Charlene Newcomb
Wink Tasion refunfuñó para sí mismo en voz
baja. Sabía que los soldados exploradores a los que vigilaba estaban a punto de
cambiar de frecuencia. Podía distinguirlo por el tono de sus voces, aunque no
entendía más que una palabra de cada cinco, debido a la estática en el canal de
comunicación.
Levantó la vista de su estación de trabajo
cuando un movimiento en la sala llamó su atención. Saludó con la cabeza a Alex
Winger cuando esta entró en el centro de operaciones de la resistencia. Ahora el día ya tiene un lucero brillante,
pensó para sí mismo. Ella le apuntó con el dedo como si fuera un bláster. Él
sonrió, sacudiendo la cabeza... era una broma entre ellos que se remontaba casi
un año.
Alex había estado en dos de sus clases en la
universidad. En aquel entonces, Wink la conocía como la hija del Gobernador
Imperial de Garos IV, no como uno de los miembros más valiosos de la resistencia.
Así pues, cuando ella entró con pasos danzarines en el centro de operaciones el
primer día de trabajo de Wink, este casi le disparó. Gracias a la Fuerza , uno de sus
camaradas le detuvo. ¡Y por suerte, Alex tenía un gran sentido del humor!
-Vi esa mueca en tu cara desde el otro lado de
la habitación -le dijo medio en broma mientras se acercaba a mirar por encima
de su hombro.
-Hoy la señal es pésima -dijo, entregándole un
auricular de repuesto-. "Hey, Mika, ¿puedes escuchar esto? -exclamó al
supervisor en otra estación de intercepción, a dos asientos de distancia.
Mika Kaebra sacó una visualización de los
canales imperiales que estaban siendo monitorizados por los operadores, luego
tecleó el canal de Wink para escucharlo. Como jefe de comunicaciones de esta
estación de monitorización en Ariana, recorría las longitudes de onda imperiales
en busca de cualquier tráfico de mensajes interesante. Y los operadores siempre
podían contar con su ayuda cuando surgía algún problema.
Hoy tenía cinco operadores... típico para la
primera parte del día. Dos de ellos estaban asignados a la tarea de monitorizar
las comunicaciones de los soldados exploradores en el complejo del centro
minero al sur de Ariana. Uno trabajaba en las comunicaciones entre el complejo y
los cuarteles imperiales de la ciudad, y los otros dos llevaban el control del
tráfico de mensajes hacia y desde el mundo exterior y otros puestos de avanzada
en Garos IV.
Alex hizo una mueca cuando la estática rompió
las ondas.
-No puedo oír nada... ¿Se han trasladado?
-Eso creo. -Wink dudó, tratando de escuchar
cualquier señal de vida. ¡Allí estaba!- Alguien todavía está ahí... espera...
-Puedo oírle. –A duras penas, pensó Mika, mientras escuchaba por un oído y
comenzaba a rastrear canales por el otro-. ¿Qué está diciendo?
Escucharon una voz lejana tratado de hablar
sobre la estática.
-Es TK-21. Está pidiendo instrucciones -dijo
Wink.
-¡Supongo que está teniendo tantas dificultades
como nosotros para oír! –observó Mika-. Vamos, 21, ¿dónde está tu jefe? -le
dijo al soldado explorador que estaba vigilando, sabiendo que el hombre no le habría
escuchado aunque el canal estuviera libre de interferencias. Había que tener
sentido del humor para permanecer sentado en esas estaciones de intercepción
durante horas y horas, o de lo contrario podrías volverte loco.
-¿Quién está en el canal B-2? –preguntó otro
operador.
-Podrían ser tus chicos, Wink. Compruébalo -le
dijo Mika.
-B-2 –repitió Wink, mientras cambiaba los
canales.
-TK-21 sigue pidiendo ayuda -le dijo Mika.
Wink escuchó la conversación durante unos
segundos.
-Sí... son ellos. El jefe acaba de enviar a TK-16
para llamar a 21.
-Está bien –dijo Mika-: Voy a seguirles por aquí
de momento.
Wink sonrió a Mika y le hizo un gesto con el
pulgar hacia arriba. La señal en B-2 era mucho más clara. Esta unidad de
soldados exploradores que estaban monitorizando era una nueva red que la
resistencia había descubierto alrededor de una semana antes. Los soldados
estaban literalmente montando el nuevo sistema de defensa del perímetro en el complejo
del centro de minero donde los imperiales estaban excavando.
El Imperio estaba espabilando después de que
la resistencia hubiera atacado a varios de los convoyes de suministro. Estaban
colocando sensores en un radio de cinco kilómetros alrededor del centro minero,
lo que incluía áreas en las que la resistencia tenía depósitos de armas
ocultos. Eso significaba que la resistencia tendría más dificultades para
observar la actividad cerca de las minas, por no hablar de la recuperación de
sus propias armas.
Lo que antes había sido una pequeña guarnición
de tropas imperiales, había crecido en los últimos meses a cerca de 500 oficiales
solamente en Ariana. Además de todo el personal de apoyo y los exploradores y los
soldados de asalto que los acompañaban, incluidos los asignados al centro
minero. La resistencia nunca se había enfrentado a condiciones como ésas. Solía
ser relativamente fácil robar equipos imperiales, acechar los suministros de
alimentos y atacar los pocos puestos de avanzada que el Imperio había
establecido. Pero todo eso había cambiado.
Enfrentados a crecientes dificultades, los
luchadores por la libertad de Garos IV estaban decididos a continuar la lucha.
Como uno de sus líderes les había dicho, sólo tenían que esculpir en el bloque de
piedra una única imagen cada vez. Una victoria pequeña seguía siendo una
victoria.
Alex dejó el auricular, dio unas palmaditas a
Wink en la espalda y se dirigió al otro lado de la habitación para hablar con
Magir Paca, uno de los líderes del movimiento de resistencia. Estaba estudiando
la pantalla principal con el teniente Dair Haslip. Nadie estaba seguro de qué
era más extraño: ver ahí abajo a alguien en uniforme de oficial Imperial, o
trabajar con la hija del gobernador imperial.
-Paca. Dair –Alex saludó a los dos hombres.
-Hola, Alex -dijo Paca.
Ella señaló con la cabeza hacia la pantalla.
-¿Más malas noticias?
-El general Zakar ha solicitado otros 2.000
soldados -explicó Dair.
-¿Dos mil? –exclamó Alex.
-Bueno, no es inesperado -dijo Paca-. Con nuestro
continuo acoso a sus exploradores, y dada la obvia importancia de las minas,
supongo que Zakar quiere estar seguro de poder hacer la entrega cuando el siguiente
Destructor Estelar regrese para una recogida.
-¿Todavía no hay información acerca de dónde
están enviando los imperiales el mineral? -preguntó Alex.
-Ni una palabra. Estoy casi seguro de que ni
siquiera el propio general Zakar lo sabe- dijo Dair, aunque apenas podía
creerlo él mismo.
-El secreto parece ser una prioridad muy alta.
Paca gruñó.
-Es irónico, ¿no? Están aumentando los
efectivos y añadiendo sensores, ¡y aún quieren mantener en silencio toda esta
operación! Recordad mis palabras, amigos. La Nueva República se enterará de
esto. Rastrearán esa base secreta –dijo Paca, esperando que su voz expresase
más confianza de la que sentía. Como todos los demás, había oído los rumores
acerca del empuje de la
Nueva República hacia Coruscant. Si Coruscant caía, sería sólo
cuestión de tiempo hasta que se extendieran hacia Garos IV.
Alex miró a la pantalla principal con una
mirada lejana en sus ojos. Nunca había hablado a sus amigos acerca de las visiones.
Visiones de aerodeslizadores avanzando hacia el complejo del centro minero.
Visiones de una batalla en los cielos sobre Garos IV.
-La
Fuerza está con nosotros -dijo. Su voz se volvió apenas un
susurro-. Vendrán. Estoy segura de ello.
Los dos hombres miraron a Alex. Sólo su forma de
decirlo les daba esperanza para el futuro. Pero aún así, en el fondo de sus
mentes se preguntaban si la resistencia podría continuar operando contra el
mejor equipado Imperio. ¿Podrían aguantar hasta que la Nueva República llegase
para ayudar?
-¿Qué pasa con la construcción en las minas?
-preguntó Alex cuando se dio cuenta de lo que estaban mirando.
-El último de los cuarteles estará listo para
su ocupación en dos o tres semanas -les dijo Dair-. Pueden albergar fácilmente a
1.200 personas en el complejo.
-¿Y el bunker? –preguntó Paca.
-De los informes que he leído, la construcción
está casi terminada. Está previsto que entre en funcionamiento dentro de una
semana... si reciben la entrega de
esas unidades de control de sistemas Anscot para los sensores.
-Cuando consigan activar esos sensores, el
lugar será casi impenetrable -observó Alex.
Dair y Paca se miraron entre sí y luego a
Alex. Los dos estaban sorprendidos por su comentario. Ella no era de los que se
daban por vencidos.
Alex captó sus miradas.
-¡He dicho casi
impenetrable!
-No te preocupes, Alex. ¡Apuesto a que
encontrarás un punto débil! –dijo Dair, medio en broma.
Ella le sonrió, sacudiendo la cabeza.
-¿No has oído nada acerca de las unidades de
control? -preguntó Paca a Dair.
-Probablemente lo mismo que Mika y sus operadores
están escuchando. Sólo están tratando de averiguar cuando las cosas estarán
listas para su envío desde Garan.
Paca asintió.
-Está bien, mantén los oídos bien abiertos.
-Paca -Mika lo llamó desde el otro lado de la
habitación-. Tenemos un problema. Mira esto.
Paca, Dair y Alex miraron por encima del
hombro de Mika mientras este transcribía, prácticamente palabra por palabra, la
conversación que estaba espiando.
-¿Has conseguido fijar la localización? –preguntó
Dair.
-Todavía no -dijo Mika, sin detenerse siquiera
mientras sus dedos volaban sobre el teclado-. Jaytee, recoge el canal A –pidió
a otro operador cuando dos de las voces se separaron de la red principal.
-Lo tengo -confirmó Jaytee.
-Maldita sea -maldijo en voz baja Paca mientras
leía los mensajes entre TK-32 y su comandante de escuadrón.
-Tengo la ubicación -informó Mika.
-Ponla en el monitor principal –le dijo Paca,
volviéndose a mirar cuando un pequeño punto rojo apareció en la pantalla. Alex meneó
la cabeza. Los imperiales habían localizado uno de los escondites de armas de
la resistencia en una cueva no muy lejos del centro minero.
Paca tecleó algo en su propia tableta de
datos: una lista de lo que estaba almacenado en esa ubicación.
-Armas pequeñas –dijo-. ¡Gracias a la Fuerza que no han
descubierto el lanzador de misiles Plex que tenemos escondido por ahí! -Un
pequeño consuelo; la resistencia necesitaba todas y cada una de las armas que pudiera
conseguir. Colocó un aviso para indicar a todos los equipos el descubrimiento
de los imperiales y escribió una nota para que se discutiera acerca de cómo
mover otras armas fuera de esa zona. Entonces se dio cuenta de que Jaytee
estaba ocupado en su puesto de intercepción-. ¿Qué están haciendo tus chicos?
-Hablar de la seguridad en la mansión del
gobernador.
Así que mi padre
finalmente ha pedido guardias para la casa,
pensó Alex. Voy a tener que ir a la
universidad después de todo.
-Dair, ¿por qué no te unes al Gobernador y a
mí a cenar esta noche? Podemos probar su dispositivo de seguridad. Tendremos
que saber lo que está pasando alrededor de la mansión antes de intentar mover
las armas de las cuevas.
-Buena idea, Alex -dijo Paca.
-Pasaré por tu oficina más tarde y entregaré
una invitación formal -dijo Alex a Dair.
-Está bien.
-Tened cuidado -les dijo Paca.
Alex le dio una sonrisa fanfarrona.
-Hey, ¿alguna vez me has visto correr riesgos?
-Hizo una pausa, y luego le señaló con el dedo-. ¡No contestes a eso!
Paca se rió, sacudiendo la cabeza.
-¿Podrás informarnos mañana sobre el
dispositivo?
-Tengo clase a las 9:00. ¿Qué tal a las 10:30?
–Soltó una risita, señalando a Jaytee que seguía escuchando a los dos soldados
exploradores en la mansión-. ¡Apuesto a que Jaytee sabrá tanto como yo!
-De acuerdo. -Paca sonrió-. Mañana a las 10:30.
-Hecho -dijo, dirigiéndose al otro lado de la
habitación hacia la puerta que conducía a los túneles.
Paca y Dair la vieron alejarse. Había algo muy
especial acerca de Alex Winger. Ambos hombres compartían el mismo pensamiento cuando
la puerta que daba al sistema de túneles se cerró tras ella. La Fuerza estará con nosotros.
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