Su cronómetro de fabricación imperial mostraba las
7:45 cuando Nadra se aproximó a la puerta principal con Cuatrobé tras ella.
-Eh, tú –le gritó uno de los dos guardias-. ¿Qué
estás haciendo con ese droide?
Unas gotas de sudor se formaron en su frente.
-Deben de estar atrasados en su calendario de
mantenimiento de droides –dijo con confianza forzada-. Obviamente este ha
desarrollado un fallo en su programación. Lo encontré vagando por la ciudad
cuando venía hacia aquí. ¿Quiere que lo lleve a mantenimiento?
Nadra contuvo el aliento mientras el guardia
examinaba el droide. Esperó que las marcas imperiales fueran auténticas.
-Hmm. Tiene un perno de contención estándar. No
tengo ningún informe de un droide perdido, pero desde luego es uno de los
nuestros. –Sonrió a Nadra-. A menos que hayas estado escondiendo aquí durante
años un droide imperial –dijo riéndose. Escaneó perezosamente a Nadra con un
detector de armas portátil.
Nadra sonrió con seriedad.
-Sólo indíquenme cómo llegar a mantenimiento –dijo
cuando el guardia le indicó que cruzara la puerta.
-Pasillo A, nivel tres. –La despidió con un gesto
de la mano. Conforme avanzaba, Nadra pudo escuchar cómo se quejaba a su
compañero-. Si los sensores de seguridad estuvieran activados, no perderíamos
droides descarriados de esta manera.
Conforme Nadra entraba en la base indico a Cuatrobé
que la siguiera a su lado. Examinó el pasillo. Hasta ahora, todo despejado.
-Muy bien, hagámoslo –susurró. Desde la parte
superior de la cabeza en forma de cúpula del droide surgió una pequeña tarjeta de
datos. Nadra la ocultó en su manga-. Dame cinco minutos y luego ven a mi
estación de trabajo. ¿Recuerdas las coordenadas?
El silbido de respuesta de Cuatrobé sonó molesto.
-De acuerdo, lo siento –se disculpó Nadra-. No
estoy acostumbrada a trabajar con droides. Simplemente aparenta estar ocupado,
no tardaré mucho. –Lo dejó en el pasillo.
Su supervisora estaba ocupada con otra aprendiz
cuando llegó. Asegurándose de que nadie la estaba mirando, Nadra deslizó la
tarjeta de datos en un puerto de su terminal. Tecleó un comando, luego retiró
la tarjeta y volvió a ocultarla.
De pronto su pantalla mostró únicamente un
galimatías sin sentido. El terminal pitaba y graznaba cada vez que pulsaba una
tecla.
-¿Tienes un problema? –dijo la supervisora de
cabello gris y rostro severo mientras se acercaba.
-Eh, sí, señora –respondió rápidamente Nadra-.
Acabo de empezar. ¿Debo llamar a un droide de reparaciones?
La mujer pulsó unas cuantas teclas sin resultado.
-Sí. Y hazlo rápido. Tenemos muchos datos que
procesar. El general Yrros quiere tener hoy en el sistema el último de estos
registros del censo.
Nadra fingió llamar a mantenimiento, y luego se
sentó a esperar. Dos minutos después, apareció Cuatrobé. Rodó hasta su terminal
y extendió su acoplamiento de enlace al conector de la interfaz. Mientras
Cuatrobé emitía chasquidos y zumbidos, Nadra se inclinó sobre la pantalla,
ocultándola de la vista. Vio aparecer la ficha personal de Denel. En un
parpadeo, Denel se convirtió en un técnico médico asignado a la enfermería.
Nadra volvió a introducir la tarjeta de datos en
Cuatrobé mientras trabajaba. Echó un vistazo a su cronómetro.
-Es hora de que visite a mi madre –recordó a la
supervisora.
-No tardes toda la mañana. Se te espera de vuelta a
las 8:30. No se te ha dado ese cronómetro que llevas en la muñeca sólo para
lucirlo, ¿sabes?
-Sí, señora.
-Lo juro, entrenaros a los rhamalianos para seguir
un horario es imposible... –Su voz estridente se amortiguaba conforme se iba
alejando.
Cuatrobé continuó trabajando. Nadra le dio una rápida
palmadita al pasar.
***
Denel llegó a la unidad médica sólo minutos antes
de las 8:00. La técnico médico de guardia estaba completando sus entradas de
registro en la consola central antes del cambio de turno. Alzó la vista, con un
gesto adusto en su rostro redondo, cuando Denel se acercó. Denel esperó que
estuviera llevando correctamente el uniforme robado.
-Ah, técnico FR-231. Llegas con unos minutos de
adelanto. La puntualidad ayuda a avanzar.
-Sí, señora –respondió Denel.
Tecleó para obtener la hoja de asignaciones en la
pantalla.
-Tu primera tarea es llevar a la paciente 89B11 a
la sala de terminación. ¿Sabes dónde es?
-Sí, señora. Paciente 89B11 a la sala de
terminación. ¿La sala está preparada para su uso? –Denel esperó sonar
convincente.
-Todo está listo. La paciente ha sido sedada.
¿Sabes el procedimiento?
-Sí, señora. Ya lo he hecho antes. –El corazón de
Denel latía con fuerza. Si le hacía alguna pregunta más detallada...
-Muy bien –respondió-. Se le va a permitir a la
hija de la paciente hacer una breve visita antes de la terminación. No le dejes
prolongar la despedida. Eso sólo será más doloroso para ambas. –Volvió a sus
entradas de registro mientras Denel respiró aliviado.
Al entrar en la habitación de Charis, vio que Nadra
ya estaba allí. Hablaba en voz baja a su madre, explicándole lo que estaban a
punto de hacer.
-¿Creéis que funcionará? –preguntó preocupada
Charis-. No veo cómo podemos salir de aquí. Hay demasiados soldados de asalto.
-No podemos vencerles luchando, pero podemos ser
más listos que ellos –respondió Denel-. Los imperiales no nos consideran una
amenaza. Ahora mismo la seguridad está muy relajada. Limitémonos a seguir el
plan y todo irá bien.
Miró a Nadra.
-Es la hora. Vamos. –Levantó a Charis y la colocó
en una camilla repulsoelevadora-. Vamos, Nadra. Tú de un lado y yo del otro.
–Sacaron lentamente la camilla por la puerta y la guiaron por el pasillo hasta
el mostrador de guardia.
Cuando doblaron la esquina, Denel tragó saliva
nerviosamente.
-Oh, no –susurró-. La técnica de guardia del turno
de noche aún está ahí. Está informando al técnico del relevo. Espero que aún no
haya mencionado la terminación de Charis. –Aminoraron la marcha al acercarse.
La técnico del turno de noche se fijó en ellos.
-Ah, sí –comenzó a decirle al joven del turno de
día-. Esta es la paciente 89B11. Está programada su...
Un zumbido intermitente la interrumpió cuando una
luz indicadora comenzó a parpadear en la consola de estado de la estación.
-Emergencia médica en la bahía de hangar cuatro
–explicó la técnico del turno de noche-. Simplemente lee en los registros el
resto del informe –dijo mientras se alejaba a toda prisa.
Nadra y Denel se miraron entre sí.
-¿Cuatrobé? –preguntó Nadra, vocalizando la palabra
sin emitir sonidos. Denel se encogió de hombros.
El técnico del turno de día examinó cuidadosamente
al pequeño grupo.
-¿Dónde os lleváis a esta mujer? –preguntó.
-Está programado que la paciente 89B11 reciba el
alta hoy –respondió Denel con cautela-. Mis órdenes son llevar a estas dos
personas al hangar de vehículos de superficie y escoltarlas a su casa en un
deslizador terrestre.
El joven miró el rostro de Charis.
-No parece estar muy sana para irse a casa. Deja
que lo confirme. –Pulsó unas cuantas teclas mientras Denel aguantaba el
aliento-. Su ficha no aparece –murmuró, intentando otra vez el procedimiento.
-Vamos, Cuatrobé –susurró Nadra.
El técnico del mostrador gruñó.
-Ah, aquí está. –Examinó rápidamente la ficha de
Charis-. Tiene permiso para recibir el alta, señora. Espero que se recupere
rápidamente en su casa.
-Gracias –respondió Charis mientras Denel y Nadra
comenzaron a avanzar por el pasillo de nuevo.
Cuando llegaron al hangar de vehículos, Denel se
detuvo justo en la entrada.
-Casi perdemos la partida ahí atrás. Tenemos que
convencerles de que estás casi bien. ¿Puedes levantarte y andar? –preguntó.
-Creo que sí –respondió Charis.
-Trata de parecer más fuerte –instó Denel-. ¿Puedes
cruzar el hangar hasta los deslizadores?
-Está muy débil, Denel... –dijo Nadra.
-No, está bien, Nadra –respondió Charis-. Puedo
hacerlo. Agárrame del brazo. –Nadra ayudó a su madre a ponerse en pie, mientras
Denel guardaba la camilla en un armario de suministros.
Habían cruzado la mitad del amplio hangar de
vehículos cuando los detuvieron.
-¿Dónde vais? –gruñó el sargento al mando al
acercarse a ellos.
-Tengo órdenes para llevar a estas dos mujeres a su
casa en un deslizador terrestre, señor –respondió Denel.
-Confirmado –dijo el hombre, tecleando la
información en su tableta de datos-. El deslizador A23 está disponible. –El
sargento señaló el extremo más lejano del hangar.
-Ah, pensé que podíamos tomar ese mismo –dijo
Denel, señalando con la cabeza un deslizador a no más de cuatro metros delante
de ellos-. Está mucho más cerca.
-Pueden usar el A23 –insistió el hombre.
-Pero este está disponible y está más cerca. –Denel
comenzó a sentir pánico. Si sus planes cuidadosamente pensados fallaban
ahora...
El supervisor se irguió sobre Denel.
-He dicho...
-Ohhh –gimió Charis al desmayarse en el suelo.
-¡Madre! ¡Madre! –Nadra se arrodilló junto a ella.
-¿Qué le pasa? –El sargento se alejó de Charis.
-¡Nada! –exclamó Denel-. Apenas acaba de
recuperarse de una enfermedad y necesita ir a su casa a descansar. –Miró
fijamente al hombre.
-De acuerdo. Tomad el deslizador más cercano –concedió
el hombre, lanzándole a Denel una tarjeta llave-. Pero iros cuanto antes de mi
zona. –Miró a Charis, apartándose de nuevo con una mueca.
Denel se dobló sobre Charis. Para su sorpresa,
abrió los ojos y susurró alegremente:
-¿Qué tal mi actuación?
Todo lo que Denel pudo hacer fue contener una risa.
-Venga, vamos. –Cargó con Charis el resto del
camino al deslizador terrestre y la colocó con cuidado en el asiento trasero.
Se sentó en los controles con Nadra a su lado.
***
El general Yrros examinó su pantalla de datos en
profundidad. Esperaba que comprobar los antecedentes de los ciudadanos
rhamalianos revelaría algunos criminales buscados por el Imperio. Hasta ahora,
su corazonada no había tenido éxito. Decidió intentar con la siguiente persona
de la lista antes de rendirse. Pulsó unas cuantas teclas.
En su pantalla apareció un retrato de Lorn
Moonrunner. Yrros leyó la historia del hombre. Nada fuera de lo ordinario. Pero
algo le llamó la atención. El nombre le resultaba familiar. Ah, sí, eso. Ese
nuevo recluta que había usado como ejemplo el otro día. Se apellidaba
Moonrunner. Leyó la pantalla de nuevo. Sí, Denel Moonrunner es el hijo.
Yrros tecleó para obtener la ficha del recluta. La
imagen de Denel apareció junto a la de su padre. Una vez más, el general fue
golpeado por una sensación de familiaridad al mirar el rostro de Denel. Qué
extraño, el hijo no se parece en nada al padre, pero se parece a alguien que he
visto antes.
De pronto lo supo. Tecleó otro comando. El retrato
de Denel desapareció y el de Lorn se amplió. Yrros pulsó algunas teclas más. En
la pantalla, la barba de Lorn Moonrunner desapareció, su cabello se volvió
varios tonos más oscuro y su rostro se estrechó considerablemente. Apareció un
mensaje en la parte inferior de la pantalla.
-Coincidencia de identidad confirmada –leyó Yrros
en voz alta-. Comandante Corvus Langlier –dijo con una risita de desdén-, te he
estado buscando durante mucho tiempo.
Se quedó pensando un instante, y luego pulsó un
interruptor de su intercomunicador.
-Comandante Vedder.
-Sí, señor –dijo la voz por el altavoz.
-Localice al recluta FR-231. Quiero que lo traigan
a mi oficina de inmediato.
-Sí, señor –fue la respuesta-. Estoy obteniendo la
ubicación ahora mismo, señor. –El comandante quedó en silencio por un instante-.
Eh... ¿General Yrros?
-¿Algún problema, comandante?
-El recluta FR-231 está en su puesto asignado,
señor.
-¿En su puesto asignado? –preguntó Yrros-.
Comandante, a los nuevos reclutas no se les asignan puestos de servicio.
-Sí, señor, pero el listado muestra que está de
servicio como técnico médico. Transportando a una paciente recién dada de
alta...
-¡Qué! –El general se puso en pie de un salto,
haciendo que su silla cayera al suelo tras él-. ¡Comandante, localice a ese
hombre inmediatamente! No le deje salir de la base. ¡Repito, no le deje
escapar!
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