Comida y refugio
Kathy Tyers
La gélida ventisca de Alzoc III agitaba el pesado
abrigo térmico del uniforme de Pter Thanas, y las ráfagas le penetraban hasta
los huesos. Cruzar los brazos delante del pecho le ayudaba a mantener el calor;
subir de nuevo en su reptador todo terreno ayudaría mucho más, e iba a hacerlo
en aproximadamente un minuto. Estaba de pie a sotavento del reptador, que le cobijaba
del grueso del vendaval pero no impedía que parte del viento siguiera azotándole.
Gruesas gafas oscuras protegían sus ojos contra el resplandor de las heladas llanuras
de Alzoc. Durante el día, los grandes nativos talz de pelaje blanco cerraban
sus ojos inferiores, más grandes, y miraban usando un par de ojos más pequeño,
en la parte superior de sus caras redondas. Los soldados de Thanas a menudo se
burlaban de los gigantes de cuatro ojos, pero él los encontraba extrañamente bellos.
El pozo parecía una herida en la rocosa superficie
de Alzoc. Sus paredes rojizas caían hacia una sombría oscuridad. Cintas
transportadoras mecánicas sacaban mineral al exterior, pero los peludos
esclavos mineros talz, una vez que bajaban al pozo, nunca volvían a salir. Los
hombres de Thanas arrojaban periódicamente por el borde alienígenas jóvenes,
para reemplazar a los mineros que morían (la mayoría de ellos de hambre) o que resultaban
heridos. Sonaba cruel, pero al caer su grueso pelaje amortiguaba el golpe.
Además, Alzoc sólo proporcionaba un beneficio
marginal. Había que recortar gastos. Esas habían sido las órdenes de Pter
Thanas.
Pero en los últimos días, subía a diario a ese
punto elevado. Mirando al pozo bajo él, observaba cómo trabajaban los
alienígenas. Había comparado la productividad de tres docenas de individuos,
registrándola en su tableta de datos. Hoy, estaba seguro: Los más grandes y más
rechonchos se movían más rápido, y no era un simple asunto de juventud frente a
edad. Compartían meticulosamente sus raciones, en lugar de luchar para asegurar
la supervivencia de los jóvenes. Los talz eran tan bondadosos como sugería su
aspecto.
Si sus trabajadores comían mejor... si trabajaban mejor
y más rápido... ¿acaso eso no mostraría mejores beneficios para el Imperio?
Introdujo la mano en un profundo bolsillo de su
abrigo. Las tabletas de datos preparadas para el trabajo en climas fríos tenían
teclas más grandes, para facilitar su uso con guantes térmicos. Tecleó su
presupuesto para la planta de síntesis de alimentos, dividido entre el número
de trabajadores del pozo y sus familias tribales en la superficie, añadió
algunas variables más, y calculó la ecuación dos veces.
Eso borró sus últimas dudas. Si alimentaba el doble
a los talz, la producción se triplicaría. Incluso podría ofrecer primas en
alimento a los más productivos.
Pter Thanas introdujo de nuevo la tableta de datos
en su abrigo y se volvió hacia su reptador todo terreno. El conductor le abrió
la puerta desde el interior.
-A la base –dijo Thanas mientras subía a bordo-. A
toda velocidad.
Al sentarse fuera del alcance del viento, sus
músculos se relajaron. El ambiente templado le hacía sentirse bien. Al igual
que su decisión.
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