Tres personas entraron silenciosamente en el edificio a través de
una sala de mantenimiento en lo más profundo del Cuartel General Imperial. La
entrada secreta había estado allí mucho antes de la llegada de los imperiales a
Garos IV, pero sólo unos pocos miembros de la resistencia sabían de su
existencia.
Alex comprobó su bláster por enésima vez. Configurado para
aturdir. Los dos hombres que la acompañaban revisaron sus propias armas, rifles
bláster de la equitación estándar de los soldados de asalto que habían sido
confiscados durante una redada anterior.
-¿Listos?
Uno de los hombres asintió con la cabeza y estaba a punto de pulsar
el panel para abrir la puerta cuando Alex sintió un hormigueo que le subía por
la columna vertebral.
-Esperad... -susurró a sus compañeros. Nadie se atrevió a
respirar. Al principio no oyeron nada. Luego, el inconfundible eco de pisadas
sonó por el pasillo al otro lado de la puerta. Al final del pasillo, los pasos
se detuvieron, una puerta se abrió y luego se cerró. El pasillo quedó en
silencio.
Los luchadores por la libertad avanzaron silenciosamente por el
pasillo hacia el turboascensor. Su objetivo era el bloque de detención un nivel
por encima, donde su compañero Scat estaba preso. A esas horas de la noche,
habría dos guardias de servicio. Esperaban moverse rápidamente y sorprender a
los imperiales antes de que tuvieran la oportunidad de pedir ayuda. Luego localizarían
a Scat y saldrían del bloque de celdas. Toda la operación no debería durar
mucho más de un minuto.
Por supuesto, las cosas no siempre salían según lo planeado... unas
voces amortiguadas que se oían desde la última habitación cerca del
turboascensor hicieron que Alex se detuviera. Levantó la mano, señalando a los
otros dos hombres que pararan. Señaló la puerta.
-¿Cuántos? –vocalizó uno de sus compañeros, sin emitir ningún
sonido. Alex levantó dos, luego tres dedos, encogiéndose de hombros. Ellos
asintieron, moviéndose hacia el turboascensor, pero cautelosos ante esta
amenaza a sus espaldas. Alex apretó el panel para llamar al turboascensor y se
dio cuenta de que ya estaba en movimiento, dirigiéndose hacia ese nivel, el más
bajo del cuartel general.
-Alguien viene -susurró.
Agazapados a uno y otro lado de las puertas del turboascensor,
los tres luchadores por la libertad esperaron. La puerta se abrió y un hombre
joven fue empujado al pasillo. Por el rabillo del ojo vio que las tres figuras
enmascaradas vestidas de negro. Instintivamente, se tiró al suelo.
Frente a ellos, otra puerta se abrió y el teniente que se
suponía que esa noche iba a interrogar a un prisionero se encontró frente a los
miembros de la resistencia. Alex Se separó de la pared y disparó contra el
soldado de asalto que había estado custodiando a Scat en el turboascensor. Sus
amigos dispararon contra el teniente, que ni siquiera tuvo tiempo de sacar su
arma. Se precipitaron hacia la habitación en la que habían oído las voces de
unos momentos antes. Los disparos de bláster habían alertado a los otros oficiales
imperiales que estaban dentro. Uno de ellos fue neutralizado, a mitad de camino
de extraer su propio bláster, y el otro pulsó su comunicador para pedir ayuda.
En cuestión de segundos todo había terminado, siendo todos los
imperiales aturdidos por los rifles bláster de sus enemigos. Una alarma sonaba
mientras los cuatro combatientes por la libertad se dirigían por el pasillo
hacia la sala de mantenimiento.
Para cuando la seguridad llegó, Alex y sus compañeros estaban completamente
fuera de la vista. En la sala de mantenimiento, buscó a tientas la muesca en la
parte posterior de una sección de estanterías y la apretó, revelando la entrada
del pasadizo secreto por el que habían entrado.
Diez segundos más tarde, el grupo ya había salido a través del
túnel y se encontraba a salvo.
Misión cumplida.
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