jueves, 20 de noviembre de 2008

La sopa está lista: El relato del fumador de pipa (y VI)

Alardeo vano. Es el producto principal de estos lugares, el alarde ritual de un ser ante otro para mantener una reputación, o para crear una reputación; para solicitar un lugar en el mundo, o para crear un lugar; un intento de crear de uno mismo algo más de lo que uno es.
Existen aquellos que realmente son más –como anzat yo soy mucho más de lo que cualquiera podría sospechar (o imaginar cómodamente)– pero ellos raramente recurren al alarde vano, porque todos los demás saben quienes son y qué han hecho. Decir cualquier cosa más es redundante, lo que diluye los hechos.
Pero incluso aquellos más hábiles, incluso aquellos más notorios pueden verse presionados a recurrir al vano alardeo ante el implacable rostro de un Maestro Jedi que dude de esos hechos. Seres como el anciano pueden reducir al más fuerte a la indefensión de un párvulo, y sin decir ni hacer gran cosa.
La banda se ha recuperado, o están bajo pena de ver reducida su paga si los músicos no continúan tocando inmediatamente. La música, menos estridente ahora, atenúa todas las conversaciones salvo las más cercanas a mí, pero yo no necesito depender de las palabras o el tono para obtener información. En el alardeo vano se sustenta a menudo la esencia de la sopa.
Exhalo, siento estremecerse las probóscides, me giro lentamente para tomar mis medidas de la cantina. Obtengo la dirección fácilmente, y cuando fijo mi objetivo no puedo otra cosa sino sonreír; el anciano y su pupilo han ido a uno de los cubículos. No es su aroma el que siento ahora, sino aquellos con los que hablan: un gigantesco wookiee y un macho humanoide.
...sopa...
Hierve rápidamente, poderosamente, tan rápida y poderosamente que no puedo evitar hacer otra cosa más que fijarme en ello. Me deja sin aliento.
No el anciano Jedi, que es disciplinado, y blindado. No el muchacho, que es joven e inmaduro. No el wookiee, que es pasivo en todo menos en lealtad. El humanoide. El corelliano.
Los anzati viven mucho tiempo. La memoria lo tolera.
Un rizo de humo flota por el aire desde mi pipa. A través de su corona, sonrío. Le buscan, y al wookiee, pero a todos los seres de la cantina de Chalmun les buscan en algún sitio. Incluso a me buscan, o debería estarlo; nadie sabe quién o qué soy, ni por qué me buscan, y por eso hay un aplazamiento.
Soy cuidadoso en la caza, siempre meticuloso en aquellos detalles que otros ignoran, y demasiado a menudo mueren por ello; Requiero confirmación. No emprendo nada hasta que estoy seguro.
En este caso la confirmación y la certeza requieren poco tiempo y menos paciencia. El Jedi y su pupilo se marchan, pero son inmediatamente reemplazados por un rodiano. Está nervioso. Su sopa es tan insustancial que casi es como si no existiera; es sirviente, no servido.
Es cobarde. Es estúpido. Es incompetente. Es lento para comprometerse. Y por eso está muerto por el estallido de un bláster de contrabando en la mano de un completamente comprometido y consumado pirata.
...sopa...
Me emociono al mismo tiempo que las probóscides tiemblan, expectantes. Es aquí, aquí... y ahora, justo ahora, este momento... el matiz, el tono, el suspiro, el grito, la evanescencia de la sopa personificada, encarnada y descubierta, y rica, tan rica...
Sólo necesito ir y tomarla, beberla, abrazarle como abrazan los anzati, danzar la danza con el corelliano cuya sopa es espesa, y caliente, y dulce, mucho más dulce que cualquiera que haya probado desde hace demasiado tiempo...
Ahora.
Ahora.
Pero las prisas diluyen la realización. Démosle tiempo, y paciencia.
...esa sopa...
La banda sigue gimiendo. Está el áspero aroma del humo; el fuerte y acre sabor del sudor; la mugrosa y polvorienta fetidez de la arena de las dunas; la estridencia de la muerte por bláster encontrada nuevamente, rezumante de la cobardía y la estupidez del rodiano. Fue una pobre muerte que no merecía comentarios; no sería lamentado ni siquiera por la persona que le había contratado.
Es –era– el hutt, por supuesto. ¿Hace falta preguntarlo? No hay ningún otro que se atrevería a contratar asesinos en Tatooine, en Mos Eisley.
Ninguno salvo Lord Vader, y el Emperador.
Pero ellos no están aquí. Sólo Jabba.
El hutt está en todas las cosas; es en sí mismo todas las cosas, y todas partes, en Tatooine, en Mos Eisley, en la cantina de Chalmun.
...esa sopa...
Una última inhalación de t'bac, aspirada profundamente y saboreada, como también el momento, el conocimiento, la propia necesidad se saborean. Una breve visión de la deslumbrante luz del sol ilumina el interior cuando el corelliano y su compañero wookiee parten con las apresuradas premisas de Chalmun, temeroso de las repercusiones imperiales. Es el espaciopuerto de Jabba en todo salvo el nombre, y ese nombre es el Emperador, quien no necesita conocer de los asuntos del hutt; o que los conoce, pero no le importan.
Dentro es penumbra de nuevo. Apartarán el cuerpo: y alguien informará a Jabba de que su mercenario está muerto.
Ha informado; ya lo sabe, y a manos de quién ha sido.
...esa sopa...
¿Pero qué sentido tiene que pague por ello de mi propio bolsillo? El de Jabba es más profundo.
Desde luego, el hutt pagará bien. Pero seré yo quien se beba la sopa.
...esa sopa...
Las probóscides se estremecen mientras exhalo continua y lentamente dos chorros gemelos de humo, con la callada satisfacción y el estremecimiento de mi propia sopa cuando salta por las expectativas.
...la sopa de Han Solo...
Ah, pero será una caza que merecerá la pena cazar... y una sopa como yo –ni siquiera Dannik Jerriko, anzat de los anzati, Devorador de Suerte, de Oportunidad– no he conocido nunca jamás.

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