viernes, 21 de junio de 2013

No harás daño (y II)


Pasar más allá de la bahía de atraque fue mucho más fácil de lo que esperaba. Haslam, haciendo una imitación perfecta de un oficial imperial -discurso seco y la postura formal incluidos-, se identificó como un tal teniente Grallant, número de operación 13398247, y a nosotros como contrabandistas y posibles simpatizantes rebeldes. El comandante de la base, que parecía haber oído todo eso demasiadas veces en el pasado, nos hizo un gesto cansado con la mano indicando el pasillo que supuse que nos llevaría a la zona de espera.
Desfilamos por el pasillo gris, terminando en una gran bahía con pasillos llenos de celdas que se abrían a intervalos regulares. El banco central informático estaba habitado por cuatro soldados de asalto que sostenían rifles bláster por lo menos tan grandes como los que sujetaban Enkhet y Gowan, y un oficial de uniforme cuidadosamente planchado, que llevaba la insignia de capitán y que parecía estar mucho más alerta que su comandante. El oficial levantó la vista cuando entramos, y todos los soldados se movieron ligeramente para apuntar sus rifles no precisamente a nosotros, pero sin duda en nuestra dirección. De repente encontré más difícil respirar. Parte de mi cerebro estaba considerando seriamente decir "No cuenten conmigo, gracias, no quiero jugar más", dar la vuelta y caminar de regreso a la nave. Dado que eso habría arruinado el precioso guión de Haslam, y yo estaba demasiado congelada para moverme de todos modos, me quedé quieta y en silencio.
Haslam repitió el asunto del nombre, rango y número de operación para el oficial, que (gracias a los cielos) no parecía estar inclinado a presentar problemas. En cambio, amablemente encendió el ordenador y nos asignó a cada uno de los tres un número de celda. El procesamiento de los prisioneros aparentemente se llevaba a cabo dentro de las celdas, en lugar de en el área abierta; para reducir el riesgo de fugas, supuse. Dado que una fuga era precisamente lo que teníamos planeado, no encontré alentadora esa información.
Enkhet presionó el cañón de su bláster en mi espalda, empujándome hacia adelante. El capitán Quiensea dio un paso adelante para ayudar a conducirnos a nosotros, rudos criminales, a las celdas para ser procesados. Haslam lo detuvo con una mano levantada.
-Voy a tener que pedirle a usted y a sus hombres que salgan por unos minutos.
-¿Qué? -preguntó el capitán sin comprender.
-Necesito que usted y sus hombres salgan del área temporalmente. -Haslam habló en voz aún más baja, con un aire de complicidad-. Pertenezco a Inteligencia. Sospechamos que estos presos han tenido acceso a información de alto secreto sobre los movimientos de varias células rebeldes. No es que no confiemos en un leal oficial imperial, pero la presencia de estos prisioneros aquí tiene que mantenerse en el más absoluto secreto hasta que se haya completado el interrogatorio. Estoy seguro de que lo entiende.
-¿Sabe el comandante Caton algo de esto?
-No, y es importante para el esfuerzo de guerra que en este momento no lo sepa nadie. No puedo decirle más. Ni siquiera debería haberle dicho esto. La razón por la que los he traído aquí es porque conozco la reputación de los oficiales y soldados de esta base. No hay lugar más seguro en toda la galaxia.
-Entiendo -dijo el capitán con gravedad, e indicó a los soldados que lo siguieran por la puerta. Evidentemente, la adulación servía de mucho.
-También tengo que desactivar temporalmente las cámaras de seguridad. Sólo hasta que sean procesados, ya entiende. Nadie debe saber de su presencia.
-Entendido. -Y fue tan fácil como eso. Los impes simplemente salieron y cerraron las puertas detrás de ellos. Gowan, con el casco fuera, ya estaba pirateando el equipo; después de un momento, las cámaras montadas en torno al techo quedaron a oscuras.
Haslam recorrió rápidamente la sala para comprobar no-sé-qué, mientras Enkhet nos quitaba las esposas. Melenna estiró los brazos y las manos hacia adelante para eliminar la rigidez.
-No tenías por qué apretarlas tanto -se quejó suavemente-. Tengo las manos dormidas.
-Eras tú la que quería ser convincente.
Liak gruñó una amonestación y la disputa -probablemente el capítulo más reciente de una larga saga- cesó. Mientras tanto, yo estaba escarbando de nuevo en mi botiquín, asegurándome una vez más de que ninguno de los preciosos equipos o viales de medicamentos estuviera dañado. El ligero cosquilleo de mis músculos en tensión, el preludio habitual a una reanimación total, empezaba a asomar a través de mi miedo.
-¿Dónde está? -pregunté.
-Estoy buscando -respondió distraídamente Gowan, con su atención totalmente ocupada por las imágenes parpadeantes de la pantalla-. Bueno, aquí está. Celda 2826.
-¡Bueno, venga, vayamos!
-Aurin -dijo Haslam en voz baja-. Yo estoy al mando de esta misión. Vamos cuando yo lo diga.
-Haslam -dije en el mismo tono-, ha logrado que pasásemos a través de los impes. Ahora se trata de una misión médica. Ese es mi departamento, ¿recuerda? Hay un hombre muriendo en una de estas celdas. Tengo trabajo que hacer. Déjeme hacerlo. -Las palabras "o de lo contrario... " quedaron flotando en el aire. No sabía muy bien qué implicaría "o de lo contrario", pero Haslam se dio cuenta de que yo hablaba en serio de todos modos. Él medio rió, medio suspiró, y dio la señal de avanzar.
La celda estaba al final del pasillo central. Mientras Enkhet montaba guardia cerca de la entrada -Gowan se había quedado atrás para buscar algo más de información en los ordenadores-, Haslam introdujo un complejo código en el teclado junto a la puerta. Se abrió deslizándose para revelar un humano delgado de pelo gris tumbado en la plataforma en el extremo más alejado de la pequeña habitación. Se incorporó a medias sobre un codo, con los ojos muy abiertos al vernos. Absorbí detalles mientras me acercaba rápidamente a su lado, soltándome el botiquín de alrededor de la cintura: estaba muy pálido, con los ojos hundidos y los labios secos, lo que indicaba deshidratación, pero estaba despierto, alerta y consciente. Me había estado preparando para un paciente en las puertas de la muerte, y estaba sorprendida del relativamente buen aspecto que tenía.
-¿Es este el equipo de rescate? -Su voz era suave y ronca, pero mantenía un toque de humor irónico.
-Nosotros somos. -Melenna me había seguido de cerca, y le ofreció una deslumbrante sonrisa que sospeché que podría levantar a cualquier hombre de su lecho de muerte en poco tiempo. Probablemente esa fuera su intención. "Cualquier cosa para que la misión sea un éxito", había comentado brevemente durante el viaje. Si coquetear con el rescatado ayudaba en algo, lo haría.
-No os... esperaba. -Tuvo que respirar en medio de la corta frase: sí, necesitaba algo de ayuda. Durante la conversación había estado abriendo rápidamente mi equipo; en ese momento coloqué la UAI –unidad de acceso intravenoso- en la parte superior de su pecho y presioné el interruptor de activación. Mientras que el catéter se enterraba a través de su piel en busca de la vena subclavia que conducía directamente a su corazón, abrí dos ampollas de Clondex, una de esteroides endógenos, un parche de cordina, y un litro de solución de suero de reemplazo, y los coloqué todos al alcance de mi mano. Liak se agachó a mi lado, listo para ayudar si fuera necesario; Haslam se mantuvo alerta en la puerta.
-Hey -comentó Melenna-, nunca subestimes el poder de una mujer.
-Estás en mejor forma de lo que pensaba que estarías -le comenté mientras trabajaba.
-Yo tenía tres viales de... Clondex cuando llegué aquí... He estado reduciéndome la dosis. No se me acabó... hasta hace dos días.
-¿Cómo conseguiste pasarlos por el cacheo corporal? -preguntó Melenna.
-Me los tragué. -Débil como estaba, Vibrion le guiñó un ojo. Melenna siguió esa declaración a su conclusión lógica e hizo una mueca; curioso, yo no habría pensado que fuera de tipo aprensiva. Pasé el escáner sobre su cuerpo, advirtiendo el corazón pequeño (otro signo de deshidratación) y la reducción de los riñones y las glándulas suprarrenales, que eran síntomas del Zithrom. La presión arterial era un poco baja, el ritmo cardiaco un poco rápido, pero por lo demás todo parecía bastante normal. Dejé escapar un suspiro de alivio. Esto no va a ser tan malo como yo pensaba, gracias a los cielos. Y recuerda, la próxima vez que Briessen quiera enviarte a una de estas cosas, di que no.
La UAI hizo clic, y un reflujo de la oscura sangre venosa apareció en la cámara de acceso, lo que indicaba que el catéter estaba en la vena. Inyecté la primera unidad de Clondex y el esteroide rápidamente, luego comencé a alimentar la solución de suero lo más rápido que pude. Tuve que tener cuidado aquí; proporcionar un gran volumen de líquido demasiado rápido podría resultarle perjudicial y causarle insuficiencia pulmonar y renal.
-¿Cómo vamos? -preguntó Haslam-. Tenemos que salir pronto.
-Necesito unos minutos más. ¿Nos han descubierto?
-No hay señales aún –dijo-, pero no tentemos a la suerte. Liak, ve a abrir la entrada del túnel de acceso y espera allí.
Liak se apartó de mi lado y salió por la puerta, agitándome el pelo con su gran pata al pasar.
La bolsa de fluido estaba casi vacía; la apreté para conseguir que las últimas gotas entraran en mi paciente, y luego la desconecté. Vibrion ya tenía mejor aspecto, con los ojos menos hundidos y el color regresando a su cara. Le di la segunda dosis de Clondex, y a continuación planté el parche de cordina sobre su cuello. Se puso rojo, levantando una mano temblorosa hacia su frente mientras el estimulante hacía efecto.
-El dolor de cabeza pasará en un minuto -le dije-. Esto te ayudará a mantenerte en pie. Tenemos que salir de aquí. ¿Puedes sentarte?
Vibrion asintió, haciendo una mueca mientras le ayudaba a sentarse y volvía a comprobar su presión arterial; aguantaba constante. Hasta ahora, todo bien.
-Liak tiene el túnel abierto -dijo Haslam, con calma pero con una nota de urgencia subyacente en su voz. Alcé a Vibrion a una posición de pie, Melenna dio un paso para que él pudiera apoyar el brazo sobre su hombro, y volví a revisar las lecturas del escáner; su pulso había aumentado 10 latidos por minuto para compensar el cambio en la postura corporal, pero la presión arterial se mantenía estable.
-¿Estás bien? -le pregunté.
-Estoy bien. -Él sonrió débilmente-. Vamos.

***

El túnel de acceso corría paralelo a lo largo del pasillo, un pasaje polvoriento, brillantemente iluminado, con la altura justa como para estar de pie (Liak y Enkhet tenían que agacharse un poco) y la anchura justa para avanzar en fila de a uno. Melenna, Vibrion y yo, unidos en la retaguardia, nos deslizábamos de costado. Liak iba en cabeza, seguido de Enkhet y Gowan; Haslam estaba en el centro, donde podía supervisar a todos a la vez. Era un proceso lento, y al principio nos vimos obligados a retroceder y volver a comenzar un par de veces. Yo no tenía la menor idea de a dónde íbamos, y no estaba segura de si me importaba. Había hecho lo que había venido a hacer, y el reflujo del exceso de adrenalina sin usar después de la acción me había dejado agotada, cansada y hambrienta. Melenna, por otra parte, parecía alterada y nerviosa.
-Esto nos está costando demasiado tiempo -dijo entre dientes a Haslam, justo por delante de ella-. ¿Cuánto tiempo crees que pasará antes de que los impes se den cuenta de que pasa algo? No son todos idiotas, ¿sabes?
-Soy consciente de eso, Melenna -dijo Haslam con medida calma-. Sólo han pasado once minutos. Tenemos tiempo.
¿Once minutos? ¿Cómo podían haber pasado sólo once minutos? Parecían haber pasado horas desde que había entrado en esa celda.
Liak gruñó algo desde la cabeza de la fila, y seguimos avanzando. Eché un vistazo a Vibrion en varias ocasiones, reevaluando su estado; después de unos minutos estaba goteando sudor - hacía calor en el túnel- y perceptiblemente más pálido cuando se pasó el efecto de la cordina, pero se agarraba suavemente mis hombros y seguía moviéndose. Se me ocurrió que, tan frágil como parecía ese anciano, cualquiera que -a su edad, y agobiado por la enfermedad crónica- pudiera fundar y dirigir toda una célula de la Rebelión tenía que ser más duro que el titanio templado. Sin duda lo estaba demostrando ahora.
Después de unos largos minutos más de esa empresa, todos nos detuvimos a una señal de Liak: nos acercábamos a la bahía de atraque. El plan consistía en lanzar una granada de concusión en la bahía mientras permanecíamos a cubierto en el túnel; con los guardias incapacitados y el haz tractor presumiblemente desactivado, nos deslizaríamos en nuestra lanzadera robada, despegaríamos, y evadiríamos la persecución el tiempo suficiente para completar los preparativos para saltar al hiperespacio.
Al menos, esa era la teoría.
Todos nos agachamos en el suelo polvoriento del túnel, excepto Vibrion, que se sentó bastante repentinamente, como si sus piernas ya no pudieran sostenerlo. Melenna lo apoyó en la pared mientras yo rebuscaba en el medipac para sacar otro parche de cordina. No estaba segura de que fuese demasiado acertado darle otra dosis -le podría causar un fallo cardíaco-, pero quería tenerlo a mano por si lo necesitaba. Un destello de color blanco me llamó la atención por el rabillo del ojo en la esquina más lejana del pasillo, y alcé la mirada.
Un soldado de asalto, aplastado contra la pared curva, estaba dando la vuelta a la esquina, con el bláster alzado y apuntándome directamente a mí.
Emboscada, pensé, muy fría y claramente, mientras el tiempo parecía detenerse a mi alrededor. Me daba la impresión de no poder respirar; las náuseas y el vacío aturdido eran casi exactamente lo que había sentido a los seis años, al caer desde un balcón de plancha sobre el estómago. Pero mi mente, entrenada para funcionar lógicamente en una crisis, siguió trabajando todo el rato: No hay tiempo para advertir a Haslam. Estás bloqueando a los otros; no pueden rodearte para disparar. Si caes, Vibrion es el próximo de la fila.
Tienes un bláster.
Mi mano derecha sacó el pequeño bláster de apoyo de la funda bajo mi manga izquierda, apuntó al soldado, y disparó. El disparo salió hacia arriba en un ángulo suficiente para pasar entre el peto y la parte inferior del casco; le dio de lleno en la garganta, y el soldado dejó escapar un murmullo ahogado y cayó de rodillas. Su casco quedó suelto al caer, permitiéndome una breve visión de un hombre muy joven, de cabello castaño claro húmedo por el sudor y pegado a su cráneo, ojos grises claros abiertos de asombro, antes de que cayera de plano sobre su cara.
Apenas tuve tiempo de asombrarme por haberle disparado de verdad, cuando ya estaba rodeada de disparos bláster: Haslam y los demás se habían dado cuenta de que algo estaba pasando detrás de nosotros, y disparaban por encima de mi cabeza en un patrón de disparar y agacharse perfectamente coreografiado que decía que ya habían estado en situaciones como esta antes. Los demás soldados, rota su cobertura, habían salido de la esquina y nos estaban disparando. Yo comencé a dar marcha atrás, con una idea confusa de proteger a Vibrion con mi cuerpo, pero Melenna me susurró:
-¡Abajo!
Su frase fue acentuada por una explosión atenuada, pero muy fuerte, procedente de la dirección de la bahía de atraque, que sacudió las paredes que nos rodeaban. Tragué saliva para igualar la presión en mis oídos e hice un par de disparos al azar hacia los soldados, al tiempo que tanteaba detrás de mí con mi mano izquierda buscando la muñeca de Vibrion. Su pulso era rápido y un poco irregular, pero fuerte; me apretó la mano en señal de débil consuelo.
Durante todo esto, me había olvidado de tratar de volver a respirar. Jadeé, y el aire entró corriendo en mis pulmones, haciendo que me sintiera repentinamente mareada. Dejé caer la frente sobre mi muñeca; doblada torpemente en una posición semi-fetal en el suelo, no había mucho más que fuera capaz de hacer. Me quedé allí, agarrando la mano de Vibrion, hasta que alguien me agarró fuertemente del hombro.
-¡Venga! -gritó bruscamente una voz-. ¡Nos vamos!
Miré hacia arriba para ver a Gowan inclinado sobre mí, sin el casco y con un pliegue carbonizado de quemadura de bláster cruzando su frente, donde un disparo le había rozado. Me agarró de la muñeca, me puso en pie, y me empujó hacia delante, hacia la bahía de atraque. Detrás de nosotros sólo quedaba un montón de armaduras blancas, el chico de ojos grises oculto bajo sus compañeros. El suelo de la bahía estaba cubierto de manera similar con los cuerpos flácidos de soldados y oficiales, todos inconscientes al mismo tiempo por la explosión de la granada de concusión de Liak. Haslam, esperándonos en la entrada, me agarró del brazo y me hizo subir la rampa de la lanzadera justo detrás de Melenna y Vibrion; él estaba apoyándose en su hombro, con las rodillas dobladas y claramente al borde del colapso. Gowan nos siguió al interior, golpeó el cierre de la puerta y se dirigió a la cabina a la carrera; los motores ya estaban rugiendo en la secuencia de arranque. Haslam nos dejó a Vibrion y a mí en los asientos de pasajeros, nos abrochó rápidamente los arneses, y luego se volvió para seguir a Melenna a popa.
-¿A dónde vais? -jadeé.
-A manejar las armas -dijo por encima del hombro, sin perder el paso.
-¿Armas? ¡Pensaba que las lanzaderas no tenían armas!
No hubo respuesta, salvo las sacudidas de la nave al alzarse; luego fuimos arrojados hacia atrás por la fuerte inercia de la aceleración cuando la lanzadera salió disparada hacia adelante. Los minutos siguientes fueron una burda aproximación de una atracción repulsoelevadora de feria en la que había montado una vez durante una Semana Festiva de Coruscant: moviéndose hacia arriba, hacia abajo, hacia los lados, como un sacacorchos, y varias direcciones menos imaginables, todo ello a una velocidad vertiginosa, en total oscuridad (las luces de la cabina se habían apagado durante la segunda maniobra a alta velocidad), y esta vez con la emoción añadida de gente disparándonos. Pude escuchar vagamente la charla casual de Haslam y Melenna mientras respondían a los disparos; evidentemente esta lanzadera tenía armas. Vibrion estaba demasiado lejos para que yo llegase hasta él, pero estaba sentado acurrucado en sus arneses, con los ojos hundidos de nuevo en su rostro, pero chispeantes. La gente dice que los médicos de emergencia son adictos a la emoción, pero esto se estaba volviendo ridículo. Sin embargo, Haslam tenía razón sobre el pilotaje de Enkhet; incluso yo me daba cuenta de que estaba haciendo un trabajo excelente para mantenernos de una pieza. Finalmente el viaje se convirtió en un bocadillo de Aurin en alta gravedad, extrayendo el aire de mis pulmones cuando la lanzadera daba el salto al hiperespacio con las estrellas estirándose.
Los minutos siguientes fueron un borrón, mientras acomodaba mejor a Vibrion y le daba un poco más de fluido y media dosis más de Clondex. Haslam había recibido un disparo de bláster en el hombro izquierdo, y había tenido la suerte de que no le afectase a ninguno de los grandes vasos y plexos nerviosos; lo limpié y vendé su herida y la de Gowan. Melenna, que había estado a plena vista de los soldados y sin armadura ni ninguna otra forma de protección, no tenía ni un rasguño.
-Por eso la llevamos siempre con nosotros –bromeó alegremente Enkhet, caminando a la sala común desde la cabina-. Es nuestro amuleto.
Melenna le golpeó suavemente en la coronilla con una sonrisa burlona, y Enkhet tiró juguetonamente de uno de sus dorados rizos sueltos.
Terminé el vendaje de Haslam y estaba a medio camino de volver guardar todo en el medipac, pensando que parecía buena idea tomar una bebida caliente, cuando me atacaron los temblores. Siempre me pongo un poco temblorosa después de una emergencia; por lo general se pasa después de unos pocos segundos, pero esta vez se puso cada vez peor. Me arrodillé en las placas de la cubierta en el rincón de la sala común, con la cara vuelta hacia la pared, mientras los horribles pensamientos burlones se arrastraban por mi cerebro.
Disparaste al soldado. Lo mataste. Creía que se suponía que eras médico, ¿recuerdas?
¡Tuve que hacerlo! Era él o nosotros.
Sí, claro. Toda esa moralina piadosa sobre tu juramento, y no hacer daño, y la santidad de la vida inteligente... y nada de eso significa realmente nada, ¿verdad?
No era sólo yo, no sólo mi propia vida. Tenía que proteger a un paciente. Tenía que proteger a todo el grupo.
¡Oh, venga ya! ¿Tú tenías que protegerlos? ¿Quién te ha nombrado Héroe del Universo? Reconócelo: puedes hablar todo lo que quieras sobre moralidad, pero a fin de cuentas has quitado una vida. No eres una sanadora, eres una asesina.
-¿Aurin?
Una mano me tocó el hombro y me volví. Gowan se arrodilló a mi lado, con aspecto cansado y maltrecho y absurdamente joven, con franca preocupación en sus ojos oscuros. Le miré, incapaz de hacer pasar ninguna palabra por la pelota de hessa que se había alojado repentinamente en mi garganta.
-Sabes -dijo lentamente-, hiciste un buen trabajo ahí fuera.
-Yo lo maté. -Una respiración profunda me permitió hablar, pero no pudo evitar el temblor de mi voz.
-Lo sé. Y siento que tuvieras que hacerlo... pero no puedo decir que siento que lo hicieras. -Su voz era firme, tranquila-. Escúchame, Aurin... esto es una guerra. El objetivo de la guerra es que si puedes matar a bastante gente del otro lado, se rendirán. Eso es algo duro con lo que vivir. Y lo que es aún más duro es que, a veces, en la matanza quedan atrapadas personas que en realidad no deberían estar allí. Y creo que eres una de esas personas.
-Puedes decir eso otra vez. –Se me escapó un débil gemido, mitad risa, mitad sollozo-. Se supone que tengo que mantener a la gente viva, no... esto.
-Exactamente. Y eso es lo que hace que lo que hiciste hoy sea tan valioso. La Rebelión no tiene ni de lejos tantas tropas como el Imperio. Si no podemos seguir con vida el tiempo suficiente para ganar esta guerra, habremos malgastado nuestras vidas. Míralo de esta manera: has ayudado a mantenernos a todos con vida un poco más de tiempo para librar esta batalla. Y mantuviste a Vibrion con vida, y eso es aún más importante, por ser él quien es. Porque él puede atraer a otros que creen que lo que estamos haciendo es lo correcto.
No me esperaba tanta dulzura, tanta elocuencia de este hombre oscuro que apenas había hablado durante toda la misión. El nudo en mi garganta se disolvió rápidamente en lágrimas. Gowan puso torpemente un brazo alrededor de mis hombros mientras lloraba, lágrimas calientes de vergüenza, de auto-recriminación, de dolor y de pura reacción a los acontecimientos del día.
Las tensiones y el dolor fueron saliendo gradualmente fuera de mi cuerpo, junto con las lágrimas. Después de unos minutos, simplemente dejé de llorar y me dejé caer agotada en la pared, me pasé la manga por los ojos y sonreí temblorosamente hacia Gowan.
-Ya estoy bien. De verdad -añadí ante su mirada incrédula-. Siento haberte llenado de lágrimas. Yo sólo... quisiera estar a solas un momento.
Él asintió con la cabeza y se levantó.
-¿Quieres algo? ¿Una bebida?
-Ahora no, gracias.
Él asintió con la cabeza y avanzó hacia la cabina.
-¿Gowan?
Se dio la vuelta.
-Gracias.
Él volvió a asentir y se alejó. Me quedé allí sentada por un tiempo, con los ojos cerrados y la mente a la deriva. En su mayor parte, había hecho lo que vine a hacer. Había conseguido que Vibrion saliera con vida de la prisión; yo misma había logrado escapar, al igual que el resto del equipo. Y si todo eso se debía en parte a que hubiera violado mi juramento de no hacer daño... bueno, tal vez se podrían hacer excepciones por haber hecho algo malo por una buena razón. Tal vez las bonitas reglas de la medicina no se mantenían demasiado bien en la guerra. De cualquier manera, no había nada que pudiera hacer al respecto ahora... excepto desear que ese chico de ojos grises se hiciera uno con la Fuerza que nos une a todos, y seguir adelante con mi vida y mi trabajo lo mejor que pudiera. Suspiré, me levanté -dolorida como por las secuelas de un disparo aturdidor- y fui en busca de esa bebida caliente.

***

Me dieron una medalla cuando regresamos: el Premio al Logro de Campo, la que dan a todos los operativos de campo que regresan de su primera misión. Todavía la tengo. La tiré en un cajón y no la he mirado desde entonces. Pero al igual que una herida a medio curar, siempre sé que está ahí.

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