Marcas de gusano
Kathy Tyers
-Willye gusano, Willye gusano…
El niño de once años “Willye” Nereus salió huyendo
del salón recreativo, cubriéndose los oídos con las manos para amortiguar el
cántico. Una carretilla de fusión se abalanzó sobre él. Se apretó contra la
pared y jadeó. La carretilla se alejó por el pasillo de la bóveda residencial.
-¡Cuidado, enano! –gritó la conductora. Su cabello
naranja salía en todas direcciones, sujeto con lazos en mechones como si fueran
largos cuernos rizados.
Pegado contra el muro gris, levantó la vista hacia
el techo azul brillante que identificaba ese sector de la bóveda como el
Tránsito, libre para los seis gremios. Miró primero a la carretilla, luego de
nuevo al salón recreativo, y se concentró en su rabia. Esas burlas llamándole “gusano”
le ponían furioso. Nadie tocaba nunca las marcas de nacimiento oscuras y viscosas
del dorso de las manos, ni siquiera dentro de su familia...
Especialmente
no dentro de su familia.
Con cara de ángel, ojos de querubín y una boca
pequeña y arqueada –hermoso, salvo por las marcas de gusano-, Willye siguió un
día, poco después de su quinto cumpleaños, a sus hermanos mayores fuera de la
bóveda. “Pobre bonito Willye gusano”, le cantaron mientras le golpeaban.
Volvió corriendo al interior, clamando por
justicia. Sus padres le tacharon de chivato. Él suplicó que le operaran para
quitarle las horribles marcas de nacimiento. Le mandaron a la cama.
Ahora sabía que no servía de nada pedir clemencia.
Las personas con poder hacían que los demás les obedecieran. Incluso su padre
dijo que las marcas de nacimiento se quedarían ahí hasta que su carácter alcanzara
algún estándar misterioso.
De modo que Willye necesitaba poder. Tenía que
vengarse de esos matones del salón recreativo. Y también de sus hermanos.
Willye gusano,
repetía amargamente. Willye gusano,
Willye gusano...
El día anterior había leído una nota marginal
acerca de los gusanos, en una pizarra de la lección de biotecnología. Los
parásitos con forma de gusano vivían en muchos animales nativos, allí en
OrulShal III; en sus estómagos, pulmones y corazones, y en ocasiones inclusos
en sus ojos. A veces, hacían que los animales enfermaran o incluso murieran;
por eso los colonos raramente comían carne nativa. Los animales nativos eran
tan sucios como los alienígenas de grandes colmillos que antiguamente los
cuidaban, criaturas cuyas imágenes tridimensionales aún causaban pesadillas a
Willye cinco estaciones después de que su último poblado fuera erradicado.
Si Willye pudiera encontrar otra vez esa nota al
margen... y luego conseguir un animal enfermo y extraerle tres o cuatro
parásitos... ¿Cuántos...? Cuatro matones, dos hermanos... seis. Entonces ajustaría
cuentas con algunas personas...
Se acarició con un dedo la cruel marca de su mano
izquierda. Nadie le trataría como un animal cuando fuera mayor.
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