jueves, 20 de noviembre de 2008

Solitario de Jade (VI)

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Pasaron tres horas de nauseabundo y deslomador trabajo hasta que su patrón de búsqueda finalmente dio resultado.
-¿Su nombre es Sansia? -preguntó en voz baja mientras se acercaba a la mujer cuyo holo le había mostrado antes Bardrin.
La otra mujer la miró, entornando suspicazmente los ojos.
—Sí -reconoció cautelosamente-. ¿Qué pasa con eso?
Mara miró casualmente alrededor. Ningún drach'nam estaba al alcance del oído en ese momento.
-Un pariente cercano suyo me pidió que la sacara de aquí.
Habría esperado júbilo, o alegría apenas contenida, o por lo menos una cierta sorpresa. Pero la reacción de Sansia no fue ninguna de aquellas.
-¿Realmente lo hizo? -dijo, con voz oscura y llena de desprecio-. Qué típico de él.
Mara frunció el ceño.
-No parece muy contenta.
—Oh, no quepo en mí de gozo -dijo Sansia sarcásticamente-. La alegría está templada meramente por una incredulidad algo cínica. ¿Usted qué es, una especie de mercenaria?
—No exactamente -dijo Mara-. ¿Incredulidad sobre qué?
—En las motivaciones de mi querido papá -dijo Sansia, excavando en el limo-. Déjeme adivinar. Él le contó sobre mi terrible condición, y lo importante que soy para él y para el negocio, y que él haría cualquier cosa y daría cualquier cosa para tenerme de vuelta. Una vez que usted tuviera los ojos convenientemente llenos de lágrimas, él entró en calor y entonces o bien la convenció, la manipuló, o la sobornó para mandarla aquí a rescatarme. ¿Voy bien?
—Bastante -dijo Mara cautelosamente.
La mano de Sansia salió del limo sosteniendo una de las crisálidas de krizar. Miró a sus dos largos extremos, y luego la volvió a dejar detrás de ella.
—Pero aunque él quería recuperar desesperadamente a su querida hija, también dejó claro, sutilmente, por supuesto, que aún quería más recuperar la nave. De hecho, probablemente le haya dado todos los códigos de acceso y de mando que necesitaría para hacerla volar tanto si yo estaba con usted como si no. ¿Todavía tengo razón?
Mara sentía su garganta apretarse.
-Él dijo que yo necesitaría poder volar la nave si usted quedara incapacitada durante la fuga.
Sansia resopló.
-Eso suena a lo que él diría. Perfectamente creíble por encima, pero engañoso como la confianza imperial. El hecho es, realmente, que él no se preocupa de mí ni una pizca. Si lo hiciera, para empezar no me habría enviado a Makksre en esa medio tonta carrera. Él quiere recuperar la Apuesta Ganadora, pura y llanamente.
Mara miró de nuevo alrededor. Uno de los guardias por el camino estaba mirándola, y ella introdujo sus brazos de nuevo en el limo.
-¿Qué tiene de tan especial esa nave?
—Oh, tan sólo es realmente innovadora en tres aspectos, eso es todo —dijo Sansia amargamente—. Tiene un sistema de vuelo increíble, una asombrosa matriz de puntería de armas, y un loco y único en su género sistema defensivo de devolución de fuego que pienso que papá debe de haber robado en alguna parte.
Mara estudió su cara, estirándose con la Fuerza para intentar conseguir una percepción de su mente. La misma amargura que podía oír en la voz de Sansia estaba de hecho irritando por sus emociones.
-¿Entonces qué me está diciendo? -preguntó-. ¿Que no quiere que intente sacarla de aquí?
Los ojos de Sansia se alejaron de la mirada de Mara.
-Simplemente estoy contándole cómo son las cosas -murmuró-. Advirtiéndole quizá de que en algún momento él probablemente intentará forzar su mano. Intente conseguir escapar sin mí. Supongo que pensé que usted estaría preparada para eso.
¿Y esperaba contra toda esperanza que, al contrario que su padre, su rescatadora tuviera conciencia?
-Gracias por la advertencia -dijo Mara. Sus dedos tocaron algo duro en el limo: una de las huidizas crisálidas de krizar-. Eso sólo significa que tendremos que adelantar un poco la agenda -agregó, sacando la crisálida sobre la superficie lo justo para poder examinarla. La cáscara estaba sólidamente entera; claramente, ésta aún tardaría en abrirse paso al exterior con sus mandíbulas. Perfecto-. ¿A dónde nos llevarán cuando terminemos aquí?
—Por el vestíbulo a un barracón de dormitorios realmente repugnante -dijo Sansia. Por primera vez desde que su conversación empezó Mara pudo darse cuenta de los débiles suspiros de cauta esperanza en la voz y las emociones de la otra mujer-. Nos dejarán lavarnos, y luego alimentarnos.
—¿Ducha o baño?
—Es más como un abrevadero de animales que como una bañera de verdad -dijo Sansia desdeñosamente-. Una vez que te traen aquí abajo, nunca vuelves a estar limpio.
—Sí, ya he oído eso -dijo Mara-. Razón de más para no esperar más de lo necesario. ¿Hay cámaras de vigilancia en la sala?
—Hay un par evidente cerca de la puerta. Probablemente también un manojo entero, no tan evidente, oculto alrededor.
—Bien -dijo Mara-. Una pregunta más: ¿cuánto falta para el cambio de turno?
Sansia miró a un juego de emblemas resplandecientes empotrado en la pared al otro lado de la sala.
-No mucho tiempo. Quizá diez minutos.
—Bueno -dijo Mara-. Tengo que recoger un par de cosas primero, así que la alcanzaré en el dormitorio. Lávese pronto, y esté lista para partir en cuanto yo vuelva.
Sansia la miró suspicazmente, pero asintió.
-Estaré lista -dijo-. Buena suerte.
Mara asintió y se fue, sosteniendo la cáscara krizar que había encontrado por debajo de la superficie mientras avanzaba por el limo, queriendo poner un poco de distancia entre ella y Sansia antes de hacer su movimiento. Por el rabillo del ojo vio uno de los drach'nam caminando determinadamente por la pasarela hacia ella, balanceando su látigo en el aire mientras llegaba, sin duda preparando un comentario y una lección práctica sobre la charla ociosa durante el servicio. Mara le dejó que se acercase hasta estar casi al alcance del látigo...
Y con el grito más escalofriante que pudo lanzar, alzó su brazo izquierdo, asiendo el antebrazo con su mano derecha.
-¡Me tiene! -gimió, agitándose hacia los lados y lanzando porciones de limo volando por el aire a su alrededor-. ¡Sacádmelo, sacádmelo!
El drach'nam alcanzó el borde de su trinchera de un solo salto.
-Quita la mano de ahí -chasqueó, inclinándose precariamente sobre ella mientras agarraba su muñeca izquierda y la alzaba en vilo completamente fuera del hoyo. El movimiento la empujó contra el cuchillo de su cinturón, e hizo una mueca de dolor cuando las púas afiladas como agujas del mango se clavaban brevemente en sus costillas-. He dicho que la muevas -repitió, dejándola caer sobre sus pies en la pasarela y forzándole a abrir su mano derecha.
Para revelar la cáscara krizar colgando de la parte inferior de su brazo izquierdo.
O por lo menos, eso era lo que Mara esperaba que pareciera. Sus habilidades de manipular la Fuerza podrían no ser tan buenas como las de Luke Skywalker, pero no era un gran reto usar la Fuerza para sostener la cáscara apretada firmemente contra su brazo como si la criatura de dentro estuviera agarrándolo. El único peligro era que el guardia podría limpiar la masa de limo estratégicamente colocada en el punto de la intersección y notar que no había ningún palpo de krizar uniendo la cáscara al brazo.
Pero después de todas las veces que indudablemente esto había pasado, el guardia claramente no se interesaba en absoluto por los detalles.
-Tienes uno, de acuerdo -gruñó, mientras pasaba a sujetarla con su mano derecha y tiraba de ella a lo largo de la pasarela hacia la puerta-. ¡Eh! ¿Su Séptima Grandeza?
—Sí, prosiga -le dijo el capataz, gesticulando a los guardias que flanqueaban la puerta para que la abrieran-. Dígale a Blath que tenga cuidado esta vez; a Su Primera Grandeza no le va a gustar si pierde a otro.
La puerta se abrió. Un segundo drach'nam caminó al lado izquierdo de Mara cuando salieron, tomando su brazo izquierdo y sosteniéndolo en un férreo agarre a la altura de su cintura; probablemente, decidió Mara, asegurándose de que no golpease el krizar contra su lado. La puerta se cerró de golpe, y los tres avanzaron con paso rápido por el corredor.
Mara no sabía dónde estaba el establecimiento médico, pero las probabilidades eran que no estaría muy lejos, lo que significaba que tenía que moverse rápidamente. Continuó gimiendo y llorando como un esclavo desvalido y roto mientras los drach'nam casi la arrastraban por el suelo, esforzándose ineficazmente en su supuesto dolor contra el prácticamente irrompible agarre de sus dos escoltas. Bajo la cobertura de su agitación fingida, miró abajo a su izquierda. El cuchillo del segundo guardia estaba rebotando a sólo unos centímetros de distancia de dónde él estaba sosteniendo su brazo izquierdo.
Y aquí llegaba la parte más arriesgada de su plan. Con sus dos brazos bajo su control, los dos drach'nam no esperarían de ella ningún problema y por consiguiente estarían menos prevenidos de lo que estarían de otro modo. Pero si esa asunción demostraba ser falsa, iba a tener serios e inmediatos problemas.
Pero no podía hacer otra cosa salvo intentarlo. Estirándose con la Fuerza, deslizó el cuchillo parcialmente fuera de su vaina, supervisando atentamente la mente del alienígena para ver si notaba el súbito cambio en el peso de su cinturón. Cuidadosamente, intentando que el arma no rechinase, condujo la empuñadura con púas contra su antebrazo izquierdo, cerca del punto dónde todavía estaba sosteniendo la crisálida krizar en su lugar. Dos rápidos pinchazos -dos puñaladas rápidas de dolor genuino contra el telón de su agonía fingida- y deslizó el cuchillo de nuevo en su vaina.
Justo a tiempo. El cuchillo acababa de regresar a su lugar cuando el guardia a su derecha le hizo parar ante una puerta corredera, y la abrió empujando el panel con su mano libre. Cambiando su atención a la crisálida krizar que colgaba de su brazo, Mara la envió lejos girando por el corredor oscuro delante de ellos.

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