jueves, 12 de septiembre de 2013

Tonos de gris (y III)


Alex resopló a través de su rostro cubierto de sudor y afianzó firmemente sus pies en posición de ataque. Sus dedos envolvieron la empuñadura de la espada de luz, y se sorprendió de que el arma pareciera sentirse como una extensión de su mano enguantada.
Ladeó el arma hacia su oponente. Su figura alta y ágil arrojaba una sombra sobre el suelo, entre ellos, con la melena de color marrón que le llegaba a los hombros agitándose al mismo ritmo que su ondulante capa. Él la miró con cautela, haciendo descender lentamente su propio sable de luz para encontrarse con el de ella. Un chisporroteo cortó el húmedo aire de la tarde cuando el fuego bailó en las espadas de los Jedi.
El caballero hizo una finta a la derecha, y luego se lanzó hacia Alex. Ella rechazó el ataque y respondió, dando un paso hacia él tan deliberadamente y con tanta fuerza que momentáneamente le cogió con la guardia baja. Su espada de luz se estrelló hacia abajo, cortando a través del de él con un golpe seco, y luego otro.
Alex se detuvo, tomando aliento. Una pequeña sonrisa asomó a los bordes de su boca, con sus almendrados ojos azules chispeando como el sable de luz en sus manos.
-Me tienes que enseñar ese truco –dijo él, respirando con dificultad.
Alex se lanzó de nuevo hacia adelante, empujando al Jedi hacia el borde del claro. El luchador más experimentado luchó para responder, pero Alex hábilmente retorció las muñecas y le agarró el sable, obligándole a soltarlo. Él lanzó una sonrisa a Alex.
-¡Tu entrenamiento ha dado resultado! –exclamó-. El Maestro Skywalker estará complacido.
Alex despertó del sueño, con el corazón acelerado. Cada respiración era difícil. Miró su mano y la flexionó, recordando la sensación del sable de luz. Había algo correcto, algo familiar en la visión.
Un dolor punzante atravesó sus hombros, soltando por su brazo una serpiente de fuego que rompió violentamente la visión de esperanza. Alex gritó de agonía. El corte de la espada láser del Jedi oscuro la torturaba, negándose a permanecer enterrado en el pasado. No eres lo bastante fuerte.
Ella se agarró el brazo.
-¡Déjame en paz! -le gritó a la sombría aparición cuando las luces en su celda parpadearon y se apagaron. Ese ritual nocturno había comenzado poco después de su llegada a Janara III. Se había acostumbrado al patrón: Las luces brillaban más fuerte, y luego se apagaban repentinamente. Un minuto más tarde, el parpadeo comenzaba de nuevo.
Otro preso en el bloque de celdas gritó. Quería desesperadamente decirle que todo iría bien. Se concentró, extendiéndose a través de la Fuerza y proyectando sentimientos de serenidad.
Pasos en el pasillo rompieron su concentración. Redujeron la velocidad y se detuvieron en la puerta de su celda. Se sentó mientras se abría la puerta. Un solitario soldado de asalto entró con la mano extendida, como si quisiera hacerla callar.
Agudizando sus sentidos, Alex sintió la familiar presencia.
-¿Dair?
El recién llegado tiró de su casco de soldado de asalto y se lo quitó.
-¡No llegué a decirlo antes, pero te he echado de menos!
Alex sonrió, pero sus ojos recorrieron cautelosamente la habitación antes de reunirse con él.
-¿Estamos solos?
Dair asintió.
-Aún no han tenido tiempo de adaptar las celdas de este edificio con algún tipo de seguridad de alta tecnología -dijo mientras se acercaba al catre-. Me habías preocupado hoy, antes, cuando he pasado junto a ti en el pasillo y no me has reconocido. Pensé que habías perdido tu toque.
-¿Cómo sabes que no me di cuenta de que eras tú?
-Oh, te conozco desde hace demasiado. Tienes esa mirada en tus ojos.
-¿Estás bien? –preguntó ella, cambiando de tema-. Retkin me mostró algunos videos horribles...
Dair hizo un gesto para hacerla callar.
-Hubo un intercambio de prisioneros unas pocas semanas después de la Batalla de Garos. Se llevó a cabo en poco tiempo, y yo estaba sucio porque había sido asignado para ayudar con los esfuerzos de rescate en el centro de Ariana.
-¿Después de que te disparasen? Dair, lo siento, yo no podía...
-Calla. Teníamos que jugar a ese juego y lo sabes. Era la única manera de que pudiera mantener mi tapadera.
-Pero esos vídeos...
-Eran de los interrogatorios después de que nos llevaran al Justiciero. No fue tan malo como parecía. Tu padre tenía mucha influencia con los imperiales. Consiguió me asignaran como su ayudante.
-¿Dónde está mi padre? Si tú estás aquí, entonces...
El rostro de Dair se ensombreció.
-Te han estado mintiendo, Alex -dijo en voz baja, tomándole las manos entre las suyas-. Después de que abandonásemos Garos, Brandei fue un defensor acérrimo del gobernador. Sabía que tu padre se mantuvo leal al Imperio. Nunca lo arrestaron. Él respondió a sus preguntas, pero nunca lo interrogaron. Brandei no se lo habría permitido. Y ahora ya no pueden.
Alex palideció.
-No. -Las lágrimas brotaron de sus ojos-. No. Por favor, no...
-Murió hace tres meses -respondió Dair suavemente, envolviéndola con sus brazos-. Lo siento.
Alex hundió la cara en el pecho de Dair y lloró. Había perdido todos los miembros de su familia. Era una niña cuando su madre murió. A continuación, sus abuelos fueron asesinados aquí en Janara III. Su padre, Matt Turhaya, un comandante de las Fuerzas Especiales, había muerto durante la invasión de Garos IV. Ahora, el hombre que la había adoptado, a quien quería profundamente a pesar de sus ideas políticas, se había ido.
Dair abrazó con fuerza a Alex y le acarició suavemente el pelo. Luchó contra el nudo que tenía en la garganta.
-Su corazón estaba débil, Alex. Nunca volvió a ser el mismo después de ese intento de asesinato en Garos. –Dair le levantó la barbilla y le limpió delicadamente las lágrimas de la cara.
-Cuando le dices “adiós” a alguien, realmente quieres decir “hasta luego”. -Los labios de Alex temblaron-. Esto no tenía que suceder. Iba a hablar con él de nuevo. Quería hacerle entender por qué...
-Shh -dijo Dair en voz baja-. No habría supuesto ninguna diferencia.
-¿Cómo puedes decir eso? -preguntó alejándose de su abrazo.
-Él te quería, escoria rebelde o no. Después de que nos fuéramos de Garos no pasaba un día en el que no tuviera una historia de Alex que contar. -Una leve sonrisa iluminó el rostro de Dair mientras tomaba la mano de Alex para apretarla entre las suyas-. Sonreía radiante cuando hablaba de los rituales a la hora de la cena en la mansión del gobernador, y de tu expediente... aquella vez que tuviste medio sistema de defensa aérea de Ariana listo para derribar vuestra lanzadera. Recordaba cómo impresionabas siempre a los dignatarios y jefes militares que os visitaban.
-Por favor, para. No lo viste la noche que le dije que trabajaba para los rebeldes en Garos. Yo no era la leal hija imperial que siempre pensó que había criado. Yo no quería pilotar cazas TIE. ¡Quería derribarlos! Le hice mucho daño, Dair.
-El tiempo borró parte de ese dolor.
Alex estudió la cara de su viejo amigo.
-Espero que estés bien.
-¿Estás lista para ponerte manos a la obra?
-¿Has podido contactar con mi red?
Dair asintió.
-Parece que pueden preparar un gran espectáculo. Grandes cañones. Mucha potencia de fuego.
-Más que una pequeña y sencilla misión de rescate, ¿eh? -dijo ella-. Inteligencia de la Nueva República estaba en lo cierto acerca de las actividades imperiales en este sector. Debes de habérselo confirmado. ¿Qué planean los impes?
-Están poniendo en marcha fábricas para construir cazas aquí. Están siendo enviadas toneladas de equipo. Se están almacenando armas.
-¿Proporcionaste algunos buenos datos de objetivo?
-Desde luego –confirmó-. El ataque nos servirá de distracción. Después de las misiones que has realizado, salir de aquí será como un juego de niños. Janara III va a iluminarse como un...
Alex hizo una mueca cuando otra ráfaga de dolor se disparó por su brazo.
-¿Qué pasa?
-Janara III. -Lo dijo lentamente, con la mirada fija en las austeras paredes grises de la celda de la prisión-. Yo solía vivir aquí. Mis abuelos murieron aquí. –Sujetándose el brazo, Alex se puso de pie y se volvió para mirar a su viejo amigo-. Brandl me dijo por qué el Imperio atacó a este mundo.
-¿Jaalib Brandl? ¿Cómo iba él a saber...? -Dair frunció el ceño-. Alex, ¿no creerías realmente nada de lo que dijo? ¡Trató de asesinar a tu padre!
-El padre de Jaalib dirigió la misión. ¿Has oído hablar de los cazadores de Jedi del Emperador?
El vacío del espacio no podría haber sido más silencioso. Dair frunció el ceño y Alex pudo ver cómo iba juntando las piezas del puzle.
-¿Tú? -Muchas cosas acerca de la joven que estaba ante él parecieron repentinamente claras. Cosas que había atribuido a la intuición o a un extraño sentido del peligro eran mucho más que eso-. Te estaban buscando a ti -dijo Dair pensativo-. Realmente tienes un poder especial...
-Eso no siempre es algo bueno.
-¿Qué quieres decir?
Alex se quitó la chaqueta y mostró la dentada cicatriz de sable de luz en su brazo.
Dair reprimió el impulso de maldecir.
-¿Fue Brandl quien te hizo eso?
Alex puso sus manos sobre los hombros de Dair para calmarlo, y para calmar sus propias manos temblorosas.
-No importa -dijo sin convicción. Miró más allá de Dair. El hedor de la carne sangrante, los huesos rotos y el humo asfixiante que quedaba en las postrimerías de la bomba de un asesino estaban tan claros para ella en ese momento como lo habían estado en Garos. Rocas afiladas y vidrio rasgaron sus manos, que le dolían mientras se esforzaba por alcanzar a su padre-. Brandl dijo que yo no era lo bastante fuerte. Sabía que la ira me haría más poderosa. -Una lágrima cayó por su mejilla mientras miraba hacia Dair-. No podía dejar morir a mi padre.
La expresión de Dair se suavizó.
-Por supuesto que no. -Con cuidado, le apartó un mechón de pelo suelto de los ojos y le limpió la lágrima-. ¿De modo que eres una Jedi?
Alex negó con la cabeza.
-Brandl me mostró el lado oscuro de la Fuerza. Me hizo ver algo en mí de lo que no estoy orgullosa. Vaya donde vaya me persigue el recuerdo de lo que hice.
-Salvaste la vida del gobernador, Alex. Este poder...
-...es demasiado seductor –intervino ella-, demasiado peligroso. Me asusta.
-¿Puedes controlarlo?
Durante los últimos meses, cada vez sentía más la tensión de las emociones tirando de ella siempre que sus amigos estaban en peligro.
-Lo intento.
-¿Y qué pasa si no puedes? ¿Qué pasará la próxima vez que te enojes?
-No creo que...
-Yo no estaría tan seguro. No de la manera que estás hablando. ¿Es así como quieres vivir el resto de tu vida?
-Por supuesto que no.
-¿Entonces por qué estás aquí volando en misiones para la Nueva República cuando deberías estar explorando tu poder?
-¿No me has oído? No creo que sea lo bastante fuerte para resistir la tentación del lado oscuro.
-Bueno, no entrenarte no te hará más fuerte... sólo te deja más vulnerable.
Ella negó con la cabeza.
-No estoy lista. Ya lo he demostrado. Dolorosamente.
-Bueno, no tienes por qué hacer esto por tu cuenta, ¿verdad?
Alex se dio la vuelta y miró a la vacía pared gris de la celda. Volveremos a encontrarnos, Alex.
-He oído que Luke Skywalker está restableciendo la Orden Jedi. Está entrenando estudiantes en Yavin.
-¿No deberías estar con ellos?
Ella lo miró de nuevo, sacudiendo la cabeza.
-Él no me querría ahí. No después de lo que he hecho.
Dair la obligó a mirarle a los ojos oscuros.
-La Alex Winger que yo conocí no se daba por vencida tan fácilmente.
-¡Déjame en paz! -exclamó, tratando de soltarse las manos-. Lo estoy intentando, ¿no lo ves?
-Tienes miedo. Lo entiendo. Pero eso nunca te ha detenido antes. -Dair se levantó bruscamente y agarró su casco-. Será mejor que me vaya. Descansa un poco. Nos vemos en unos días.
Alex se pasó la palma de su mano por la vieja cicatriz de sable de luz, recorriendo con el dedo su borde dentado. Había algo de verdad en lo que Dair había dicho, lo sabía. El agarre del lado oscuro no era absoluto. Luke Skywalker había estado en el lado oscuro y regresó. Incluso el legendario Ulic Qel-Droma finalmente había vuelto a la luz. Luego estaba Kyp Durron, cuyo futuro estaba segura de haber visto, incluso con más claridad que el suyo propio. Sería un gran Maestro Jedi. Pero su propio futuro estaba gris, oculto bajo las sombras proyectadas por el Jedi oscuro. La influencia de Brandl necesitaba desaparecer. Ya.

***

-Me preguntaba si volverías después de la forma en que terminó nuestra visita el otro día -dijo Alex cuando Dair se deslizó en su celda.
-Pensé que estabas con falta de sueño. Nada personal –respondió-. Traté de entrar ayer, sin suerte. Quería darte una pequeña advertencia antes de comenzar esta operación, pero ya sabes lo que dicen de los planes mejor trazados.
-Entonces, ¿cuál es el plan?
-Hay unas docenas de guardias entre esta sala y el puerto espacial. -Dair sacó una tarjeta de datos de los pantalones y la frotó con el dedo índice-. Esto nos sacará del edificio si nos detienen. Hay un OP- 5 esperándonos en la puerta, y una lanzadera completamente preparada en el puerto espacial.
-Suena demasiado fácil. ¡Y ya sabes lo que dicen de eso!
El crono de Dair sonó.
-Es hora de irse. ¿Lista? -preguntó, advirtiendo esa mirada lejana en los ojos de Alex-. ¿Qué ocurre?
Ella se extendió con la Fuerza.
-Un guardia. Está acercándose a la puerta.
-Eso ha sido rápido. -Dair se plantó contra la pared cerca de la puerta cuando una explosión sonó en la distancia-. Pensé que no nos toparíamos con nadie hasta que saliéramos del módulo de celdas.
La puerta se abrió. Alex se quedó mirando al soldado de asalto que entró en la habitación. El soldado vio a Dair.
-¿Quién eres tú? -le preguntó, alzando su rifle desintegrador.
Alex agarró el cañón del arma y tiró del soldado hacia la habitación. Dair le golpeó en la cabeza, y el hombre cayó al suelo con un ruido sordo. Alex pasó el A280 a Dair.
-Las damas primero –dijo él, señalándole el pasillo desierto.
Avanzaron como boetays por el pasillo, subieron una escalera desierta, y giraron hacia la rotonda principal. Dos guardias de seguridad levantaron la vista de la mesa. Uno asintió casualmente a Dair, quien empujó Alex hacia la salida de la prisión. Él la empujó con el rifle bláster mientras otra gran explosión sacudía la plaza más allá de la entrada. Las alarmas sonaron.
-Espere, teniente –llamó uno de los guardias.
Dair se volvió.
-No lo creo. –Disparó a ambos guardias mientras Alex salía corriendo por la puerta, bajaba a saltos las escaleras y se dirigía hacia el deslizador terrestre OP-5 estacionado cerca de la entrada. Se metió en el vehículo con Dair a sólo unos pasos atrás. 
Alex miró hacia el cielo mientras cuatro alas-X pasaban disparados sobre sus cabezas y derribaban un edificio justo al norte. Dos cazas más cruzaron el cielo tintado de rosa de Janara desde el oeste. Dair puso en marcha el deslizador y aceleró por la amplia avenida, haciendo caso omiso de los frenéticos avisos procedentes de los guardias en la puerta.
Alex le lanzó una gran sonrisa.
-Bonita distracción.
-Ya te dije que di a tus amigos una buena información de objetivos.
Alex estudió el camino detrás de ellos.
-Aún no hay señales de persecución. Supongo que están un poco ocupados.
-Tendremos suerte si conseguimos una ventaja de cinco minutos. -Dair le lanzó una mirada de soslayo-. ¿Estás bien?
-Sólo me preguntaba si ya te has cansado de tu vida imperial.
-¿Crees que podría encontrar un buen trabajo tranquilo de despacho?
-Eres muy valioso para la Nueva República, Dair.
-Sólo tendrían tu palabra. No estoy seguro de si voy a saber cómo actuar si no estoy sirviendo detrás de las líneas enemigas.
-Te daremos una o dos semanas para que te acostumbres.
Él se echó a reír.
-De todas formas, tengo una petición.
-¿Cuál?
-Lo más probable es que no haya ayuda interna la próxima vez, por lo que ¿me prometes que te mantendrás fuera de las prisiones imperiales a partir de ahora?
Alex le apretó el brazo con suavidad.
-Te lo prometo si regresas a Garos.
Dair sonrió.
-¡Volveré cuando tú lo hagas!
Alex sintió que él sabía que no iba a volver a Garos. Sonriendo para sí misma, estudió el perfil de Dair, aliviada de que abandonase su servicio imperial. Sin embargo, sus pensamientos se desviaron de nuevo a su padre, y el corazón volvió a dolerle. Se preguntó si habría entendido que en esta lucha no había respuestas sencillas. No había blancos y negros; no para ella, no para Dair. Sólo grises.
Dair señaló el compartimiento de almacenamiento del deslizador.
-Mira esto. Un par de extras en caso de que los necesitemos.
Alex buscó en el compartimiento y encontró los objetos de que le estaba indicando.
-Uno para mí, uno para ti -dijo Alex. Comprobó los paquetes de carga de los desintegradores, y a continuación dejó los dos DL-18 entre ellos y tomó el A280 que habían obtenido del guardia de la prisión-. Bueno, amigo mío, estoy lista si tú lo estás.
-Mantén los ojos abiertos -dijo Dair.
Media docena de naves imperiales aparecieron a la vista, alzándose sobre los almacenes en las afueras del puerto espacial para alcanzar los atacantes de la Nueva República. Dair guió el OP-5 pasando la primera serie de edificios y entró en un flujo de vehículos que se apresuraba a conducir pilotos a otras naves.
Alex examinó rápidamente la pista de aterrizaje.
-Bueno, ¿dónde está esa lanzadera que mencionaste? -le preguntó al pasar junto a una fila de edificios en ruinas.
-Justo al otro lado de esa torre -dijo Dair, señalando con la cabeza una elevada estructura gris en la distancia-. Todo el mundo parece estar ocupado con tus amigos. No han sido advertidos de nuestra llegada.
-Puedes que estés equivocado acerca de eso -dijo Alex-. Dos soldados exploradores se acercan a tu izquierda.
Alex agarró con fuerza el rifle desintegrador mientras el deslizador se dirigía a una zona despejada. Apoyó el cañón en el costado del vehículo, con la mirada puesta en las motos deslizadoras que se acercaban rápidamente.
-¡Están acercándose muy deprisa! -gritó Alex-. ¡Acelera!
Dair aceleró a fondo y respondió gritando:
-¡Nunca podremos correr más rápido que ellos!
-¡Sólo dirígete hacia esa lanzadera! -exclamó Alex, preparando el bláster para apuntar a los soldados, pero reteniendo el fuego. Unos segundos más antes de que estuvieran al alcance...
Alex disparó, pero el primer disparo salió desviado cuando Dair giró esquivando un lento esquife. Su segundo disparo dio en el blanco.
-¡Le di! -gritó cuando un vehículo estalló en llamas, dio una vuelta de campana, y se estrelló contra el asfalto. La segunda moto dio un amplio giro, esquivando por los pelos los restos en llamas.
Un disparo desde la dirección opuesta sacudió el deslizador.
-Más compañía -dijo Dair mientras soltaba algunos tiros con el DL-18 y zigzagueaba entre los edificios.
-¡Uno todavía sigue detrás de nosotros, también! -Alex apuntó y disparó. Saltaron chispas del motor de la moto deslizadora cuando otro soldado explorador llegó a través de un callejón y se colocó de pronto codo con codo junto al deslizador. Disparó a Dair, fallando por sólo uno o dos centímetros. Alex le arrebató los controles a Dair e hizo girar el deslizador bruscamente a la izquierda.
-¡Hey! -gritó Dair-. ¿Qué estás haciendo? -Por el rabillo del ojo, vio cómo la moto deslizadora golpeaba el costado del deslizador antes de salir fuera de control. Lanzó una rápida sonrisa en dirección a Alex.
Sus problemas no habían terminado. Alex vio a dos borrones que avanzaban velozmente detrás del OP-5. Un instante después, un soldado estaba mirando a Dair a la cara. Dair también se fijó en él, y sacudió el vehículo bruscamente a la izquierda de nuevo. El soldado no fue sorprendido con la guardia baja al igual que su compañero. Inclinándose, agarró el costado del deslizador terrestre, y lanzó sus piernas al asiento trasero.
El soldado explorador agarró a Alex mientras ella trataba de dispararle. Él la atrajo al asiento trasero, sujetándole los brazos.
-¡Para! -gritó ella. Usando las rodillas para separar sus cuerpos, Alex trató de alejarlo-. ¡Dair! ¡Para! -exclamó-. ¡Frena!
-¿Qué? -Dair frunció el ceño.
-¡Que frenes!
Dair detuvo el OP-5 en seco, y el soldado explorador cayó al asiento delantero. Su cabeza golpeó ruidosamente el parabrisas de transpariacero. El soldado detrás de ellos se estrelló contra la parte trasera del vehículo, salió disparado sobre el extremo delantero del deslizador terrestre y cayó al asfalto.
-¡Acelera, ya, ya! -gritó Alex.
Dair apretó el acelerador de nuevo mientras Alex agarraba al soldado del asiento delantero, lanzándolo por encima de su cabeza por parte trasera del deslizador. Su cuerpo rebotó en el asfalto como una muñeca de goma mientras el deslizador terrestre pasaba justo frente a la torre de control con forma de obelisco y se acercaba más a la lanzadera.
-¿Estás bien? -preguntó Dair.
-Sí -respondió Alex, frotándose el cuello.
Disparos de bláster golpearon la parte trasera del deslizador. Alex tomó su rifle desintegrador de la plancha del suelo y se volvió para inspeccionar la nueva amenaza.
-¡Aún siguen llegando!
Dair lanzó una rápida mirada hacia atrás y vio la media docena de motos deslizadoras que habían asumido la persecución y ahora estaban acercándose. Unos segundos más tarde, Dair detuvo el OP-5 a pocos metros de la escotilla de la lanzadera de escape.
-¿Una lanzadera clase Lambda contra cazas imperiales? –gimió Alex mientras varios disparos impactaban en el deslizador.
-Menos mal que tus amigos se presentaron, ¿eh?
-Desde luego -gritó mientras salía de un salto del deslizador.
Dair saltó por encima de la parte lateral del vehículo y apuntó al soldado explorador más próximo para cubrir a Alex. Disparó, y otra moto deslizadora estalló en llamas.
Alex echó a correr por la pista. Se detuvo en la parte inferior de la rampa de la nave, volviéndose a dar cobertura a Dair.
Otra moto deslizadora les había rodeado y apareció por la derecha. Un disparo de su cañón láser golpeó la mano de Alex, haciéndole soltar el rifle desintegrador. Alex ignoró el dolor punzante y sacó su DL-18, sujetándolo dolorosamente con sus manos ensangrentadas. Golpeó la moto que se acercaba con un flujo constante de fuego, mientras Dair ascendía por la rampa de la lanzadera. La moto explotó, con una lluvia de restos que cayó sobre el asfalto y en el camino de sus compañeros. Otras dos motos chocaron entre sí, y una tercera se encontró con la letal puntería de Alex.
Motores de la nave se encendieron y Alex subió corriendo por la rampa, pulsando de un puñetazo el mecanismo de cierre de la puerta mientras la lanzadera se elevaba sobre el asfalto. Se arrancó la chaqueta y la usó para envolver su mano herida. Disparos de bláster rebotaron inocuamente sobre el casco mientras se unía a Dair en la cabina, tomaba los controles y guiaba la lanzadera hacia la atmósfera.
-Señal confirmada -informó Dair-. Si nos derriban, no será por tus amigos.
-¿Qué quieres decir, si nos derriban? ¡Estás con uno de los mejores pilotos del Escuadrón Azul!
-¿Azul? -Se echó a reír-. ¿Qué clase de nombre es ese para un escuadrón de élite?
Alex puso los ojos en blanco.
-Uno sin pretensiones. Sutil.
-Ah. Sí, está bien. Entiendo -respondió.
-¿Puedes ponerme al comandante de ala en el comunicador? -preguntó mientras pulsaba media docena de botones en el panel de la cabina para asegurarse de que los escudos estaban activos y las armas listas. Huellas dactilares sangrientas cubrieron la consola.
-¡Alex, estás sangrando! -Dair la agarró del brazo y desenvolvió el vendaje que se había puesto-. ¡Has perdido media mano! -Dair se abrió la chaqueta y rasgó la tela de su propia camisa. Le tomó la mano y envolvió con cuidado la tela alrededor de la herida.
-Deja de exagerar –exclamó ella-. Son sólo un par de dedos. De verdad, estoy bien. Deja que nos saque de aquí.
-Está llegando otra señal. Coordenadas.
-Tecléalas en el ordenador de navegación.
Los dedos de Dair volaron a través de la consola.
-Hecho.
Segundos después, la nave dio el salto al hiperespacio.
Mirando por la ventana, Alex observó el borrón de las estrellas más allá de la nave. Relajándose, se extendió con la Fuerza, sabiendo que encontraría la fortaleza para enfrentarse a sus miedos. No iba a descender por el camino oscuro. Volveremos a encontrarnos, Alex. Las palabras de Skywalker.
Sin pensarlo, las manos de Alex juguetearon ligeramente con los controles de la nave, y tecleó un nuevo conjunto de coordenadas en el ordenador de navegación.
-¿Estás cambiando el curso? -preguntó Dair.
-Es hora de ir a Yavin -dijo ella, con una mirada lejana en sus ojos-. Alguien me está esperando allí. Puedo sentirlo.
La Fuerza estará contigo... siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario