miércoles, 16 de septiembre de 2015

Espíritus afines


Espíritus afines
Christie Golden

-Esta empresa está condenada al fracaso –murmuró Asajj Ventress. Llevaba las manos firmemente atadas a su espalda, y su larga túnica oscura y su pesada capa la asfixiaban bajo el abrasador sol de Florrum.
-Sólo si tú lo estropeas –le contestó Lassa Rhayme en un susurro. La pantorana de piel azul llevaba las ropas de Ventress: botas negras con espinilleras protectoras, pantalones ajustados y una blusa negra de cuello alto bajo una túnica. Había más placas protectoras en el hombro izquierdo y en las caderas, y muchos lugares donde sujetar gran variedad de equipo. La capitana pirata parecía haber nacido para llevar ese conjunto.
Ventress no tenía intenciones de “estropearlo”, pero desde luego estaba teniendo serias dudas acerca de ese plan.
Aceptar esa recompensa había parecido buena idea en su momento. El trabajo había aparecido en el listado junto a un impresionante número de créditos, y Ventress recientemente había invertido una considerable cantidad en reparar la Banshee.
Buscar media docena de pilotos de caza experimentados para servir como escolta de la nave de carga Paso Firme. Sin preguntas. La mitad del pago al cerrar el trato, la otra mitad tras la entrega a salvo del cargamento del Paso Firme.
“Contrabandistas más cargamento es igual a piratas” era una ecuación que Ventress había aprendido mucho tiempo atrás, así que el ataque sobre el Paso Firme no fue algo inesperado. Lo que fue inesperado fue ser rescatados por un segundo grupo de piratas, la Orden del Hueso Sangriento, que también planeaba saquear el carguero.
-Llevábamos semanas planeando esto –le había dicho Lassa Rhayme-. Puedes imaginar mi sorpresa cuando, al llegar la Oportunidad a las coordenadas adecuadas, las únicas naves que vimos fueron cazas flotando a la deriva en el espacio.
Ventress había sido la única superviviente. Rhayme había llevado a la mujer herida a la enfermería de su nave y le había curado las heridas. También había remolcado la Banshee para repararla.
-¿Por qué? –había preguntado Ventress, con curiosidad.
-Al ver que tu nave estaba en tan mal estado y tú seguías viva, tuve una corazonada. Resultó correcta. Encontramos esto. –Rhayme se llevó las manos a la espalda, sacó el sable de luz de Ventress, y se lo lanzó-. Me vendrá bien tu ayuda para recuperar el Paso Firme.
Ventress recibió el familiar peso del arma en su mano. Había esperado echar de menos sus sables de luz rojos gemelos, pero ahora se alegraba de que se los hubieran robado. Los viejos le recordaban demasiado a Dooku, y descubrió que prefería la luz amarilla de este.
-Podría estar dispuesta a ayudarte... siempre y cuando pueda quedarme con cierta parte del cargamento.
-¿Cuál sería?
-Eso sería asunto mío –respondió Ventress.
Rhayme entornó sus ojos dorados mientras miraba escrutadoramente a la mujer que había rescatado.
-¿Un objeto?
-Un objeto.
Ella asintió.
-Ayúdame a recuperar el carguero, y sea lo que sea, es tuyo.
Rhayme había enviado un miembro de su tripulación infiltrado en el Paso Firme. Él había informado de que Hondo Ohnaka, el pirata responsable del robo, no se encontraba actualmente en la base de Florrum; únicamente quedaba una tripulación mínima liderada por un subalterno para descargar el Paso Firme.
-Es un alivio para nosotros; Hondo es avispado, un hueso duro de roer, incluso para ser un weequay.
Weequay.
-Ahora tienes toda mi atención –dijo Ventress-. No... no me gustan demasiado los weequays.
Era un eufemismo. Ventress despreciaba la especie, con sus pieles curtidas y arrugadas y su temperamento agrio. Piratas weequay habían asesinado tanto a su maestro esclavista como, más tarde, a Ky Narec, el Jedi que la había tomado como Padawan. Su mano se tensó sobre su sable de luz con la expectación.
-No te sueltes demasiado con eso, advirtió Rhayme, señalando el arma con la cabeza-. A mí no me gustan demasiado las largas listas de bajas. Matamos cuando es necesario, no por deporte.
-Suenas como un Jedi –dijo Ventress con desprecio.
-No me insultes.
Jiro, el pirata al mando en ausencia de Hondo, había quedado intrigado por la proposición de Lassa cuando contactaron por holograma, y les permitió aterrizar en la depresión llana y rocosa frente al complejo de Hondo. La zona estaba cubierta de escombros. No mucho tiempo atrás, alguien había descubierto ese escondite, y decididamente no mostraba su mejor aspecto. Ventress había localizado el Paso Firme –destacable por estar completamente intacto en medio de las ruinas-, que estaba siendo descargado mientras las “escoltaban” a punta de bláster al interior de lo que quedaba de un gran complejo de varios niveles.
-Estoy empezando a pensar que esto no ha sido tan buena idea –continuó Ventress mientras cruzaban una puerta triangular y pasaban de la luz del sol a la penumbra.
-¡Eh, nada de hablar! –Uno de los piratas clavó un bláster en el costado de Ventress. Ella apretó los dientes para evitar lanzar un empujón de Fuerza contra la desagradable criatura, enviándola al otro extremo del pobremente llamado “gran salón”.
Algunos de los piratas se dedicaban a actividades como beber, flirtear con los miembros femeninos de la tripulación, pelearse por flirtear, apostar en las pelas, y el bello arte de deslizarse de una silla completamente borracho. Pero había otros, cuyas frías miradas se posaron en los recién llegados, que arponeaban comida con navajas como si simplemente estuvieran practicando para tallar carne. Jiro aguardaba a Ventress y Rhayme en el extremo opuesto. Sentado a una larga mesa en un estrado elevado, se recostaba cómodamente en una silla ornamentada que le proporcionaba la mejor vista.
Era uno de los weequays más feos que Ventress hubiera visto jamás, con una fila de mechones de cabello surgiendo como púas de su cabeza desproporcionadamente grande, y dos trenzas más largas cayendo sobre su espalda. El pirata que había conducido a las dos mujeres le tendió el sable de luz de Ventress. Jiro lo miró detenidamente, luego a Ventress, y finalmente a Rhayme.
-Debes de ser alguien especial, para atrapar a una Jedi. ¿Cómo lo lograste?
-La magnífica capitana Rhayme –y Lassa escupió en el suelo- envía a su tripulación para buscar noticias de naves que asaltar. Así es como me crucé con ella. –Miró con desprecio a Ventress-. La encontré herida de bastante gravedad, no sé por qué o por quién, pero todavía viva. La llevé a mi nave, la curé (lo bastante para que pudiera caminar, al menos), y contacté con vosotros.
Ventress ofreció a Lassa una mirada en la que esperaba se viera tanto desafío como cansancio. Jiro se recostó en su silla, reposando sus sucias botas sobre la mesa. En la mesa contigua, alguien eructó.
-He oído hablar de Lassa Rhayme. Parece que no es tu mejor amiga.
-No mucho –dijo Rhayme, mostrando exactamente la cantidad adecuada de odio, torciendo el labio ligeramente. Es buena, pensó Ventress-. Esa bruja es brutal. Una vez abordamos una nave separatista, y robó su droide de tortura. Rhayme siempre había sido dura con su tripulación, pero ahora... –La “cazarrecompensas” meneó su cabeza color lavanda-. Haría cualquier cosa por escapar de sus garras.
-Como traicionar a tu capitana y unirte a la Banda de Hondo, ¿eh? ¿Cómo podríamos confiar en una chaquetera?
Rhayme sonrió dulcemente.
-Hondo te dio a ti una segunda oportunidad cuando le traicionaste, ¿no es cierto?
Ventress reprimió una sonrisa cuando el rostro de Jiro se oscureció por el recuerdo. Ella y Lassa habían hecho sus deberes. Rhayme cruzó los brazos.
-Mira; si miento no tengo nada que ganar, y todo que perder. Os estoy entregando a una Jedi. El rescate que pagará la Orden por su regreso sana y salva será asombroso. Y además... –Colocó las manos sobre la mesa y acercó su rostro al de él-. Te diré todo lo que necesitas saber sobre los planes de Lassa Rhayme. Hondo regresará para descubrir que, en su ausencia, has vencido a una peligrosa capitana pirata y capturado su nave, obteniendo una nueva tripulante leal y una prisionera Jedi en el trato. Puede que hasta te nombre su segundo al mando.
Jiro pensó en ello, retirando las botas de la mesa e inclinándose hacia delante.
-Sin embargo, ¿por qué no quedarte la Jedi para ti misma y reclamar la recompensa?
La paciencia de Ventress se había agotado. Cuanto más les presionaba el weequay, más probable era que se limitase a ordenar que les disparasen a ambas y reclamase toda la gloria para sí. Es hora de menear un poco las cosas.
El sable de luz voló de las manos de Jiro a las de Ventress justo cuando ella se giraba para recogerlo. No podía usarlo para cortar sus ataduras con las manos a su espalda, pero podía luchar. Con un grito, saltó sobre Rhayme, girando en el aire e inclinando su sable de luz con tal precisión que sólo rozó la trenza color lavanda de Rhayme.
-¿Qué...? –exclamó Jiro, y luego se lanzó debajo de la mesa buscando protección.
Rhayme jadeó y miró fijamente a Ventress. Estrechó sus brillantes ojos durados y se lanzó hacia el bláster más cercano, que resultó estar en posesión del pirata que las había conducido al interior. Por tanto, Ventress no quedó descontenta cuando Lassa lo usó como escudo mientras disparaba a la “Jedi”.
Los disparos casi impactan en Ventress. Rhayme parecía furiosa. Su color era más pronunciado y enseñaba los dientes en una mueca de puro odio.
Oh, no. Cree que la he traicionado.
Era una suposición perfectamente razonable. Había habido una época, no muy lejana, en la que habría sido la correcta. Pero no hoy. Ventress tendría que esperar que Lassa Rhayme entendiera lo que estaba haciendo... y que Jiro no lo entendiera.
Dando la espalda a Rhayme, Ventress usó la Fuerza para sentir los disparos y devolverlos con su sable. Escuchó un grito de dolor a su espalda, pero decididamente no era femenino. Bien. Saltó sobre la mesa, dando vueltas en círculo por toda su longitud y alcanzando cualquier brazo o torso lo bastante desafortunado para estar en el brillante camino amarillo de su sable de luz.
-¡Ríndete, Jedi! –dijo la fuerte y clara voz de Lassa.
¿Lo había entendido ya? De un modo u otro, tanto si continuaba con el plan como si acababa con él, Rhayme tendría que detener a Ventress. Dos weequays se abalanzaron sobre la mesa, alzando sus blásteres. Ventress fue a su encuentro de un salto, lanzando patadas con ambos pies. La punta de cada bota golpeó a un sorprendido pirata bajo la barbilla. Sus cabezas se inclinaron hacia atrás y se derrumbaron, ya fuera inconscientes o muertos.
Al aterrizar, una potente patada en la parte baja de su espalda la envió dando tumbos. Le arrebataron el sable láser de las manos y un instante después el dolor estalló en sus muñecas. Lassa Rhayme, capitana pirata, le plantó la bota en la espalda; Ventress inclinó la cabeza a un lado y alzó la mirada, aún insegura de si Rhayme era amiga o enemiga. Rhayme colocó la zumbante punta del sable de luz tan cerca del rostro de Ventress que se vio obligada a entrecerrar los ojos por el brillo.
Tomó aliento a duras penas.
-Me... me rindo –jadeó finalmente.
-No creía que fueras realmente capaz de capturarla –dijo Jiro, ligeramente a regañadientes, mientras se llevaban a la “Jedi vencida”-. Estoy... impresionado.
A Rhayme le dolía el hombro, y pronto tendría varios moratones, pero los había tenido peores.
-Sin duda, los Jedi son duros de pelar. Tengo suerte de que no esté en su mejor momento.
Sujetó el sable de luz en su cinturón con aire casual, como si no hubiera duda de que le pertenecía a ella. Jiro advirtió el gesto, pero lo dejó pasar, razonando sin duda que la cantidad que la banda recibiría del Consejo Jedi le compensaría de sobra por un sable de luz perdido.
-¿Entonces supongo que estamos de acuerdo? –continuó Rhayme-. Obtenéis la recompensa por la Jedi y me aceptáis como miembro de la tripulación, y yo os digo dónde encontrar la flota de Lassa Rhayme.
-Bueno –dijo Jiro a modo de evasiva-, es Hondo quien debe tomar la decisión final.
Ella tomó asiento sin haber sido invitada y, de nuevo, Jiro no protestó.
-No me sorprende. Es su banda, después de todo. Esperaré. ¿Cuándo se espera que vuelva?
Eso tomó a Jiro por sorpresa.
-No lo dijo. Pero yo podría hablarle bien en tu nombre si me dijeras a mí dónde encontrar esa flota. Para que pueda, eh, preparar las naves y dejarlas todas dispuestas, vaya.
Para que puedas enviar ahora a tus hombres y llevarte todo el mérito, vaya, pensó Rhayme, divertida. Y probablemente, de paso, tratando de matarme. Rhayme fingió no haber llegado a esa conclusión obvia.
-¡Es una gran idea! –dijo. Jiro se relajó visiblemente-. Ahora... deja que empiece diciéndote cuántas naves tiene Rhayme bajo su mando, de qué tipo, y sus nombres. –Sonrió-. Creo que un trago me ayudaría a soltar la lengua... si quisieras acompañarme.
Jiro le lanzó una mirada lasciva, tomó una taza que sin duda no estaría nada limpia, y vertió un brillante líquido verde en ella.

***

Las quemaduras en las muñecas de Ventress eran exquisitamente dolorosas, pero no le importaba. Al reducir a Ventress, Lassa había dañado lo suficiente los grilletes aturdidores para que Ventress pudiera liberarse... y eso significaba que Lassa la creía. Podía soportar un poco de dolor.
Una vez que las puertas del gran salón se cerraron tras ella y sus escoltas, Ventress no perdió tiempo. Usó la Fuerza para hacer pedazos los restos de las esposas y extendió las manos a cada lado, con las palmas hacia arriba. Dos de los piratas golpearon con fuerza los muros. Ella se lanzó contra el tercero, que iba hacia ella con el puño alzado y mostrando sus dientes podridos. Ventress le golpeó en la garganta. El cuarto le tomó del brazo. Ella se retorció, usando su impulso y la Fuerza para lanzarlo por encima de su cabeza, lanzándole un golpe en la mandíbula en su caída.
Todos parecían estar vivos, pero inconscientes. Sin embargo, más valía prevenir que lamentar. Ventress despojó a los guardias de sus blásteres, y luego se detuvo. Rhayme le había pedido matar sólo cuando fuera necesario. Con un suspiro, puso uno de los blásteres en aturdir, y ofreció a los piratas una nueva dosis de mundo de los sueños.
Ahora, a por el Paso Firme... y a asegurarse de que el objeto que le habían asignado proteger seguía aún a bordo.

***

Una vez que Lassa contó a Jiro dónde tenía su supuesta base la flota de la capitana Rhayme, él, por supuesto, decidió tomar la iniciativa de inmediato y enviar las naves que hubiera en Florrum para atacar. Lassa le animó a enviar a todos sus hombres, pero él negó obstinadamente con la cabeza.
-Hondo dijo que quería que se descargara el cargamento –insistió.
Eso realmente era una lástima, pero Lassa se consolaba al saber que acababa de enviar a una caza de gamusinos espaciales a todas las naves intactas de Florrum y a todos los piratas excepto Jiro, los que dormitaban tirados en el suelo y los pocos que descargaban el Paso Firme. Con deleite, Lassa relató atroces historias de los terrores que la “malvada capitana Rhayme” perpetraba contra su trabajadora tripulación, ganando tiempo para Ventress. Jiro se lo tragaba todo, pues al parecer había decidido que, ya que había vencido a una Jedi, Lassa era enteramente digna de confianza.
Un movimiento captó la atención de los ojos de Rhayme. La esbelta figura encapuchada de Ventress se mezclaba tan bien con las sombras que era fácil no advertirla. Es muy buena, pensó Rhayme.
-Dime más acerca de esa cerveza que tu capitana Rhayme acapara sólo para ella –dijo Jiro, dejando caer su copa vacía y tratando de rellenarla.
-¿Cerveza? Oh, no, es whisky tevraki –dijo Rhayme, observando a Ventress por el rabillo del ojo sin dejar de sonreír a Jiro-. Y es la cosa más delicada que jamás hayan tocado tus labios.
Los ojos de Jiro brillaron lascivamente ante la invitación implícita. Ventress se abrió paso hasta la puerta y se deslizó al exterior. Lassa aguardó, mientras seguía ofreciendo a Jiro sugestivos comentarios. Esperó unos cuantos minutos más, y entonces colocó discretamente ambas manos sobre la mesa, pulsó un botón en su brazalete, y ofreció a Jiro una brillante sonrisa.
-Bueno, no puedo decir que esto no haya sido divertido, pero debería irme. –Señaló la copa de líquido verde-. Gracias por el... eh... lo que quiera que sea esto.
Jiro entornó los ojos.
-¿De qué me estás hablando?
-Mi transporte debería estar aquí... –Inclinó la cabeza, y fue recompensada por el inconfundible sonido de una nave aterrizando en la plaza exterior-. Ahora mismo.
Más rápido de lo que ella le habría creído capaz, dada la cantidad del alcohol que había trasegado, Jiro saltó por encima de la mesa con un rugido. Rhayme se alejó rápidamente, pulsando el interruptor del sable de luz. Se activó con un chasquido siseante, casi sorprendiéndola por su velocidad. En cualquier caso, una espada era una espada, y Lassa Rhayme sabía cómo usar una. Jiro trató de alcanzar un bláster que alguien había dejado sobre la mesa, pero Rhayme hizo bajar el sable de luz, cortando tanto el bláster como la mesa con tan poco esfuerzo como si estuviera atravesando mantequilla. Jiro gruñó y le lanzó un taburete. De nuevo, Rhayme trazó un arco con la zumbante hoja amarilla y cortó la pieza de mobiliario por la mitad.
Se rio con auténtico deleite. ¡Qué arma tan gloriosa! La hizo oscilar simplemente para escuchar el sonido que hacía.
-¿Quién de vosotras es la Jedi? –exclamó Jiro.
-¿Jedi? –dijo una suave voz temblando de indignación-. ¿En mi salón? ¿De nuevo?
Jiro y Rhayme se giraron simultáneamente para ver la silueta de Hondo Ohnaka recortada en la puerta triangular. Llevaba una electrovara con chispas magenta en cada extremo afilado y se alzaba como un aristócrata, con la cabeza alta, una mano en la cadera y su guardapolvo ondeando a su espalda. El efecto quedaba deslucido por el mono-lagarto kowakiano encaramado a su hombro. Hondo avanzó hacia ellos, vibrante de indignación.
-¡Jiro! ¡Imbécil! ¿Qué has hecho? ¿Dónde está mi tripulación?
Ignoró por completo a la mujer que sostenía el sable de luz encendido. Rhayme pasó su mirada de uno a otro, sin saber muy bien si atacar o estallar en carcajadas.
-Oh, hola, jefe –dijo Jiro con tono apocado-. Esta dama aquí presente ha venido diciendo que quería desertar de la Orden del Hueso Sangriento y unirse a nosotros.
-Por supuesto. Todo el mundo sabe que Lassa Rhayme es una tirana. ¿Me equivoco? ¿Hmm?
Miró atentamente a Rhayme, esperando confirmación. Ella asintió sin decir una palabra.
-Y... nos ha traído... quiero decir que le ha traído a usted, jefe... una Jedi que ha capturado. Dice que podemos mantenerla para pedir rescate y...
-¡Ta-ta-ta-ta! –Hondo le interrumpió con un imperioso gesto de irritación-. Te dejo solo durante medio día... ¡Medio día! Y mira la que has armado. ¡Se acabó pedir rescate por Jedi! Eso nunca acaba bien. Es malo para el negocio.
-Pero... ¡era como si una hermosa fruta acabara de caer justo en mi regazo! –alegó Jiro.
Hondo suspiró y posó dos dedos en su sien por debajo del casco, como si le doliera.
-¿Cuántas veces debo decírtelo, Jiro? No puedes confiar en esos regalos inesperados. La fruta nunca cae en tu regazo ¡a menos que sacudas antes el árbol! –Miró a Rhayme, abriendo los brazos en gesto de indefensión-. Ya ves con lo que tengo que tratar.
-Desde luego –dijo Rhayme, no sin simpatía.
-Bueno, entonces –dijo volviéndose hacia ella-, ¿qué quieres realmente?
Rhayme se puso seria y se irguió, mirándole fijamente a los ojos.
-Recuperar lo que es mío. –Le apuntó con el sable de luz-. Me has robado mi botín, Hondo Ohnaka. Porque, ¿sabes? –Sonrió ferozmente-. Yo soy Lassa Rhayme.
-¿Tú? ¿La aterradora capitana del Oportunidad? –La examinó de arriba abajo-. No eres lo que me esperaba. En absoluto. –Hizo chasquear la lengua y meneó la cabeza con tristeza-. Niñita –dijo-, ¿creías que había venido sólo?
Y la cámara, hasta ese momento vacía, resonó con el ruido de armas al ser desenfundadas.
Lassa sonrió.
-¿Y tú creías que yo sí?
Súbitos gritos perplejos de dolor y rabia llegaron desde la zona de la entrada del gran salón, seguidos por fuego de bláster. Hondo se volvió a mirar, y en ese momento Lassa saltó.
Trazó un arco descendente con el sable de luz, pero Hondo se recuperó a tiempo de bloquearlo con su electrovara. Entornó los ojos tras sus gafas protectoras.
-Esta es una lucha que no puedes ganar, querida. Puede que tengas la espada láser, pero no tienes la Fuerza.
-No la necesito.
Él lanzó un barrido bajo con la vara, pero ella saltó por encima y la vara sólo golpeó aire. Un segundo salto la colocó encima de la mesa y lanzó un golpe con el sable de luz. Esa vez, él paró el golpe con fuerza, y el impacto hizo temblar el hombro dolorido de Lassa. Apretando los dientes, lanzó una patada, y la electrovara salió volando de manos de Hondo.
-No está mal –admitió Hondo. Recuperó el arma y saltó para unirse a ella, blandiendo uno de los extremos chisporroteantes de la vara como si fuera una lanza. Ella lo bloqueó, pero dejó que le derribara fuera de la mesa, fingiendo haber perdido el equilibrio. La fina boca de Hondo dibujó una sonrisa y lanzó un ataque, esquivando el golpe de Lassa y bajando la vara. En el último segundo, Rhayme cambió de dirección y se lanzó al suelo para recoger un bláster que alguien había dejado olvidado. Con un grácil movimiento, lo agarró, disparó a Hondo, y lanzó el sable de luz hacia la puerta.
Ventress... no me falles...

***

Ventress había estado usando una combinación de la Fuerza y los propios blásteres de los piratas para ir acabando metódicamente con ellos. Casi era demasiado fácil. Ya había incapacitado a la media docena que habían estado descargando la nave de carga, y Hondo sólo había traído a otros diez más consigo. Había un amplio abanico de cosas que lanzarles; jarras, una caja y las herramientas de borde afilado que contenía, tazas, taburetes, incluso los propios piratas podían usarse para derribar a sus colegas. Era un buen ejercicio, y Ventress agradeció la oportunidad de sudar un poco al tiempo que luchaba con odiosos weequays. Respetuosa con los deseos de Rhayme, no disparó a matar, pero varios de ellos estaban en el suelo retorciéndose de dolor por disparos de bláster en sus brazos o piernas.
De pronto Ventress sintió una súbita y brillante urgencia en la Fuerza. Se dio la vuelta, mirando hacia el extremo opuesto de la sala, y vio su sable de luz volando por el aire.
Daba vueltas sobre sí mismo, aún encendido. Algunos de los piratas de Hondo trataron de agarrarlo en pleno vuelo, y lo pagaron con sus dedos. Otros, más sabiamente, se apartaron de su camino. Ventress extendió la mano y la empuñadura golpeó su palma. Sonrió con maldad al ver cómo se disparaba la tensión de los cuatro piratas restantes. En ese momento, escuchó el sonido de otra nave aterrizando en el exterior, y sintió la presencia de dos docenas de formas de vida corriendo por el campo de aterrizaje.
Sonrió, y se dirigió hacia allí.

***

-¡No tan rápido! –advirtió Hondo cuando Lassa se volvió para dispararle. La golpeó de lleno en el pecho con un extremo de la electrovara y Lassa soltó un jadeo, agitándose indefensa mientras la corriente eléctrica recorría su cuerpo. Se derrumbó, jadeando, y cayó como un peso muerto fuera de la mesa, sacudiéndose en espasmos en el suelo.
Él saltó al suelo con ligereza y la miró.
-Un buen esfuerzo, querida. Estoy impresionado. Casi haces honor a tu...
Rhayme levantó el bláster y lo apuntó directamente al pecho de Hondo.
-...reputación –concluyó el pirata.
-Está ajustado para matar –le advirtió ella-. Suelta la vara.
-Seguro que podemos resolver esto como dos piratas civilizados –protestó él, pero hizo lo que le ordenaba.
Lassa se puso en pie, sintiendo todavía los efectos de la vara, pero obligándose a no mostrarlo.
-De rodillas, las manos detrás de la cabeza.
De nuevo, Hondo obedeció.
-Vamos, capitana Rhayme, no nos apresuremos.
Ella dio un paso adelante, colocándole el cañón del bláster entre los ojos-. Antes te burlaste de mí. Creo que has cambiado de cantinela.
-Desde luego –dijo. Para ser justos con él, su voz sonaba completamente calmada.
-Voy a llevarme lo que es mío.
Y disparó.

***

-En realidad, Hondo era bastante encantador –dijo Lassa, terminado de relatar su historia. Ella y Ventress estaban sentadas en su camarote del Oportunidad. En la mesa junto a la cazarrecompensas descansaba una anodina caja metálica de unos treinta centímetros de alto-. Desde luego, no iba a matarlo, pero él no lo sabía. Será divertido escuchar qué clase de rumores difundirá.
-Bien hecho –dijo Ventress mientras Rhayme descorchaba una botella de whisky tevraki añejo-. Yo... me he estado haciendo una pregunta.
-Dispara.
-No tienes ningún tatuaje.
Se había dado cuenta inmediatamente en cuanto conoció a Rhayme. Todos los pantoranos que Ventress había conocido adornaban sus rostros con brillantes tatuajes amarillos. No estaba segura de qué significaban –afiliación familiar, rango social, logros personales-, pero todos los tenían.
-Eso es porque no tengo ninguna lealtad aparte de mi tripulación –dijo Lassa-. Ellos son mi familia. Por otra parte... sólo me pertenezco a mí. Soy mi propia dueña.
Ventress asintió. Eso le gustaba. Pensó en sus propios tatuajes y en lo mucho que significaban para ella. Obviamente, el rostro intacto de Rhayme transmitía el mismo orgullo.
Rhayme alzó su copa.
-Por el éxito... y, quizá, por los nuevos amigos.
Asajj se sorprendió de su propia reacción. Ella no tenía “amigos”. Pero había llegado a admirar a Lassa, y la otra mujer había mantenido cada detalle de su trato. Y... era una compañía agradable. Ventress no dijo nada, simplemente esbozó una fugaz sonrisa mientras chocaban sus copas. El whisky era delicioso; un consuelo cálido y lento deslizándose por su garganta.
-Mucho mejor que lo que sirven en los bares del Trece-Trece –dijo Ventress-. Podría llegar a acostumbrarme a beber esto.
-¿Y por qué no? –dijo Lassa-. Puedo proporcionarte unos ingresos esporádicos pero sustanciosos, cama y comida, aventura, un trato justo y la compañía de la mujer que venció a Hondo Ohnaka en combate singular. –Le guiñó uno de sus ojos dorados.
Sonaba bien. Muy bien. Y, por un largo instante, Ventress estuvo tentada de aceptar. Pero entonces pensó en toda la compañía que ella llevaría consigo; las sombras de la muerte, los restos de recuerdos oscuros, y una desconfianza que probablemente nunca se desvanecería. Ventress nunca confiaría en nadie, no del todo, ni siquiera en esa admirable mujer con la que se había asociado durante un breve tiempo. Siempre estaría sola, y ella lo aceptaba así.
-Aunque es una oferta atractiva –dijo-, debo rechazarla.
Sintió la genuina decepción de Rhayme, pero la pantorana se recuperó rápidamente.
-Si alguna vez cambias de opinión, la oferta sigue en pie.
-Y si alguna vez necesitas un cazarrecompensas, no soy difícil de encontrar.
-Trato hecho. –Se estrecharon las manos-. Mientras tanto –dijo Rhayme-, echemos un vistazo a ese objeto que ha dado tantos problemas.
Ventress miró la caja que había a su lado.
-Parte del trato era que yo no lo miraría.
-Has trabajado muy duro por tu recompensa esta vez, Asajj. Adelante. Siempre puedes decir que estabas asegurándote de que no sufrió daños durante la lucha.
Ventress pensó en ello.
-Creo que, como tratante, Sheb sabría apreciar esa precaución.
La cerradura era fácil de forzar, y Ventress levantó la tapa con cuidado. Un pequeño campo de fuerza en el interior de la caja impedía la manipulación no autorizada. Ventress raramente se dejaba conmover por la simple belleza, pero esta vez sus ojos se abrieron como platos mientras Rhayme soltaba un suave jadeo de asombro.
El objeto que le había dado tantos problemas no era una gema, ni un arma, sino una simple estatuilla. Un mamífero marino con cuatro aletas y un hocico alargado representado en un momento de gozosa libertad, con pequeñas gemas brillantes por ojos y su esbelto cuerpo curvado de modo que su cola se fundía con la ola que formaba la base. La piedra en la que estaba tallado era de un impresionante tono de azul. Toda la imagen –su sensación de acción, de gracilidad, poder y alegría, su deleite en el movimiento, incluso su tonalidad- parecía para Ventress un reflejo de la mujer pantorana que se sentaba ante ella.
La vida pirata... pero no la mía, pensó.
-Es una lástima que no puedas quedártela –dijo Rhayme.
Ventress se limitó a asentir. Con insólita delicadeza, cerró la tapa y bloqueó el cierre.
-Hago mi trabajo –dijo, y tendió la copa para que se la volviera a llenar.

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