-¿Has oído eso, Mika?
–preguntó Jaytee.
-Lo he pillado: 41
horas... que sería pasado mañana a las 8:00 -respondió Mika después de espiar
la conversación sobre el envío de las unidades necesarias para hacer funcionar
los sensores del centro minero. Hizo clic en su comunicador-. Paca –dijo por el
dispositivo-, tenemos algo que te interesará.
Paca salió de la
habitación contigua. Jaytee ya había transferido a una tarjeta de datos la
información que querría. Se puso de pie en su puesto de intercepción agitando
la tarjeta en dirección a Paca.
-Las unidades de
control de sistemas: están listas para su envío desde Garan. Todos los preparativos
están aquí -dijo Jaytee.
-Genial. Mika, alerta
a nuestros equipos para que estén a la espera de órdenes -les dijo Paca cuando
Jaytee le entregó la tarjeta de datos.
Su mente ya estaba
trabajando duro. Esa era la información que habían estado esperando con ansias
durante días. Los imperiales habían estado trabajando en las piezas para los controles
sistemas informáticos en Garan debido a que la flota había estado tan ocupada con
la Nueva República
que habían sido incapaces de suministrar unos pocos componentes vitales para
los sistemas de sensores de las minas.
Paca tocó delicadamente
la tarjeta de datos. Sonrió para sí mismo, conocedor de la valiosa información
que contenía. Ahora la resistencia tendría la oportunidad de destruir ese envío
antes de que consiguiera llegar a las minas.
***
La antigua Carretera
Currahen estaba tan tranquila como de costumbre a las 13:00. La carretera al
norte de Garan era una ruta principal para ir a Ariana, a unos 40 kilómetros al
noroeste. Siempre tenía mucho tráfico. Pero esta sección, al sur de la ciudad, conducía
a las minas y sólo recientemente había observado un aumento de tráfico. Tráfico
imperial.
El ataque contra el
convoy de suministros tendría lugar en la Encrucijada Currahen ,
a unos 12 kilómetros
al suroeste de Garan. La Encrucijada
se encontraba en un puerto de alta montaña, y ofrecía varias opciones de escape
para los luchadores por la libertad... estrechos caminos hacia el oeste, hacia
los Acantilados Tahika, al sureste hacia el Valle Morcur, más abajo, o de
vuelta a Garan.
Dair Haslip había
podido confirmar a última hora de la tarde anterior que tres camiones deslizadores
estaban cargados y listos para partir desde el centro de distribución de Garan.
De acuerdo con la información que tenía, los camiones serían escoltados por dos
escuadrones de soldados exploradores, y al menos un AT-ST. Un observador
avanzado había visto un segundo AT-ST avanzar a través de las montañas hacia Garan
durante la noche.
Los luchadores por la
libertad habían estado vigilando las colinas que rodeaban la Encrucijada desde las
horas anteriores al amanecer. A las 7:00 había llegado la noticia de que se
había establecido una nueva hora de salida a las 9:30. Y entonces esperaron.
Todavía seguían
esperando.
El tiempo se había
vuelto desagradable. Nubes de tormenta aparecieron rodando desde la costa antes
de mediodía. Había estado lloviendo durante más de una hora. La visibilidad era
pobre debido a una densa niebla que envolvió las laderas. Si no hubiera sabido lo
contrario, Alex juraría que era el atardecer en lugar de mediodía.
-Gracias, Cardy -dijo cuando
uno de sus compañeros le entregó una taza de té caliente de su termojarra.
-¿Qué crees que ha
pasado con el convoy? -le preguntó él-. Deberían haber llegado aquí hace mucho
tiempo.
Alex se calentó las
manos en la taza.
-¿No estarás
preocupado, verdad? -le preguntó ella.
-No. Es sólo que toda
esta espera me pone nervioso -dijo, tomando un sorbo de su propia taza.
-Sí, ya sé lo que
quieres decir. Pero habríamos oído algo si no fueran a venir. -Miró a través de
sus macrobinoculares-. Llegarán -lo tranquilizó. Un trueno lejano resonó en el
bosque. Hizo que un escalofrío recorriera su columna vertebral-. ¿Qué tal está
ese bebé? -preguntó Alex, tratando de aligerar el oscuro estado de ánimo de Cardy.
Él sonrió.
-¡Está creciendo tanto!
Gateando por todas...
Un zumbido del
intercomunicador les sobresaltó a ambos. Esa era la señal. Los camiones deslizadores
aparecerían a la vista en cualquier momento.
-¡Allá vamos! –susurró
Cardy, mientras se alejaba de ella subiendo más por la colina.
Un chirrido metálica
retumbó por las colinas... maquinaria pesada en movimiento... ¡AT-STs! Hay uno, pensó Alex mientras miraba a
través del visor de su rifle bláster. Le seguían tres camiones deslizadores
rodeados de soldados exploradores. Un segundo AT-ST cerraba la marcha.
Era el momento...
Un misil pasó rugiendo
sobre la cabeza de Alex. Uno de los AT-ST estalló en mil pedazos. Diez soldados
exploradores cayeron bajo la primera andanada de fuego de bláster procedente de
las laderas. Otro disparo del Plex sólo rozó al otro caminante. Los soldados
exploradores salieron de la carretera y se dispersaron hacia las colinas.
El segundo AT-ST fijó
sus armas en el lanzador de misiles Plex que había acabado con su compañero.
Una explosión iluminó la ladera de la montaña justo por encima de Alex.
Escuchó el grito
agonizante de Cardy y subió corriendo por la ladera para ver cómo estaba.
-¿Cardy? -gritó por
encima de los sonidos de la batalla mientras las explosiones continuaban
estallando a su alrededor. Vio el lanzador y se dirigió hacia él... parecía
como si lo hubiesen tirado descuidadamente a un lado como hace un niño con sus
juguetes cuando se ha cansado de ellos. Cardy yacía a un metro de distancia,
mortalmente herido.
-Coge... el misil... -balbuceó.
-Vamos, te sacaré de
aquí -le dijo. Consiguió con dificultad pasarle brazo por los sobacos, sabiendo
en su corazón que sus esfuerzos serían inútiles. Y Cardy también lo sabía.
-No... demasiado
tarde... para mí -dijo, ahogándose en sus palabras. Tomó un último aliento y
murió. Otro amigo perdido. Alex apretó el puño pensando en el niño que nunca
conocería a este hombre valiente. Acercó su cuerpo hacia ella, cerrando los
ojos y abrazando el cuerpo sin vida en sus brazos durante unos breves segundos.
Un disparo le pasó
rozando la cabeza. Dejó el cuerpo de Cardy en el suelo, luego agarró el Plex y
se dirigió colina abajo. Estaba decidida a eliminar ese otro AT-ST. Un soldado
explorador pasó casi tan cerca que podía tocarlo, pero no la detectó.
En el lado oriental del
camino los compañeros de Alex lanzaban granadas contra los camiones deslizadores,
ignorando valientemente el AT-ST que los buscaba. Un camión explotó en una enorme
bola de fuego. El caminante adquirió un blanco. Pero Alex estaba lista. Disparó
el Plex antes de que el AT-ST tuviera la oportunidad de hacer un solo tiro. La
cabina se incendió, regando el camino de escombros y haciendo que un segundo
camión comenzara a arder.
El comunicador de Alex
zumbó. Esa era la señal para retirarse. Uno de los soldados exploradores debía de
haber salido fuera del alcance de las interferencias y había pedido ayuda. Se
colgó el Plex del hombro y se apartó de la carretera, regresando a las colinas.
El fuego de bláster
resonaba en las montañas mientras los soldados exploradores continuaban su
persecución de los luchadores por la libertad. Afortunadamente para Alex y sus
amigos, el terreno hacía difícil el seguimiento. Y con sus sensores interferidos,
los imperiales tenían que limitarse a la visión directa en un territorio que la
resistencia conocía mucho mejor.
En la cumbre de la Colina
de Adni, Alex se encontró con dos de sus compañeros. Juntos caminaron cinco kilómetros
a través de la maleza hasta un deslizador terrestre oculto, sin llegar a ver
nunca el menor rastro del enemigo. Pero eran conscientes de los sonidos
distantes de batalla. Todos pensaban en la emboscada, en sus amigos, en su
propia supervivencia, y en su voluntad de continuar la lucha otro día más.
Pensamientos comunes que compartían, pero que sin embargo nunca decían en voz
alta.
El deslizador
terrestre serpenteaba por los estrechos senderos de montaña. La lluvia
finalmente había cesado, pero la niebla en el bosque daba un resplandor
misterioso a la luz del sol que luchaba por abrirse paso entre las nubes.
Llegaron al primer punto
de recogida casi una hora después. Alex se despidió de sus compañeros y les vio
tomar una curva en la carretera antes de caminar el medio kilómetro que la
separaba de su propio deslizador.
Se sentó a los mandos
y, por primera vez en horas, se dio cuenta de lo agotada, fría y mojada que
estaba. Respiró hondo y cerró los ojos durante unos segundos. Fue entonces
cuando apareció la visión. Fue breve, pero más vívida que cualquier sueño que hubiera
tenido antes...
Hacía tanto frío... y
le dolían todos los músculos del cuerpo... una mano se extendía hacia ella... “Alex,
toma mi mano”, gritó una voz por encima del aullido del viento... cuando las
yema de los dedos se tocaron sobre un fondo blanco, en ladera de una montaña
nevada, miró hacia arriba... e inclinado sobre ella, con una mano extendida
hacia ella, estaba el hombre de un sueño que había tenido... el hombre con el
cabello castaño del color de la arena y los ojos azules...
Y tan repentinamente
como había comenzado, la visión terminó abruptamente.
Alex abrió los ojos.
Sus manos temblaban mientras cogía los mandos del deslizador. ¿Quién eres?, pensó. ¿Por qué estás en mis sueños?
Entonces, una
abrumadora sensación de calma tocó su alma. En algún lugar, en el fondo de su
mente, una voz parecía estar llamándole en voz baja. Le susurraba en la
oscuridad, pero el mensaje era alto y claro.
La Fuerza estará contigo.
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