martes, 10 de septiembre de 2013

Un ídolo con buenas intenciones (y IV)


Sentado en una plataforma sobre las enormes cavernas de arenisca de Derora, Drake miró la guarnición rebelde y los hangares desde la cubierta de observación. Examinando el inmenso surtido de transportes de tamaño medio en la abarrotada zona de atraque, meneó la cabeza con silenciosa fascinación. Al fondo de la instalación, cerca de los hangares de caza, descansaban tres cargueros pesados y varias cañoneras corellianas con ligeras marcas de disparos. Posado a la sombra de las grandes naves, en una pequeña plataforma, el Inquebrantable era una pequeña astilla de metal blanco sucio. El carguero Ghtroc parecía una pulga de arena en presencia de sus formidables vecinos de aparcamiento.
Drake cerró los ojos y se recostó en su asiento, con la tripa llena y saciada de mielestix de Rishi y carne de nerf asada.
-Padija, eso ha estado delicioso. –Tomando la servilleta que tenía en su regazo, se limpió las comisuras de la boca y la arrojó sobre el plato. Guiñó un ojo a Nikaede, riéndose cuando la aletargada wookiee farfulló un breve comentario acerca de la comida. Drake podía ver el dolor en sus ojos, la agonía de estar total y completamente saciada.
De pronto, la wookiee eructó, haciendo que las cabezas del comedor se volvieran hacia ellos. Se frotó la tripa, suavizando el dolor de su dilatado estómago y volvió a eructar, esta vez más discretamente.
-Necesitas echarte una siesta –se burló Drake. Se volvió hacia Padija y le guiñó un ojo-. Siempre se pone así cuando come demasiado. Creía que ya habría aprendido la lección...
El socorrano esquivó una lenta bofetada que le pasó rozando las orejas. Alegremente, bloqueó el segundo intento de Nikaede para golpearle.
-Me imaginé que os debía a ambos una buena cena –dijo Padija sobre una copa de vino de niebla corelliano. Vestida con un deslumbrante vestido rojo que hacía juego con la rojiza bebida, sonrió cálidamente-. Ah, mira, han llegado sanos y salvos. –Se puso en pie, tomando la mano de Drake, y juntos fueron a la pasarela extendida sobre la cubierta de vuelo.
Mirando desde la cubierta de observación, observaron cómo una multitud de oficiales de la Alianza, vestidos con uniformes de gala, llegaba a la entrada de la guarnición, flanqueados por sus escoltas. En cuestión de instantes, una delegación de twi’leks caminó al hangar. El coronel Renz apareció de las filas de los oficiales rebeldes, vestido con las túnicas tradicionales de un Caballero Jedi. Llevaba el brazo en cabestrillo, pero eso no le impedía cargar con la bolsa de fieltro rojo que contenía la calavera de cristal. Con una reverencia, Renz presentó el ídolo al representante que iba en cabeza.
-¿Y ahora qué? –preguntó Drake-. Ya han recuperado su reliquia. ¿Qué gana la Alianza por todas sus molestias?
-Unos leales aliados...
-¿Twi’leks? –dijo con una risotada-. Les he oído llamar muchas cosas, pero nunca leales, Padija. Envían a sus propias familias a la esclavitud.
-La chispa de la unificación debe comenzar en alguna parte, Drake. –Tomó su brazo y se apoyó en él-. Hoy es un clan. Mañana, una ciudad. Con el tiempo, podremos contar con todo el planeta de los twi’leks como nuestro aliado.
-Yo no contendría la respiración.
Drake observó la ceremonia formal con interés. Mientras trataba de mantener cierta apariencia de calma, el delegado twi’lek manipuló ansiosamente los sellos para abrir la bolsa, y casi se le cayó de las manos por las prisas. Renz atrapó la bolsa con destreza, tranquilizando al ansioso twi’lek. Hubo un instante de risas nerviosas mientras la bolsa de fieltro se abría y se presentó el cráneo a la delegación para su inspección formal.
Una mirada de serenidad se extendió por el rostro del representante twi’lek principal y los de sus asociados. Cada uno, por turno, hizo una ligera reverencia a Renz y los oficiales de la Alianza. Drake estaba seguro de que en ese ilustre momento había sido otorgado el agradecimiento de todo un clan.
El coronel Renz señaló a la cubierta de observación del interior de la guarnición. Los oficiales rebeldes y los delegados twi’leks siguieron la dirección de su mano hasta donde se encontraban Padija y Drake sobre los hangares. No era difícil distinguirles en el brillante interior, particularmente con la elevada silueta de Nikaede de pie a su lado. Con el mismo respeto absoluto, todos y cada uno de los twi’leks inclinaron la cabeza en señal de gratitud. Padija apretó con fuerza la mano de Drake e hizo una reverencia mientras el socorrano inclinaba la cabeza.
Entonces, a una invitación de los oficiales de la alianza, la delegación twi’lek desfiló por el hangar con ceremonioso orden y desapareció en un túnel de atraque bajo la cubierta de vuelo principal.
-¿Adónde van? –preguntó Drake, inclinándose sobre la barandilla para seguir sus sombras.
Padija se apartó alegremente un rizo de la frente.
-Van a firmar la primera de muchas alianzas entre el pueblo twi’lek y la Alianza Rebelde. –Su rostro brillaba de orgullo mientras se inclinaba hacia atrás y hacia delante sobre sus talones y las puntas de sus pies-. Un aliado más en la lucha contra el Emperador. Una estrella brillante más para alumbrar el camino a otros que deseen unirse a nosotros.
-¿Por qué no estaba ahí abajo? Eres tan responsable como tu padre de sacar ese ídolo del planeta.
-Podría haber estado ahí –dijo con una sonrisa pícara, abrazándole-. Pero quería estar contigo. Eso era más importante, al menos para mí. Y mi padre estuvo de acuerdo. –Recorriendo con la mano la curva de sus hombros, susurró-: El general Cracken pidió que también estuvierais allí para recibir a la delegación, él cree que vosotros dos –dijo con una sonrisa a Nikaede- sois los verdaderos héroes. Pero –Padija enrolló en su dedo uno de los rizos del cabello de Drake y tiró suavemente- leí en una de mis clases que los socorranos son un pueblo tremendamente práctico que se deleitan con la simplicidad y evitan las ceremonias. No me pareció que fuera apropiado poneros en una posición en la que pudierais sentiros incómodos.
Nikaede ladró una cáustica respuesta a esa explicación, provocando que Drake riera abiertamente.
-Nikki dice que no le preguntaste a ella. Los wookiees no tienen problemas con esa clase de ceremonias.
-La próxima vez, Nikaede. Te lo prometo. –Conforme la sonrisa se desvanecía de sus labios, Padija miró fijamente a los ojos de Drake-. A la Alianza le vendría bien alguien como tú, Drake. La Rebelión no puede permitirse pagar este tipo de tarifas muy a menudo, pero el general Cracken estaba eufórico. Dice que valéis hasta el último de los créditos que se os ha pagado. Está dispuesto a ofreceros un pago adicional...
Drake la besó de repente, interrumpiendo su discurso.
-Creo que ya he tenido suficientes buenas intenciones1 por hoy, Padija. Además, si me necesitas, ya sabes dónde encontrarme. Y dile a Feyodor que no necesitas pagar créditos extra la próxima vez. –Hizo un gesto a Nikaede para indicar que era hora de irse.
Padija apoyó la cabeza contra el hombro del contrabandista, obligándole a dudar. Limpiándose las lágrimas de los ojos, se enderezó y se apartó a desgana de él.
-¿Drake? –Se mordió el labio, luchando por reprimir las lágrimas mientras él pasaba junto a ella en dirección a las escaleras que descendían al hangar-. ¿Cómo dicen adiós los socorranos?
-Ol’val, es Corelliano Antiguo. Es lo que los contrabandistas usan entre sus amigos.
-Pero en socorrano, ¿qué se dice?
-Nada. –Drake sonrió-. No existe ninguna palabra. Los socorranos creen que una vez que has conocido a una persona, estás destinado a volver a encontrarte con ella. No tiene sentido decir adiós.
Padija asintió mostrando haberlo comprendido. Intentó despedirse con la mano, pero rápidamente la bajó, con los labios temblando de emoción.
-Entonces ol’val, Drake. Nikaede.
Nikaede ladró una sucinta despedida, pero Drake estaba en silencio, mirando a Padija. Entonces siguió a la wookiee, descendió las escaleras hacia el hangar y se dirigió a su nave. En la rampa del Inquebrantable, se volvió para mirar al otro lado del hangar, a la cubierta de observación. Ella seguía allí de pie, mirándole.
Drake entró al pasillo interior, aferrándose a la imagen de Padija. La rampa se cerró con resonante rotundidad, apartándola de su mirada. Mientras Nikaede iba rápidamente a la cubierta de vuelo, Drake permaneció un rato más en el pasillo.
-Adiós, Padija –susurró. Con una sonrisa, el socorrano se dirigió tranquilamente al puente de vuelo para preparar al Inquebrantable para el despegue.

1 Aquí es la única parte del relato donde se hace uso de la expresión idle intentions con la que juega el título original. No he sabido encontrar un significado adecuado para esta expresión, por lo que, junto con el título, estoy abierto a sugerencias para mejorar o corregir esta traducción (N. del T.)

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