jueves, 4 de octubre de 2012

Un rayo de esperanza (V)


Estaba  sonando la medianoche en el reloj antiguo del vestíbulo cuando Alex y Tork Winger se despedían de sus huéspedes dándoles las buenas noches. Había sido una noche fascinante. No era de extrañar que el tema principal de conversación hubiera sido el ataque contra el convoy de suministros.
Alexandra no se separó del capitán Brandei, con la esperanza de descubrir adónde estaba enviando el Imperio el mineral. Tuvo cuidado de no hacer demasiadas preguntas, pero se encontró con que todos los demás en la fiesta de la cena preguntaron casi todo lo que necesitaba saber. Por desgracia, el capitán no soltó prenda sobre la ubicación de la planta de fabricación. Pero sí que explicó a un grupo de diplomáticos que el difunto emperador había tenido una visión de la contribución de Garos al esfuerzo de la guerra, y había dejado instrucciones específicas sobre el mineral.
Increíble, pensó Alex, el Emperador había tenido visiones del futuro. Había crecido escuchando historias sobre el Emperador y sus poderes místicos... los poderes de la Fuerza. Y su destrucción a manos del joven Jedi llamado Luke Skywalker era una historia que nadie se atrevería a olvidar. Alex había tratado de aprender más acerca de los Caballeros Jedi, especialmente sobre ese poder de ver el futuro. Muchos de sus propios sueños -ella nunca los llamaba realmente visiones- se habían hecho realidad. Pero no podía imaginarse a sí misma con los demás poderes atribuidos a las pocas personas conocidas como Jedi. Sin embargo, de alguna manera, todo le parecía tan familiar...
Ojalá los Jedi lleguen a Garos. Que vengan a ayudar a mi gente, pensó mientras movía la mano sin pensar, despidiendo a un grupo de comandantes que montaban en un deslizador terrestre para regresar al espaciopuerto.
A lo lejos, en su mente, vio a otro grupo de personas... Estaban diciendo adiós... estaban en la bahía de aterrizaje de una nave espacial. ¡Y se vio a ella misma allí, sentada en la cabina de un caza estelar Ala-X! ¿Un Ala-X? ¿Cómo galaxias? Otro piloto estaba de pie en la escalera de su nave. Era el hombre de su sueño... ¡el hombre en los Acantilados! Le tocó la mano y estaba segura de que la llamó por su nombre...
-¿Alexandra?
La voz parecía distante. Alex tardó un momento en darse cuenta de que era su padrastro quien le había tomado la mano. Ella le sonrió.
-Creo que me iré a la cama, Padre. –Bostezó-. Estoy muy cansada.
-Ha sido un día largo, Alexandra. Gracias por ser una anfitriona encantadora. -Le dio un beso en la mejilla-. El capitán Brandei quedó muy impresionado contigo esta noche -dijo mientras caminaban de regreso al vestíbulo tomados del brazo-. Creo que va a recomendarte para la Academia.
-Oh, Padre, ¿realmente lo crees? -Justo lo que siempre quise, pensó sarcásticamente.
-Sí. Me aseguraré de que lo consigas antes de que se marche el Justiciero -agregó Winger.
-¿Cuándo será eso?
-Dentro de un día o dos. El capitán dijo que mañana intentarán de nuevo trasladar otro cargamento de mineral al espaciopuerto.
-Me imagino que la seguridad será mucho más fuerte. ¡Todavía no puedo creer que la resistencia atacase ese convoy a sólo tres kilómetros de aquí!
-Sí -dijo, con un poco de preocupación en su voz-. ¿Sabes, Alexandra? Tal vez deberías arreglarlo para quedarte en la universidad hasta que este negocio haya concluido. Me preocupa pensar en que viajes sola por la ciudad. Puede que incluso tenga que pensar en solicitar guardias para la mansión del gobernador.
-Oh, Padre, por favor. Odiaría tener que pensar que vivimos en un cuartel militar -dijo Alex, pensando en las dificultades de salir y entrar a escondidas de una mansión vigilada día y noche por soldados de asalto.
-Estos son tiempos difíciles, Alexandra. No quiero que sufras ningún daño.
-Está bien, padre. No hablemos de esto ahora. Estoy demasiado cansada -dijo ella, sofocando otro bostezo-. ¿Te veré en el desayuno?
-Sí, por supuesto, querida. Buenas noches, Alexandra.
-Buenas noches, Padre.

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