martes, 11 de noviembre de 2008

La Colmena (V)

Cautelosamente, Obi-Wan se arrastró hacia delante hasta que alcanzó el final del túnel, y miró al exterior.
-Baja -susurró Jesson.
No había ninguna necesidad de susurrar. Nada habitaba en aquella cámara. Sus paredes estaban atestadas, desde el suelo hasta el techo, de pequeñas cámaras pentagonales vacías, cada una de algo menos de un metro de diámetro. ¿Un criadero de larvas x’ting? Obi-Wan se arrastró fuera y saltó a otra cornisa inclinada.
Los ojos facetados de Jesson brillaron débilmente con lágrimas.
-Esta es una de las antiguas cámaras de cría -dijo-. Cambiamos en muchos aspectos cuando llegó la República. La colmena nunca volvió a ser la misma. Pero esto sigue tal y como era antes.
Aquí el hongo luminiscente brillaba lo suficiente como para dar una vista brumosa del suelo veinte metros por debajo de ellos. Estaba cubierto con cáscaras de crisálida rotas, algunas de las cuales podrían llevar allí mil años estándar. ¿Este lugar habría llegado a conocer alguna vez la luz o el resplandor de una estrella? Cuando los ojos de Obi-Wan se ajustaron a la luz, pudo ver capiteles de roca subiendo irregularmente a través de la tierra desde debajo de las cáscaras x’ting vacías. Las estalactitas descendían desde el techo de la caverna.
-¿Es esta la cámara? -preguntó Obi-Wan.
-Al otro lado -dijo Jesson, señalando el camino-, a través de la próxima pared.
Asombroso. Claramente, sólo un x’ting podría orientarse a través de aquel laberinto. Los huevos reales habían sido guardados realmente a salvo.
La cámara era similar a la de la Sala de los Héroes: creada por la erosión del agua en lugar de por máquinas o por el flujo de lava. A pesar de su origen, los cubículos masticados en las paredes de la roca implicaban que había sido modificada durante innumerables épocas de actividad de la colmena, por incontables millones de afanosos trabajadores. Una niebla fina y lechosa cubría el suelo, pero a través de ella pudo ver la gruesa capa de polvo acumulada a través del tiempo.
-¿Cómo se depositó tanto sedimento aquí? -preguntó. Usualmente los sedimentos eran el resultado de los animales y las plantas degradando las rocas con el paso del tiempo. Obi-Wan estaba sorprendido de encontrar tanta cantidad en el subsuelo, lejos de un sol nutriente.
-Recuerda -dijo Jesson, apuntando a las paredes con su lanza-, que miles de generaciones de nosotros vivieron aquí abajo. Así como teníamos constructores, y guerreros, y líderes, también había algunos que masticaban la roca, y sus sistemas digestivos creaban tierra en la que podíamos cultivar nuestras cosechas. Durante eones vivimos aquí, y el interior de Cestus era más amable con nosotros que la superficie.
Miles de generaciones. Un planeta cuya superficie era arena y roca masticada, y su interior tierra fértil.
Realmente, la diversidad de la galaxia estaba más allá de toda imaginación.
Descendieron a lo largo de esta segunda rampa, y Obi-Wan se encontró perdido en los pensamientos de cómo podría haber sido todo aquello, mucho antes de la época de la República. Se imaginó la colmena pululante de vida, la pareja real presidiendo sobre...
Entonces Obi-Wan sintió un picor en su piel, y volvió inmediatamente al estado de alerta. Una ola de la Fuerza, advirtiéndole.
-Permanece en guardia -susurró.
Jesson agarró la lanza furiosamente con sus manos derechas primarias y secundarias
-¿Qué pasa?
Obi-Wan alzó su mano derecha, pidiendo silencio. Sentía algo, un suave temblor en la tierra bajo de sus pies.
Suave. Como en la cámara anterior.
Suave. Como si hubiera sido arada regularmente.
-Tengo un mal presentimiento sobre esto -dijo Jesson.
-Continuemos hasta el otro lado -dijo Obi-Wan.
-No creo que lo consigamos.
El suelo tembló. ¿Un terremoto?
-¿Qué pasa? -preguntó el Jedi.
-Gusanos -dijo Jesson, con los hombros temblando y sus cuatro manos cerradas en puños-. Debía haberlo sabido. Se creía que se habían retirado a las profundidades del suelo desde la época de... -parecía reacio a seguir hablando- ...bueno, de aquel supuesto Jedi, al menos.
-¿Ese fue el servicio que aquel Maestro Jedi realizó para vuestros monarcas? -preguntó Obi-Wan, sacando su sable de luz. La tierra bajo ellos seguía temblando.
-No lo sé -dijo Jesson. Luego agregó-: Quizás. Sin ánimo de ofender, Maestro Jedi. Tú eres realmente un poderoso guerrero, pero si conozco bien a los políticos, no creo que pasase realmente gran cosa; simplemente fue honrado por ser de Coruscant.
A pesar del peligro que corrían, Obi-Wan no pudo evitar reír entre dientes.
-Mi opinión de los políticos es bastante similar a la tuya -confesó-, pero debo decir que G’Mai Duris parece mejor que la mayoría.
Hubo un abrupto zumbido en la Fuerza, y Obi-Wan agarró a Jesson y saltó hacia atrás justo a tiempo. La tierra debajo de ellos estalló, y surgió la boca del primer gusano. Era castaño oscuro, su piel cubierta con innumerables púas pequeñas, con un anillo segmentado marcado cada tres o cuatro metros. Si las proporciones eran similares a las de otros seres de estas características que Obi-Wan había visto, entonces debía tener al menos treinta metros de largo.
Y el gusano no estaba solo. Dos más surgieron del suelo, abriendo vorazmente sus bocas. Era demasiado tarde para que Obi-Wan y Jesson retrocedieran en la cornisa, y estaban demasiado lejos para alcanzar rápidamente su destino. Todo que podían hacer era encontrar un lugar seguro en el que permanecer.
Obi-Wan descubrió el primero de varios montículos de caliza que surgían a través de la tierra.
-¡Vayamos a las rocas! -gritó, y corrieron hacia la única seguridad visible. Uno de los gusanos reptaba justo tras ellos, moviéndose casi tan rápido como pudiera correr un humano.
Obi-Wan vigilaba la retaguardia, permitiendo a su compañero alcanzar la seguridad. El Jedi corrió hasta la roca sin perder un instante. Uno de los gusanos intentó arrastrarse tras ellos, pero entonces Obi-Wan se volvió y se enfrentó a él. Su sable de luz destelló, y el gusano gritó. Realmente no se pudo oír ningún sonido, pero lo sintió claramente a través de la Fuerza.
Jesson perdió el equilibrio. La lanza cayó, sacudiendo el polvo, y Jesson resbaló por la roca hacia los anillos ciliados que formaban la boca abierta del gusano. Sus dientes afilados se cerraron sobre la pierna derecha del x’ting, aserrando. Obi-Wan llegó allí en un instante, y rebanó la cabeza de la criatura. Cercenada, la cabeza cayó a la arena... pero el resto del cuerpo todavía seguía vivo, retorciéndose.
Jesson se recuperó, con la pierna lacerada pero todavía funcional.
-Gracias, Maestro Jedi -dijo, estremeciéndose. Obi-Wan inspeccionó la herida: la cáscara quitinosa estaba astillada, exponiendo el tierno músculo rosa. La vendó como mejor pudo, y Jesson, por su parte, no hizo un solo sonido de dolor, aunque tenía que ser brutal. Cuando acabó, Obi-Wan miró por debajo de ellos. Cuatro gusanos se arrastraban ahora por encima y por debajo de la tierra, y no mostraban ninguna señal de querer abandonar la persecución.
De modo que eso era lo que les había ocurrido a los x’ting “auténticos”, aquellos que quedaron atrás. La tierra que habían trabajado durante eras para cultivar sus cosechas -enterrando en ella a sus muertos, fertilizándola con sus deshechos- se había vuelto finalmente lo suficientemente profunda como para ocultar depredadores. Los x’ting de la primera caverna habían sido pillados desprevenidos, dirigiéndose hacia las estatuas huecas. Y una vez allí, fueron incapaces de abrir las puertas de metal selladas. Allí, en la oscuridad, llegaron a un estado de desesperación tal que recurrieron al canibalismo. Habían sido atrapados.
Atrapados, al igual que Obi-Wan y Jesson lo estaban sobre uno de los escasos promontorios rocosos de esa segunda caverna. Obi-Wan sentía el primer diminuto susurro de desesperación e hizo rechinar sus dientes. No fallaría. No moriría. No aquí, en la oscuridad. Tenía un trabajo que hacer; encontraría una forma de hacerlo.
Los gusanos sisearon, con sus cilios moviéndose de un lado a otro con un escalofriante apetito antinatural.
Jesson hizo una mueca y subió un poco más alto cuando otro gusano intentó ascender a la roca. Obi-Wan lo chamuscó con el sable de luz, y se retiró sin un sonido. Una vez más Obi-Wan pudo sentir su chillido a través de la Fuerza.
La tierra se encorvaba en surcos. De los dos extremos lejanos de la cueva aparecían gusanos adicionales, arando al suelo y rechinando hacia ellos. Ya debía haber unos diez o quince en total. Unos más grandes, otros más pequeños, todos letales.
-Quizá nos huelan. O nos oigan. O estén llamándose unos a otros, invitándose a la cena. -Apuntó con su luz hacia ellos-. ¿Qué es eso? Hay algo allí.
Apoyándose en su pie herido, Jesson subió más alto en la roca, iluminando con su barra luminosa mientras lo hacía.
De hecho, había algo colgando sobre la roca. No, comprendió Obi-Wan cuando subieron. Algo no. Alguien. Y no estaba colgando.
Atado a la roca con un trozo de soga estaba el cadáver disecado de un x’ting. Poco quedaba de él, excepto el caparazón y la carne seca.
-¿Qué pasó aquí? -susurró Jesson-. Éste era mi hermano de nido Tesser. Consiguió llegar hasta aquí, y no más allá. -Subió más alto para tocar con su propia frente la frente marchita de su hermano muerto-. Subió hasta aquí para escapar de los gusanos. Se ató para no resbalar por si perdía la consciencia. Por si se debilitaba. Y aquí murió.
De modo que ahora ya sabían lo que había pasado con dos de aquellos que habían intentado llegar a la cámara de los huevos.
-Vamos a morir -dijo Jesson, con voz plana y desprovista de emoción.
-Ése es un pensamiento derrotista -dijo Obi-Wan-. Después de todo, Tesser llegó más lejos que el otro. Quizás nosotros todavía podamos llegar más lejos.
Una chispa de esperanza floreció en los ojos de Jesson.
-¿Tienes un plan, Jedi?
-Aún no, pero lo tendré.
¿A qué distancia estaba la pared lejana? Obi-Wan la midió con los ojos: sesenta metros. Demasiado lejos para correr. Los gusanos atraparían a Jesson, herido, y quizás también a Obi-Wan. Y llegar a la cámara del huevo sin su compañero de x’ting quedaba totalmente descartado. Sin los conocimiento especializados de Jesson, no tenía ninguna oportunidad en absoluto de acceder a la bóveda.
-¿Qué equipo tienes?
-He perdido mi lanza. Tengo la barra luminosa, y un garfio de escalada.
¿Un garfio de escalada? Eso podría resultar útil.
-Déjame verlo -dijo Obi-Wan.
Jesson le mostró el arma. Era aproximadamente del tamaño de un bláster de mano, con una bobina del filamento anidada abajo. Bastante similar al equipo estándar del GER*.
-¿Cuánto cable? -preguntó Obi-Wan.
-¿Veinte metros?
En efecto, tenían veinte metros de cable de escalada, como los equipos estándar, pero eso no era suficiente para alcanzar...
A su izquierda sobresalía otro montículo de roca, a unos quince metros de su destino: la pared lejana. La roca estaba aproximadamente a treinta metros de distancia. ¿Conseguirían llegar tan lejos? No, no con la pierna herida de Jesson.
Bien. ¿Entonces, qué?
Obi-Wan miró sobre sus cabezas y descubrió una estalactita de diez metros sobre ellos, a medio camino entre su posición actual y esa punta de roca. Un plan empezó a tomar forma. Dependería de la resistencia de esa estalactita, pero puede que funcionase.
-Voy a probar algo -dijo Obi-Wan-. Si confías en mí, podremos salir de esta.
-Bien, Jedi -dijo Jesson-. No tengo otra opción. Oigamos tu idea.
-Ya lo verás -dijo Obi-Wan, y subió a lo más alto de la punta rocosa. Los gusanos se enroscaban alrededor de la base. De vez en cuando uno o dos intentaban subir, pero no podían conseguir buen agarre en la roca y caían de nuevo, resbalándose.
Obi-Wan tomó el garfio de Jesson y apuntó cuidadosamente, disparándolo a la protuberante estalactita. El cable voló certero, fijando su punta profundamente en la roca. Dio un fuerte tirón; parecía lo bastante firme.
-Bien -dijo-, Agárrate a mi cintura.
Jesson lo miró dubitativo, y luego abrazó la cintura de Obi-Wan con sus brazos fuertes y delgados.
Obi-Wan tomó impulsó y saltó fuera de la punta de roca. Volaron en un largo deslizamiento, y el radio de su arco los acercó tanto a la tierra que los gusanos chasquearon hambrientamente, con los cilios moviéndose de hambre o ira.
Jesson se aferraba a él, con los ojos facetados rojos abiertos de asombro mientras volaban...
Entonces el x’ting chilló con una serie de chasquidos aterrados cuando la estalactita sobre ellos se rompió. Estaban en el punto más alto del arco cuando pasó. Un enorme pedazo corto y grueso de roca se liberó y cayó, saboteando su arco. Seguían subiendo, cuando la roca chocó con fuerza contra la tierra, tirando fuertemente de ellos, y haciéndoles caer a tierra un momento más tarde, en un impacto que cortó de golpe el suministro de aire de los pulmones de Obi-Wan.
Corrió tan rápido como pudo, jadeante pero sin ningún deseo de morir convertido en comida para los gusanos.
-¡Corre! -gritó mientras las criaturas avanzaban hacia él. Tuvo la presencia de ánimo suficiente para activar el mecanismo del desenganche del garfio y tirar del cable libre. La bobina tiraba del filamento mientras corría a toda velocidad hacia la siguiente roca, con los pies golpeando esponjosas bolas de polvo del suelo. Jesson estaba cojeando, avanzando demasiado lentamente. Obi-Wan cerró su mente al dolor, agarrado con su brazo derecho, e, ignorando la tensión y forzándose a un mayor esfuerzo, arrastró al soldado x’ting hasta la roca y luego saltó a ella, cuando uno de los gusanos agarró su bota izquierda. Extendió la mano, intentando agarrar la roca, y no pudo encontrar un agarre para impedir los esfuerzos del gusano de arrastrarlo. Pero Jesson había recobrado el sentido, y asió la muñeca de Obi-Wan con sus manos primarias y secundarias. Se aseguró con las piernas y tiró con todas sus fuerzas.
Obi-Wan consiguió asegurar su rodilla contra la roca y empujó, esforzándose para que el gusano perdiera su agarre. Consiguió subir un poco más y entonces, asegurándose, se volvió con el sable de luz en la mano y cortó a su atacante por la mitad. La porción cercenada cayó al suelo y se retorció, rezumando icores por el extremo, y entonces desapareció en el suelo y se fue.
El Jedi tragó aire y soltó un suspiro de alivio. Miró a Jesson.
-Gracias -dijo.
-Ahora estamos en paz -dijo Jesson. Examinó la pared frente a ellos-. Bueno, ahora estamos a algo más de la mitad del camino.
-Eso podría ser suficiente, si somos inteligentes -dijo Obi-Wan. Subió a la punta de caliza, midiendo la distancia a la pared lejana, esperando tener razón. Por otra parte, era demasiado probable que sus esqueletos fueran, en un futuro distante, encontrados allí, en la roca.
-¿Dónde está la abertura lejana? -preguntó, obscureciendo sus ojos con sus manos-. No puedo verla.
-Hay una cornisa de roca, aproximadamente a cinco metros sobre el suelo -dijo Jesson, señalando.
Obi-Wan entornó los ojos hasta que pudo distinguirla.
-Sí.
-Y más allá de eso está la entrada a la cámara. Puedo hacernos entrar. Después de eso... -el x’ting se encogió de hombros- ...no sé.
-Bien. -Obi-Wan midió la distancia entre la pared lejana y la punta de roca, y encontró una superficie que parecía conveniente.
Disparó el garfio. Una vez más el cable voló certero, fijándose en la roca. Sujetó el otro extremo a la roca. Odió dejar atrás el arma, pero, o bien habría recursos adicionales disponibles al otro lado, o todos sus esfuerzos para sobrevivir serían inútiles.
-Dame la luz -dijo Obi-Wan. Puso la barra luminosa de Jesson a máxima luminosidad y apuntó con ella directamente a los ojos de los gusanos.
Durante muchos años los gusanos habían estado en las cuevas bajo ChikatLik. Pero era posible que no hubieran estado allí abajo el tiempo suficiente para provocarles ceguera; en ese caso, esa potente luz brillante podría resultarles realmente dolorosa y crear confusión entre ellos.
Y claramente lo hizo. Ya habían empezado a huir, con su dolor resonando a través del sentido de la Fuerza de Obi-Wan.
-¡Vamos! -gritó. Y comenzó a avanzar sobre la tierra, mano tras mano, a lo largo del cable.
Veinte metros, más o menos. Los gusanos parecían haberse recuperado de la luz: estaban reptando en dirección a su guarida. Obi-Wan alzó los pies a y los cruzó sobre el cable para apoyarse, y luego activó la barra luminosa de nuevo bajo ellos. Los gusanos dieron su chillido silencioso y se retiraron...
Pero no tan lejos. Obi-Wan extendió sus sentidos a través de la Fuerza, notando a las siseantes criaturas mientras se alejaban reptando. Desenganchó sus pies del cable y volvió a avanzar impulsándose con las manos, incrementando su velocidad.
El cable le cortaba los dedos. El dolor, como el corte de una navaja de afeitar helada, descendió por su brazo hasta el codo. Reprimió un grito, negándose a abandonar su posición.
¿Podrían los gusanos verles? No estaba seguro, pero Obi-Wan consideró improbable que las criaturas hubieran evolucionado para cazar presas que se balanceasen en el aire por encima de sus cabezas.
Sin embargo, la vibración de la roca caída, y quizás el grito del gusano herido, había convocado más criaturas de lo más profundo de las cuevas. Por la luz fungina a lo largo de las paredes, pudo ver que la tierra debajo de ellos estaba repleta de gusanos, hirviendo con cientos, miles de ellos, desde unos del tamaño de un dedo hasta otros con varios metros de longitud. Se empujaban y golpeaban entre ellos, intentando alcanzar a Obi-Wan y Jesson.
Uno de los segmentos cercenados consiguió saltar del suelo, alcanzando la pernera de Obi-Wan, errando el músculo de la pantorrilla pero enredándose en la tela. Movió su cola a un lado y a otro, intentando agarrarse.
Oscilando, agitándose para librarse de esa cosa, Obi-Wan soltó su mano derecha. Tras él, Jesson gimió asustado.
Balanceándose con su mano izquierda, Obi-Wan atrajo su sable de luz hasta su mano derecha, lo activó, y cortó a la cosa que colgaba de su pierna. Cercenado, el gusano se desplomó en dos mitades al suelo bajo ellos.
Mano tras mano. Mano tras mano. El cable del garfio aserraba sus palmas, pero encerró el dolor en un pequeño cuarto oscuro de su mente y se concentró en la tarea que estaba llevando a cabo.
Cuando finalmente sus pies estaban sobre la cornisa, se dejó caer y se dio la vuelta. Jesson casi estaba allí, oscilando de un lado a otro como un péndulo. El guerrero x’ting saltó y casi cayó fuera de la cornisa; luchó para recuperar el equilibrio, con Obi-Wan cogiendo su mano.
Ambos estaban ya a salvo en la cornisa, muy por encima de las chasqueantes bocas de los gusanos.
Soltando un suspiro de alivio, Obi-Wan se volvió hacia la pared. Vista desde el lado lejano, la sombra había ocultado un túnel poco profundo, pero la boca era fácil de ver ahora. Al final del túnel estaba insertada una puerta sellada de duracero con algún tipo de dispositivo lector electrónico.
-¿Cómo abrimos esto?
Jesson acercó su cara a la puerta.
-Se dice que cualquier x’ting puede abrir esta puerta. Es lo que espera dentro...
Como si hubiera estado escuchando esas palabras y hubiera cronometrado su propia respuesta, la puerta se abrió. Obi-Wan y Jesson caminaron al interior.


* Gran Ejército de la República (N. del T.)

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