Tonos de gris
Charlene Newcomb
Dos saltos. Tres horas de tránsito. Cuatro solitarias horas
flotando en medio de la nada. Las holonovelas sobre la vida de agentes secretos
trajeron una chispa de diversión a los ojos azules de Alex Winger. Las
incursiones rápidas dentro y fuera del territorio enemigo no eran la norma. A
veces era esto: Sentarse. Esperar. Observar.
Su compañero de ala se encontraba a tres mil kilómetros de
distancia de la banda de babor de su ala-X. Con un poco de suerte, estarían lo
suficientemente separados para que por lo menos uno de ellos sobreviviera si
una armada Imperial saltaba en medio de su posición. Sin duda, la pista que
Intel había recibido acerca de naves imperiales cruzando este sector del
espacio tenía que dar resultado. En quince días de patrulla no habían obtenido
ningún rastro, y nadie en el Escuadrón Azul les había visto el pelo.
Disfruta de esta tranquilidad. No va a durar. Nunca lo hace.
Alex cerró los ojos...
-Nunca serás un Jedi. No eres
fuerte.
-¡No me conoces! -gritó Alex,
con los ojos ardiendo de lágrimas. Miró a la negra figura encapuchada que se alzaba
sobre ella. Su sable láser zumbó amenazadoramente a sólo centímetros de su
cara. Sintió que su sangre hervía y sus venas estallaban. El dolor sacudió su
cuerpo-. ¡No! -gritó.
Alex respiró profundamente y luego exploró el espacio vacío por
enésima vez. Sus sensores también estaban desiertos, a excepción de Azul Cuatro.
Sus compañeros del Escuadrón bromeaban diciendo que ella debía de haber
iniciado esta línea de trabajo cuando aún iba en pañales. A los 24 años, tenía tanta
experiencia de campo como agente que eran 10 años mayores que ella,
perfeccionada con la resistencia en Garos IV. No estaban seguros de por qué
había optado por quedarse con ellos cuando claramente tenía talento para utilizar
la Fuerza. Habían visto la cicatriz de sable de luz, pero nunca habían hecho
preguntas. Con un Jedi renegado corriendo por ahí haciendo volar planetas,
probablemente no era un tema de conversación prudente. Pero Alex apartó ese
pensamiento por ahora. Kyp Durron podría estar aún sin pulir, pero acabaría
bien. Un Maestro Jedi respetado en el futuro. Podía sentirlo. Deseaba sentir más
confianza en su propio futuro.
No eres lo bastante fuerte.
Alex hizo una mueca cuando el dolor recorrió su brazo. Algunos
podrían considerar la cicatriz de sable de luz como una insignia de honor. Para
Alex, era un recordatorio permanente de su fracaso.
Tocó sus instrumentos con impaciencia, reajustando sus sensores.
La alarma sonó, y la unidad R2 de su ala-X comenzó a emitir un agudo chirrido.
-Tres, dos marcas acercándose por tu banda de estribor -exclamó
Azul Cuatro-. No hay nada más en el sensor.
-Espera, Cuatro.
-¿Dónde están sus amigos, Tres?
-Aún nada.
-Ponte en marcha, Tres. Te han visto.
-¡Es hora de demostrarles por qué nos contrataron, Cuatro!
-Ya estoy yendo hacia ti. El de la derecha es mío.
Alex apuntó el morro hacia el TIE y abrió fuego. Él le devolvió
el fuego, y luego hizo un picado y zigzagueó por el vacío. Alex salió disparada
tras él. Centró al caza en sus miras y sus cañones láser cuádruples desgarraron
sus motores, creando una bola de fuego que iluminó el negro espacio.
-Estoy captando más ojos, Cuatro -informó Alex mientras giraba
hacia su compañero de ala, que estaba maniobrando para abatir la segunda nave.
-¡Estoy tras él! -gritó Cuatro-. Apuntando... sólo un segundo...
-Tocó el mecanismo de disparo. Ráfagas de láser salieron disparadas del Ala-X y
otro TIE se unió a las filas de los que se fueron para siempre-. ¡Yuju!
-Tenemos la nave nodriza en el rango del sensor, Cuatro -exclamó
Alex-. Hora de abandonar este espectáculo.
-Nos vemos en el punto de encuentro -respondió Azul Cuatro-. Cuidado
con ese ojo que se acerca.
-Lo tengo. -Alex se lanzó hacia el caza enemigo y abrió fuego mientras
su compañero de ala dejaba escapar una maldición.
-¡Gran Sith! -gritó-. ¡Detrás de ti!
Fuego de cañón láser se extendió a través de la oscuridad. El
ala-X de Alex se sacudió violentamente, golpeado por un fuerte impacto en la
banda de estribor. Un momento después, el TIE detrás de ella estalló en una
bola de fuego, atrapado por los láseres de Cuatro.
Alex luchó por mantener el control de su caza. El Ala-X dio
vueltas, girando sin control. El Destructor Estelar Imperial se cernía
directamente en su camino, eclipsando su visión de las estrellas. Miles de
luces parpadeaban a lo largo de su inmenso casco gris. Alex podía oír las
llamadas desesperadas de su compañero de ala mientras luchaba por orientarse.
-Azul Tres, ¿me recibes?
-Estoy bien, Chaz –dijo Alex por el comunicador, vagamente
consciente de la sangre que goteaba por su frente-. ¿De dónde vino ese?
-preguntó mientras veía a otros dos cazas TIE que surgían de la superficie de
la gran nave para dirigirse directamente hacia su posición.
-¡Movámonos, Alex!
Alex escaneó sus instrumentos.
-He perdido el hipermotor, Chaz. Ya conoces el procedimiento. Vete.
–Apuntó a uno de los TIE que se acercaban, tocó suavemente el mecanismo de
disparo de sus cañones láser cuádruples vinculados, y observó cómo el caza
imperial estallaba en llamas. El segundo TIE giró para acercarse por detrás de
ella. De alguna manera, sabía que el piloto imperial había colocado su Ala-X en
su punto de mira.
-¡Arriba, Tres! ¡Arriba! –gritó Chaz.
Otra explosión bañó el ala-X de Alex en luz, y uno de sus
motores de estribor estalló en llamas. Cuando el caza comenzó a desplomarse hacia
la superficie de la nave imperial, Alex se estrelló con fuerza contra sus arneses.
Hubo un segundo destello de luz cegador. Y justo antes de que la oscuridad se
apoderara de ella, Alex podría haber jurado que había sentido que alguien la
alcanzaba a través de la Fuerza.
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