Jag se dirigió hacia el muelle de reparaciones y examinó su desgarrador. Los mecánicos le habían dado una capa de pintura azul plateada tras uno de sus percances. Cubría parte de las cicatrices, pero hacía sobresalir cada abolladura. Soltó los cerrojos de la cabina. Tuvo que dar algunos golpes con el hombro sobre la cúpula redondeada antes de que el mecanismo decidiera abrirse por completo.
Subió a la cabina y activó los repulsores. La nave zumbó cuando los motores se encendieron, y luego se elevó del muelle con la gracilidad de un gamorreano borracho, pero al menos había despegado, y los controles mostraban que las armas habían sido completamente recargadas.
Jag se desplazó suavemente por un ancho pasaje y dirigió cuidadosamente la nave al interior del hangar.
Poco quedaba allí, salvo escombros, pero al menos los invasores se habían ido de ese sector. El cielo al otro lado de la cúpula quebrada se enrojecía por las andanadas láser, pero el enemigo apuntaba ahora a otras partes de la cúpula.
Jag impulsó rápidamente su desgarrador hacia la brecha de la cúpula. El agujero era mucho más grande de lo que parecía desde el suelo. Enormes paneles del fino y brillante transpariacero colgaban de los bordes de la brecha. Uno de ellos, más suelto, se desprendió cuando Jag pasó a su lado. Derivó hacia el suelo, pareciendo casi más ligero que una hoja bajo una dulce brisa, y fuera cual fuese el sonido que produjo su impacto contra el suelo, fue enmascarado por el ruido del motor de Jag, y por el del asalto que se desarrollaba sobre él.
Se elevó en el cielo, activando los comandos que desplegarían los cuatro largos brazos de su nave en posición de ataque. Enmarcarían la cabina, desplegándose en una formación similar a los alerones-S de un Ala-X. Hizo girar la Llama Azul en un viraje cerrado, sorprendido y encantado de que una nave tan poco fiable pudiera seguir siendo tan maniobrable.
Las tres lunas estaban en una rara configuración estival. La luna forestal pasaba lentamente ante la gran cara de la luna primaria. Otra más pequeña y más alejada dispersaba un tenue resplandor azul hacia la nebulosa bruma lejana, que se aproximaba. En consecuencia, el cielo estaba tan brillante como en el crepúsculo. Incluso con sus luces al mínimo, pronto sería detectado.
Un Ala-X que pasaba cerca cambió bruscamente de curso y se dirigió hacia él. La nave pirata estaba pintada con un llamativo diseño rojo y negro. Jag puso los motores atmosféricos a plena potencia. Su desgarrador hizo un quiebro, evitando por poco una ráfaga carmesí de fuego láser.
La nave enemiga le siguió, oscilando arriba y abajo, y a los lados, en persecución de la Llama Azul. Jag consiguió zafarse de ella con mucha dificultad.
Se dirigió hacia la fuerza principal: cinco viejos Ala-X que rodeaban una magullada corbeta. Los piratas habían visto los restos de la flota Chiss, dedujo Jag, y probablemente habían determinado, con razón, que si los Chiss aún no habían usado misiles tierra-aire, es que no disponían de ellos.
Y ahora, esta batalla enfrentaba a una nave Chiss no especialmente rápida contra varios piratas espaciales profesionales. Tenían todos los motivos para esperar derrotarla.
Jag lanzó la Llama Azul en un patrón de vuelo errático y zigzagueante, disparando aparentemente al azar. Prácticamente todos sus disparos erraban de forma ridícula. Esperaba que eso permitiera a los piratas olvidarse de sus dos torpedos de protones.
Ambos misiles golpearon sus objetivos, y dos cazas desaparecieron en una breve y brillante explosión. Jag se zambulló directamente en los escombros flotantes, evitando los peores y encajando algunos serios golpes. El Ala-X que le perseguía de alejó, girando a su alrededor a una buena distancia.
Las alarmas de la consola de Jag comenzaron a parpadear. El hiperimpulsor había recibido un golpe. Tenía fugas de carburante, con riesgo de explosión. Se preocuparía de ello más tarde, cuando tuviera necesidad de pasar a velocidad luz... o al menos cuando debiera contemplar esa opción. La nave dañada no tenía ninguna esperanza de alcanzar el hiperespacio.
Le pareció que esta situación podía considerarse como una derrota engañosa. Sus dedos bailaron sobre los controles, transfiriendo la potencia al hipermotor dañado y programando un salto a velocidad luz. Simultáneamente, armó el mecanismo de eyección del hipermotor con el que estaban equipadas todas las naves Chiss; aunque pocas naves podían igualar a un desgarrador en maniobrabilidad, sus hipermotores eran conocidos por su tendencia a fallar.
La Llama Azul comenzó a temblar mientras tomaba velocidad. Jag observó la aguja subir regularmente mientras la sobrecargada unidad de hipervelocidad se aproximaba al nivel crítico.
-Tengo que estar cerca -murmuró, esquivando una ráfaga láser mientras se lanzaba girando ebriamente hacia un Z-95 que venía de frente.
En el último momento, giró, alejándose, soltando el hipermotor al rojo vivo en la trayectoria del caza.
La onda expansiva golpeó duramente al desgarrador, haciéndole girar sin control. Jag dejó ir libremente a la Llama, prefiriendo no someter a la vieja carlinga a un esfuerzo mayor. Permitió que el desgarrador se alejase de la batalla, ralentizando poco a poco sus espirales, hasta que pudiera retomar el control de vuelo sin sufrir mayores daños.
Tres cazas abatidos, observó siniestramente. Ya no quedaba más que la corbeta y dos Ala-X.
La nave roja y negra giraba alrededor de los despojos de las demás como un depredador marino examinando un navío destruido durante una tempestad. Parecía que ese piloto, al menos, no estaba convencido de la supuesta ineptitud de Jag.
Jag se ajustó la mascarilla y enderezó los hombros. Debía convencer a esos hombres de que era lo mejor que les quedaba a los Chiss, y que eso tampoco significaba que fuera demasiado bueno.
Las luces de alarma parpadearon de nuevo. Esta vez, eran los estabilizadores, que se aproximaban peligrosamente al sobrecalentamiento. Se estaba quedando sin tiempo.
-La derrota es el camino más corto hacia el engaño -murmuró, Jag mientras lanzaba su desgarrador en una salvaje zambullida.
Se lanzó a toda velocidad hacia la cúpula, pasando ante las naves piratas como un rayo, y luego conectó todos sus repulsores a plena potencia.
La Llama Azul aminoró. Cuánto y a qué velocidad sería difícil de determinar para las naves que se encontraban a mayor altitud. Calcularlo tampoco sería fácil para él.
El desgarrador azul se zambulló a través de la ruptura de la cúpula, golpeando las enormes placas sueltas de transpariacero, semejantes a espejos.
Jag cayó en un torbellino de enormes hojas plateadas.
Aterrizó con tanta fuerza que la nave rebotó.
El impacto le hizo perder los repulsores, por lo que el segundo aterrizaje fue aún más fuerte. El dolor atravesaba todos y cada uno de sus nervios, mientras el cielo sobre su cabeza seguía rojo por el fuego enemigo. Incluso en la oscuridad del hangar, todo parecía brillar como sangre.
Jag se sacudió, aturdido, y forzó la apertura de la cabina. Se retiró su casco de piloto, haciendo caso omiso del dolor palpitante, y alzó los ojos al cielo.
Sobre él, la silueta del Ala-X rojo y negro se recortaba contra la luna verde pálido. Había apagado sus motores y se preparaba a seguir a la Llama bajo la cúpula.
Jag intentó saltar del desgarrador, pero apenas pudo hacer más que dejarse caer. Tropezó y se sacudió las esquirlas de transpariacero de su uniforme. Su cabeza le dolía ahora cada vez más fuerte, y un corte en su frente sangraba abundantemente.
La nave estaba en peor estado que él. Dos de los brazos se habían roto y buena parte de la pintura azul se había levantado en el impacto con el transpariacero. Parecía un total desastre. Jag sintió una punzada de pesar mientras miraba alrededor para encontrar lo único que necesitaba para completar el siniestro cuadro.
No lejos de allí, yacía uno de sus compañeros cadetes, en un estado en el que ya era imposible distinguir si era hombre o mujer, humano o Chiss. Jag arrastró su cuerpo hacia la Llama destruida y lo subió a bordo de la cabina abierta.
Asintió una vez, y luego se giró y se dirigió tropezando hacia el bosque.
Desapareció entre el denso follaje, encontrando un sendero que nadie que no estuviera familiarizado con el terreno podría distinguir. Incluso él no pudo ver a Shawnkyr hasta que ella salió de la sombra de un árbol cubierto de lianas y se puso en medio de su camino.
-¿Vienen?
-Están en camino -respondió él, antes de caer de bruces al suelo.
Fue vagamente consciente de que Shawnkyr le arrastró hacia la espesura de lianas.
Cada parte de su cuerpo estaba entumecida, así que no se quejó cuando ella, sin demasiada delicadeza, le dio la vuelta dejándolo tumbado sobre su espalda. Por un instante ella le miró con ojos serios y escrutadores. Sus dedos recorrieron su frente y luego se hundieron en sus cortos cabellos negros, palpando en busca de heridas.
Mientras lo hacía, las sensaciones comenzaban a volver.
Jag apretó los dientes y se prohibió gritar.
-No lucharás más por hoy -anunció ella-. Traumatismo craneal, y grave. Es un milagro que hayas llegado tan lejos.
Jag alzó sus dedos, que le escocían extrañamente, hasta su frente. Sintió el borde húmedo de un profundo tajo que corría desde su ceja derecha hasta su cabello.
Shawnkyr sacó una navaja de su bota y afeitó diestramente unos mechones de pelo en cada extremo de la herida. Luego rebuscó en un bolsillo y extrajo un pequeño rollo de cinta adhesiva, como la que podría utilizar un mecánico para las reparaciones temporales. Cortó un pedazo con los dientes y unió los bordes de la herida, sujetándolos con la cinta.
-Esto servirá por ahora -respondió a la incrédula mirada de él-. Te necesito despierto. Alguien debe planificar nuestra estrategia.
El suave tintineo del fuego de un charric cantó a través del bosque. Shawnkyr alzó su arma y se agachó.
-¿Cuántos? -preguntó, con una voz apenas más alta que un suspiro.
-Dos cazas monoplaza. Deben estar ya en tierra. Hay otra nave, una corbeta, que podría transportar de dos a cincuenta personas.
-Demasiados -dijo ella.
El dulce canto de un ave atrajo su atención.
-Los dos humanos han aterrizado. Debemos preparar a los cadetes para la invasión principal.
-¿Cuántos quedan? -preguntó él a su vez.
Su rostro se volvió siniestro.
-Sólo siete cadetes siguen capacitados, yo incluida. Incluso en el bosque, no será fácil.
Jag obligó a su aturdida mente a concentrarse. La imagen de las placas de transpariacero cayendo volvió a él, y, con ella, un engaño al estilo Thrawn.
Sus labios se estiraron en una salvaje sonrisa, y Shawnkyr vio la astucia en ella.
-Dime -pidió.
Subió a la cabina y activó los repulsores. La nave zumbó cuando los motores se encendieron, y luego se elevó del muelle con la gracilidad de un gamorreano borracho, pero al menos había despegado, y los controles mostraban que las armas habían sido completamente recargadas.
Jag se desplazó suavemente por un ancho pasaje y dirigió cuidadosamente la nave al interior del hangar.
Poco quedaba allí, salvo escombros, pero al menos los invasores se habían ido de ese sector. El cielo al otro lado de la cúpula quebrada se enrojecía por las andanadas láser, pero el enemigo apuntaba ahora a otras partes de la cúpula.
Jag impulsó rápidamente su desgarrador hacia la brecha de la cúpula. El agujero era mucho más grande de lo que parecía desde el suelo. Enormes paneles del fino y brillante transpariacero colgaban de los bordes de la brecha. Uno de ellos, más suelto, se desprendió cuando Jag pasó a su lado. Derivó hacia el suelo, pareciendo casi más ligero que una hoja bajo una dulce brisa, y fuera cual fuese el sonido que produjo su impacto contra el suelo, fue enmascarado por el ruido del motor de Jag, y por el del asalto que se desarrollaba sobre él.
Se elevó en el cielo, activando los comandos que desplegarían los cuatro largos brazos de su nave en posición de ataque. Enmarcarían la cabina, desplegándose en una formación similar a los alerones-S de un Ala-X. Hizo girar la Llama Azul en un viraje cerrado, sorprendido y encantado de que una nave tan poco fiable pudiera seguir siendo tan maniobrable.
Las tres lunas estaban en una rara configuración estival. La luna forestal pasaba lentamente ante la gran cara de la luna primaria. Otra más pequeña y más alejada dispersaba un tenue resplandor azul hacia la nebulosa bruma lejana, que se aproximaba. En consecuencia, el cielo estaba tan brillante como en el crepúsculo. Incluso con sus luces al mínimo, pronto sería detectado.
Un Ala-X que pasaba cerca cambió bruscamente de curso y se dirigió hacia él. La nave pirata estaba pintada con un llamativo diseño rojo y negro. Jag puso los motores atmosféricos a plena potencia. Su desgarrador hizo un quiebro, evitando por poco una ráfaga carmesí de fuego láser.
La nave enemiga le siguió, oscilando arriba y abajo, y a los lados, en persecución de la Llama Azul. Jag consiguió zafarse de ella con mucha dificultad.
Se dirigió hacia la fuerza principal: cinco viejos Ala-X que rodeaban una magullada corbeta. Los piratas habían visto los restos de la flota Chiss, dedujo Jag, y probablemente habían determinado, con razón, que si los Chiss aún no habían usado misiles tierra-aire, es que no disponían de ellos.
Y ahora, esta batalla enfrentaba a una nave Chiss no especialmente rápida contra varios piratas espaciales profesionales. Tenían todos los motivos para esperar derrotarla.
Jag lanzó la Llama Azul en un patrón de vuelo errático y zigzagueante, disparando aparentemente al azar. Prácticamente todos sus disparos erraban de forma ridícula. Esperaba que eso permitiera a los piratas olvidarse de sus dos torpedos de protones.
Ambos misiles golpearon sus objetivos, y dos cazas desaparecieron en una breve y brillante explosión. Jag se zambulló directamente en los escombros flotantes, evitando los peores y encajando algunos serios golpes. El Ala-X que le perseguía de alejó, girando a su alrededor a una buena distancia.
Las alarmas de la consola de Jag comenzaron a parpadear. El hiperimpulsor había recibido un golpe. Tenía fugas de carburante, con riesgo de explosión. Se preocuparía de ello más tarde, cuando tuviera necesidad de pasar a velocidad luz... o al menos cuando debiera contemplar esa opción. La nave dañada no tenía ninguna esperanza de alcanzar el hiperespacio.
Le pareció que esta situación podía considerarse como una derrota engañosa. Sus dedos bailaron sobre los controles, transfiriendo la potencia al hipermotor dañado y programando un salto a velocidad luz. Simultáneamente, armó el mecanismo de eyección del hipermotor con el que estaban equipadas todas las naves Chiss; aunque pocas naves podían igualar a un desgarrador en maniobrabilidad, sus hipermotores eran conocidos por su tendencia a fallar.
La Llama Azul comenzó a temblar mientras tomaba velocidad. Jag observó la aguja subir regularmente mientras la sobrecargada unidad de hipervelocidad se aproximaba al nivel crítico.
-Tengo que estar cerca -murmuró, esquivando una ráfaga láser mientras se lanzaba girando ebriamente hacia un Z-95 que venía de frente.
En el último momento, giró, alejándose, soltando el hipermotor al rojo vivo en la trayectoria del caza.
La onda expansiva golpeó duramente al desgarrador, haciéndole girar sin control. Jag dejó ir libremente a la Llama, prefiriendo no someter a la vieja carlinga a un esfuerzo mayor. Permitió que el desgarrador se alejase de la batalla, ralentizando poco a poco sus espirales, hasta que pudiera retomar el control de vuelo sin sufrir mayores daños.
Tres cazas abatidos, observó siniestramente. Ya no quedaba más que la corbeta y dos Ala-X.
La nave roja y negra giraba alrededor de los despojos de las demás como un depredador marino examinando un navío destruido durante una tempestad. Parecía que ese piloto, al menos, no estaba convencido de la supuesta ineptitud de Jag.
Jag se ajustó la mascarilla y enderezó los hombros. Debía convencer a esos hombres de que era lo mejor que les quedaba a los Chiss, y que eso tampoco significaba que fuera demasiado bueno.
Las luces de alarma parpadearon de nuevo. Esta vez, eran los estabilizadores, que se aproximaban peligrosamente al sobrecalentamiento. Se estaba quedando sin tiempo.
-La derrota es el camino más corto hacia el engaño -murmuró, Jag mientras lanzaba su desgarrador en una salvaje zambullida.
Se lanzó a toda velocidad hacia la cúpula, pasando ante las naves piratas como un rayo, y luego conectó todos sus repulsores a plena potencia.
La Llama Azul aminoró. Cuánto y a qué velocidad sería difícil de determinar para las naves que se encontraban a mayor altitud. Calcularlo tampoco sería fácil para él.
El desgarrador azul se zambulló a través de la ruptura de la cúpula, golpeando las enormes placas sueltas de transpariacero, semejantes a espejos.
Jag cayó en un torbellino de enormes hojas plateadas.
Aterrizó con tanta fuerza que la nave rebotó.
El impacto le hizo perder los repulsores, por lo que el segundo aterrizaje fue aún más fuerte. El dolor atravesaba todos y cada uno de sus nervios, mientras el cielo sobre su cabeza seguía rojo por el fuego enemigo. Incluso en la oscuridad del hangar, todo parecía brillar como sangre.
Jag se sacudió, aturdido, y forzó la apertura de la cabina. Se retiró su casco de piloto, haciendo caso omiso del dolor palpitante, y alzó los ojos al cielo.
Sobre él, la silueta del Ala-X rojo y negro se recortaba contra la luna verde pálido. Había apagado sus motores y se preparaba a seguir a la Llama bajo la cúpula.
Jag intentó saltar del desgarrador, pero apenas pudo hacer más que dejarse caer. Tropezó y se sacudió las esquirlas de transpariacero de su uniforme. Su cabeza le dolía ahora cada vez más fuerte, y un corte en su frente sangraba abundantemente.
La nave estaba en peor estado que él. Dos de los brazos se habían roto y buena parte de la pintura azul se había levantado en el impacto con el transpariacero. Parecía un total desastre. Jag sintió una punzada de pesar mientras miraba alrededor para encontrar lo único que necesitaba para completar el siniestro cuadro.
No lejos de allí, yacía uno de sus compañeros cadetes, en un estado en el que ya era imposible distinguir si era hombre o mujer, humano o Chiss. Jag arrastró su cuerpo hacia la Llama destruida y lo subió a bordo de la cabina abierta.
Asintió una vez, y luego se giró y se dirigió tropezando hacia el bosque.
Desapareció entre el denso follaje, encontrando un sendero que nadie que no estuviera familiarizado con el terreno podría distinguir. Incluso él no pudo ver a Shawnkyr hasta que ella salió de la sombra de un árbol cubierto de lianas y se puso en medio de su camino.
-¿Vienen?
-Están en camino -respondió él, antes de caer de bruces al suelo.
Fue vagamente consciente de que Shawnkyr le arrastró hacia la espesura de lianas.
Cada parte de su cuerpo estaba entumecida, así que no se quejó cuando ella, sin demasiada delicadeza, le dio la vuelta dejándolo tumbado sobre su espalda. Por un instante ella le miró con ojos serios y escrutadores. Sus dedos recorrieron su frente y luego se hundieron en sus cortos cabellos negros, palpando en busca de heridas.
Mientras lo hacía, las sensaciones comenzaban a volver.
Jag apretó los dientes y se prohibió gritar.
-No lucharás más por hoy -anunció ella-. Traumatismo craneal, y grave. Es un milagro que hayas llegado tan lejos.
Jag alzó sus dedos, que le escocían extrañamente, hasta su frente. Sintió el borde húmedo de un profundo tajo que corría desde su ceja derecha hasta su cabello.
Shawnkyr sacó una navaja de su bota y afeitó diestramente unos mechones de pelo en cada extremo de la herida. Luego rebuscó en un bolsillo y extrajo un pequeño rollo de cinta adhesiva, como la que podría utilizar un mecánico para las reparaciones temporales. Cortó un pedazo con los dientes y unió los bordes de la herida, sujetándolos con la cinta.
-Esto servirá por ahora -respondió a la incrédula mirada de él-. Te necesito despierto. Alguien debe planificar nuestra estrategia.
El suave tintineo del fuego de un charric cantó a través del bosque. Shawnkyr alzó su arma y se agachó.
-¿Cuántos? -preguntó, con una voz apenas más alta que un suspiro.
-Dos cazas monoplaza. Deben estar ya en tierra. Hay otra nave, una corbeta, que podría transportar de dos a cincuenta personas.
-Demasiados -dijo ella.
El dulce canto de un ave atrajo su atención.
-Los dos humanos han aterrizado. Debemos preparar a los cadetes para la invasión principal.
-¿Cuántos quedan? -preguntó él a su vez.
Su rostro se volvió siniestro.
-Sólo siete cadetes siguen capacitados, yo incluida. Incluso en el bosque, no será fácil.
Jag obligó a su aturdida mente a concentrarse. La imagen de las placas de transpariacero cayendo volvió a él, y, con ella, un engaño al estilo Thrawn.
Sus labios se estiraron en una salvaje sonrisa, y Shawnkyr vio la astucia en ella.
-Dime -pidió.
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