de Timothy Zahn
-Discúlpenme, amigos... Estoy buscando a Talon Karrde.
Mara Jade alzó la vista del monitor del motor, y pudo ver por el rabillo del ojo que, al otro lado del panel, Chin estaba haciendo lo mismo. La voz que venía de la dirección de la puerta del puente del Salvaje Karrde era completamente desconocida para ella.
Al igual, como pudo comprobar, que la cara que acompañaba esa voz.
-El capitán Karrde no está aquí en este momento -le dijo Mara al extraño, mientras lo examinaba cuidadosamente. El mero hecho de que estuvieran en una bahía de atraque familiar, en un puerto familiar, no era ninguna razón por la que los extraños pudieran vagar libremente por la nave-. ¿Cómo ha entrado aquí?
El hombre señaló vagamente tras él.
-Oh, Dankin estaba en la escotilla, y me dejó entrar. Karrde y yo somos viejos amigos... él y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo. ¿Tiene idea de cuándo estará accesible?
-Realmente, no podría decirle -dijo Mara, echando un vistazo a Chin. Alguien que conociera de hace tiempo a Karrde, por lógica debería ser también un viejo conocido de Chin, dado el tiempo que el anciano llevaba en la organización. Pero tampoco había ningún indicio de reconocimiento en el rostro de Chin-. Si quiere, puede dejarle un mensaje.
El hombre suspiró profundamente.
-No, me temo que eso no serviría.
Hizo un gesto hacia el ventanal detrás de ellos y la imagen del bullicioso espaciopuerto al otro lado.
Repentinamente, Mara sintió en la nuca un sutil pinchazo de advertencia. Su mano derecha se dejó caer al bláster enfundado en su costado...
Y se congeló allí. La mano ondeante del intruso se había abierto abruptamente por la mitad, revelando el bláster que había estado oculto dentro la cáscara protésica.
-Y yo tampoco tengo tiempo para esperarle -dijo, con la voz tan indiferente como siempre-. A mi patrón le gustaría tener unas palabras con todos ustedes. Preferiría que lleguen ilesos, pero lo entendería si eso no fuera posible.
Mara siseó suavemente entre sus dientes. Sabía que si estuviera sola podría vencerle fácilmente, con el truco del arma o sin él. Pero no estaba sola, y Chin ya no podía moverse tan rápidamente como antes. Y, ya fuera por casualidad o a propósito, el arma del intruso apuntaba directamente al anciano. No, sería mejor averiguar qué quería este patrón misterioso y esperar una mejor ocasión.
-Odiaría defraudarlo -dijo, alejando su mano de su pistolera-. Especialmente después de una invitación tan cortés. Por favor, enséñenos el camino.
Pero como hubiera dañado a alguien de la tripulación del Salvaje Karrde al entrar, se prometió oscuramente, su cooperación llegaría a su fin rápidamente. Un fin dolorosamente rápido.
Mara Jade alzó la vista del monitor del motor, y pudo ver por el rabillo del ojo que, al otro lado del panel, Chin estaba haciendo lo mismo. La voz que venía de la dirección de la puerta del puente del Salvaje Karrde era completamente desconocida para ella.
Al igual, como pudo comprobar, que la cara que acompañaba esa voz.
-El capitán Karrde no está aquí en este momento -le dijo Mara al extraño, mientras lo examinaba cuidadosamente. El mero hecho de que estuvieran en una bahía de atraque familiar, en un puerto familiar, no era ninguna razón por la que los extraños pudieran vagar libremente por la nave-. ¿Cómo ha entrado aquí?
El hombre señaló vagamente tras él.
-Oh, Dankin estaba en la escotilla, y me dejó entrar. Karrde y yo somos viejos amigos... él y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo. ¿Tiene idea de cuándo estará accesible?
-Realmente, no podría decirle -dijo Mara, echando un vistazo a Chin. Alguien que conociera de hace tiempo a Karrde, por lógica debería ser también un viejo conocido de Chin, dado el tiempo que el anciano llevaba en la organización. Pero tampoco había ningún indicio de reconocimiento en el rostro de Chin-. Si quiere, puede dejarle un mensaje.
El hombre suspiró profundamente.
-No, me temo que eso no serviría.
Hizo un gesto hacia el ventanal detrás de ellos y la imagen del bullicioso espaciopuerto al otro lado.
Repentinamente, Mara sintió en la nuca un sutil pinchazo de advertencia. Su mano derecha se dejó caer al bláster enfundado en su costado...
Y se congeló allí. La mano ondeante del intruso se había abierto abruptamente por la mitad, revelando el bláster que había estado oculto dentro la cáscara protésica.
-Y yo tampoco tengo tiempo para esperarle -dijo, con la voz tan indiferente como siempre-. A mi patrón le gustaría tener unas palabras con todos ustedes. Preferiría que lleguen ilesos, pero lo entendería si eso no fuera posible.
Mara siseó suavemente entre sus dientes. Sabía que si estuviera sola podría vencerle fácilmente, con el truco del arma o sin él. Pero no estaba sola, y Chin ya no podía moverse tan rápidamente como antes. Y, ya fuera por casualidad o a propósito, el arma del intruso apuntaba directamente al anciano. No, sería mejor averiguar qué quería este patrón misterioso y esperar una mejor ocasión.
-Odiaría defraudarlo -dijo, alejando su mano de su pistolera-. Especialmente después de una invitación tan cortés. Por favor, enséñenos el camino.
Pero como hubiera dañado a alguien de la tripulación del Salvaje Karrde al entrar, se prometió oscuramente, su cooperación llegaría a su fin rápidamente. Un fin dolorosamente rápido.
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