jueves, 27 de junio de 2013

La captura del Peligro Imperial (II)


Heedon miró con consternación a la pantalla de navegación, donde el garabato rojo que representaba un Destructor Estelar acercándose acababa de aparecer.
-Ahí están -dijo, tocando la pantalla con el dedo índice. Se dio la vuelta en su asiento y atravesó a Neela con una mirada insegura-. Me gusta mucho la idea de seguir viviendo, ¿sabe? Somos pequeños... probablemente no nos han visto todavía. Aún no es demasiado tarde para...
-Sólo recuerda lo que te dije que hicieras, y seguirás vivo para ser un anciano -prometió Neela. Se sentó junto a él para estudiar el ordenador.
Stasheff apoyó una mano en el respaldo de la silla de Neela y miró la pantalla por encima de su hombro.
-Esto es una locura.
-Sin lugar a dudas -convino Neela-. Nunca he dicho lo contrario.
Stasheff estaba molesto por su buen humor.
-Madame, por favor. Tienen una nave del tamaño de una pequeña ciudad, tropas de asalto, asesores de guerra, oficiales y armas pesadas. ¿Qué tenemos nosotros?
Heedon la miró con recelo.
-No diga que tenemos “la verdad” o me entrarán ganas de vomitar.
Neela se rió a su pesar.
-¡La verdad es precisamente lo que no tenemos en esta maniobra en particular! No, señores, nuestra carta de sabacc en esta partica es que a pesar del diminuto tamaño del Estrella Cruzada, sigue siendo demasiado grande como para encajar en la bahía de atraque de un Destructor Estelar de clase Victoria.
Stasheff y Heedon intercambiaron expresiones desconcertadas, y luego con un suspiro y un encogimiento de hombros fatalistas, Stasheff miró a la computadora. El punto rojo de la pantalla se había detenido en una órbita estable alrededor de Horob.
-No necesitamos hacer nada más que mantener los imperiales el tiempo suficiente para que las tropas de tierra evacuen -les recordó Neela-. Unas cuantas horas deberían bastar.
-Confío en que también tenga un plan para sacarnos con vida de esta -dijo Heedon.
-Siempre hay un plan -le aseguró Neela-. Abra un canal.
Heedon la miró fijamente, después transfirió su mirada hacia Stasheff. El joven guardia se humedeció los labios, vaciló y luego asintió.
Con un suspiro, Heedon se volvió hacia el tablero de comunicaciones.
-Nave imperial, al habla el Estrella Cruzada. Soy un empresario independiente y capitán de esta nave. Tengo una pasajera a bordo que quiere hablar con ustedes.
Neela se inclinó hacia la consola.
-Destructor Estelar, al habla Sayer Mon Neela de la Alianza Rebelde. Les ordeno que rindan su nave.
El silencio imperial fue comprensible.
Heedon se inclinó hacia la consola.
-Lo dice realmente en serio –afirmó.
Stasheff se puso en la posición de los imperiales, preguntándose cómo habría respondido él a una petición tan extravagante.
-¿Rendirnos a ustedes? -fue la incrédula respuesta final-. ¡Mon Neela, ya, claro!
-Sólo necesitan llevarme a bordo para demostrarlo -respondió Neela.
-Sin trucos -agregó Heedon-. Permaneceré aquí, monitorizándola todo el tiempo. Esta nave está preparada para hacerla estallar a la primera señal de problemas. Y si el Estrella Cruzada explota, podría llevarse por delante una pequeña luna, por no hablar de su insignificante Destructor Estelar.
Hubo un estallido de la risa en el otro extremo.
-¿Debo entender que ustedes están amenazando a una nave de guerra imperial?
-Algo así -respondió Heedon-. ¿Están dispuestos a arriesgarse a que cumpla la amenaza? La Alianza tiene algunos trucos que ustedes aún no conocen.
-Lo dudo.
-Dude todo lo que quiera, pero nunca lo sabrá hasta que se despierte muerto, ¿verdad?
Hubo un bufido audible por el comunicador.
-No todos los días recibimos una amenaza tan indignante, ni la rendición voluntaria de una persona en la lista de exterminio imperial.
-Esto no es una rendición -respondió Neela-. Más bien al contrario, señor. Ustedes son mis prisioneros. Pueden aceptar la palabra del capitán Heedon cuando dice que la nave está preparada para detonar a la primera señal de agresión. Subiré a bordo de su nave para dialogar. Nuestra nave es, obviamente, demasiado grande para adaptarse a su bahía de atraque. Requerimos una garra de acoplamiento y un umbilical; entraremos por el pasillo artificial. Por otra parte, se encargará de que el umbilical que conecte nuestras respectivas naves esté equipado con puertas blindadas en cada extremo para evitar un abordaje desde cualquier de las partes. Tome mi oferta o rechácela, pero no me haga perder el tiempo.
Hubo un largo silencio.
-Caballeros -dijo finalmente Heedon-. ¿He mencionado lo impacientes que podemos llegar a ser?
La nave se estremeció, sacudiendo la cubierta bajo ellos. Neela agarró la parte posterior de la silla de Heedon.
-Sí, lo sé -dijo antes de que tanto Stasheff como Heedon pudieran hablar-. Rayo tractor.

***

El capitán Sergus Lanox tendió cortésmente la mano cuando Neela y Stasheff entraron en la bahía de acceso desde el pasillo umbilical.
-Bienvenidos a bordo del Peligro Imperial. Madame Neela: esto es todo un honor.
Sergus era un hombre guapo de mediana edad, con una expresión seria y ojos grises que eran demasiado grandes para su rostro.
¿O es simplemente que ese horrible uniforme hace que todos tengan el mismo aspecto?, se preguntó Neela.
Ella asintió con la cabeza sin tomarle la mano.
-Capitán Sergus Lanox a su servicio, y encantado de descubrir que, después de todo, realmente es usted –continuó él-. Es un placer conocerla finalmente en persona. Yo, como el resto del mundo en la galaxia civilizada, reconozco su nombre a causa de su implicación en el viejo Senado Imperial. -Sonrió, hizo una reverencia, y levantó una ceja sardónicamente-. Aunque me atrevo a decir que sé más de ustedes ahora a causa de sus inclinaciones sediciosas. El Emperador me recompensará personalmente por su captura.
-Aún me tiene que capturar -le recordó Neela.
-Ah sí, por supuesto. -Sergus sonrió. Se levantó de su reverencia-. Ustedes me han amenazado con su pequeña nave de placer. Debo permanecer alerta. -Sonrió aún más abiertamente, con auténtico placer.
Neela señaló a Stasheff con un gesto.
-Este es mi ayudante, Raan Stasheff.
Lanox otorgó al joven la más veloz de las miradas, y luego devolvió su atención a Neela.
-¿Es esencial para nuestras negociaciones?
-Soy esencial para su seguridad -respondió cortante Stasheff.
Lanox no le hizo caso.
-Si lo he entendido bien -le dijo a Neela-. Su nave es su primera y mejor garantía de seguridad. Si eso es cierto, entonces no le importará que ordene que su guardia sea llevado a los camarotes de invitados o devuelto a su nave hasta que nuestro encuentro haya finalizado.
La mandíbula de Stasheff permaneció firme como una roca.
-Ni en sus...
-Por supuesto, capitán -interrumpió Neela. Ella puso una mano alentadora, casi maternal, en el cuello del uniforme de Stasheff-. Parece que no hay alternativa...
Stasheff le miró con incredulidad.
-No abandonaré esta nave sin usted. -Puso una mano en la culata de su bláster enfundado. Las puertas se abrieron de golpe, como si la acción del guardia las hubiera activado, y tres soldados de asalto entraron, rifle en mano.
Lanox sonrió irónicamente a Neela.
-Comprenderá que la diplomacia sólo pueda llegar hasta cierto punto. Hablaremos, Madame, pero nuestra conferencia será de dos personas, y sólo dos.
Stasheff echó una última y furiosa mirada a Neela mientras se lo llevaban.

***

Durante un tiempo, Neela permaneció sentada a una mesa preparada para un festín y escuchó como Lanox ensalzaba las glorias del Imperio y cantaba las alabanzas de Palpatine. Casi era divertido; Lanox estaba soltando propaganda imperial con tanta libertad que uno habría pensado que la conferencia había sido idea suya. Hasta el momento, Neela no había tenido la oportunidad de presentar su propia propuesta.
Finalmente, cuando parecía probable que el imperial continuaría indefinidamente con sus recitaciones, lo interrumpió.
-No soy precisamente una admiradora incondicional del Imperio, señor.
Lanox rió.
-Si lo fuera, yo no habría sido tan vehemente. Nunca es demasiado agradable predicar a los que ya se han convertido, Madame. –Ofreció una sonrisa sincera, desprovista de sarcasmo; tal vez incluso con algo de autocrítica, pensó Neela. Se había avergonzado a sí mismo al divagar sobre su devoción por el Imperio.
Neela estaba sorprendida y molesta por esta visión de su humanidad; se había acostumbrado a despreciar a cualquier persona leal a Palpatine, en particular a los oficiales de la jerarquía. Instantáneamente desechó su siguiente pensamiento acerca de que la sonrisa le hacía parecer casi guapo.
-Estoy empezando a pensar que no confía en mí -continuó Lanox-. Teniendo en cuenta su afirmación de que tiene mi vida en sus manos, me sorprende. -La sonrisa del imperial se hizo más grande, y entonces lo vio: la burla en sus ojos.
-¿Un jefe militar de la rebelión que no confía en el comandante de una nave de guerra imperial? -replicó ella-. Vaya, Capitán, ahora soy yo quien está sorprendida.
Lanox bebió un sorbo de vino.
-Parece bastante estúpido por parte de la Alianza permitirle vagar tan lejos de su protección. Pero siempre he dicho que estaban locos.
-Tuvieron la bastante sabiduría para destruir la Estrella de la Muerte.
-Pero no tienen la suficiente para mantener su fuerza. La Rebelión es un molesto insecto que debe ser aplastado y destruido por voluntad del Emperador.
-Algunos insectos tienen un aguijón venenoso, señor.
Por un brevísimo instante, ella pudo ver admiración en sus ojos, pero rápidamente quedó oculta de nuevo tras esa exasperante mirada de superioridad que hacía que todos los imperiales parecieran estar mirando por encima del hombro, aunque no lo estuvieran haciendo.
-Por su bien, Madame, espero que las negociaciones que tiene en mente cuenten con mi aprobación, o puede que, pese a la amenaza de una nave suicida, se encuentre como mi invitada más tiempo del que había previsto.
-Mi propuesta es muy simple -respondió ella-. Regrese conmigo a una base rebelde y pásese junto con su nave y su tripulación a la Alianza.
Él le dirigió una mirada de burlona desaprobación.
-Con respuestas como esa, se está asegurando su cautiverio. -Se puso de pie-. Voy a enviar un contingente armado para tomar el control de su pequeña nave.
-El Estrella Cruzada está programado para detonar ante la primera presencia desconocida.
-Dudo que los rebeldes arriesguen su vida con tanta indiferencia.
-Usted lo ha dicho: mi nave mi mejor garantía de seguridad. No la ha destruido ni me ha tomado como rehén, ¿no es así?
-Sólo porque he decidido no hacerlo. Informaré a su piloto de que usted y su ayudante serán ejecutados a menos que él coopere.
Ahora fue el turno de Neela de poner un gesto de desaprobación.
-Mi vida y la vida de mi ayudante no son nada. Obviamente, para que hayamos llegado tan lejos, es que hay en juego mucho más que sólo dos vidas.
Lanox levantó una mano en señal de resignación fingida.
-Hay que pensar en todas las tácticas posibles. -La miró por un momento, pensando que era una gran lástima que se hubiera vuelto contra el Imperio. A pesar de que nunca antes la había visto personalmente, él había admirado durante años su astuta mente. Antes de la guerra, había sido lo bastante conocida en la Antigua República para aparecer en casi todos los holoreportes y noticiarios diarios, y por lo general se debía a que había superado a algún notable oponente, o de alguna manera había conseguido que el Senado adoptase su punto de vista.
Realmente era una mujer atractiva... si uno se sentía atraído por los rebeldes, cosa que se recordó a sí mismo que él no era.
-Parece que estamos en tablas –suspiró-. Voy a tener que acompañarla a la celda de detención.
-No lo creo -respondió ella-. Stasheff y voy regresaremos ahora a nuestra nave y esperaremos su decisión. Por favor, recuerde que si es la equivocada, será la última que haga. Estaría muy agradecida si usted hiciera que trajeran aquí a mi ayudante, y luego nos acompañase a los dos de vuelta al pasillo umbilical.
Ella vio cómo su expresión alternaba entre la incertidumbre y la desazón. Por último, bajó la mirada hacia la mesa y tomó una copa de pie largo.
-¿Encontró el vino de su agrado?
-Siempre he apreciado el buen vino alderaani.
-Sí. -Tomó un sorbo, y luego le sonrió por encima del borde del vaso-. Qué lástima que Alderaan ya no hará más vino. Haré que traigan a su ayudante.

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