lunes, 3 de noviembre de 2008

Ascensión y caída de Darth Vader (III)

Capítulo 2

La esclavitud era ilegal en todo el espacio de la República, pero el planeta Tatooine estaba en los territorios del Borde Exterior de la galaxia, donde raramente se aplicaban las leyes de la República.
Shmi Skywalker había sido una esclava casi toda su vida, desde que unos piratas espaciales capturaron a su familia durante un viaje espacial. Separada de sus padres a edad temprana, había cambiado de dueños varias veces. Una dueña anterior, Pi Lippa, había sido amable y le había enseñado a Shmi valiosas habilidades técnicas. Aunque Pi-Lippa había planeado liberar a Shmi, murió antes de que pudiera hacerlo, y en su lugar Shmi pasó a ser propiedad de uno de los parientes de Pi-Lippa, quien no quiso liberarla.
Antes de convertirse en propiedad de Gardulla, Shmi dio a luz a Anakin. Shmi no podía explicarse la concepción de Anakin ─no había habido padre─ pero lo aceptó como el mayor regalo que jamás hubiera recibido.
En los meses que siguieron a su llegada a Tatooine, Anakin mantuvo sus ojos y oídos abiertos. Escuchaba a escondidas conversaciones entre los ayudantes, guardias, y otros esclavos de Gardulla, y observaba cuidadosamente cuando los mecánicos y técnicos venían a reparar o sustituir la maquinaria arruinada por la arena. Quería aprender todo lo que pudiera acerca del mundo desierto, sus habitantes, y sus tecnologías, porque creía que ese conocimiento podría ser el único camino para que él y su madre pudieran algún día encontrar la libertad.
Y entonces aprendió acerca de los primeros colonos de Tatooine, los mineros cuya búsqueda de minerales valiosos terminó con una decepción de proporciones astronómicas. Algunos de los mineros decidieron permanecer en el mundo desierto mientras que otros simplemente se quedaron varados allí. Uno de los primeros asentamientos humanos fue un lugar llamado Fuerte Tusken, el cual fue asaltado por los indígenas humanoides de Tatooine, los nómadas pobladores de las arenas, quienes desde entonces pasaron a conocerse como incursores tusken. Con predilección por las armas tradicionales como las porras y las hachas, los moradores de las arenas llevaban máscaras protectoras contra la arena que les ocultaban por completo la cabeza, y pesadas capas que les protegían de los elementos y les ayudaban a mezclarse con el paisaje. Los moradores de las arenas nunca se adaptaron al contacto pacífico con los colonos, y tenían reputación de ser tan feroces como misteriosos. Anakin aún no los había visto, pero le habían dicho que eran sus aullidos lo que a veces oía después de caer la noche. Hacían que se le pusiera el pelo de punta.
Los otros nativos destacables de Tatooine eran los jawas, seres diminutos con ojos brillantes que recuperaron los enormes vehículos abandonados de los mineros para rastrear el desierto en busca de cualquier trozo de metal o pedazo de chatarra que pudieran transformar en bienes para vender o intercambiar. Aunque los jawas eran casi tan malolientes como una unidad sanitaria estropeada, Anakin esperaba ansioso sus visitas a la finca de Gardulla porque aprendía mucho observándoles trabajar. Para gran asombro de los demás esclavos y unos cuantos ayudantes, Anakin rápidamente se ganó una reputación de ser capaz de reparar aparatos deshechados.
En cuanto a Gardulla, Anakin aprendió que competía con un hutt incluso más grande, llamado Jabba, sobre el control de varias empresas de Tatooine. Anakin también descubrió que Gardulla alimentaba con aquellos que le disgustaban a un monstruoso dragón krayt al que mantenía en un foso bajo su palacio-fortaleza a las afueras de Mos Espa, y que era una adicta a apostar en las carreras de vainas. Anakin no tenía ninguna prisa por conocer ningún dragón krayt, pero estaba intrigado por todo lo que escuchaba acerca del peligroso deporte de alta velocidad que implicaba un par de motores elevadores de repulsión enganchados a un vehículo con cabina abierta. La primera vez que oyó por casualidad a dos de los ayudantes de Gardulla discutir acerca del diseño de una vaina de carreras que habían visto, recordó el sueño que había tenido justo antes de que llegaran a Tatooine. Según los ayudantes, las carreras de vainas eran la mayor atracción de Mos Espa, y atraía a multitudes de toda la galaxia. Anakin se preguntó su alguna vez conseguiría ver una carrera de vainas.
Pocos meses después de su llegada a Mos Espa, Anakin estaba ayudando a un droide mecánico último modelo a reparar un vaporizador portátil cerca de la entrada principal de la finca cuando un regordete toydariano alado con una nariz flexible similar a una trompa entró volando al patio. Al ver al chico, el toydariano se detuvo, flotando en el aire, y examinó cómo trabajaba Anakin. En huttés, el toydariano dijo con voz baja y zumbona:
-Estás poniendo esa unidad de bombeo de agua de forma incorrecta.
A Anakin le habían dicho que no hablase con extraños, pero respondió con cautela.
-La he modificado. -Viendo que el toydariano parecía genuinamente interesado, le enseñó el mecanismo de la bomba y añadió-: He hecho que funcione mejor.
Los ojos del toydariano se abrieron como platos al ver la bomba en fluido funcionamiento.
-Hmmm… ¿Quién te enseñó como modificarla?
-Nadie –dijo Anakin. Su madre le había dicho que no había que presumir, pero no podía evitar sentirse orgulloso-. Tan sólo… lo adiviné. Mi mamá también sabe arreglar cosas.
-¿De verdad? –El toydariano descendió en el aire para examinar la unidad más de cerca-. No eres malo con las manos, niño –dijo-. En absoluto.
Anakin inclinó ligeramente la cabeza.
-Gracias, señor –dijo.
-Tengo una cita con Gardulla –dijo el toydariano. Luego guiñó un ojo y entrelazó los dedos de uñas afiladas y añadió-: ¡Un asunto de dinero!
Anakin no sabía cómo responder a eso, pero justo entonces la propia Gardulla conducía la mole de su cuerpo hasta la entrada.
-¿Preparado para pagar, Watto? –dijo.
-Quizá, quizá –dijo el toydariano mientras flotaba hacia Gardulla-. Pero la próxima carrera es mañana, y tengo una idea para otra apuesta…
Anakin miró cómo el toydariano seguía a Gardulla hacia el edificio principal, y luego siguió con su trabajo en el vaporizador.


Gardulla perdió su apuesta con Watto.
Dos días más tarde, Anakin y Shmi tenían un nuevo dueño.
Cuando Watto no estaba apostando, regentaba una de las distribuidoras de repuestos más exitosa de Mos Espa. Tenía necesidad de alguien con la habilidad mecánica de Anakin, y también tenía mucho trabajo para Shmi. Tanto la madre como el hijo estaban agradecidos con Watto por mantenerles juntos, y tras compartir una sucia y fétida habitación con otros seis esclavos en la finca de Gardulla, se asombraron al saber que tendrían una casucha entera para ellos en el barrio de los esclavos, a las afueras de Mos Espa. Watto creía que deberían sentir gratitude, y dejó claro que si no hacían las cosas cómo él las decía, llenaría la casucha hasta el límite de su capacidad con esclavos adicionales.
Conforme los días se volvían semanas y los meses se convertían en años, Anakin aprovechó al máximo su tiempo, aprendiendo todo lo que pudo sobre tecnología y viaje interestelar. Estudió a los alienígenas que pasaban por Mos Espa y llegó a conocer a todos los mercaderes locales por su nombre de pila. Mientras se sentaba en cabinas de naves estelares desguazadas, aprendió a distinguir los controles de los impulsores, estabilizadores y repulsares. De observar a otros mecánicos, tanto orgánicos como droides, llegó a destacar en la reparación de vainas de carreras en la tienda de Watto.
Cuando tenía siete años, comenzó a recuperar en secreto pdazos y piezas para restaurar la cabina de una vaina de carreras y un par de motores Radon-Ulzer 620C que esperaba convertir en su propia vaina de carreras. Mantenía ese proyecto cubierto por una vieja lona en una zona del depósito común de basura en el patio trasero de su alojamiento de esclavos, donde Watto nunca se aventuraba, y deliberadamente mantenía la vaina de carreras con un aspecto que parecía que jamás sería capaz de correr. Si Watto llegase alguna vez a saber de ella, lo dejaría pasar como si sólo fuera un proyecto infantil.
Watto sí que pilló a Anakin tomando una vaina de carreras reparada para dar una vuelta de prueba por la chatarrería, pero la furia del toydariano murió cuando se dio cuenta de lo bien que el muchacho manejaba el vehículo. Como Gardulla, Watto era adicto a apostar en las carreras de vainas, y apenas podía creer su buena fortuna, al poseer un esclavo que podría generar beneficios en la pista de carreras. A pesar de la edad y la especie de Anakin, hizo una prueba y pronto estuvo cualificado para convertise en piloto de vainas de carreras. Para gran horror de su madre, llegó un día que empezó a competir bajo el patrocinio de Watto.
Watto nunca dejó de amenazarles con comprar más esclavos, pero Anakin y su madre siguieron teniendo la casucha para ellos sólos. Watto incluso le dio a Shmi un aeromagnificador que podía usar para limpiar dispositivos de memoria informáticos, permitiéndole tener unos modestos ingresos. A pesar de esas ventajas, Anakin no abandonó sus susños de libertad. Comenzó a pensar en hacer algún tipo de escáner para localizar el transmisor implantado en su cuerpo, aunque no estaba seguro de cómo ese transmisor podía ser desactivado o extraído.
En algún momento, mientras escuchaba a los espaciantes hablar de mundos lejanos, aprendió acerca de los Caballeros Jedi, los poderosos guardianes de la paz de la República Galáctica, que usaban sables de luz: un arma de mano que emitía un letal rayo láser truncado. A pesar de sus limitados conocimientos acerca de los Jedi, a veces soñaba con convertirse en uno. Anakin se preguntaba si algún Jedi había oído hablar alguna vez de Tatooine, o si alguno había nacido en la esclavitud.
Cuando tenía nueve años, se resignó al hecho de que no iba a abandonar Tatooine pronto.
Pero, cada noche, tumbado en la oscuridad de su pequeña habitación repleta de dispositivos caseros y proyectos científicos, hizo un juramento: No seré un esclavo por siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario