Emanaciones de oscuridad
Patricia A. Jackson
Un
chirrido agravado acompañó al silbido de un sello de despresurización conforme
la rampa del Pródigo se separaba del
casco del carguero. Una semana de arena y microdesechos contaminaba los
servomotores externos, haciendo que la rampa de acceso principal se detuviera y
reiniciase su marcha en buscos empujones. El desagradable chirrido creció en un
crescendo de ruidos de raspado, no muy diferentes al de las virutas de metales
afilados rozando contra metal. Deke Holman apretó los dientes, imaginando el
daño que se estaba causando al funcionamiento interno del sistema de elevación
de la rampa. Marcas de quemaduras del torpedo que había causado los daños al
YT-1300 podían verse a lo largo de los paneles interiores y a lo largo de los
bordes de la propia rampa. El socorrano sacudió la cabeza con tristeza,
examinando los daños.
A su
lado, la capitana Fable Astin quiso tranquilizar su acelerado corazón, purgando
el acceso de miedo e ira que amenazaba con abrumar sus sentidos. Una espesa
melena de pelo castaño rojizo como el fuego caía sobre los estrechos hombros de
su chaqueta de vuelo, enmarcando su rostro pálido y preocupado. Ojos verdes
miraban torturados bajo las sombras del flequillo castaño, mirando hacia la luz
cegadora de la extensa bahía de atraque que se abría ante ellos. Alta y fuerte,
comenzó a bajar por la rampa, incluso antes de que se hubiera desplegado
completamente, y saltó a la cubierta. Los tacones de sus botas resonaron contra
las planchas del suelo del hangar con autoridad poco común. Apenas conteniendo
su furia, hizo un rápido examen de la bahía de atraque. A pesar de varios años
como oficial de Inteligencia Rebelde, nunca había estado en el interior del hangar
de un Destructor Estelar Imperial en funcionamiento.
-Tranquila,
capitana -susurró Deke en socorrano-. Esta es una visita de cortesía,
¿recuerdas? Si nos ponemos desagradables con la gente de aquí, puede que nunca
podamos recuperar a los rehenes. -Descendió a la cubierta a su lado, levantando
las manos para demostrar su buena voluntad. Alrededor de ellos, armados con
rifles bláster, no menos de un centenar de soldados de asalto apuntaban sus
armas contra ellos, los dedos posados en los gatillos. Nervioso, Deke observó
las manos de Fable. No era el bláster pesado que colgaba bajo en su muslo lo que
le preocupaba, sino el objeto cilíndrico que colgaba de su cinturón pistolera. La
líder de su equipo tenía un temperamento tan fogoso como sus cabellos rojos. Y
en el calor del momento, era conocida por encender la palpitante vara blanca de
la espada de luz, y dejar que la arcaica arma hablase en su lugar.
-¿Puedes
creerlo? -susurró Fable, con respiración forzada-. El Imperio se está
convirtiendo en polvo por todos los rincones de la galaxia, y nunca lo sabrías
al mirar esto. -Miró la hilera de naves en buen estado de conservación: cazas,
interceptores y vengadores TIE, incluso lanzaderas de asalto dispuestas en el
hangar por encima de ellos.
Deke se
rió de su desdén.
-Puede que
parezcan imperiales, capitana, pero no lo son.
Su astuto
piloto estaba en lo cierto. Fable sintió que un poco de su ira desaparecía,
distraída como estaba por el peculiar tinte azul de las armaduras de los
soldados de asalto. A pesar de que parecían ser los mismos relucientes trajes
blancos sobre negro, había pequeñas imperfecciones... imperfecciones que sólo
un comando entrenado como su equipo de infiltración Acosador podría distinguir.
Incluso las armas estaban ligeramente modificadas, con las miras limadas o
personalizadas.
-Mercenarios.
-Mercenarios
bien entrenados -respondió Deke-. Y sin duda uno o dos contrabandistas entre
ellos, corellianos, tal vez incluso algunos socorranos. En cualquier caso,
definitivamente no son imperiales y... -se detuvo a media frase cuando un rifle
bláster se elevó hasta su cara- definitivamente no son amistosos.
Una
comitiva de soldados de asalto salió de la bahía interior, flanqueando a un
hombre vestido con un uniforme negro que no tenía ninguna marca o insignia. Muy
corto por encima de las orejas, su cabello era de un cetrino blanco platino.
Sus ojos eran tan azules y tan pálidos que parecían translúcidos, ensombrecidos
bajo la visera de su gorra de oficial. Una túnica pesada y oscura ondeaba sobre
sus hombros mientras caminaba, otorgándole un aire de autoridad incuestionable,
que incluso Fable se vio obligada a respetar.
-Déjenlos
-dijo con una voz que era poco más que un susurro audible. A su silenciosa orden,
el mar de cuerpos blindados se abrió ante él sin vacilación, dejando un círculo
de espacio libre alrededor de Fable y su piloto-. ¿Es usted la capitana Fable Astin?
Fable
dudó en responder, sintiendo el innegable poder de la Fuerza de él. Su rabia chocó
momentánea contra un muro impenetrable de tinieblas y de sombras que envió
temblores a lo largo de su columna vertebral y sus hombros, causando una
sensación helada de dolor que rebotó a través de todos sus huesos.
-Soy yo -acertó
a decir, recuperándose de la experiencia. Intercambiando con Deke una mirada de
preocupación, vio al socorrano indicando con la cabeza que él también sentía el
peligro inminente.
-Usted vendrá
conmigo. -Sorprendentemente, la frase era una petición, y sin embargo Fable sintió
una fuerza en sus palabras que la dejó preguntándose por su identidad-. Soy el
teniente Bane Werth –respondió a su pregunta no formulada. Volviéndole la
espalda con frialdad, miró a sus soldados al otro lado de la bahía-. Soy el
segundo al mando de Lord Jaalib Brandl, el comandante de esta nave, el Protectorado I, y de los cazas que
actualmente están borrando del espacio a sus amigos rebeldes. Si desea evitar
más derramamiento de sangre, le sugiero que venga conmigo.
Con las
fosas nasales dilatadas y las manos apretadas en puños, Fable dio un paso hacia
él.
-Vamos,
Deke, terminemos con esto.
Una fila
de soldados de asalto se interpuso entre ella y el piloto socorrano, con las
armas apuntando a la cara y la garganta de Deke.
-El Maestro
pidió que viniera usted sola -le susurró Bane con una voz tranquila-. Su
compañero no sufrirá ningún daño. –Se volvió para mirar a Fable con una sonrisa
encantadora-. Siempre y cuando se porte bien. Por aquí. -Bane extendió su
brazo, como en señal de bienvenida, indicando un camino flanqueado por un pasillo
de mercenarios armados.
-Adelante,
capitana -susurró Deke-. No es momento de tomarse las cosas a título personal. Recupera
esos rehenes. -Le guiñó un ojo y sonrió-. No te preocupes. Estaré aquí cuando
regreses. -El socorrano vio como su capitana y amiga seguía al oficial
mercenario, y agregó-: Espero.
Werth permaneció
en silencio durante su breve paseo hacia el área de la bahía interior. Ya
estaban muy adentrados en la zona de operaciones del Destructor Imperial antes de
que Fable se diera cuenta de que la escolta de soldados de asalto no los había
seguido fuera del hangar.
-¿Es
usted un Jedi? –preguntó Fable, aunque ya sabía la respuesta.
Werth se
detuvo y se volvió hacia ella, con una especie de sonrisa tímida separando sus
labios.
-¿Por
qué lo pregunta?
Fable
sintió la oportunidad para lanzar un insulto y la aprovechó.
-Porque
Jaalib no sería tan estúpido como para dejarme a solas con un subordinado
ordinario cualquiera.
-Bien
dicho -se rió Werth, inclinando la cabeza hacia ella-. Jaalib mencionó que usted
tenía una lengua afilada y un ingenio aún más agudo. Sé mucho sobre usted,
capitana Astin. Mucho. Suficiente para respetarla completamente por sus
talentos como soldado... y como Jedi. Pero no se deje engañar por las
apariencias. Su seguridad aquí es a petición del Maestro, y nadie... nadie
cuestiona las órdenes o los motivos de Lord Brandl. -Tecleó un código en un
panel de acceso cercano y la puerta blindada se abrió haciéndose a un lado-.
Por favor, él la espera en el interior. -Bane inclinó la cabeza, bajando sólo
temporalmente la mirada en homenaje, mientras ella pasaba junto a él entrando
en la habitación.
El área
más allá del pasillo era una cámara decididamente fría y ambigua, llena de oscuridad
y sombras que se movían con la lentitud y la gracia tangible de la niebla del
crepúsculo. La única fuente de luz de la habitación provenía de una ventana, un
portal de transpariacero que corría a lo largo de los veinte metros de la sala.
Le proporcionaba una vista sin obstáculos de la cara fea y rubicunda del
planeta Redcap, así como de la batalla que se libraba por encima de la lúgubre
y gris atmósfera. Mientras miraba, con el corazón en la garganta, un vengador
TIE de elite se enfrentaba a un caza ala-X. La nave imperial, más ágil y
rápida, se ocupó rápidamente con el caza rebelde, haciendo que los motores del
ala-X sufrieran una sobrecarga, y se apagasen. Conforme el fuselaje del caza se
oscurecía y la nave comenzó a vagar a la deriva sin poder hacer nada, el vengador
giró sobre su eje y se perdió de vista de pronto, regresando a la refriega.
-Les he ordenado
inhabilitar, no matar -dijo una voz familiar desde la oscuridad-. Tengo algunos
de los mejores pilotos de combate que el Imperio podía ofrecerme. Siempre y
cuando no se sientan amenazados, las bajas en tus fuerzas rebeldes deberían ser
mínimas, exceptuando naves y equipamiento, por supuesto.
Fable
giró sobre sus talones para enfrentarse a la oscuridad, sin poder ver que se
moviera nada o nadie. Cerró los ojos y se concentró, estirándose con sus sentidos
amplificados por la Fuerza. Sus pensamientos inmediatos encontraron resistencia,
una poderosa resistencia que repelió su sondeo con una facilidad
desconcertante. Mientras trataba de fortalecer su sondeo mental, fue repelida
físicamente, alzada casi a un metro de altura, y golpeada contra el ventanal.
Jadeando, sacudió la nube de aturdimiento de su cabeza y se puso de pie,
apoyándose contra el frío cristal del portal.
-¿Por
qué haces esto, Jaalib?
-Porque
parece que tu gente está siempre interponiéndose ante algo que quiero. Al igual
que se interpuso él.
Desde la
oscuridad, emergió una forma de tamaño humano, caminando con pasos vacilantes,
inestables. Cuando la luz de la ventana proyectó un débil resplandor en el
rostro angustiado, Fable reconoció a Rhob Hardnt, un miembro twi'lek de su equipo
de infiltración. La sangre y la saliva se mezclaban en su barbilla, goteando de
sus labios mientras se convulsionaba y caía al suelo a sus pies-. Tus espías
son excelentes, Fable, bien entrenados y experimentados. Pero claro, yo no esperaría
menos de ti. Me hizo falta casi una hora. Imagínatelo: una hora con tu
compañero para descubrir cómo los rebeldes lograron conocer mis planes. Nunca
imaginé que un twi'lek pudiera ser tan resistente.
Fable se
mordió el labio y se contuvo, arrodillándose junto al twi'lek. Sintió un dolor
en el pecho cuando sus temblorosos dedos no pudieron detectar señales de vida
en el cuerpo inmóvil. Tocó la cara del twi'lek. Su piel estaba mortalmente fría
bajo sus dedos. Sólo a través de su conexión con la Fuerza moviéndose a través
de ella pudo sentir los restos de vida dentro de él.
-Está
vivo -dijo Jaalib-, pero a duras penas. Una semana más o menos en un tanque
bacta curarán los males que le aquejan... al menos físicamente. –Una risa suave
resonó desde las sombras, y luego fue aparentemente absorbida por la oscuridad-.
Le habría matado de no haber mencionado tu nombre y luego la pequeña emboscada
que estabas planeando para mí. Dejé un par de alientos en él... por ti.
-¡Por
mí! –siseó Fable-. ¡Jaalib, esto es una locura! No tienes derecho a hacer esto.
Estos rehenes garosianos rehenes fueron rescatados del Imperio y pagados con
fondos de la Alianza. ¡No tienes derecho a interferir en la transferencia!
-La
Alianza Rebelde no tiene nada que temer. No tengo ninguna intención de dañar a
tus rehenes, ni quiero apropiarme de los fondos de la Alianza. -Su tono era
burlón y cruel-. Sólo quiero tomarlos prestados por un breve tiempo. Y cuando
haya terminado con ellos, puedes tenerlos de vuelta, indemnes y con buen
aspecto.
-¡Deja
de jugar! -exigió Fable-. No estoy de humor para teatros. ¡Muéstrate!
-¿Teatros?
-¡Basta!
-gritó Fable-. ¡Estás actuando como tu padre! ¿Qué ha sido de ti, Jaalib? Nunca
me imaginé que tú, más que nadie, pudieras rebajarte nunca a este tipo de
crueldad.
Hubo un
silencio inquietante, una quietud tan tangible como el hombre oculto entre las
sombras.
-Hablas
de crueldad. ¿Acaso no soy el hijo de mi padre? -Poco a poco, como un
depredador acechando en la noche, Jaalib Brandl emergió de la oscuridad. A su
orden, sin pronunciar palabra, las sombras se disiparon ante él como un pesado
manto. La amarga frialdad del lado oscuro impregnaba el propio aire alrededor
de su persona, un halo oscuro que arrojaba velos de sombra sobre su rostro. Fable
reconoció las líneas juveniles de la boca y los hermosos ojos azules enmarcados
en una melena de pelo negro que le llegaba hasta los hombros. Atrás quedó la
inocencia que ella recordaba. En la frente, las arrugas de determinación eran
más y más pronunciadas, grabando una historia no contada dentro de su rostro,
por otra parte impecable-. Tus sentimientos te traicionan -susurró, con una
pizca de remordimiento en su voz-. ¿Tanto he cambiado?
Fable se
mordió el labio, luchando contra el doloroso nudo que subía por su garganta. Ahí,
delante de ella, estaba el hombre que siete años atrás entregó su alma para
salvarla, evitándole el frío y amargo toque de la mano del Emperador.
-¿Qué ha
hecho tu padre contigo?
Jaalib
sonrió, con sus labios de un rojo brillante en la oscuridad.
-Lo que
hizo mi padre no fue un pecado tan terrible como los perpetrados contra mí por
sus maestros oscuros y sus rivales.
-¿Trabajas
para el Imperio?
-No. -Lo
dijo con un tono áspero en la voz.
Confortada
por ese tono, Fable sabía que estaba diciendo la verdad.
-¿Entonces
por qué estás tratando de secuestrar a estas personas? Han sido prisioneros
imperiales durante más de seis meses. No hay necesidad de traumatizarlos aún
más.
-Seis
meses. Yo fui prisionero del Imperio durante seis años... seis años largos y
memorables. No sufrirán sino un retraso de algunos días en su libertad. Se
volvió hacia ella, arqueando una ceja. La luz que emanaba del ventanal proyectaba
un pálido y lánguido reflejo de sombra azul sobre su rostro, acentuando sus
ojos-. Los necesito... como señuelo.
-¿Señuelo?
-Fable sintió presión en el pecho.
-¿Te
acuerdas de mi planeta natal, Trulalis? Bueno, parece que Lord Darius Onneir,
un moff imperial que una vez fue leal al Emperador, está tratando de afirmar su
reclamación de esta zona del espacio. Lamentablemente, aquellos oficiales que
permanecen leales al Imperio le han encontrado y ahora amenazan su débil existencia.
Él no es lo suficientemente fuerte como para oponerse a ellos, pero con un poco
de influencia podría hacerlo.
-Los
rehenes... ¡vas a ofrecérselos a ese moff!
Él
sonrió, con una extraña juventud emergiendo en su rostro.
-Sólo
temporalmente. Onneir conoce mi motín contra el Imperio, y piensa que le ofrezco
estos rehenes como una ofrenda de lealtad hacia él. Planea reunirse conmigo
para intercambiar los rehenes por su aceptación. Los rehenes son sólo están allí
como un señuelo para asegurar su perdición. Cuando las tropas y buques de
Onneir lleguen, nuestras fuerzas del Protectorado le destruirán, haciendo que no
sea una amenaza para el sistema Trulalis -hizo una pausa, mirando por encima
del hombro-, ni para nadie más. Incluso tus superiores de la Alianza lo aprobarían.
-¿Nuestras
fuerzas del Protectorado? -Fable sintió que un escalofrío le recorría la
espalda-. ¿Quién más está involucrado?
-Mi
padre estará esperando al otro lado de Trulalis con la mitad de las fuerzas del
Protectorado. Yo controlo la otra mitad. Cuando converjamos sobre Onneir, será
con no menos de cuatro Destructores Estelares Imperiales, en comparación a los
dos del Gran Moff Onneir. Le aplastaremos y recuperaremos nuestro hogar.
Fable
apoyó la espalda contra la ventana de transpariacero. Sus intenciones eran
nobles, o eso le decía su confusa conciencia. Y si esas intenciones significaban
la destrucción de un moff renegado, ¿quién era ella para objetar?
-La Alianza
os apoyaría en esto, Jaalib. Yo me aseguraría de ello. Sólo dame tiempo para
hablar...
-No hay
tiempo para hablar con tus superiores -intervino Jaalib-. El plan está trazado.
Es el momento de activar la trampa antes de que todo esté perdido. Además -se
rió en voz baja-, la Alianza podría considerarlo como un gesto de sumisión a su
forma de pensar. El Protectorado no siente amor al Imperio, todo lo contrario,
de hecho, pero tampoco deseamos mostrar ninguna lealtad hacia la Alianza
Rebelde. -Cerró los ojos, y un rostro sereno de paz sustituyó a sus torturadas
facciones-. Ah, y nuestros invitados han llegado.
Fable
giró sobre sus talones, mirando por la ventana cuando el lejano destello de un
portal de entrada del hiperespacio brilló contra el telón de fondo negro del
espacio. Maltratada y con marcas de disparos en su casco, la lanzadera de
escolta volvió a surgir al espacio normal, justo en el medio del combate aéreo.
Alarmado por la repentina demostración de fuerza, el piloto de la lanzadera
calculó mal un giro en barril y chocó contra un caza ala-Y, que en ese momento trataba
desesperadamente de evitar a un interceptor. El TIE lo esquivó hábilmente poniéndose
fuera de peligro, mientras que el ala-Y giraba impotente, fuera de control.
Dañada como resultado de la colisión, la lanzadera tembló y se tambaleó, activando
sus motores en series esporádicas mientras caía a la deriva en el abrazo
gravitatorio del planeta Redcap.
Jaalib
frunció el ceño, y un profundo suspiro reflexivo resonó en el silencio.
-Sigues
siendo la Fable que recuerdo de hace mucho tiempo: con los problemas siempre pisándote
los talones. ¡Bane!
-Aquí
estoy, Jaalib -respondió el teniente desde la oscuridad, junto a la puerta
blindada.
-Parece
que nuestra misión de recuperación se ha convertido en una misión de rescate. -Aún
mirando por la ventana, Jaalib se colocó guantes negros sobre sus largos dedos
y se arregló la túnica en los hombros-. Que mi caza esté preparado. Supervisaré
esto yo mismo para asegurarme de que no haya más variables inciertas. -Echó un
vistazo a Fable, despidiéndola con la mirada sin más comentarios-. Y ordena a
los cazas activos en la zona que hagan lo que sea necesario para mantener despejado
nuestro camino.
-¿Eso ha
sido una amenaza? -espetó Fable.
Jaalib se
detuvo en la puerta, mirando por encima del hombro.
-Era mi
padre quien amaba los acertijos y los gestos enigmáticos, Fable. Yo no tengo
tiempo para ellos. Mis palabras eran una advertencia. Si me sigues, un gran
daño te sobrevendrá. Eso te lo prometo. Y -sonrió siniestramente- esta vez no
habrá ningún héroe que salga al escenario y te rescate.
-¿Ella
seguirá con vida? -le susurró Bane al Jedi oscuro, incrédulo-. ¿Está autorizada
a abandonar la nave? -Miró a Fable y de nuevo a Jaalib, donde su dura expresión
se suavizó en obediencia y respeto.
-Ella no
tiene ninguna consecuencia para nosotros, ni sus amigos rebeldes -dijo Jaalib
severamente.
-Larga
vida al rey -siseó Fable, aplaudiendo con desprecio-. Larga vida al rey. Te has
convertido en tu padre.
-Al
contrario –replicó-. Me he convertido en lo que siempre he estado destinado a
ser. Adiós, Fable.
En medio
de una furia de actividad, hombres, y equipo, Fable se apresuró a regresar a la
zona de la bahía de atraque en el vientre del Destructor Estelar. Medio
arrastrando, medio cargando sobre sus hombros el cuerpo semi-consciente de su
compañero de tripulación, luchó para regresar al Pródigo. Su comunicador estaba interferido, como resultado de la
batalla que se estaba librando en ese momento fuera de la nave de guerra; y sin
manera de contactar con Deke, estaba sola con su carga. Nadie se ofreció a
ayudarla. Y nada impidió su camino mientras corría atravesando el frenesí de
los mercenarios, que se preparaban para lo que parecía una masiva ofensiva
final. Los bastidores eyectores de TIE resonaban con el ruido de los ansiosos cazas
saliendo disparados de los muelles para formar escuadrones más allá del
ajetreado hangar. Las escasas fuerzas de la Alianza no habían estado preparadas
para este tipo de ataque y estaban superadas en número en proporción de cinco a
uno.
Una
masacre inútil e innecesaria, pensó Fable. Y los rehenes estaban en igual
peligro. Ella era la única que podía ocuparse de esto, ahora que estaba segura de
que Jaalib Brandl estaba involucrado.
-¡Deke!
-gritó, tirando del cuerpo del twi'lek por la rampa del Pródigo. Pulsó el mecanismo de cierre de la puerta principal del
carguero. Las juntas exteriores estaban presurizándose cuando una gran sombra
se acercó hacia ella desde el puente.
-Capitana
-exclamó el socorrano-. ¡Por las heladas llanuras de Neftal! Rhobbie. –Sujetando
al twi'lek por debajo de los hombros, Deke ayudó a Fable a llevar al espía
rebelde inconsciente a los camarotes de la tripulación-. Era él, ¿no? -susurró Deke,
reconociendo el aspecto desolado en su rostro-. ¿Hablar con él no ha funcionado?
-No. -Fable
sacudió la cabeza con tristeza, aturdida por el reencuentro-. No es mejor que
su padre.
-Entonces
es cierto. Su padre le ofreció al Emperador, en tu lugar. Él es ahora un Jedi
oscuro.
-Y tan
poderoso como su padre, si no más.
-¿Cómo
conseguiste escapar? Pensé que esta vez nos había llegado el fin.
-Él me
dejó ir -explicó Fable. Ayudó a Deke a asegurar firmemente al twi'lek en una
litera hasta que pudieran llegar a unas instalaciones médicas apropiadas en la
base-. ¿Estás solo? -Examinó brevemente los oscuros pasillos que llevaban a la
cabina.
-Se
fueron hace unos minutos.
-Contacto
con el mando rebelde. No te preocupes por cifrar el mensaje; no tenemos tiempo.
Diles que la lanzadera de escolta ha sido alcanzada y está cayendo a la
atmósfera. -Corrió hacia el puente de proa y se dejó caer en la silla del
piloto principal-. ¿Cuál es el nombre de esta roca?
-Redcap.
-Diles
que ordenen a los cazas que regresen. Estamos irremediablemente superados en
número aquí.
-Y que
lo digas. -Deke se sentó ante la consola de comunicaciones, obedeciendo sus
órdenes iniciales-. ¿Algo más?
Fable encendió
los motores principales del YT-1300, sintiendo el poder del carguero bajo sus
manos mientras pulsaba las palancas de control de vuelo manual.
-Di a
todos los pilotos de caza restantes que se reúnan con nosotros en Redcap en
estas coordenadas. Cualquiera que todavía pueda mantenerse pie, caminar, o sostener
una pistola debe estar allí.
-¿Capitana?
-Deke vaciló-. Sin duda seguiremos en inferioridad numérica.
-Sin
duda -respondió Fable, guiando al Pródigo
al espacio abierto a través del ancho tubo de lanzamiento-. Sin duda, pero esta
vez estaré allí... para ayudar a igualar las probabilidades.
***
Por
debajo de los tristes cielos grises de la atmósfera inundada de gorro rojo, gruesos
remolinos de humo se elevaban de los restos de la sección de cola de una lanzadera
de escolta incapacitada. El rastro de humo que se iba desvaneciendo
proporcionaba una baliza clara para
llegar a la nave derribada, que cayó rápidamente, con el morro por delante, en
la superficie de arcilla porosa. La lluvia helada caía en láminas implacable,
empapando el paisaje bermellón del planeta y cubriendo la lanzadera con una
capa de baño ácido de color rosa pálido que caía desde el contaminado firmamento.
El exceso de agua se reunía en riachuelos, creando un diminuto río, que se acumulaba
en charcos de color rojo sangre en las superficies más bajas, como en la que había
aterrizado la lanzadera. Sólo una hora después de haber caído, la nave
inhabilitada ya estaba parcialmente sumergida en esa agua turbia y brumosa.
La zona
donde se había estrellado la lanzadera era un laberinto de estrechos cañones
entrecruzados. No había ninguna zona segura donde una nave, ni siquiera un
pequeño caza, pudiera tomar tierra con seguridad. Escarpadas paredes rocosas,
algunas de cientos de metros de altura, descendían a la escabrosa cuenca. Una engañosa
niebla blanca se arremolinaba sobre el suelo a baja altitud, dificultando la
visión y el avance a pie. Un paso en falso podría significar un doloroso impacto
contra el suelo rocoso o, en el peor de los casos, una caída hacia los
acantilados más bajos y las crestas de abajo que quebraría todos los huesos. El
sonido de disparos bláster resonaba en el abismo inferior, acompañado por el
zumbido persistente de un sable de luz.
-¡Date
prisa, Deke! -instó Fable, corriendo hacia los restos a lo largo de la parte
superior de una colina fangosa.
-Estoy justo
detrás tuya, capitana -dijo el socorrano, sin aliento tras una carrera de medio
kilómetro.
Por
debajo de ellos, los trajes de vuelo de color naranja y negro de los soldados estaban
dispersos entre los promontorios de rocas y cantos rodados, algunos luchando con
rifles, otros con sus puños.
Salpicando
en el barro, mercenarios del Protectorado y soldados rebeldes luchaban por el
control, cada uno buscando el mismo premio. Mientras luchaban, la lanzadera de
escolta se hundía más profundamente en las aguas sangrientas de la superficie
del planeta. Los aterrorizados pasajeros salieron rápidamente por la escotilla
de escape superior de la sección de popa de la nave para permanecer por encima
del agua en rápido ascenso y la succión de la arcilla. Conforme aumentaba el
peligro para la nave que se hundía, ninguno de los dos bandos ganaba terreno
hasta que el fuego bláster rebelde fue desviado hacia un equipo secundario de
mercenarios que avanzaba liderado por Jaalib Brandl.
El Jedi
oscuro se movía con pasos elegantes sobre la arcilla resbaladiza y el barro, con
ritmo urgente, pero sin prisas. La vara blanca de su sable de luz rompía la misteriosa
penumbra, dispersando la niebla a su alrededor. Pero la oscuridad que se aferraba
al Jedi y a sus túnicas negras, como un guardián de sombras tangible, se
mantuvo. A medida que avanzaba con su equipo en la cuenca, los rebeldes les apuntaron
y dispararon contra ellos, pero en vano. Con un suave giro de muñeca o una
finta que provocaba que el Jedi cuadrase los hombros, los disparos bláster eran
desviados inocuamente por sable de luz. Algunos de esos disparos desviados eran
enviados hacia el tirador, abatiendo el arma o al hombre que lo disparó inicialmente.
A la derecha de Jaalib, Bane Werth, pistola en mano, estaba dando órdenes a sus
hombres para avanzar y flanquear la debilitada línea de pilotos rebeldes.
Jadeando
en la parte superior del risco, Deke meneó la cabeza.
-No tienen
ninguna oportunidad, no con Jaalib allí. Y ese teniente, si lo que dices es
cierto... seguro que él también tiene un sable de luz. ¿Qué vamos a...?
Antes de
que pudiera expresar su pregunta, Fable ya se estaba moviendo fuera del paso del
risco, saltando de la repisa de roca y hundiéndose hasta los tobillos en la
masa de arcilla. Se deslizó por la pendiente, con una rodilla doblada bajo ella
como la cuchilla de un trineo, y una mano actuando como timón para controlar su
descenso. Mientras se acercaba a la base del cerro, sus ojos estaban fijos en
la forma oscura de Jaalib. Permitiendo que su cuerpo cayera hacia adelante sobre
sus manos, Fable saltó, dando volteretas por el aire y aterrizó sobre sus pies
entre el Jedi oscuro y la lanzadera. Como Deke sospechaba, Bane Werth llevaba
un sable de luz, y al verla llegar, cogió el arma encendiendo su hoja de color
amarillo pálido.
Jaalib
sonrió, extendiendo su brazo para mantener al teniente detrás de él.
-Déjamela
a mí. Consigue esos rehenes. Y regresa a la nave. -Sin preocuparse más por el
aluvión de disparos bláster a su alrededor, Brandl avanzó hacia Fable y se
detuvo en el centro de la cuenca, mirándola.
Cubierta
de gruesas capas de barro y arcilla bermellones, Fable se enfrentó a él. El
frenesí de la actividad que la rodeaba se desvaneció hasta que no existió nada
más, ni el fuego bláster, ni los soldados, amigos o enemigos, ni los rehenes.
-Bueno -susurró
Fable-, ¿es esta la escena en la que te pido que lo reconsideres y vuelvas al
lado de la luz? ¿O es el acto en el que tratas de seducirme?
-Persistente
como siempre.
-Como si
me estuvieras dando otra opción.
-Regresa
a tu nave, Fable -dijo Jaalib, como si estuviera hablando con un niño-. Te doy mi
palabra; vuestros rehenes no sufrirán daños. Serán bien atendidos y defendidos.
Tienes mi palabra. En pocos días, te los devolveré yo personalmente Tal vez
entonces, podamos sentarnos a cenar y hablar de los viejos tiempos.
-¿Y yo
tendría que escuchar tus ensayados soliloquios, al igual que tuve que escuchar los
de tu padre? No, gracias, prefiero que no.
-Oh, me
hieres -se burló-. Pensé que te gustaban esos pequeños interludios dramáticos conmigo
susurrándote palabras dulces al oído. ¿Recuerdas aquella tarde durante la
tormenta? Tú y yo, en el oscuro teatro, la lluvia, tus labios. Podría ser así para
nosotros de nuevo, Fable.
Fable
frunció el ceño ante la insinuación.
-Ya no
soy la misma niña llorosa que tu padre podía asustar y controlar con sus
métodos.
-Eso es
obvio -respondió con una mirada lasciva en sus ojos-. Y admiro a la mujer en la
que te has convertido, pero sólo dispones de mi respeto, no de mi obediencia. Conseguiré
esos rehenes.
Fable
tragó saliva, tratando de alcanzar el sable de luz de su cinturón.
Extrañamente, parecía frío y desconocido en su mano. Con esfuerzo, contuvo la
oleada de miedo que le subía por la garganta, enterrándola en lo más profundo
antes de que pudiera convencerla de abandonar tal como había pedido el Jedi. Y
con ella, enterró un sentimiento de deuda y gratitud. Este era el hombre que le
había salvado la vida, que la había salvado del lado oscuro y de la sombra del
Emperador. Y como recompensa, él ocupó su lugar. ¿Tan ansiosa estaba por
matarlo?
-El
heroísmo es una virtud del corazón atribulado, ¿no es así? -preguntó Jaalib-. Y
el tuyo es un corazón atribulado, Fable. La culpa que sientes por lo que me ha
sucedido... es tu culpa. Tú la has creado; e incluso ahora, la nutres con tu
miedo. Vamos, Fable... deja que se convierta en el centro de tu fortaleza... si
es que quieres ganar este duelo de voluntades, claro está.
Fable se
abalanzó sobre él, alzando salvajemente el sable de luz por encima de su cabeza
y bajándolo de nuevo mientras encendía la hoja. Dejando caer su hombro, hizo
una finta a la izquierda y luego giró a la derecha, trazando arcos amplios y
agresivos con el sable de luz. Cualquier otro rival habría dado algunos pasos
atrás para recuperarse y contrarrestar su carga hostil, pero Jaalib Brandl no era
un oponente ordinario. Sin desanimarse, entró directamente en el arco de su
asalto, esquivando sus golpes más ingeniosos con la precisión de un verdadero
maestro. Su técnica era impecable, como Fable sabía que sería. Tendría que ser
igual de magistral si esperaba derrotarlo.
La
niebla baja que se aferraba al suelo se arremolinaba sobre sus pies, evaporándose
donde los sables de luz atravesaban la densa niebla. Fable luchaba por enfocar
sus energías, sintiéndose caer en los tentadores patrones de la agresión y la
ira imprudente. Era una lucha. Sintió que Jaalib simplemente jugaba con ella,
bailando a través de sus defensas con excepcional facilidad, como si pudiera
terminar la pelea en cualquier momento de su elección. En un momento, se abrió
camino a través de sus defensas, manteniendo protegido el brazo del arma
mientras tiraba de ella con fuerza hacia él, y la besó apasionadamente en la
boca. Después, al escuchar un coro de risas, el Jedi se soltó y se apartó de
ella, dándole cruelmente la espalda. Se inclinó ante el grupo de mercenarios del
Protectorado que observaba la pelea. Aplaudieron a su comandante y silbaron, animando
maliciosamente a los prisioneros rebeldes a que hicieran lo mismo.
Desconcertada,
Fable se dio cuenta de que los pilotos rebeldes habían sido derrotados y
capturados, incluso Deke. Habían sido obligados a ponerse de rodillas a punta
de bláster y obligados a ver a su humillación. Un aspecto de Fable que le era
familiar, y sin embargo, abandonado durante algunos años, resurgió. Era el lado
impetuoso e imprudente de la juventud que nunca se había sacudido por completo.
Con ansia de venganza, se abalanzó sobre Jaalib y le golpeó en la cintura cargando
con el hombro. A pesar de que su ligero peso podría haber hecho poco para derribarlo,
el impulso de su ataque empujó al Jedi hasta la superficie fangosa, donde saltó
a horcajadas sobre él y comenzó a golpearle en la cara con la empuñadura de su
espada de luz apagada. La risa se detuvo abruptamente.
Con
sangre manando de su nariz, Jaalib agarró los brazos de Fable y la empujó hacia
atrás, lanzándole una patada en el torso que envió a Fable volando por el aire.
Alzándose de las nieblas, el Jedi oscuro se despojó de su manto negro, que se
había vuelto muy pesado, empapado de barro bermellón y lluvia. Sacudiendo el
suelo semi-sólido de las manos, la miró, limpiándose otro hilo de sangre de la
comisura de la boca. Sus oscuros ojos estaban oscuros de rabia mientras
extendía su mano hacia el suelo, llamando al sable de luz para que acudiese a
sus dedos.
-Vaya,
qué genio tenemos. Pero eso era de esperar. Qué estúpido he sido al olvidar ese
espíritu ardiente. Es la única de tus cualidades que atrajo a mi padre... y
también a mí. -Se limpió la barbilla ensangrentada una última vez-. Se acabó la
hora de jugar, Fable. Márchate ahora, con tus hombres, y mantendré la promesa
que te he hecho. Si no te marchas... me temo que sucederá algo desagradable.
-¡Que
así sea! -gritó Fable. Volviendo a encender el sable de luz, llevó el arma a la
altura de sus hombros y le atacó con tal ferocidad que el Jedi oscuro se vio
obligado a retroceder.
Tambaleándose
bajo sus golpes, Jaalib dio un paso en falso y casi cayó en el barro, permitiéndole
atravesar sus defensas. Fable aprovechó, golpeándole con el sable de luz en el
hombro. Jaalib retrocedió rápidamente, con el olor a carne chamuscada fresco en
su nariz. Agachándose, devolvió el insulto haciendo descender su espada de luz contra
el brazo con el que Fable sostenía el arma. Ella gritó cuando la espada de luz
cortó limpiamente a través de su chaqueta de vuelo y llegó hasta la piel
vulnerable. Maldiciéndole, respondió. Golpe tras golpe, algunos llegando a su
destino, otros fallando, los Jedi combatieron, saliéndose del círculo en el que
las dos fuerzas opuestas habían luchado. Los soldados del Protectorado
siguieron la refriega con interés, ya que ninguno de los Jedi daba cuartel.
-¡Fable!
-gritó Jaalib, mientras esquivaba un golpe en el pecho. Se dejó caer de
rodillas mientras subían por la ladera de una colina rocosa-. ¡Fable, es
suficiente!
-¡No voy
a escucharte! -gritó ella. Hizo descender su espada de luz para bloquear la
espada de Jaalib. Las armas silbaban y crepitaban una contra otra, provocando
un eco siniestro que reverberaban a través de la cuenca vacía-. No eres mejor
que él, que tu padre. ¡Y él no es mejor que Vialco! ¡O Tremayne! ¡O Vader! ¡Todos
consumidos por el lado oscuro, criminales, asesinos! ¡Carniceros! -Se lanzó al
ataque, haciendo caso omiso de la expresión de miedo que se apoderó del rostro
de su rival. Sus ojos, normalmente tan azules, eran casi negros, las pupilas
abiertas casi por completo, exudando un miedo tan tangible que podía sentirlo.
Es un truco, se dijo. Tenía que matarlo, y matarlo ahora antes de que su
corazón le traicionase.
Fable condujo
al Jedi ante ella, dejándolo sin posibilidad o espacio para hablar, mientras hacía
caer sobre él su sable de luz desde arriba y desde los lados, rozándole en
varias ocasiones. Él estaba a la defensiva por alguna razón, respondiendo sólo
para defenderse, y aun así, parecía nervioso e inquieto. ¡Ella estaba ganando!
-Fable –suplicó.
-¡Ahórratelo!
No voy a escuchar...
La razón
de su angustia estaba clara ahora. A medida que sus movimientos apartaban la
niebla baja a sus pies, Fable pudo ver que habían luchado desplazándose hasta
la cima de un estrecho promontorio rocoso que se proyectaba desde la base de la
cuenca del cañón. Bajo ella no había más que niebla insustancial, que difícilmente
iba a poder soportar su peso al dar un paso final en el abismo. El sable de luz
cayó de sus manos mientras trataba de girar y volver a tierra firme, pero ese
fue el instante en que empezó a caer.
-¡Fable!
-gritó Jaalib, lanzándose al borde del acantilado. Tenía las manos y los brazos
completamente extendidos, tratando de alcanzarla. Sus dedos la tocaron
brevemente, pero luego se soltó y cayó, cayó a través de la niebla hacia el
suelo que se escondía debajo. Lo último que vio antes de que la niebla se alzase
para tragársela fueron sus ojos, tan abiertos y asustados como un niño asustado
en la oscuridad, y luego tinieblas.
***
La
lluvia que caía en su cara despertó a Fable. Cada punzante gota se sentía como
roca fundida, causando gran dolor en todo su cuerpo. Jadeando en busca de aire,
Fable trató de recuperar el aliento, causando tal agonía que estaba casi se ve arrastrada
de nuevo al olvido de la inconsciencia. Estaba tumbada boca arriba en un lecho
de rocas. Su pierna derecha estaba retorcida y deforme, atrapada entre la
orilla del acantilado y una capa de arcilla recién caída. A pesar de ángulo
grotesco de la pierna, no podía sentir ningún dolor en ella. No había ningún
dolor en absoluto por debajo de su cintura. Trató de ver el aspecto de la otra
pierna e intentó incorporarse, pero descubrió que su cuerpo no respondía. Lo
intentó de nuevo, con todas sus fuerzas, y descubrió que todo intento de moverse
era recompensado al instante con una oleada de dolor renovado. Conformes las
ondas de dolor y angustia se extendieron por ella, Fable se derrumbó, mareada,
con náuseas.
Ahora
bajo la niebla, podía mirar hacia arriba, hasta el saliente del acantilado desde
donde había caído. Eran casi veinte metros de altura. Tenía suerte de seguir
viva... siempre y cuando siguiera vida. El sabor cobrizo de la sangre en la
garganta le aseguraba que le quedaba pocos instantes, tal vez minutos para
disfrutar de lo que quedaba de esa vida. Ninguna cantidad de bacta iba a
ayudarla, no aquí, y sintió que las lágrimas de rabia y dolor caían lentamente por
sus mejillas, quemándole la piel a su paso.
-Fable.
La voz
era distante y sin embargo cercana... familiar y sin embargo extraña. Fable
siguió el sonido, y sus ojos llegaron a una sombra situada contra la pared del
acantilado. Envuelta en la niebla, la sombra permanecía oculta e inmóvil, gris
y desprovista de color a excepción de la vibrante melena roja que le caía hasta
los hombros. Era tan roja que hacía que el lodo bermellón palideciera en
comparación.
-¿Madre?
–Fable apretó los dientes llena de vergüenza-. ¡Madre!
-Escucha,
Fable. Has luchado toda tu vida por ser diferente, por ser única. Y en eso, no eres
diferente de cualquier otro. Deja de luchar contigo misma. La pertenencia y la aceptación
residen donde está tu corazón... y es en tu corazón donde debes estar.
-¡Fable!
-A medida que la imagen comenzaba a desvanecerse, fue sustituida por una figura
más animada. Jaalib corrió por el resbaladizo suelo, cayendo y volviéndose a
levantar en su prisa por llegar junto a ella-. ¡Fable, no! -exclamó, con el
rostro inundado por la lluvia y la emoción-. Fable, no te muevas. -Sacó un
comunicador del cinturón-. ¡Bane!
-¿Está
viva? -se escuchó crepitando por el transceptor.
Jaalib
se puso de pie y se volvió de espaldas a ella, como si ella no debiera oírle.
-Tiene
rota la espalda, posiblemente el cuello.
-¿Debo
llamar una lanzadera médica?
-No hay
tiempo, va a... a... Debo... -su voz se apagó durante un largo rato.
-¿Jaalib?
-preguntó Bane.
-Vuelve
a la nave -dijo Jaalib, con la cabeza gacha-. Indica que finalicen todos los
enfrentamientos. Ordena a los cazas y al resto de personal que regrese a la
nave.
-¿Jaalib?
- Ya me
has oído. ¡Ahora obedece!
-Como
quieras, Jaalib.
El
comunicador hizo clic, resonando con el siseo de silencio mientras Jaalib regresaba
junto a Fable, arrodillándose a su lado, protegiéndole la cara de la lluvia. Meneó
la cabeza, desazonado.
-Fable,
he sido un tonto.
-N-n-no
más que yo -susurró ella. A pesar de que se estaba acostumbrando al dolor en
sus extremidades superiores, era difícil respirar, y cada vez más. Había un silbido
aterrador que acompañaba a su respiración, un temblor inquietante que anunciaba
su futuro, o cualquier esperanza de su futuro. Cerró los ojos, sucumbiendo a la
oscuridad en el borde de su consciencia.
-Fable,
no -dijo Jaalib en serio, tomándola de la mano-. ¡Aguanta! ¡Aguanta!
La
lluvia se había vuelto notablemente más cálida. Fable abrió los ojos y vio a Jaalib
sentado a su lado, con los ojos vidriosos por una peculiar tristeza.
-¿Jaalib?
-Su voz era un susurro silencioso-. ¿Por qué lloras...?
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