La
lluvia y las lágrimas habían dejado de caer. Fable sintió el aire fresco soplando
suavemente sobre sus mejillas, aire fresco reciclado. Abrió los ojos y respiró
profundamente. Le dolía el pecho y los pulmones oprimidos, pero encontró
ninguna otra dificultad. Entonces, recordando su caída desde el acantilado
rocoso, su pierna destrozada y la pérdida de sensibilidad por debajo de sus
caderas, ella se incorporó de golpe, pasando sus manos por la parte inferior
del cuerpo. Aparte de unos pocos rasguños y una extraña sensación de hormigueo
en los dedos del pie, estaba completa. Echando un vistazo a su alrededor, no
vio más que sombras.
-¿Dónde...?
¿Jaalib?
Una
sombra se movió desde la esquina opuesta de la habitación, emergiendo de la
oscuridad. Se arrodilló a su lado y le tomó la mano, sosteniéndola contra su fría
mejilla. Al observar que él tenía esposas sujetando sus muñecas, Fable dejó
caer las piernas fuera de la cama y lo miró fijamente.
-¿Dónde
estamos?
-Solsticio
V, en el sistema Al-ghenis, creo.
-Esa es
mi base. -Miró las cadenas que ataban sus muñecas-. ¿Dejaste que ellos... dejaste
que la Alianza te capturase?
-Y sólo a
mí. -Se echó a reír, mirándola-. Vaya premio para ellos: capturar un Jedi
oscuro. Casi se diría que habían capturado al mismísimo Emperador. -Su sonrisa
se desvaneció al mirar los grilletes de crudo metal-. Esto es sólo por
apariencia, una pieza de atrezo para que tus compañeros se sientan cómodos.
Quitármelos sería una demostración de fuerza demasiado grande y podría causar tensión
indebida... para tus amigos... y me imagino que también para mí. -Se echó a
reír como si hubiera contado la frase final de un chiste.
-¿Demostración
de fuerza? -se burló, tomándolo con firmeza por la barbilla y mirándole
fijamente a los ojos-. Creo que la verdadera demostración de fuerza ya llegó y
pasó, allí en la base de esos acantilados en Redcap. -Fable hizo una pausa, reviviendo
esos momentos justo después de su caída-. Ahora mismo yo debería estar muerta,
pasto de los dianogas. Pero, ¿cómo...?
Aún de
rodillas a su lado, Jaalib apoyó la barbilla en su muslo y le acarició la
pierna cariñosamente.
-Mis
mentores imperiales murmuraban acerca de poderes legendarios que la Fuerza
podría generar. El Emperador autorizó numerosos experimentos para resucitar a
los muertos o casi muertos, todos con resultados desastrosos. A menudo despreciaba
esa capacidad como si sólo fuera un mito, hasta entonces... cuando te vi...
muriéndote.
-¿Es un
talento lado oscuro?
Jaalib
rió.
-El auténtico
talento, Fable, es la capacidad de aprovechar la Fuerza, de controlar los vibrantes
canales de energía a tu alrededor. ¿Bien y mal? ¿Luz y oscuridad? Eso no son
más que formas de cuantificar en qué medida se utiliza ese poder. –Ella enfocó
los ojos intensamente en él, penetrándole-. Tu curiosidad es refrescante, pero
también podría ser algo peligroso, Fable.
-Entonces
satisface esa curiosidad, Jaalib. Dime, ¿cómo es... el lado oscuro?
Él inclinó
la cabeza, con una tristeza tangible apoderándose de él, cayendo pesadamente sobre
sus hombros.
-Es un
vacío... un vasto e infinito vacío de silencio. Un terrible silencio absoluto en
cuya inmensidad son devorados incluso los sonidos más habituales y los ecos. Y
una vez allí... estás tan solo. -Temblaba visiblemente-. Una vez odié a los
Jedi oscuros, igual que tú. Pero desde que me he convertido en uno de ellos, he
aprendido a tenerles lástima... a tener lástima de mí mismo.
-¿Lástima?
¿Lástima por asesinos, carniceros, animales...?
-Animales
dirigidos, Fable: animales impulsados y arrastrados a la locura y el caos para
escapar El lado oscuro es la esencia de la desesperación, un lugar para ir más
allá de este mundo de sufrimiento y vileza. Una vez allí, es tan fácil pensar, estar
libre de emociones, apegos. Pero pronto –suspiró-, pronto aprendemos que eso es
una terrible ilusión significado que pretende atraernos a la misma locura de la
que intentábamos escapar en el primer lugar.
Jaalib le
tomó la mano, masajeando sus dedos y acariciándole la palma.
-Justo
cuando sentía que iba a entregarme totalmente a su poder... alguna visión o
sonido familiar me traía de vuelta... la voz de mi madre, su tacto suave... un
corazón latiendo débilmente, distante en la memoria. -Él la miró, con los ojos
de nuevo vidriosos por la tristeza-. El latido de tu corazón, Fable. Aunque hemos
estado separados estos largos años, nunca he podido separarme del todo de ti.
Tú eras la única cosa que Tremayne no podía arrancar fuera de mi alma.
-¿Lord
Tremayne, fue él tu mentor?
Jaalib
asintió.
-El mayor
y más odiado rival de mi padre. -Sonrió tristemente, apartándose un pelo de su
frente lisa-. Y tú creías que mi padre podía ser cruel y despiadado. Cada onza
del odio que Tremayne sentía por mi padre fue dirigida contra mí, física,
emocional y mentalmente. Tuve que depender de esos recuerdos tuyos que aún conservaba
para mantener mi cordura. Cuando caíste de ese precipicio -su voz se quebró en
la garganta- y te vi allí tirada... rota y sangrando. Yo te conduje a eso. ¡Yo
fui! Y el silencio estaba allí para ser testigo. Pensé que te había perdido. No
podía soportarlo. Y ahora el círculo se ha completado.
Fable le
miró a los ojos, pasándole las manos por la cara febril.
-¿Qué
estás diciendo, Jaalib? No más adivinanzas, no más citas teatrales.
Se echó
a reír, su cuerpo temblando junto al de ella.
-Soy un
muerto que camina, amor mío; mi alma está condenada para siempre... pero era un
precio pequeño que pagar. -La miró a los ojos-. En pocas palabras lo que estoy
diciendo es que... mi pacto con el lado oscuro está completo. Tu vida me guardó
de caer completamente bajo su poder. Y fue la pérdida de esa vida lo que me ha
enviado en su abrazo. -Jaalib se apartó de ella, dando vueltas por la
habitación-. Oh, Fable, ojalá nunca hubiera venido aquí; esto nunca habría
pasado.
Aturdida
por el sacrificio que había hecho por ella, por segunda vez, Fable susurró:
-¿Por
qué viniste?
-Porque
sabía que estarías aquí, defendiendo a los rehenes. Esperaba contra toda
esperanza que podría verte. Quizás convencerte para unirte a mí. El Imperio
está en ruinas ahora que el Emperador está muerto. Desde Garos IV hasta
Socorro, los cimientos del régimen de Palpatine se desmorona n convirtiéndose en
polvo, mientras los caudillos y piratas codiciosos se alimentan del esqueleto
moribundo. Mi padre y yo también nos alimentaremos, forjando nuestro propio
Imperio.
-¿Por el
poder? –dijo desafiante.
-Por la
paz... nuestra propia paz, Fable. Trulalis, nuestro planeta natal, lo haremos
vivir de nuevo. Reviviremos su antigua gloria y la convertiremos de nuevo en la
capital de las artes y el teatro, a salvo de las manos indiscretas de los belicistas
y los políticos. Artistas y actores tendrán la libertad para interpretar
cualquier obra que deseen, cantar cualquier canción, sin temor a represalias de
un gobierno tiránico.
-Entonces
iré contigo, y compartiré el precio que pagas.
Jaalib se
quedó inmóvil en su sitio, mirándola.
-¿Es que
no has oído nada? El lado oscuro es un amo exigente. La Fuerza deriva su poder
de la vida, de la esencia de todos los seres vivos. El lado oscuro es todo lo
contrario, Fable. No hay vida, no hay aliento... sólo emanaciones de oscuridad,
ficciones y sombras de lo que la vida debería ser; una burla. Ves caras
familiares, amigos, experimentas sensaciones, pero no son reales.
-Pero yo
soy real, Jaalib. Conozco los caminos del lado oscuro mejor que la mayoría. No
tan bien como tú... pero los conozco. ¡Y yo soy real! -Ella tomó su mano y la
puso sobre su corazón, comprendiendo sólo en ese momento lo que su madre le había
dicho-. La pertenencia y la aceptación residen dónde esté tu corazón; y es en
tu corazón donde debes estar. No soy ninguna emanación de oscuridad, ni ninguna
sombra, Jaalib.
-¿Qué
dirá la Alianza?
-Nada. Me
intercambiaré a mí misma por los rehenes garosianos. De todos modos, estoy
segura de que ese moff imperial que mencionaste preferirá tener a la capitana
de un equipo de operaciones especiales de la Alianza en lugar de un grupo de
civiles.
-Los
rehenes ya están con los dirigentes de la Alianza.
-¿Tú los
entregaste? ¿Sabiendo que la Alianza podría retenerte, sin negociación?
-Nada
podría haberme impedido estar contigo -sonrió tímidamente.
Fable
saltó de la camilla médica, rozando a Jaalib en su camino hacia el ordenador
del laboratorio médico. En cuestión de segundos, abrió la consola, con los
cables y las líneas de comunicación organizados entre los dedos. Trabajó con presteza
y deliberación.
-¿Qué
estás haciendo? -preguntó Jaalib, vigilando con ansiedad la puerta.
-Llamar
a un viejo amigo. Voy a sacarte de esta base.
-¿Es eso
prudente?
-Yo soy la
líder del equipo de infiltración Harrier; todo es posible, especialmente en las
narices de nuestra propia gente.
Jaalib
frunció el ceño.
-No he
dicho que no pudieras hacerlo. He visto de sobra los resultados de tu tenacidad;
he preguntado si era prudente. ¿En serio traicionarías a esta gente por mí?
-¿No
traicionaste tú a tu padre por mí? -respondió ella, sin levantar la vista de su
tarea-. Te costó tu libertad, y algo más. Te lo debo.
-Si sólo
lo haces por saldar la deuda, yo preferiría...
-Mira -dijo
Fable, gruñendo cuando una chispa saltó desde el cable y le quemó los dedos-.
Me salvaste la vida, Jaalib. –Le miró por encima del hombro, y añadió-: Me has
salvado por segunda vez. Te lo debo. Además, cuando me salvaste la vida esta
vez, compraste el paquete completo. Voy contigo.
-Fable...
Ella le hizo
un simple gesto con la mano para hacerle callar mientras seguía trabajando
sobre la red de cables improvisada.
-Deke, responde,
Deke.
-Capitana
-exclamó una voz excitada por el comunicador cargado de estática-. Por fin estás
despierta. Bajaré ahora mismo.
-No,
Deke, necesito que te quedes ahí y me esperes. Enciende los motores principales
del Pródigo. Nos vamos.
-¿Estás
segura? Te llevaste un duro golpe esta vez, capitana. No hay necesidad de
precipitarse a otra misión, sobre todo porque tu amigo Jedi está en la base. Esperemos
hasta que el almirante Pardis disponga de Brandl, y entonces podemos despegar a
nuestra próxima aventura.
Fable
inclinó la cabeza, ahogando una risa cuando Jaalib rió en voz baja ante el comentario.
-No
puedo dejar que eso suceda, Deke. Yo... –balbuceó-, se lo debo.
-Oh -fue
la sorprendida respuesta-. ¿Él está ahí, no es así? -Una serie de maldiciones socorranas
siguió a continuación, traduciéndose sobre las frecuencias cuando el socorrano se
dio cuenta de su error. Después de farfullar un momento, su voz ronca se
suavizó-. ¿Qué necesitas que haga?
-Prepara
la nave...
De
repente, sonó una alarma dentro de la guarnición rebelde, ahogando
temporalmente la voz de Fable.
-¿Deke?
-Un
momento... -Juró otra maldición vehemente-. He estado leyendo códigos cifrados
imperiales tanto tiempo que es difícil volver a leer los códigos rebeldes. No
sabría decir qué es lo que tiene inquietos a los nativos, capitana. Algo está
pasando. Sea lo que sea... puede ser un buen momento para una distracción. Tendré
la nave preparada y lista para cuando lleguéis aquí.
-Estamos
en camino, Deke.
-Capitana,
han colocado guardias. Ten cuidado. Si tienes que ocuparte de ellos, ten
cuidado. Deke, fuera.
-Guardias.
-Se volvió hacia Jaalib, con el corazón acelerado al ritmo de la sirena de
alarma-. No quiero que nadie muera.
-Como desees.
–Señaló con la cabeza a la entrada cuando la puerta blindada se abrió y dos
guardias rebeldes de apariencia juvenil entraron en la habitación. Armas en
mano, los centinelas alzaron sus rifles, y luego hicieron una pausa al ver a Jaalib.
Brandl simplemente apretó los dedos, con su mano temblando ligeramente, y los
dos guardias cayeron inmóviles al suelo.
-¿Dormidos?
-preguntó Fable, comprobando en primer lugar el pulso de los dos hombres.
-Si
quieres llamarlo así. -Jaalib pasó por encima de ellos, viendo sus posesiones
personales en una taquilla en la pared al otro lado del pasillo-. Se despertarán
con tan sólo un dolor de cabeza. -Miró cuidadosamente fuera en el pasillo.
-¿Qué
pasa con eso? -preguntó Fable, mientras tomaba el bláster y la funda de uno de
los guardias. Estaba mirando a los grilletes.
-Déjalos
para guardar las apariencias -sugirió Jaalib-. Si nos pillan, habrá menos
explicaciones que dar.
Ambos
entraron en el pasillo poco iluminado, repleto de rojas pantallas de alarma.
Esquivando
patrullas de seguridad a intervalos regulares, Fable condujo a Jaalib a través
de los entresijos de la base rebelde. La mayoría del personal estaba dentro o se
dirigía hacia las bahías de aterrizaje para ayudar con la salida de pilotos y
naves. Haciendo una pausa detrás de un camión repulsoelevador de alimentos y
suministros, escuchó cómo el conductor mencionaba la llegada de cuatro
destructores imperiales dentro de la órbita del planeta. Al volverse hacia
Jaalib, se encontró al Jedi perdido en un profundo estado de trance, con el
rostro en paz. Abrió los ojos ante su toque, y su aspecto de grave preocupación
confirmó todas sus sospechas.
-¿Tu
padre?
-Él
siente que estoy aquí. Ofrecerá condiciones para mi liberación, pero sólo una
vez. Luego...
Inclinó
la cabeza con un suspiro, y luego miró a su alrededor.
-He
visto las fuerzas que tenéis aquí, Fable. Esta base y sus recursos no eran rival
suficiente sólo contra mi destructor de mando y su nave hermana. Ahora habrá
cuatro. Mi padre no será tan complaciente. Será una masacre... y nosotros estaremos
en medio.
Fable
sintió que su corazón latía con fuerza en el interior de su garganta, y se
apretó el pecho en un intento de contenerlo. Un chasquido extraño resonó a
través de la bahía de atraque, un sonido familiar de motores quemando escombros.
Era el sonido distintivo de la arena, específicamente arena socorrana, alimentándose
en unos motores repulsoelevadores. Las propiedades químicas únicas de la arena
causaban un extraño chasqueo resonante que era muy popular entre los pilotos de
aerodeslizadores y corredores de motos barredoras en Socorro, así como para un
determinado miembro del equipo de infiltración Acosador, que guardaba un puñado
de arena para casos de emergencia.
Activando
el comunicador que había tomado de uno de los guardias, Fable cambió la
frecuencia y abrió el canal.
-¿Deke?
-La cosa
pinta mal, capitana -susurró Deke en el micrófono-. Los técnicos médicos han descubierto
esos guardias inconscientes en tu habitación, así como que tú y tu compañero
habéis desaparecido. Piensan que Brandl te tiene presa en alguna parte de la
base. Todo el personal no asignado está recorriendo la base en vuestra búsqueda
y tienen órdenes de disparar primero e interrogar al cadáver después.
-Se
acabó el infiltrarse en tu propia base -dijo Jaalib con una chispa de humor. Se
encogió de hombros y las cadenas cayeron de sus muñecas emitiendo un indiferente
tintineo al caer al suelo.
-Bienvenido
a mi mundo: Equipo de Infiltración Acosador... si la misión puede ir mal, irá
mal. Así suele ser siempre. -Puso los ojos en blanco, exasperada-. Sólo hay una
cosa que se pueda hacer.
Jaalib
sonrió.
-Ahora
empiezo a preocuparme.
Fable examinó
la bahía de atraque, buscando entre las numerosas caras hasta que lo vio: el
almirante Pardis. Vestido con un traje de vuelo y hablando desde la cabina de
su caza ala-A, se dirigía a los pilotos rebeldes dispuestos a su alrededor. Cuando
Fable caminó hacia él, su presencia trajo un silencio instantáneo a través de
la bahía de atraque. Sólo el sonido de los cazas que despegaban resonaba en los
confines cercanos.
-¡Alto
el fuego! -gritó cuando cada bláster del hangar apuntó a Jaalib, que permanecía
donde lo había dejado, junto a una abarrotada bahía de reparaciones.
-Almirante
Pardis, no estoy presa, nunca lo he estado. -Fable se enfrentó a la mirada de
Pardis con frialdad, casi desafiante. Piloto de combate legendario, Pardis era
conocido por sus opiniones bruscas y sus comentarios excesivos. Como leyenda,
imponía respeto, pero sus propios juicios eran reservados y distantes, a
excepción de los soldados con más talento bajo su jerarquía de mando.
-Explícate,
capitana Astin. Dos de mis hombres han sido encontrados inconscientes en tu
habitación médica. ¿Eres tú la responsable?
-En
parte, almirante. Lo estaba llevando de vuelta con su gente. Esos cuatro
destructores que llegan son naves del Protectorado lideradas por el padre de
Brandl, Lord Adalric Brandl. Sólo quieren una cosa: a él. Un hombre no vale la
masacre que seguirá si tratamos de mantenerlo como nuestro prisionero.
-Almirante
-dijo un técnico-, tenemos una transmisión entrante.
Haciendo
caso omiso del técnico, Pardis dijo:
-Lo
atrapamos. Nos lo quedamos. Además, las naves de refuerzo de Ackbar llegarán en
menos de una hora para apoyarnos.
-En
menos de una hora, el almirante Ackbar no tendrá que preocuparse por naves de
apoyo. Lo único que tendrá que enviar es un equipo de recuperación... para
recuperar los cadáveres.
-Capitana
Astin...
-Almirante,
la transmisión -dijo el técnico con urgencia.
Fable se
mantuvo firme.
-Déjelo
marchar, Almirante, salimos ganando mucho más...
-Ganando...
¿Ganando qué? ¡Otro Emperador! -Saltó del morro del caza, avanzando furiosamente
hacia ella con fuego en sus ojos gris pizarra.
-Almirante,
señor, con el debido respeto -susurró el técnico-, el Protectorado está
tratando de iniciar contacto. Señor... –Quedó inmediatamente en silencio ante
los gestos furiosos del almirante.
-Aunque
la lucha todavía continúa por todos los rincones de la galaxia, almirante
Pardis, la guerra ha terminado -dijo Fable-. El imperio ha caído y el Emperador
está muerto. Se están alzando grupos militantes como el Protectorado, y podemos
bien unirnos a ellos para traer la paz a la galaxia, o bien pasar la próxima
década luchando contra ellos, destruyéndolos uno tras otro, mientras que dos más
se alzan en su lugar. -Suspiró, apartando la mirada de él-. Igual que el
Imperio nos perseguía a nosotros. Y como el Imperio, podemos seguir
persiguiendo a estos grupos de renegados hasta que uno de ellos tome el impulso
suficiente para acabar con nosotros. -Fable suspiró de nuevo y respiró hondo-. Sé
cómo suena todo esto, señor, pero debe confiar en mi juicio. Lord Brandl y su
padre rompieron los lazos con el Imperio, hace mucho tiempo, y han trabajado en
contra del Imperio en cada momento. Ha leído mis informes. Nuestros equipos de
inteligencia lo han confirmado.
-Pero el
Protectorado también ha atacado a la Alianza, debilitando nuestras fuerzas.
-No más
que esos piratas que nos encontramos en el sector Yavin semana pasada. Esta es
nuestra oportunidad de dar el primer paso en lo que promete ser una poderosa
alianza.
-¿Almirante
Pardis? -La voz del técnico vaciló con varios niveles de terror-. Están
cargando sus sistemas de armas...
-¿Y
quién va a asegurarse de que siguen siendo aliados, capitana Astin? –preguntó Pardis-.
¿Se puede confiar en ellos? ¡Esas abominaciones! Son ke'dem, Fable, hombres
condenados. Abominaciones de todo lo que los Jedi una vez consideraron sagrado.
Debería poder reconocer...
-Señor,
sus baterías de armas estarán en alcance medio dentro de...
-Yo me
aseguraré de que su lealtad se mantenga firme -dijo Fable, con un suspiro
tembloroso-. Me voy con él. Yo... -se armó de valor- lo amo.
La
reacción a su declaración fue instantánea y se extendió a través del hangar. El
rostro de Pardis palideció mientras daba un paso atrás. Esperando a que se
acallasen los murmullos, se volvió hacia Jaalib.
-¿Y tú?
–gruñó-. ¿Qué tienes que decir?
Jaalib
mantuvo los ojos bajos, una leve sonrisa asomando en sus labios. Caminó hacia
el almirante Pardis, tomando la mano de Fable en la suya.
-La voz
de la conciencia del Protectorado ha hablado. Y ya que yo soy la conciencia del
Protectorado, me aseguraré de que, de hoy en adelante, las naves del
Protectorado ya no actúen contra las operaciones de la Alianza, y con el tiempo
se unirán a las fuerzas de la Alianza para barrer lo que queda del Imperio,
siempre que se obtenga provecho de ello. -Levantó la cabeza y sonrió para
reprimir una protesta de Fable-. Hay un precio para la lealtad, querida Fable, y
la mayoría de mis tropas son mercenarios. Ha sido mi ambición animarles con
recompensas en lugar de con miedo. Siempre y cuando estén bien alimentados y
felices, siguen siendo una fuerza formidable que hasta el Imperio tiene
dificultades para eludir.
Una
explosión hizo temblar el hangar subterráneo cuando una descarga laser estalló
en el perímetro de la base. Jaalib sonrió, sacudiendo la cabeza.
-En
todos los años, con toda su sabiduría, a mi padre todavía le falta una cosa que
cualquier padre necesita: paciencia.
Irguiéndose,
el almirante Pardis miró a Fable con sus intensos ojos grises.
-¿Estás
segura de que estás haciendo lo correcto, capitana Astin?
Fable se
alejó de él, acomodándose en la sombra de Jaalib, y asintió. Con confianza,
sonrió a Jaalib y luego a Pardis.
-Lo
estoy.
Pardis
suspiró profundamente y le hizo señas al técnico de comunicaciones.
-Abra un
canal. -El oficial técnico, con el sudor manando de sus sienes, abrió
rápidamente el canal de la frecuencia principal de la guarnición.
-...guarnición,
este es la nave Protectorado Uno del
Protectorado, acompañada por destructores de apoyo. Tienen a uno de nuestros agentes
de mando...
-Bane -susurró
Jaalib, con voz grave en una frecuencia que ninguna máquina podía imitar.
Hubo una
pausa en la transmisión.
-Jaalib...
Lord Brandl, ¿está usted bien?
-Lo
estoy. Regresaré en breve. Dile a mi padre que ya no es necesario el uso de la
fuerza aquí, estas personas son ahora nuestros aliados.
-Entendido.
¿Debo enviar una nave?
-No es
necesario, usaré la nave de la capitana Astin, el Pródigo.
-Informaré
inmediatamente de su llegada a su padre. Werth fuera.
Jaalib se
volvió hacia Pardis, con una sonrisa tímida asomando a sus labios.
-Ha
hecho usted una buena elección, almirante, y un poderoso aliado en el
Protectorado. Le tendió la mano en señal de amistad.
-Eso
está por verse -respondió Pardis. Vacilante, tomó la mano de Jaalib y la sacudió
con firmeza-. ¿Dónde y cuándo podremos enviar nuestros equipos de negociaciones?
-La capitana
Astin se pondrá en contacto con los detalles. Mientras tanto, usted y los suyos
nos encontrarán en el sistema Issor, en el planeta Trulalis, donde las fuerzas
de la Alianza son bienvenidas. Venga a visitarnos, y mientras esté allí, tal
vez pueda usted darse el placer de una buena obra de teatro y una cena.
-Tal vez.
-Pardis miró a Fable, como implorándole que reconsiderase su decisión-. Salimos
del estado de alerta. Jefe de cubierta, prepare la pista de tráfico más rápida
para la partida del Pródigo. Tengo fe
en ti, chica –le susurró a Fable al oído-. Siempre la tuve. Si alguien puede
hacer este trabajo, eres tú. Cielos despejados.
Jaalib
enderezó los hombros, caminando junto a Fable mientras se dirigían hacia el
YT-1300 estacionado.
-Qué lentamente
llega su confianza.
-Habéis
hecho mucho daño, Jaalib. Daño que tardará un largo tiempo en repararse durante
nuestras relaciones. -Hizo una pausa, mirando a su nave y al piloto que la esperaba
en la rampa-. Por todas las lunas de Nar Shadaa.
-¿Qué
pasa?
-Deke.
Yo ni siquiera había pensado en Deke. –Con el corazón de nuevo golpeando en su
garganta, Fable tragó saliva, pensativa-. El Pródigo, el equipo... es su vida. Esto va a ser más difícil de lo
que imaginaba. -Se puso rígida cuando Jaalib le tomó la mano. Apretando sus confortantes
dedos, se acercó a la rampa de la nave-. ¿Deke?
El socorrano
frunció sus labios gruesos con aprensión, mirando sus botas.
-Lo
escuché todo, capitana. No hay necesidad de explicar nada.
-Con
respecto al Pródigo –dijo ella
inclinando la cabeza-, siempre has sido...
-Yo fui
un mercenario una vez -dijo Deke, mirando más allá de ella, a Jaalib-. Un
miembro de los Bha'lir Negros. Soy bastante bueno olfateando emboscadas imperiales.
Puedo burlar a algunos de sus pilotos... incluso a los especiales. Soy capaz de
leer el código imperial como si fuera básico. A primera vista no parezco gran
cosa, pero...
Jaalib
le tendió la mano al socorrano, quien la aceptó sin dudarlo.
-Siempre
hay un lugar para ti. Ahora démonos prisa, tenemos que reunirnos con un señor
de la guerra. Y que iniciar un nuevo plan de acción.
Deke se
cuadró.
-Suena
como en los viejos tiempos. Bienvenida a bordo, capitana... y comandante. -Deke
activó el cierre de la rampa del YT-1300 mientras Jaalib invitaba a Fable a
subir primera al carguero.
***
A bordo
del Protectorado I, el saludo fue
diferente, pero no menos intimidante. Al detenerse en la parte superior de la
rampa del Pródigo para echar un
vistazo a la gran bahía de atraque, más de un millar de soldados acorazados blancos
se pusieron en posición de firmes, con las armas preparadas a modo de saludo
formal. No está mal para un grupo de mercenarios, pensó, mientras Jaalib la
tomaba suavemente del brazo y la conducía, tan majestuosamente como a una
reina, hasta en las filas de sus hombres. Los oficiales que se alineaban en el pasillo
principal entre las tropas de asalto hicieron bruscas reverencias al acercarse,
lo que obligó a Fable a enviar una perpleja mirada por encima del hombro hacia
Deke, que caminaba detrás de ellos en un lugar de sumisión voluntaria.
A medio
camino del desfile de uniformes, Bane les esperaba, arrodillado sobre una
rodilla.
-Bienvenido
a bordo, mi Señor. -Miró brevemente a Fable, con una expresión impasible en su
rostro-. Bienvenida, mi Señora.
-Bienvenida
a bordo, en efecto -dijo una voz familiar.
Fable
luchó por reprimir el escalofrío que recorrió toda su columna vertebral cuando
Adalric Brandl se acercó a ellos, vestido con su túnica negra sin pretensiones.
Una menuda mujer joven, casi una niña, vestida con una lujosa túnica negra, le
acompañaba permaneciendo a su lado, con su pelo negro azabache recogido en una sobria
trenza que colgaba de sus hombros pálidos.
-Jaalib.
-Adalric sonrió, y sus ojos se volvieron de su hijo a Fable. El lado izquierdo
de su cara todavía estaba lleno de cicatrices, como Fable recordaba. Un
recordatorio inquietante de un encuentro cercano con un detonador térmico, un
encuentro que sólo un Jedi podría haber sobrevivido. Dañado por la explosión,
el ojo izquierdo estaba amarillento y extraño, parecía tener una percepción
extraña propia.
-Fable –saludó
cálidamente Adalric con los brazos abiertos, invitándola a un abrazo-.
Bienvenida a casa, hija.
Fable
dio un paso adelante, y aunque rechazó inicialmente el frío abrazo, tomó la
mano que Adalric le ofrecía y aceptó el beso que le dio en la mejilla. Mirando
por encima del hombro a Jaalib, sintió los pulmones apretados como si les faltara
aire. Sentía dolor en el pecho, igual que lo sentía después de su caída desde
el acantilado en Redcap. Al notar la presión de la mano de Adalric en la suya,
se preguntó qué tácita promesa había aceptado, un pacto que le dejaba asustada
y casi incapaz de respirar.
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