lunes, 24 de noviembre de 2008

Caza Tie: Las crónicas de Stele (VII)

La lanzadera

La navegación y la adquisición de objetivos en el espacio no son tarea fácil, pero la estrella local de un sistema estelar ayuda a veces en la localización reflejándose en las superficies metálicas. Fue de este modo que Maarek localizó la lanzadera y sus atacantes, maniobrando en la oscuridad del espacio sobre el planeta. Podía ver el resplandor azul característico de los cañones iónicos golpear los escudos de la lanzadera. Jamás en su vida había visto disparar un cañón iónico, pero sabía que eran visibles desde muy lejos.
-Los veo -anunció por el comunicador. No obtuvo ninguna respuesta.
Mientras se aproximaba rápidamente, pudo reparar en dos Ala-Y que disparaban contra la lanzadera, claramente identificada con insignias imperiales. Alrededor de la lanzadera flotaban numerosos escombros, en los que reconoció los pedazos de varios cazas TIE.
Maarek no reconoció las insignias de los Ala-Y que atacaban, pero eso no tenía ninguna importancia. Eran enemigos. Sin pensar, maniobró para alcanzar un ángulo de ataque que le permitiera poder disparar sobre los dos Ala-Y de una sola pasada. El interceptor TIE respondía suavemente, mucho mejor que cualquier barredora, y se aproximaba a la zona de combate. Las manos de Maarek estaban aferradas a los mandos, su dedo firmemente apoyado sobre el gatillo, dispuesto a disparar.
En ese preciso instante, el Ala-Y más cercano se separó y comenzó un viraje. ¡Había sido detectado! Maarek apretó el botón de disparo y vio los rayos láser, pero sólo dos. No había activado sus cuatro lásers, y realmente no sabía cómo hacerlo. Los mecánicos generalmente no tenían derecho a probar las armas. Pero, incluso con dos lásers, los rayos fueron directos al objetivo, y la trasera del Ala-Y se incendió durante una fracción de segundo. ¡Una buena diana!
Pero la nave enemiga no aminoró. No parecía haber sido tocada de gravedad. Maarek estuvo tentado de perseguir al Ala-Y: parecía más lento que su interceptor. Pero el segundo Ala-Y seguía atacando a la lanzadera, y Maarek modificó su trayectoria para dirigirse justo sobre él. Abrió fuego ajustando su ángulo de ataque, y sus primeros disparos erraron su objetivo. Se aproximaba rápidamente, y finalmente vio un resplandor revelador sobre el casco del Ala-Y. ¡Había dañado sus escudos! El Ala-Y cesó súbitamente de disparar contra la lanzadera y se alejó, pero se desplazaba muy lentamente.
Maarek estaba tan fascinado con la visión del enemigo en su visor, que olvidó modificar su velocidad y estuvo a punto de colisionar con su objetivo. Giró en el último momento. Entonces su ordenador de a bordo le indicó que disparaban sobre él. Mientras maniobraba su interceptor TIE en un cerrado lazo diagonal, percibió que el otro Ala-Y se aproximaba.
Tenía la ventaja de la velocidad, pero también se daba cuenta de que no podía abandonar a la lanzadera, que aún seguía en peligro. Por suerte, su experiencia como piloto de barredora le daba la ventaja de un sentido instintivo del combate. Pudo librarse sin problemas del Ala-Y que le perseguía, y vio cómo este sobrepasaba la lanzadera. Se precipitó de nuevo en la persecución de los dos Ala-Y. Entonces fue cuando reparó en los primeros cazas Ala-X. Parecían salir de ninguna parte, y aparecieron a algunos kilómetros de distancia de la proa de la lanzadera.
-Creo que voy a tener serios problemas -dijo para sí mismo.
Maarek aún siguió disparando sobre los Ala-Y, y luego se afianzó sobre los mandos para efectuar un viraje muy cerrado. No sabía si los Ala-X iban tras la lanzadera o tras él. Sabía que no tendría ninguna oportunidad contra la potencia de fuego combinada de los dos Ala-Y y los dos Ala-X.
Si quería golpear con eficacia, debía elegir el momento adecuado, y por tanto necesitaba tomar cierta distancia.
Se alejó a toda velocidad de la lanzadera dañada. Los dos Ala-X fueron tras él. Eran muy rápidos y le seguían a la misma velocidad. Disparaban constantemente sobre él, pero estaban muy lejos para que sus disparos fueran suficientemente precisos. Viró para volver hacia la lanzadera y vio que los dos Ala-Y reiniciaban su ataque. De repente, el destructor estelar reapareció, muy cerca del planeta. Si conseguía aguantar algunos minutos más, sabía que llegarían los refuerzos.
Supo que tenía razón cuando la radio crepitó en su casco.
-Aquí Rayos X V2. Llamo a TIE/In 4OV9. ¿Me recibe?
Maarek no estaba acostumbrado a las identificaciones militares de combate.
-Si es a mí a quien busca, estoy aquí -respondió por el micro-. Envíenme a alguien... ¡y rápido!
-Los refuerzos están en camino, TIE/In 4OV9. Aguante.
El interceptor no podía ir más deprisa, y los Ala-X se aproximaban a él. Sería una auténtica pena dejarse atrapar ahora, justo cuando los refuerzos estaban tan cerca. Comenzó una barrena en espiral para escapar de sus disparos, una maniobra que los pilotos usaban en los holovídeos que había podido ver. Era una buena idea, pero su práctica de pilotaje dejaba mucho que desear. Perdió momentáneamente el control del TIE y comenzó a girar en todos los sentidos, desorientado. Intentando desesperadamente retomar el control, compensó demasiado y se encontró orientado directamente hacia el planeta. Sus sensores seguían anunciando a los Ala-X, que ahora estaban mucho más cerca.
Algo golpeó al interceptor. Sintió una sacudida, como un gran puñetazo en la espalda, y los sensores de su panel de mandos se apagaron. No tenía tiempo de intentar otra maniobra. Decidió precipitarse hacia el planeta. Había escuchado que el vuelo atmosférico era difícil y que a ningún piloto de caza estelar le agradaba, pero el ya estaba acostumbrado al vuelo atmosférico, y esperaba que los pilotos de los Ala-X no tuvieran tanta práctica.
El interceptor TIE comenzó a vibrar y a descender en picado cuando penetró en la envoltura gaseosa, y una espesa bruma inmediatamente oscureció su visión. Luchaba contra los mandos, Enderezando para no caer directamente en el pozo de gravedad del planeta. Su plan consistía en zambullirse en la capa superior de la atmósfera y seguir un ligero vector parabólico para volver a salir después al vacío. Esperaba de ese modo librarse de los Ala-X.
Tenía la impresión de luchar contra un bantha furioso, y realmente no sabía si estaba a punto de salir de la atmósfera o si iba a convertirse de repente en una bola de fuego en la superficie del planeta. Intentaba mantener su trayectoria, pero sin sensores sin ninguna referencia visual, no podía fiarse más que de la suerte... y de la fe.
En el fondo de su ser, permanecía tranquilo a pesar de lo alarmante de la situación, dándose cuenta de que ya había sobrepasado sus límites. Sin ningún entrenamiento, acababa de enfrentarse a cuatro cazas enemigos, ¡y aún seguía vivo! ¿Se le había acabado la suerte?
La respuesta era no. La bruma que rodeaba al interceptor desapareció de repente, y la nave emergió de la atmósfera con una nueva sacudida capaz de quebrar los huesos. Los Ala-X habían desaparecido. ¡Y, de hecho, el destructor estelar también!
Estupendo..., pensó. ¿Y ahora qué?
-Vuelva, Stele -dijo una voz desconocida por el comunicador-. Se acabó la fiesta. Siga el vector 1-2-8-Alfa.
-Lo siento, señor. Los sensores están muertos y no sé navegar -respondió Maarek. Escuchó risas en su casco.
-Entonces, gire a la derecha y rodee el planeta. Nos encontrará. O le encontraremos.

***

En las horas siguientes, no tuvo un instante de respiro. Cuando estuvo al alcance del destructor estelar, fue conducido a bordo por un rayo tractor. ¡Un final vergonzoso para la mayor aventura de su vida! Le dirigieron hacia un hangar que no conocía. Un destacamento de tropas de asalto le esperaba. Cuando salió de la cabina de la nave, un oficial le pidió que le siguiera y le condujo a una pequeña sala, junto al hangar. Luego los oficiales y las tropas de asalto desaparecieron, dejándole solo.
Se sentó ante una pequeña mesa. Había dos sillas en la sala, y eligió la que miraba hacia la puerta. Esperó. Mucho tiempo.
Voy a tener problemas, pensó. ¿Pero qué es lo que he hecho mal?
Permaneció sentado durante mucho tiempo, quizá horas, antes de ver entrar dos soldados de asalto con armadura negra y blanca. Habían desenfundado sus blásters, pero los ojos de Maarek estaban fijos en el hombre que les seguía. Le reconoció inmediatamente ¡Era el almirante Mordon! Parecía cansado.
El almirante se sentó en la silla enfrente de Maarek, recto y erguido, silencioso, con sus ojos azules fijos en los de Maarek. Eran del color de los proyectiles de iones. Maarek bajó la mirada y observó sus manos posadas sobre la mesa. Sus falanges estaban blancas.
-Has tenido suerte -dijo Mordon. Su voz era tranquila, como esperaba Maarek, y las medallas que colgaban de su pecho seguían el movimiento regular de su respiración.
Maarek alzó lentamente los ojos, pero tuvo problemas para mantener la mirada de Mordon.
-Lo sé, señor. Esperaba...
Mordon le interrumpió.
-También has probado tener un gran valor.
El corazón de Maarek saltó en su pecho. Esto no era una reprimenda. Era una felicitación.
-Hemos retomado el control de la zona -continuó Mordon-. Iba a inspeccionar el planeta con una escolta mínima cuando los Rebeldes atacaron. Si no te hubieras separado de la nave...
Maarek no dijo nada. Estaba en estado de shock. He salvado la vida del almirante.
-¿Dónde has aprendido a pilotar un interceptor de ese modo, hijo mío?
Maarek salió de su ensimismamiento justo a tiempo para escuchar la pregunta de Mordon.
-En el Servicio de Reparaciones, señor -dijo, atragantándose. Se preguntó su esa respuesta iba a causarle problemas.
El almirante alzó una ceja.
-Reparaciones... -dijo. Pareció rumiar la palabra durante un instante, como si hubiera olvidado su significado- ¿Te gusta estar ahí, en Reparaciones? -preguntó a Maarek.
-Sí, bueno -respondió Maarek prudentemente-. Nos dedicamos a cuidar de los chiquillos.
-¿Los chiquillos?
-Sí, señor, ya sabe, los pilotos. Sólo tienen que trepar a su cabina y volar por el espacio mientras que nosotros nos hacemos polvo las manos enderezando la chapa y nos quemamos con los sopletes láser...
Maarek se interrumpió, pensando que quizá había ido demasiado lejos, pero Mordon estalló en carcajadas.
-¿Realmente crees que la vida de un piloto es así, hijo mío?
Maarek no respondió.
Mordon se incorporó bruscamente.
-Apuesto a que te encantaría formar parte de esos chiquillos, ¿verdad, señor Stele?
Al hacer esta pregunta, se había inclinado sobre la mesa y miraba fijamente a los ojos de Maarek. Este volvió rápidamente la mirada y se puso a mirar algo en una de sus uñas.
-Vuelve a verme dentro de seis meses -dijo Mordon dirigiéndose hacia la puerta-. Ven a decirme cómo te va.
Luego desapareció, y Maarek se encontró solo nuevamente. Pero no por mucho tiempo.

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