Bailarines y cada una tenía un gran ojo verde que miraba todo el tiempo de un lado a otro. Se acercaron hasta el Maestro, que tocó para ellos una melodía alegre cuando llegaron. En vez de alejarse bailando alegremente, los Ojosverdes, como decidí llamarles, se dieron la vuelta y salieron a toda velocidad de la caverna. Si esa era su forma de actuar cuando estaban contentos, ciertamente no quisiera ver a un Ojoverde cuando esté enojado. Aunque la actividad de la caverna me tenía cautivado, al final me arrastré hasta lo que supuse que era la cama y me dormí.
Al día siguiente me despertó un olor horrible. Para mi gran decepción, el horrible olor era el desayuno. Una rebanada de pan con alguna clase de sustancia marrón, caliente y pegajosa, untada en ella y una taza de agua. Estaba demasiado hambriento para preocuparme por el olor y engullí la comida en un momento. Sabía peor de lo que olía y sin duda no era suficiente para saciar mi apetito, pero tendría que bastar. Entonces capté el dulce aroma de la carne caliente que entraba flotando en la habitación. Corrí a la puerta y miré por la ventana. Un Bailarín con una bandeja llena de carne humeante había entrado en la caverna. Mi estómago casi vacío gruñó a la espera de la comida de verdad. Muy a mi pesar, el Bailarín no me trajo la comida a mí, sino que se detuvo ante una puerta al otro lado de la caverna principal. Dejé escapar un profundo suspiro y me senté en la cama.
Más tarde ese mismo día, la puerta se abrió de repente y apareció un Bailarín. Esperaba que trajera el almuerzo, pero vi que no tenía comida.
Una voz habló desde ningún sitio en particular.
-Es la hora del ejercicio. Sigue a este trabajador a la zona común.
Viendo que no había razón para no hacerlo, salí a la cueva y miré al Bailarín que me esperaba allí. Con dos pitidos, un silbido y un zumbido, la pequeña criatura empezó a cruzar la caverna. Seguí al Bailarín por un pasillo en el que yo no había pasado antes. El corredor se abría en una enorme habitación que estaba llena de muchas criaturas de todas las formas, tamaños y colores, por no hablar de los diferentes números de ojos, extremidades y bocas. Entré en la habitación, curioso por ver si Junas estaba aquí, pero con más curiosidad aún sobre las cosas extrañas, y me refiero en algunos casos a objetos, con los que se suponía que debía hacer ejercicio. Apenas noté el bip bip, el silbido y el zumbido de mi escolta cuando se alejó por el pasillo. No pude evitar advertir a varios Ojosverdes que vigilaban al batiburrillo de seres de la habitación.
Había criaturas verdes con cuernos, criaturas marrones con cabezas planas y torcidas, cosas plateadas con cosas rojas que salían de cosas azules, grandes cosas peludas, pequeñas cosas peludas, criaturas con ojos grandes de pez, criaturas sin ojos, y criaturas con cosas que no podría ni siquiera empezar a describir. Había varias criaturas que se parecían a Junas, vestidos con el mismo tipo de pieles. Entonces vi una criatura que se parecía a Junas que realmente era Junas.
Empecé a saludarle con la mano, pero una cosa grande y negra se puso justo delante de mí. Tenía largos tentáculos con ventosas rojas en los extremos y dos colmillos de color naranja saliendo de sus fauces. En lugar de saludar, mi mano golpeó a la cosa negra en la axila, o bueno, en como se llame a la axila cuando tienes tentáculos en lugar de brazos. La cosa gritó en señal de desaprobación y se dio la vuelta para mirarme. Al hacerlo, uno de los tentáculos de la cosa negra golpeó a la criatura a su lado. Esta criatura, que parecía un escarabajo de oro sobre dos patas de unos dos ewoks y medio de alto, zumbó molesto a Caracolmillo y lo empujó hacia atrás. Me aparté de un salto mientras las dos criaturas extrañas comenzaron a luchar entre sí. Muchos de los otros seres en la habitación también se apartaron y comenzaron a animar a los luchadores.
Caracolmillo tenía atrapado a Doradito por la cabeza, y por una pata, y con una llave maestra en un brazo. Doradito parecía no ser rival para la bestia negra y estaba siendo aplastado de forma casi letal. Justo cuando pensaba que todo había terminado, Doradito expulsó por su boca una extraña nube de gas verde, directamente a los ojos de Caracolmillo. Caracolmillo se apartó del gran bicho, abofeteándose su propia cara y gritando de dolor. En ese momento, un Ojoverde se abrió paso entre la multitud y mostró un palo negro a los combatientes. Doradito levantó las manos sumisamente. Caracolmillo, aclarándose los ojos, aprovechó la ocasión para arremeter contra la criatura insecto. Un rayo de luz brotó del palo negro del Ojoverde y derribó a Caracolmillo antes de llegar a su destino. Doradito asintió con la cabeza en señal de aprobación y zumbó algo en dirección al Ojoverde. El Ojoverde zumbó algo a modo de respuesta y otra ráfaga de luz de su palo negro abrió un agujero humeante en la cabeza de Doradito. Dos Bailarines llegaron para retirar los cuerpos.
Localicé a Junas de nuevo y fui a reunirme con él. Estaba de pie junto a la pared del fondo hablando con otros dos de su especie. Uno de ellos era más alto y más delgado que Junas y tenía pelaje rubio. El otro tenía la piel más oscura que los otras dos y tenía pelo negro sobre el labio. Se sorprendieron al verme, pero Junas alivió su preocupación con un gesto de la mano. Él les hablaba en esa lengua extraña suya. Terminó diciendo mi nombre, "Grael", y luego me dio unas palmaditas en la cabeza.
El de pelo claro curvó sus manos hacia adentro y dijo:
-Lon.
-Becker -dijo el de piel oscura, inclinando un poco la cabeza.
Incliné la cabeza a modo de respuesta.
Los tres siguieron hablando. Por los ocasionales gestos en mi dirección, Junas parecía estar relatando la historia de cómo me salvó la vida y el viaje posterior a este lugar malvado. Lon me examinaba de vez en cuando. Yo permanecí callado, pero aproveché la oportunidad para comenzar a descifrar su lenguaje. Los Bailarines vinieron para devolvernos a nuestras habitaciones antes de que tuviera tal suerte.
Cada día era bastante similar al siguiente. Me retenían en mi habitación la mayor parte del tiempo, excepto para el tiempo de ejercicio en la sala de reuniones. Me reunía con Junas, Lon y Becker casi todos los días durante el tiempo de ejercicio y con el tiempo aprendí su idioma. Se llaman a sí mismos humanos y Junas, Becker y Lon eran todos de la Tribu Rebelión. La Tribu Imperio y la Tribu Rebelión no se llevan bien y llevan haciéndose daño la una a la otra durante mucho tiempo. Dijeron que la Tribu Imperio debió de haber pensado que yo era un miembro de la Tribu Rebelión porque yo estaba con Junas. Le pregunté cómo era eso, ya que los ewoks y los humanos tienen un aspecto muy diferente unos de otros. Lon me explicó que la Tribu Rebelión está formada por muchas Tribus diferentes que se han unido para hacer que la Tribu Imperio deje de lastimarles a cada una por separado. Yo les dije que los ewoks estarían descontentos con la Tribu Imperio por herir los Espíritus de los Árboles y que pediría al chamán Rakra y al Sumo Maestro Fersin que la Tribu Panshee ayudase a la Tribu Rebelión contra la malvada Tribu Imperio.
Eso, si alguna vez conseguía volver a la aldea de la Tribu Panshee. Junas me dijo que la Tribu Imperio estaba construyendo un arma cerca de la aldea de la tribu Panshee que haría un daño terrible a la Tribu Rebelión. Quería volver a su Tribu para decirles dónde estaba el arma para que pudieran destruirla. Le hice el Juramento Raíz de que le ayudaría si él descubría la manera de escapar del lugar de la Tribu Imperio. Siempre que le preguntaba cuándo nos marcharíamos, él respondía: "Cuando el Destino nos sonría y nos de la oportunidad”. No tenía ni idea de quién era el Destino, pero desde luego deseaba que nos sonriera pronto.
Pasé la mayor parte de mis días en el lugar de la Tribu Imperio dentro de mi habitación. Por lo general, me sentaba junto a la ventana tocando mi flauta y observaba al Maestro cantar a los juguetones Bailarines y a los serios y desagradables Ojosverdes. A veces intentaba copiar las canciones que cantaba el Maestro. Con el tiempo me di cuenta de que el Maestro no estaba premiando la Tribu por trabajar, sino que les estaba diciendo lo que quería que hicieran según la canción que les cantaba. Había una canción que hacía que un Bailarín me trajera el desayuno. Había una que hacía que un Bailarín abriera mi habitación y me llevara a la sala de reuniones. Había otra canción que hacía que un Bailarín abriera la habitación de Junas y lo llevara a la sala de reuniones. Había incluso una canción que hacía que los grandes y odiosos Ojosverdes se fueran a dormir junto a la pared.
Decidí tratar de conseguir que un Bailarín que me trajera algo de la carne que solía ir a la sala al otro lado de la caverna. Estaba muy cansado de tener que comer todos los días ese horrible pan con el moco marrón por encima. Observé al Maestro atentamente durante varios días para ver qué canción enviaba a un Bailarín a obtener la carne. Copié muchas canciones hasta que finalmente identifiqué la correcta. La noche siguiente, un Bailarín vino a mi habitación con la habitual cena marrón maloliente. Antes de que se fuera, toqué para él la canción de "trae la carne". Con los típicos bip-bip, silbido, y zumbido, el Bailarín se marchó. Lo vi salir de un túnel un momento después con una bandeja llena de la deliciosa carne. Me relamí labios en anticipación. Sin embargo, mi entusiasmo se convirtió rápidamente en decepción, ya que el bailarín no me trajo a mí la comida maravillosa para mí, sino que continuó hasta la misma habitación donde siempre la llevaba.
No dispuesto a rendirme tan fácilmente, me decidí a probar de nuevo por la mañana. Esa vez, toqué la canción de "llévame a la sala de reuniones" y seguí al Bailarín hacia la caverna. Antes de avanzar demasiado, salté frente al Bailarín y toqué la canción de "trae la carne". Se detuvo a considerar este cambio abrupto de planes, pero finalmente pitó, silbó, zumbó y se dirigió por un túnel diferente. Cuando regresó, le tendí una emboscada en la boca de ese túnel y agarré el plato de carne. El Bailarín pareció ajeno a este hecho, ya que continuó hacia la habitación del otro lado de la caverna. Me senté y comencé el festín de mi victoria.
Estaba a mitad de terminar cuando oí a alguien gritar:
-¡Grael!
Miré hacia arriba para ver a Junas saludándome frenéticamente con las manos a través de la ventana de su puerta. Me di cuenta entonces de que había sido muy egoísta y debería haberme ofrecido a compartir esta maravillosa comida con mi amigo. Sintiéndome un poco culpable, me levanté y comencé a acercarme a la habitación de Junas para darle lo que quedaba. Ya estaba casi allí cuando me di cuenta de que Junas no me estaba saludando, sino que señalaba.
-¡Grael, mira detrás de ti! -gritó. Me di la vuelta y allí, alzándose sobre mí, había un Ojoverde. Le ofrecí la bandeja de la carne, pero me la quitó de las manos de un golpe.
Habló con gravedad.
-No está programado que te encuentres fuera de tu habitación en este momento. Es obvio que estás tratando de escapar. Los intentos de fuga están penados con la muerte.
-Espera, debe haber algún error -declaré mientras alcanzaba mi flauta. Si tan sólo pudiera recordar la canción adecuada…
-No hay ningún error -dijo fríamente el Ojoverde, mientras alcanzaba su gran palo negro que Becker me había dicho que se llamaba bláster.
Me llevé la flauta a la boca. El Ojoverde comenzó a sacar el bláster de su funda. Mi mente se apresuró a recordar las notas correctas. No había más tiempo. Empecé a tocar lo que esperaba que fuera la canción de "ir a dormir junto a la pared". El Ojoverde me apuntó con el bláster. Toqué la última nota. Hubo un momento de tensión en el que pensé que estaba condenado, pero el Ojoverde guardó el bláster en su funda, se deslizó con rigidez junto a la pared, y se durmió. Guardé la flauta y fui a hablar con Junas que me miraba con asombro.
-Grael, ¿cómo demonios hiciste eso? -preguntó, desconcertado.
-Le dije al Ojoverde que se fuera a dormir junto a la pared –dije con aire casual.
-¿Con tu flauta? –preguntó, incrédulo.
-Sí, toqué una canción que aprendí del Maestro -le contesté, señalando al Maestro en el centro de la caverna.
Mientras hablábamos, un Bailarín dorado y rojo llegó a hablar con el Maestro. Era casi tan alto como los otros Bailarines, pero éste tenía una tercera pierna que hacía que su cuerpo se inclinase hacia un lado. Yo sólo lo había visto un par de veces antes. La canción que el Maestro le cantaba era larga y compleja, pero siempre era la misma.
-¡Un droide astromecánico! –exclamó Junas-. Tiene que haber una nave en la bahía de aterrizaje. Grael, ¿puedes sacarme de aquí?
-Sí -le contesté, tratando de averiguar por qué estaba tan emocionado. Localicé a un Bailarín azul y blanco al otro lado de la caverna. Corrí hacia él y toqué la canción de "llevar a Junas a la sala de reuniones" canción. Con el habitual conjunto de ruidos, fue a la habitación de Junas y abrió la puerta.
Junas me agarró por los hombros salvajemente y me preguntó:
-¿Puedes sacar a Lon y Becker también? -Miró al Maestro, que estaba empezando a cantar al Bailarín rojo y dorado.
Negué moviendo la cabeza de lado a lado.
-No sé la canción para hacer eso, pero tal vez pueda aprenderla algún día -le contesté.
-No hay tiempo, Grael -declaró Junas-. Ese androide astromecánico es nuestra única oportunidad para escapar de aquí. Tendremos que volver más tarde a por Lon y Becker.
El Maestro había terminado de cantar y el Bailarín se estaba alejando.
-Vamos Grael, el Destino finalmente nos ha dado la oportunidad -exclamó Junas mientras corría para seguir al Bailarín. Sin tiempo para preguntar dónde estaba ese Destino, y cómo Junas sabía que estaba sonriendo, corrí tras él.
Mientras seguíamos al Bailarín, pasamos junto al Ojoverde que había puesto a dormir antes. Junas se detuvo un momento y tomó el bláster de su costado. Perseguimos al Bailarín por el túnel que habíamos atravesado cuando llegamos a ese lugar. Junas se detuvo en la abertura de la caverna, se agachó y me indicó que hiciera lo mismo. Vimos al Bailarín subir por una rampa a una de esas chozas móviles que Junas llamaba naves. Había dos soldados de asalto, como había aprendido a llamar a los animales parlantes blancos y brillantes, de pie en la parte inferior de la rampa. Cada uno sostenía un bláster en sus manos. Algunos Bailarines azules y blancas descendían por la rampa llevando cajas plateadas y regresando por la rampa a por más.
-Cuidado con los droides ejecutores, es decir, los Ojosverdes -susurró Junas mientras apuntaba su bláster a los soldados de asalto. Asentí con la cabeza y rápidamente miré hacia atrás por el túnel del que habíamos venido.
Junas esperó hasta que los Bailarines hubieron terminado su trabajo y luego dijo en voz baja:
-Prepárate para correr.
Lo que ocurrió después pareció ocurrir muy lentamente, pero en realidad tuvo lugar en unos instantes. Vi dos rayos de luz roja dirigirse hacia los soldados de asalto. Uno de ellos fue golpeado justo en el pecho y cayó al suelo. El otro logró esquivar el segundo disparo y se agachó detrás de un poste en la parte inferior de la rampa. Un agudo ruido chirriante resonaba a todo volumen por todas partes. Un rayo de luz procedente del bláster del soldado de asalto golpeó la pared junto a mí. Junas le respondió con un disparo del suyo y el soldado de asalto cayó al suelo. Junas gritó:
-¡Vamos!
Salió como una flecha hacia la nave. Mientras le seguía, oí un disparo de bláster estallar detrás de mí. Miré hacia atrás para ver a un grupo de Ojosverdes corriendo tras nosotros. Sabía que podía tocarles la canción de "ir a dormir junto a la pared", pero pensé que para cuando se acercasen lo suficiente para escucharla yo ya no estaría vivo. Alcancé a Junas y ambos subimos la rampa a la choza. Junas agarró una palanca en la parte superior y la rampa comenzó a subir y luego se cerró.
Seguí a Junas a una habitación que tenía una mesa larga colocada frente a dos enormes ventanas. Mirando a través de las ventanas, podía ver el cielo lleno de estrellas a través de una gran abertura en la pared de la caverna. Había todo tipo de luces de colores y cosas parpadeando sobre la mesa. El Bailarín dorado y rojo estaba ahí, con un delgado brazo de plateado extendido en un agujero a un lado de la mesa. Junas se sentó en una de las dos sillas situadas delante de la mesa y comenzó a apretar cosas. Yo me senté en la otra y estaba a punto de hacer lo mismo cuando Junas me agarró del brazo.
-¡Oye, no toques nada! Podrías romper algo. Sólo siéntate y cállate -gruñó.
Refunfuñando, me senté y crucé los brazos. Esa es la última vez que le ayudo a salir de su habitación, me dije a mí mismo.
-Justo lo que pensaba -dijo Junas al mirar a un lugar de la mesa-. El droide astromecánico tiene el plan de vuelo codificado y lo está introduciendo en el ordenador de navegación. Podemos atravesar la red de contramedidas y dirigirnos hacia el sistema Sullust para advertir a los rebeldes.
Junas apretó un botón azul y la nave comenzó a retumbar e hizo un agudo sonido chirriante. Agarró un palo largo con una mano y apretó un botón amarillo con la otra.
-Allá vamos -dijo mientras tiraba del palo hacia atrás.
El gemido agudo se convirtió en un quejido grave y se detuvo lentamente. Las luces parpadearon en todo el lugar. No pareció suceder nada.
-¡No es culpa mía! –gritó Junas, dando un puñetazo sobre la mesa. Empujó, tiró, y apretó con furia cosas por toda la mesa. Se detuvo delante del Bailarín dorado y rojo, que había retirado su brazo plateado y parecía haberse ido a dormir.
-¿Romper algo? –pregunté con aire casual.
Él sólo me miró y dijo:
-Deben haber apagado todos los droides del complejo para evitar que este astromecánico nos permitiera despegar. –Se oyó el ruido de algo que golpeaba en un costado de la nave-. Bueno, todos los droides excepto los ejecutores, claro. Déjame que vea si puedo hacer que este pequeñín funcione de nuevo –declaró, arrodillándose junto al Bailarín rojo y dorado.
Junas retiró una pieza de la piel del Bailarín y buscó en su interior. Yo no creía que abrir en canal al Bailarín y trastear con sus entrañas nos ayudaría a escapar, pero me imaginé que se trataba de parte de un ritual o algo. Los ruidos de golpes continuaban en el exterior mientras Junas seguía trabajando. Para mi gran sorpresa, los ojos del Bailarín se encendieron y comenzó a moverse de nuevo. Junas extrajo su brazo y volvió a colocar la pieza de piel.
-Maldición –exclamó Junas mientras examinaba al Bailarín-, el apagado ha borrado las instrucciones de vuelo programadas. No podemos ir a ninguna parte sin ese plan de vuelo. –Pareció pensativo por un momento y luego se volvió de pronto hacia mí y dijo-: ¿Puedes recordar la canción que el Maestro cantaba a este droide, digo, Bailarín?
-Sólo la he escuchado unas pocas veces, pero puedo acercarme –respondí.
Con una mirada muy seria, Junas me miró y dijo con voz sombría:
-Grael, debes tocarla exactamente igual que el Maestro, o moriremos. –Tragué saliva y alcancé me flauta. Yo había tocado la flauta en ceremonias y rituales, pero mi vida nunca había dependido de mi habilidad musical. Recordando la melodía en mi cabeza, me llevé la flauta a los labios. La nave se balanceó y me caí al suelo-. ¡Rápido, Grael, se abrirán paso por la pared en cualquier momento! –gritó Junas.
Me puse en pie con dificultad y traté de volver a recordar las notas. La nave se agitó y perdí la concentración por segunda vez. No puedo dejar que el ruido me moleste, pensé para mí mismo. Un buen guerrero permanece centrado en su objetivo. Entonces me di cuenta de que no había ninguna diferencia entre concentrarse en tocar una canción y concentrarse en cazar un reekojee. Cerrando los ojos, me imaginé que estaba de vuelta en el Bosque de Endor. Todo lo que podía escuchar eran los sonidos de los animales y la canción de los Árboles en el viento. Estaba en paz.
Las notas vinieron a mí y luego comencé a tocar. No sabía si los golpes habían terminado, y no me importaba. Todo lo que escuchaba era la canción y dejé que fluyera a través de mí como un río fluye por un valle.
Cuando abrí los ojos, Junas ya estaba sentado en la mesa y estaba tirando del palo largo. Miré por la ventana y vi que nos acercábamos a la apertura en el muro de la caverna. Luego estuvimos rodeados por el cielo nocturno y las estrellas que vivían en él. Me quedé ahí, atónito, mientras vagábamos por los cielos.
Viajamos al lugar de la Tribu Rebelión y descubrimos que se habían marchado para venir a Endor debido a la horrible arma de la Tribu Imperio. Cuando llegamos aquí, la Gran Batalla ya había terminado y simplemente nos unimos a la celebración que estaba teniendo lugar. Ahora vamos a volver al lugar de la Tribu Imperio para rescatar a Lon y Becker y otros guerreros rebeldes que siguen allí...

***

Bajé la mirada hacia mi hijo, que hacía esfuerzos tremendos para mantener los ojos abiertos.
-Ahora duerme, Ponto –dije con voz suave-. Me despediré de ti por la mañana.
-Buenas noches, papá –susurró Ponto mientras se quedaba dormido.
Me quedé allí un buen rato y observé cómo dormía. Luego le besé en la frente y volví a mi propia cama a dormir. Necesitaría todas mis fuerzas al día siguiente para tocar la canción que nos llevaría a Junas y a mí de vuelta al lugar de la Tribu Imperio.

1 Esta conversación incluye un juego de palabras con el nombre de la criatura. El nombre en inglés de la criatura es Yootak, que suena muy parecido (y más teniendo en cuenta la pronunciación de los ewoks) a you take, es decir “tú toma” o “recoge”. Junas responde entonces Me take?, o sea, “¿Yo tomo?” o “¿Recojo?”. Dado que Wookieepedia (starwars.wikia.com) no indica que la criatura Yootak aparezca en otras fuentes aparte de este relato, y que el nombre de la misma parece escogido ex profeso para este juego de palabras, he optado por cambiar el nombre de la criatura por una palabra que permita un juego similar en español (N. del T.)

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