miércoles, 30 de septiembre de 2015

Comida y refugio

Comida y refugio
Kathy Tyers

La gélida ventisca de Alzoc III agitaba el pesado abrigo térmico del uniforme de Pter Thanas, y las ráfagas le penetraban hasta los huesos. Cruzar los brazos delante del pecho le ayudaba a mantener el calor; subir de nuevo en su reptador todo terreno ayudaría mucho más, e iba a hacerlo en aproximadamente un minuto. Estaba de pie a sotavento del reptador, que le cobijaba del grueso del vendaval pero no impedía que parte del viento siguiera azotándole. Gruesas gafas oscuras protegían sus ojos contra el resplandor de las heladas llanuras de Alzoc. Durante el día, los grandes nativos talz de pelaje blanco cerraban sus ojos inferiores, más grandes, y miraban usando un par de ojos más pequeño, en la parte superior de sus caras redondas. Los soldados de Thanas a menudo se burlaban de los gigantes de cuatro ojos, pero él los encontraba extrañamente bellos.
El pozo parecía una herida en la rocosa superficie de Alzoc. Sus paredes rojizas caían hacia una sombría oscuridad. Cintas transportadoras mecánicas sacaban mineral al exterior, pero los peludos esclavos mineros talz, una vez que bajaban al pozo, nunca volvían a salir. Los hombres de Thanas arrojaban periódicamente por el borde alienígenas jóvenes, para reemplazar a los mineros que morían (la mayoría de ellos de hambre) o que resultaban heridos. Sonaba cruel, pero al caer su grueso pelaje amortiguaba el golpe.
Además, Alzoc sólo proporcionaba un beneficio marginal. Había que recortar gastos. Esas habían sido las órdenes de Pter Thanas.
Pero en los últimos días, subía a diario a ese punto elevado. Mirando al pozo bajo él, observaba cómo trabajaban los alienígenas. Había comparado la productividad de tres docenas de individuos, registrándola en su tableta de datos. Hoy, estaba seguro: Los más grandes y más rechonchos se movían más rápido, y no era un simple asunto de juventud frente a edad. Compartían meticulosamente sus raciones, en lugar de luchar para asegurar la supervivencia de los jóvenes. Los talz eran tan bondadosos como sugería su aspecto.
Si sus trabajadores comían mejor... si trabajaban mejor y más rápido... ¿acaso eso no mostraría mejores beneficios para el Imperio?
Introdujo la mano en un profundo bolsillo de su abrigo. Las tabletas de datos preparadas para el trabajo en climas fríos tenían teclas más grandes, para facilitar su uso con guantes térmicos. Tecleó su presupuesto para la planta de síntesis de alimentos, dividido entre el número de trabajadores del pozo y sus familias tribales en la superficie, añadió algunas variables más, y calculó la ecuación dos veces.
Eso borró sus últimas dudas. Si alimentaba el doble a los talz, la producción se triplicaría. Incluso podría ofrecer primas en alimento a los más productivos.
Pter Thanas introdujo de nuevo la tableta de datos en su abrigo y se volvió hacia su reptador todo terreno. El conductor le abrió la puerta desde el interior.
-A la base –dijo Thanas mientras subía a bordo-. A toda velocidad.
Al sentarse fuera del alcance del viento, sus músculos se relajaron. El ambiente templado le hacía sentirse bien. Al igual que su decisión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario