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Retrocedes y examinas la criatura aturdida que yace
en la cubierta. ¡No es en absoluto ninguna criatura aterradora! El rostro es un
elaborado casco de presión; los ojos son unidades sensoras, el hocico y los
feroces colmillos son parte del aparato de respiración. ¡La piel negra de la
criatura es un traje espacial texturizado! ¡Incluso tiene una mochila
propulsora sujeta a la espalda!
Sueltas el cierre del casco y se lo quitas. Debajo
hay un hombre. Parece un despreciable pirata o forajido.
-Había alguien en la esclusa –declaras triunfante
al capitán Garnet-. Puede que estuviera tratando de abordarnos para secuestrar
la nave.
-No importa –dice Garnet por el intercomunicador-.
Estamos listos para saltar al hiperespacio. ¡Agarraos a los pantalones!
Desde el compartimento de ingeniería escuchas el
decepcionante gemido del hipermotor al fallar.
-¡No es culpa mía! –grita Garnet-. Hawk, ¿qué
ocurre?
El intruso debe de haber hecho algo al hipermotor
mientras merodeaba por el casco.
-Creo que nuestro intruso puede haber manipulado la
hipervelocidad desde el exterior –dices al capitán Garnet.
-Es posible –dice-. Hawk, ¿puedes encontrar el
problema y redirigir los sistemas de mando de la hipervelocidad?
-Desde luego, Roark.
Sujetas fuertemente al intruso y lo encierras en
uno de los camarotes.
Se oyen dos fuertes golpes más en el casco.
-Será mejor que regreses al cañón y veas si eso han
sido asteroides o más intrusos –sugiere el capitán Garnet-. Pero vigila dónde
disparas.
Vuelves corriendo y te abrochas el arnés de la
torreta artillera.
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