viernes, 17 de octubre de 2008

La Colmena (I)

La Colmena
de Steven Barnes

1

G’Mai Duris, regente del planeta Ord Cestus, plegó formalmente los dedos de sus manos primarias y secundarias. Era una x’ting, la especie insectoide de segmentado cuerpo oval de color dorado mate y dulces modales que antiguamente dominaba este planeta. Antes de la llegada de Cestus Cibernética, las colmenas x’ting cubrían este mundo, pero ahora el desalmado gigante industrial no sólo dominaba el planeta, sino que también amenazaba la seguridad de la propia República.
Obi-Wan Kenobi miró como Duris se preparaba para dirigirse al consejo de la colmena, el humilde último reducto del poder x’ting. Al igual que la capital extraplanetaria de ChikatLik, algunos centenares de metros sobre sus cabezas, la sala del consejo estaba anidada en una burbuja natural de lava. Las paredes de la cámara con forma de huevo y quince metros de alto habían sido de un color siena vidrioso, pero la mayoría de ese color original se cubrió con tapices tejidos a mano. Tres puertas, cada una guardada por dos miembros de los clanes guerreros x’ting, conducían fuera de la sala: una a la superficie, las otras a los lugares más profundos y menos transitados en el interior de la colmena.
Los doce consejeros sentados a la curva mesa de piedra eran una mezcla de x’ting relativamente jóvenes, con sus caparazones aún brillantes, y ancianos que mostraban manchas de color gris y blanco en medio de su erizado cabello torácico. Sus alas rudimentarias temblaban de dolor. De vez en cuando sus manos primarias o secundarias aplanaban sus túnicas ceremoniales de color marfil. Cada ojo facetado rojo o verde la estudiaba cuidadosamente; cada antena del auditorio atendía a sus palabras.
Duris inclinó su tórax y aclaró su garganta, quizás ordenando sus pensamientos. Era casi tan alta como Obi-Wan, y su ancho y segmentado caparazón de un dorado pálido y la hinchada bolsa de huevos le daban considerable gravedad.
En ese momento, G’Mai Duris necesitaba toda la que pudiera conseguir.
-Compañeros y ancianos -dijo-. Mi estimado amigo el Maestro Kenobi me ha contado algo impresionante. Durante siglos hemos sabido que a nuestros antepasados les engañaron para arrebatarles sus tierras, unas tierras que se compraron con baratijas que se consideraron moneda legal.
»Hemos pasado años sin obtener una compensación por ello, aparte de las migajas que le sobraban a Cestus Cibernética. Pero va a cambiar. -Sus ojos brillaron como las esmeraldas cortadas-. El Maestro Kenobi ha traido consigo un abogado de Coruscant, un vippit que conoce bien sus leyes. Y, según la autoridad central, si decidimos sacar adelante este caso, podremos destruir a Cestus Cibernética. Si las tierras en las que se encuentran sus fábricas nos pertenecen, podremos cobrarles lo que queramos por el uso de la tierra, y quizás incluso quedarnos con sus instalaciones.
-¿Qué? -exclamó Kosta, la miembro más anciana del consejo. Todos los x’ting rotaban entre los géneros masculino y femenino cada tres años, y Kosta era actualmente hembra. Aunque demasiado vieja para llevar huevos, su bolsa se infló hasta alcanzar un tamaño impresionante. Miraba asustada-. ¿Es eso cierto?
-¡Lo único que conseguirás con eso es la destrucción del planeta! -exclamó Caiza Quill, soltando saliva al hablar. Sólo hacía unos minutos que Duris lo había depuesto como cabeza del consejo. Su rabia y sus feromonas de rendición todavía se olían en el aire-. ¡Destruye a Cestus Cibernética y destruirás nuestra economía!
La expresión de Kosta se erizó con crudo desprecio por las transparentes verdades a medias de Quill.
-La colmena ya existía antes de que llegara Cestus Cibernética. No es la colmena la que sufrirá si la compañía cambia de dueños... o incluso si desaparece. Los que sufrirán serán los que se vendieron a los colonos por una promesa de poder.
-Pero, señores míos -dijo Duris, atrayendo una vez más la atención sobre ella-. Yo tengo obligaciones para con los colonos, con la gente que vino a Cestus con su talento y su corazón, y que lo único que quería era construir aquí una vida. No podemos utilizar esto para destruir. Tenemos que emplearlo para construir y para curar.
Los miembros del consejo de la colmena x’ting asintieron, quizás complacidos por su empatía. Aunque era nueva en sus filas, parecían satisfechos por cómo había asumido sus responsabilidades.
Pero Quill no estaba en absoluto aplacado por sus palabras. Sus alas rechonchas temblaron con rabia.
-¡No has ganado nada, Duris! Anularé lo que hagas, lo juro. Da igual lo que creas tener, lo que creas saber... Esto no se acaba aquí. Salió corriendo fuera, humillado y enfurecido.
Obi-Wan había observado los procedimientos, evitando intervenir, pero ahora tenía que hablar.
-¿Puede hacerlo?
-Quizá -contestó Kosta-. Cualquier miembro de las Cinco Familias puede vetar un acuerdo específico. -Estaba refiriéndose a las Cinco Familias que dirigían las minas y fábricas que abastecían a las factorías de droides. Anteriormente había habido sólo cuatro, pero Quill se había abierto camino entre ellas entregando contratos de trabajo y sofocando diferencias, vendiendo a su propia gente en el proceso-. Si él considera que le interesa, o que quiere hacerlo simplemente por odio, lo intentará. -Un pensamiento alarmante pareció cruzar por su mente-. Quizás intente evitar que usted comunique esta información a Palpatine. Quizá debería notificárselo de inmediato.
Renuentemente, Obi-Wan agitó su cabeza.
-El Canciller utilizaría esto para cerrar legalmente Cestus Cibernética. Y nadie ganaría con eso. Creo que lo mejor será reservarnos ese dato hasta el final, como último recurso de emergencia.
Sólo unos días antes, Obi-Wan había llegado a Cestus para impedir al planeta vender sus letales bio-droides a la Confederación. Por medio de un diseño único de “circuito viviente”, las factorías de droides habían creado una máquina que podría realmente anticiparse a los movimientos de un atacante. Comprendiendo su potencial, el conde Dooku había ordenado miles de esos dispositivos -originalmente diseñados para trabajos de seguridad a pequeña escala- con la intención de convertirlos en droides de combate.
Pensar en semejante ejército, marchando por millares, congelaba la sangre de Obi-Wan. Ante semejante amenaza, los Jedi y el Gran Ejército de la República podrían caer. ¡La proliferación de tales dispositivos letales debía detenerse a toda costa!
El principal medio de disuasión era la negociación, pero el bombardeo no estaba descartado. Los contactos iniciales no habían sido nada prometedores: Cestus Cibernética era renuente a cesar la producción de un artículo tan valioso, y creía que el Canciller Palpatine nunca ordenaría la destrucción de un planeta pacífico que vendía un producto legal. Con los x’ting como aliados, la misión de Obi-Wan sería mucho más sencilla.
Durante los últimos días se había ganado la confianza de G’Mai Duris, la Regente de Cestus, que era poco más que un títere, y había dado los primeros pasos para dotarla de una verdadera autoridad política. Si pudiera ganarse además al consejo de la colmena, podría haber serios motivos para el optimismo.
Los miembros del consejo le escucharon hablar de política y finanzas, comprendiendo rápidamente las razones por las que podrían aprovecharse aliándose con Coruscant. Pero después de expresar confianza en sus aseveraciones, cambiaron rápidamente de tema.
-Hay otra cuestión que discutir, Maestro Jedi.
Obi-Wan miró a Duris, buscando una pista sobre la nueva preocupación. La regente se volvió hacia él, moviendo una porción de su cuerpo segmentado cada vez. Sus brazos primarios y secundarios se abrieron, las palmas vacías se extendieron, lo que en el idioma corporal x’ting indicaba confusión.
-Yo no sé nada de esto -dijo.
Kosta tamborileó con los dedos de sus manos secundarias contra la mesa. Consultó con los otros miembros del consejo, hablando con chasquidos, y entonces se dirigió a Obi-Wan.
-Es posible, Maestro Jedi, que puedas realizar un gran servicio para nosotros este día.
-¿De qué forma? -preguntó.
De nuevo los miembros del consejo se miraron entre sí, como si evaluaran si era inteligente seguir hablando. Luego, tras una breve discusión, Kosta empezó.
-Hay otra forma en la que Quill podría dañarnos, si decide que la colmena ya no se merece su lealtad.
Ésa era una posibilidad. Ciertamente, la adicción de Quill hacia el poder y el crudo egoísmo podrían disparar la traición.
Obi-Wan sintió una carga emocional aumentando en la cámara. Conocía ese sentimiento: el miedo de aproximarse a un umbral. El consejo de la colmena estaba a punto de hacer algo que podría dejar a los x’ting profundamente vulnerables.
Kosta continuó.
-Lo que estamos a punto de contarte sólo es conocido por los miembros del consejo, y los miembros de élite del clan guerrero de la colmena. Incluso G’Mai Duris no sabía esto, aunque su compañero, Filian, sí. -Se inclinó respetuosamente-. Filian fue forzado a ocultarte este conocimiento, por juramento.
Estaba claro que esta revelación era dolorosa para Duris. Hasta ahora, se había aferrado a la ilusión de que había conocido completamente a su difunto compañero.
-¿Qué es?
-Hay mucho sobre la historia de nuestro planeta que no podrías saber, Maestro Jedi. Mucho que no está en los legendarios archivos de Coruscant.
-Lamentable, pero cierto al fin y al cabo -dijo Obi-Wan-. Por favor, ilumíneme.
-Una vez -explicó Kosta-, la colmena fue fuerte. Habíamos derrotado al pueblo araña en una gran guerra, y llevado el planeta entero bajo el dominio de la colmena y de nuestra reina, que era sabia y justa. Creímos que era el momento de que entráramos en la comunidad galáctica. Pero no era meramente una cuestión de ganar reconocimiento político. Codiciábamos el papel de socio comercial, ¿pero qué recursos podíamos ofrecer para conseguirlo?
»¿Qué productos podíamos producir? ¿Qué minerales podíamos tener? Investigamos, y no encontramos nada que no estuviera disponible en mundos más cercanos al núcleo central de la galaxia. Nada que nos diera la ventaja que buscábamos.
»Entonces oímos el rumor de que Coruscant estaba planeando extender su sistema de prisiones, y estaba buscando mundos anfitriones en el Borde que pudieran estar deseosos de arrendar o vender tierras para tales instalaciones. La tierra era una cosa que Cestus tenía en abundancia, y parecía una oportunidad admirable. Se hicieron ofertas, y conseguimos un contrato. -Suspiró-. Al principio, todo parecía correcto. Se construyeron varias instalaciones, y la escoria de la galaxia fue puesta a buen recaudo en cavernas reconstruidas bajo nuestras arenas.
Obi-Wan ya sabía todo esto, por supuesto.
-Una vez se cerró el trato, nos tragamos nuestro orgullo y aceptamos una posición en el escalafón más bajo de la República. Muchos de nuestros trabajadores fueron contratados por las minas y fábricas. Aprendimos a negociar, para que los futuros arrendamientos y ventas fueran más favorables. Se nos pagaron las rentas de arrendamiento, con las que contratamos supervisores para examinar más cuidadosamente nuestros recursos de cara a expandir el comercio.
»Entonces pasó algo completamente inesperado. Ejecutivos de Galáctica Cybot fueron declarados culpables de fraude y negligencia grave y fueron condenados a prisión, aquí. Estos seres anteriormente poderosos fueron obligados a excavar en las profundidades de las cavernas. Parte del trabajo era útil: agrandar sus espacios vitales, construyendo tiendas y oficinas. Parte de él eran meros trabajos forzados, la venerable tarea de las prisiones de convertir rocas grandes en otras más pequeñas. Pero mientras excavaban, los ejecutivos descubrieron minerales usados en fabricación de droides avanzados. ¡Un tesoro, flotando insospechado en el Borde Exterior!
»Los ejecutivos tramaron un plan para liberarse. En reuniones con las autoridades de la prisión, propusieron enriquecer a los guardias y vigilantes más allá de sus sueños. La esencia de la propuesta era que, agrupando los talentos y los contactos de varios de los prisioneros, bien podrían crear un arroyo interminable de droides de primera clase. Aquí en Ord Cestus había gran cantidad de obreros, montañas de materia prima, habilidad, y conocimientos. Sólo necesitaban permiso.
»Se cerró el trato, estableciendo el escenario para la creación de Cestus Cibernética. Los ejecutivos contactaron con anteriores clientes y empleados, y la inmigración a Ord Cestus empezó a incrementarse. La primera fábrica estaba operativa al cabo de un año estándar, produciendo un modesto droide de reparaciones que recibió críticas favorables y considerables pedidos. Estaban en marcha. -Kosta levantó su voz-. Pero cuando la compañía novata creció en poder y riqueza, entró en conflicto con la reina y el rey. Primero, los gerentes compraron tierra adicional con gemas sintéticas sin valor. Los monarcas fueron forzados a tragarse esa humillación, pero intentaron negociar porcentajes más grandes de riqueza para la colmena, para la educación de nuestra gente, para los servicios médicos...
-¿Servicios médicos?
-Una necesidad. Desde la fundación de la prisión se produjeron numerosas enfermedades extrañas y perjudiciales extendiéndose a través de nuestra población. Los presos, de cada rincón de la galaxia, trajeron con ellos innumerables enfermedades, creando ola tras ola de sufrimientos. Enfermamos por millares.
»Las negociaciones eran feroces. Nuestros gobernantes amenazaron con detener los trabajos de los x’ting y para negarse a permitir a Cestus Cibernética extender su operación minera.
»Entonces la Gran Plaga nos atacó. -Kosta se inclinó hacia delante, con sus ojos color esmeralda brillando-. Sé que no puede demostrarse, pero nosotros lo supimos, supimos que esta plaga no fue ningún accidente. Se liberó sobre nosotros para destruir a la familia real, para fragmentar la colmena y que no hubiera oposición efectiva. Quizás incluso para exterminarnos.
Obi-Wan retrocedió ante la pasión de esas palabras. ¿Era tal villanía posible? Inútil preguntar: por supuesto que lo era. Coruscant sabía poco de lo que pasaba en el Borde Exterior. Y desde que Cestus Cibernética controlaba los cauces de información oficiales, cualquier perfidia concebible podría haber sido disimulada.
-Y este genocidio casi funcionó. Pero cuando la plaga arrasó la colmena, un plan frenético se puso en acción: poner varios huevos saludables en animación suspendida y esconderlos profundamente en una bóveda especial bajo la superficie de Cestus, donde sólo unos pocos escogidos sabrían la verdad, el camino, y el método de abertura.
»La bóveda fue construida por Sistemas de Seguridad Toong’l, una compañía competidora de Cestus Cibernética, y conocida por ser fiable. Los trabajadores eran transportados a ciegas al lugar y nunca supieron la ubicación. Cuando se completó, supimos que pasara lo que pasase al resto de la familia real, habría por lo menos un par de huevos fertilizados a salvo: monarcas, que podrían engendrar y crear una nueva dinastía.
Al instante, Obi-Wan captó la importancia. Después de la plaga, los x’ting supervivientes se habían esparcido por la superficie de Ord Cestus. Pero una nueva dinastía real podría reagruparlos de nuevo, unirlos. G’Mai Duris no era más que una regente, manteniendo el poder hasta el retorno de una nueva pareja real. Bajo sus manos capaces la transferencia de poder podría rejuvenecer este planeta infeliz. ¡Una idea prometedora!
Obi-Wan organizó sus pensamientos cuidadosamente, y luego habló.
-Entonces... con estas noticias sobre la propiedad de la tierra bajo Cestus Cibernética, ¿una pareja de monarcas que reúna al planeta podría daros mayor voz en Coruscant, y construirle un futuro mejor a vuestra gente?
-Sí -asintió Kosta, con los ojos chispeando-, aunque hay otros problemas. Primero, la plaga fue más mortal de lo que esperábamos. Después de que los monarcas murieran, varios clanes x’ting escogieron permanecer en las profundidades bajo de la superficie, sellando todo contacto con extraplanetarios. Casi se convirtieron en una colmena separada: prácticamente no ha habido ningún contacto con esos clanes durante un siglo. Peor todavía, todos los x’ting que conocían el secreto de la bóveda murieron en la plaga. Todo lo que queda son llaves para abrir la puerta exterior. Por último, Sistemas de Seguridad Toong’l fue destruida cuando su planeta fue golpeado por un cometa. Sus líderes nos podrían haber contado cómo abrir la bóveda, pero... -Kosta hizo un movimiento resignado, encogiéndose de hombros.
Obi-Wan entornó los párpados.
-Pero ciertamente todavía podéis usar otros medios para recuperar los huevos.
La vieja x’ting suspiró, anudando nerviosamente los dedos de las manos primarias y secundarias.
-No entiendes el estado de los monarcas. Por nacimiento y educación, cada x’ting debe obedecerlos. Es nuestro camino, y está en nuestra sangre. Por consiguiente, son tanto el mayor tesoro como la mayor amenaza. Una pareja real x’ting en manos de Cestus Cibernética reduciría a cada x’ting de este planeta a la esclavitud. Para evitar que eso pasara, se construyó un detector de intrusos en la bóveda. No estamos seguros acerca de sus detalles, pero tenemos razón para creer que después de tres intentos infructuosos de abrir la cámara, los huevos se destruirán.
¡Por las estrellas! ¿Habían estado estas gentes tan desesperadas?
-Así que... -empezó cautelosamente-, ¿qué servicio deseáis de mí?
-Dos veces en el pasado intentamos recobrar los preciados huevos. Dos veces nuestros más osados han intentado alcanzar la bóveda. Dos veces perecieron antes de que pudieran alcanzarla. -Una pausa-. Hay una historia que se susurra entre nuestra gente. Se dice que hace ciento cincuenta años un visitante vino del centro de la galaxia. Un guerrero con poderes más allá de lo que cualquier x’ting hubiera visto nunca. Se hizo llamar Jedi. Se dice que su coraje y su sabiduría salvaron a nuestra gente. Creo que no es pura coincidencia que ahora, en nuestra hora de necesidad, otro Jedi haya aparecido.
Obi-Wan sentía una emoción de alarma. Él no había anticipado semejante situación.
-Señora -dijo-, es un gran peso el que deseáis que lleve.
-Nosotros te creemos capaz de resistirlo.
No había oído ninguna historia en los archivos Jedi sobre una visita a Ord Cestus, pero ciertamente era posible. Muchos Jedi evitaban el reconocimiento; eran capaces de asombrosos actos de valor, seguidos de una modestia tal que incluso podían rechazar dar sus nombres.
-Y teméis que Quill, enfadado con la regente, podría traicionaros entregando estos huevos secretos a las Cinco Familias. Y que podrían lanzar su propio esfuerzo para recuperarlos, y usarlos contra vosotros.
-Ves nuestra situación, sí.
La veía. Coruscant quería algo: el cese de la producción de droides. Los x’ting, en realidad todos los seres en este planeta, eran de alguna forma dependientes de los continuos ingresos de Cestus Cibernética. Obi-Wan estaba pidiéndoles que estuvieran a su lado, que confiaran en él. Había pensado hacer esto a través de la diplomacia, pero la providencia le había dado un medio de ganarse su confianza más directamente, si tenía el coraje suficiente.
-Acepto vuestra petición. Intentaré recuperar vuestros huevos -dijo.
Kosta suspiró de alivio.
-Necesitarás un guía. Un pequeño puñado de guerreros x’ting estudió los mapas originales a través de las profundidades de la colmena. Había cinco hermanos de nido. Sólo uno vive ahora. -Se volvió a los otros-. Llamad a Jesson.
Los miembros del consejo apoyaron sus cabezas en las de los demás, rozándose las antenas mientras zumbaban y chasqueaban en x’tingiano. Después de unos momentos un pequeño macho abandonó la mesa y salió rápidamente por un túnel lateral.
-G’Mai, estoy en sus manos -dijo Obi-Wan en voz baja. Los ancianos se habían comportado bien, pero la Regente era el único x’ting al que podía exigirle más datos. Si se podía confiar en alguno de los allí presentes para obtener más información, era en ella-. ¿Hay algo más que deba saber antes de partir en esta misión?
-Jedi -dijo Duris-, sólo sé los rumores que se cuentan sobre la visita de un Maestro Jedi. Nunca había oido hablar de los huevos reales hasta hoy.
Los miembros del consejo se giraron cuando el pequeño consejero volvió. Tras él, con una túnica gris con una raya roja diagonal, marchaba un macho más grande con erizado pelaje torácico rojo. Sus ojos rojos y facetados observaron la sala entera de una ojeada, examinando a Obi-Wan y haciendo una instantánea valoración positiva de la amenaza. Los brazos primarios y secundarios del recién llegado mostraban numerosas cicatrices pálidas: era un guerrero experimentado, probablemente un miembro de alguna unidad de seguridad de élite de la colmena. Una vara con tres secciones tallada en algún material claro estaba sujeta diagonalmente a su espalda.
El recién llegado juntó las palmas de sus manos primarias y secundarias, y luego habló en una serie chasquidos.
Kosta levantó su mano primaria izquierda.
-Se pide que hables en básico en presencia de este humano.
El soldado x’ting se volvió para observar a Obi-Wan. Su primer examen había tomado una fracción de segundo. El segundo tomó mucho más tiempo, lo suficiente para que Obi-Wan se diera cuenta del intenso desdén en los ojos del x’ting.
-Mis disculpas a nuestro honorable invitado. Mis palabras fueron: “Soldado de primera clase Jesson presente y preparado para el servicio.”
-Yo debería ir contigo -se ofreció Duris-. Éste es mi trabajo, mi planeta. Si fallamos, y Quill nos traiciona, estaremos acabados.
-Pero es la líder de su gente -dijo Obi-Wan-. La necesitan aquí.
Duris protestó, pero los otros miembros del consejo la hicieron callar. Ella parecía más apenada de lo que Obi-Wan la hubiera visto nunca.
-Viniste aquí como un amigo, y me ayudaste más de lo que las palabras pueden expresar -dijo ella, tomando dos manos de él con sus cuatro-. Espero que no te haya traído a tu muerte.
-Los Jedi no se dejan matar así como así -dijo.
-Si eres la mitad de buen guerrero de lo que se dice del Maestro Yoda, prevalecerás -dijo.
Los ojos de Jesson se estrecharon al oír eso. Si Obi-Wan confiase más en sus habilidades para descifrar las expresiones faciales de los x’ting, habría dicho que el sentimiento dominante en el soldado era el desprecio.
-Bien, empecemos. -Obi-Wan se volvió a su guía-. Descenderemos juntos a las entrañas del planeta -dijo-. ¿Podrías decirme tu nombre completo?
-Soldado de primera clase Jesson Di Blinth -dijo el otro, y se inclinó formalmente-. De los Di Blinths del volcán.
-Encantado, Jesson -contestó el Jedi-. Obi-Wan Kenobi, de Coruscant. ¿Estamos preparados para partir?
Jesson consultó rápidamente con los otros miembros del consejo. Dos miembros tocaron las glándulas de olor a los lados de su cuello, e hicieron con los dedos húmedos una serie de puntos en la mesa ante ellos. Jesson hizo sus propias marcas húmedas de un modo similar.
Obi-Wan levantó una ceja, y Duris explicó:
-Mucha de nuestra información se guarda en olores.
-Éstos contienen la mayoría de lo que realmente sabemos o recordamos del camino -dijo Kosta-. Nadie los ha alojado tanto tiempo...
-Creía que dijiste que cuatro de vuestros hombres lo intentaron, y murieron en el proceso -dijo Obi-Wan.
-No es completamente exacto -dijo Jesson, estudiando la tabla de la mesa-. El primer intento fue a través de la abertura directa hacia la cámara de los huevos, que soporta un tubo de lava. Mi hermano nunca volvió, y sabemos que se activaron mecanismos defensivos. Una entrada trasera fue probada luego. Mi segundo hermano nunca volvió, y la puerta fue bloqueada.
-¿Intentasteis abrirla?
Jesson le miró con desdén.
-Lo que sea que allí pasó, costo la vida de un valiente guerrero. No le deshonraremos creyendo que podemos tener éxito donde él falló.
-¿Qué haremos, entonces?
-Hay otro camino, a través de los antiguos túneles.
La mención de esa palabra sumió la sala en silencio durante un largo instante, y de nuevo G’Mai Duris levantó una objeción.
-Debo ir. Obi-Wan arriesga su vida por mí.
-Más tarde, quizás, cuando vuelvas a ser macho -dijo Kosta, con su mirada esmeralda destellando con compasión-. Pero ahora no eres tan fuerte y ágil como lo serás entonces. No podemos arriesgarte. Eres nuestra imagen de cara a los extraplanetarios.
Duris tomó las manos de Obi-Wan en las suyas.
-Entonces, ve con suerte -dijo.
Obi-Wan asintió.
-La Fuerza es lo que necesitaremos. -Se volvió a Jesson-. Bien, si hay que hacerlo, será mejor hacerlo rápidamente.
Y dejaron la cámara juntos.

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