miércoles, 9 de septiembre de 2015

La fuga de Spero

La fuga de Spero
Peter Schweighofer

Sonó el timbre de la puerta de la oficina de Leia. Ella no levantó la vista de las pilas de tabletas de datos que había en el escritorio de su oficina del consulado; los edictos de la semana que iban a ser sometidos a votación en la cámara del Senado Imperial apresuradamente, antes de la semana festiva de año nuevo. Si no terminaba de revisarlos, quién sabe qué nuevas y tiránicas políticas aprobarían las facciones del Nuevo Orden. Tenía que partir pronto para Raltiir, y no podía permitirse retrasarse en su papeleo del Senado. El timbre volvió a sonar.
-Ya he dicho que no quiero que se me moleste –exclamó.
De todas formas, la puerta se abrió deslizándose hacia un lado. Una de las ayudantes menores del consulado asomó la cabeza.
-Mis disculpas por molestarla, princesa –dijo, inclinando avergonzada la cabeza-. El jardinero jefe Spero insiste en que debe verla. Parece bastante urgente.
-Hazle pasar, Maglenna –dijo Leia, con el ceño fruncido por la preocupación.
Spero entró, retorciéndose con ansiedad las manos y los tentáculos de su cabeza roja agitándose con temor.
-Princesa, ha ocurrido algo terrible –tartamudeó-. Estaba trabajando en los jardines consulares y encontré una tarjeta de datos oculta en la jardinera principal. Bueno, sabía que no debería estar ahí, y traté de devolvérsela al jefe del personal doméstico. Cuando iba a hacerlo, un hombre extraño se acercó a mí, dijo que era de Inteligencia Imperial, y me dijo que estaba bajo arresto.
-¿Cómo has llegado aquí? –preguntó Leia.
Spero se ruborizó.
-El hombre estaba junto a la bancada de flores-hongo ancathianas –explicó-. Temiendo poder estar en peligro, silbé en la frecuencia adecuada, y las flores expelieron su polen en una densa nube alrededor del hombre. Los humanos son particularmente sensibles al polen de la flor-hongo, y quedó momentáneamente aturdido. Me deslicé por la puerta trasera del jardín y me dirigí con cautela hasta aquí. Por favor, princesa, debe ayudarme.
Leia sabía que no debería haber permitido que los agentes rebeldes usaran los jardines consulares de Alderaan como lugar de encuentro, y desde luego no aprobaba que usaran la jardinera principal como punto de entrega de tarjetas de datos. Sin embargo, el mal estaba hecho y Spero era uno de los daños colaterales.
-¿Maglenna? –llamó Leia. La joven ayudante apareció de nuevo en el umbral de la oficina-. Lleva a Spero al turboascensor del consulado... el privado, adyacente a la sala de conferencias. Llévalo al sub-nivel 27 y déjalo con Hindred. Él sabrá qué hacer.
-¿Adónde me van a llevar? –preguntó Spero.
-A un lugar seguro –le aseguró Leia, levantándose de su asiento y tomando las temblorosas manos de Spero entre las suyas-. Hindred conoce una docena de escondites seguros, tanto en este sistema como fuera de él. Mientras tanto, haré que nuestros agentes inventen algunos rumores para engañar a la Inteligencia Imperial. No te preocupes, amigo, estarás a salvo.
Spero hizo una reverencia mientras Maglenna le tiraba de la túnica.
-Tendrá mi eterna gratitud, princesa –dijo-. Si nuestros caminos vuelven a cruzarse de nuevo, estaré den gran deuda con usted.
La ayudante le instó a salir de la oficina y lo condujo al turboascensor privado de la sala de conferencias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario