¡En marcha!
Peter
Schweighofer
Wedge aguardaba pensativo, manteniendo su caza ala-X
flotando en la sombra sensora de una inmensa barcaza de carga controlada por
droides. Él y el resto de Pícaros estaban dispersos entre las barcazas en los
límites más exteriores del sistema Coruscant. Desde allí, el sol del planeta
era poco más que otra tenue estrella, pero para Wedge parecía esta
peligrosamente cerca.
La cápsula mensajera droide le había dicho que
llevara a los Pícaros y aguardara a la “señal” de Dash. Wedge no confiaba del
todo en el contrabandista, pero sabía que Luke, Leia, Lando y Chewie estaban en
algún lugar de Coruscant, y podrían necesitar su ayuda en cualquier momento.
Wedge echó un vistazo al caza debajo de la barcaza
contigua y vio a Janson dormitando en su cabina.
-Eh, Wes, es la hora del espectáculo.
Vio cómo la cabeza de Janson se agitaba en la
cabina antes de que la respuesta llegara por el comunicador.
-Estoy bien, Jefe. Y no te preocupes: he comprobado
a conciencia esta unidad R2.
Wes sonaba mortalmente cansado. Habían sido unos
cuantos días duros. Primero el sabotaje de su unidad R2, que casi había matado
a Luke y evitó que Wes sellara su traje de vuelo y se eyectara de su ala-X
sobre Gall. Luego la larga y concienzuda serie de saltos hiperespaciales
después de abandonar la base construida apresuradamente en Kile. Tan pronto
como llegaron a la flota rebelde, llegó la cápsula mensajera droide pidiendo su
ayuda en Coruscant. Después de un rápido mantenimiento en los alas-X, los
Pícaros despegaron para otro largo vuelo... justo al tenebroso corazón del Imperio.
Desde allí, los sensores del ala-X de Wedge ni
siquiera podían ver una fracción del camino a Coruscant, pero Dash había
prometido que mandaría una señal...
La luz del comunicador del ala-X de Wedge comenzó a
parpadear; la unidad se sintonizó a la frecuencia de la transmisión entrante.
El mensaje de Leebo, el droide de Dash, eran dos palabras: “Recordad Hoth”.
Ahora, no importaba que estuvieran cansados. Lo único que importaba era tener
la vista afilada, la mente alerta y disparar en el blanco.
-¡Despertad, Pícaros! –exclamó-. ¡En marcha!
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