Había humo y hacía calor. El mundo giró y se agitó y luego se detuvo
en seco con un rugido chirriante.
Mika tosió en medio de los humos y el crepitar de los circuitos
fundidos. Dio una patada a ciegas y la escotilla de la cápsula de escape
cedió. El humo escapó al exterior y Mika lo siguió al fino aire de la Luna de Combate.
La delgada atmósfera de la luna daba soporte a poca vida. Árboles
espinosos y atrofiados se alzaban de la desolación gris, salpicando la tundra con
manchas de verde y marrón. La actividad tectónica localizada había quebrantado
las llanuras con largas cadenas de bajas colinas escarpadas, como si un gigante
hubiera creado surcos con un arado colosal.
Espantando finas briznas de humo, Mika se inclinó al interior de
la cápsula y agarró su mochila. Con fluida agilidad deslizó una fina aguja en
la funda de su muñeca, luego sujetó su largo cuchillo Ibarsi a la espalda, al
estilo de los guerreros, con la funda descansando en diagonal desde la cadera
izquierda al hombro derecho. Aunque se le llamaba cuchillo, el Ibarsi era casi
tan largo como un sable de luz. Sin embargo, su única fuente de energía era el poderoso
brazo derecho de Mika Streev.
Mika levantó su mochila con el resto de su contenido -raciones
de emergencia, su mitad del conjunto de enlace, y un bláster del tamaño de la palma
de su mano (por si acaso)- y comenzó a andar.
No sabía las coordenadas de aterrizaje del s'krrr. Pero sí sabía
esto: ambas cápsulas habían sido programadas para aterrizar cerca del ecuador.
El s'krrr habría aterrizado en algún lugar cerca de la línea que separaba el
día de la noche. Mirando al sol de media mañana, Mika se ajustó las correas a
la espalda y se dirigió hacia el este.
La caza había comenzado.
-¿Crees que lo hicieron?
La pregunta de Leda volvió a su mente. En órbita alrededor de la
Luna de Combate, había roto el silencio de su viaje con esa pregunta.
-¿Crees que lo hicieron?
-¿Hmm? -Mika había estado sumido en sus pensamientos-. ¿Quiénes?
¿Hicieron qué?
-Los s'krrr. ¿Crees que destruyeron nuestra plataforma orbital?
-Oh. No sé. No he pensado en ello. Quiero decir, ¿si no fueron
ellos, quién fue?
Leda frunció el ceño.
-Alguien que se beneficiaría de un conflicto entre Rabaan y
S'krrr. Alguien que le gustaría ver a los dos planetas debilitados por una
guerra interna en el sistema.
Para entonces Mika había reconocido el tono de su voz.
-¿El Imperio?
-¿Quién si no?
Mika se encogió de hombros. Ya había tenido suficiente de ese
enardecimiento rebelde. Además, tenía un duelo que ganar.
-Bueno, van a quedar decepcionados. Este conflicto terminará
simplemente con un s'krrr muerto.
La voz de Leda se suavizó. La luz de sus ojos también se suavizó,
pasando de la ira al miedo... miedo por él.
-Mika, si es el Imperio, no quedarán satisfechos con eso. Ya se
han tomado demasiadas molestias.
-¿Qué estás sugiriendo, Leda? O debería decir, ¿qué están
sugiriendo tus amigos? Porque suena como si estuvieras repitiendo sus palabras.
Casi con ternura, ella explicó:
-Mis... amigos... creen que el Imperio quiere obtener un control
más estricto sobre el sistema sin tener que recurrir a la fuerza bruta. Un
conflicto planetario sería la excusa perfecta para destacar una fuerte
guarnición, y sabotear el combate sería una manera fácil de iniciar una guerra.
Mika entrecerró los ojos.
-Y estos amigos tuyos. ¿Dónde están?
La voz de Leda se había reducido a un susurro.
-Más cerca de lo que piensas.
Pero se negó a dejarse arrastrar a su estado de ánimo
conspirativo y se echó hacia atrás, frunciendo el ceño con escepticismo.
Al darse cuenta de que había fallado, Leda se inclinó hacia
delante y le dio un beso en la mejilla.
-Buena suerte, Mika. Y mantén los ojos abiertos.
Apartando su
mochila, Mika se tocó la mejilla donde sus labios le habían rozado. Su piel
todavía se estremecía.
Había conocido a Leda desde que eran niños, jugando a imitar a
los guerreros de Rabaan. Recordó haberse sentado frente a ella en el círculo de
lanzamiento, practicando la puntería con ella cuando tuvieron edad suficiente
para sostener armas de dardos. Incluso se acordó de la primera vez en la que, a
pesar de su espíritu competitivo, había dejado que ella ganase a los Cuchillos.
No podía recordar un momento en que no quisiera estar con ella, en el que no se
preocupase por ella.
Pero no fue hasta que regresó de su viaje fuera del planeta, con
su nueva actitud y sus ideas extrañas, que se dio cuenta de que la amaba.
Tan pronto como el combate haya terminado, se dijo, le pediré
que haga la Promesa conmigo.
Ella estaría de acuerdo, estaba seguro de ello. Leda era su
pareja perfecta, y...
Mika oyó un ruido. Se agachó y se metió en un bosquecillo de árboles
raquíticos, a la espera. Lo oyó de nuevo: el agudo tintineo de metal contra
metal. Al instante, todos los pensamientos acerca de Leda y el futuro le abandonaron.
Era un guerrero, y había encontrado a su presa.
Sh'shak oyó el sonido de ramas crujiendo en el aire pesado. Se
quedó inmóvil en su lugar, con su rostro esquelético en una máscara implacable mientras
lograba una absoluta quietud imposible para la mayoría de las especies. Escuchó.
En algún lugar, una hoja tocó otra. Despacio, muy despacio,
Sh'shak sacó su arma.
Mika avanzó con rapidez, evitando ramas, apartándose de ellas
para no hacer ruido, mientras se arrastraba hacia su objetivo. El ruido venía
desde el otro lado de la arboleda. El cuchillo Ibarsi se deslizó
silenciosamente fuera de su vaina.
Al llegar al borde de la raquítica arboleda, Mika apartó
suavemente una rama, y casi soltó una exclamación en voz alta. Por debajo de él,
en una cañada polvorienta, se habían posado dos cruceros de bolsillo, con sus
cascos de color blanco mate recubiertos con una capa de polvo gris. Dos hombres
con vestimentas que le eran familiares estaban sentados junto a ellos.
Rabaanitas. Pero, ¿aquí?
Estaban montando algún tipo de dispositivo de alta tecnología.
Ese había sido el sonido metálico que Mika había oído.
¿Por qué habría más rabaanitas en la Luna de Combate?
Suspicaz, Mika estudió la escena. Los cruceros de bolsillo
tenían todo el aspecto de naves rabaanitas: anticuados, remendados y descargando
su peso en sus trenes de aterrizaje como banthas despreciados. Los hombres
también parecían rabaanitas con sus túnicas marrones y sus bandoleras rojas. No
los reconoció, pero por supuesto no podía pretender conocer a todos los
guerreros del Gimnasio.
Un tercer hombre salió de uno de los cruceros, tan alto que tuvo
que agacharse para evitar golpearse con el borde de la escotilla.
-¡Andos!
La palabra saltó de los labios de Mika. Los dos hombres en
tierra se giraron y sacaron sus armas, pero Andos gritó:
-¡No le disparéis! -Con notable disciplina, los dos hombres se
contuvieron.
Mika se puso de pie y corrió pendiente abajo hacia el valle.
Miró detenidamente a los dos rabaanitas. Algo acerca de su apariencia le inquietaba.
Sus ropas eran rabaanitas, sus rostros eran rabaanitas, las herramientas que
utilizaban para montar su máquina parecían rabaanitas...
-Mika -dijo Andos con voz llena de preocupación-. ¿Estás bien?
Mika parpadeó.
-Por supuesto. Sólo acabo de llegar. ¿Qué estáis haciendo aquí?
Andos frunció el ceño y puso una mano amiga en el hombro de
Mika.
-Justo después de que te fueras recibimos un informe de
inteligencia que decía que los s'krrr planeaban sabotear el combate. Hay todo
un pelotón de cabeza-conchas esperando para emboscarte. –Señaló con la cabeza
hacia los otros dos hombres-. La Asamblea nos envió aquí para respaldarte y
casi reventamos los motores de estos viejos cascarones para llegar aquí antes
que tú. Este es Jan, y ese es...
-Espera un minuto -murmuró Mika-. ¿Desde cuándo los s'krrr deshonran
el combate? Toda su cultura es acerca de códigos y honor.
Andos suspiró.
-No creo que los cabeza-conchas tuvieran otra opción. -El alto
guerrero miró a sus dos compañeros buscando su confirmación.
El llamado Jan asintió y gruñó:
-Es el Imperio. Están acercándose, obligando a los s'krrr a
actuar contra nosotros.
Mika aún estaba confundido. Pero lo que decía Andos parecía
encajar con la advertencia de Leda. Después de todo, ella no sabía qué planeaba
el Imperio, sólo que estaban planeando "algo". Tal vez fuera esto. Y,
sentimientos personales a un lado, si la Asamblea había querido reforzar el
combate, Andos, como finalista que era, resultaba la elección lógica para
enviar.
Se relajó.
-Está bien, Andos, dime todo lo que sepas. -Mika rebasó a los
otros dos guerreros y pasó junto a la máquina desmontada en la que estaban
trabajando. Sus ojos se abrieron como platos. Incluso medio destripada, la
reconoció: un cañón bláster de repetición M-5 balmorrano en perfecto estado y
pulido hasta sacarle brillo. Sólo un tipo de soldado en la galaxia tenía acceso
a armas como esas.
-¡Soldados de asal...!
El cañón de un bláster chocó contra su cuello, ahogando la
palabra. El golpe le sacudió hasta los dientes y le hizo soltar su cuchillo
Ibarsi, pero en el mismo movimiento Mika rodó hacia delante y se puso en pie.
Sus rápidos reflejos sorprendieron a los dos soldados encubiertos, pero no a Andos.
El alto guerrero ya estaba en el aire, lanzándole una elaborada patada
giratoria. Mika la esquivó y arremetió con dos dedos rígidos que impactaron en
la garganta Andos en el aire. Dando arcadas, el rabaanita cayó al suelo hecho
un guiñapo.
Los dos soldados de asalto le rodearon. Ese fue su error. Con
tiempo para pensar, Mika podría haber dudado en atacar a dos representantes del
Imperio. Pero en el calor del momento no eran más que puños y codos y rodillas
volando hacia él, y Mika respondió como había sido entrenado desde su
nacimiento. El soldado llamado Jan cayó al suelo cuando el pie de Mika le destrozó
la rodilla. El campeón rabaanita esquivó un golpe del otro y estaba a punto de
acabar con él cuando una montaña cayó sobre él por la espalda y sus piernas cedieron
bajo él.
Andos, pensó, mientras todo se volvía negro.
Primero regresaron las sensaciones. Le dolía la cabeza. Algo que
parecía alambre le mordía las muñecas, sujetas a su espalda. Estaba tumbado
sobre el polvo del suelo.
Después regresó el sentido del oído. El zumbido en la cabeza se
desvaneció para dejar paso a murmullos airados.
-Deberíamos haberle pegado un tiro sin más. –Era el llamado Jan.
-¡Eso lo habría arruinado todo! –Andos-. Los s'krrr no utilizan
blásters durante el Combate. Tiene que parecer que fue el s'krrr quien lo mató.
Luego matamos al s'krrr y parecerá que los rabaanitas traicionaron el Combate. Cíñete
al plan.
-Para ti es fácil decirlo. ¡No estás lisiado!
La visión se hizo de rogar para regresar. Mirando con los ojos
medio cerrados, Mika vio siluetas borrosas en el brillante sol del mediodía.
Las caras eran un borrón, pero reconocía a Andos por su altura. Otra silueta,
probablemente Jan, estaba en el suelo, apoyada sobre los codos mientras el
tercer hombre le apretaba una correa en la pierna.
-¡Ah! -Jan soltó una maldición-. ¡Galaxias, eso duele! ¡Voy a
matar a ese nativo yo mismo!
-Yo lo haré.
Andos tiró de algo, y una vara de metal se estiró entre sus
manos. Mika reconoció su zumbido de mil sesiones de práctica. Una pica de
energía s'krrr.
-¿Le atasteis las piernas? -preguntó Andos.
El segundo soldado gruñó.
-Deja de actuar como si fuera un droide de guerra SD-9 con un único
programa en mente, ¿quieres? Es sólo un tipo cualquiera de un planetucho.
-Es una máquina de matar -dijo Andos fríamente-. Y debe ser
tratado como tal. -El rabaanita alto se dirigió a Mika.
-¡Dije que yo lo mataré! -Jan se puso en pie. Tenía una pierna
rígida cubierta de plexi-yeso. Incluso cojeando, tenía un aspecto feroz. Mika
se maldijo por haberse dejado engañar, aunque sólo fuera por un momento... los
soldados de asalto eran guerreros, cierto, pero no artistas como los rabaanitas.
Eran más bien matones.
A través de las rendijas de sus ojos entrecerrados, Mika observó
cómo Jan le arrebataba a Andos la pica de energía y cojeaba hacia él. El otro
soldado le seguía con una sádica y ansiosa sonrisa en su rostro. Andos avanzaba
detrás.
-No tiene sentido detenerse en ceremonias. -Jan levantó la pica
zumbante. Mika no se movió, ni siquiera cambió el ritmo de su respiración...
hasta el momento en que Jan lanzó la pica hacia abajo. En ese instante, el
rabaanita rodó por el suelo y la afilada hoja se hundió medio metro en el
suelo. Desde su posición postrada, Mika lanzó una patada lateral que destrozó el
plexi-yeso, y la rodilla de Jan con él. El soldado gritó y se tambaleó contra
su compañero.
Mika rodó contra la pica energía. Ignorando el dolor, empujó a
través de la delgada capa de energía del arma y frotó las manos a lo largo de
la cuchilla vibratoria hasta que sintió que los alambres se soltaban. Estaba
libre, y de pie, justo cuando el segundo soldado sacaba su bláster.
El imperial fue rápido, pero Mika lo fue aún más. El delgado
estilete salió de su funda, luego salió de la mano de Mika, y luego se hundió
en la garganta del soldado... todo ello antes de que el bláster del imperial hubiera
terminado de salir de su funda.
Jan se sostenía con dificultad sobre una rodilla, con la otra
pierna doblada torpemente detrás de él. Se llevó la mano a la cadera, tratando
de sacar su propio bláster. Mika admiró la fuerza de voluntad del hombre incluso
mientras cogía la pica de energía del suelo y ponía fin a su lucha.
Andos y Mika se miraron el uno al otro. Durante toda su vida,
Andos había estudiado el arte de la guerra. Sabía lo rápido que podía terminar
una pelea. Pero incluso él estaba asombrado. En un abrir y cerrar de ojos, Mika
había pasado de ser una víctima atada y postrada a ser un guerrero listo para
el combate, matando a dos soldados de asalto imperiales -dos de la élite del
Emperador- en el proceso.
-Mika -dijo Andos con voz ronca-. Sé razonable. No sabes a lo
que te enfrentas aquí. Eres un pequeño pez en el más grande de todos los estanques.
Para esas personas, no eres más que un bicho, y te aplastarán.
Mika se encogió
de hombros y puso la pica de energía a plena potencia.
-¡Mika! No tienes ni idea de lo que está pasando aquí.
-Sé que el imperio quiere establecer una guarnición en el
sistema. Me imagino que organizó todo el conflicto. Sé que quieren sabotear el
combate. Y gracias a ti, ahora sé cómo. -Su voz era firme-. Pero te diré una
cosa, Andos: eso no me preocupa.
-¿No?
-No. -Mika se adelantó-. Nunca me importaron mucho las intrigas
políticas, dentro o fuera del planeta. Dejo eso a otra gente, y mira cómo
terminan. -Mika señaló con la cabeza hacia los dos cadáveres-. Pero tú ibas a
matarme, Andos. Eso es un poco más personal.
Dio otro paso.
Andos vaciló, pero sólo por un momento. Se enfrentaba a un
hombre que ya lo había vencido una vez, que probablemente era el luchador más hábil
de todo el sistema, y que estaba tanto armado como enojado. Sopesando las
diferentes tácticas, tal y como había sido entrenado para hacer, Andos tomó la
decisión estratégica obvia.
Corrió por su vida.
Mika le persiguió durante unos metros y luego se detuvo. La
adrenalina le estaba abandonando. Mientras Andos saltaba ágilmente por la
colina y ascendía la montaña, Mika cayó a tierra sobre sus manos y rodillas. Le
dolía la cabeza. Sus manos le ardían. Le dolía el cuerpo. Y a pesar de que
sabía que había sido en defensa propia, acababa de asesinar a dos miembros del
gobierno imperial... Algo le decía que su vida nunca sería la misma.
***
En el límite del sistema, el destructor estelar Coacción atravesaba el vacío como una
cuchilla cortando el tejido del espacio. Desde su sala de observación personal
sobre el puente del Coacción, el
gobernador Klime observaba las estrellas brillando por debajo de él. Entre
ellas, los planetas se distinguían por su luz reflejada, carente de parpadeo. En silencio, Klime extendió su mano y, uno a uno, aplastó
brillantes planetas entre sus dedos.
Un comunicador sonó. Klime golpeó un botón de la consola de
control.
-¿Qué?
-Usted pidió informes cada hora, señor –graznó la voz del
nervioso ayudante.
-Continúe.
-El escuadrón del comandante Glave llegó a la zona de descenso
con su guía local según el horario previsto. El Equipo Uno fue en busca del
cabeza-concha, pero no han hecho contacto. El Equipo Dos encontró al rabaanita...
-...Y lo mataron -predijo Klime.
-N-no, señor. Se encontraron con algunas dificultades...
-¿Qué clase de dificultades?
-Los dos soldados de asalto están muertos, señor. El guía se
escapó y se reunió con el Equipo Uno. -El comunicador quedó en silencio
mientras el ayudante esperaba una respuesta.
-Hrrrmmm. -El sonido salió de Klime como un gruñido animal-. Dígale
al comandante Glave que espero que corrija la situación. De inmediato. ¿Hemos
descubierto ya el puesto de avanzada rebelde?
El intercomunicador crujió.
-No, señor. No ha habido actividad en las rutas de navegación. Ninguna
actividad anormal en ninguno de los dos planetas, ni en los planetas
deshabitados del sistema. Inteligencia cree que el rumor sea un bulo...
-No es un bulo -interrumpió Klime-. Puedo olerles. Este sistema
es tan atractivo para los rebeldes como lo es para nosotros, y por las mismas
razones. Estarán construyendo una base de aterrizaje o un espaciopuerto en
algún lugar, algo que pueda albergar una fuerza de ataque de corto alcance.
Compruebe de nuevo los mundos deshabitados en busca de actividad minera. Encuéntrelos.
-Sí, señor...
Klime golpeó el comunicador de nuevo y se quedó en silencio.
Se dejó caer en su silla, descontento, pero sereno. Glave se
ocuparía de la situación sobre el terreno. Mientras tanto, tenía que mantener
en mente la imagen general. Como cualquier otra acción que mereciera la pena,
ésta requería determinación y paciencia.
Extendió la mano y aplastó otro planeta entre sus dedos.
***
Mika tomó un largo trago de agua y deseó por enésima vez haber
prestado más atención en sus clases de tecnología. Los dos cruceros de bolsillo
habían sido bloqueados con algún tipo de código operativo. Los motores, la computadora
de navegación, hasta las comunicaciones... todo estaba muerto hasta que se
introdujera o anulase la secuencia digital adecuada. Pero anularla resultó
quedar muy por encima de las habilidades técnicas de Mika, por lo que se alejó
de los dos cacharros posados en el polvo y empezó a caminar a través de las
secas desolaciones de la luna.
Una vez que había aceptado el hecho de que había matado a dos
soldados de asalto, Mika se tranquilizó y consideró sus opciones, que eran muy
limitadas. Estaba solo con un suministro limitado de alimentos en una roca
espacial estéril. Aunque todos en el sistema sabían dónde estaba, nadie vendría
a buscarlo hasta que recibieran la señal de la red de comunicaciones.
Y en algún lugar ahí fuera había un guerrero s'krrr con la intención
de matarlo.
Pero también ahí fuera, Mika estaba seguro, había más imperiales.
Probablemente muchos más. Los dos cruceros de bolsillo eran prueba de ello. El grupo
principal probablemente se había ido a cazar al s'krrr mientras que esos dos se
quedaron atrás con Andos para ocuparse de él.
Una sonrisa irónica cruzó el rostro de Mika. Habían confundido
sus prioridades. Mika estaba seguro de que debía agradecérselo al orgullo
desmesurado de Andos.
Pero a pesar de que Mika había matado a dos imperiales, el juego
estaba lejos de haber terminado. Por lo que sabía, los otros soldados ya podían
haber emboscado el s'krrr y hecho que pareciera un complot rabaanita. Su plan
aún podría tener éxito fácilmente. Y Mika estaba seguro de que, dada su
estricta observancia de los rituales, los s'krrr se sentirían insultados por lo
que pensarían que había sido una traición al Combate. Irían a la guerra. Y el
Imperio vencería.
La única esperanza de Mika era que no hubieran encontrado
todavía al s'krrr. Si todavía estaba vivo, juntos podrían frustrar el complot
Imperial.
Frustrar el complot Imperial... la frase resonó en la cabeza de
Mika. ¿En qué pensaba? Con qué facilidad se había deslizado en ese estado de
ánimo. Con qué rapidez se había convertido en un radical. Estaba hablando del
gobierno, después de todo. ¿Realmente podía ser tan malo? Tal vez estaban
haciendo todo eso por una buena razón. Tal vez incluso su intento de matarlo
había sido una especie de sacrificio aceptable por un bien común más grande.
Quizás Andos tenía razón... y estaban sucediendo cosas que quedaban fuera de su
alcance...
Mika se imaginó caminando a la oficina del magistrado local y
explicando con calma que había habido un malentendido. ¿Qué? Bueno, sí, había
matado a dos soldados de asalto imperiales, pero... ¿Perdón? Sí, era consciente
de que los soldados de asalto eran la fuerza de seguridad personal del
Emperador, y por lo tanto representantes de la autoridad suprema de la galaxia,
pero estaban tratando de matarle y...
La visión de Mika terminó con él siendo arrastrado a las minas
de especia de Kessel, mientras seguía tratando de contar su historia. Eso no
era bueno.
Además, ningún buen gobierno que pudiera imaginar ejecutaría a
uno de sus súbditos tan a sangre fría como habían tratado de matarle. Y recordó
las palabras de Andos: “Para esas personas, no eres más que un bicho, y te
aplastarán.” Esas eran las mismas personas de las que Leda le había hablado.
-Veamos quién aplasta a quién -dijo Mika, ajustándose la mochila
a la espalda. Impediría que los imperiales matasen al s'krrr.
La ironía de la
situación no le pasó desapercibida. Había venido aquí para matar a un guerrero
s'krrr. Ahora la única esperanza de Mika era salvarlo.
***
El hangar estaba sólo completo a medias. Equipo minero yacía
esparcido entre trozos de escombros y residuos en el amplio suelo irregular.
Aquí y allá, pequeños fragmentos de roca caían como cascadas de polvo desde el
alto techo, donde los equipos de técnicos, saturados de trabajo, aún no habían
puesto las vigas de soporte.
En la mitad terminada del hangar, el suelo de
duracero brillaba. En una gran alcoba, cuatro alienígenas de diversas especies
se movían entre luces brillantes y pantallas de ordenador.
Los datos del sensor se alimentaban desde antenas ocultas hasta
esa alcoba para que un equipo rotativo de técnicos rebeldes los analizase. Era
la única zona de la base oculta que parecía completa, pero así y todo ofrecía
una sensación de ser algo temporal. El equipo podía ser desconectado, desmontado,
y puesto a bordo de un buque de carga en cuestión de segundos.
Leda Kyss pasó por la alcoba de los sensores casi inadvertida.
Se detuvo sólo para nombrar en silencio a las especies que manejaban el equipo:
dos bothanos y un givin contratado para calibrar un sensor nuevo. El givin,
naturalmente incómodo al ver carne expuesta, le mantuvo su mirada y, en un acto
reflejo, se envolvió aún más en su bata, y luego volvió a su trabajo. Ella
todavía estaba tratando de acostumbrarse a las muchas especies que había
conocido desde que dejó Rabaan.
-Leda Kyss.
Leda se volvió. La mujer que había hablado era una humana
robusto y de baja estatura, con el pelo rizado y un rostro abierto y honesto.
Pero los ojos de Leda se sintieron atraídos hacia la persona que se encontraba a
su lado: un hombre alto y angular en un traje de vuelo. No sabía su nombre, y
él no lo dijo. Ella habría conjeturado que tendría unos 20 años de no ser por
sus ojos, que parecían haber visto mucho más de lo que 20 años podían soportar.
-Sí.
El hombre señaló a la mujer con la cabeza.
-Sanna me dijo que estabas aquí. -Echó un vistazo al equipo que
trabajaba con los sensores-. Deberíamos apartarnos. Están realizando el seguimiento
de un Destructor Estelar que se encuentra en el límite del sistema, y necesitan
mantener toda su atención en ello.
Leda les siguió fuera de la alcoba del sensor, al brillante
campo de duracero. El hombre parecía gravitar naturalmente hacia una gran
máquina estacionada cerca de la entrada a la bahía del hangar, en el borde de
un gran túnel que llevaba a la superficie. Aunque inmensa y poderosa ante sus
ojos, Leda sabía que, en términos relativos, era un mosquito frente a los
gigantes contra los que tan a menudo luchaba.
Un caza Ala-X.
-Quiero darte las gracias por tu ayuda. -La voz del hombre era enérgica-.
Recibimos mucho apoyo, más y más cada día, pero es raro que alguien nos ayude a
establecer un nuevo puesto de avanzada.
Leda trató de ocultar su placer.
-Me alegro de haber podido ayudar. Si puedo convencer al resto
de Rabaan de que se una a nosotros, verán que una vez que un rabaanita toma una
decisión, nos atenemos a ella. -Tragó saliva-. Pero hay una cosa que pueden
hacer a cambio.
El anguloso rostro del hombre era implacable.
-¿Sí?
-Salvar a Mika Streev.
La mujer, Sanna, miró rápidamente al piloto. Parecía haber
estado esperando la solicitud.
-Leda, haremos lo que podamos. Pero ya has visto lo que tenemos
aquí: No somos más que un equipo de técnicos, unos pocos cazas, y un carguero.
Apenas lo suficiente para combatir un escuadrón de cazas TIE, y mucho menos una
nave capital. Estamos aquí para establecer nuestra base de ataque. Si el Imperio
se huele siquiera nuestra presencia, se acabó todo. Punto. De modo que el
sigilo es nuestra clave y... –le puso la mano en el hombro-... y nuestra
prioridad.
-Pero Mika podría ayudarles. Sería valioso para la Rebelión.
-Por lo que recuerdo, no era muy receptivo a tus sugerencias.
Además -dijo el hombre-, incluso si se tratara de un miembro que hubiera jurado
lealtad a la Alianza, aún sería prescindible. Todos lo somos. Esa es la
realidad. He perdido amigos... -Mirando en sus ojos, Leda vio como los
recuerdos se removían, y casi creyó poder ver cazas pasando disparados
alrededor de una distante luna resplandeciente-... Buenos amigos. Pero es un
riesgo que asumimos. Lo importante es evitar la guerra entre Rabaan y S'krrr. Tu
amigo Mika tendrá que salvarse a sí mismo.
***
Sh'shak de los S'krrr permanecía inmóvil en su sitio. No sabía
cuánto tiempo había estado de esa manera. Lo podría haber sabido, de haber
estado recitando el mantra de tiempo. Pero no era así. Estaba recitando
silenciosamente el mantra contra el miedo.
El miedo me toca como el aliento del viento frío.
El miedo es
como el viento frío.
El miedo es como el viento.
El miedo es como el aire.
El miedo no es nada.
El miedo me toca como el aliento del viento
frío.
El miedo es como el viento frío...
A tres metros de distancia, al otro lado de un arbusto espinoso,
un soldado de asalto levantó su casco y bebió de una cantimplora de plástico.
Sh'shak estaba lo suficientemente cerca para tocar las cicatrices de su rostro.
A pesar de toda su armadura y su equipo, los soldados de asalto
se movían en silencio. Sh'shak, descansando a la sombra de uno de los pequeños grupitos
marrones de árboles, no les había sentido acercarse hasta el último momento, y
luego sólo tuvo tiempo para deslizarse en un seto espinoso y quedarse inmóvil
allí. Los soldados, 10 de ellos con armadura de batalla blanca completa y blásters
desenfundados, registraron el claro, claramente esperando problemas. Después de
explorar el grupo de árboles, decidieron aprovechar la misma sombra que Sh'shak
había buscado antes, e hicieron un alto. Los soldados desprecintaron sus
cascos, devoraron insípidas raciones gris envueltas en plástico, y pisotearon
la hierba fina en la que se sentaron. Después de un período de tiempo que
Sh'shak fue incapaz de medir, finalmente habían vuelto a replegarse.
El soldado lleno de cicatrices se quitó el casco por completo.
Sh'shak solía tener problemas para leer los suaves rostros carnosos de los
seres humanos, pero éste era claramente cruel.
-¡Sangre de insecto! -El soldado escupió-. Eso es lo que busco.
Quiero saber de qué color sangran esos cabeza-conchas. –Hizo un gesto con la
cabeza hacia uno de los soldados-. Informe.
El soldado levantó un cuaderno de datos.
-No ha habido nada desde la última señal del detector de
movimiento hace 40 minutos. Debe haber advertido nuestra llegada y escapado.
Nada en el sensor térmico.
Sh'shak agradeció en silencio la fuerza que había hecho que su
especie fuera de sangre fría.
-Hmmm... -El hombre de la cicatriz escupió-. Este lugar me está
poniendo de los nervios. Hace tanto calor como en un nido de banthas de
Tatooine. ¡Tú, rabaanita!
Un rabaanita de gran estatura salió de las sombras. Los ojos de
Sh'shak brillaron. No había advertido antes a ese humano.
-¿Sí, comandante Glave?
-Tú conoces mejor que nosotros a esos cabeza-conchas. ¿Cuál es
su próximo paso?
El rabaanita meneó la cabeza.
-Los s'krrr son una especie orientada a la batalla. Pero yo
diría que si no se ha enfrentado ya a nosotros, no lo hará. Tal vez haya ido a
ocultarse de forma permanente.
-Vamos.
Los soldados de asalto y el rabaanita se desplegaron con su
equipo de exploración a la cabeza, y desaparecieron entre los árboles.
Sh'shak
permaneció inmóvil mucho tiempo después de los sonidos de su paso se hubieran
desvanecido. No tenía a dónde ir, y el pequeño claro parecía bastante seguro,
ya que los imperiales probablemente no lo comprobarían dos veces. Por lo menos
no todavía.
Mientras tanto, se sentó y reflexionó sobre su reciente e irrefutable
descubrimiento: los rabaanitas habían vendido S'krrr al Imperio.
***
Mika miró por encima de una cresta afilada hacia otro valle poco
profundo. No había nada a la vista, salvo una extensión de polvo gris y más de esos
raquíticos árboles marrones. Se puso de pie y bajó corriendo al valle. El sol
caía en el horizonte, y supuso que, con su fina atmósfera, en la Luna de Combate
haría mucho frío por la noche. Tenía que encontrar donde resguardarse.
El bosquecillo ofrecía la sombra de la tarde y un escondite. Tan
pronto como estuvo bajo su dosel, dejó caer su mochila y se sentó en el suelo.
Escuchó con atención, y luego estudió los árboles, atento al más mínimo
movimiento. Cuando estuvo seguro de que no había nadie alrededor, se recostó en
un rincón de hierba aplastada y pisoteada y cerró los ojos.
Los abrió de inmediato. ¿Hierba aplastada?
El movimiento le salvó la vida. La pica de energía pasó silbando
junto a su oreja y se hundió en el suelo.
Ya he pasado antes por esto, pensó Mika, rodando y poniéndose en
pie.
La pica de energía lo persiguió, girando tan rápido que Mika no tuvo
tiempo para mirar a su atacante. Registró vagamente la cabeza triangular del
guerrero S'krrr. Luego tuvo que agacharse de nuevo. Esta vez no fue lo bastante
rápido. La pica de energía falló el golpe, pero un brazo afilado como una
cuchilla le arañó la garganta, fallando la arteria carótida por milímetros.
-¡Espera! –jadeó Mika. Pero la pica de energía volvió de nuevo.
No había posibilidad de esquivarla. Mika la bloqueó con su antebrazo. La energía
saltó de la hoja a su brazo, cortocircuitando sus nervios y paralizándole desde
la muñeca hasta el hombro. Con una mueca de dolor, retrocedió y levantó su
brazo en señal de tregua.
-¡Espera!
El S'krrr dio un paso amenazador hacia adelante, con sus ojos con
forma disco brillando. La cabeza triangular giró rápidamente de un lado a otro
obteniendo una vista de 360 grados de su entorno. Claramente, consideraba que
eso era una trampa.
-Yo no soy tu enemigo -dijo Mika, consciente de la tremenda
ironía de sus palabras-. No quiero matarte.
Las mandíbulas del s'krrr se movían con lentitud para hablar
básico con un fuerte acento.
-¿Estás pidiendo cuartel? Eso está en contra de las reglas del Combate.
Por supuesto, Rabaan ya ha descartado el ritual del Combate. -Una vez más, el
insectoide comenzó a avanzar.
Mika se dio cuenta de que el s'krrr debía de haber visto a los
soldados de asalto. ¡Pensaba que Rabaan se había aliado con el Imperio!
-¡No! ¡Yo vine solo! ¡Es el Imperio! ¡Están tratando de iniciar
una guerra entre nuestros planetas!
Sh'shak se detuvo de nuevo. Había pensado en matar rápidamente a
ese rabaanita. Lo último que esperaba era un parlamento.
-Vi rabaanitas con los soldados de asalto.
-Viste un rabaanita. Uno alto, de pelo oscuro. Es un traidor.
La cabeza triangular se inclinó hacia un lado en un movimiento que
Mika interpretó como interés.
-Prueba tus palabras.
Con cuidado, Mika alcanzó su mochila. Extrajo su mitad del
enlace de la red de comunicaciones.
-Toma. Quédatelo. Llama a tu gente. Llama a quien quieras.
Quiero salir de esta roca tanto como tú.
Mika colocó el instrumento en el suelo y dio un paso atrás. El s'krrr
lo miró con su rostro ilegible. Su cabeza bajó la mirada hacia el enlace, y
luego miró a Mika de nuevo. Parecía estar sopesando sus opciones.
Sh'shak dio un paso adelante. El enlace parecía real. Si pudiera
enviar aunque sólo fuera un breve mensaje...
El disparo de bláster le golpeó mientras alcanzaba el conjunto
electrónico. Le atravesó limpiamente y dejó un agujero humeante en la parte
superior de su tórax. Sh'shak salió despedido hacia atrás y cayó al suelo,
retorciéndose mientras sus alas temblorosas enviaban gritos de agonía en el lenguaje
del canto de las alas.
Mika se dejó caer al suelo mientras furiosos haces
desintegradores silbaban sobre su cabeza. Avanzando con pies y manos se
apresuró a buscar mayor cobertura y desapareció en las sombras justo cuando los
soldados de asalto surgían de entre los árboles. Un rugido llenó el aire
mientras los dos cruceros de bolsillo aparecían a la vista, con la tranquila
calma de una trampa que daba sus frutos.
El comandante Glave entró en el claro
del bosque, con su bláster aún caliente de su único disparo. El comando
imperial plantó una bota firmemente sobre las delicadas alas de Sh'shak,
fijando al s'krrr al suelo y silenciando sus gritos.
-Estúpido cabeza-concha -susurró Glave inclinándose sobre él-.
¡Los he atrapado mejores que tú, créeme!
Los afilados antebrazos de Sh'shak arremetieron, pero Glave
estaba preparado. Su pie se asentó con más fuerza sobre las delicadas alas del s'krrr,
amortiguando la fuerza del golpe. Sh'shak dejó escapar un suspiro agonizante de
sus mandíbulas.
-¡Jo, jo! -rió el Imperial-. Veo que a nuestro bicho aún le
queda un poco de vida. Tal vez deberíamos pasar un buen rato con él antes de completar
la misión.
Andos se opuso.
-Comandante, es un s'krrr... Deberíamos...
-¡No me digas lo que debería hacer! –estalló Glave-. ¡Soy un
oficial de las tropas de asalto del Emperador! ¡Levantadlo!
Dos soldados de asalto arrastraron a Sh'shak poniéndolo en pie,
estirando de los brazos hacia los lados. Glave sonrió y apoyó el cañón de su
bláster en la parte superior del tórax del s'krrr, junto a la primera herida.
Apretó el gatillo.
***
En la alcoba de los sensores, uno de los bothanos se quitó los
auriculares de las orejas e hizo una mueca de horror. Miró a Leda, y a
continuación a Sanna y el piloto.
-Esto pinta mal.
-¡Tenemos que hacer algo! -gritó Leda-. ¡Por favor!
Sanna se volvió hacia el hombre y lo miró fijamente. A
regañadientes, ella estuvo de acuerdo.
-Esto es más de lo que podemos tolerar.
El hombre tragó saliva.
-Si revelamos nuestra existencia, esta base ha terminado. Todos
nuestros esfuerzos habrán sido en vano.
Leda sacó su bláster de su funda.
-Tal vez me equivoqué. Me uní a vuestra rebelión porque pensé
que luchabais contra este tipo de cosas. Haced lo que queráis. Yo no puedo
quedarme aquí quieta.
Salió corriendo hacia la oscuridad.
***
Sh'shak temblaba, pero permanecía de pie. Estaba tratando de
recordar el mantra contra el dolor, pero parecía haber desaparecido de su
memoria, y sólo quedaba el dolor en sí. Se preguntó cuánto tiempo iba a vivir.
El marcado con una cicatriz, el comandante, puso el bláster contra su tórax
superior de nuevo. Se oyó otro disparo de bláster pero, curiosamente, Sh'shak no
sintió nada. En cambio, el hombre de la cicatriz se tambaleó hacia delante con
una mirada de sorpresa en su rostro, chocando sobre Sh'shak y los dos soldados que
lo sostenían. La armadura reforzada del soldado con cicatrices estaba
ennegrecida, pero había aguantado. Ignorando el dolor, Sh'shak se aprovechó del
momento. Empujando lejos al soldado más cercano, luchó por liberarse de la maraña
de brazos y piernas.
De repente dos manos humanas lo agarraron y lo arrastraron hacia
arriba. Sh'shak obtuvo una rápida visión de Mika disparando un bláster de tamaño
de la palma de su mano a quemarropa sobre los dos soldados de asalto.
-¿El... de las cicatrices? -preguntó Sh'shak con voz áspera.
-Escapó -dijo Mika-. Volverán. Tenemos que encontrar refugio.
-Me sorprende... no me diste por muerto.
Mika señaló los dos agujeros de bláster en la parte superior del
pecho de Sh'shak.
-Cavidad corporal en la parte superior del tórax s'krrr. No hay
órganos vitales, ni función circulatoria. Ningún daño grave. -Le guiñó un ojo-.
Estudié mis lecciones.
La cabeza de Sh'shak se crispó en una versión s'krrr de un gesto
de dolor.
-Pero sigue siendo muy doloroso.
Un disparo de bláster hizo astillas una rama cerca de la cabeza
de Mika. Los soldados de asalto no habían sido ahuyentados por mucho tiempo.
Mika se lanzó detrás de un pequeño matorral y devolvió el fuego. Sh'shak agarró
un bláster caído y se unió a él. Pronto el aire estuvo lleno de rayos de
energía.
Mika continuó disparando a ciegas contra los árboles.
-¡La red de comunicaciones! -Su componente yacía en el suelo
donde lo había colocado-. Tenemos que enviar una señal.
En respuesta, Sh'shak
corrió de su escasa cobertura hacia el componente caído. Tiradores invisibles
le dispararon, pero el s'krrr era un borrón de movimiento. Regresó a su escasa
cobertura con los blásters batiendo el suelo a su alrededor.
La voz de Sh'shak estaba inquietantemente tranquila cuando
empezó a ensamblar el enlace.
-Esta es una posición indefendible. Nos superarán de un momento
a otro.
-No, si yo puedo evitarlo.
Tanto el s'krrr como el rabaanita levantaron la vista,
sorprendidos. Leda Kyss se había materializado de la nada.
-¡Leda! -Mika la agarró como un hombre sosteniendo un sueño.
Sh'shak bajó su arma-. Leda, ¿qué estás haciendo aquí?
-Es una larga historia –dijo-. ¡Corred!
Los rayos láser comenzaron a chocar a su alrededor, pero la
mayoría de ellos hirieron a los escasos árboles gruesos que los protegían.
Medio cegados, Mika y el s'krrr herido siguieron a Leda a través de los árboles
que cubrían su retirada.
Instantes después, su protección terminó. Desde el borde del
bosque pudieron ver la gran boca de una cueva a sólo un centenar de metros de
distancia... pero eran cien metros de terreno plano.
-¡Corred! -ordenó Leda.
Juntos, se lanzaron a correr por el terreno despejado. Habían
dejado atrás a sus perseguidores, y cuando estaban a mitad de camino Mika pensó
que iban a conseguir llegar a la boca de la cueva. Entonces un gemido fuerte
llenó sus oídos, y una sombra borró el sol.
-¡Crucero! -advirtió. Saltó a un lado mientras Sh'shak y Leda
saltaban al otro. El fuego de turboláser salpicó el suelo entre ellos.
-¡El enlace! -gritó Mika-. ¡Termínalo!
Sh'shak se apresuró a completar las conexiones.
-¡Hecho! -dijo entre dientes.
Entonces, los tres guerreros vieron horrorizados cómo el crucero
de bolsillo se posaba suavemente con sus motores repulsores entre ellos y la
boca de la cueva.
***
En la alcoba de sensores, una señal pitó. Uno de los bothanos
comprobó sus instrumentos.
-Señal de enlace ascendente –dijo-. Pero está siendo interferida.
No va a conseguir salir del planeta.
El hombre alto y angular sentía todos los ojos fijos en él. El givin
parecía estar calculando sus posibles respuestas. Los dos bothanos esperaban
impasibles. Sanna se acercó junto a él y le puso una mano en el hombro.
Él la miró y asintió.
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