martes, 17 de mayo de 2016

Algo sobre lo que meditar

Algo sobre lo que meditar
Morrie Mullins

Las vi por primera vez cuando entramos en la atmósfera superior de Genarius. Pensé que eran alguna especie de lejana tormenta de radiación, y casi desvié el rumbo, pero algo atrajo mi atención. Los colores; no eran los adecuados para una tormenta de radiación. Las propias nubes, una mezcla arremolinada de naranja y azul, parecían lanzar chispas rosas y violetas, aunque las “chispas”, como las llamé al principio, eran demasiado suaves. Era como ver la electricidad desplazándose en un arco perfecto entre dos polos, una curva tan sutil y elegante que, desde la distancia, era fácil verlo como una chispa. Pero los destellos de color, los toques de intensidad entre las nubes, me atrajeron. Esa fue la primera vez que vi un banco de cochleras.
Generalmente, hay entre treinta y cincuenta de estas cosas en un banco. Se deslizan por las nubes, tomando los gases, procesándolos, y parpadeando con tonos rosas, violetas y blancos. Si nunca los habéis visto, es casi imposible describirlos, pero supongo que haré lo que pueda.
De cerca, son realmente bastante desagradables. De una forma hermosa, supongo. Sus cuerpos superiores son sacos globulares claros, llenos de un fluido turbio de donde entran y salen los brillantes arcos de energía. Su carne –si se le puede llamar así- parece flexible, y sus cuerpos cambian de forma conforme varían las corrientes de las nubes, retorciendo las criaturas en direcciones imposibles. Cada una de las clochleras tiene media docena de largos apéndices, cada uno de entre tres y veinte metros de largo, aunque curiosamente el tamaño de los cuerpos no cambia considerablemente, sólo la longitud de los apéndices. No estoy seguro de poder llamarlos tentáculos, porque eso siempre ha implicado (al menos para mí) que puedan tener algún tipo de utilidad. Nunca he visto una cochlera usando esos miembros colgantes, así que he llegado a pensar en ellos como seudópodos, y si algún xenobiólogo quiere venir y echar un vistazo y decirle al universo qué son en realidad, bueno, por mí perfecto.
Es muy parecido a ver un saco de mocos con seis largas colas viscosas tras él. Pero el modo en que cambia la piel hace que parezca que los gases se deslizan sobre ella y reaccionan con algo del interior –cosa que supongo que realmente ocurre-, y el movimiento de los seudópodos es casi hipnótico. Merece la pena observar esos momentos en que algo en su interior cambia y aparecen los arcos de colores, y cuando te concentras en ver lo que ocurre en su interior, en lugar de prestar atención al aspecto que tienen en la superficie, es difícil apartar la mirada.
Si alguna vez estáis en Cularin, esas criaturas son todo un espectáculo. Nunca me he cruzado en la galaxia con otra cosa como ellas. Lo dice JB, echadles un vistazo.

-fragmento de El gigante gaseoso Genarius, cuaderno de viaje de Jaan Bluum

Las cochleras son una especie de criatura que sólo se encuentran en las nubes de Genarius. Flotan en las corrientes presentes en los gases, viajando en agrupaciones  dispersas conocidas como “bancos”. Hay cierta especulación en cuanto a la relación que existe entre las criaturas que conforman un banco de cochleras, pero su fisiología hace que la separación por familias –tal y como las conocemos- sea bastante difícil.
Las cochleras se reproducen dividiéndose por sí mismas en dos piezas idénticas. Aunque continúa vigente la especulación acerca de cuál es detonante de la división de una criatura en dos, deben existir ciertas condiciones para que ocurra la fisión. Primero, la cochlera debe encontrarse cerca de una bolsa de beskio pesado. Dado que ese no es uno de los gases que las criaturas usan para nutrirse, no está claro por qué ese gas es necesario, pero nunca se ha registrado un caso de reproducción de cochleras en ausencia del beskio.
Además, debe haber otras cochleras cerca. La fisión nunca se realiza de forma aislada a un banco, y de hecho, una cochlera que entra en contacto con beskio pesado sin al menos media docena de otros miembros de su especie cerca, se limitará a hincharse, haciéndose cada vez mayor hasta que finalmente estalla. Eso ha conducido a algunos xenobiólogos a especular que puede que las cochleras liberen en la atmósfera de Genarius productos químicos que permitan que otras se dividan y creen más de su especie. De ser así, eso significa que las criaturas no son tan similares a las amebas como podría pensarse inicialmente, al menos al ver su actividad reproductiva. Por desgracia, los investigadores nunca han sido capaces de acercarse lo suficiente a una cochlera en estado de fisión para obtener muestras atmosféricas que puedan ayudarles a determinar qué (si es que hay algo) puede haber sido liberado por el resto del banco mientras la criatura se dividía para crear una nueva vida.
Una condición final que debe cumplirse para que la cochlera se reproduzca es que el propio Genarius debe estar experimentando fuertes tormentas cerca de su núcleo. Aunque esto no es especialmente inusual, hay momentos de calma, en los que las tormentas se vuelven mucho menos intensas. Durante esos momentos, la tasa de mortalidad entre las cochleras se incrementa dramáticamente. Si las criaturas no pueden dividirse, con el tiempo se hinchan hasta el punto que el gas del interior de sus cuerpos las revienta, literalmente.
Debido a la ubicación de Cularin, y debido a la falta de interés en las cochleras, no hay disponibles más detalles acerca de las capacidades reproductoras de las criaturas. Realmente son una hermosa adición al paisaje nuboso de Genarius, y siguen siendo un misterio.

La razón por las que las cochleras no han sido estudiadas con más detalle es que ciertos grupos poderosos están entorpeciendo los esfuerzos al respecto. Con el fin de mantener el interés y la investigación al mínimo, se ha difundido desinformación, incluyendo rumores acerca de toxinas segregadas por las criaturas cuando se les acercan seres vivos, su tendencia a usar sus seudópodos para ionizar los motores de las naves cercanas, y cosas por el estilo.
En realidad, las cochleras son pacíficas y dóciles, y se contentan con mantenerse lejos de cualquier cosa que pudiera causarles daño. Son muy buenas advirtiendo los cambios en el flujo de las corrientes de gases que les rodean, y si algo demasiado grande está desplazando lo gases, las cochleras generalmente se dirigen a otra región del planeta. Carecen de defensas naturales para defenderse adecuadamente de depredadores, pero por suerte no existen depredadores naturales en Genarius.
Sin embargo, recientemente las cochleras se han convertido en objeto de cacerías. Si una cochlera es capturada viva, los fluidos de su saco corporal pueden drenarse y filtrarse para extraer un pálido icor blanco. Este icor, al ser ingerido, proporciona inmunidad limitada ante algunas habilidades relacionadas con la Fuerza. Los poseedores de este conocimiento se han esforzado mucho por mantenerlo fuera del dominio público. Siguen existiendo algunos rumores, pero sólo un puñado de individuos tienen acceso al conocimiento y el equipo necesarios para realizar la, sin duda, dolorosa extracción de los fluidos de las criaturas.
La mayoría de las veces, el icor se dispone en una cápsula de gel para su ingesta por vía oral. El sabor es más que repugnante, y muchos de los que tratan de tragar una cápsula con el icor en su interior terminan vomitando dolorosamente durante un buen tiempo. Muchos no obtienen ningún beneficio de la cápsula, pero otros desarrollan una inmunidad temporal al control mental mediante la Fuerza, aunque se vuelven incapaces de usar esa misma habilidad. Ninguna otra habilidad de la Fuerza se ve afectada por la ingesta de la cápsula.

Las cochleras tratarán de defenderse contra intrusos agitando sus seis seudópodos. Cuando entran en contacto con un objeto con energía, sus seudópodos sueltan una descarga con efecto equivalente a un rifle iónico. Como criaturas nativas de las nubes de gas, las cochleras pueden fundirse con los remolinos de colores si sienten peligro. El cuerpo de las cochleras requiere ser capaz de moverse y actuar para seguir funcionando. Por tanto, los efectos del aturdimiento pueden ser devastadores para estas criaturas.

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