La misión
Habían pasado trece días, y Keyan estaba confuso. Había sido entrenado muy rápidamente, casi demasiado. El infernal ritmo y las largas horas de teoría y práctica impuestas le habían asombrado. Apenas había tenido tiempo de respirar entre dos sesiones del “Laberinto” o del simulador histórico. Había superado las pruebas con sorprendente facilidad. Pero su entrenamiento aún no había terminado.
Sus superiores comentaban que había nacido para pilotar, que era capaz de manejar un caza estelar instintivamente, como los wookies con sus ballestas láser. Keyan, por su parte, sólo sabía una cosa: por primera vez en su vida se sentía en casa. Hamo era su líder de vuelo, y continuaban con la instrucción incluso en sus ratos libres. Keyan había aprendido a seguir cada movimiento de Hamo, con o sin comunicación oral. Aprendía rápido, pero aún estaba lejos de estar listo para su primera misión. Por eso estaba tan confuso. Porque acababan de pedirle que se presentara voluntario para una importante y peligrosa misión.
—La fragata aparecerá aquí.
El Almirante Ackbar en persona daba las instrucciones a los pilotos. Mostraba una proyección holográfica del sector Hadar. Una corbeta coreliana ocupaba la parte baja de la proyección. Un pequeño planeta era visible en segundo plano. Mientras el almirante hablaba, una fragata Nebulon B apareció en la parte superior de la imagen. Un instante después, varios grupos de cazas TIE aparecieron, dirigiéndose hacia la fragata. Luego apareció un escuadrón de Ala-X, atacando a los cazas TIE por la retaguardia, atrapándolos entre dos fuegos. Mientras tanto, el segundo escuadrón de Ala-X y los Ala-Y se dirigieron hacia la corbeta.
—El Grupo Azul rodeará a los cazas enemigos, atrapándolos en un fuego cruzado con el crucero ligero calamariano. El Grupo Rojo protegerá a la Unidad de Asalto mientras dure el abordaje de la corbeta. Los Ala-Y del Grupo Oro usarán sus cañones iónicos para desactivar los sistemas de defensa y de alimentación de la corbeta. Si el Grupo Azul tiene éxito en su misión, encontraréis poca resistencia, pero el Grupo Rojo debe permanecer protegiendo a los Ala-Y y la Unidad de Asalto.
»Si la Unidad de Asalto consigue abordar la corbeta, los comandos se abrirán camino hasta la cabina del capitán y el puente. Confiscarán todos los holodiscos que encuentren y capturarán a los oficiales superiores. Además, las unidades R2 escanearán el ordenador de la nave y recuperarán cualquier dato importante. ¿Alguna pregunta?
El Capitán Charger se levantó.
—¿Qué haremos con el transporte? ¿Lo traeremos de vuelta, o será necesario destruirlo o abandonarlo?
—Cumplid los objetivos de la misión y regresad inmediatamente. Queremos que haya el menor número posible de pérdidas humanas. Y no queremos complicaciones. ¡Golpead fuerte, golpead rápido, y escapad!
Keyan formaba parte del Grupo Rojo. Aún se preguntaba qué estaba haciendo allí. Cada vez estaba más pálido.
El Ala-X salió rugiendo del hangar y rápidamente ocupó su posición en el Grupo Rojo.
—¿Todo bien, Rojo Dos?
Keyan reconoció la voz de Hamo.
-Todo bien, Jefe Rojo -respondió—. Estoy bien.
En realidad, tenía un nudo en el estómago y estaba a punto de desmayarse en su cabina. Sólo el potente rugido del Ala-X consiguió tranquilizarle. No era comparable con ninguno de los deslizadores terrestres que había pilotado hasta ahora. ¡De hecho, era incomparable! Era la máquina definitiva para un piloto espacial. Obligó a su estómago a calmarse.
—Estoy listo -murmuró.
—¿Cómo dices, Rojo Dos?
—Estoy listo, Jefe Rojo -respondió, con sólo un poco más de convicción.
—Permanece cerca de mí. Hiperespacio en T menos 15.
Todo fue mucho más rápido cuando entraron en el hiperespacio. El salto fue muy corto, y se volvieron al espacio real una fracción de segundo más tarde. El Grupo Azul ya atacaba a los cazas TIE. Keyan tuvo una extraña sensación al ver esta batalla tan cerca, casi al alcance de su mano, pero en el mayor de los silencios. Láseres verdes y naranjas atravesaban el espacio, las naves se desintegraban en una explosión de escombros, pero él no captaba ningún sonido. La situación le parecía totalmente irreal.
Mientras hacía girar su Ala-X para alcanzar su posición final de aproximación, guiado casi automáticamente por su instinto y la unidad R2, la corbeta apareció en su campo visual. Siguió a su líder de vuelo, pero tuvo un pequeño error en el cálculo de su trayectoria. ¡Un pequeño instante de descuido, que le hizo salir de la formación! Un error de principiante, un fallo estúpido...
Maniobró furiosamente su caza para volver a la posición, pero fue en vano. Mientras giraba, vislumbró dos formas que abandonaban rápidamente la zona de combate del Grupo Azul. ¡Rápidamente comprendió que dos cazas TIE se lanzaban contra el Líder Rojo! Instintivamente, Keyan trazó una trayectoria de intercepción, apareciendo tras el caza TIE más próximo, que se acercaba cada vez más a su objetivo. El Ala-X de Hamo estaba directamente en la línea de fuego del piloto enemigo. Ya no había tiempo para pensar.
—¡Cuidado, Jefe Rojo! —gritó, mientras pulsaba el gatillo del cañón láser. Justo a tiempo. El disparo no hizo más que rozar al caza enemigo. No había sido un tiro demasiado bueno, pero sí lo suficiente para desviar el caza TIE justo en el momento en que este disparaba contra Hamo. En lugar de reducir el Ala-X en cenizas, el disparo del piloto imperial fue, por poco, demasiado alto. El láser impactó en el Ala-X, pero no causó más que daños menores.
Keyan aún perseguía instintivamente al caza TIE, que ahora trataba de escapar de él. Su primer tiro debió dañar el sistema de dirección del caza enemigo, puesto que veía cómo este únicamente podía girar a estribor. Gracias a eso, pudo anticipar la maniobra del enemigo y, realizando una trayectoria perfecta, situarse en el centro de su giro. Disparó una ráfaga con su cañón láser que golpeó de lleno al caza TIE y le lanzó dando vueltas hacia el espacio. La había dado al motor. Chispas y humo verde y amarillo salían de él.
—¡Buen tiro, Rojo Dos! Y gracias. Pero la próxima vez vigila a su compañero de ala. ¡Apenas fui capaz de quitártelo de la cola!
Keyan estaba demasiado impresionado para responder. Dio media vuelta hacia el transporte.
-Rojo Dos, ¿me recibes?
—Estoy aquí, Jefe Rojo.
—Eh, chico. Ha sido un buen disparo. Todo irá bien, pero escucha: Me temo que he sido dañado. No es muy grave, pero mi unidad R2 ya no funciona. Ya sabes eso me deja sin hiperespacio, y no podré volver a la base a menos que atraque en la nave calamariana para repararlo. Te dejo al mando, Rojo Dos. Me reuniré con el Grupo Azul. Ahora es cosa tuya. ¿Recibido?
—¿No... no podría permanecer con usted, Jefe Rojo?
-Negativo. Completa la misión. Apresúrate, o te perderás la diversión. Buena suerte, Keyan.
—Gracias, señor. Igualmente.
Keyan observó como Hamo se alejaba y entablaba combate con los escasos cazas TIE que quedaban. Los escombros de dos cazas espaciales flotaban en el espacio, el caza del hombre de ala no muy lejos del de su líder. No fue hasta ese momento cuando Keyan se dio cuenta de lo cerca que había estado de lo que los pilotos llaman el “hiperespacio final”. Dio potencia a sus motores y se dirigió hacia la corbeta. Los demás Ala-X del Grupo Rojo y los Ala-Y estaban atacando ya al transporte. Los turboláseres dobles del transporte mantenían a algunos a distancia. Los pilotos más expertos buscaban y golpeaban sistemáticamente los puntos débiles de los escudos de la corbeta, mientras que los Ala-Y descargaban sus cañones iónicos contra esos puntos débiles. Keyan estaba apuntado a uno de los cañones aún activos de la corbeta, cuando otro mensaje crepitó sobre la estática causada por la intensidad de la batalla.
—Líder de Asalto a todas las unidades. ¿Alguno de vuestros Ala-X tiene un R2 de sobra, en buen estado? Necesitamos ayuda en la esclusa principal. Respondan...
-Jefe Rojo a Rojo Dos. ¿Has oído? ¡Adelante, chico! Échales una mano a los comandos.
Hamo seguía velando por él. Keyan confirmó la recepción mientras destruía el cañón de la corbeta. Luego maniobró sobre el transporte dirigiéndose hacia la bahía de carga, donde se encontraba la esclusa principal. Volaba en zigzag para evitar los últimos cañones enemigos. Ya casi había olvidado su experiencia anterior.
El casco de la nave abordada tenía un buen boquete, por el que se escapaba el humo, pero la esclusa estaba abierta y aparentemente no había resistencia. Keyan penetró en la apertura con su Ala-X. Un comando le indicó una zona libre en la que poder aterrizar, pero mientras aterrizaba pudo ver esparcidos sobre el suelo cuerpos de Soldados de Asalto y comandos Rebeldes. Por todas partes había marcas de disparos.
Keyan tomó su bláster y salió de la cabina. Dos comandos corrieron hacia él y desengancharon la unidad R2.
—Hemos conseguido asegurar esta sección y estamos intentando desactivar sus ordenadores de armamento. Otros han salido ya para intentar encontrar el puente.
—¿Qué debo hacer? —preguntó Keyan. Nunca había planeado subir a bordo del transporte. Sus órdenes no le decían qué hacer allí.
—Llévate tu unidad R2 y mira a ver si puedes ayudarnos a intervenir el armamento de la nave. Esta sección está aislada de los ordenadores de defensa principales. Mientas tanto, recoge todo lo que parezca de importancia, y luego vuelve aquí. Tienes 15 minutos.
Keyan avanzaba por un pasillo desierto, seguido de cerca por la unidad R2. El suelo estaba plagado de cadáveres de soldados imperiales, caídos en posturas extrañas, con marcas de disparos de bláster en sus blancas armaduras cerámicas. Notó un extraño olor. ¿Las quemaduras de los blásters? Muchos cuerpos de comandos de la Alianza yacían igualmente entre los muertos. Keyan avanzó rápidamente por el laberinto de pasillos, pero se paró en seco al girar una esquina: un bláster imperial le apuntaba directamente a la cara.
El soldado debía estar tan sorprendido como Keyan, porque dudó por un breve instante. Keyan alzó el brazo en un gesto instintivo de defensa antes de que su cerebro se hiciera cargo de la situación. Keyan retorció la muñeca al soldado, haciéndole soltar el bláster, mientras su propia arma caía estrepitosamente también al suelo. ¡Maldita sea, esta armadura es increíblemente dura! Entonces el soldado le agarró de la garganta, obligándole a tumbarse en el suelo. No había nada que golpear salvo armadura, y no podía hacer nada contra ella. Su bláster estaba atrapado justo bajo él y se le clavaba en la espalda a través de su uniforme. Lentamente, iba perdiendo la consciencia.
De repente, el soldado se agitó violentamente, se quedó rígido, y cayó pesadamente sobre Keyan. Las manos que le aferraban la garganta se abrieron y cayeron, y Keyan pudo respirar por fin con libertad. Se recuperó justo a tiempo de ver una sonda eléctrica de medio metro de largo replegarse en el interior del cuerpo del R2.
Era difícil de precisar, pero el guardia parecía seguir vivo, aunque inconsciente. Keyan recuperó su bláster.
—¡Salgamos de aquí! ¾murmuró.
El R2 emitió una serie de silbidos y pitidos mostrando su acuerdo. Se supone que los droides no deben dañar a los seres vivos, pensó Keyan. Puede que la descarga eléctrica no esté considerada técnicamente como una herida. O puede que este R2 sea especial. Poco importa, en realidad...
—Gracias, R2 —exclamó sobre su hombro mientras corría hacia el puente. El pequeño droide lanzó un pitido de satisfacción.
El puente estaba destrozado. La lucha debió haber sido de una intensidad inusitada. Keyan contó al menos diez cuerpos de soldados de asalto, y la mitad de comandos. Según el alto mando, este transporte no debía estar tan bien defendido, con tantas tropas. Les habían dicho que la resistencia sería mínima...
Rápidamente, Keyan miró a su alrededor buscando cualquier cosa que pareciera importante, pero no encontró nada. Durante ese tiempo, el R2 había conectado una de sus sondas a los bancos de datos del ordenador, desactivando los puestos de armamento y grabando todos los datos técnicos.
Keyan estaba a punto de rendirse y volver a la esclusa, cuando escuchó el sonido de un bláster viniendo de detrás de lo que parecía una pared normal y corriente. Una inspección más minuciosa descubrió que se trataba de una puerta corredera construida para asemejarse a una pared.
—¿R2?
—Beep... ¿pop?
—¿Puedes abrir esta puerta?
El R2 respondió con otra serie de agudos silbidos y pitidos. La puerta se deslizó silenciosamente. Keyan vio a un hombre bastante mayor vestido con el uniforme militar Imperial. Aparentemente, se trataba del comandante de a bordo. La sala estaba llena de holodiscos que estaban siendo quemados. El comandante vio a Keyan, sorprendido, y alzó su bláster. Keyan disparó inmediatamente, pero el hombre no le apuntaba a él. Había disparado en dirección a una pila de holodiscos. Su primer disparo destrozó los discos, lanzando fragmentos en todas direcciones. No tuvo ocasión de hacer un segundo disparo: Keyan le alcanzó en el pecho. El hombre se desplomó sobre el suelo.
Keyan se precipitó sobre el oficial imperial y vio que estaba muerto, su rostro congelado con una expresión de sorpresa. Keyan sintió como sus rodillas temblaban y un sudor frío le recorría el cuerpo. Se apoyó en la pared más cercana. Acababa de matar a ese hombre, cara a cara. ¡Y el comandante ni siquiera le apuntaba a él! ¿Qué había de tal importancia en esos holodiscos que le impulsaban a sacrificar su vida de ese modo? Keyan inspiró profundamente y volvió a sentir que las piernas le respondían.
Observó rápidamente los holodiscos. La mayor parte de ellos estaban dañados, pero los tomó todos y los colocó en los bolsillos con cremallera de su traje de vuelo. En el último momento, recuperó con precaución la placa identificativa del oficial. Puede que fuera de utilidad a sus superiores. Permaneció de rodillas algunos segundos, con sus ojos fijos en los del primer hombre que había matado en su vida. De todas las imágenes que le quedasen de esta misión, la que permanecería con él por más tiempo sería, sin duda, los ojos de ese hombre.
Hizo un esfuerzo por levantarse.
—Vamos, R2. Creo que hemos encontrado lo que buscábamos. Salgamos de aquí.
El R2 le siguió mientras salían del puente, emitiendo pos su altavoz una larga serie de silbidos, pitidos y ruidos diversos.
Sus superiores comentaban que había nacido para pilotar, que era capaz de manejar un caza estelar instintivamente, como los wookies con sus ballestas láser. Keyan, por su parte, sólo sabía una cosa: por primera vez en su vida se sentía en casa. Hamo era su líder de vuelo, y continuaban con la instrucción incluso en sus ratos libres. Keyan había aprendido a seguir cada movimiento de Hamo, con o sin comunicación oral. Aprendía rápido, pero aún estaba lejos de estar listo para su primera misión. Por eso estaba tan confuso. Porque acababan de pedirle que se presentara voluntario para una importante y peligrosa misión.
—La fragata aparecerá aquí.
El Almirante Ackbar en persona daba las instrucciones a los pilotos. Mostraba una proyección holográfica del sector Hadar. Una corbeta coreliana ocupaba la parte baja de la proyección. Un pequeño planeta era visible en segundo plano. Mientras el almirante hablaba, una fragata Nebulon B apareció en la parte superior de la imagen. Un instante después, varios grupos de cazas TIE aparecieron, dirigiéndose hacia la fragata. Luego apareció un escuadrón de Ala-X, atacando a los cazas TIE por la retaguardia, atrapándolos entre dos fuegos. Mientras tanto, el segundo escuadrón de Ala-X y los Ala-Y se dirigieron hacia la corbeta.
—El Grupo Azul rodeará a los cazas enemigos, atrapándolos en un fuego cruzado con el crucero ligero calamariano. El Grupo Rojo protegerá a la Unidad de Asalto mientras dure el abordaje de la corbeta. Los Ala-Y del Grupo Oro usarán sus cañones iónicos para desactivar los sistemas de defensa y de alimentación de la corbeta. Si el Grupo Azul tiene éxito en su misión, encontraréis poca resistencia, pero el Grupo Rojo debe permanecer protegiendo a los Ala-Y y la Unidad de Asalto.
»Si la Unidad de Asalto consigue abordar la corbeta, los comandos se abrirán camino hasta la cabina del capitán y el puente. Confiscarán todos los holodiscos que encuentren y capturarán a los oficiales superiores. Además, las unidades R2 escanearán el ordenador de la nave y recuperarán cualquier dato importante. ¿Alguna pregunta?
El Capitán Charger se levantó.
—¿Qué haremos con el transporte? ¿Lo traeremos de vuelta, o será necesario destruirlo o abandonarlo?
—Cumplid los objetivos de la misión y regresad inmediatamente. Queremos que haya el menor número posible de pérdidas humanas. Y no queremos complicaciones. ¡Golpead fuerte, golpead rápido, y escapad!
Keyan formaba parte del Grupo Rojo. Aún se preguntaba qué estaba haciendo allí. Cada vez estaba más pálido.
***
El Ala-X salió rugiendo del hangar y rápidamente ocupó su posición en el Grupo Rojo.
—¿Todo bien, Rojo Dos?
Keyan reconoció la voz de Hamo.
-Todo bien, Jefe Rojo -respondió—. Estoy bien.
En realidad, tenía un nudo en el estómago y estaba a punto de desmayarse en su cabina. Sólo el potente rugido del Ala-X consiguió tranquilizarle. No era comparable con ninguno de los deslizadores terrestres que había pilotado hasta ahora. ¡De hecho, era incomparable! Era la máquina definitiva para un piloto espacial. Obligó a su estómago a calmarse.
—Estoy listo -murmuró.
—¿Cómo dices, Rojo Dos?
—Estoy listo, Jefe Rojo -respondió, con sólo un poco más de convicción.
—Permanece cerca de mí. Hiperespacio en T menos 15.
Todo fue mucho más rápido cuando entraron en el hiperespacio. El salto fue muy corto, y se volvieron al espacio real una fracción de segundo más tarde. El Grupo Azul ya atacaba a los cazas TIE. Keyan tuvo una extraña sensación al ver esta batalla tan cerca, casi al alcance de su mano, pero en el mayor de los silencios. Láseres verdes y naranjas atravesaban el espacio, las naves se desintegraban en una explosión de escombros, pero él no captaba ningún sonido. La situación le parecía totalmente irreal.
Mientras hacía girar su Ala-X para alcanzar su posición final de aproximación, guiado casi automáticamente por su instinto y la unidad R2, la corbeta apareció en su campo visual. Siguió a su líder de vuelo, pero tuvo un pequeño error en el cálculo de su trayectoria. ¡Un pequeño instante de descuido, que le hizo salir de la formación! Un error de principiante, un fallo estúpido...
Maniobró furiosamente su caza para volver a la posición, pero fue en vano. Mientras giraba, vislumbró dos formas que abandonaban rápidamente la zona de combate del Grupo Azul. ¡Rápidamente comprendió que dos cazas TIE se lanzaban contra el Líder Rojo! Instintivamente, Keyan trazó una trayectoria de intercepción, apareciendo tras el caza TIE más próximo, que se acercaba cada vez más a su objetivo. El Ala-X de Hamo estaba directamente en la línea de fuego del piloto enemigo. Ya no había tiempo para pensar.
—¡Cuidado, Jefe Rojo! —gritó, mientras pulsaba el gatillo del cañón láser. Justo a tiempo. El disparo no hizo más que rozar al caza enemigo. No había sido un tiro demasiado bueno, pero sí lo suficiente para desviar el caza TIE justo en el momento en que este disparaba contra Hamo. En lugar de reducir el Ala-X en cenizas, el disparo del piloto imperial fue, por poco, demasiado alto. El láser impactó en el Ala-X, pero no causó más que daños menores.
Keyan aún perseguía instintivamente al caza TIE, que ahora trataba de escapar de él. Su primer tiro debió dañar el sistema de dirección del caza enemigo, puesto que veía cómo este únicamente podía girar a estribor. Gracias a eso, pudo anticipar la maniobra del enemigo y, realizando una trayectoria perfecta, situarse en el centro de su giro. Disparó una ráfaga con su cañón láser que golpeó de lleno al caza TIE y le lanzó dando vueltas hacia el espacio. La había dado al motor. Chispas y humo verde y amarillo salían de él.
—¡Buen tiro, Rojo Dos! Y gracias. Pero la próxima vez vigila a su compañero de ala. ¡Apenas fui capaz de quitártelo de la cola!
Keyan estaba demasiado impresionado para responder. Dio media vuelta hacia el transporte.
-Rojo Dos, ¿me recibes?
—Estoy aquí, Jefe Rojo.
—Eh, chico. Ha sido un buen disparo. Todo irá bien, pero escucha: Me temo que he sido dañado. No es muy grave, pero mi unidad R2 ya no funciona. Ya sabes eso me deja sin hiperespacio, y no podré volver a la base a menos que atraque en la nave calamariana para repararlo. Te dejo al mando, Rojo Dos. Me reuniré con el Grupo Azul. Ahora es cosa tuya. ¿Recibido?
—¿No... no podría permanecer con usted, Jefe Rojo?
-Negativo. Completa la misión. Apresúrate, o te perderás la diversión. Buena suerte, Keyan.
—Gracias, señor. Igualmente.
Keyan observó como Hamo se alejaba y entablaba combate con los escasos cazas TIE que quedaban. Los escombros de dos cazas espaciales flotaban en el espacio, el caza del hombre de ala no muy lejos del de su líder. No fue hasta ese momento cuando Keyan se dio cuenta de lo cerca que había estado de lo que los pilotos llaman el “hiperespacio final”. Dio potencia a sus motores y se dirigió hacia la corbeta. Los demás Ala-X del Grupo Rojo y los Ala-Y estaban atacando ya al transporte. Los turboláseres dobles del transporte mantenían a algunos a distancia. Los pilotos más expertos buscaban y golpeaban sistemáticamente los puntos débiles de los escudos de la corbeta, mientras que los Ala-Y descargaban sus cañones iónicos contra esos puntos débiles. Keyan estaba apuntado a uno de los cañones aún activos de la corbeta, cuando otro mensaje crepitó sobre la estática causada por la intensidad de la batalla.
—Líder de Asalto a todas las unidades. ¿Alguno de vuestros Ala-X tiene un R2 de sobra, en buen estado? Necesitamos ayuda en la esclusa principal. Respondan...
-Jefe Rojo a Rojo Dos. ¿Has oído? ¡Adelante, chico! Échales una mano a los comandos.
Hamo seguía velando por él. Keyan confirmó la recepción mientras destruía el cañón de la corbeta. Luego maniobró sobre el transporte dirigiéndose hacia la bahía de carga, donde se encontraba la esclusa principal. Volaba en zigzag para evitar los últimos cañones enemigos. Ya casi había olvidado su experiencia anterior.
El casco de la nave abordada tenía un buen boquete, por el que se escapaba el humo, pero la esclusa estaba abierta y aparentemente no había resistencia. Keyan penetró en la apertura con su Ala-X. Un comando le indicó una zona libre en la que poder aterrizar, pero mientras aterrizaba pudo ver esparcidos sobre el suelo cuerpos de Soldados de Asalto y comandos Rebeldes. Por todas partes había marcas de disparos.
Keyan tomó su bláster y salió de la cabina. Dos comandos corrieron hacia él y desengancharon la unidad R2.
—Hemos conseguido asegurar esta sección y estamos intentando desactivar sus ordenadores de armamento. Otros han salido ya para intentar encontrar el puente.
—¿Qué debo hacer? —preguntó Keyan. Nunca había planeado subir a bordo del transporte. Sus órdenes no le decían qué hacer allí.
—Llévate tu unidad R2 y mira a ver si puedes ayudarnos a intervenir el armamento de la nave. Esta sección está aislada de los ordenadores de defensa principales. Mientas tanto, recoge todo lo que parezca de importancia, y luego vuelve aquí. Tienes 15 minutos.
***
Keyan avanzaba por un pasillo desierto, seguido de cerca por la unidad R2. El suelo estaba plagado de cadáveres de soldados imperiales, caídos en posturas extrañas, con marcas de disparos de bláster en sus blancas armaduras cerámicas. Notó un extraño olor. ¿Las quemaduras de los blásters? Muchos cuerpos de comandos de la Alianza yacían igualmente entre los muertos. Keyan avanzó rápidamente por el laberinto de pasillos, pero se paró en seco al girar una esquina: un bláster imperial le apuntaba directamente a la cara.
El soldado debía estar tan sorprendido como Keyan, porque dudó por un breve instante. Keyan alzó el brazo en un gesto instintivo de defensa antes de que su cerebro se hiciera cargo de la situación. Keyan retorció la muñeca al soldado, haciéndole soltar el bláster, mientras su propia arma caía estrepitosamente también al suelo. ¡Maldita sea, esta armadura es increíblemente dura! Entonces el soldado le agarró de la garganta, obligándole a tumbarse en el suelo. No había nada que golpear salvo armadura, y no podía hacer nada contra ella. Su bláster estaba atrapado justo bajo él y se le clavaba en la espalda a través de su uniforme. Lentamente, iba perdiendo la consciencia.
De repente, el soldado se agitó violentamente, se quedó rígido, y cayó pesadamente sobre Keyan. Las manos que le aferraban la garganta se abrieron y cayeron, y Keyan pudo respirar por fin con libertad. Se recuperó justo a tiempo de ver una sonda eléctrica de medio metro de largo replegarse en el interior del cuerpo del R2.
Era difícil de precisar, pero el guardia parecía seguir vivo, aunque inconsciente. Keyan recuperó su bláster.
—¡Salgamos de aquí! ¾murmuró.
El R2 emitió una serie de silbidos y pitidos mostrando su acuerdo. Se supone que los droides no deben dañar a los seres vivos, pensó Keyan. Puede que la descarga eléctrica no esté considerada técnicamente como una herida. O puede que este R2 sea especial. Poco importa, en realidad...
—Gracias, R2 —exclamó sobre su hombro mientras corría hacia el puente. El pequeño droide lanzó un pitido de satisfacción.
El puente estaba destrozado. La lucha debió haber sido de una intensidad inusitada. Keyan contó al menos diez cuerpos de soldados de asalto, y la mitad de comandos. Según el alto mando, este transporte no debía estar tan bien defendido, con tantas tropas. Les habían dicho que la resistencia sería mínima...
Rápidamente, Keyan miró a su alrededor buscando cualquier cosa que pareciera importante, pero no encontró nada. Durante ese tiempo, el R2 había conectado una de sus sondas a los bancos de datos del ordenador, desactivando los puestos de armamento y grabando todos los datos técnicos.
Keyan estaba a punto de rendirse y volver a la esclusa, cuando escuchó el sonido de un bláster viniendo de detrás de lo que parecía una pared normal y corriente. Una inspección más minuciosa descubrió que se trataba de una puerta corredera construida para asemejarse a una pared.
—¿R2?
—Beep... ¿pop?
—¿Puedes abrir esta puerta?
El R2 respondió con otra serie de agudos silbidos y pitidos. La puerta se deslizó silenciosamente. Keyan vio a un hombre bastante mayor vestido con el uniforme militar Imperial. Aparentemente, se trataba del comandante de a bordo. La sala estaba llena de holodiscos que estaban siendo quemados. El comandante vio a Keyan, sorprendido, y alzó su bláster. Keyan disparó inmediatamente, pero el hombre no le apuntaba a él. Había disparado en dirección a una pila de holodiscos. Su primer disparo destrozó los discos, lanzando fragmentos en todas direcciones. No tuvo ocasión de hacer un segundo disparo: Keyan le alcanzó en el pecho. El hombre se desplomó sobre el suelo.
Keyan se precipitó sobre el oficial imperial y vio que estaba muerto, su rostro congelado con una expresión de sorpresa. Keyan sintió como sus rodillas temblaban y un sudor frío le recorría el cuerpo. Se apoyó en la pared más cercana. Acababa de matar a ese hombre, cara a cara. ¡Y el comandante ni siquiera le apuntaba a él! ¿Qué había de tal importancia en esos holodiscos que le impulsaban a sacrificar su vida de ese modo? Keyan inspiró profundamente y volvió a sentir que las piernas le respondían.
Observó rápidamente los holodiscos. La mayor parte de ellos estaban dañados, pero los tomó todos y los colocó en los bolsillos con cremallera de su traje de vuelo. En el último momento, recuperó con precaución la placa identificativa del oficial. Puede que fuera de utilidad a sus superiores. Permaneció de rodillas algunos segundos, con sus ojos fijos en los del primer hombre que había matado en su vida. De todas las imágenes que le quedasen de esta misión, la que permanecería con él por más tiempo sería, sin duda, los ojos de ese hombre.
Hizo un esfuerzo por levantarse.
—Vamos, R2. Creo que hemos encontrado lo que buscábamos. Salgamos de aquí.
El R2 le siguió mientras salían del puente, emitiendo pos su altavoz una larga serie de silbidos, pitidos y ruidos diversos.
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