Operaciones
Especiales: Secuestradores de naves
John Beyer y
Kathy Burdette
Ya era casi el amanecer, y la actividad en el
puerto estelar parecía comenzar a relajarse. Haathi estaba sentada en una de
las torres de mantenimiento con sus pies sobre el alfeizar de la ventana,
supervisando el asfalto con un par de maltrechos macrobinoculares. Se suponía
que no debía estar allí.
Tampoco debería estar allí el nuevo médico, que la
estaba poniendo nerviosa, y no en el sentido divertido y excitante,
precisamente.
-Disculpe, comandante... ¿Comandante? –estaba
diciendo él, tirándole de la manga del mono.
La atención de Haathi permaneció fija en la escena
de abajo: droides mensajeros y carros de equipaje automatizados luchaban por
abrirse paso entre ellos, picajosos y cascarrabias tras una larga noche de
trabajo. Por todas partes se escuchaban las toses y los chisporroteos de los
transportes repostando, tratando de conseguir suficiente combustible para
aguantar otro día más. Bajo las torres de guardia los tipos de seguridad se
movían nerviosos, Ya que su turno estaba a punto de acabar y su relevo llegaría
pronto.
Ese último factor era algo con lo que Haathi
contaba. Esto era Zelos II, donde la mayor parte de la población estaba
compuesta por humanoides a los que por una u otra razón la noche les aterraba.
Los guardias estaban más interesados en apiñarse entre ellos y mirar por encima
de sus hombros que en preocuparse de gente que podría, digamos, estar a punto
de romper la ley.
Ahora Haathi necesitaba ubicar al resto de su
equipo de Operaciones Especiales. Miró a la torre de iluminación más cercana;
Morgan estaba colgada de la pasarela mediante una estrecha correa, con sus
largos brazos metidos hasta los codos en un panel de acceso. Según el horario
previsto.
Haathi posó los macrobinoculares en su regazo un
instante y miró al YT-1300 estacionado en una bahía de atraque de alta
seguridad justo enfrente. Tras ella se oía unos chasquidos constantes; era el
sonido de Jayme desconectando clavijas de datos e intercambiando placas de
circuitos en la subestación de seguridad. Estaba reorganizando completamente
los ordenadores de respaldo de seguridad para que hicieran la voluntad del
equipo, cortesía de un juego de los planos de las reformas del puerto estelar.
Según el horario previsto.
-¡Hey, comandante! ¡Comandaaante!
Entonces se volvió.
-¿Qué pasa, Nord? ¿Qué? ¿Quéee?
-Hay un asunto que me gustaría tratar ahora –dijo
Nord, jugueteando con uno de los guantes de su uniforme de técnico robado.
-¿Es importante? Necesito que mantengas un ojo en
la patrullas de seguridad. Si ven a Morgan, todo esto habrá sido por nada.
-Sólo quiero hacerle una pregunta.
-¿Y bien?
-¿Por qué estamos haciendo esto?
Lo dijo con pasión, como si prefiriera dedicar la
mañana a comer insectos de fuego vivos que a hacer lo que Haathi tenía en
mente. Haathi suspiró. Le habían asegurado que el tipo nuevo había estado en
varias misiones de campo antes de ser asignado a su equipo, pero su cabello y
sus uñas –toda su actitud- le decía lo contrario. ¿Tan desesperada estaba la
Rebelión por conseguir agentes de campo?
-Hemos tenido tres días en el hiperespacio para
hablar de esto, Nord –dijo, ayudándole a ponerse el guante-. ¿Quieres que te lo
diga por billonésima vez? –Se inclinó sobre él y le habló lenta y suavemente al
oído-. La Rebelión necesita naves. Nosotros robamos la nave. La llevamos a
casa, a la base.
Él se ruborizó y retrocedió un paso.
-Ya lo sé –exclamó-. Quiero decir, ¿por qué esa
nave en particular? –Señaló a la que tenían justo enfrente.
-El YT-1300 es un clásico –le dijo-. Si tuvieras
algo de estilo, Nord, ya lo sabrías.
-No, me refería...
-Y además es práctico, Nord. Pareces un tipo
práctico. ¿No crees que podría venirnos bien en Derricon? –Haathi barrió la
ventana con su mano libre-. Imagina lo genial que quedaría en el hangar junto
al transporte de tropas.
-No, me refiero a por qué este YT-1300 en
particular. Hay docenas de ellos por ahí... ¡hey, mira, hay dos justo allí!
Haathi entornó los ojos.
-¿Qué tienen de bueno esos?
-No están situados justo debajo de la torre de
guardia.
-Me abu-rro –dijo Haathi.
Nord emitió un extraño gruñido agudo; Haathi
sospechaba que su voz había quedado atrapada entre obedecer a su oficial al
mando y gritar pidiendo ayuda.
Después de un momento, dijo:
-De acuerdo. Vale. Sólo quiero que sepa que creo
que esto es una mala idea.
-¿En serio?
-¿Usted no?
-No –dijo Haathi-. Yo sé que esto es una mala idea.
-¿Entonces por qué no nos retiramos antes de que
alguien haga algo y, eh... alguien salga, ya sabe, herido?
-Es demasiado tarde para eso –dijo Haathi con
tristeza-. Me ha llamado.
Nord miró a su alrededor, por encima de su hombro,
hacia los cientos de naves y miles de pasajeros que caminaban entre ellas en el
hangar, hacia el cielo y luego volvió a mirar a Haathi.
-¿Quién te ha llamado? ¿El “Destino”?
-Ella –dijo Haathi-. La nave.
Nord puso los ojos en blanco.
-Decía: “¡T’Charek! ¡T’Charek! ¡Sálvame de esos
feos cabezas de nerf del mercado negro! Necesito un piloto de verdad en mi
interior. Necesito un recableado completo.”
De pronto Haathi tomó a Nord por los hombros.
-¿Qué se suponía que debía decirle? ¿“No, lo
siento, Nave, pero mi nuevo técnico médico piensa que debería llevarme ese
montón de chatarra de tu izquierda porque nadie lo está vigilando y no tiene
cableada ninguna alarma de seguridad”? ¿Eso es lo que debería decirle a esa
nave? ¡Mírala!
Nord no miró a la nave. Su expresión era la de un
ahogado al arrojarlo de un AT-AT y siguió mirando a Haathi, que se pegó
mentalmente un golpe en la mano. Es el
tipo nuevo. Sé buena. Sé buena. Demos al Mando Rebelde el beneficio de la duda.
Haathi sacudió suavemente el polvo de los hombros
de Nord, donde los había agarrado.
-Nord, escucha. No te preocupes por las otras
naves. ¿Por qué no vigilas las patrullas de seguridad y me avisas cuando
cambien de turno, y yo me preocuparé por las cosas de Haathi?
Nord la miró detenidamente.
-Define “cosas de Haathi”.
-Todo lo demás.
-Eso es lo que me preocupa –susurró Nord.
***
Morgan, el miembro más joven del equipo, supuso que
pasaba razonablemente inadvertida mientras actuase con aire casual.
Ciertamente, ahora que el puerto estelar había sido mejorado, se daba por
supuesto que habría cámaras instaladas en cada poste, observando cada orificio,
pero estas buscaban cosas que llamasen la atención. Nadie que aparentemente
estuviera realizando un trabajo de reparación bajo una pasarela haría sonar una
alarma de seguridad. De hecho, pensaba Morgan, en ese lugar cualquiera que
aparentemente estuviera realizando un trabajo de reparación merecía una medalla.
Sin embargo, la idea era evitar atraer la atención; aquellos que miraban hacia
ella recibían en respuesta un torpe saludo, y se marchaban farfullando acerca
de por qué ya nadie se molestaba a filtrar a los bichos raros durante el
proceso de contratación.
-Morg –dijo la voz de Haathi por el auricular.
-Sí, capi.
-Comandante. Es comandante. Hace tres meses que soy
comandante.
-Lo siento, T’Charek.
-Explícame qué estás haciendo ahora.
-Estoy cortando este cable de aquí.
-Puedo verte, idiota. ¿Qué aspecto tiene el cable?
-Oh. Es bonito. Verde brillante.
Haathi suspiró.
-Me refiero que a qué está unido.
-Verde brillante es el color que enlaza con el
repetidor de vídeo del monitor de seguridad. ¿Está parpadeando el monitor de
seguridad?
Hubo una pausa.
-Sí... sí, claro, tú no puedes verlo.
-Bueno, ahora uno el cable verde con el cable
naranja de mi tableta de datos. En un segundo los monitores deberían estar
mostrando nuestro programa. –Morgan unió los dos cables limpiamente usando su
hidrollave.
-¡Sí, lo conseguiste! ¡Es genial! –dijo Haathi.
-Dime qué ves –dijo Morgan.
-La zona alrededor del YT-1300.
-¿Podrías distinguir que es una imagen generada por
ordenador?
-No. En absoluto. Has hecho un gran trabajo.
Ya estaba; podían hacer estallar la nave si
quisieran, y los monitores seguirían mostrando un YT-1300 completamente
intacto.
-Bueno, Morg, ¿me oyes? Necesito que...
-¡Espera un momento! –dijo Morgan.
-¿Qué? ¿Qué pasa?
-¡Observa un poco más la pantalla!
Hubo una pausa.
-No estoy viendo nada diferente –dijo Haathi.
Morgan soltó un suspiro de exasperación. Haathi era
inteligente, pero siempre miraba la imagen global en lugar de los pequeños
detalles importantes.
-¡Las sombras, T’Charek, las sombras! Observa...
conforme pasa el tiempo, ¡se mueven!
-¿Ah? Vaya, eso es muy...
-Dura todo el ciclo de 20 horas... si te quedases
mirando el tiempo suficiente, ¡podrías ver la escena nocturna! ¡Incluso he
puesto algún mynock perdido friéndose en el cubo del campo de fuerza externo!
-Ah... Sólo necesitábamos 20 minutos, Morgan...
-Y también hay un momento en el que...
-Es genial, Morgan, en serio. Genial –dijo Haathi.
-¿De verdad?
-Sí. Ahora escucha. Tienes tres minutos, contando
desde ahora.
Morgan se quitó el crono de su muñeca y lo lanzó
suavemente hacia la puerta del panel de control. El crono de quedó pegado con
un amortiguado sonido metálico. Luego Morgan volvió a ponerse manos a la obra.
Esta era la parte fácil. Preparó el siguiente accesorio, un tubo de metal de
aproximadamente el doble del tamaño de un comunicador de mano estándar, con una
pequeña clavija flexible a cada lado. Morgan conectó un extremo de ese
dispositivo al enlace de datos; el otro extremo lo conectó a una toma de
potencia. Una vez se aseguró de que el dispositivo estaba bien sujeto, Dejó que
se cargara, y pasó el tiempo restante bebiendo un burbuglub fresco de su caja
de herramientas.
-Morgan. Jayme está listo.
-Recibido –dijo Morgan. Recuperó su crono, y trepó
de vuelta a la pasarela. Luego sacó una pequeña caja negra de su cinturón
multiusos y la sostuvo en la palma de la mano, levantando el pulgar.
Ahora todo lo que podía hacer era esperar que Jayme
no muriera.
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