jueves, 8 de mayo de 2014

La redención del syrox (y IV)

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Todo esto ocurrió hace mucho tiempo, varios años al menos, aunque el tiempo tiene un curioso modo de transcurrir de forma distinta aquí dentro. A veces, cuando estoy tumbado en mi celda esperando a dormirme, me pregunto por qué Nagma me mandó llamar aquella noche. Puede que fuera porque yo era la única persona a la que había hablado acerca del Gusano, o tal vez yo era lo más parecido a un amigo que tenía en este lugar... o simplemente quería asegurarse de que hubiera alguien cerca para acabar con esa cosa. Alguien que no dudase en ese momento, cuando realmente importaba.
Dos semanas después de esos horribles escasos minutos en el Lado Nocturno, su número fue emparejado por el algoritmo, y tuvo que enfrentarse a otro recluso. La lucha no fue gran cosa. El oponente de Nagma lo mató en cuestión de minutos. Nunca tuve otra oportunidad de descubrir qué había pasado con el Gusano, si había quedado algo dentro.
Pero a veces, por la noche, cuando las horas se alargan y no puedo conciliar el sueño, pienso en ello.
Pienso en el holovídeo de la pelea de Nagma –lo he visto varias veces- y en lo que pasaba justo al final, cuando su rostro fláccido golpea el suelo. Pienso en la cosa que asomaba por la comisura de sus labios inertes, que bien podría no ser su lengua. El detalle y la resolución del holovídeo no son muy buenos, y no importa cuántas veces vuelva a verlo, no puedo estar seguro del todo.
Pero me hace pensar en esa cosa, el Gusano que llegó desde Monsolar dentro de su tripa, y cómo llegó aquí y descubrió algo en lo que el resto de nosotros sólo pensamos en abstracto, algo que dadas las circunstancias podría no ser bueno en absoluto para el resto de nosotros.
Y a veces pienso en el último comentario que me hizo, antes de regresar a su celda esa noche. No una afirmación, sino una pregunta, una que yo no podía contestar... aunque él tampoco pareciera esperar respuesta.
Me pregunto... ¿Y si no me lo he sacado todo? ¿Y si parte de él se ha quedado en mi interior?
Y entonces es cuando pienso en el Gusano dentro de los oscuros recovecos de la Colmena, los muros y las tuberías, moviéndose en silencio y engordando con la sangre de los convictos que mueren en las peleas.
En lo que podría encontrar aquí, en la oscuridad.
Y pienso de nuevo en esa palabra. Esa terrible palabra.
Libertad.

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