miércoles, 24 de octubre de 2012

Susurros en la oscuridad (y III)


-¿Has oído eso, Mika? –preguntó Jaytee.
-Lo he pillado: 41 horas... que sería pasado mañana a las 8:00 -respondió Mika después de espiar la conversación sobre el envío de las unidades necesarias para hacer funcionar los sensores del centro minero. Hizo clic en su comunicador-. Paca –dijo por el dispositivo-, tenemos algo que te interesará.
Paca salió de la habitación contigua. Jaytee ya había transferido a una tarjeta de datos la información que querría. Se puso de pie en su puesto de intercepción agitando la tarjeta en dirección a Paca.
-Las unidades de control de sistemas: están listas para su envío desde Garan. Todos los preparativos están aquí -dijo Jaytee.
-Genial. Mika, alerta a nuestros equipos para que estén a la espera de órdenes -les dijo Paca cuando Jaytee le entregó la tarjeta de datos.
Su mente ya estaba trabajando duro. Esa era la información que habían estado esperando con ansias durante días. Los imperiales habían estado trabajando en las piezas para los controles sistemas informáticos en Garan debido a que la flota había estado tan ocupada con la Nueva República que habían sido incapaces de suministrar unos pocos componentes vitales para los sistemas de sensores de las minas.
Paca tocó delicadamente la tarjeta de datos. Sonrió para sí mismo, conocedor de la valiosa información que contenía. Ahora la resistencia tendría la oportunidad de destruir ese envío antes de que consiguiera llegar a las minas.

***

La antigua Carretera Currahen estaba tan tranquila como de costumbre a las 13:00. La carretera al norte de Garan era una ruta principal para ir a Ariana, a unos 40 kilómetros al noroeste. Siempre tenía mucho tráfico. Pero esta sección, al sur de la ciudad, conducía a las minas y sólo recientemente había observado un aumento de tráfico. Tráfico imperial.
El ataque contra el convoy de suministros tendría lugar en la Encrucijada Currahen, a unos 12 kilómetros al suroeste de Garan. La Encrucijada se encontraba en un puerto de alta montaña, y ofrecía varias opciones de escape para los luchadores por la libertad... estrechos caminos hacia el oeste, hacia los Acantilados Tahika, al sureste hacia el Valle Morcur, más abajo, o de vuelta a Garan.
Dair Haslip había podido confirmar a última hora de la tarde anterior que tres camiones deslizadores estaban cargados y listos para partir desde el centro de distribución de Garan. De acuerdo con la información que tenía, los camiones serían escoltados por dos escuadrones de soldados exploradores, y al menos un AT-ST. Un observador avanzado había visto un segundo AT-ST avanzar a través de las montañas hacia Garan durante la noche.
Los luchadores por la libertad habían estado vigilando las colinas que rodeaban la Encrucijada desde las horas anteriores al amanecer. A las 7:00 había llegado la noticia de que se había establecido una nueva hora de salida a las 9:30. Y entonces esperaron.
Todavía seguían esperando.
El tiempo se había vuelto desagradable. Nubes de tormenta aparecieron rodando desde la costa antes de mediodía. Había estado lloviendo durante más de una hora. La visibilidad era pobre debido a una densa niebla que envolvió las laderas. Si no hubiera sabido lo contrario, Alex juraría que era el atardecer en lugar de mediodía.
-Gracias, Cardy -dijo cuando uno de sus compañeros le entregó una taza de té caliente de su termojarra.
-¿Qué crees que ha pasado con el convoy? -le preguntó él-. Deberían haber llegado aquí hace mucho tiempo.
Alex se calentó las manos en la taza.
-¿No estarás preocupado, verdad? -le preguntó ella.
-No. Es sólo que toda esta espera me pone nervioso -dijo, tomando un sorbo de su propia taza.
-Sí, ya sé lo que quieres decir. Pero habríamos oído algo si no fueran a venir. -Miró a través de sus macrobinoculares-. Llegarán -lo tranquilizó. Un trueno lejano resonó en el bosque. Hizo que un escalofrío recorriera su columna vertebral-. ¿Qué tal está ese bebé? -preguntó Alex, tratando de aligerar el oscuro estado de ánimo de Cardy.
Él sonrió.
-¡Está creciendo tanto! Gateando por todas...
Un zumbido del intercomunicador les sobresaltó a ambos. Esa era la señal. Los camiones deslizadores aparecerían a la vista en cualquier momento.
-¡Allá vamos! –susurró Cardy, mientras se alejaba de ella subiendo más por la colina.
Un chirrido metálica retumbó por las colinas... maquinaria pesada en movimiento... ¡AT-STs! Hay uno, pensó Alex mientras miraba a través del visor de su rifle bláster. Le seguían tres camiones deslizadores rodeados de soldados exploradores. Un segundo AT-ST cerraba la marcha.
Era el momento...
Un misil pasó rugiendo sobre la cabeza de Alex. Uno de los AT-ST estalló en mil pedazos. Diez soldados exploradores cayeron bajo la primera andanada de fuego de bláster procedente de las laderas. Otro disparo del Plex sólo rozó al otro caminante. Los soldados exploradores salieron de la carretera y se dispersaron hacia las colinas.
El segundo AT-ST fijó sus armas en el lanzador de misiles Plex que había acabado con su compañero. Una explosión iluminó la ladera de la montaña justo por encima de Alex.
Escuchó el grito agonizante de Cardy y subió corriendo por la ladera para ver cómo estaba.
-¿Cardy? -gritó por encima de los sonidos de la batalla mientras las explosiones continuaban estallando a su alrededor. Vio el lanzador y se dirigió hacia él... parecía como si lo hubiesen tirado descuidadamente a un lado como hace un niño con sus juguetes cuando se ha cansado de ellos. Cardy yacía a un metro de distancia, mortalmente herido.
-Coge... el misil... -balbuceó.
-Vamos, te sacaré de aquí -le dijo. Consiguió con dificultad pasarle brazo por los sobacos, sabiendo en su corazón que sus esfuerzos serían inútiles. Y Cardy también lo sabía.
-No... demasiado tarde... para mí -dijo, ahogándose en sus palabras. Tomó un último aliento y murió. Otro amigo perdido. Alex apretó el puño pensando en el niño que nunca conocería a este hombre valiente. Acercó su cuerpo hacia ella, cerrando los ojos y abrazando el cuerpo sin vida en sus brazos durante unos breves segundos.
Un disparo le pasó rozando la cabeza. Dejó el cuerpo de Cardy en el suelo, luego agarró el Plex y se dirigió colina abajo. Estaba decidida a eliminar ese otro AT-ST. Un soldado explorador pasó casi tan cerca que podía tocarlo, pero no la detectó.
En el lado oriental del camino los compañeros de Alex lanzaban granadas contra los camiones deslizadores, ignorando valientemente el AT-ST que los buscaba. Un camión explotó en una enorme bola de fuego. El caminante adquirió un blanco. Pero Alex estaba lista. Disparó el Plex antes de que el AT-ST tuviera la oportunidad de hacer un solo tiro. La cabina se incendió, regando el camino de escombros y haciendo que un segundo camión comenzara a arder.
El comunicador de Alex zumbó. Esa era la señal para retirarse. Uno de los soldados exploradores debía de haber salido fuera del alcance de las interferencias y había pedido ayuda. Se colgó el Plex del hombro y se apartó de la carretera, regresando a las colinas.
El fuego de bláster resonaba en las montañas mientras los soldados exploradores continuaban su persecución de los luchadores por la libertad. Afortunadamente para Alex y sus amigos, el terreno hacía difícil el seguimiento. Y con sus sensores interferidos, los imperiales tenían que limitarse a la visión directa en un territorio que la resistencia conocía mucho mejor.
En la cumbre de la Colina de Adni, Alex se encontró con dos de sus compañeros. Juntos caminaron cinco kilómetros a través de la maleza hasta un deslizador terrestre oculto, sin llegar a ver nunca el menor rastro del enemigo. Pero eran conscientes de los sonidos distantes de batalla. Todos pensaban en la emboscada, en sus amigos, en su propia supervivencia, y en su voluntad de continuar la lucha otro día más. Pensamientos comunes que compartían, pero que sin embargo nunca decían en voz alta.
El deslizador terrestre serpenteaba por los estrechos senderos de montaña. La lluvia finalmente había cesado, pero la niebla en el bosque daba un resplandor misterioso a la luz del sol que luchaba por abrirse paso entre las nubes.
Llegaron al primer punto de recogida casi una hora después. Alex se despidió de sus compañeros y les vio tomar una curva en la carretera antes de caminar el medio kilómetro que la separaba de su propio deslizador.
Se sentó a los mandos y, por primera vez en horas, se dio cuenta de lo agotada, fría y mojada que estaba. Respiró hondo y cerró los ojos durante unos segundos. Fue entonces cuando apareció la visión. Fue breve, pero más vívida que cualquier sueño que hubiera tenido antes...
Hacía tanto frío... y le dolían todos los músculos del cuerpo... una mano se extendía hacia ella... “Alex, toma mi mano”, gritó una voz por encima del aullido del viento... cuando las yema de los dedos se tocaron sobre un fondo blanco, en ladera de una montaña nevada, miró hacia arriba... e inclinado sobre ella, con una mano extendida hacia ella, estaba el hombre de un sueño que había tenido... el hombre con el cabello castaño del color de la arena y los ojos azules...
Y tan repentinamente como había comenzado, la visión terminó abruptamente.
Alex abrió los ojos. Sus manos temblaban mientras cogía los mandos del deslizador. ¿Quién eres?, pensó. ¿Por qué estás en mis sueños?
Entonces, una abrumadora sensación de calma tocó su alma. En algún lugar, en el fondo de su mente, una voz parecía estar llamándole en voz baja. Le susurraba en la oscuridad, pero el mensaje era alto y claro.
La Fuerza estará contigo.

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