miércoles, 12 de junio de 2013

Sólo los droides sirven al Creador (I)

Sólo los droides sirven al Creador
Kathy Tyers

-Nave en circunvalación lunar -crepitó el comunicador-. Al habla la nave tres-nueve de Seguridad de Kline. Transmita los datos de su permiso de entrada.
-Oh, oh -gruñó Woyiq-. Malas compañías.
Daye Azur-Jamin se incorporó. Sus aparatos ortopédicos zumbaron para ajustarse. Monor II dominaba la pantalla visora, con su atmósfera opalina ocultando sus cinco continentes.
La nave cisterna rebelde era un cacharro antiguo, y olía a sudor viejo. El equipo de Daye había esperado deslizarse a través del sistema, camuflado entre decenas de naves similares.
-¿Respondemos? -preguntó.
-O eso o nos disparan -dijo Toalar. La traficante de armas rebelde Una Poot había dado a Toalar un código de transpondedor alterado, pero le había advertido de que no depositase demasiada fe en él... o en el permiso de entrada. Toalar tecleó en el panel de control-. Transmitiendo ahora. –La voz del gotal era monótona, pero defendía con pasión la libertad de todos los seres. Sus conos perceptores parecían gruesos cuernos. Pliegues de piel marrón grisácea cruzaban su rostro donde los humanos tendrían la nariz.
En una luna cercana, Toalar y Woyiq acababan de ocultar 10.000 carabinas bláster y dos explosivos de gran potencia. Monor II estaba ocupado por el Imperio. Toalar todavía tenía que lanzar una pequeña cápsula diciendo a los seres inteligentes nativos de Monor, los sunesis, dónde recoger las armas. Una le había ordenado utilizar una cápsula de mensaje, en lugar de una transmisión subespacial, para evitar la interceptación imperial. Las probabilidades de que contactasen siquiera con ellos parecían astronómicamente pequeñas. Esto era una tremenda mala suerte.
Woyiq se frotó las mejillas con sus manos grandes y peludas.
-Maldita sea, se están tomando demasiado tiempo. -Woyiq había competido en torneos de lucha libre imperiales. Él y Toalar se comportaban como una pareja unida por una deuda de vida, aunque ninguno hablaba nunca del vínculo que los unía. Sus piernas musculosas destacaron cuando Woyiq se inclinó hacia delante.
Envidioso, Daye agarró los aparatos ortopédicos de sus piernas. Fuera de su traje de vuelo, rígidas tiras metálicas unían las varillas de aleación clavadas en los huesos de su pierna. Los mecanismos droide automatizados estaban controlados por un implante en la parte inferior de su columna vertebral.
Daye había saboteado su propia planta de armamento, en lugar de dejar que el Imperio tomase el control. Toalar lo había encontrado medio muerto bajo los escombros y se lo llevó fuera del planeta. En la remota Estación Plata, un ataque Imperial había interrumpido el tratamiento bacta que había reparado su mano y casi restaurado una de sus piernas aplastadas. Posteriormente, los médicos rebeldes reforzaron con prótesis ambas piernas, y reemplazaron el hombro destrozado, pero el daño craneal le dejó ciego al 85 por ciento en su ojo derecho, y con la visión borrosa en el izquierdo. Restaurar por completo su visión habría requerido cirugía que esos médicos no estaban equipados para llevar a cabo. Le implantaron un clip en el pómulo izquierdo, lo que le permitía llevar una monolente temporal de alta potencia. Estaba aprendiendo a ignorar la nebulosa visión de túnel de su ojo derecho.
-Tal vez podamos huir de ellos. -Toalar ya estaba tomando un rumbo más allá de la luna, atrayendo a Seguridad de Kline lejos de ese alijo de armas.
Seguridad respondió.
-El código no es reconocido a nivel local. Esperen a ser abordados.
Daye posó ambas manos sobre el panel de armamento.
-Alto el fuego -dijo Toalar-. Vamos a necesitar toda la potencia del motor. –Pulsó un control-. Cápsula lanzada. -Gran parte del impulso de la nave cisterna se trasladaría a esa cápsula de aleación de medio metro de largo, lanzándola hacia la superficie de Monor-. En cinco segundos, dejaremos atrás la gravedad...
La nave cisterna se estremeció. Daye salió lanzado hacia adelante contra los estrechos cinturones de seguridad.
Toalar golpeó otro panel.
-Rayo tractor –dijo. Daye claramente sintió la ira de Toalar, reflejada por Woyiq; las lecciones de Una habían logrado mucho-. Alto el fuego, Daye. Eso no será de ayuda ahora.
-Ustedes. -El comunicador volvió a crepitar-. Apaguen sus motores. Prepárense para ser abordados por hombres armados. Cooperen o se les disparará. Nos da igual lo que elijan.
-Cooperaremos -respondió Toalar. Cortó la conexión-. Daye, quédate en cubierta –murmuró-. Una dice que el administrador Fuguée detiene a algunos contrabandistas, les hace algunas preguntas, y luego les condena a trabajos menores. Esto siempre ha sido una posibilidad. Con el tiempo saldremos fuera del planeta.
Daye frunció el ceño. Toalar, como Una, creía demasiado firmemente en la pequeña sensibilidad a la Fuerza de Daye. Una había sobrevivido a un marido que había sabido algo sobre el uso de la Fuerza. Había reclutado a Daye por su sensibilidad, a pesar de sus heridas.
Pero él no podía manipular todas las conversaciones.
-¿Algunas preguntas? -preguntó.
Toalar se alisó el pelaje gris sobre sus cejas huesudas.
-Simplemente convence a Fuguée de que no somos ninguna amenaza.
Allá en Druckenwell, Daye había sido considerado como un buen juez de carácter. Sólo Tinian I'att se había dado cuenta de que podía sentir débilmente los sentimientos de los demás...
Tinian. Cerró los ojos. Había amado su coraje, su creatividad y su desenfado. Ella amaba trabajar en armamento, la ropa casual, y la música rápida... y, sorprendentemente, a él. Le dolía recordarse a sí mismo tal y como Tinian lo había conocido, antes de que el Moff Eisen Kerioth destruyera sus vidas. En Armamento I'att, ella habría sido la heredera. Él habría sido su segundo supervisor, experto en diseño y administración. Ella habría acariciado la franja prematuramente gris en su ceja izquierda y bromearía: sin ella, su rostro parecería demasiado joven para mandar sobre sus empleados.
Ya no había riesgo de eso. Dobló su hombro dolorido. Moff Kerioth había arrastrado una pierna... pero sin ayuda mecanizada, Daye sólo podía gatear. Por otra parte, su monolente le daba todo el encanto de un deslizador con un solo faro.
Al menos Tinian había escapado intacta, gracias a Daye y a un guardaespaldas wookiee. No la había vuelto a ver desde entonces. Ella nunca tenía que saber que había sobrevivido. Tenía la intención dedicarse al servicio de la Rebelión, y luego descansar... para siempre.
No había nada a bordo de esa nave cisterna de lo que mereciera la pena tratar de desprenderse. Sólo podían esperar. Monor II, que figuraba en los registros imperiales más recientes como la Colonia Kline, yacía indefenso ante los saqueadores de planetas imperiales. Los ingenieros químicos codiciaban su cirriniebla, una resplandeciente nube perpetua de cristales tan ligeros que flotaban en la atmósfera de Monor. Daye ajustó el anillo de ajuste de su monolente a la distancia máxima. La atmósfera irisada se enfocó.
Lo mismo hizo la otra nave, que crece lentamente en la pantalla. Su forma larga y delgada, más gruesa en ambos extremos, parecía un transportador intra-sistema.
Prefirió mirar el planeta. Los sunesis nativos de Monor tenían crías peludas e inteligentes, privadas de habla, con sistemas nerviosos difusos. Cuando cumplían unos 15 años estándar, dejaban de comer y formaban un capullo. Algunos nunca despertaban, pero la mayoría se transformaban en adultos sin pelo. Las piezas bucales adultas les permitían hablar básico. También utilizaban ultrasonidos.
Al igual que muchas especies inteligentes, habían peleado entre sí durante siglos. Ahora su sacerdote-príncipe, Agapos el Noveno, los estaba incitando a unirse y rebelarse. Las crías sunesianas necesitan la cirriniebla para formar con éxito su capullo, y el Imperio amenazaba con llevársela toda. Los escritos de Agapos eran tan elocuentes -tan universalmente relevantes- que varias resistencias planetarias retransmitían cada transmisión. A bordo de la nave de Una, Daye había accedido a varias citas. En particular, le gustaba una: “¡Vosotros, que os oponéis no sólo a la tiranía, sino al tirano, dad un paso adelante! El Nuevo Orden pretende dar caza a la Dama Libertad. Recibamos a esta audaz fugitiva. ¡Luchemos audazmente a su lado!”
El Imperio había respondido poniendo precio a su cabeza.
La nave de seguridad eclipsaba Monor II. Las piernas de Daye zumbaron mientras se desplomaba en su asiento.
-No te preocupes -murmuró Toalar-. El administrador Fuguée no nos causará muchos problemas.

***

El primer hombre en cruzar la esclusa de aire vestía el uniforme negro de un soldado.
-Uf. -Se tapó la nariz con los dedos-. Mire, teniente Karr. Medio droide apestoso. ¿Dónde está la otra mitad?
El siguiente en embarcar llevaba la insignia de dos colores de un teniente naval.
-Así es -resopló, descansando en el mamparo de estribor mientras dos hombres más subían a bordo-. Vais a desear haber tratado de hacer contrabando en algún otro sistema, chicos. El administrador Brago desprecia a los de vuestra calaña.
Brago... ¿no Fuguée?
-No somos contrabandistas -insistió Daye. Traficantes de armas era el término adecuado...
Toalar añadió:
-Necesitamos reparaciones. Descubrimos demasiado tarde que no...
-Contádselo a Brago. -Karr, delgado y de unos treinta años, se hurgó entre los dientes con un largo trozo de metal-. Habéis lanzado una cápsula de mensajes. Yo diría que estáis realizando contrabando.
El informante de Una debía de haber acertado: el Imperio se disponía a acabar con los sunesis. ¿Por qué si no iba a enviar un administrador nuevo, más duro? Debían conseguir esas armas. Debía retener a ese equipo hasta que la cápsula de mensajes de Una se desvaneciera en la atmósfera de Monor.
-Llevadlos a bordo -espetó el teniente Karr.
Woyiq gritó. Agitó sus fornidos brazos en largos y potentes arcos. Dos soldados volaron contra los mamparos. Cayeron sobre la cubierta antes de que un tercer imperial aturdiera a Woyiq.
Karr siguió hurgándose los dientes. El tercer soldado, un chico pelirrojo que parecía más asustado que feroz, empujó ligeramente a Woyiq con la punta de una bota. El humano de gran tamaño no se movió... pero había ganado 15 valiosos segundos.
Karr levantó un comunicador.
-Keehon, envíe otra escuadra. Tengo tres masas que arrastrar. -Se rascó la barbilla con el comunicador, mirando a Daye y Toalar-. ¿Os apetece que sean cinco, muchachos?
Daye pasó el peso de una pierna a otra, equilibrándose. Si Toalar movía un pelo, él saltaría también. Las piernas droides eran extraordinariamente fuertes.
Toalar levantó sus manos con garras, mostrándose manso por el momento.
-Mejor -observó Karr-. Conor, llévatelos.
El joven soldado movió su arma. Daye avanzó a través de la esclusa de aire. Alguien le agarró los brazos por detrás y los sujetó con esposas. Toalar también fue agarrado rápidamente. El joven soldado los condujo por un corto pasillo hasta el puente de la patrullera.
-Sentaos -dijo, señalando un espacio entre pilas de carga sujetas con cintas a lo largo de un mamparo.
Al menos por ahí olía mejor. Daye colaboró tan despacio como se atrevía, y el soldado no le metió prisa. Sujetó con cables las esposas de Toalar y Daye a unas anillas de sujeción. Otro grupo arrastró a Woyiq, lo colocó en posición vertical, y lo aseguraron. La cabeza de Woyiq quedó colgando.
El teniente Karr subió al puente.
-Desenganchadla.
Con un pesado sonido metálico, la nave imperial se soltó de la nave cisterna de Una Poot. Karr alzó la vista hacia una pantalla del visor sobre su cabeza.
-Encontrad esa cápsula -ladró.
La nave de Una apareció a la vista. Tal vez su masa escondiera la cápsula. Un joven de tez oscura agarró unas empuñaduras que sobresalían de su estación.
-Señor, ¿permiso para disparar?
-Vuélalo por los aires.
Una luz blanca cruzó el espacio. El cacharro de Una se disolvió en pedazos.
-Vamos -gruñó el teniente-. Media ración para todos si nadie es capaz de ver esa cápsula.
Daye sintió débilmente la antipatía y la desconfianza de los soldados.
-¡La veo! -exclamó el joven soldado pelirrojo-. Rumbo Seis-cinco por dos.
Daye tiró de sus esposas. El artillero de piel oscura apretó las empuñaduras de nuevo.
-Objetivo destruido.
¿Qué objetivo?, se preguntó Daye frenéticamente. ¿Los escombros o la cápsula de mensajes? Sentía algo raro en el artillero.
-Ya era hora -espetó Karr-. Esta es la tripulación más lenta que he tenido. Estableced curso hacia la Colonia Kline.

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