martes, 28 de octubre de 2008

Cielo Rojo, Llama Azul (III)

La Chiss se liberó y se levantó, permaneciendo agachada, corriendo con ligereza bajo los pesados enrejados de duracero que alzaban las naves hasta una altura fácilmente accesible.
Se lanzaron de cabeza bajo una de las plataformas y se acurrucaron allí.
Los negros cabellos de Shawnkyr, siempre perfectamente reunidos y sujetos en su nuca, caían sueltos e indisciplinados. Pasó una mano por ellos, intentando restablecer el orden. La mano volvió húmeda y roja, pero ella simplemente limpió la sangre frotándosela contra el uniforme.
-Es probable que las dos terceras partes de los cadetes hayan huido hacia el bosque -murmuró-. Eso deja nuestras fuerzas entre quince y veinte hombres. Debería bastar. Una vez que esos piratas hayan aterrizado, los eliminaremos fácilmente.
Jag comprendió la verdad súbitamente.
-No aterrizarán -dijo-. No por ahora, al menos. Aún quedaban algunos desgarradores todavía reconocibles después del primer choque, y las naves se han acercado para verlas mejor. Nadie aparte de los Chiss vuela en este tipo de naves. Es poco probable que los piratas ataquen intencionadamente un puesto militar avanzado Chiss.
-A menos que sea una forma de debilitarnos antes del ataque principal -concluyó Shawnkyr, amenazante-. Durante ese tiempo, podrían hacer caer los escudos. La cúpula central es robusta, pero no impenetrable.
Permanecieron silenciosos un momento, escuchando el continuo bombardeo, los estallidos y los chirridos penetrantes de la estructura maltratada.
-Stent no dijo si tu padre sobrevivió al asalto de su puesto avanzado -remarcó Shawnkyr.
-No tenía necesidad de hacerlo. ¿Por qué habría venido Stent si mi padre no hubiera sobrevivido? Mi presencia aquí muestra la poca confianza que tenía en el honor de mi padre.
-Es duro, pero lógico -aceptó ella.
Una explosión particularmente potente golpeó la cúpula y sacudió la sala. La Chiss miró hacia la plataforma y puso mala cara.
-Podemos quedarnos aquí atrapados durante mucho tiempo. Perdona mi curiosidad: Exactamente, ¿cómo llegaste aquí, a la academia?
Esa era una pregunta que Jag había escuchado durante toda su vida. Había pasado buena parte de su infancia en la Mano de Thrawn, la base oculta del almirante Chiss. Había sido educado entre los Chiss, y todos habían mostrado la misma curiosidad sobre la presencia de los Fel y sobre sus objetivos.
Durante muchos años, eso había sido fácil de explicar: “Mi padre sirve al Gran Almirante Thrawn” era algo que todos podían comprender. De modo que Jag había sido aceptado, en cierta forma; y pudo jugar con esos niños tan serios de piel azul, y les vio madurar ante él como flores cannu floreciendo rápidamente. Un día eran niños; al siguiente, jóvenes adultos. Chiss de diez años de edad vistiendo el uniforme de cadetes y partiendo a una de las academias militares, cuyos emplazamientos eran guardados tan celosamente como el de la propia Mano de Thrawn. Año tras año, Jag les vio marcharse, con ojos llenos de envidia.
Durante la última estación del monzón, Jag creció casi tan rápidamente como los Chiss. Una formación implacable había desarrollado los músculos de su alargado busto, de modo que no era tan desgarbado como los demás adolescentes humanos. Su voz cambió casi igual de precipitadamente, volviéndose tan grave como aguda lo era antes.
Jag se acordó del rostro de su padre cuando fue a verle con motivo de su incorporación a la academia. El barón Fel había estado inusualmente distraído en el transcurso de los últimos meses, y tomó aire un par de veces, sorprendido, mientras observaba al joven que se mantenía en posición de firmes ante su escritorio.
-Wedge -murmuró, incrédulo.
Wedge Antilles era el hermano de su madre, uno de los héroes de la Alianza Rebelde y piloto del famoso Escuadrón Pícaro. Jag supuso que se parecía a él de algún modo: sus cabellos tenían los mismos reflejos oscuros y su rostro estaba marcado por cejas negras, duras facciones y un mentón cuadrado. En una ocasión, Jag pensó en imitar al célebre piloto. Pero en ese instante, no sintió más que el asombro de que su padre no le reconociera, aunque sólo fuese por un corto instante de tiempo.
Ordenó cuidadosamente sus pensamientos volviendo al presente, hasta la Chiss que aguardaba expectante su respuesta.
-Es una cuestión de política -explicó-. Mi presencia ofrece a la comandancia Chiss una sensación de seguridad. Los humanos son conocidos por ser emotivos, es pues lógico pensar que el barón Fel, aunque sea actualmente un enlace entre los Chiss y el Remanente Imperial, protegerá a las bases ocultas Chiss de la explotación imperial por temor a represalias contra su hijo. Asumiendo esto, él es libre de actuar como crea oportuno. Sin rencor, puedo asegurarle que mi seguridad no es más que uno de los muchos factores que han sido tenidos en cuenta en su decisión.
Shawnkyr asintió pensativamente.
-Yo no creía a los humanos capaces de tales decisiones estratégicas.
-Y es exactamente por eso por lo que estamos aquí atrapados, como ratas en su madriguera -replicó.
-Explícate.
-Estrategia... -dijo Jag secamente, alzando su mano izquierda con los dedos extendidos-. Conocimiento de las tácticas militares pasadas -añadió, plegando sus dedos pulgar y anular contra la palma de su mano-. Conocimiento del enemigo -apuntó, plegando el dedo índice-. Comprensión de sus esperanzas -añadió, y subrayó la frase plegando el dedo corazón. Luego agitó la mano, con el meñique aún extendido-. ¿Y qué queda?
-Un proyecto secreto que frustre y haga fracasar esas esperanzas -recitó Shawnkyr.
Jag asintió vehementemente, agitando su puño, ahora cerrado.
-Un proceso racional, una solución bien razonada. Una solución obvia.
Lanzó la mano derecha, dirigiendo sus dedos engarfiados contra la garganta de Shawnkyr. La Chiss esquivó el ataque con un movimiento lateral justo antes del impacto, con el disgusto y la cólera mezclándose en su rostro azul.
-Tienes un peligroso modo de señalar las cosas -dijo ella-. Pero efectivo, pese a todo.
-Los Chiss exiliaron a Thrawn por sus repetidas ofensas. ¿Nunca os habéis preguntado cómo ese brillante táctico no consiguió ser aceptado por las casas dirigentes?
Ella dudó e inclinó la cabeza.
-He pensado en ello, sí.
-La respuesta es simple: No tuvo ningún error de cálculo. Utilizó esa derrota simulada para alcanzar sus objetivos. ¿Sabías que el Imperio intentó reclutarle antes de su exilio? No podía aceptar honorablemente, no mientras permaneciera en la Defensa Expansionista Chiss. ¿Qué podía hacer salvo labrarse su propia desgracia?
Shawnkyr le miró fijamente.
-Mi padre me habló del subterfugio de Thrawn. Consideraba esa información como parte de mi formación. Y estaba en buena posición para saberlo. Stent lo confirmó cuando me dio mis órdenes y me explicó el objetivo de esta academia en particular. Éramos una falange secreta, un arma que Thrawn podría revelar en cualquier momento de su elección.
Mientras Shawnkyr asimilaba silenciosamente la información, Jag sospechó que la mención del nombre de Stent dio a sus palabras un peso que de otra forma no habrían tenido. Echó un vistazo al emblema rojo del uniforme de la Chiss. Representaba la Llama Helada: la esencia del coraje, del ingenio y de la disciplina, un estado de perfección ideal al que se podía aspirar llegar siempre sin alcanzarlo nunca totalmente. Un gran contraste con la insignia azul de su propio uniforme. A los ojos de los cadetes camaradas de Jag, su aspiración imposible era algo bastante diferente. Su uniforme era un recuerdo constante del hecho de que nunca sería un Chiss.
-Dime más -pidió Shawnkyr.
Jag reprimió la oleada de amargura que siguió a sus pensamientos como si fuera la humareda de un nauseabundo tubo de escape.
-Mi padre abandonó el servicio imperial durante un tiempo con el fin de afrontar un asunto personal. El almirante Isard le capturó más tarde, y luego desapareció. La mayoría de la gente dentro y fuera del Imperio supusieron que había sido ejecutado por traición. Eso también era un plan de Thrawn, realizado por el almirante Voss Parck.
Shawnkyr parpadeó, en el equivalente Chiss de una boca abierta y un grito de asombro.
-Sí, el mismo oficial imperial que “encontró” a Thrawn durante su exilio y que lo llevó a Coruscant -dijo Jag impacientemente-, y el capitán del destructor estelar que acompañó al Gran Almirante a las llamadas Regiones Desconocidas tras haber caído supuestamente en desgracia en el Imperio. Thrawn planificó cada paso, atrayendo a las fuerzas imperiales al territorio Chiss para la protección de su pueblo... El Remanente Imperial ganó puestos avanzados y alianzas, y Thrawn obtuvo una fuente de naves y armamento.
Shawnkyr asintió lentamente.
-Nunca había considerado el asunto de esta forma, pero tu interpretación es lógica. Continúa. Háblame ahora del enemigo; no del de Thrawn, sino de aquel al que nos estamos enfrentando.
-Oportunistas -dijo Jag-. Carroñeros que siguen a los guerreros y limpian los campos de batalla. Si se ven obligados a luchar, prefieren un combate rápido. ¿Qué edad tienes, Shawnkyr?
Ella reaccionó sin dudarlo ante el rápido cambio de tema.
-Doce años estándar.
-En años humanos, no eres más que una niña, pero ante sus ojos eres una adulta, una guerrera aguerrida. Eso es lo que el enemigo espera encontrar aquí abajo. Por eso están atacando a distancia. Si las naves no hubieran sido destruidas y los Chiss hubieran podido responder a este ataque con un combate aéreo, nuestro enemigo se habría dispersado y huiría. Cada cadete al que se enfrentaran confirmaría su hipótesis. Cada cadete, excepto uno.
-¡Oh! -La comprensión hizo arder sus ojos color carmesí-. ¿Y qué podría hacerles disminuir sus expectativas más rápidamente que un chico humano?
Jag dudó entre mostrar su enfado o sonreír. Como ambas respuestas serían incomprendidas por la Chiss, se abstuvo de mostrar ninguna.
-Tomaré la Llama Azul. Eso debería hacerles bajar sus expectativas a un nivel más manejable.
Su mirada abarcó la vieja y abollada nave.
-Una excelente elección -dijo Shawnkyr sin ningún indicio de humor-. Y yo prepararé a los demás para un asalto por tierra.
Se levantó en un único y ágil movimiento. Jag asintió y se dirigió hacia la vieja nave.
-Teniente Fel -dijo ella, severamente.
Él miró hacia atrás. Un extremo de los labios de la Chiss se estiró, en un gesto de aprobación casi imperceptible.
-Queremos que el enemigo aterrice y espere una fácil rapiña. No les disuadas volando demasiado bien.
Esta vez sonrió, pero como podría haberlo hecho Thrawn: con una confianza fría, un aire superior.
-La derrota puede ser el camino más corto hacia el engaño.

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