lunes, 16 de septiembre de 2013

Emanaciones de oscuridad (I)

Emanaciones de oscuridad
Patricia A. Jackson

Un chirrido agravado acompañó al silbido de un sello de despresurización conforme la rampa del Pródigo se separaba del casco del carguero. Una semana de arena y microdesechos contaminaba los servomotores externos, haciendo que la rampa de acceso principal se detuviera y reiniciase su marcha en buscos empujones. El desagradable chirrido creció en un crescendo de ruidos de raspado, no muy diferentes al de las virutas de metales afilados rozando contra metal. Deke Holman apretó los dientes, imaginando el daño que se estaba causando al funcionamiento interno del sistema de elevación de la rampa. Marcas de quemaduras del torpedo que había causado los daños al YT-1300 podían verse a lo largo de los paneles interiores y a lo largo de los bordes de la propia rampa. El socorrano sacudió la cabeza con tristeza, examinando los daños.
A su lado, la capitana Fable Astin quiso tranquilizar su acelerado corazón, purgando el acceso de miedo e ira que amenazaba con abrumar sus sentidos. Una espesa melena de pelo castaño rojizo como el fuego caía sobre los estrechos hombros de su chaqueta de vuelo, enmarcando su rostro pálido y preocupado. Ojos verdes miraban torturados bajo las sombras del flequillo castaño, mirando hacia la luz cegadora de la extensa bahía de atraque que se abría ante ellos. Alta y fuerte, comenzó a bajar por la rampa, incluso antes de que se hubiera desplegado completamente, y saltó a la cubierta. Los tacones de sus botas resonaron contra las planchas del suelo del hangar con autoridad poco común. Apenas conteniendo su furia, hizo un rápido examen de la bahía de atraque. A pesar de varios años como oficial de Inteligencia Rebelde, nunca había estado en el interior del hangar de un Destructor Estelar Imperial en funcionamiento.
-Tranquila, capitana -susurró Deke en socorrano-. Esta es una visita de cortesía, ¿recuerdas? Si nos ponemos desagradables con la gente de aquí, puede que nunca podamos recuperar a los rehenes. -Descendió a la cubierta a su lado, levantando las manos para demostrar su buena voluntad. Alrededor de ellos, armados con rifles bláster, no menos de un centenar de soldados de asalto apuntaban sus armas contra ellos, los dedos posados en los gatillos. Nervioso, Deke observó las manos de Fable. No era el bláster pesado que colgaba bajo en su muslo lo que le preocupaba, sino el objeto cilíndrico que colgaba de su cinturón pistolera. La líder de su equipo tenía un temperamento tan fogoso como sus cabellos rojos. Y en el calor del momento, era conocida por encender la palpitante vara blanca de la espada de luz, y dejar que la arcaica arma hablase en su lugar.
-¿Puedes creerlo? -susurró Fable, con respiración forzada-. El Imperio se está convirtiendo en polvo por todos los rincones de la galaxia, y nunca lo sabrías al mirar esto. -Miró la hilera de naves en buen estado de conservación: cazas, interceptores y vengadores TIE, incluso lanzaderas de asalto dispuestas en el hangar por encima de ellos.
Deke se rió de su desdén.
-Puede que parezcan imperiales, capitana, pero no lo son.
Su astuto piloto estaba en lo cierto. Fable sintió que un poco de su ira desaparecía, distraída como estaba por el peculiar tinte azul de las armaduras de los soldados de asalto. A pesar de que parecían ser los mismos relucientes trajes blancos sobre negro, había pequeñas imperfecciones... imperfecciones que sólo un comando entrenado como su equipo de infiltración Acosador podría distinguir. Incluso las armas estaban ligeramente modificadas, con las miras limadas o personalizadas.
-Mercenarios.
-Mercenarios bien entrenados -respondió Deke-. Y sin duda uno o dos contrabandistas entre ellos, corellianos, tal vez incluso algunos socorranos. En cualquier caso, definitivamente no son imperiales y... -se detuvo a media frase cuando un rifle bláster se elevó hasta su cara- definitivamente no son amistosos.
Una comitiva de soldados de asalto salió de la bahía interior, flanqueando a un hombre vestido con un uniforme negro que no tenía ninguna marca o insignia. Muy corto por encima de las orejas, su cabello era de un cetrino blanco platino. Sus ojos eran tan azules y tan pálidos que parecían translúcidos, ensombrecidos bajo la visera de su gorra de oficial. Una túnica pesada y oscura ondeaba sobre sus hombros mientras caminaba, otorgándole un aire de autoridad incuestionable, que incluso Fable se vio obligada a respetar.
-Déjenlos -dijo con una voz que era poco más que un susurro audible. A su silenciosa orden, el mar de cuerpos blindados se abrió ante él sin vacilación, dejando un círculo de espacio libre alrededor de Fable y su piloto-. ¿Es usted la capitana Fable Astin?
Fable dudó en responder, sintiendo el innegable poder de la Fuerza de él. Su rabia chocó momentánea contra un muro impenetrable de tinieblas y de sombras que envió temblores a lo largo de su columna vertebral y sus hombros, causando una sensación helada de dolor que rebotó a través de todos sus huesos.
-Soy yo -acertó a decir, recuperándose de la experiencia. Intercambiando con Deke una mirada de preocupación, vio al socorrano indicando con la cabeza que él también sentía el peligro inminente.
-Usted vendrá conmigo. -Sorprendentemente, la frase era una petición, y sin embargo Fable sintió una fuerza en sus palabras que la dejó preguntándose por su identidad-. Soy el teniente Bane Werth –respondió a su pregunta no formulada. Volviéndole la espalda con frialdad, miró a sus soldados al otro lado de la bahía-. Soy el segundo al mando de Lord Jaalib Brandl, el comandante de esta nave, el Protectorado I, y de los cazas que actualmente están borrando del espacio a sus amigos rebeldes. Si desea evitar más derramamiento de sangre, le sugiero que venga conmigo.
Con las fosas nasales dilatadas y las manos apretadas en puños, Fable dio un paso hacia él.
-Vamos, Deke, terminemos con esto.
Una fila de soldados de asalto se interpuso entre ella y el piloto socorrano, con las armas apuntando a la cara y la garganta de Deke.
-El Maestro pidió que viniera usted sola -le susurró Bane con una voz tranquila-. Su compañero no sufrirá ningún daño. –Se volvió para mirar a Fable con una sonrisa encantadora-. Siempre y cuando se porte bien. Por aquí. -Bane extendió su brazo, como en señal de bienvenida, indicando un camino flanqueado por un pasillo de mercenarios armados.
-Adelante, capitana -susurró Deke-. No es momento de tomarse las cosas a título personal. Recupera esos rehenes. -Le guiñó un ojo y sonrió-. No te preocupes. Estaré aquí cuando regreses. -El socorrano vio como su capitana y amiga seguía al oficial mercenario, y agregó-: Espero.
Werth permaneció en silencio durante su breve paseo hacia el área de la bahía interior. Ya estaban muy adentrados en la zona de operaciones del Destructor Imperial antes de que Fable se diera cuenta de que la escolta de soldados de asalto no los había seguido fuera del hangar.
-¿Es usted un Jedi? –preguntó Fable, aunque ya sabía la respuesta.
Werth se detuvo y se volvió hacia ella, con una especie de sonrisa tímida separando sus labios.
-¿Por qué lo pregunta?
Fable sintió la oportunidad para lanzar un insulto y la aprovechó.
-Porque Jaalib no sería tan estúpido como para dejarme a solas con un subordinado ordinario cualquiera.
-Bien dicho -se rió Werth, inclinando la cabeza hacia ella-. Jaalib mencionó que usted tenía una lengua afilada y un ingenio aún más agudo. Sé mucho sobre usted, capitana Astin. Mucho. Suficiente para respetarla completamente por sus talentos como soldado... y como Jedi. Pero no se deje engañar por las apariencias. Su seguridad aquí es a petición del Maestro, y nadie... nadie cuestiona las órdenes o los motivos de Lord Brandl. -Tecleó un código en un panel de acceso cercano y la puerta blindada se abrió haciéndose a un lado-. Por favor, él la espera en el interior. -Bane inclinó la cabeza, bajando sólo temporalmente la mirada en homenaje, mientras ella pasaba junto a él entrando en la habitación.
El área más allá del pasillo era una cámara decididamente fría y ambigua, llena de oscuridad y sombras que se movían con la lentitud y la gracia tangible de la niebla del crepúsculo. La única fuente de luz de la habitación provenía de una ventana, un portal de transpariacero que corría a lo largo de los veinte metros de la sala. Le proporcionaba una vista sin obstáculos de la cara fea y rubicunda del planeta Redcap, así como de la batalla que se libraba por encima de la lúgubre y gris atmósfera. Mientras miraba, con el corazón en la garganta, un vengador TIE de elite se enfrentaba a un caza ala-X. La nave imperial, más ágil y rápida, se ocupó rápidamente con el caza rebelde, haciendo que los motores del ala-X sufrieran una sobrecarga, y se apagasen. Conforme el fuselaje del caza se oscurecía y la nave comenzó a vagar a la deriva sin poder hacer nada, el vengador giró sobre su eje y se perdió de vista de pronto, regresando a la refriega.
-Les he ordenado inhabilitar, no matar -dijo una voz familiar desde la oscuridad-. Tengo algunos de los mejores pilotos de combate que el Imperio podía ofrecerme. Siempre y cuando no se sientan amenazados, las bajas en tus fuerzas rebeldes deberían ser mínimas, exceptuando naves y equipamiento, por supuesto.
Fable giró sobre sus talones para enfrentarse a la oscuridad, sin poder ver que se moviera nada o nadie. Cerró los ojos y se concentró, estirándose con sus sentidos amplificados por la Fuerza. Sus pensamientos inmediatos encontraron resistencia, una poderosa resistencia que repelió su sondeo con una facilidad desconcertante. Mientras trataba de fortalecer su sondeo mental, fue repelida físicamente, alzada casi a un metro de altura, y golpeada contra el ventanal. Jadeando, sacudió la nube de aturdimiento de su cabeza y se puso de pie, apoyándose contra el frío cristal del portal.
-¿Por qué haces esto, Jaalib?
-Porque parece que tu gente está siempre interponiéndose ante algo que quiero. Al igual que se interpuso él.
Desde la oscuridad, emergió una forma de tamaño humano, caminando con pasos vacilantes, inestables. Cuando la luz de la ventana proyectó un débil resplandor en el rostro angustiado, Fable reconoció a Rhob Hardnt, un miembro twi'lek de su equipo de infiltración. La sangre y la saliva se mezclaban en su barbilla, goteando de sus labios mientras se convulsionaba y caía al suelo a sus pies-. Tus espías son excelentes, Fable, bien entrenados y experimentados. Pero claro, yo no esperaría menos de ti. Me hizo falta casi una hora. Imagínatelo: una hora con tu compañero para descubrir cómo los rebeldes lograron conocer mis planes. Nunca imaginé que un twi'lek pudiera ser tan resistente.
Fable se mordió el labio y se contuvo, arrodillándose junto al twi'lek. Sintió un dolor en el pecho cuando sus temblorosos dedos no pudieron detectar señales de vida en el cuerpo inmóvil. Tocó la cara del twi'lek. Su piel estaba mortalmente fría bajo sus dedos. Sólo a través de su conexión con la Fuerza moviéndose a través de ella pudo sentir los restos de vida dentro de él.
-Está vivo -dijo Jaalib-, pero a duras penas. Una semana más o menos en un tanque bacta curarán los males que le aquejan... al menos físicamente. –Una risa suave resonó desde las sombras, y luego fue aparentemente absorbida por la oscuridad-. Le habría matado de no haber mencionado tu nombre y luego la pequeña emboscada que estabas planeando para mí. Dejé un par de alientos en él... por ti.
-¡Por mí! –siseó Fable-. ¡Jaalib, esto es una locura! No tienes derecho a hacer esto. Estos rehenes garosianos rehenes fueron rescatados del Imperio y pagados con fondos de la Alianza. ¡No tienes derecho a interferir en la transferencia!
-La Alianza Rebelde no tiene nada que temer. No tengo ninguna intención de dañar a tus rehenes, ni quiero apropiarme de los fondos de la Alianza. -Su tono era burlón y cruel-. Sólo quiero tomarlos prestados por un breve tiempo. Y cuando haya terminado con ellos, puedes tenerlos de vuelta, indemnes y con buen aspecto.
-¡Deja de jugar! -exigió Fable-. No estoy de humor para teatros. ¡Muéstrate!
-¿Teatros?
-¡Basta! -gritó Fable-. ¡Estás actuando como tu padre! ¿Qué ha sido de ti, Jaalib? Nunca me imaginé que tú, más que nadie, pudieras rebajarte nunca a este tipo de crueldad.
Hubo un silencio inquietante, una quietud tan tangible como el hombre oculto entre las sombras.
-Hablas de crueldad. ¿Acaso no soy el hijo de mi padre? -Poco a poco, como un depredador acechando en la noche, Jaalib Brandl emergió de la oscuridad. A su orden, sin pronunciar palabra, las sombras se disiparon ante él como un pesado manto. La amarga frialdad del lado oscuro impregnaba el propio aire alrededor de su persona, un halo oscuro que arrojaba velos de sombra sobre su rostro. Fable reconoció las líneas juveniles de la boca y los hermosos ojos azules enmarcados en una melena de pelo negro que le llegaba hasta los hombros. Atrás quedó la inocencia que ella recordaba. En la frente, las arrugas de determinación eran más y más pronunciadas, grabando una historia no contada dentro de su rostro, por otra parte impecable-. Tus sentimientos te traicionan -susurró, con una pizca de remordimiento en su voz-. ¿Tanto he cambiado?
Fable se mordió el labio, luchando contra el doloroso nudo que subía por su garganta. Ahí, delante de ella, estaba el hombre que siete años atrás entregó su alma para salvarla, evitándole el frío y amargo toque de la mano del Emperador.
-¿Qué ha hecho tu padre contigo?
Jaalib sonrió, con sus labios de un rojo brillante en la oscuridad.
-Lo que hizo mi padre no fue un pecado tan terrible como los perpetrados contra mí por sus maestros oscuros y sus rivales.
-¿Trabajas para el Imperio?
-No. -Lo dijo con un tono áspero en la voz.
Confortada por ese tono, Fable sabía que estaba diciendo la verdad.
-¿Entonces por qué estás tratando de secuestrar a estas personas? Han sido prisioneros imperiales durante más de seis meses. No hay necesidad de traumatizarlos aún más.
-Seis meses. Yo fui prisionero del Imperio durante seis años... seis años largos y memorables. No sufrirán sino un retraso de algunos días en su libertad. Se volvió hacia ella, arqueando una ceja. La luz que emanaba del ventanal proyectaba un pálido y lánguido reflejo de sombra azul sobre su rostro, acentuando sus ojos-. Los necesito... como señuelo.
-¿Señuelo? -Fable sintió presión en el pecho.
-¿Te acuerdas de mi planeta natal, Trulalis? Bueno, parece que Lord Darius Onneir, un moff imperial que una vez fue leal al Emperador, está tratando de afirmar su reclamación de esta zona del espacio. Lamentablemente, aquellos oficiales que permanecen leales al Imperio le han encontrado y ahora amenazan su débil existencia. Él no es lo suficientemente fuerte como para oponerse a ellos, pero con un poco de influencia podría hacerlo.
-Los rehenes... ¡vas a ofrecérselos a ese moff!
Él sonrió, con una extraña juventud emergiendo en su rostro.
-Sólo temporalmente. Onneir conoce mi motín contra el Imperio, y piensa que le ofrezco estos rehenes como una ofrenda de lealtad hacia él. Planea reunirse conmigo para intercambiar los rehenes por su aceptación. Los rehenes son sólo están allí como un señuelo para asegurar su perdición. Cuando las tropas y buques de Onneir lleguen, nuestras fuerzas del Protectorado le destruirán, haciendo que no sea una amenaza para el sistema Trulalis -hizo una pausa, mirando por encima del hombro-, ni para nadie más. Incluso tus superiores de la Alianza lo aprobarían.
-¿Nuestras fuerzas del Protectorado? -Fable sintió que un escalofrío le recorría la espalda-. ¿Quién más está involucrado?
-Mi padre estará esperando al otro lado de Trulalis con la mitad de las fuerzas del Protectorado. Yo controlo la otra mitad. Cuando converjamos sobre Onneir, será con no menos de cuatro Destructores Estelares Imperiales, en comparación a los dos del Gran Moff Onneir. Le aplastaremos y recuperaremos nuestro hogar.
Fable apoyó la espalda contra la ventana de transpariacero. Sus intenciones eran nobles, o eso le decía su confusa conciencia. Y si esas intenciones significaban la destrucción de un moff renegado, ¿quién era ella para objetar?
-La Alianza os apoyaría en esto, Jaalib. Yo me aseguraría de ello. Sólo dame tiempo para hablar...
-No hay tiempo para hablar con tus superiores -intervino Jaalib-. El plan está trazado. Es el momento de activar la trampa antes de que todo esté perdido. Además -se rió en voz baja-, la Alianza podría considerarlo como un gesto de sumisión a su forma de pensar. El Protectorado no siente amor al Imperio, todo lo contrario, de hecho, pero tampoco deseamos mostrar ninguna lealtad hacia la Alianza Rebelde. -Cerró los ojos, y un rostro sereno de paz sustituyó a sus torturadas facciones-. Ah, y nuestros invitados han llegado.
Fable giró sobre sus talones, mirando por la ventana cuando el lejano destello de un portal de entrada del hiperespacio brilló contra el telón de fondo negro del espacio. Maltratada y con marcas de disparos en su casco, la lanzadera de escolta volvió a surgir al espacio normal, justo en el medio del combate aéreo. Alarmado por la repentina demostración de fuerza, el piloto de la lanzadera calculó mal un giro en barril y chocó contra un caza ala-Y, que en ese momento trataba desesperadamente de evitar a un interceptor. El TIE lo esquivó hábilmente poniéndose fuera de peligro, mientras que el ala-Y giraba impotente, fuera de control. Dañada como resultado de la colisión, la lanzadera tembló y se tambaleó, activando sus motores en series esporádicas mientras caía a la deriva en el abrazo gravitatorio del planeta Redcap.
Jaalib frunció el ceño, y un profundo suspiro reflexivo resonó en el silencio.
-Sigues siendo la Fable que recuerdo de hace mucho tiempo: con los problemas siempre pisándote los talones. ¡Bane!
-Aquí estoy, Jaalib -respondió el teniente desde la oscuridad, junto a la puerta blindada.
-Parece que nuestra misión de recuperación se ha convertido en una misión de rescate. -Aún mirando por la ventana, Jaalib se colocó guantes negros sobre sus largos dedos y se arregló la túnica en los hombros-. Que mi caza esté preparado. Supervisaré esto yo mismo para asegurarme de que no haya más variables inciertas. -Echó un vistazo a Fable, despidiéndola con la mirada sin más comentarios-. Y ordena a los cazas activos en la zona que hagan lo que sea necesario para mantener despejado nuestro camino.
-¿Eso ha sido una amenaza? -espetó Fable.
Jaalib se detuvo en la puerta, mirando por encima del hombro.
-Era mi padre quien amaba los acertijos y los gestos enigmáticos, Fable. Yo no tengo tiempo para ellos. Mis palabras eran una advertencia. Si me sigues, un gran daño te sobrevendrá. Eso te lo prometo. Y -sonrió siniestramente- esta vez no habrá ningún héroe que salga al escenario y te rescate.
-¿Ella seguirá con vida? -le susurró Bane al Jedi oscuro, incrédulo-. ¿Está autorizada a abandonar la nave? -Miró a Fable y de nuevo a Jaalib, donde su dura expresión se suavizó en obediencia y respeto.
-Ella no tiene ninguna consecuencia para nosotros, ni sus amigos rebeldes -dijo Jaalib severamente.
-Larga vida al rey -siseó Fable, aplaudiendo con desprecio-. Larga vida al rey. Te has convertido en tu padre.
-Al contrario –replicó-. Me he convertido en lo que siempre he estado destinado a ser. Adiós, Fable.
En medio de una furia de actividad, hombres, y equipo, Fable se apresuró a regresar a la zona de la bahía de atraque en el vientre del Destructor Estelar. Medio arrastrando, medio cargando sobre sus hombros el cuerpo semi-consciente de su compañero de tripulación, luchó para regresar al Pródigo. Su comunicador estaba interferido, como resultado de la batalla que se estaba librando en ese momento fuera de la nave de guerra; y sin manera de contactar con Deke, estaba sola con su carga. Nadie se ofreció a ayudarla. Y nada impidió su camino mientras corría atravesando el frenesí de los mercenarios, que se preparaban para lo que parecía una masiva ofensiva final. Los bastidores eyectores de TIE resonaban con el ruido de los ansiosos cazas saliendo disparados de los muelles para formar escuadrones más allá del ajetreado hangar. Las escasas fuerzas de la Alianza no habían estado preparadas para este tipo de ataque y estaban superadas en número en proporción de cinco a uno.
Una masacre inútil e innecesaria, pensó Fable. Y los rehenes estaban en igual peligro. Ella era la única que podía ocuparse de esto, ahora que estaba segura de que Jaalib Brandl estaba involucrado.
-¡Deke! -gritó, tirando del cuerpo del twi'lek por la rampa del Pródigo. Pulsó el mecanismo de cierre de la puerta principal del carguero. Las juntas exteriores estaban presurizándose cuando una gran sombra se acercó hacia ella desde el puente.
-Capitana -exclamó el socorrano-. ¡Por las heladas llanuras de Neftal! Rhobbie. –Sujetando al twi'lek por debajo de los hombros, Deke ayudó a Fable a llevar al espía rebelde inconsciente a los camarotes de la tripulación-. Era él, ¿no? -susurró Deke, reconociendo el aspecto desolado en su rostro-. ¿Hablar con él no ha funcionado?
-No. -Fable sacudió la cabeza con tristeza, aturdida por el reencuentro-. No es mejor que su padre.
-Entonces es cierto. Su padre le ofreció al Emperador, en tu lugar. Él es ahora un Jedi oscuro.
-Y tan poderoso como su padre, si no más.
-¿Cómo conseguiste escapar? Pensé que esta vez nos había llegado el fin.
-Él me dejó ir -explicó Fable. Ayudó a Deke a asegurar firmemente al twi'lek en una litera hasta que pudieran llegar a unas instalaciones médicas apropiadas en la base-. ¿Estás solo? -Examinó brevemente los oscuros pasillos que llevaban a la cabina.
-Se fueron hace unos minutos.
-Contacto con el mando rebelde. No te preocupes por cifrar el mensaje; no tenemos tiempo. Diles que la lanzadera de escolta ha sido alcanzada y está cayendo a la atmósfera. -Corrió hacia el puente de proa y se dejó caer en la silla del piloto principal-. ¿Cuál es el nombre de esta roca?
-Redcap.
-Diles que ordenen a los cazas que regresen. Estamos irremediablemente superados en número aquí.
-Y que lo digas. -Deke se sentó ante la consola de comunicaciones, obedeciendo sus órdenes iniciales-. ¿Algo más?
Fable encendió los motores principales del YT-1300, sintiendo el poder del carguero bajo sus manos mientras pulsaba las palancas de control de vuelo manual.
-Di a todos los pilotos de caza restantes que se reúnan con nosotros en Redcap en estas coordenadas. Cualquiera que todavía pueda mantenerse pie, caminar, o sostener una pistola debe estar allí.
-¿Capitana? -Deke vaciló-. Sin duda seguiremos en inferioridad numérica.
-Sin duda -respondió Fable, guiando al Pródigo al espacio abierto a través del ancho tubo de lanzamiento-. Sin duda, pero esta vez estaré allí... para ayudar a igualar las probabilidades.

***

Por debajo de los tristes cielos grises de la atmósfera inundada de gorro rojo, gruesos remolinos de humo se elevaban de los restos de la sección de cola de una lanzadera de escolta incapacitada. El rastro de humo que se iba desvaneciendo proporcionaba una  baliza clara para llegar a la nave derribada, que cayó rápidamente, con el morro por delante, en la superficie de arcilla porosa. La lluvia helada caía en láminas implacable, empapando el paisaje bermellón del planeta y cubriendo la lanzadera con una capa de baño ácido de color rosa pálido que caía desde el contaminado firmamento. El exceso de agua se reunía en riachuelos, creando un diminuto río, que se acumulaba en charcos de color rojo sangre en las superficies más bajas, como en la que había aterrizado la lanzadera. Sólo una hora después de haber caído, la nave inhabilitada ya estaba parcialmente sumergida en esa agua turbia y brumosa.
La zona donde se había estrellado la lanzadera era un laberinto de estrechos cañones entrecruzados. No había ninguna zona segura donde una nave, ni siquiera un pequeño caza, pudiera tomar tierra con seguridad. Escarpadas paredes rocosas, algunas de cientos de metros de altura, descendían a la escabrosa cuenca. Una engañosa niebla blanca se arremolinaba sobre el suelo a baja altitud, dificultando la visión y el avance a pie. Un paso en falso podría significar un doloroso impacto contra el suelo rocoso o, en el peor de los casos, una caída hacia los acantilados más bajos y las crestas de abajo que quebraría todos los huesos. El sonido de disparos bláster resonaba en el abismo inferior, acompañado por el zumbido persistente de un sable de luz.
-¡Date prisa, Deke! -instó Fable, corriendo hacia los restos a lo largo de la parte superior de una colina fangosa.
-Estoy justo detrás tuya, capitana -dijo el socorrano, sin aliento tras una carrera de medio kilómetro.
Por debajo de ellos, los trajes de vuelo de color naranja y negro de los soldados estaban dispersos entre los promontorios de rocas y cantos rodados, algunos luchando con rifles, otros con sus puños.
Salpicando en el barro, mercenarios del Protectorado y soldados rebeldes luchaban por el control, cada uno buscando el mismo premio. Mientras luchaban, la lanzadera de escolta se hundía más profundamente en las aguas sangrientas de la superficie del planeta. Los aterrorizados pasajeros salieron rápidamente por la escotilla de escape superior de la sección de popa de la nave para permanecer por encima del agua en rápido ascenso y la succión de la arcilla. Conforme aumentaba el peligro para la nave que se hundía, ninguno de los dos bandos ganaba terreno hasta que el fuego bláster rebelde fue desviado hacia un equipo secundario de mercenarios que avanzaba liderado por Jaalib Brandl.
El Jedi oscuro se movía con pasos elegantes sobre la arcilla resbaladiza y el barro, con ritmo urgente, pero sin prisas. La vara blanca de su sable de luz rompía la misteriosa penumbra, dispersando la niebla a su alrededor. Pero la oscuridad que se aferraba al Jedi y a sus túnicas negras, como un guardián de sombras tangible, se mantuvo. A medida que avanzaba con su equipo en la cuenca, los rebeldes les apuntaron y dispararon contra ellos, pero en vano. Con un suave giro de muñeca o una finta que provocaba que el Jedi cuadrase los hombros, los disparos bláster eran desviados inocuamente por sable de luz. Algunos de esos disparos desviados eran enviados hacia el tirador, abatiendo el arma o al hombre que lo disparó inicialmente. A la derecha de Jaalib, Bane Werth, pistola en mano, estaba dando órdenes a sus hombres para avanzar y flanquear la debilitada línea de pilotos rebeldes.
Jadeando en la parte superior del risco, Deke meneó la cabeza.
-No tienen ninguna oportunidad, no con Jaalib allí. Y ese teniente, si lo que dices es cierto... seguro que él también tiene un sable de luz. ¿Qué vamos a...?
Antes de que pudiera expresar su pregunta, Fable ya se estaba moviendo fuera del paso del risco, saltando de la repisa de roca y hundiéndose hasta los tobillos en la masa de arcilla. Se deslizó por la pendiente, con una rodilla doblada bajo ella como la cuchilla de un trineo, y una mano actuando como timón para controlar su descenso. Mientras se acercaba a la base del cerro, sus ojos estaban fijos en la forma oscura de Jaalib. Permitiendo que su cuerpo cayera hacia adelante sobre sus manos, Fable saltó, dando volteretas por el aire y aterrizó sobre sus pies entre el Jedi oscuro y la lanzadera. Como Deke sospechaba, Bane Werth llevaba un sable de luz, y al verla llegar, cogió el arma encendiendo su hoja de color amarillo pálido.
Jaalib sonrió, extendiendo su brazo para mantener al teniente detrás de él.
-Déjamela a mí. Consigue esos rehenes. Y regresa a la nave. -Sin preocuparse más por el aluvión de disparos bláster a su alrededor, Brandl avanzó hacia Fable y se detuvo en el centro de la cuenca, mirándola.
Cubierta de gruesas capas de barro y arcilla bermellones, Fable se enfrentó a él. El frenesí de la actividad que la rodeaba se desvaneció hasta que no existió nada más, ni el fuego bláster, ni los soldados, amigos o enemigos, ni los rehenes.
-Bueno -susurró Fable-, ¿es esta la escena en la que te pido que lo reconsideres y vuelvas al lado de la luz? ¿O es el acto en el que tratas de seducirme?
-Persistente como siempre.
-Como si me estuvieras dando otra opción.
-Regresa a tu nave, Fable -dijo Jaalib, como si estuviera hablando con un niño-. Te doy mi palabra; vuestros rehenes no sufrirán daños. Serán bien atendidos y defendidos. Tienes mi palabra. En pocos días, te los devolveré yo personalmente Tal vez entonces, podamos sentarnos a cenar y hablar de los viejos tiempos.
-¿Y yo tendría que escuchar tus ensayados soliloquios, al igual que tuve que escuchar los de tu padre? No, gracias, prefiero que no.
-Oh, me hieres -se burló-. Pensé que te gustaban esos pequeños interludios dramáticos conmigo susurrándote palabras dulces al oído. ¿Recuerdas aquella tarde durante la tormenta? Tú y yo, en el oscuro teatro, la lluvia, tus labios. Podría ser así para nosotros de nuevo, Fable.
Fable frunció el ceño ante la insinuación.
-Ya no soy la misma niña llorosa que tu padre podía asustar y controlar con sus métodos.
-Eso es obvio -respondió con una mirada lasciva en sus ojos-. Y admiro a la mujer en la que te has convertido, pero sólo dispones de mi respeto, no de mi obediencia. Conseguiré esos rehenes.
Fable tragó saliva, tratando de alcanzar el sable de luz de su cinturón. Extrañamente, parecía frío y desconocido en su mano. Con esfuerzo, contuvo la oleada de miedo que le subía por la garganta, enterrándola en lo más profundo antes de que pudiera convencerla de abandonar tal como había pedido el Jedi. Y con ella, enterró un sentimiento de deuda y gratitud. Este era el hombre que le había salvado la vida, que la había salvado del lado oscuro y de la sombra del Emperador. Y como recompensa, él ocupó su lugar. ¿Tan ansiosa estaba por matarlo?
-El heroísmo es una virtud del corazón atribulado, ¿no es así? -preguntó Jaalib-. Y el tuyo es un corazón atribulado, Fable. La culpa que sientes por lo que me ha sucedido... es tu culpa. Tú la has creado; e incluso ahora, la nutres con tu miedo. Vamos, Fable... deja que se convierta en el centro de tu fortaleza... si es que quieres ganar este duelo de voluntades, claro está.
Fable se abalanzó sobre él, alzando salvajemente el sable de luz por encima de su cabeza y bajándolo de nuevo mientras encendía la hoja. Dejando caer su hombro, hizo una finta a la izquierda y luego giró a la derecha, trazando arcos amplios y agresivos con el sable de luz. Cualquier otro rival habría dado algunos pasos atrás para recuperarse y contrarrestar su carga hostil, pero Jaalib Brandl no era un oponente ordinario. Sin desanimarse, entró directamente en el arco de su asalto, esquivando sus golpes más ingeniosos con la precisión de un verdadero maestro. Su técnica era impecable, como Fable sabía que sería. Tendría que ser igual de magistral si esperaba derrotarlo.
La niebla baja que se aferraba al suelo se arremolinaba sobre sus pies, evaporándose donde los sables de luz atravesaban la densa niebla. Fable luchaba por enfocar sus energías, sintiéndose caer en los tentadores patrones de la agresión y la ira imprudente. Era una lucha. Sintió que Jaalib simplemente jugaba con ella, bailando a través de sus defensas con excepcional facilidad, como si pudiera terminar la pelea en cualquier momento de su elección. En un momento, se abrió camino a través de sus defensas, manteniendo protegido el brazo del arma mientras tiraba de ella con fuerza hacia él, y la besó apasionadamente en la boca. Después, al escuchar un coro de risas, el Jedi se soltó y se apartó de ella, dándole cruelmente la espalda. Se inclinó ante el grupo de mercenarios del Protectorado que observaba la pelea. Aplaudieron a su comandante y silbaron, animando maliciosamente a los prisioneros rebeldes a que hicieran lo mismo.
Desconcertada, Fable se dio cuenta de que los pilotos rebeldes habían sido derrotados y capturados, incluso Deke. Habían sido obligados a ponerse de rodillas a punta de bláster y obligados a ver a su humillación. Un aspecto de Fable que le era familiar, y sin embargo, abandonado durante algunos años, resurgió. Era el lado impetuoso e imprudente de la juventud que nunca se había sacudido por completo. Con ansia de venganza, se abalanzó sobre Jaalib y le golpeó en la cintura cargando con el hombro. A pesar de que su ligero peso podría haber hecho poco para derribarlo, el impulso de su ataque empujó al Jedi hasta la superficie fangosa, donde saltó a horcajadas sobre él y comenzó a golpearle en la cara con la empuñadura de su espada de luz apagada. La risa se detuvo abruptamente.
Con sangre manando de su nariz, Jaalib agarró los brazos de Fable y la empujó hacia atrás, lanzándole una patada en el torso que envió a Fable volando por el aire. Alzándose de las nieblas, el Jedi oscuro se despojó de su manto negro, que se había vuelto muy pesado, empapado de barro bermellón y lluvia. Sacudiendo el suelo semi-sólido de las manos, la miró, limpiándose otro hilo de sangre de la comisura de la boca. Sus oscuros ojos estaban oscuros de rabia mientras extendía su mano hacia el suelo, llamando al sable de luz para que acudiese a sus dedos.
-Vaya, qué genio tenemos. Pero eso era de esperar. Qué estúpido he sido al olvidar ese espíritu ardiente. Es la única de tus cualidades que atrajo a mi padre... y también a mí. -Se limpió la barbilla ensangrentada una última vez-. Se acabó la hora de jugar, Fable. Márchate ahora, con tus hombres, y mantendré la promesa que te he hecho. Si no te marchas... me temo que sucederá algo desagradable.
-¡Que así sea! -gritó Fable. Volviendo a encender el sable de luz, llevó el arma a la altura de sus hombros y le atacó con tal ferocidad que el Jedi oscuro se vio obligado a retroceder.
Tambaleándose bajo sus golpes, Jaalib dio un paso en falso y casi cayó en el barro, permitiéndole atravesar sus defensas. Fable aprovechó, golpeándole con el sable de luz en el hombro. Jaalib retrocedió rápidamente, con el olor a carne chamuscada fresco en su nariz. Agachándose, devolvió el insulto haciendo descender su espada de luz contra el brazo con el que Fable sostenía el arma. Ella gritó cuando la espada de luz cortó limpiamente a través de su chaqueta de vuelo y llegó hasta la piel vulnerable. Maldiciéndole, respondió. Golpe tras golpe, algunos llegando a su destino, otros fallando, los Jedi combatieron, saliéndose del círculo en el que las dos fuerzas opuestas habían luchado. Los soldados del Protectorado siguieron la refriega con interés, ya que ninguno de los Jedi daba cuartel.
-¡Fable! -gritó Jaalib, mientras esquivaba un golpe en el pecho. Se dejó caer de rodillas mientras subían por la ladera de una colina rocosa-. ¡Fable, es suficiente!
-¡No voy a escucharte! -gritó ella. Hizo descender su espada de luz para bloquear la espada de Jaalib. Las armas silbaban y crepitaban una contra otra, provocando un eco siniestro que reverberaban a través de la cuenca vacía-. No eres mejor que él, que tu padre. ¡Y él no es mejor que Vialco! ¡O Tremayne! ¡O Vader! ¡Todos consumidos por el lado oscuro, criminales, asesinos! ¡Carniceros! -Se lanzó al ataque, haciendo caso omiso de la expresión de miedo que se apoderó del rostro de su rival. Sus ojos, normalmente tan azules, eran casi negros, las pupilas abiertas casi por completo, exudando un miedo tan tangible que podía sentirlo. Es un truco, se dijo. Tenía que matarlo, y matarlo ahora antes de que su corazón le traicionase.
Fable condujo al Jedi ante ella, dejándolo sin posibilidad o espacio para hablar, mientras hacía caer sobre él su sable de luz desde arriba y desde los lados, rozándole en varias ocasiones. Él estaba a la defensiva por alguna razón, respondiendo sólo para defenderse, y aun así, parecía nervioso e inquieto. ¡Ella estaba ganando!
-Fable –suplicó.
-¡Ahórratelo! No voy a escuchar...
La razón de su angustia estaba clara ahora. A medida que sus movimientos apartaban la niebla baja a sus pies, Fable pudo ver que habían luchado desplazándose hasta la cima de un estrecho promontorio rocoso que se proyectaba desde la base de la cuenca del cañón. Bajo ella no había más que niebla insustancial, que difícilmente iba a poder soportar su peso al dar un paso final en el abismo. El sable de luz cayó de sus manos mientras trataba de girar y volver a tierra firme, pero ese fue el instante en que empezó a caer.
-¡Fable! -gritó Jaalib, lanzándose al borde del acantilado. Tenía las manos y los brazos completamente extendidos, tratando de alcanzarla. Sus dedos la tocaron brevemente, pero luego se soltó y cayó, cayó a través de la niebla hacia el suelo que se escondía debajo. Lo último que vio antes de que la niebla se alzase para tragársela fueron sus ojos, tan abiertos y asustados como un niño asustado en la oscuridad, y luego tinieblas.

***

La lluvia que caía en su cara despertó a Fable. Cada punzante gota se sentía como roca fundida, causando gran dolor en todo su cuerpo. Jadeando en busca de aire, Fable trató de recuperar el aliento, causando tal agonía que estaba casi se ve arrastrada de nuevo al olvido de la inconsciencia. Estaba tumbada boca arriba en un lecho de rocas. Su pierna derecha estaba retorcida y deforme, atrapada entre la orilla del acantilado y una capa de arcilla recién caída. A pesar de ángulo grotesco de la pierna, no podía sentir ningún dolor en ella. No había ningún dolor en absoluto por debajo de su cintura. Trató de ver el aspecto de la otra pierna e intentó incorporarse, pero descubrió que su cuerpo no respondía. Lo intentó de nuevo, con todas sus fuerzas, y descubrió que todo intento de moverse era recompensado al instante con una oleada de dolor renovado. Conformes las ondas de dolor y angustia se extendieron por ella, Fable se derrumbó, mareada, con náuseas.
Ahora bajo la niebla, podía mirar hacia arriba, hasta el saliente del acantilado desde donde había caído. Eran casi veinte metros de altura. Tenía suerte de seguir viva... siempre y cuando siguiera vida. El sabor cobrizo de la sangre en la garganta le aseguraba que le quedaba pocos instantes, tal vez minutos para disfrutar de lo que quedaba de esa vida. Ninguna cantidad de bacta iba a ayudarla, no aquí, y sintió que las lágrimas de rabia y dolor caían lentamente por sus mejillas, quemándole la piel a su paso.
-Fable.
La voz era distante y sin embargo cercana... familiar y sin embargo extraña. Fable siguió el sonido, y sus ojos llegaron a una sombra situada contra la pared del acantilado. Envuelta en la niebla, la sombra permanecía oculta e inmóvil, gris y desprovista de color a excepción de la vibrante melena roja que le caía hasta los hombros. Era tan roja que hacía que el lodo bermellón palideciera en comparación.
-¿Madre? –Fable apretó los dientes llena de vergüenza-. ¡Madre!
-Escucha, Fable. Has luchado toda tu vida por ser diferente, por ser única. Y en eso, no eres diferente de cualquier otro. Deja de luchar contigo misma. La pertenencia y la aceptación residen donde está tu corazón... y es en tu corazón donde debes estar.
-¡Fable! -A medida que la imagen comenzaba a desvanecerse, fue sustituida por una figura más animada. Jaalib corrió por el resbaladizo suelo, cayendo y volviéndose a levantar en su prisa por llegar junto a ella-. ¡Fable, no! -exclamó, con el rostro inundado por la lluvia y la emoción-. Fable, no te muevas. -Sacó un comunicador del cinturón-. ¡Bane!
-¿Está viva? -se escuchó crepitando por el transceptor.
Jaalib se puso de pie y se volvió de espaldas a ella, como si ella no debiera oírle.
-Tiene rota la espalda, posiblemente el cuello.
-¿Debo llamar una lanzadera médica?
-No hay tiempo, va a... a... Debo... -su voz se apagó durante un largo rato.
-¿Jaalib? -preguntó Bane.
-Vuelve a la nave -dijo Jaalib, con la cabeza gacha-. Indica que finalicen todos los enfrentamientos. Ordena a los cazas y al resto de personal que regrese a la nave.
-¿Jaalib?
- Ya me has oído. ¡Ahora obedece!
-Como quieras, Jaalib.
El comunicador hizo clic, resonando con el siseo de silencio mientras Jaalib regresaba junto a Fable, arrodillándose a su lado, protegiéndole la cara de la lluvia. Meneó la cabeza, desazonado.
-Fable, he sido un tonto.
-N-n-no más que yo -susurró ella. A pesar de que se estaba acostumbrando al dolor en sus extremidades superiores, era difícil respirar, y cada vez más. Había un silbido aterrador que acompañaba a su respiración, un temblor inquietante que anunciaba su futuro, o cualquier esperanza de su futuro. Cerró los ojos, sucumbiendo a la oscuridad en el borde de su consciencia.
-Fable, no -dijo Jaalib en serio, tomándola de la mano-. ¡Aguanta! ¡Aguanta!
La lluvia se había vuelto notablemente más cálida. Fable abrió los ojos y vio a Jaalib sentado a su lado, con los ojos vidriosos por una peculiar tristeza.
-¿Jaalib? -Su voz era un susurro silencioso-. ¿Por qué lloras...?

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