viernes, 7 de junio de 2013

Créditos fáciles (I)

Créditos fáciles
Paul Danner

En sus 23 años de vida, Sienn Sconn nunca se había tomado la molestia de imaginar cómo reaccionaría al enfrentarse a un Moff del Imperio (o lo que quedaba del Imperio, en cualquier caso...). Cuando se volvió para responder al golpecito en el hombro y se encontró cara a cara con el Moff Caerbellak, Sconn inmediatamente deseó haber tenido la oportunidad de hacer precisamente eso.
Sin otra alternativa real, Sconn puso su mejor sonrisa y con calma ofreció a Caerbellak una copa de vino especiado rydonniano de la bandeja de plata que llevaba. El Moff seleccionó una y luego le hizo con la mano un gesto para que se alejase.
Sconn inclinó brevemente la cabeza en señal de respeto al funcionario imperial de alto rango. Era un gesto que al ladrón intergaláctico no le gustaba demasiado hacer, pero se vería compensado al imaginar la mirada en el rostro del Moff cuando el fanfarrón engreído descubriera que su prototipo de arma había sido robado justo bajo sus narices. Por supuesto, consideró Sconn en silencio, eso podría tomar su tiempo, teniendo en cuenta que la nariz de Caerbellak solía sobresalir en el aire en un ángulo que dificultaba ver cualquier cosa que ocupase el espacio debajo de ella.
-Puede retirarse...
La voz del rey Rilwan K'ntarr devolvió de nuevo a Sconn a la realidad y el ladrón rápidamente se dio cuenta de que todavía estaba de pie junto a los dos funcionarios, e interrumpiendo su conversación privada. Haciendo una reverencia a modo de disculpa, Sconn se enderezó el uniforme de sirviente robado y se apresuró a servir a los demás huéspedes.
Caerbellak lanzó al ladrón una mirada escrutadora mientras este se alejaba, y luego se encogió de hombros y volvió a su conversación con K'ntarr, en su doble cargo de jefe de Productos Rythani y gobernante de facto de Rydonni Prime.
Sconn frunció el ceño mientras se alejaba hasta donde ya no podía escuchar a los dos hombres más importantes del planeta. Le hubiera gustado haberse demorado su alrededor para escuchar a escondidas, pero no quería despertar más sospechas de las necesarias, sobre todo ante el peligroso Moff.
Con la mirada puesta en ocupar algún día el vacío dejado por la muerte del Emperador y Vader, Caerbellak se estaba posicionando lentamente en la escena política. La ceremonia del día siguiente sería un gran paso hacia ese fin. La presentación pública de la nueva adición de Productos Rythani al arsenal imperial y su posterior presentación al Moff sería una propaganda muy positiva. Y este tipo de noticias era una mercancía valiosa para los restos del destrozado Imperio. Caerbellak esperaba que una vez que el prototipo estuviera en sus capaces manos, y comenzase su misión para aplastar de una vez por todas a la Nueva República, las noticias de sus logros podrían llegar incluso a los oídos de los Asesores Imperiales, y catapultarlo al título de Gran Moff...
Ese prototipo sin duda valía mucho sólo por sí mismo, pero aún más para Caerbellak personalmente. Y como resultado, sólo pensar en robarlo trajo una sonrisa a la cara de Sconn. Por supuesto, si no empezaba a moverse pronto, ni siquiera tendría la oportunidad de...
El ladrón sintió que alguien lo observaba; miró a Caerbellak, pero el Moff estaba ocupado con el Rey y no le prestaba atención. Encogiéndose de hombros, Sconn volvió, chocando directamente contra alguien. Sconn estabilizó su bandeja y, al levantar la vista hacia la persona, casi saltó fuera de su propia piel.
Delgada y alta, la mujer estaba vestida con un elegante vestido negro que se ceñía a su cuerpo atlético. Era muy atractiva, con la piel lisa, una melena de pelo rojo rizado y rasgos exóticos. También tenía un aire de peligro casi palpable a su alrededor, lo cual era apropiado. Su nombre era Variise, y era un reputado miembro de la guardia sombra Mistryl, así como protectora personal del Moff.
Sconn esperaba que la sangre no escapase de su rostro.
-Disculpe -se las arregló para decir, medio susurrando, medio murmurando, y rápidamente esquivó a la mujer.
-Espera. -Ella dijo la palabra en voz baja, pero Sconn podría haber jurado que se la había gritado al oído.
El ladrón obedeció, tomando una respiración profunda mientras Variise daba un paso atrás frente a él. Bajo la bandeja, su mano derecha empezó a flexionarse, y el láser oculto en su muñeca comenzó a encenderse.
La mujer fijó su mirada en él y ni siquiera parpadeó. Finalmente, Variise sonrió, y la imagen de un gato de sangre dulvoyinn cruzó por la mente de Sconn.
-¿No vas a ofrecerme un trago?
La tensión acumulada en el cuerpo de Sconn se calmó un poco y mostró una sonrisa penitente.
-Mis disculpas... La belleza de la dama hizo que me olvidase.
La uñas carmesí de Variise, con sus puntas afiladas casi como garras, rodearon una copa.
-Es comprensible. Pero comprende tú esto... Sólo perdono una vez. –Vació la copa entera en un largo e interminable sorbo, mirando a Sconn todo el tiempo, y colocó el recipiente vacío de nuevo en su bandeja-. Ten claro que este es el único error que vas a cometer jamás en mi presencia.
Con eso, se dio la vuelta y desapareció entre la multitud. Sconn se quedó allí por un largo momento, sudando profusamente. El ladrón dejó escapar todo el aire que ni siquiera se había dado cuenta que había estado conteniendo y rápidamente se alejó.
Sconn devolvió a la cocina la bandeja de bebidas vacía y cuidadosamente se deslizó por el pasillo vacío más cercano, evitando la fiesta que estaba teniendo lugar en el resto de la mansión del rey. Mientras empezaba a efectuar su fuga, el ladrón comenzó a repasar el resto de su plan.
En su entusiasmo, sin embargo, el ladrón se olvidó de una de las importantes lecciones que su tío Cavv había pasado incontables horas inculcándole en su juventud. Una lección que su tío decía haber aprendido de un inofensivo pequeño alienígena verde que al parecer sufría de delirios de grandeza y pensaba que era un Maestro Jedi...
Mantén tu mente en donde te encuentres, en lo que estés haciendo. Pensar en el futuro, en lugar de concentrarte en el presente, podría dar lugar a que no sobrevivas para ver el mañana.
Pero mientras caminaba por el pasillo oscuro, todos los pensamientos salvo los relacionados con sus planes habían abandonado su cerebro. Todo volvió de pronto a su mente, sin embargo, cuando la mano que salió de la nada tiró de él hacia una de las salas laterales.
La puerta se cerró rápidamente, y Sconn se encontró siendo empujado contra una pared en el cuarto oscuro. Antes de que el sorprendido ladrón pudiera reaccionar, un par de labios suaves presionaron contra los suyos. Sconn se dejó atrapar en la pasión por unos segundos, luego rápidamente rompió el abrazo.
Una suave voz, llena de confusión, rompió el silencio.
-¿Arden?
-¿Quién?
Hubo una pausa, luego un chasquido y de repente un banco de brillolámparas brilló ante la cara del ladrón, cegándolo.
-Hey, tú no eres Arden.
Sconn parpadeó para borrar las manchas que habían aparecido ante sus ojos, luego se centró en una hermosa joven que estaba de pie delante de él. Su pelo oscuro estaba impecablemente decorado y estaba vestida con una túnica de un blanco puro que obviamente formaba parte de la fiesta del exterior.
-¿Quién eres tú? -preguntó ella con la insistencia de alguien que estaba acostumbrado a conseguir respuestas rápidas.
-Eso depende... -respondió Sconn con cautela, fijándose por primera vez en que la habitación era en realidad una de las muchas habitaciones de huéspedes de la mansión-. ¿Quién lo pregunta?
La chica tomó una majestuosa respiración que pareció inflar todo su cuerpo.
-Soy la princesa Kalieva K'ntarr de la Casa Real de Rydonni.
Sconn palideció, hablando antes de poder pensar.
-Entonces estoy en un gran problema...
-Ese es mayor eufemismo que jamás haya escuchado. -La princesa pasó a su lado, tratando de alcanzar la puerta.
Sconn se movió rápidamente hacia un lados, bloqueando su camino.
Kalieva entrecerró los ojos, fijando su labio inferior con determinación.
-Aparta o gritaré.
-No, no lo harás.
Ella le dedicó una infantil sonrisa impetuosa.
-¿Ah, no? Pues mira...
Y fiel a su palabra, abrió la boca para dejar salir lo que sin duda habría sido un grito espeluznante de no haber colocado Sconn rápidamente una mano sobre sus labios. Kalieva inmediatamente comenzó a luchar y Sconn la agarró por la cintura con su brazo libre, arrastrándola lejos de la puerta.
-Hay dos razones por las que puedes dejar de luchar... -dijo Sconn en voz baja-. En primer lugar, no voy a hacerte daño. Y en segundo lugar, no estoy muy seguro de cómo funciona vuestra familia real, pero supongo que los coqueteos con el personal contratado no es el tipo de actividad que el rey apruebe para su princesita.
Las luchas de Kalieva cesaron poco a poco. Sconn la soltó y dio un paso atrás. Mirándolo, la chica se sentó de mala gana en la cama, cruzando los brazos sobre su pecho.
Sconn asintió en señal de aprobación.
-Eso está mucho mejor.
Creyendo que el peligro había pasado, la actitud de la chica pasó a ser de curiosidad.
-Entonces, ¿quién eres realmente? No formas parte del personal contratado, eso es obvio...
El ladrón pasó junto a ella, mirando las ventanas. Estaban en el tercer piso, frente a la parte delantera de la apartada mansión rural.
-No es asunto tuyo.
-Oh, sí que lo es. Me has involucrado. Ahora debes hacer frente a las consecuencias.
Sconn se dio la vuelta, boquiabierto.
-¿Yo te he involucrado a ti? Mira... Eres tú la que me agarró y me metió aquí. -El ladrón miró su cronómetro, mordiéndose el labio al ver la hora tan tardía que su luz le mostraba-. Y estás retrasando mi agenda.
Eso sólo despertó el interés de la niña.
-¿Qué tipo de agenda?
-Ya te he dicho que no es asunto tuyo... -Sconn comprobó el contorno de las ventanas y frunció el ceño. Todas estaban equipadas con sensores de alarma. SecuriPantallas Tipo VII, advirtió, dejando caer los hombros. No había manera de poder desactivarlas sin el equipo adecuado, y por desgracia el equipo adecuado era un poco demasiado voluminoso para su traje de sirviente-. Maldita sea.
Kalieva observó su expresión y sonrió.
-¿Algún problema?
Sconn se sentó en el borde de la cama, frotándose la mandíbula mientras buscaba una solución. Sin embargo, su cerebro no quiso contribuir, y le ofreció sólo dos palabras burlonas.
Créditos fáciles.
Esas palabras resonaron en la cabeza de Sconn como la letra de una mala canción de El Traje Nuevo del Emperador. La última vez que las había escuchado, las habían dicho originalmente en huttés, y luego habían sido traducidas por un droide de protocolo plateado con un procesador de lenguaje defectuoso. Hacía que el sonido "s" se alargase en algo que recordaba vagamente al silbido de una serpiente deryviana.
Sólo ese hecho, pensó el ladrón, debería haber sido motivo suficiente para rechazar una misión tan absurda. En ese momento, sin embargo, el robo de un prototipo Imperial parecía perfectamente razonable, sobre todo debido al hecho de que Sconn había olvidado otra de las lecciones que le había enseñado su tío...
El dinero siempre se las arregla para adormecer las funciones cerebrales.
Al parecer, los efectos incluían adormecer la parte de su memoria que almacenaba todas las lecciones importantes que Sconn había aprendido del tío Cavv.
Cuando Draskha el hutt había contactado con él, Sconn estaba un poco sorprendido. El ladrón tenía una reputación, obtenida a través de habilidad, ingenio y un historial de no dejarse descubrir, pero el hutt se estaba convirtiendo en un pez gordo en la oscura jerarquía de las organizaciones criminales y había sin duda por ahí un sinnúmero de otros ladrones que tenían un historial de éxitos mejor que el de Sconn. Sin embargo, Draskha lo eligió a él. Era halagador, y eso hacía que rechazar el trabajo fuera aún más duro. Por supuesto, también lo hacía la oferta de 100.000 créditos; la mitad por adelantado, la mitad a la entrega. La suma lo sorprendió, considerando que el hutt ni siquiera sabía exactamente qué era el prototipo...
De acuerdo con la información obtenida de la red de espionaje del hutt, era una nueva arma, descubierta casi por accidente. Supuestamente, Productos Rythani había estado experimentando con algún tipo de nueva tecnología revolucionaria durante el último año o así, sin mucho éxito, hasta que un brillante técnico descubrió una aplicación militar para la por otra parte inútil investigación. Pero incluso esa historia implicaba una gran especulación, porque casi todo sobre el prototipo estaba envuelto en un velo de secretismo más grueso que el casco de un Destructor Estelar. De hecho, la única cosa que Draskha sabía con certeza sobre el prototipo era que él quería tenerlo. Con locura.
Por supuesto, si Sconn no empezaba a moverse pronto, no tendría nada que ofrecer.
-Necesito una manera de salir de aquí.
-¿Por qué? ¿A dónde vas?
Sconn se sorprendió, sin darse cuenta de que estaba pensando en voz alta. Se volvió para mirar a Kalieva y estaba a punto de abrir la boca.
-Lo sé, lo sé... -dijo ella antes de que él pudiera responder-. No es asunto mío, ¿no? -La princesa se encogió de hombros, mostrando al ladrón una sonrisa burlona-. Bueno, ¿por qué no vuelves a tu magistral plan original y sales fuera de aquí sin más?
-¿Qué te hace pensar que ese era mi plan?
-¿Por qué si no estarías vestido con ese traje de mono ferijiano? ¿Para impresionar a las mujeres?
Sconn esbozó una sonrisa.
-Al parecer, eso funcionó para Arden.
Kalieva entrecerró los ojos y le lanzó una mirada asesina.
-Sólo porque iba a marcharse de este basurero. -La chica se dio la vuelta-. Y se suponía que iba a llevarme con él -añadió en voz baja, casi demasiado baja para escucharla.
Sconn suspiró.
-Por desgracia, mi ventana de tiempo para salir ha pasado. Gracias a ti...
-No me culpes por tu incompetencia.
Fue el turno del ladrón de lanzar una mirada asesina.
Kalieva se encogió de hombros inocentemente.
-Está bien. La galaxia necesita algunos idiotas.
Sin decir una palabra, Sconn extrajo su servilleta de camarero y se acercó a Kalieva. Ella se echó hacia atrás en la cama.
-¿Qué vas a hacer con eso?
-Estrangularte pasa por mi mente, pero mi conciencia ha regateado para rebajarlo a una mordaza.
-¡Gritaré!
El ladrón sonrió.
-En cualquier caso, no por mucho tiempo...
-Lo suficiente para que alguien me oiga... -Se arrastró sobre la cama, lejos de Sconn-. Y no puedes robar el prototipo desde la cárcel.
Eso hizo que el ladrón se detuviera. La tela cayó de sus dedos y requirió de toda su concentración para que su mandíbula inferior no cayera también.
-¿Cómo...?
-Puede que esté enclaustrada, pero no soy estúpida. Obviamente no estás aquí para nada bueno. Y tu presencia justo cuando el prototipo está a punto de ser presentado al Moff no puede ser una coincidencia.
-¿Cómo sabes que no voy a matarte?
-No trates de engañarme. Si fueras capaz de eso, ya lo habrías hecho, en lugar de perder el tiempo.
-Entonces, ¿dónde nos deja eso?
-En condiciones de negociar. Tú quieres ese prototipo y yo quiero salir de este horrible planeta. Te ayudaré si tú me ayudas.
-No hay trato.
-¿Por qué no?
-De veras no tengo tiempo para enumerar todos los aspectos negativos. Así que, ¿qué tal porque lo digo yo y punto?
-Eres un tonto.
Sconn sonrió.
-Me han acusado de cosas peores...
-Y te acusarán de cosas mucho peores si eres lo suficientemente estúpido como para tratar de colarte en el edificio Productos Rythani.
-Lo siento, pero no puedo...
-Oh, sé que lo sentirás... Sobre todo en los momentos finales antes de tu ejecución a manos del Moff Caerbellak. Y todo lo que habrías tenido que hacer a cambio de mi ayuda era acceder a sacarme del planeta. Pero, de todas formas, no tendrás mucho tiempo para lamentar tu error, porque te separarán la cabeza de los hombros con la mayor vibro-hacha que puedan encontrar.
-¡Ya basta! -Sconn meneó la cabeza, masajeando inconscientemente su cuello.
-Vamos... confía en mí. Con mi ayuda, tu trabajo será fácil.
Sconn todavía tenía dudas.
-Cuando la gente comienza a utilizar la palabra "fácil", empiezo a ponerme nervioso. -El ladrón se mordió el labio inferior-. Está bien, trato hecho...
Ella sonrió triunfalmente.
-Esa es la primera cosa inteligente que te he oído decir desde que te he conocido.
-Y espero que no sea la última... Ahora, ¿estás seguro de que podrás conseguir que entre sin ningún problema?
Kalieva cruzó los brazos, desafiante.
-Soy la princesa. Tengo acceso a todo, incluyendo los laboratorios de prototipos.

***

-¿Cómo que no puedo entrar en los laboratorios de prototipos?
El líder de los dos guardias de Productos Rythani negó con la cabeza y señaló con el pulgar hacia atrás a las enormes puertas de duracero cerradas detrás de él.
-Lo lamento, mi Princesa, pero no se permite el acceso a nadie en el Laboratorio de Prototipos A.
-¡Esto es un ultraje! -Kalieva se dio la vuelta para mirar a Sconn, que estaba elegantemente vestido con la ropa de un noble rydonniano, "prestada" de los armarios reales-. Le prometí a Arden, aquí presente, un vistazo a el nuevo juguete de papá y ahora me han hecho parecer una tonta. -Ella tomó teatralmente la mano de Sconn en la suya-. Quiero decir, el pobre muchacho tenía elevadas expectativas. ¡Por no hablar de lo mal que queda que a la heredera de este mundo se le deniegue el acceso al mismo negocio del que un día será dueña!
El jefe de los guardias se encogió de hombros.
-No sé qué decir, mi señora... Tengo órdenes estrictas del rey. Y sus órdenes provienen del propio Moff.
Kalieva mostró un gesto petulante en su rostro.
-¡Entonces exijo hablar con él de inmediato!
-¿Con su padre?
-¡No, imbécil! ¡Con el Moff Caerbellak!
La mandíbula del guardia casi cayó hasta el suelo.
-¿Quiere hablar con el Moff?
La princesa hizo un gesto como si buscase algo por el pasillo, por lo demás vacío.
-¿Es que hay eco, aquí?
-Pero, pero...
Sufriendo la misma reacción que el jefe de guardia, Sconn apretó la mano de Kalieva, mirándola fijamente como si hubiera perdido la cabeza.
Ella dirigió al ladrón una mirada, y luego volvió a mirar al guardia.
-¿Y bien? ¿A qué está esperando todavía aquí plantado? ¡Vaya a buscarle!
Sin saber qué más hacer, el guardia se colgó el rifle desintegrador del hombro y cogió el comunicador.
-No estoy muy seguro de si puedo...
Kalieva le arrebató el comunicador directamente de la mano.
-Entonces lo haré yo misma. -Jugueteó con el aparato por un momento-. Esto no funciona -dijo, y lo tiró con aire molesto por encima de su hombro, muy a pesar del guardia.
-Pero...
Kalieva lo interrumpió mientras se daba la vuelta para mirar al otro guardia, extendiendo la mano.
-Deme el suyo.
El hombre miró a su jefe como preguntando qué hacer.
-Ahora -gritó ella, haciendo que el hombre se estremeciera.
Con cautela, le entregó su comunicador, como si temiera que fuera a morderle.
Para su sorpresa, sin embargo, ella retiró la mano e hizo un gesto con la cabeza a su compañero.
-Arden, si es tan amable de hacer los honores...
Asintiendo con la cabeza, Sconn dio un paso adelante, tomando el comunicador en una mano y plantando un puñetazo en la cara del guardia con la otra.
El comandante se dirigió hacia Sconn, pero Kalieva sacó un pie, haciendo que el hombre perdiera el equilibrio. Sconn se volvió mientras el hombre se tambaleaba hacia delante, dándole un codazo en la barbilla, y haciéndolo caer luego con un golpe en la parte posterior del cuello.
-¡Detrás de ti! -gritó Kalieva.
El ladrón volvió a concentrarse en el otro guardia justo a tiempo. El hombre estaba preparando su rifle para disparar. Sconn agarró el extremo del mismo, golpeando con el extremo de la culata en el estómago del guardia y dejándolo sin aliento. Sin dejar de agarrar el cañón del arma, Sconn tiró de ella hacia arriba, golpeando al hombre debajo de la barbilla y haciéndole caer al suelo también.
Kalieva dirigió una sonrisa arrogante hacia Sconn, quien se limitó a sacudir la cabeza, obviamente impresionado.
-Eso ha sido bastante sorprendente -dijo mientras recogía la tarjeta de identificación del jefe de los guardias.
-Te dije que sería fácil. Quiero decir: ¿qué habrías hecho sin mí?
-No lo sé -dijo el ladrón, quitándose el cinturón de seda abrochado alrededor de sus ropas-, pero estamos a punto de averiguarlo...

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