de Russel DeMaria
Prólogo
...Se han librado batallas por todas partes. La gran Estrella de la Muerte ha sido destruida. La Alianza Rebelde -con la Princesa Leia, Luke Skywalker, Han Solo y Chewbacca el wookie- ha celebrado su primera gran victoria contra el Imperio.
El Emperador y su principal vasallo, Lord Darth Vader, planean expandir el poder del Imperio y aniquilar a los rebeldes. En el sistema Hoth, el Imperio contraataca. Descubriendo la base rebelde en el planeta helado, el Imperio ataca con fuerza y los rebeldes se ven forzados a evacuar.
Pero la galaxia es vasta, y a veces las noticias viajan despacio. Aún más lentos son los vientos de conquista que soplan desde el centro de la civilización hasta los límites exteriores de lo que se conoce como el Borde.
En el sistema Taroon, dos pequeños mundos están enfrascados en una guerra de conquista que lleva durando décadas. Poca gente se molesta en pensar en las causas originales de la guerra. Simplemente existe, arrasando el campo y las ciudades. Tanto en Kuan como en Bordal, la economía está en la ruina, y su pueblo vive bajo la ley marcial. Sistemas como Taroon están maduros para ser conquistados; preparados para recibir la mano de hierro del Imperio...
La barredora hacía vuelos rasantes sobre el paisaje desolado, rozando los tejados en ruinas. Pequeños torbellinos de polvo y escombros se elevaban del paisaje. El piloto no se había fijado ni en la destrucción, ni en los tejados, ni en el polvo. Ya se lo conocía todo de memoria. Tenía la mirada fija hacia delante, las manos aferrando fuertemente el manillar y las mandíbulas apretadas en un gesto de crispación. La barredora se dirigía hacia un paisaje irreal, un grupo de rascacielos destrozados, que en otro tiempo fueron un gran centro metropolitano. Ahora, tras casi veinte años de guerra interplanetaria, la mayor parte de ellos no eran más que cascarones vacíos. La barredora se abalanzaba a toda velocidad contra los edificios. De repente, un disparo de bláster... no pasó muy lejos... pero el piloto maniobraba siempre entre los disparos, sin la menor vacilación. Siempre había tiradores de élite, pero eso no hacía más que poner la cosa aún más emocionante.
Veía enfrente de él el plato fuerte, el último pasaje. El piloto entornó los ojos, buscando la apertura. ¡Ahí estaba! Las grandes puertas, medio arrancadas de sus goznes, como las alas de un insecto gigante. Más allá, estaba el interior cavernoso, vacío, sombrío y mortal...
Descendió para hacer su aproximación, enderezando en el último momento, y franqueó a toda velocidad las puertas destruidas, atravesando la apertura apenas lo suficientemente grande para que pasase la barredora... y entró en el edificio. Sabía que de repente se quedaría sin luz... en la oscuridad más absoluta. Pilotando a ciegas, mantuvo la trayectoria de la barredora. Disponía de menos de dos segundos antes de la siguiente maniobra. Uno, dos... demasiado tarde. Debía comenzar su giro. Luchaba contra la resistencia del manillar, lanzando su barredora en un giro imposible. ¡Se había entrenado tantas veces en su cabeza! ¡Podía hacerlo!
La fuerza de la aceleración le pegaba al asiento, el manillar se resistía e intentaba liberarse de las manos del piloto, para volver a una trayectoria menos forzada, pero él lo sujetaba con fuerza. Controlaba la barredora, imaginando los muros y el techo a su alrededor... sentía su presencia con todo su ser. Si llegara a golpear uno de esos muros...
Ahora podía ver algo, pero eso ya no tenía ninguna importancia. La barredora estaba del revés y él se sujetaba con las rodillas. No se fiaba demasiado de su cinturón de seguridad. La barredora golpeó el techo de la sala cavernosa. El choque fue leve, y la barredora rebotó con un sonido metálico que tapó por un instante el ruido del motor. Hubo un chorro de chispas y pedazos de techo cayeron girando al suelo.
El piloto retenía la respiración empujando el manillar, y giró bruscamente. La barredora se estabilizó, giro sobre sí misma, y se dirigió hacia la gran puerta por donde había entrado. ¡Lo había conseguido! Había efectuado una acrobacia casi perfecta. Allá abajo, lo sabía, las voces del público debían estar gritando. En cuanto hubiera pasado la puerta, sería libre.
De repente, un error de trayectoria... muy ligero... mientras la barredora se precipitaba hacia la apertura de la puerta. Algo no iba bien en las toberas de estabilización. Probablemente se habrían dañado en la colisión con el techo. La barredora golpeó el borde de la apertura con un ruido alarmante, se inclinó sobre un costado y comenzó a girar sobre sí misma. El piloto no cedió al pánico. Por instinto, redirigió la barredora y la dejó ir a la deriva hacia el muro de un edificio cercano. Luego aceleró, abriendo la sobrealimentación de los motores trucados de la barredora, transformando lo que podría haber sido un desastre en un giro suave y lento. La barredora retomó su camino entre los edificios y sobre los tejados desolados de la ciudad muerta. Nadie, al verle volar, podría imaginarse los daños que había sufrido. Permanecía en una trayectoria perfectamente estable.
Mientras se aproximaba al lugar del concurso de barredoras, el piloto vio luces parpadeantes, y comprendió que había una redada. Las autoridades locales tenían cosas más importantes que hacer, pero siempre hacían inspecciones regulares en las carreras ilegales de barredoras. El instinto del piloto volvió a tomar el mando, y efectuó un picado rápido seguido de un giro, preguntándose si alguien habría podido ver su acrobacia. ¿O estarían corriendo, escondiéndose, o peor... subiendo a los aerofurgones para ser llevados a los centros de detención? Pero lo peor de todo es que jamás podría llevarse su premio. Esa acrobacia seguro que le habría valido un buen pellizco.
Tiró del manillar y se alejó, rozando las construcciones para evitar ser detectado.
El Emperador y su principal vasallo, Lord Darth Vader, planean expandir el poder del Imperio y aniquilar a los rebeldes. En el sistema Hoth, el Imperio contraataca. Descubriendo la base rebelde en el planeta helado, el Imperio ataca con fuerza y los rebeldes se ven forzados a evacuar.
Pero la galaxia es vasta, y a veces las noticias viajan despacio. Aún más lentos son los vientos de conquista que soplan desde el centro de la civilización hasta los límites exteriores de lo que se conoce como el Borde.
***
En el sistema Taroon, dos pequeños mundos están enfrascados en una guerra de conquista que lleva durando décadas. Poca gente se molesta en pensar en las causas originales de la guerra. Simplemente existe, arrasando el campo y las ciudades. Tanto en Kuan como en Bordal, la economía está en la ruina, y su pueblo vive bajo la ley marcial. Sistemas como Taroon están maduros para ser conquistados; preparados para recibir la mano de hierro del Imperio...
La acrobacia
La barredora hacía vuelos rasantes sobre el paisaje desolado, rozando los tejados en ruinas. Pequeños torbellinos de polvo y escombros se elevaban del paisaje. El piloto no se había fijado ni en la destrucción, ni en los tejados, ni en el polvo. Ya se lo conocía todo de memoria. Tenía la mirada fija hacia delante, las manos aferrando fuertemente el manillar y las mandíbulas apretadas en un gesto de crispación. La barredora se dirigía hacia un paisaje irreal, un grupo de rascacielos destrozados, que en otro tiempo fueron un gran centro metropolitano. Ahora, tras casi veinte años de guerra interplanetaria, la mayor parte de ellos no eran más que cascarones vacíos. La barredora se abalanzaba a toda velocidad contra los edificios. De repente, un disparo de bláster... no pasó muy lejos... pero el piloto maniobraba siempre entre los disparos, sin la menor vacilación. Siempre había tiradores de élite, pero eso no hacía más que poner la cosa aún más emocionante.
Veía enfrente de él el plato fuerte, el último pasaje. El piloto entornó los ojos, buscando la apertura. ¡Ahí estaba! Las grandes puertas, medio arrancadas de sus goznes, como las alas de un insecto gigante. Más allá, estaba el interior cavernoso, vacío, sombrío y mortal...
Descendió para hacer su aproximación, enderezando en el último momento, y franqueó a toda velocidad las puertas destruidas, atravesando la apertura apenas lo suficientemente grande para que pasase la barredora... y entró en el edificio. Sabía que de repente se quedaría sin luz... en la oscuridad más absoluta. Pilotando a ciegas, mantuvo la trayectoria de la barredora. Disponía de menos de dos segundos antes de la siguiente maniobra. Uno, dos... demasiado tarde. Debía comenzar su giro. Luchaba contra la resistencia del manillar, lanzando su barredora en un giro imposible. ¡Se había entrenado tantas veces en su cabeza! ¡Podía hacerlo!
La fuerza de la aceleración le pegaba al asiento, el manillar se resistía e intentaba liberarse de las manos del piloto, para volver a una trayectoria menos forzada, pero él lo sujetaba con fuerza. Controlaba la barredora, imaginando los muros y el techo a su alrededor... sentía su presencia con todo su ser. Si llegara a golpear uno de esos muros...
Ahora podía ver algo, pero eso ya no tenía ninguna importancia. La barredora estaba del revés y él se sujetaba con las rodillas. No se fiaba demasiado de su cinturón de seguridad. La barredora golpeó el techo de la sala cavernosa. El choque fue leve, y la barredora rebotó con un sonido metálico que tapó por un instante el ruido del motor. Hubo un chorro de chispas y pedazos de techo cayeron girando al suelo.
El piloto retenía la respiración empujando el manillar, y giró bruscamente. La barredora se estabilizó, giro sobre sí misma, y se dirigió hacia la gran puerta por donde había entrado. ¡Lo había conseguido! Había efectuado una acrobacia casi perfecta. Allá abajo, lo sabía, las voces del público debían estar gritando. En cuanto hubiera pasado la puerta, sería libre.
De repente, un error de trayectoria... muy ligero... mientras la barredora se precipitaba hacia la apertura de la puerta. Algo no iba bien en las toberas de estabilización. Probablemente se habrían dañado en la colisión con el techo. La barredora golpeó el borde de la apertura con un ruido alarmante, se inclinó sobre un costado y comenzó a girar sobre sí misma. El piloto no cedió al pánico. Por instinto, redirigió la barredora y la dejó ir a la deriva hacia el muro de un edificio cercano. Luego aceleró, abriendo la sobrealimentación de los motores trucados de la barredora, transformando lo que podría haber sido un desastre en un giro suave y lento. La barredora retomó su camino entre los edificios y sobre los tejados desolados de la ciudad muerta. Nadie, al verle volar, podría imaginarse los daños que había sufrido. Permanecía en una trayectoria perfectamente estable.
Mientras se aproximaba al lugar del concurso de barredoras, el piloto vio luces parpadeantes, y comprendió que había una redada. Las autoridades locales tenían cosas más importantes que hacer, pero siempre hacían inspecciones regulares en las carreras ilegales de barredoras. El instinto del piloto volvió a tomar el mando, y efectuó un picado rápido seguido de un giro, preguntándose si alguien habría podido ver su acrobacia. ¿O estarían corriendo, escondiéndose, o peor... subiendo a los aerofurgones para ser llevados a los centros de detención? Pero lo peor de todo es que jamás podría llevarse su premio. Esa acrobacia seguro que le habría valido un buen pellizco.
Tiró del manillar y se alejó, rozando las construcciones para evitar ser detectado.
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