jueves, 18 de octubre de 2012

Las aventuras de Dannen Lifehold: Liberación

Las aventuras de Dannen Lifehold: Liberación
Dave Marron

-¿Señor?
Linkaas se volvió, mirando a su subordinado con ojos pensativos. El sol de Evas VI había aparecido por fin después de tres días de lluvia, y quería disfrutar de su calor calmante. Las lámparas solares eran un burdo sucedáneo.
-Sí, ¿qué pasa? -preguntó, inclinándose hacia delante-. Y más vale que sea algo importante.
El subordinado pareció encogerse dentro de su ropa.
-Señor, usted quería saber cuándo Lifehold completaba su encargo.
-¿Y lo ha hecho?
-Sí, señor, hace sólo unos minutos.
Linkaas se volvió hacia la ventana.
-Excelente. Primero tendrá que parar en Darkon III antes de ir a Dohu. Envía a Chokk y Bakk a Dohu inmediatamente. Los quiero allí para cuando llegue Lifehold.
El subordinado parecía aliviado.
-Ya han partido, señor. Chokk dice que llegará a Dohu por lo menos un día antes que Lifehold.
-Bien -dijo Linkaas, disfrutando del calor. La lluvia había sido buena para sus frondas, pero sin la luz del sol se congelaría-. Eso debería darles suficiente tiempo para estar preparados para matar a Lifehold. -Se dio la vuelta de repente, sobresaltando al subordinado-. ¿Hay algo más?
-N-no, señor -murmuró el subordinado.
-Muy bien, entonces. Creo que tomaré mi baño de sol en la terraza. Llévame fuera, Qwot.
-Sí, señor.

***

Los pitidos de la alarma de proximidad despertaron a Dannen de un sueño razonablemente profundo. Con un bostezo y un estiramiento, saltó de su litera y se dirigió hacia el puente del Salvavidas. Por costumbre, inclinó la cabeza, tratando de escuchar cualquier cambio de tono que pudiera indicar problemas con el motor. Satisfecho de que su nave conseguiría llevarle de vuelta a Evas, se detuvo en una cabina vacía. Casi llamó a la puerta antes de contenerse. Feq había muerto hacía ya un par de meses, pero Dannen todavía se encontraba esperando escuchar la voz jovial de Feq, su risa amable, y sus maldiciones cuando trataba de mantener los motores en marcha.
Acéptalo, Lifehold, se dijo Dannen, se ha ido. Por lo menos no tendrás que escuchar sus ronquidos.
Dando la vuelta, Dannen caminó hacia el puente y se sentó justo cuando el hiperimpulsor se apagó y se encendió el motor principal. Comprobando sus lecturas, confirmó que efectivamente se encontraba justo fuera del sistema Dohu, a unos 20.000 kilómetros de la órbita del planeta más exterior. Odiaba salir tan lejos del sistema, pero sin un piloto de reserva, no había muchas más opciones. Después de todo, tenía que dormir alguna vez. Pero, con ocho planetas en el sistema y siendo su destino el séptimo, sólo tenía que realizar un corto vuelo.
Echó una mirada a la silla vacía del copiloto. Bueno, al menos ese era el último trabajo al que estaba obligado por su deuda. Una recogida y entrega más, un pago más a Linkaas y el Salvavidas sería suyo al fin... enterito, desde el tren de aterrizaje hasta el plato sensor. Entonces podría darse el lujo de contratar a un primer oficial, e ir a por las ganancias.
Dos horas más tarde, mientras dirigía su nave hacia la mayor masa de tierra de Dohu VII, el comunicador de su nave comenzó a sonar insistentemente.
-Nave no identificada, aquí Control Espacial de Dohu, responda de inmediato. Nave no identificada, aquí Control Espacial de...
Dannen pulsó el botón de respuesta, cortando la voz en mitad de la frase.
-Control Espacial de Dohu, adelante.
-Nave no identificada, por favor transmita su baliza de identidad, e indique su propósito.
-Transmitiendo código ahora, Control Espacial -dijo Dannen, accionando un interruptor.
Un momento después, el comunicador cobró vida de nuevo.
-Control Espacial a nave estelar Caballero Negro, indique su propósito.
-Entrega de equipamiento al almacén de la Corporación Linkaas en la ciudad de Skagras -respondió. Una pequeña mentira; en realidad, era una recogida.
-Nave estelar Caballero Negro, tiene permiso para aterrizar en la bahía de atraque 71 de la ciudad de Skagras. Se están transmitiendo las instrucciones a su ordenador de orientación.
-Control Espacial, aquí el Caballero Negro, confirmo recepción: Bahía de atraque 71 -dijo Dannen-. Instrucciones recibidas. Gracias por la ayuda. Caballero Negro fuera.

***

Skagras era una ciudad bastante grande, pero la bahía de atraque 71 era poco más que un hoyo en el suelo con unos pocos edificios de apoyo cerca. Cuando Dannen planeó sobre el hoyo, la nave se sacudió hacia estribor y una luz roja empezó a parpadear. Con una maldición, Dannen luchó por mantener la nave nivelada mientras bajaba el tren de aterrizaje. Oyó un golpe seco cuando los engranajes quedaron encajados en su sitio.
Allá vamos, todo o nada, pensó. Sólo espero que no sea demasiado grave
Poco a poco hizo descender la nave a la tierra, luchando todo el rato contra la pérdida de potencia. El tren de aterrizaje de estribor chocó con el suelo, y Dannen redujo la potencia del elevador de repulsión del lado de babor. El tren de aterrizaje de babor tomó tierra con un ruido sordo, y todas las patas crujieron al soportar todo el peso de la nave. Con un suspiro de alivio, Dannen apagó los motores y se dirigió a la sala de máquinas.
La comprobación sólo le dijo lo que ya suponía: el elevador de repulsión de estribor se había fundido. Todavía funcionaba, a duras penas, pero eso significaba que tenía dos opciones: arreglarlo en ese momento con dinero que todavía no tenía o despegar con un 40 por ciento menos de potencia. Parecía que la segunda opción era todo lo que tenía.
-Genial –se dijo Dannen a sí mismo-. Justo lo que necesitaba hoy.
Al salir de la nave, se detuvo el tiempo suficiente para tomar un cuaderno de datos con sus instrucciones para llegar al almacén. Al consultarlo, vio que estaba a unos cuatro kilómetros de distancia, en el corazón de la ciudad. Tomando la primera calle que encontró, vio una cantina en la esquina.
Una sonrisa cruzó su rostro. Tenía tiempo suficiente para un pequeño refrigerio.
Dannen arrugó la nariz cuando entró en la cantina. Un aroma de humo, sudor, e incienso quemado asaltó sus fosas nasales. Caminando hacia la barra, advirtió que unos cuantos parroquianos en una de las cabinas le estaban mirando. Le examinaron con atención mientras pedía su consumición al camarero. Después de una breve conversación, uno de ellos se le acercó.
Era un silika, cuyo rostro marcado tenía un aspecto curtido y gastado por el tiempo. Como todos los de su raza, tenía una hendidura a modo de boca a través de su rostro; pero éste también tenía una mirada curiosa en sus ojos.
Dio unos golpecitos en el hombro de Dannen con el brazo situado más a la izquierda de los tres que tenía.
-¿Eres Dannen Lifehold?
Dannen miró al interrogador.
-¿Quién quiere saberlo?
El alienígena parecía confundido.
-Yo. ¿Acaso hay alguien más conmigo?
Dannen suspiró.
-No importa. ¿Qué es lo que quieres?
-Quiero conocer el ser que venció a Kemmel Attapi en su propio juego. Se rumoreaba que su color de pelo era como el tuyo.
Dannen se pasó una mano por su espesa cabellera de color azul. Entonces recordó.
-Oh, sí, ahora lo recuerdo. El silika con un cuerpo hueco.
-Sí -confirmó el alienígena-. Me llamo Kenta Anwa. Hasta que tú lo venciste, yo fui quien duró más tiempo contra él. -Sus ojos brillaron... Ahora, yo te reto al Concurso.
-Mira, realmente no quiero hacer esto, amigo. He tenido un mal día y promete ser peor. Y realmente no creo que quieras que me quede con tu dinero.
-El honor exige que yo te rete, Lifehold-señor. Y has oído hablar de nuestro honor, ¿no?
Dannen lo conocía. El Concurso exigía que el perdedor aceptase la derrota y no se vengase del ganador. Por lo general, se intercambiaban créditos entre los testigos, pero las apuestas entre los contendientes no eran desconocidas. Suspiró para sus adentros.
-Está bien, está bien, tu reto es aceptado.
El silika sonrió con un sonido chirriante.
-Ven y únete a nosotros, y traeré nuestros fluidos. -Hizo una seña al camarero-. Agua Silika, por favor. -Mientras el camarero obedecía, Dannen se unió a los demás silika en la mesa. Los otros le miraron y realizaron una intrincada serie de gestos con las tres manos mientras se sentaba. Dannen repitió los gestos de la mejor manera que pudo.
-Saludos, Lifehold-señor, vencedor de Kemmel Attapi -dijeron a coro-. Te damos la bienvenida, y te deseamos fuerza.
Dannen suspiró. Odiaba tener que soportar la ceremonia, pero tenía que hacerse. El desafío había sido ofrecido y aceptado correctamente, por lo que tenía que pasar por ello. Además, si se echaba atrás ahora, le pegarían un tiro.
-Os doy las gracias por vuestros saludos, y los devuelvo en su totalidad -respondió.
Ante esa respuesta, los tres se relajaron visiblemente y extendieron sus manos centrales para que él pudiera estrechárselas. Dannen las estrechó una tras otra, y luego se limpió disimuladamente la grava y el polvo de las manos. Cuando su rival regresó con varios vasos escarchados, Dannen repitió los gestos y las palabras.
El retador lanzó un chip de mil créditos a la mesa: su apuesta. Dannen parpadeó ante el chip; si lo hubiera sabido, habría sido un poco más firme. Realmente no quería hacerlo, pero ya era demasiado tarde.
Bueno, al menos conseguiría arreglar su nave.
-¿Estás listo, Lifehold-señor?
-Sí -respondió Dannen, deseoso de acabar de una vez.
-Entonces comienza, y yo te seguiré.
Dannen tomó un sorbo experimental y lo saboreó a fondo. Ningún regusto extraño, ningún rastro de nada inusual, ningún olor antinatural... probablemente seguro. Haciendo trabajar la garganta, vació el vaso de un largo trago y lo dejó sobre la mesa. El rival se quedó boquiabierto, luego miró a su vaso. Poco a poco, lo levantó, y, como indicaban las reglas del concurso, bebió de la misma manera.
Cinco tazas más tarde, el retador se tambaleó por un momento, murmuró algo, y luego cayó al suelo con gran estrépito. Los tres silika restantes miraron con asombro a Dannen mientras este recogía el chip.
-Eres un verdadero campeón, Lifehold-señor -dijo el del centro-. No me extraña que vencieras a Attapi.
Dannen hizo una ligera reverencia.
-Mis felicitaciones a su amigo. Es un ser valiente, aunque un poco temerario.
Con un pequeño saludo, llevándose unos dedos a la cabeza, se volvió y se fue.
Al salir al aire fresco, de camino hacia el almacén, Dannen pensó en esa reputación que estaba adquiriendo. Si no se hubiera entrado al concurso con Attapi, alguien más lo habría hecho, por supuesto. Casi cualquier otro ser le habría vencido... él simplemente había sido el elegido. No es que hubiera demasiadas criaturas a las que les afectase el agua mineral, y con su base fisiológica de silicio, los silika se veían influenciados por ella mucho más rápido. Que tuvieran que desafiar a un ser humano en primer lugar no tenía sentido, pero quizás fue simplemente mala suerte. Era como retar a un wookie a un concurso de trepar árboles.
Un par de kilómetros más adelante, Dannen llegó al almacén. Se había acostumbrado a la manera extraña que tenía Linkaas de manejar las cosas; los almacenes sin trabajadores eran la norma. Dohu era sólo un lugar de paso de la carga, y Dannen era simplemente el siguiente que debía transportarla.
-Chico, me alegro de que este sea el último -murmuró para sí mismo-. No me gusta la forma en que esa planta hace negocios.
Tecleando su código de entrada en la cerradura, entró dentro, abriéndose camino hasta el área de almacenamiento. Al doblar una esquina, se encontró con la carga: 12 cajas, cada una de unos seis metros cúbicos. Una hilera de elevadores de carga se encontraba contra la pared. Conociendo a Linkaas, estarían cargados y listos para usar.
Dannen se dirigió hacia los elevadores. Al doblar la esquina, sintió un cosquilleo en la nuca. Instintivamente rodó hacia delante, justo a tiempo para evitar el disparo bláster que quemó el suelo justo donde había estado de pie. Dannen se agachó detrás de las cajas y sacó su propio bláster de la pistolera. Rápidamente disparó dos tiros, luego se agachó detrás de la cobertura.
Genial, justo lo que necesitaba.
De repente, algo le atacó por detrás y rodeó con fuerza su cuerpo, sujetando sus brazos. Segundos más tarde, sintió un pequeño pinchazo en el cuello, y fue levantado del suelo y amordazado con una cuerda de tacto similar. Se encontró mirando a dos seres de piel roja y cuerpos musculosos. Había algo familiar en ellos...
Todavía estaba pensando en ello cuando la oscuridad se lo llevó.

***

Cuando volvió en sí, estaba suspendido en el aire. Al girar su cuerpo un poco, descubrió que estaba colgado de una viga en el techo. Más cordones mantenían atadas sus muñecas, y la cuerda alrededor de su cuerpo estaba atada a la viga sobre él. Le habían vendado los ojos, pero podía oír a los ladrones bajo él mientras sacaban las cajas del almacén y las metían en algún tipo de vehículo. Poco a poco, para no despertar la atención, giró las muñecas para tratar de aflojar sus ataduras. No sirvió de nada... era casi como sus manos estuvieran sumergidas en plastiacero.
La sensación de déjà vu volvió, más fuerte esta vez. Plastiacero... algo sobre ataduras que parecían plastiacero...
Sus reflexiones fueron interrumpidas cuando oyó una voz por debajo de él.
-¿Qué hacemos con él?
-Recuerda lo que dijo el jefe –respondió una segunda voz-. Lo matamos, y lo dejamos aquí.
He escuchado esas voces antes, pero ¿dónde? pensó.
-¿Qué hay de su nave? –dijo Primera Voz.
-La dejamos por ahora, y la recogemos más tarde.
-Está bien -dijo Primera Voz.
Dannen oyó el crujido de un bláster al desenfundarse, y se preparó. Estoy de camino, Feq. Más pronto de lo que pensaba, pero allá voy.
Cuando sonó el disparo, se oyó un grito desde abajo, y varios gritos de guerra en la dirección de la puerta. Luego se oyó una gran cantidad de disparos, y un montón de gritos.
-¡Salgamos de aquí! –dijo Segunda Voz-. ¡Son demasiados!
Dannen oyó el sonido del transporte de carga alejándose. A continuación, unos momentos después, sintió unas manos que lo bajaban suavemente hasta el suelo. Un vibro-cuchillo cortó sus ataduras, y retiraron la venda de sus ojos. Parpadeando ante la luz brillante, Dannen contempló a...
-¿Kenta Anwa?
El silika negó con la cabeza.
No, Lifehold-señor, soy Klin, hermano y compañero de Kenta. ¿Estás herido?
Dannen se puso de pie, haciendo una mueca por el dolor de sus músculos.
-Dolorido, pero sobreviviré. –Pasó la mirada de silika a otro-. ¿Cómo me habéis encontrado?
-El ego de mi hermano se llevó lo mejor de él -dijo Klin-. Quería demostrar que se había reunido contigo y que había competido contra ti, pero se olvidó de llevar su holo-cámara. Cuando se despertó, él exigió que tomara su cámara y te encontrase. Seguimos tu olor hasta aquí, y nos encontramos con los bandidos. -Su rostro rocoso parecía triste-. No pudimos evitar que escapasen.
-Pero sí evitasteis que me matasen -dijo Dannen mientras se estiraba-. Gracias. Os debo una.
Klin negó con la cabeza.
-No nos debes nada, Lifehold-señor. Estamos contentos de ayudar. Pero, nos gustaría pedirte un favor.
-Lo que sea.
Klin metió la mano en su mochila y sacó una holo-cámara.

***

Dannen se dirigió hacia la bahía de atraque. Había estado caminando y pensando durante la última hora, tratando de decidir qué hacer. Su carga había sido robada, no iba a ser capaz de hacer el último pago de su nave, y su elevador de repulsión de estribor estaba casi inutilizado. Y, para colmo, los bandidos habían tomado incluso sus ganancias del Concurso.
Al entrar en su bahía, su desesperación creció. Entonces, ¿qué hacer?
¿Ir a decirle a Linkaas la verdad? Claro, como si se la fuera a creer. Y Linkaas no tendría en cuenta el testimonio de los silika.
¿Huir? Sí, pero ¿a dónde? Y él pasaría el resto de su vida con los secuaces de Linkaas tras él. Definitivamente no era el camino para una larga vida.
Dannen se detuvo en seco en medio de la bahía. Secuaces... Espera un momento...
-¡Eso es! –gritó-. Ese horrible y podrido hijo de...
Su grito asustó a algo debajo de su nave. En un instante, tenía su bláster en la mano y apuntando al intruso.
-¡Sal de ahí! –exclamó-. ¡No estoy de humor para juegos!
La intrusa salió lentamente de debajo de la nave. Medía cerca de metro y medio de altura, con pelo castaño claro y ojos azules. Su rostro y su cuerpo eran de naturaleza muy felina, bigotes incluidos. Llevaba una camisa raída y unos pantalones rotos. Un cinturón de herramientas colgaba de su cintura. Descalza y con la cola encogida, aunque Dannen no podía decir si era de miedo, ira o temor.
Dannen se acercó a ella lentamente.
-¿Qué estabas haciendo ahí abajo?
Ella lo miró con los ojos muy abiertos.
-Nave rota. Yo mejoro.
-¿Eres un mecánico?
-¿Mecánico? -preguntó ella, tropezando con la lengua en lo que obviamente era una palabra desconocida.
Dannen lo intentó de nuevo.
-¿Arreglas cosas?
Sus ojos se iluminaron.
-¡Sí! ¡Yo arreglo tu nave!
Dannen bajó la pistola.
-¿Quién te dijo que mi nave necesita reparaciones?
-Vi nave aterrizar. Sabía que estaba rota. Vine a arreglar.
-Espera un minuto, ¿entraste aquí sin más y empezaste a trabajar?
-No, salté muro -dijo, señalando al muro-. ¿Nave es tuya?
-Sí, lo es.
Ella sonrió, mostrando unos incisivos como agujas.
-Muy bonita.
¿El Salvavidas? ¿Una nave bonita? Eso es nuevo. Dannen le devolvió la sonrisa.
-¿Cómo te llamas?
Ella dijo algo demasiado rápido y demasiado complicado para poder entenderlo.
-Persona con quien viajé una vez me llamaba Purr. Me gustaba eso.
-Está bien, Purr entonces. ¿Me podrías mostrar lo que has arreglado?
Ella lo condujo por debajo de la nave hasta el elevador de repulsión de estribor. Retirando un panel, se hizo a un lado para que él pudiera mirar. Dannen miró, y se quedó sin aliento: piezas y cables que nunca había visto antes estaban conectados juntos en una maraña que parecían fideos Dacho poco hechos.
-¡Oh, no! ¿Qué has hecho? -gimió con desesperación.
-Arreglarlo -dijo Purr.
-Tienes que estar bromeando. ¡Nunca funcionará de esta manera!
-Sí, funciona ahora. ¡Pruébalo!
Su confianza era real, pero el aspecto que tenía...
-¿Estás segura?
-Funciona ahora. ¡Prometo!
Dannen echó otro vistazo, y luego suspiró.
-Está bien, pero si la nave se estrella y me mato, no volveré a hablar contigo nunca más.
-¡No! –gritó Purr, rodeándolo con sus brazos. ¡No! ¡No estrellar! ¡No estrellar!
-Tranquila, Purr -dijo Dannen, sorprendido-. Era sólo una broma.
Purr hundió la cara en el pecho de Dannen.
-Nunca bromees sobre muerte. ¡Nunca!
-Está bien, está bien, lo siento. Nunca volveré a hacerlo, lo prometo.
Ella levantó la mirada hacia él.
-¿Prometes?
-Lo prometo. Ahora, suéltame, y probaré tu reparación.
Levantó la vista hacia su rostro.
-¿Reparación?
-No importa.
Purr lo soltó, y juntos se dirigieron al puente. Dannen se sentó y Purr se deslizó en la silla del copiloto. Después de recibir la autorización para despegar, Dannen alimentó lentamente potencia a los elevadores de repulsión, comprobando la luz de advertencia cada pocos segundos.
El Salvavidas se levantó lentamente del suelo. El elevador de repulsión de estribor soportaba su parte de la carga sin indicios de pérdida de potencia. Dannen puso la nave a plena potencia, y el Salvavidas se elevó majestuosamente hacia el cielo.
-No puedo creerlo -dijo con admiración.
-Te dije estaba arreglado -dijo Purr con una sonrisa.
-Desde luego que sí. Que me aspen, funciona. -Entonces lo recordó-. Purr, no puedo pagarte. Me robaron, ¿sabes?, y...
Purr levantó una pata y le hizo callar.
-No quiero dinero. Pero... ¿algo para comer? ¿Y un lugar caliente para dormir?
Dannen sonrió, y la llevó a la cocina. Se dio cuenta de que ella manejaba el AutoChef con la facilidad que da la práctica. Después la condujo a una habitación libre, llevó la nave al hiperespacio, y luego se fue a su propia habitación.
Tenía mucho en qué pensar.

***

A unos tres diámetros planetarios de distancia de Evas, Dannen hizo una llamada a Linkaas por el comunicador subespacial. Linkaas respondió de inmediato.
-Dannen, hijo mío, me alegro de tener noticias tuyas -dijo, con evidente sorpresa en su voz.
-Ahórrate eso, Linkaas -interrumpió Dannen-. No planeabas volver a verme nunca más, y lo sabes.
-¿Qué quieres decir, hijo mío?
-Tenías a tus chicos Chokk y Bakk esperándome en Skagras, Linkaas. Me tendieron una emboscada y casi me matan. Les vi.
Linkaas hizo todo lo posible por sonar ofendido. No lo logró.
-Incluso aunque ellos estuvieran allí, ¿cómo puedes decir que los envié para matarte? Eres uno de mis mejores mensajeros.
Dannen sonrió con tristeza al receptor de vídeo.
-Porque fueron lo bastante estúpidos como para usar pistolas de cuerda, por eso. Todavía están en desarrollo. Las probé yo mismo, y sé el tacto que tiene el cordón. Por eso lo sé, maleza pliith con sangre de savia. Intentaste hacer que me matasen, y que pareciera un robo.
Por un momento, las frondas de Linkaas se pusieron moradas de rabia.
-Esos torpes incompetentes... vaya, Dannen, no sé de qué me estás hablando. Esas pistolas de cuerda deben de haber sido robadas.
-No cuela, Linkaas. Lo he descubierto todo, ya ves. Creo que querías robar el Salvavidas. Ya casi lo había terminado de pagar, por lo que ya no tendría que trabajar más para ti. Así que haces que me maten, y luego se lo vendes a algún otro pobre tonto. -Dannen sonrió-. Además, tendrías el cargamento para vender, sin tener que pagar por su transporte. Bonito plan. Te doy un sobresaliente por el esfuerzo. Pero no era lo bastante bueno.
Linkaas respondió a la sonrisa de Dannen con la suya propia.
-No puedes probar nada de eso, y lo sabes. Simplemente sería la palabra de un contrabandista contra la palabra de un presidente de corporación. No tendrías ninguna oportunidad.
La sonrisa de Dannen se tensó.
-Ponme a prueba.
-Podría hacerlo. De todos modos, todavía me debes tu último pago, además del coste del cargamento que has perdido...
-¡Tú lo robaste! –tronó Dannen.
-Demuéstralo. A lo que iba, ahora me debes 25.334 créditos, pagaderos cuando lo demande. Y lo demando ahora.
Dannen se echó hacia atrás, aturdido.
-Espero que alguien envenene tu abono.
Justo en ese momento, Purr se asomó a la pantalla de comunicaciones.
-¡Es una planta! -exclamó con asombro.
-¡Purr, fuera! –dijo Dannen, apartándola de un empujón.
-Vaya, Dannen, ¿quién es tu amiga? –preguntó Linkaas, olvidando momentáneamente su ira.
-Ah, nadie -dijo Dannen.
-Tonterías, muchacho; déjame verla.
Purr se apoyó en el receptor de nuevo. Linkaas examinó atentamente su imagen, y luego se echó a reír.
-¿Sabes lo que tienes ahí, hijo mío? Es una tinnell.
Dannen frunció el ceño.
-¿Una qué?
-Una tinnell Son terriblemente estúpidos para todo salvo para la tecnología; los mejores mecánicos de la galaxia. Los tinnell parecen tener una habilidad innata para arreglar las cosas. También son extremadamente escasos. ¿Donde la encontraste?
-No es asunto tuyo.
Linkaas miró pensativo a la pareja.
-¿Sabes, Dannen? Esto pone una nueva luz sobre las cosas. Te diré lo que voy a hacer; nos traes esa tinnell para que la estudiemos, y te perdonaré tu deuda. Será el dueño de la nave, libre de polvo y paja, y no tendrás que pagar por el cargamento.
-Olvídalo, Linkaas -gruñó Dannen-. Sé lo que quieres decir con “estudiar”. ¡Quieres diseccionarla!
-Por supuesto que no. Tengo que averiguar si su genio técnico puede ser duplicado. Ella trabajará para mí durante el día, y yo la... estudiaré por la noche.
-Nada de eso. No voy a dejar esclavices a un ser vivo. Y no voy a pagar por ese cargamento, ni por el último pago de la nave.
-Lamento que te sientas así, hijo mío -dijo Linkaas-. Pero no tienes otra elección. Tendré mi dinero, o la tinnell. Y me entregaras lo que sea ahora mismo.
-¿Dannen? –dijo Purr, dándole golpecitos en el hombro.
Dannen no le hizo caso.
-Sigue soñando, Linkaas. Ha estado tomando tus propias especias.
-¿Dannen? –dijo Purr de nuevo.
-¿Qué? -espetó, irritado.
-¿Qué es eso? -dijo, señalando por la ventana. Él siguió su pata, y vio cuatro pequeños cazas que se acercaban hacia ellos desde el planeta.
-Oh, no -se quejó Dannen-. Debí de haberlo sabido. Salgamos de aquí, Purr. ¡Agárrate!
-¿Sabido qué?
-Me ha estado manteniendo ocupado en la línea de comunicación el tiempo suficiente para enviar a algunos amigos.
Purr miró a las naves.
-¿Quieres decir esos son amigos tuyos? Tal vez ellos nos ayuden.
-No amigos nuestros, Purr, amigos suyos. Él esperaba que no me diera cuenta. -Con un movimiento practicado, pulsó un interruptor, subiendo los escudos, y encendiendo los motores a plena potencia. El Salvavidas salió disparado hacia adelante como un gato escaldado, esquivando el fuego bláster de los cazas, y desviándose lejos del planeta.
Dannen sonrió por la ventana, a los cazas que se acercaban disparados.
-Está bien, capullos, bailemos.
-¿Bailar?
-No importa. -Alzó la mano y activó el ordenador de navegación, y realizó un giro cerrado que le quitó por un momento el primer caza de la cola. Ahora, ¿dónde podemos ir por un tiempo?
Purr pensó.
-No sé.
-No pasa nada, yo tampoco lo sé.
Comenzó a hacer zigzaguear la nave para suponer un blanco más difícil, agitándola en direcciones aleatorias. Luego, con una sonrisa, pulsó algunos botones e introdujo información en el ordenador de navegación.
-¿Dónde vamos? –preguntó Purr.
-A Alderaan –contestó-. ¿Has estado alguna vez allí?
Purr pensó. Era todo un esfuerzo.
-No lo creo.
-Conozco a algunas personas allí. Son gente muy amable, muy pacíficos. -En ese momento, un disparo perdido golpeó los escudos, haciendo que Dannen hiciera una mueca-. Y un poco de paz es algo que nos vendría bien. No te preocupes, te gustará.
-¿Prometes?
Dannen sonrió.
-Lo prometo.
Una luz verde empezó a parpadear en el panel. Purr se inclinó sobre el panel y señaló a la luz.
-¿Qué es eso que parpadea?
-Significa que nos vamos -respondió él, tirando de las palancas.
El Salvavidas saltó al hiperespacio, justo cuando los cazas activaban sus blásters. El piloto del caza de cabeza activó el interruptor de su comunicador.
-CL-1 a base -dijo.
-Adelante, CL-1.
-Han escapado, señor.
-Sí, lo sé -la voz de Linkaas retumbó a través del altavoz-. No habéis sido lo bastante rápidos. Pero no importa, muy pronto tendré a Lifehold, su tinnell y su nave. -Linkaas hizo una pausa-. Oh, y, ¿capitán? Estáis todos despedidos.
Hubo cuatro breves llamaradas cuando las naves se autodestruyeron. Pronto no quedaron pruebas de que jamás hubieran existido.

***

Cuando las estrellas se convirtieron en líneas alargadas y el hiperimpulsor de la nave se hizo cargo, Dannen se relajó.
-Está bien, ahora estamos a salvo.
Purr le miró.
-¿Por qué me quería esa planta?
Dannen consideró la respuesta. Si le decía la verdad, probablemente quedaría confusa. Era mejor hacerlo sencillo.
-Él te quiere matar.
Sus ojos se abrieron de terror.
-¿Por qué?
-Porque eres especial. Y porque sabe que eso me haría daño.
Purr le miró.
-No dejes que me atrape, ¿vale?
Dannen sonrió y la tomó en sus brazos.
-No, Purr, no dejaré que te atrape. Te lo prometo. -Le rascó la cabeza; durante el viaje desde Dohu, había descubierto que eso le gustaba-. Venga, vamos a descansar un poco. Tenemos un largo viaje por delante.

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