jueves, 20 de noviembre de 2008

La Colmena (VI)

6

El interior de la cámara tenía una pronunciada forma de huevo, construida con algún tipo de baldosas curvas y blancas, probablemente fabricadas fuera del planeta. Había otras dos puertas: una en el lado lejano de la cámara, y la otra directamente a la derecha de donde estaban ellos , con otro sensor alojado junto a ella.
Obi-Wan caminó hacia la puerta frente a ellos. Tenía ubicada en ella una pantalla de monitor, y manipuló su panel de control hasta que aparecieron unos pequeños y finos holos. Parecía ser una imagen tomada justo en el exterior de esa misma puerta. Cuando consiguió enfocar la imagen, se apartó bruscamente de ella: acurrucado en el otro lado de la puerta había un cuerpo. Otro hermano x’ting que había intentado, sin lograrlo, llegar a la cámara de los huevos. Obi-Wan no podía ver lo que había matado al guerrero, pero su cuerpo daba la impresión de que el exoesqueleto había sido parcialmente... disuelto.
Se estremeció. Sin cualquiera que hubieran sido las instrucciones específicas destruidas por plaga o supernova, ¿podría haberse esperado que alguien sobreviviera a semejante desafío?
Jesson estaba junto a la puerta plateada, tocando sensores y manipulando controles. Obi-Wan esperó mientras probaba varios patrones diferentes, pero entonces el joven guerrero x’ting golpeó frustrado la pared con el puño.
-¡No puedo abrirla!
-¿Cuántas veces lo intentaste? -preguntó Obi-Wan, alarmado-. ¿No tienes sólo tres intentos?
-Aquí no -dijo Jesson-. Una vez que estemos dentro, empieza de verdad el desafío.
-Puedo intentarlo con mi sable de luz si lo deseas.
Jesson rió.
-No creo que funcione. Esta puerta fue diseñada para resistir ante cualquier antorcha conocida. Sólo dame un poco de tiempo, y...
Pero Obi-Wan ya había activado su arma y estaba introduciendo la hoja resplandeciente en la puerta.
-Aparta la cabeza -advirtió. Jesson obedeció.
Tras unos instantes, Obi-Wan supo que Jesson tenía razón: esta puerta era ciertamente más resistente que la anterior. Sin embargo, el arma del Jedi siguió penetrando en el duracero, lanzando chispas y haciendo que glóbulos de metal resplandeciente cayeran goteando al suelo.
La puerta tenía intercalados circuitos de absorción de energía que le retardaban, pero no bastaban para detenerle. Finalmente la puerta giró libre, rociando gotas de metal al caer. Entonces atravesaron la humeante entrada.
Dentro había otra cámara con forma de huevo, con un sello pentagonal dorado de tres metros de ancho incrustado en el suelo. En el lado opuesto, había una única silla colocada ante una serie de... ¿qué? Emisores y proyectores de rayos apuntaban amenazadoramente a la silla, una advertencia clara para cualquiera que aceptase el desafío.
Filas de indicadores y lectores se encendieron parpadeando cuando entraron, y Obi-Wan los inspeccionó rápidamente. La mayoría de los controles estaban etiquetados tanto en básico como en x’tingiano. Una de las etiquetas más provocativas decía: LLAMADA DE GUSANOS/SENSOR DE GUSANOS.
¿Llamada de gusanos? Entonces uno de sus preguntas había sido más o menos respondida. Los gusanos no eran nativos de la cueva. La compañía de seguridad los había traído aquí como un dispositivo de vigilancia pasiva. ¿Pero algo había ido terriblemente mal? ¿Habían encontrado los gusanos un camino hacia la Sala de los Héroes, dónde todavía vivían tantos x’ting?
Eso explicaría muchas cosas. Qué momento de terror debió haber sido, cuando las criaturas irracionales asignadas a guardar su tesoro más preciado excavaron o encontraron un camino a través de la pared de roca que separaba la cámara de los huevos del asentamiento de los moradores, haciendo reinar el caos.
Una pantalla holográfica llamó su atención. Una indicador sónico de algún tipo, etiquetado como REPELENTE HIPERSÓNICO. Así qué... los gusanos eran atraídos por el sonido, y podían rechazarse del mismo modo. Una respuesta simple, pero desconocida para los x’ting.
Jesson ya se había abierto camino hasta el asiento de control. Obi-Wan olió un cambio en la sala y supuso que el x’ting estaba tranquilizándose, preparándose a realizar una tarea para la que se había estado preparado durante mucho tiempo.
Jesson entrelazó sus cuatro juegos de dedos, e hizo crujir sus dieciséis nudillos con un sonoro ¡CRRRRAKK!
El x’ting comenzó la secuencia, hablando primero en x’tingiano, y cambiando luego al básico, quizás por respeto a Obi-Wan.
-La secuencia de inicio está en registro -dijo, moviendo sus seis miembros con la precisión de un insecto al manipular los controles.
-¿Qué es todo esto? -preguntó Obi-Wan, indicando los emisores y proyectores de rayos que rodeaban el asiento como un halo. ¿Era posible que la leyenda, la información fragmentaria disponible por Jesson, fuera incorrecta, y no fuesen los huevos lo que se destruiría si se daban tres respuestas incorrectas, sino el propio interrogado?
Durante los primeros minutos los esfuerzos de Jesson no tuvieron recompensa; luego un holograma floreció ante ellos. La imagen resplandeciente era un esquema de toda la sala, la propia cámara. Podían ver un angosto pozo bajo el sello dorado, y en el fondo de ese pozo, tras un grueso escudo, yacían dos huevos preciosos rodeados por una matriz de láseres. Tentativamente, se extendió a través de la Fuerza... pero el mecanismo que controlaba la matriz era demasiado complejo para su comprensión. Su corazón se hundió. No había la menos duda de que la matriz derrotaría cualquier esfuerzo que pudiera hacer para engañarla. ¡Cómo deseó que Anakin estuviera aquí! Su aprendiz padawan era un genio intuitivo con todas las cosas mecánicas, y bien podría haber inventado un medio de derrotar a este aparato. Obi-Wan se sentía desvalido.
Afortunadamente, su compañero x’ting había sobrevivido para entrar en la cápsula. Su única esperanza de éxito yacía en las cuatro capaces manos de Jesson.
Jesson tomó los controles como si estuviera tocando algún tipo de complejo instrumento musical. Obi-Wan podía oír suspiros y chirridos variantes, y el guerrero x’ting contestaba las llamadas con sus dedos moviéndose rápidamente, en un borrón, por el panel de control.
Finalmente el esquema flotó hacia su izquierda. Apareció un diseño esférico con forma de diana, con tres capas girando sobre un núcleo que parecía la cámara de los huevos.
Tres capas concéntricas. Obi-Wan sintió como se le secaba la boca.
Miró su crono de muñeca y se asombró. ¿Había pasado sólo una hora desde que entraron en las catacumbas? ¿Desde que habían dejado la cámara del consejo x’ting? ¡Habían parecido días!
Sonó una voz x’ting con entonación interrogativa, seguida por otra voz que hablaba en básico.
-Responde la siguiente pregunta: ¿Qué está en la colmena pero no es de la colmena? ¿Qué nutre pero es nutrido, qué sueña pero nunca duerme?
Jesson tomó una respiración profunda. De una vaina del cinturón extrajo un rectángulo plano.
-Este es el último chip llave que queda -dijo-. Sólo tengo tres oportunidades, pero pienso que tendremos éxito.
-¿Sabes la respuesta al enigma? -preguntó Obi-Wan.
-Sí -dijo Jesson confiadamente-. Son los zeetsa. Ellos viven en la colmena pero no son x’ting. Ellos nos dan, pero a su vez reciben de nosotros nutrición y cuidado. Ellos sueñan pero están conscientes.
Con su certeza incrementándose en cada movimiento, Jesson puso la tarjeta en su ranura.
Hubo un suave temblor, y las voces del escáner dijeron:
-¿Su respuesta?
-Los zeetsa -dijo Jesson.
Hubo una pausa. La esfera empezó a rodar más rápidamente y el tercio exterior empezó a separarse, con sus pedazos disolviéndose al hacerlo. Jesson se sentó, pasmado, cuando la voz dijo, primero en x’tingiano y luego en Básico:
-Incorrecto.
Jesson se levantó de la silla, incrédulo, con los ojos como platos. La voz dijo:
-Siéntese, o la sesión habrá terminado.
Jesson se giró para mirar a Obi-Wan. Los emisores en las esquinas de la sala se abrieron como girasoles que dan la bienvenida el alba. Obi-Wan sospechó, o más bien supo, que si la sesión acababa, ellos también. Al igual que los huevos.
-Siéntate -dijo en voz baja. Y Jesson lo hizo. Los emisores parecían rastrear sus movimientos. Obi-Wan no tenía interés en descubrir lo que podía surgir de ellos en cualquier momento.
-¿Desea continuar la secuencia? -preguntó la máquina.
-¿Tengo otra opción? -dijo Jesson, temeroso.
-Sí, puede escoger la terminación personal. Si escoge esta opción, los huevos no serán dañados.
-Lo intentaré de nuevo -dijo, y tragó saliva.
-Muy bien. -Hubo una pausa. La pausa duró tanto que Obi-Wan se preguntó si iba a hablar de nuevo, pero entonces lo hizo-. ¿Quién vivió y ahora se mantiene? ¿Quién no quiso aclamación, pero es idolatrado por todos? ¿Quién llevó peso y ahora está hueco?
-Hablas básico y x’tingiano -dijo Obi-Wan a Jesson-. ¿Están traducidas con precisión las palabras?
Los dientes serrados del guerrero rechinaron.
-Así lo creo. Hay una cierta poesía que se pierde en la traducción al básico.
-“Quién vivió y se mantiene” -siguió Obi-Wan-. Eso podría tener dos significados: estar inmóvil, o bien persistir, “mantenerse en su posición”, si entiendes lo que quiero decir. ¿Lo comprendes?
-Creo que sí -dijo Jesson, pero ya no parecía tan seguro.
-¿Entonces crees saber la respuesta?
Jesson miró fijamente cómo giraba la esfera. Sólo quedaban dos capas.
-Pienso que sí.
-Entonces responde -dijo Obi-Wan, intentando dar al x’ting la confianza que él mismo no sentía completamente.
Jesson hizo una respiración profunda.
-Estoy listo para proceder -dijo.
-Responda -dijo la máquina.
-Los héroes de la colmena. La Sala de los Héroes.
Los segundos se sucedieron, y nada pasó. Entonces la esfera empezó a rodar más rápidamente, y la segunda capa anaranjada se desprendió y se desvaneció.
-Incorrecto -dijo la voz.
Jesson se estremeció en el asiento, y Obi-Wan descubrió un olor penetrante y agrio en el aire. ¿Miedo?
-No debían haberme enviado -dijo el x’ting.
¿Autocompasión? Jesson no parecía ese tipo de gente, pero... Entonces el guerrero siguió, penosamente.
-No puedo hacer esto. Por mi culpa, los huevos se destruirán.
Allí estaba. La reacción no había sido autocompasión en absoluto. Era preocupación por los huevos lo que Obi-Wan había oído en la voz de Jesson, visto en su cuerpo, olido en el aire.
El guerrero estaba en el límite, a punto rendirse. Obi-Wan había visto esto antes. No era miedo como la mayoría de los seres lo conocía, porque para la mayoría el miedo era una cuestión de pérdida personal: pérdida de la imagen de uno mismo, pérdida de salud, pérdida de la vida. Pero incluso sin poder interpretar directamente las feromonas que ahora inundaban el aire, supo que eso no era la fuente de la angustia de Jesson. El guerrero x’ting amaba la colmena, y ahora temía profundamente decepcionarla. Había sido bien escogido. Sería más que feliz si muriera en el logro de esta tarea, morir anónimamente y con gran dolor si fuera menester, sólo con que la colmena pudiera sobrevivir y crecer, y resurgir en su justa gloria.
Jesson se bloqueó, casi paralizado, con sus manos flotando sobre los controles. Cada músculo en su cuerpo parecía estar estirado en una inflexible contracción, todo su orgullo le había abandonado ante la realidad de las pruebas que ya había fallado.
-¿Cómo? -dijo-. ¿Cómo puede ser? ¿Qué respuestas estaban buscando?
-No podemos saberlo -dijo Obi-Wan, y puso una mano sobre el hombro del x’ting-. Todo lo que podemos hacer, lo único que podemos hacer, es hacerlo lo mejor que podamos. El resto es controlado por la Fuerza.
-¡La Fuerza! -protestó Jesson-. He oído hablar mucho de vosotros, los preciosos Jedi y vuestra Fuerza.
-No es nuestra Fuerza -dijo Obi-Wan, intentando confortarlo-. Ella nos posee. Y a ti. Nos crea a todos nosotros, pero también es creada por nosotros.
-¡Enigmas! -gritó Jesson-. Nada más que enigmas. ¡Ya he tenido suficiente!
Saltó del asiento y corrió por la sala, aporreando la puerta, gritando:
-¡Déjame salir! ¡Déjame salir!
-Vuelva al asiento o la sesión finalizará -dijo serenamente la máquina.
Obi-Wan miró fijamente a Jesson y entonces tomó una decisión instantánea. Fue a sentarse en la silla.
-No es el participante original -dijo la máquina con su voz andrógina sintetizada-. Es necesario que el participante original termine el proceso.
Obi-Wan miró por encima de su hombro al guerrero x’ting herido y roto. ¡Cuán orgulloso y seguro parecía sólo una hora antes! Qué obvio resultaba ahora que todo ese orgullo había sido un delicado escudo contra el miedo de fallar a su gente, un apoyo ante el terrible peso de esa responsabilidad.
-Él es incapaz de continuar -dijo Obi-Wan.
-En cien segundos esta prueba terminará -dijo la voz-. Noventa y nueve, noventa y ocho...
-¡Dime las preguntas! -La desesperación apareció en la voz de Obi-Wan-. Por favor. Dime las...
-Noventa y tres, noventa y dos...
Obi-Wan saltó fuera de la silla y fue a Jesson, todavía acurrucado en el suelo, con los brazos primarios y secundarios envolviendo sus rodillas.
-Jesson -dijo con su voz más tranquila-. Debes intentarlo de nuevo.
-No puedo.
-Debes. No hay nadie más.
El x’ting hundió su cabeza contra sus rodillas y se estremeció.
-Toda tu vida -dijo Obi-Wan-, te has preparado para un gran desafío. Como todos los guerreros.
No hubo respuesta.
-No pienses que no sé cómo te sientes. Tu clan guerrero no podría proteger a la colmena de Cestus Cibernética. Tienen más poder del que tu gente pueda alcanzar. Así que te sientes que ni siquiera tu muerte puede liberar a tu pueblo. Ni siquiera el mayor esfuerzo que puedas alcanzar es suficiente para cubrir la necesidad. En lo más profundo de tu corazón, sientes que no hay nada.
Jesson alzó finalmente la vista.
-¿Comprendes eso?
-Es igual que en muchos planetas por toda la galaxia -dijo el Jedi-. Siempre que se conquisten especies, los guerreros son los primeros en ser oprimidos. Porque son los más peligrosos.
-Setenta… sesenta y nueve... sesenta y ocho...
-Toda mi vida -dijo Jesson-, todo lo que yo he querido era cumplir la función que me asignaron al nacer. Como hicieron mis antepasados. Cuando fuese hembra, llevar huevos saludables, aprender, y sanar, y enseñar. Cuando fuese macho, luchar por mi colmena, mantenerla a salvo. Quizás morir.
Jesson buscaba a Obi-Wan con sus ojos facetados brillando de esperanza. Si el extraplanetario podía entender su miseria, entonces quizás, sólo quizás, había un camino. Había una respuesta.
-Y entonces cuando G'Mai Duris recobró el liderazgo del consejo de la colmena, tuviste esperanza.
-¡Sí!
-Cincuenta y cuatro, cincuenta y tres...
Obi-Wan luchó por mantener la calma en su voz, aunque sentía la urgencia hirviendo dentro de él.
-Y cuando fuiste escogido para ser el que encontrase y devolviese a los monarcas, pensaste que ésta era tu oportunidad. Ésta era tu oportunidad de servir a la colmena. ¡Éste era el momento de gloria!
-¡Sí!
-Todavía lo es -dijo Obi-Wan-. Todos los guerreros sueñan con la conquista, con una gloriosa victoria o una muerte gloriosa. Pero ninguno de nosotros sabe el precio de nuestras vidas. Ninguno de nosotros sabe el valor de nuestras muertes. Eso deben decidirlo otros, después de que nosotros nos hemos ido. Todo lo que nosotros podemos hacer es esforzarnos, luchar con coraje y compasión, vender caras nuestras vidas. Y más tarde, después de que la batalla haya terminado, otros podrán decidir si ese sacrificio fue en vano, o si fue el factor decisivo. Algunos de nosotros debemos poner nuestras vidas en el altar del sacrificio. Otros en nuestros sueños de victoria.
Jesson le miró fijamente, con una pequeña luz de esperanza y entendimiento encendiéndose en él.
-¿Y si yo fallo, y los huevos reales mueren?
-Entonces habrás hecho todo que pudiste, sirviendo a la colmena con todas tus fuerzas.
-¿Y si mi fracaso te cuesta tu vida, al igual que la mía, Jedi?
Obi-Wan habló tan amablemente como pudo.
-Mi vida estaba empeñada desde el momento en que me puse en este camino. No pises el camino para guerrear buscando conservar la vida. Ése es el sueño de un necio. Busca vivir tus días honrando los principios en los que más creas. Trabaja para ganar las habilidades más altas de las que eres capaz. Vende cara tu vida.
-Sé fiel a la colmena -dijo Jesson.
-Sí.
-¿Cómo puede un humano entenderlo tan bien?
Obi-Wan sonrió.
-Todos nosotros tenemos una colmena -dijo.
-Veintisiete, veintiséis…
-En pie, guerrero x’ting -dijo Obi-Wan, poniendo duracero en su voz.
Jesson se levantó.
-Quince, catorce…
Volvió a la silla y se sentó. La cuenta atrás cesó.
-¿Está preparado para continuar? -preguntó la voz en básico, después de una serie de chasquidos en x’tingiano.
Jesson contestó afirmativamente con un chasquido.
Se produjo una pausa. La esfera holográfica giratoria se movía ahora más rápidamente. Pero sólo permanecía una única capa encima de la cámara de los huevos.
-Responda -dijo la máquina-: ¿Quién comió nuestros huevos y ahora esconde su juventud? ¿De quien es la red de miedo que los atrapa? ¿Quién robó el sol pero ahora vive en las sombras?
-Es demasiado simple -susurró Jesson.
-A veces la simplicidad es el mejor disfraz -dijo Obi-Wan-. No intentes engañarte. Contesta con la verdad.
-Pero eso es lo que hice antes -dijo Jesson-. Y ambas veces estaba equivocado.
-Esto fue creado por tu propio pueblo -dijo Obi-Wan-. Ellos no lo harían de forma que fuera imposible que tuvieras éxito. Confía en tus antepasados.
Pero Obi-Wan sentía una ligera punzada en la nuca. Algo. ¿Una advertencia? ¿Una pista? Algo. ¿Qué era? ¿Algo sobre la serie de armas alrededor de la silla? Los emisores. Las preguntas. Aparentemente simples para un x’ting...
Pero las respuestas estaban equivocadas.
El instinto de Obi-Wan estaba gritándole, pero no podía adivinar qué era exactamente lo que estaba intentando decirle. No podía, pero tenía que hacerlo. Ésta era la última oportunidad, y si no podía ayudar a su compañero x’ting, todo estaba perdido, y su causa fracasaría irreparablemente.
Entonces, en las profundidades de su corazón, sintió una respuesta simple, la oyó resonar con la verdad de la Fuerza.
-Contesta con la verdad -dijo de nuevo-. No intentes pasarte de listo. No busques una segunda opción. Dale la respuesta que sabes que es verdad.
Jesson asintió.
-El pueblo araña -dijo-. En su tiempo, eran los señores de este planeta. En otra época, nos trajeron desde la superficie. Nosotros los enviamos a las sombras.
Sus manos se extendieron sobre el panel del control, y sus ojos se fijaron en la esfera que giraba. ¿Qué? ¿Qué...?
Rodó más rápidamente, y un agudo sonido gimoteante se alzó en la sala, pareciendo envolverlos. Entonces la esfera todavía aceleró más rápido, y los segmentos se fragmentaron y volaron lejos.
-Respuesta incorrecta -dijo la voz-. La terminación de los huevos ha empezado.
Obi-Wan fijó la mirada, asustado. ¿Cómo podía haber estado tan equivocado? Raramente sus visiones habían probado estar tan horriblemente equivocadas. Quizás podría abrir un agujero a través del suelo con su sable de luz y salvar la pareja real...
Activó su arma y lo hundió en el dorado sello pentagonal del suelo. Bajo él, imaginó, había una puerta de seguridad de duracero templado. La imagen holográfica estaba fundiéndose, ardiendo, desde que las primeras chispas saltaron del suelo y el cuarto se llenó de humo. Jesson estaba aturdido, sentado en la silla, incapaz de moverse.
-No -dijo-. Lo hice todo bien. Lo hice todo. No, por favor.
-Vaporización completada al cincuenta por ciento...
Las luces de la cámara destellaron con estallidos aturdidores, y los emisores de las esquinas de la sala empezaron a sisear, expeliendo un fino gas verdoso. Obi-Wan se colocó su respirador en la boca, sintiendo no tener también otro para Jesson. Pero si sólo pudiera atravesar ese sello, si sólo pudiera llegar a la bóveda de los huevos, aun cuando su compañero pereciera, la misión aún...
-Vaporización completa.
Se sentía dormido.
Jesson se apoyó en los controles, sollozando.
-Mátame, mátame -dijo, hablando a nadie en particular, y al universo en general.
La batería de armas alrededor de Jesson empezó a brillar, y la neblina que llenaba el aire fue absorbida hacia ella. En unos minutos el cuarto se aclaró de la neblina, y Jesson yacía inmóvil. Obi-Wan miraba el cuerpo lacio de su compañero, con un sentimiento de desesperación y fracaso que raramente había conocido.
Y entonces… Jesson se movió.
Se enderezó en la silla y echó una mirada alrededor, torpemente, como si hubiera sido narcotizado.
-¿Por qué sigo vivo? -preguntó.
-Mira el holo -dijo Obi-Wan en voz baja.
Sin ningún alboroto, el esquema había reaparecido en la pantalla. En la miniatura, la cámara de los huevos estaba subiendo a través del pozo.
-¿Qué... qué es eso? -dijo Jesson.
La computadora comenzó una serie de chasquidos.
-¿Qué dice? -preguntó Obi-Wan.
Jesson escuchó cuidadosamente.
-Dice... “Enhorabuena, guerrero x’ting. Ha tenido éxito.”
Obi-Wan estaba temblando. ¿Qué significaba eso?
Echó un vistazo más cuidadoso a la batería de armas alrededor de la silla y comprendió que había estado equivocado. No era en absoluto una batería de armas. Eran sensores. ¿Y el gas? Sería algún tipo de compuesto analítico que combinaba con las feromonas de Jesson, los olores que los x’ting emitían bajo tensión. El combinado resultante había sido reabsorbido y analizado por la serie de sensores...
La claridad le golpeó como un relámpago.
-Nunca pretendieron que respondieras correctamente las preguntas -exclamó Obi-Wan-. Probablemente tus respuestas eran correctas. Contestándolas demostraste que conocías la historia de los x’ting. Los sensores demostraron que eras x’ting. Pero necesitaban saber cómo reaccionarías ante el fracaso.
-¿Ante… el fracaso? Pero no entiendo...
-Podrías estas buscando los huevos con el deseo de destruirlos. O para controlar a todos los x’ting. Podría haber sido por el ansia de poder, o por codicia. Pero cuando viniste por el amor a la colmena, y fracasaste, y viste tu fracaso al matar a la última pareja de rey y reina, no sentiste ira, sino angustia. La prueba no era para tu mente. Era para tu corazón.
-Olió mi pesar -dijo Jesson, comprendiendo.
El sello dorado quemado se levantó, exponiendo una columna de duracero de la misma forma. La columna ascendió hasta que fue de la altura de Jesson, revelando una cámara. Las gruesas ventanas de cristal transparentes se abrieron deslizándose, mostrando un disco de medio metro de alto. Alrededor del borde del disco parpadeaban las luces rojas y blancas de un anillo antigravitatorio activado. Con la mayor delicadeza, Jesson asió el disco. El anillo antigravitatorio reducía su peso efectivo a poco más de unos gramos. Sosteniéndolo en el aire, flotando, con la punta de sus dedos, el x’ting y el Jedi verificaron el pequeño monitor que parpadeaba encima.
-Están vivos -susurró-. Los llevaré al consejo. Nuestro clan médico sabrá qué hacer.
-Sí -dijo Obi-Wan.
Las paredes estaban parpadeando más rápidamente. Un altavoz emitió a todo volumen una profunda vibración retumbante que sacudió la columna vertebral de Obi-Wan.
-¿Qué es eso? -preguntó Jesson.
Obi-Wan inspeccionó los controles.
-Creo que es un repelente de gusanos -dijo-. La sala está dejándonos salir.
Las puertas se desbloquearon. Examinaron la puerta más lejana. El x’ting muerto yacía lacio y medio fundidas.
-¿Qué lo mató? -preguntó Jesson.
-No lo sé. Y no quiero arriesgarme. Conocemos los riesgos detrás de nosotros. Regresaremos por el camino por el que vinimos.

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